Cristianismo Práctico

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Cristianismo Práctico
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Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org ISBN 978-1-629463-12-4

© Traducción al español por Giancarlo Montemayor, Copyright 2021. Todos los Derechos Reservados. Edición por Armando Molina. El diseño de la portada y las páginas fue realizado por Francisco Adlofo Hernández Aceves.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio –electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro –excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

Las citas marcadas por un asterisco son la traducción del autor. Las itálicas en las citas de la Escritura indican un énfasis añadido.

© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión ReinaValera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Todos los derechos reservados.

Contenido

Prefacio

Parte I: El comienzo

1. Fe salvadora

2. El poder de Dios

3. El gran cambio

4. La obra del corazón

Parte II: El progreso en la vida cristiana

5. Santos durmientes

6. La armadura del cristiano

7. La doctrina de la mortificación

8. La obra del Señor

9. La supremacía de Dios

Parte III: La autoridad en la vida cristiana

10. Obediencia evangélica

11. El juicio privado

12. Empleados cristianos

Parte IV: Lo mejor de Dios en la vida cristiana

13. Disfrutando lo mejor de Dios

Otros títulos de Publicaciones Faro de Gracia por A. W. Pink



Arthur W. Pink ha sido llegado a conocer como un expositor habilidoso de la Palabra de Dios. Tanto sus obras expositivas como algunas de sus obras doctrinales han estado disponibles por largo tiempo. Sin embargo, su profunda preocupación por un cristianismo experimental y por la vida cristiana práctica no son tan bien conocidas. Sin embargo, él escribió varias series cortas y artículos individuales sobre lo que la Escritura dice en cuanto al hombre interior. Y al escribir estos artículos, Pink explicó las Escrituras de la misma manera penetrante como lo hacía en sus obras expositivas y doctrinales. Su Cristianismo práctico, por tanto, no es una colección de pensamientos piadosos sobre la vida cristiana ni tampoco un sencillo bosquejo de la Escritura sino un tratamiento completo sobre este tema.

Podemos agregar que la preocupación de Pink por el Cristianismo práctico creció a lo largo de los años. Sus primeras series se concentraban en la exposición y doctrinas básicas, exposiciones de Genesis [Génesis], Exodus [Éxodo], The Life and Times of Joshua [La vida y tiempos de Josué], The Life of David, La vida de Elías, The Life of Elisha [La vida de Eliseo], The Sermon on the Mount [El sermón del monte], The Gospel of John [El evangelio de Juan], Hebrews [Hebreos], John’s First Epistle [1 Juan]; y estudios doctrinales: The Satisfaction (Atonement) of Christ [La expiación de Cristo], Los pactos divinos, Union and Communion [Unión y comunión], El Espíritu Santo, The Divine Inspiration of the Bible [La inspiración divina de la Biblia] y La interpretación de las Escrituras. Pink era también fuerte en exposición y doctrina; pero claro, todo esto es una base para la práctica. Pink lo dijo de esta manera en su Introducción a la doctrina de la Mortificación: «Es la opinión estudiada de este escritor (y este no está solo en dicha postura) que la predicación doctrinal es la necesidad más urgente de las iglesias hoy». «La predicación doctrinal está diseñada para iluminar el entendimiento, instruir la mente e informar el juicio. Es lo que provee motivos para la gratitud y da incentivos para las buenas obras». «El cristianismo doctrinal es tanto la base como el motivo para el cristianismo práctico, debido a que son los principios y no la emoción o los impulsos los que constituyen la dinámica de la vida espiritual». Pero la doctrina, a menos que se lleve a la práctica, no tiene valor. Pink escribió,

«no hay doctrina que sea revelada en la Escritura tan solo para tener un conocimiento especulativo, toda ella está allí para ejercer una influencia poderosa sobre la conducta. Él diseño de Dios en todo lo que nos ha revelado es el purificar nuestros afectos y transformar nuestro carácter». Con este propósito, este libro es una colección de artículos varios y series en que el autor escribió sobre la aplicación de la doctrina al alma individual. Esto es un cristianismo práctico.

