Amores

Text
Aus der Reihe: Diario de un Vampiro #2
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

amores

(Libro #2 del Diario de un Vampiro)

Morgan Rice

ALGUNAS OPINIONES ACERCA DE LAS OBRAS DE MORGAN RICE

"Me llamó la atención desde el principio y no dejé de leerlo… Esta historia es una aventura increíble, de ritmo rápido y llena de acción desde su inicio. No hay un momento aburrido".

--Paranormal Romance Guild {con respecto a Turned}

"Tiene una trama estupenda y es un libro que le costará trabajo dejar de leer en la noche. El final en suspenso es tan espectacular, que inmediatamente querrá comprar el siguiente libro, solamente para ver qué sigue".

--The Dallas Examiner {referente a Loved}

"Es un libro equiparable a Twilight y The Vampire Diaries, (Diario de un Vampiro), y hará que quiera seguir leyendo ¡hasta la última página! Si le gusta la aventura, el amor y los vampiros, ¡este libro es para usted!"

--vampirebooksite.com {con respecto a Turned}

"Es una historia ideal para los lectores jóvenes. Morgan Rice hizo un buen trabajo dando un giro interesante a lo que pudo haber sido un típico cuento de vampiros. Innovador y singular, tiene los elementos clásicos que se encuentran en muchas historias paranormales para adultos jóvenes".

--Reseña de The Romance {referente a Turned}

"Rice hace un gran trabajo para captar su atención desde el principio, al utilizar una gran calidad descriptiva que va más allá de la simple descripción de la ambientación… Bien escrito y sumamente rápido de leer, es un buen comienzo para una nueva serie sobre vampiros, que seguramente será un éxito entre los lectores que buscan una historia ligera pero entretenida".

--Reseña de Black Lagoon {respecto a Turned}

"Lleno de acción, romance, aventura y suspenso. Este libro es una maravillosa adición a esta serie y lo dejará deseando más de Morgan Rice".

--vampirebooksite.com {respecto a Loved}

"Morgan Rice se demuestra a sí misma una vez más, que es una narradora de gran talento… Esto atraerá a una gran audiencia, incluyendo a los aficionados más jóvenes, del género de los vampiros y de la fantasía. El final de suspenso inesperado lo dejará estupefacto".

--RESEÑAS DE THE ROMANCE {respecto a Loved}

Acerca de Morgan Rice

Morgan es la escritora número uno de bestsellers de las series para adultos jóvenes de THE VAMPIRE JOURNALS, (DIARIO DE UN VAMPIRO) que comprende ocho libros, que han sido traducidos a seis idiomas.

Morgan también es autora del libro bestseller #1: ARENA UNO y ARENA DOS, que son los primeros dos libros de la TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA, una novela de suspenso, de acción apocalíptica, ambientada en el futuro.

Morgan también es autora de la serie de fantasía, bestseller # 1 de THE SORCERER’S RING, (EL ANILLO DEL HECHICERO), (GRATIS) que comprende seis libros, y siguen sumándose.

A Morgan le encantaría tener comunicación con usted, así que visite www.morganricebooks.com para mantenerse en contacto.

Libros de Morgan Rice

THE SORCERER’S RING (EL ANILLO DEL HECHICERO)

A QUEST OF HEROES (Libro #1 del Anillo del Hechicero)

A MARCH OF KINGS (Libro #2 del Anillo del Hechicero)

A FEAST OF DRAGONS (Libro #3 del Anillo del Hechicero)

A CLASH OF HONOR (Libro #4 del Anillo del Hechicero)

A VOW OF GLORY (Libro #5 del Anillo del Hechicero)

A CHARGE OF VALOR (Libro #6 del Anillo del Hechicero)

A RITE OF SWORDS (Libro #7 del Anillo del Hechicero)

A GRANT OF ARMS (Libro #8 del Anillo del Hechicero)

A SKY OF SPELLS (Libro #9 del Anillo del Hechicero)

A SEA OF SHIELDS (Libro #10 del Anillo del Hechicero)

A REIGN OF STEEL (Libro #11 del Anillo del Hechicero)

THE SURVIVAL TRILOGY (LA TRILOGÍA DE SUPERVIVENCIA)

ARENA ONE (ARENA UNO): SLAVERUNNERS (TRATANTES DE ESCLAVOS)

(Libro #1 de la Trilogía de Supervivencia)

ARENA TWO (ARENA DOS)

