Buch lesen: «Psicoterapia Integrativa EIS», Seite 20

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Comentarios finales

A riesgo de resultar reiterativo, enfatizaré – una vez más – algunos puntos.

El "solo sé que nada sé", de Sócrates, admite diferentes lecturas. En un comentario epistemológico final, resulta importante sintetizar algunas de ellas.

El primer comentario es obvio: si sé que nada sé, al menos "algo"…sé.Tras lo cual habría que preguntar: ¿cómo sé que nada sé?

Quienes solo saben que nada saben… suelen saber también por qué no saben. Y no saben, porque están epistemológicamente "prisioneros" de su biología, porque "construyen" radicalmente sus realidades, etc. En otras palabras,sabenque no saben nada… y tambiénsabenpor qué no saben nada. ¿Raro?

Y todo terminaría ahí… si no fuera porque continúa. Es que quienes nada saben – de nada – suelen dictar cátedra acerca de por qué los seres humanos no podemos saber nada. Y esta cátedra – frecuentemente completísima – la dictan, con plena seguridad cognoscitiva… quienes nada saben, a quienes tampoco pueden saber nada. ¿Consistentes?

Se trata entonces de agnósticos iluminados, los cuales logran saber a través de saltos lógicos. Estos malabarismos cognoscitivos les permiten superar las infranqueables barreras epistemológicas que ellos mismos postulan. Logran lo que ellos mismos consideran ontológicamente imposible. ¡Admirable!

En estas líneas, hemos venido argumentando en favor delconstructivismo moderado.Y, aun cuando hemos desplegado nuestros mayores esfuerzos argumentativos, no hemos demostrado nada. Por lo tanto, y como lo hemos señalado reiteradamente, se trata de un territorio de opción. En síntesis, estamosoptandopor el constructivismo moderado.

A lo que sí podemos aspirar es a que, nuestra opción, sea unaopción fundamentada.

A través del presente análisis, hemos venido abordando algunas preguntas centrales: ¿Cuáles son los alcances y los límites de nuestro conocimiento? ¿Cuáles son los límites de lo "multi-verso"? ¿Es que cada percepción vale lo mismo que cualquier otra? ¿Es que cada "versión" de la realidad vale lo mismo que cualquier otra "versión"? ¿Es que podemos creernos Napoleón… sin mayores consecuencias?

Nuestras respuestas constituyen tan solo una opción, pero no son ambiguas.

Entre otras cosas, asumimos que la realidad nos plantea límites que nos impiden aseverar cualquier cosa.

En ciencia, las hipótesis se contrastan con la realidad; frente a la cual dichas hipótesis se verifican o bien se rechazan. No es que cada hipótesis contenga "verdades" igualmente respetables; o que cada hipótesis valga lo mismo. La realidad nos aporta una humildad obligada que nos impide prepotencias cognoscitivas.

Todo lo cual tiene amplias repercusiones en el ámbito de la psicoterapia.

Por lo pronto, lo que siempre hemos querido es ver mayor progreso en nuestros pacientes, que el realmente alcanzado. Pronto mostraremos que, a medida que nuestra metodología de evaluación de resultados progresa,los resultados constatados empeoran. Nuestras metodologías "laxas", han posibilitado que se "cuelen" nuestros deseos y creencias; nuestras "ganas" de ver buenos resultados.

Y, en la práctica clínica, el "lenguajear" positivamente, el "construir radicalmente" buenos resultados, el mero "creer que nos va bien"… no ha sido suficiente. No lo ha sido para nuestro conocimiento, y tampoco para nuestros pacientes.

Tampoco consideramos consistente el que un Ptolomeo y un Copérnico nos digan: "Puesto que la realidad es multiversa, es igualmente posible que el Sol gire alrededor de la Tierra o que sea la Tierra la que gira alrededor del Sol; los dos teníamos razón". Y cuesta imaginar a un Galileo diciendo: "¿Para qué necesito un telescopio? Puesto que la realidad es multiversa, elegiré una versión de la realidad a mi gusto". O a un Einstein diciendo: "Mi teoría de la relatividad vale igual que cualquiera otra, aun cuando tenga un mayor poder predictivo. Frente a realidades que son multiversas, me arrepiento de haberme "pelado el lomo" para demostrar que mi versión teórica era mejor".

¿O es que no hay hipótesis mejores que otras, teorías mejores que otras, intervenciones clínicas mejores que otras? Si todo diera lo mismo… para qué esforzarnos tanto? ¿Qué sentido tendría construir una disciplina denominada psicoterapia?