Por treinta años Pink publicó una revista mensual, Studies in the Scriptures [Estudios de las Escrituras], principalmente de su propia pluma. Es de dicha publicación que la mayoría de sus obras publicadas han sido tomadas. Él escribía un artículo cada mes sobre un tema dado, continuando hasta agotar el significado de ese tema en particular. Varias de estas series eran mantenidas al mismo tiempo, en adición a artículos individuales y notas de estudio. Los capítulos de este libro han sido tomados de los volúmenes tardíos (volúmenes 25–32) de Studies in the Scriptures [Estudios de las Escrituras]. Varían en longitud desde un artículo individual en el original hasta diez o doce artículos de una serie. Todos han sido seleccionados debido a sus temas y han sido organizados aproximadamente por su temática.

Los primeros capítulos (1–3) tratan de los comienzos del cristiano en su nueva vida: su conversión, nuevo nacimiento y los cambios que le ocurren. Estas cosas no pueden ser omitidas en un libro acerca del Cristianismo práctico. Dichas verdades deben ser entendidas en cuanto a su relación con la práctica, pues de lo contrario surgirá un gran malentendido. Hay muchos quienes, como cristianos profesos, se disponen a progresar por medios naturales. Pero uno no puede progresar en la vida cristiana hasta que entiende verdaderamente cuán malo es su estado natural y qué es lo que exactamente ocurrió cuando Dios lo trajo a un estado de gracia.

Los siguientes capítulos (4–8) tratan sobre temas bastante básicos. Tratan sobre las actitudes que un cristiano debería tener para progresar en la vida cristiana, en vista de lo dicho antes y en vista de lo que Dios ha hecho por él y en él si es que en realidad es cristiano. Y Pink enfatiza algo que podría turbar a algunos lectores de este libro, que aun un hombre renovado y espiritual, no puede producir algo bueno en su vida. Pero no lo deja allí. Él prosigue y da recomendaciones prácticas sobre lo que un cristiano puede hacer sobre esto, a pesar de su incapacidad.

Algunos capítulos (9–12) tratan sobre la autoridad en la práctica cristiana, primero, la autoridad de Dios (cap. 9) y Su Palabra (cap. 10), después la autoridad (o más bien dicho limitantes) de los pastores (cap. 11) y empleadores (cap. 12). Este último requiere una explicación. La mayoría de lo dicho en la Escritura que trata de las relaciones entre jefes y trabajadores cae bajo la relación del amo y el esclavo y sin embargo, al día de hoy, los trabajadores no son esclavos de sus supervisores o administradores. Claro, la mayoría de lectores hubieran preferido que Pink discutiera algunas de las diferencias tanto como las similitudes, algo que él no hizo. No obstante, hay mucho que podemos aprender por extensión a partir de esa instrucción. Estas discusiones sobre autoridad, sin embargo, son muy necesarias hoy en día. En una era de independencia en casi todas las circunstancias, es de la mayor importancia el entender la autoridad divina y la extensión y límites de la autoridad humana ejercida por mandato de Dios.

El último capítulo (cap. 13) trata de como gozar de lo mejor de Dios para nuestras vidas. Muchos lectores encontrarán que este es el capítulo más práctico de todos. A pesar de todo lo que Dios obra por y en nosotros, todavía está vigente el principio de que «todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.» (Gálatas 6:7). Pink tiene recomendaciones prácticas de la Escritura sobre lo que un cristiano puede hacer aun cuando cae gravemente.

 

Esta edición de Cristianismo práctico mantiene la obra de Pink casi igual a como él la escribió originalmente. Excepto por algunos cambios en cuanto a puntuación, algunas frases inusuales y asuntos que trataban de la publicación mensual original que no serían comprensibles para los lectores de hoy, nada ha sido modificado. Su uso inusual de los signos de puntuación y su estilo individual han sido mantenidos.

Estos artículos fueron publicados originalmente como un libro bajo el titulo Pink Jewels [Joyas de Pink]. Un título que él seguramente no hubiera aprobado.

Los editores.