(Libro #2 de la Trilogía de Supervivencia)

THE VAMPIRE JOURNALS (DIARIO DE UN VAMPIRO)

TURNED (Libro #1 del Diario de un Vampiro)

LOVED (Libro #2 del Diario de un Vampiro)

BETRAYED (Libro #3 del Diario de un Vampiro)

DESTINED (Libro #4 del Diario de un Vampiro)

DESIRED (Libro #5 del Diario de un Vampiro)

BETROTHED (Libro #6 del Diario de un Vampiro)

VOWED (Libro #7 del Diario de un Vampiro)

FOUND (Libro #8 del Diario de un Vampiro)

RESURRECTED (Libro #9 del Legado de un Vampira)

CRAVED (Libro #10 of del Legado de un Vampiro)




¡Escucha!


Amazon

Audible

iTunes

Derechos Reservados © 2012 por Morgan Rice


Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de EE.UU de 1976, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en forma o medio alguno ni almacenada en un sistema de base de datos o de recuperación de información, sin la autorización previa de la autora.


Este libro electrónico está disponible solamente para su disfrute personal. Este libro electrónico no puede ser revendido ni regalado a otras personas. Si usted desea compartir este libro con otra persona, tiene que adquirir una copia adicional para cada beneficiario. Si usted está leyendo este libro y no lo compró o no se compró solamente para su uso, por favor devuélvalo y compre su propia copia. Gracias por respetar el trabajo de esta escritora.


Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, eventos e incidentes son producto de la imaginación de la autora o son usados ficticiamente. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es solo coincidencia.


Jacket image ©iStock.com/© Ivan Bliznetsov


No se permite la reproducción total o parcial de este libro ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Arts. 229 y siguientes de la Ley Federal de Derechos de Autor y Arts. 424 y siguientes del Código Penal).

HECHO:

En Salem, en 1692, doce chicas adolescentes conocidas como “las afligidas” sufrieron de una misteriosa enfermedad que las condujo a un comportamiento histérico y a asegurar con vehemencia que en la comunidad había brujas que las atormentaban. Lo anterior dio origen a los juicios de Salem.

Hasta la fecha no se ha podido explicar la misteriosa enfermedad que aquejó a las jóvenes.

Esta noche soñó que vio mi estatua,

Cual fuente de cien bocas, pura y roja

Sangre manar, y que después vinieron

Numerosos romanos eminentes

Allí risueños a bañar sus manos.

Y todo esto cual aviso juzga

De inminentes peligros...

—William Shakespeare, Julio César

UNO

Valle del Hudson, Nueva York

(Día de hoy)

Caitlin Paine se sintió tranquila por primera vez en semanas. Sentada cómodamente en el suelo del pequeño establo, se apoyó en una paca de heno y exhaló. En la chimenea de piedra, a unos tres metros de distancia, ardía un fuego encrespado; acababa de arrojar otro leño y el chisporroteo de la madera le brindaba tranquilidad. Marzo aún no terminaba y aquella noche había sido particularmente helada. La ventana en el muro más alejado ofrecía una vista del cielo nocturno y de la nieve que no dejaba de caer.

Como el establo no tenía calefacción, se sentó cerca de la chimenea para que las llamas calmaran un poco su frío. Estaba muy cómoda y los párpados comenzaban a pesarle. El aroma del fuego invadía el lugar, y cuando se reclinó un poco más, sus hombros y piernas se relajaron.

Pero por supuesto, sabía que la verdadera razón por la que sentía paz no era ni el fuego, ni el heno; ni siquiera el resguardo que le brindaba el establo. Era por él, por Caleb, a quien contemplaba desde donde estaba sentada.

Caleb se reclinó y se mantuvo inmóvil frente a ella, a unos cinco metros de distancia. Dormía. Caitlin aprovechó la oportunidad para estudiar su rostro, sus rasgos inmaculados, su piel pálida y translúcida. Nunca había visto un rostro creado con tanta perfección. Era tan irreal como contemplar una escultura. No comprendía cómo era posible que tuviera tres mil años de vida. Ella, a sus dieciocho, ya lucía más grande que él.

Sin embargo, había algo más allá de sus rasgos. Era cierto espíritu; la sutil energía que transpiraba. Una profunda sensación de paz. Cuando estaba cerca de él, sabía que todo estaría bien.