En nuestro territorio psicoterapéutico, es la cuestionada "realidad" la que nos viene humillando, jugando en contra, frustrando… por la vía de nuestros resultados psicoterapéuticos. Al "pesimismo" en los resultados terapéuticos hemos llegado porque,en la realidad,los pacienteshan venido cambiando menosque lo que quisiéramos. Lamentable, pero así han sido las cosas.

Y cuando la realidad "nos humilla", y nos invita a la autocrítica, a la humildad y a renovar esfuerzos, no es cosa de responder en la línea de que la realidad no existe, o bien que no importa, o que es multiversa, o que es una legítima construcción radical de cada cual. Si así fuera,hace tiempo se nos habría ocurrido responderles a los pacientes que no existen los desajustes, que los sufrimientos son creaciones de cada cual, o bien que los pueden cambiar radicalmente por la vía de expeditas reconstrucciones mentales.

Desde nuestra óptica epistemológica, se aplica una especie de "ni tanto que te quemes ni tan poco que te hieles". No somos realistas ingenuos; tampoco somos epistemológicamente superficiales. Si bien asumimos que la realidad existe, asumimos también que es difícil de conocer, que suele ser multifacética, que nuestras percepciones son "co construidas", y que tan solo conocemos la realidad "indirectamente", a través de nuestras modalidades perceptivas. Y es efectivo también que, al percibir,en partenos estamos percibiendo a nosotros mismos.

No obstante lo anterior,podemos conocer.Y existen conocimientosmejoresque otros, teoríasmejoresque otras, estrategias de cambiomejoresque otras, etc.; el desafío consiste enir descubriendo cuáles son.

Cuando Maturana nos dice que creer en el conocimiento "objetivo", creer en el acceso a "verdades", facilita dogmatismos, fanatismos, prepotencias y agresiones, tiene razón. La solución, sin embargo, no significa que – para no ser fanáticos – debamos negarnos un posible acceso a conocimientos válidos. Las posibles consecuencias prácticas negativas no pueden constituir un argumento epistemológico. Aprender a convivir civilizadamente con nuestros conocimientos, ese es nuestro real desafío.Es distinto de negarnos un posible acceso a los conocimientos, para poder convivir.

Y, como lo hemos venido señalando, la misma realidad cuyo supuesto conocimiento puede conducirnos a la prepotencia,es la que nos conduce a la humildad cuando nos obliga a rechazar nuestras hipótesis falsas.

De este modo las "verdades", en ciencia, no se logran "por mayoría", ni por consensos, ni por argumentaciones carismáticas. En ciencia, las "verdades" están determinadas por la realidad. Es ésta la que permite establecer cual hipótesis explica mejor, cual hipótesis predice mejor…aquello que en la realidad ocurre.

Por lo demás, en ciencia, las "verdades" siempre son provisorias, probabilísticas, "mejorables". Las hipótesis comprobadas son mejores que otras… por ahora. Las "verdades", en ciencia,no son verdades absolutas ni eternassino "verdades comparativas" y… por ahora.

De este modo, nuestra síntesis epistemológica va quedando claramente perfilada:en nuestras percepciones, en parte construimos y en parte descubrimos. Esta es nuestra opción; es la opción asumida por nuestro Supraparadigma Integrativo. Esta opción constructivista moderada es, a nuestro juicio, epistemológicamente esencial.

Por lo tanto, nuestra opción epistemológica nada tiene que ver con prepotencia cognoscitiva, con sentirnos poseedores de la verdad, o con respetar poco a los pacientes. Paradójicamente también, la mejor forma de respetar a nuestros pacientes es… ayudándoles a que progresen "de verdad".

En deportes, los partidos hay que ganarlos "en la cancha", y no por secretaría. Algo análogo es aplicable en nuestros territorios psicoterapéuticos. No resulta criterioso pretender "ganar" el partido psicoterapéutico por la vía de una "secretaría epistemológica". Pacientes reales, con desajustes reales, con sufrimientos reales… nos exigen soluciones también reales. No es cosa de decirles que la realidad no existe, o que no es accesible, o que es "multiversa". No es cosa de decirles que no existen conclusiones "mejores" que otras, que no existen reguladores de la dinámica psicológica, que los terapeutas no "sabemos" nada, o que estamos supeditados tan solo a lo que el paciente crea. No es cosa de concluir que el paciente es el que sabe, para luego quedar ufanos de lo democráticos, de lo autocríticos, de lo poco ingenuos, de lo modestos y de lo profundos que fuimos.

En ocasiones, el cambiar creencias y pensamientos constituye una excelente opción clínica. En otras, se hace necesario cambiar "realidades". Vale decir cambiar funcionamientos biológicos, hábitos conductuales, estilos afectivos, estilos del observar, del concienciar, habilidades interpersonales, ambientes patógenos, dinámicas familiares, etc. Una adecuada opción psicoterapéutica, consiste en otorgar espacios a todas las opciones que puedan beneficiar al paciente; sean estas más de "mundo interno" o bien más de aspectos observables y "tangibles".