Estas son de las últimas palabras expresadas en la tierra por el Señor Jesús, un Jesús ya resucitado. Nunca se han dicho palabras más importantes a los hijos de los hombres. Estas palabras requieren nuestra mayor diligente atención debido a que tienen la mayor consecuencia posible, porque en ellas se establecen los términos de la vida eterna o la miseria eterna: la vida o la muerte, y las condiciones de ambas. La fe es la clave principal en la salvación, y la incredulidad es la clave principal del pecado condenatorio. La ley que amenaza de muerte a causa del pecado ya se ha convertido en una sentencia de muerte sobre todos. Esta sentencia es tan imperativa que admite una sola excepción: creer, de lo contrario serán todos ejecutados.

La condición de vida es doble, tal como fue dada a conocer por Cristo en Marcos 16:16. La principal es la fe, y la secundaria es el bautismo. Decimos «secundaria» porque no es necesaria en absoluto para la vida como lo es la fe. Prueba de esto la encontramos en el hecho de que en la segunda parte del verso no se menciona: pues no es «más el que no sea bautizado, será condenado», sino «el que no creyere». La fe es tan indispensable que aunque uno sea bautizado, si no cree, será condenado. Como hemos dicho anteriormente, el pecador ya está condenado; la espada de la justicia Divina está lista, solo esperando dar el golpe final. Nada puede impedirla, únicamente la fe salvífica en Cristo. Amado lector, el permanecer en incredulidad hace que el infierno sea tan seguro como si ya estuvieras allí. Mientras permanezcas en incredulidad, no tendrás esperanza alguna, y estás «sin Dios en el mundo» (Efesios 2:12).

Ahora bien, si creer es tan necesario y la incredulidad tan peligrosa y mortal, debemos poner atención a lo que significa creer y entenderlo perfectamente. Queda de nuestra parte ser diligentes en estudiar de manera exhaustiva todo lo referente a la naturaleza de la fe salvadora. Más aun, porque no toda fe en Cristo salva; sí, toda fe en Cristo no necesariamente es fe salvífica. Muchas personas están engañadas en este asunto que es vital. Miles creen sinceramente que han recibido a Cristo como su Salvador personal y están descansando en Su obra consumada, pero en realidad están edificando su casa sobre la arena. Un gran número de los que no tienen duda alguna de que Dios los ha aceptado en el Amado y de que están eternamente seguros en Cristo, serán despertados de sus sueños placenteros cuando la mano de la muerte se apodere de ellos. Esto es indudable y solemne al mismo tiempo querido lector, ¿Será éste tu destino? Hay muchos que estaban tan seguros de ser salvos como tú lo estas en este momento, y están ahora en el infierno.

1. Sus falsificaciones

Existen personas que tienen una fe tan parecida a la fe de los verdaderos cristianos, que los mismos creyentes, aun teniendo un espíritu de discernimiento, llegan a creer que es una fe salvífica. Simón el mago es un claro ejemplo de esto. Leemos lo siguiente,

«También creyó Simón mismo, y habiéndose bautizado, estaba siempre con Felipe; y viendo las señales y grandes milagros que se hacían, estaba atónito» (Hechos 8:13).

Tanta fe tenía Simón, y así mismo lo manifestó frente a todos, que Felipe lo tomó como un cristiano y lo admitió a los privilegios que les son propios. Incluso un poco más adelante, el apóstol Pablo dice de él,

«No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás» (Hechos 8:21–23).

Un hombre podría creer toda la verdad contenida en la Escritura y estar familiarizado con ella, más aún de lo que lo están los cristianos genuinos. Podría haber estudiado la Biblia por un tiempo más prolongado y en su fe captar mucho más de lo que aquellos podrían haber alcanzado. Así como su conocimiento es quizás más amplio, su fe pudiera ser más integral. En este tipo de fe, la persona puede llegar tan lejos como el apóstol Pablo llegó cuando dijo,

«Pero esto te confieso, que según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas» (Hechos 24:14).

Sin embargo, esto no es una prueba de que su fe haya sido verdaderamente salvífica. Un ejemplo contrario lo podemos ver en Agripa:

«¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees» (Hechos 26:27).