Le hacía feliz verlo ahí, con ella; hasta se atrevió a desear permanecer juntos. Pero cuando apenas lo estaba pensando, se reprendió a sí misma porque sabía que se estaba buscando problemas. Sabía que los hombres como él no se quedan por mucho tiempo. Sencillamente no estaban hechos para eso.

 

A Caitlin le era difícil asegurar si continuaba dormido porque su sueño era tan perfecto, que apenas se notaba su respiración. Caleb había regresado más relajado; cargaba una pila de leños y había encontrado la manera de sellar la puerta del establo para que no entrara la fría corriente de la nieve. Encendió la chimenea, y ahora que estaba dormido, ella atizaba el fuego para mantenerlo vivo.

Caitlin se estiró, alcanzó su vaso y bebió otro sorbo de vino tinto; sintió cómo el tibio líquido la relajaba poco a poco. La botella la había sacado de un baúl escondido debajo de una paca de heno; estaba en ese lugar desde la ocasión en que Sam, su hermanito, la dejó ahí por capricho varios meses antes. Ella nunca bebía, pero le pareció que no había nada malo en tomar un poco, en especial, después de lo que había vivido.

Tenía su diario abierto sobre el regazo; con una mano sostenía una pluma, y con la otra, el vaso con vino. Llevaba veinte minutos así porque no sabía por dónde comenzar. Nunca antes le había costado trabajo escribir, pero ahora era diferente. Los sucesos de los últimos días habían sido demasiado dramáticos, demasiado difíciles de asimilar. Esa era la primera vez que se podía sentar y relajar, que se sentía remotamente segura.

Decidió que lo mejor sería comenzar por el principio; narrando lo que había sucedido. Por qué estaba ahí y quién era. Necesitaba procesarlo porque ya ni siquiera estaba segura de conocer las respuestas.

La vida fue bastante normal, hasta la semana pasada. Me estaba empezando a gustar Oakville, pero luego llegó mamá un día y nos anunció que nos mudaríamos. Otra vez. La vida se volteaba de cabeza, como siempre sucedía gracias a ella.

Sin embargo, era peor en esa ocasión. No nos mudaríamos a otro suburbio, sino a Nueva York. Sí, a la ciudad. Escuela pública, una existencia de concreto… y un vecindario peligroso.

Sam también estaba molesto. Hablamos sobre no mudarnos, pensamos en escapar, pero la verdad era que no teníamos a dónde ir, así que le seguimos la corriente. No obstante, ambos juramos en secreto que, si no nos gustaba, nos iríamos. Encontraríamos algún lugar, cualquiera. Tal vez hasta podríamos tratar de encontrar otra vez a papá, aunque en el fondo, los dos sabíamos que eso no sucedería.

Y luego, pasó todo lo demás. Fue demasiado rápido. Mi cuerpo mutó, cambió. Todavía no entiendo lo que sucedió ni en quién me convertí. Sólo sé que ya no soy la misma persona.

Recuerdo aquella fatídica noche que comenzó todo. El Carnegie Hall, mi cita con Jonah, y luego… el intermedio. ¿Me… alimenté?, ¿asesiné a alguien? Aún no puedo recordarlo; sólo sé lo que me dijeron. Sé que hice algo aquella noche, pero sólo es un recuerdo borroso. Cualquier cosa que haya sido, todavía me produce la sensación de un hoyo en el estómago. Jamás quise hacerle daño a alguien.

Al día siguiente me di cuenta de que había cambiado. Definitivamente me estaba volviendo más fuerte y más sensible a la luz. También podía percibir aromas; los animales actuaban de forma extraña cuando estaban cerca de mí, y yo, cuando estaba cerca de ellos.

Y lo que sucedió con mamá: me confesó que no era mi madre biológica y luego fue asesinada por aquellos vampiros, los que me habían estado persiguiendo. Habría deseado jamás verla sufrir de esa manera; todavía creo que fue mi culpa. Pero al igual que con todo lo demás, es un problema que no puedo regresar a solucionar. Ahora tengo que enfocarme en lo que tengo frente a mí, en lo que sí está en mis manos.

También me capturaron esos espantosos vampiros. Luego escapé y apareció Caleb. Estoy segura de que si no hubiera sido por él, me habrían asesinado… o algo peor.

La Cofradía de Caleb, su gente. Era muy distinta a él a pesar de que, de todas maneras, todos eran vampiros. Territoriales, celosos, suspicaces. Me exiliaron y, a él, no le dieron ninguna prerrogativa.