Podemos denominar lo anterior como una simple fe histórica, incluso la Escritura nos enseña que las personas pueden poseer una fe que va más allá de un producto de su mera naturaleza, la cual es del Espíritu Santo, y aun así no ser una fe salvífica. Esta fe de la que estamos hablando tiene dos ingredientes que ni el estudio ni el esfuerzo propio pueden producir, sino la luz espiritual y el poder Divino que hacer rendir nuestra mente. Ahora, un hombre pudiera tener estos ingredientes: tanto la iluminación como la inclinación del cielo, y aun así no ser regenerado. Prueba indudable de esto la tenemos en Hebreos 6:4. Allí leemos sobre un grupo de apóstatas, de los cuales se dice, «Porque es imposible que (...) sean otra vez renovados para arrepentimiento». Vemos que también se dice de estos que eran «iluminados», lo que significa que no solo habían apreciado el mensaje sino que también se habían inclinado para abrazarlo, y ambas cosas porque fueron «hechos partícipes del Espíritu Santo».

Las personas pudieran mostrar una especie de fe salvífica, no solo en su origen sino también en su fundamento. La base de su fe podría ser el testimonio piadoso sobre el cual se apoyan con una confianza inquebrantable. Ellos pudieran darle crédito a lo que creen no solo porque parece razonable o incluso real, sino porque están completamente persuadidos que es Su Palabra y Él no miente. El creer las Escrituras debido a que son la Palabra de Dios constituye una fe Divina. Esta misma fe la tenía el pueblo de Israel después de su maravilloso éxodo de Egipto y de la liberación del Mar Rojo. De ellos se dice en la Palabra,

«Y vio Israel aquel grande hecho que Jehová ejecutó contra los egipcios; y el pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo» (Éxodo 14:31),

aunque de la gran mayoría de ellos se dice que sus cuerpos cayeron en el desierto y que el mismo Señor juró que no entrarían en Su reposo (Hebreos 3:17–18).

De hecho, si hacemos un estudio meticuloso de las Escrituras sobre este punto, podemos encontrar lo mucho que se dice de la gente no salva que muestra tener fe en el Señor. En Jeremías 13:11, encontramos a Dios diciendo: «Porque como el cinto se junta a los lomos del hombre, así hice juntar a mí toda la casa de Israel y toda la casa de Judá, dice Jehová», y el decir que los «juntó» a sí, es lo mismo que decir que «confiaban» en Él (cf. 2 Reyes 18:5–6). De esa misma generación Dios dice:

«Este pueblo malo, que no quiere oír mis palabras, que anda en las imaginaciones de su corazón, y que va en pos de dioses ajenos para servirles, y para postrarse ante ellos, vendrá a ser como este cinto, que para ninguna cosa es bueno» (Jeremías 13:10).

La palabra «apoyarse» es otra palabra que significa confianza firme.

«Acontecerá en aquel tiempo, que los que hayan quedado de Israel y los que hayan quedado de la casa de Jacob, nunca más se apoyarán en el que los hirió, sino que se apoyarán con verdad en Jehová, el Santo de Israel» (Isaías 10:20);

«Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado» (Isaías 26:3).

Y sin embargo, nos encontramos con este otro texto: «porque de la santa ciudad se nombran, y en el Dios de Israel confían; su nombre es Jehová de los ejércitos» (Isaías 48:2).

¿Quién dudaría que esto se refiere a una fe salvífica? Está bien, no nos apresuremos demasiado a sacar conclusiones: de ellos mismos el Señor dice:

Porque yo sabía que eres muy obstinado; que tu cuello es un tendón de hierro, y que tu frente es de bronce (Isaías 48:4)

Y nuevamente, el término «recostar» es usado no solamente para comunicar confianza, sino dependencia en el Señor, pues se dice de la esposa:

«¿Quién es ésta que sube del desierto, Recostada sobre su amado?» (Cantares 8:5).

¿Puede ser posible que una expresión como esta se refiera a aquellos que son salvos? Si, así es, y nada menos que por el mismo Dios:

«Oíd ahora esto, jefes de la casa de Jacob, y capitanes de la casa de Israel, que abomináis el juicio, y pervertís todo el derecho (...) Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros» (Miqueas 3:9,11).

Así que miles de personas carnales y mundanas están apoyándose sobre Cristo y sosteniéndose en Él de modo que no caigan en el infierno, y están seguros de que tal «mal» no les ocurrirá. No obstante, su confianza es una terrible presunción. Descansar en una promesa de Dios con completa confianza en momentos de desaliento y peligro, es sin duda algo que no esperaríamos decir de personas que no fueran salvas. La verdad es más extraña que la ficción. Esto mismo lo encontramos descrito en la infalible Palabra de Dios.

Cuando Senaquerib y su ejército sitiaron las ciudades de Judá, Ezequías dijo: «Esforzaos y animaos; no temáis, ni tengáis miedo del rey de Asiria, ni de toda la multitud que con él viene; porque más hay con nosotros que con él. Con él está el brazo de carne, mas con nosotros está Jehová nuestro Dios para ayudarnos y pelear nuestras batallas. Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá» (2 Crónicas 32:7–8); y se nos dice que «Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías» Ezequías había hablado las palabras del Señor y para el pueblo descansar en esas palabras era descansar en Él mismo. Unos quince años después, este mismo pueblo hizo «más mal que las naciones» (2 Crónicas 33:9). Por lo tanto, el descansar en una promesa de Dios no es, en sí mismo, ninguna prueba de regeneración.

Descansar en Dios, sobre la base de Su pacto, era más que descansar en una promesa; porque aún los hombres no regenerados podían hacer eso. Un ejemplo lo encontramos en Abías, rey de Judá. De hecho es interesante leer y pesar lo que se dice en 2 Crónicas 13, cuando Jeroboam y su ejército vinieron contra él. Primero, le recordó a todo el pueblo de Israel que el Señor Dios había entregado el reino a David y su descendencia por siempre «bajo pacto de sal» (verso 5). Segundo, denunció los pecados del adversario (versos 6–9). Luego reafirmó al Señor como «nuestro Dios» y que Él estaba con ellos (versos 10–12). Pero a pesar de esto, Jeroboam no hizo caso, sino que más bien prosiguió con la batalla en su contra. «Y Abías y su gente hicieron en ellos una gran matanza» (verso 17), «porque se apoyaban en Jehová el Dios de sus padres» (verso 18). Y sin embargo de este mismo Abías se nos dice, «Y anduvo en todos los pecados que su padre había cometido antes de él» (1 Reyes 15:3). Un hombre no regenerado pudiera descansar en Cristo, en Su promesa y aún declararse parte de Su pacto.

«Y los hombres de Nínive (quienes eran paganos) creyeron a Dios» (Jonás 3:5).

Esto es realmente interesante porque el Dios de los cielos era un extraño para ellos, y Su profeta un hombre que no conocían, ¿Por qué entonces deberían ellos confiar en su mensaje? Por otra parte, no fue una promesa sino una amenaza, la cual creyeron ¡Es mucho más fácil para una persona que ahora vive bajo el Evangelio, el apropiarse de una promesa; que para los paganos de entonces, el apropiarse de una terrible amenaza!

 

En cuanto al apropiarse de una amenaza, estamos propensos a encontrarnos con mucha oposición, tanto interna como externa. Desde adentro, porque una amenaza es como una píldora muy amarga, la amargura de la muerte; y no es de extrañarse que este sabor mengüe. Desde afuera, porque Satanás estará listo para levantar oposición: él teme ver hombres alertas, no sea que sean despertados de su estado de miseria debido a la amenaza y por esto busquen escapar. Él está más seguro de ellos mientras que se sientan seguros, y hará el trabajo necesario para mantenerlos lejos de la amenaza, no sea que sean despertados del sueño de paz y felicidad en el que están mientras duermen dentro de sus mismas fauces.