Pero Caleb eligió. A pesar de su situación me eligió a mí. Arriesgó todo para volver a salvarme. Por eso lo amo; mucho más de lo que jamás podrá imaginarse.

Tengo que ayudarlo a volver; él cree que soy la elegida, una especie de mesías de los vampiros o algo así. Está convencido de que lo conduciré hasta donde se encuentra una espada perdida que impedirá la guerra entre los vampiros y salvará a todo mundo. Yo, en lo personal, no lo creo.

Su propia gente no lo cree, pero sé que tiene gran fe en ello y que significa mucho para él. Además se arriesgó por mí, así que, es lo menos que puedo hacer. A mi parecer, ni siquiera tiene que ver con la espada; es sólo que no quiero que se vaya.

Es por eso que haré todo lo posible por ayudarlo. De cualquier manera siempre he querido encontrar a mi papá y saber quién es en realidad. También quiero saber quién soy yo, si en verdad soy medio vampira o medio humana, o lo que sea. Necesito respuestas, y si no logro investigar mucho más, por lo menos necesito saber en qué me estoy convirtiendo…

*

—¿Caitlin?

La chica despertó aturdida y volteó hacia arriba; vio que Caleb estaba al frente y que había apoyado las manos con suavidad sobre sus hombros. Sonreía.

—Creo que te quedaste dormida —dijo.

Ella miró alrededor, vio el diario abierto sobre su regazo y lo cerró de un golpe. Las mejillas se le habían encendido; esperaba que Caleb no hubiera leído nada, en especial, la parte en que describía sus sentimientos hacia él.

Se sentó y talló sus ojos. Todavía era de noche y el fuego aún los calentaba a pesar de que ya casi sólo quedaban cenizas. Caleb también debió haberse despertado. ¿Cuánto tiempo habría permanecido dormida?, se preguntó.

—Lo siento —dijo—, es la primera vez que concilio el sueño en días.

Caleb volvió a sonreír y atravesó el cuarto hasta la chimenea. Arrojó varios leños más que crujieron y sisearon al alimentar la llama. El calor le llegó a Caitlin hasta los pies.

Él se quedó parado mirando el fuego y su sonrisa se desdibujó poco a poco hasta que se hundió profundamente en sus pensamientos. A la luz de la llamas, un cálido resplandor iluminaba su rostro, haciéndolo lucir aún más atractivo, si acaso eso era posible. Sus grandes ojos color avellana, estaban bien abiertos; y mientras ella lo contemplaba, se tornaron verde claro.

Caitlin se enderezó y vio que su vaso de vino seguía lleno. Tomó un sorbo y, con eso, entró en calor. Como llevaba algún tiempo sin comer, el vino se le subió de inmediato a la cabeza. Vio el otro vaso de plástico y recordó sus buenos modales.

—¿Quieres que te sirva un poco? —preguntó, y luego, añadió con nerviosismo— es decir, no sé si en realidad bebas…

Calebse carcajeó.

—Sí, los vampiros también bebemos vino —dijo sonriente y se acercó para tomar el vaso en que ella le había servido.

Estaba sorprendida. No por sus palabras sino por la risa. Era dulce y elegante, y parecía desvanecerse con ligereza en la atmósfera del lugar. Como todo lo demás en él, su risa estaba llena de misterio.

Caleb llevó el vaso hasta sus labios y ella lo observó con la esperanza de que él le correspondiera.

Y lo hizo.

Entonces ambos desviaron la mirada al mismo tiempo y Caitlin sintió que el corazón le palpitaba con más velocidad.

Caleb regresó a su sitio, se sentó sobre la paja que ahí había y, reclinándose, volteó hacia donde estaba ella. Ahora parecía que era él quien estudiaba sus rasgos y eso la cohibió.

Sin darse cuenta, Caitlin deslizó la mano por su ropa y pensó que le habría gustado estar mejor vestida. Pensó a toda velocidad y recordó que, en algún momento, no sabía cuándo con exactitud, se detuvieron en una tienda de ropa de segunda mano en un pueblo y ella consiguió ahí algunas prendas para cambiarse.

Miró temerosa hacia abajo y ni siquiera pudo reconocerse. Llevaba unos jeans rotos y deslavados, tenis de una talla más grande que la suya, camiseta y un suéter. Encima de todo, se había puesto un viejo saco marinero color morado al que le faltaba un botón y que también le quedaba demasiado grande. Sin embargo, le brindaba calor, y en ese momento, era lo único que necesitaba.