«Ahora bien, de frente a una promesa, un hombre no regenerado no mostrará ninguna oposición. Internamente no lo hace debido a que la promesa es completamente dulce; la promesa del perdón y vida es la más esencial y vital del Evangelio. No es de extrañarse si se sienten preparados para digerirla con mucho deseo. Y Satanás por otro lado estará muy lejos de hacer alguna oposición, más bien animará y ayudará al que no tiene ningún interés; porque Él sabe que de esta manera los asegurará y fijará a su condición natural. Una promesa mal usada y mal aplicada será un sello sobre el sepulcro, asegurándolos en la tumba del pecado donde yacerán muertos y en descomposición. Por lo tanto, si los hombres no regenerados pudieran apropiarse de una amenaza, la cual es más difícil, como parece haber sido el caso de los habitantes de Nínive, ¿Por qué entonces no podrían estar aptos para apropiarse de una promesa del Evangelio, si no les gusta encontrarse con ninguna clase de dificultad y oposición?» (David Clarkson, 1680, por algún tiempo co–pastor junto con John Owen; con quien estamos en deuda por gran parte de lo dicho anteriormente).

Otro claro ejemplo de los que tienen fe, mas no la fe salvífica, lo vemos en los oidores de tierra de pedregales, los cuales «creen por un tiempo» (Lucas 8:14). Con respecto a este tipo de personas, el Señor declaró que ellos oyen la Palabra y la reciben con gozo (Mateo 13:20). A cuantos hemos conocido que tienen almas felices y rostros resplandecientes, fuertes de espíritu y llenos del celo. Cuán difícil es diferenciarlos de cristianos genuinos, los de buena tierra. La diferencia no es visible en apariencia; se haya debajo de la superficie. Ellos no tienen raíz en sí (Mateo 13:21): se tiene que cavar profundo para descubrir esto. ¿Te has examinado profundamente querido lector, para saber si «la raíz del asunto» (Job 19:28) se halla en ti o no?

Pero veamos ahora otro ejemplo donde vemos algo aún más sorprendente. Hay muchos otros que están dispuestos a tomar a Cristo como su Salvador, pero no están dispuestos a someterse a Él como su Señor, para estar bajo Su mandato y ser gobernados por Sus leyes. Todavía más, hay personas no regeneradas que reconocen a Cristo como su Señor. Veamos una prueba bíblica de esto:

«Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad» (Mateo 7:22–23).

Existe un gran número de quienes profesan sujeción a Cristo como el Señor y hacen un montón de cosas «poderosas» en Su nombre: así que una persona puede mostrarte su fe por medio de sus obras y todavía no ser la fe salvífica.

Es imposible medir cuán lejos podría llegar una fe no salvífica, así como cuan similar pudiera parecer a la fe salvífica. Cristo es el objeto de la fe salvadora, de igual manera para la fe no salvífica (Juan 2:23–24). La fe salvífica es concebida por el Espíritu Santo; así también la fe no salvífica (Hebreos 6:4). La fe salvífica es producida por la Palabra de Dios; lo mismo la no salvífica (Mateo 13:20–21). La fe salvífica hará que un hombre se prepare para la venida del Señor; igualmente lo hará una fe no salvífica: tanto de las vírgenes prudentes como de las insensatas está escrito: «Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas» (Mateo 25:7).

La fe salvífica, así como la no salvífica están acompañadas de gozo (Mateo 13:20). Probablemente algunos lectores están preparados para decir que todo esto es muy desconcertante, y si realmente se prestó la atención necesaria, parecerá también angustiante. Pues, que Dios en Su misericordia permita que estas palabras puedan tener esos efectos en muchos de los que lo leen. Si valoras tu alma no rechaces esto ligeramente. Si hay tal cosa (y la hay) como una fe en Cristo que no salva, entonces ¡qué fácil es estar engañado sobre mi fe! No deja de tener sentido que el Espíritu Santo nos haya advertido sobre esto.

«De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía» (Isaías 44:20).

«La soberbia de tu corazón te ha engañado» (Abdías 1:3).

«Mirad que no seáis engañados» (Lucas 21:8).

«Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña» (Gálatas 6:3).

En ningún momento Satanás hace uso de esto más tenazmente, y con más éxito, que en conseguir que los hombres crean que tienen una fe salvífica, cuando en realidad no lo tienen.