Caitlin se sintió apenada. ¿Por qué tenía que verla él así? Era pura mala suerte: la primera vez que conocía a un chico que en realidad le agradaba, y ni siquiera tenía la oportunidad de arreglarse. En el establo no había un baño en el que pudiera arreglarse, y de todas maneras, no llevaba sus cosméticos. Avergonzada, miró hacia otro lado.

—¿Dormí mucho tiempo? —preguntó.

—No estoy seguro; yo también acabo de despertar —le respondió Caleb mientras se recargaba y se pasaba la mano por el cabello.

—Me alimenté temprano esta noche y eso me agotó.

—Explícame eso —le pidió mientras lo observaba.

Él no contestó de inmediato.

—Alimentarse —añadió ella—, ¿cómo funciona? ¿tú… matas gente?

—No, jamás —le contestó mientras trataba de ordenar sus pensamientos en silencio.

—Como todo lo demás acerca de la raza de los vampiros, es un asunto complicado —le contestó—. Depende del tipo de vampiro que seas y de la cofradía a la que pertenezcas. Yo sólo me alimento de animales, por ejemplo. Venados, casi siempre. Hay una sobrepoblación de venados, así que no hay problema. Los humanos incluso los cazan y ni siquiera para comerlos.

Su gesto se tornó melancólico.

—Pero hay otras cofradías que no tienen tanto tacto. Se alimentan de humanos. De los indeseables, por lo general.

—¿Indeseables?

—Indigentes, vagos, prostitutas… la gente a la que nadie extrañará si desaparece; el objetivo es no atraer mucho la atención. Así ha sido siempre. Los vampiros que se alimentan de esa forma, son vampiros impuros. Pero a mi cofradía, a mi raza, se le considera de sangre pura: aquello de lo que te alimentas… te infunde su energía.

Caitlin se quedó sentada pensando.

—¿Y qué hay de mí?, ¿por qué sólo me dan ganas de alimentarme en momentos específicos?

Caleb frunció el ceño.

—No estoy seguro; creo que contigo sucede algo diferente. Eres una mestiza y eso es algo muy raro. Sólo sé que estás madurando. Otros cambian de la noche a la mañana, pero en tu caso, debe haber un proceso. Tal vez te tome algún tiempo atravesar por todos los cambios que te esperan para, después de un tiempo, estabilizarte.

Caitlin recordó las punzadas de hambre que había sentido, la forma en que la abrumaron sin que ella se lo esperara. La habían imposibilitado para pensar en otra cosa que no fuera alimentarse. Fue una experiencia horrible y tenía mucho miedo de que se volviera a presentar.

—¿Pero cómo puedo saber cuándo sucederá de nuevo?

—No puedes saberlo.

—Es que no quiero volver a matar a un humano —agregó ella—. Jamás.

—No tienes que hacerlo; puedes alimentarte de animales.

—¿Y qué pasará si el hambre me ataca mientras estoy atrapada en algún lugar?

—Vas a tener que aprender a controlarla. Se necesita práctica y fuerza de voluntad; no es sencillo pero sí posible. Tú puedes llegar a dominarla, todos los vampiros pasan por eso.

Caitlin pensó en lo que sería capturar a un animal vivo y alimentarse de él. Sabía que ahora era mucho más rápida de lo que había sido jamás, pero no estaba segura de que eso fuera suficiente para cazar. Además, ni siquiera se creía capaz de cazar un venado.

Volteó a ver a Caleb.

—¿Tú me enseñarás? —le preguntó esperanzada.

Él le correspondió la mirada y ella volvió a sentir que su corazón se aceleraba.

—La alimentación es algo sagrado en nuestra raza, es una actividad que siempre se debe llevar a cabo a solas —le dijo con suavidad en un tono de disculpa.

—A menos de que…

—¿A menos de que qué? —le preguntó.

—En las ceremonias matrimoniales, cuando se une a los cónyuges.

Caleb volteó hacia otro lado y Caitlin percibió un cambio en su humor. Por otra parte, a ella le corrió la sangre con prisa hasta las mejillas, y de repente, creyó que la temperatura del lugar, subía.

La chica decidió cambiar el tema. No estaba hambrienta en ese momento, por lo que pensó que podría enfrentar ese problema cuando se presentara. Sólo deseaba que Caleb estuviera a su lado entonces.