El diablo engaña más almas por medio de esta estrategia, que por medio de todas sus otras estrategias juntas. Ten presente esto como una ilustración. Cuantas almas cegadas por Satanás leerán esto y dirán: esto no tiene que ver conmigo; ¡yo sé que mi fe es una fe salvífica! De esta manera el diablo desvía la punta afilada de los juicios de la Palabra de Dios, y los asegura cautivos a su propia incredulidad. Él obra en su falsa seguridad, persuadiéndolos a creer que sus almas están aseguradas mientras los induce a ignorar las amenazas de la Escritura y así, a que se apropien solo de las promesas que confortan. Él los convence de no hacer caso a esta gran exhortación de la Palabra: «Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos» (2 Corintios 13:5).

Oh querido lector, atiende a esas palabras en este momento. En esta parte final, haremos lo posible por señalar algunos de los detalles en los que la fe no salvífica es deficiente, y en cómo viene a parecerse a una fe que salva. Primero, los que tienen esta falsa fe, es debido a que ellos están dispuestos a que Cristo los salve del infierno, pero no están dispuestos a que Él los salve de ellos mismos. Quieren ser librados de la ira venidera, pero anhelan mantener su propia voluntad y los placeres de su carne. Pero el Señor ha declarado que tú debes ser salvo bajo Sus términos y condiciones, sino no lo serás en absoluto. Cuando Cristo salva a alguien, lo salva del poder y la contaminación del pecado, y por lo tanto de su propia culpabilidad. Y la esencia misma del pecado es el empeño de tener mi propio camino (Isaías 53:6). Cuando Cristo salva a una persona, Él somete el espíritu de su voluntad, e implanta un deseo eterno, genuino y poderoso de agradarle a Él.

Nuevamente, muchos nunca han sido salvos porque quieren dividir a Cristo; desean tomarlo con Salvador, pero sin someterse a Él como Señor. O si están preparados para someterse a Él como Señor, no lo harán como su absoluto Señor. Esto no puede ser: Cristo solo puede ser Señor de todo. La gran mayoría de cristianos profesos quisieran que la soberanía de Cristo estuviera limitada a ciertos puntos; de tal manera que no se inmiscuyera demasiado en la libertad de algunos deseos lujuriosos y carnales. Ellos codician la paz del Señor, pero su «yugo» no es para nada bienvenido. De todos ellos Cristo dirá:

«Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, traedlos acá, y decapitadlos delante de mí» (Lucas 19:27).

Otra vez digo, hay una gran multitud de personas que están relajados y preparados para que Cristo venga y los justifique, pero no para que los santifique. De modo que ellos tolerarán solo cierto grado de santificación, pero la santificación incluye «todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo» (1 Tesalonicenses 5:23), y ellos no tienen el ánimo para saborear esto. Que sus corazones sean santificados y que su codicia y orgullo sean sometidos, es demasiado pedir, es como arrancarse un ojo. No están dispuestos a someterse a la mortificación de todos sus miembros. Ellos no quieren que Cristo sea como un Refinador que destruya toda su lujuria, que consuma su escoria, que disuelva por completo su vieja naturaleza, que derrita sus almas para así crear un nuevo molde. Negarse completamente a sí mismos y cargar su cruz cada día, es una tarea de la que huyen con aborrecimiento.

Muchos están dispuestos a celebrar a Cristo como su Sacerdote, pero no para declararlo como su Rey. Pregúntales, en general, si están listos para hacer alguna cosa que Cristo les demande, y responderán con un enfático y confiado «Si». Pero ve a lo específico: haz mención de esos mandamientos particulares del Señor los cuales están ignorando, y ellos a una sola voz gritarán «¡legalismo!» o «No podemos ser completamente perfectos». Menciona nueve responsabilidades que ellos quizá están realizando, pero menciona la décima y los harás enojar. Después de una gran persuasión, Naamán fue llevado a lavarse en el Jordán pero no estuvo dispuesto a dejar el templo de Rimón (2 Reyes 5:18). Herodes oyó con temor a Juan e hizo «muchas cosas» (Marcos 6:20), pero cuando Juan se refirió a Herodías, esto tocó su carne profundamente. Muchos están dispuestos a rendir sus noches en el teatro y sus fiestas, pero se rehúsan a ir con Cristo fuera del campamento. Otros están dispuestos a ir fuera del campamento, pero se rehúsan a negar su carnalidad y sus deseos lujuriosos. Querido lector, si hay una reserva en tu obediencia, vas en el camino que dirige al infierno.