 

Además, muy en el fondo, ni siquiera le importaba mucho alimentarse; tampoco los vampiros ni las espadas. Lo que en realidad quería era saber más sobre él. O, en realidad, lo que sentía por ella. Tenía muchas preguntas que quería hacerle. ¿Por qué arriesgaste todo por mí?, ¿fue sólo para encontrar la espada o hubo algo más?, ¿seguirás a mi lado después de que la encuentres? Está prohibido tener un romance con una humana, ¿te atreverías a romper esa regla por mí?

Pero como tenía miedo, lo único que dijo, fue:

—Espero que encuentres tu espada.

Qué tonta, pensó, ¿eso fue lo más interesante que pudiste decir?, ¿qué nunca vas a tener el valor para expresar lo que realmente piensas?

Pero la energía de Caleb era demasiado intensa y a ella le costaba trabajo pensar con claridad siempre que él estaba cerca.

—Yo también —contestó Caleb—. Es un arma muy especial; nuestra raza la ha codiciado durante siglos. Corren rumores de que es el ejemplo más fino que jamás se forjó, de una espada turca, y que está fabricada con un metal que puede matar a cualquier vampiro. Seríamos invencibles si la consiguiéramos, pero si no…

Fue bajando el volumen de su voz. Al parecer, temía enunciar las consecuencias.

Caitlin deseó que Sam estuviera ahí, que pudiera ayudarlos a encontrar a su padre. Volvió a escudriñar el establo pero no vio rastros recientes de él. Otra vez deseó no haber perdido el celular en el camino; le habría hecho la vida mucho más sencilla.

—Sam solía venir a dormir a este establo con frecuencia —dijo. Creí que lo encontraríamos aquí. A pesar de todo, ahora estoy segura de que sí se encuentra en este pueblo. No iría a otro lugar. Mañana iremos a la escuela y hablaré con mis amigos para averiguar dónde está.

Caleb asintió.

—¿Crees que ya sabe en dónde está tu padre? —le preguntó.

—No… lo sé —contestó ella. Pero él tiene más información al respecto que yo. Lo ha tratado de encontrar desde siempre. Si alguien sabe algo sobre mi padre, es Sam.

Caitlin recordó todas aquellas ocasiones que había pasado con Sam. Él se la pasaba investigando, mostrándole nuevas pistas y desilusionándose. Sucedía lo mismo cada noche que subía a su habitación y se sentaba en el borde de la cama. El deseo que Sam tenía de ver a su padre se había vuelto abrumador; era como si un ser vivo se hubiera apoderado de él. A pesar de que Caitlin también tenía mucha curiosidad, ésta no igualaba a la de Sam. Por alguna razón, le había sido muy difícil ver a su hermano tan decepcionado.

También recordó la desordenada infancia que tuvieron y todo de lo que les había hecho falta vivir. De pronto, la emoción se apoderó de ella y las lágrimas comenzaron a fluir de sus ojos. Apenada, las secó con rapidez. Esperaba que Caleb no lo hubiese notado.

Pero sí lo hizo; la observó con intensidad. Luego se levantó lentamente y se sentó junto a ella. Estaba tan cerca que Caitlin percibió su energía; fue algo muy profundo e hizo que su corazón latiera con fuerza.

Caleb recorrió con ternura el cabello de Caitlin con su dedo, y le retiró algunos mechones del rostro. Luego dibujó el contorno de su ojo hasta llegar a la mejilla.

Caitlin permaneció inmóvil. Sentía sobre sí la mirada de Caleb, pero no se atrevía a verlo de frente.

—No te preocupes —la tranquilizó con su voz suave y profunda—. Encontraremos a tu padre, lo haremos juntos.

Pero lo que a ella le preocupaba no era su padre, sino él, Caleb. Quería saber cuándo la abandonaría.

Se preguntaba si, de tenerla cerca, la besaría. Se moría por sentir el toque de sus labios.

Pero temía voltear a donde él estaba.

Sintió que pasaron horas antes de que lograra reunir el valor para hacerlo.

Y cuando lo hizo, él ya no estaba cerca. Se había reclinado con suavidad contra el heno y ahora tenía los ojos cerrados. Estaba dormido con una tenue sonrisa en el rostro alumbrado por la luz que el fuego brindaba.

Caitlin se deslizó hasta estar cerca de él, se echó para atrás y dejó que su cabeza reposara a unos cuantos centímetros del hombro de Caleb. Estaban a punto de tocarse.

Ese “a punto” era suficiente para ella.