Una realidad desagradable, que molesta, tiende a ser descalificada. Una realidad psicológicamente "molesta" – que presenta muchos desajustes, difíciles de modificar – puede ser epistemológicamente considerada como que "no existe" o como que "existe poco". Y, al "existir poco", pasa a molestar menos. En este caso, el mismísimo Freud podría postular un mecanismo de "negación". En este contexto, un suprarrelativismo cognoscitivo – tan popular entre muchos colegas – podría ser usado como un mecanismo de defensa epistemológico, que defiende de una "verdad" dolorosa, no fácil de aceptar:el cambio psicoterapéutico "real" en nuestros pacientes nos resulta muy difícil de alcanzar.

2.4. FUNDAMENTOS METODOLÓGICOS DEL SUPRAPARADIGMA INTEGRATIVO

Adam Engle: "Puede ser que, para un Buda, el conocimiento sea neutral. Pero la gente que tiene oscurecimientos, lleva esos oscurecimientos al conocimiento, y lo tiñe de un modo u otro".

Anne Harrington: "El punto de vista del Buda, es un punto de vista desde ningún lugar".

José Cabezón: "O un punto de vista desde todas partes"

Adam Engle: "Y, por lo tanto, desde el punto de vista de un budista, como dice Su Santidad, el conocimiento es neutral".

Anne Harrington: "Pero nosotros – al menos la mayoría de nosotros – no somos Budas".

"Visions of Compassion"

(Davidson y Harrington, 2002)

Una actitud tranquila y abierta hacia el conocimiento potencia el aporte de los métodos de investigación. Por el contrario, si la actitud del investigador es "fanática" o sesgada, no hay metodología que aporte.

Existe un proverbio chino que dice: "Hay tres verdades: la mía, la tuya y… la verdad". Esto es particularmente relevante cuando nos adentramos en la temática de la metodología en psicoterapia. Son tantos los afectos en juego, tantas las "verdades" de cada cual, que el proverbio chino genera un eco muy potente entre nosotros.

Creer es distinto de saber. Y saber… "probabilísticamente y por ahora", es distinto de ser dueño de la verdad para siempre.

Incluso al observar los mismos hechos los testigos discrepan y no siempre es posible formarse una idea precisa de lo que ocurrió. Esto resulta consistente con las palabras de Rick Harrison, presentador del programa El Precio de la Historia: "No creas todo lo que escuchas. Siempre hay tres lados en una historia: el tuyo, el de ellos, y la verdad". Todo lo cual dificulta posibles conclusiones… y dificulta los métodos para alcanzar conclusiones.

En nuestros territorios psicológicos – plagados de "subjetivismos" – las dificultades metodológicas tienden a acrecentarse. De este modo, no resultan fáciles ni el mirar ni el concluir. Y cualquier "rigor metodológico puede ser insuficiente. Peor aun cuando el rigor tiende a estar ausente. Y, adicionalmente, cuando la teoría es estrecha, la mirada pasa a ser estrecha, y la metodología se torna deficiente.

Y cuando la metodología es deficiente, el conocimiento se torna esquivo:

Una paciente consultaba por problemas depresivos; a poco andar, fue mostrando un particular estilo atribucional. En su personal estilo, todo lo positivo que le ocurría, lo atribuía a alguna intervención de la "Mater", es decir, de la Virgen María. Si amanecía de mejor ánimo, era gracias a la Mater; si le subían el sueldo, era gracias a la Mater; si encontraba unas llaves perdidas, era gracias a la Mater. Dudas: cero. Tolerancia a la crítica: cero. El sistema cognitivo de la paciente se encontraba cerrado – sobre la base de un sesgo perceptivo autoperpetuante – que no admitía dudas ni evidencias contradictorias. En este contexto de procesamiento – guiado por un compromiso religioso cuasi fanático – la Mater reinaba por doquier, en función de los arbitrios atribucionales de la paciente. Si bien es efectivo que este estilo atribucional, en la línea de la llamada "fe del carretero", nubla la mirada, no es menos cierto que abunda por doquier en el ámbito social.

Desde una polaridad opuesta, un amigo psicólogo, de orientación "científica", sostuvo conmigo el siguiente diálogo:

R: En la eventualidad de que Dios existiera, ¿qué podría hacer Él para demostrarte su existencia?

A: Nada. Dios simplemente no existe; y lo que no existe no puede hacer nada.

En el sistema cognitivo de mi amigo, no había cabida alguna para Dios. Mi amigo asumía el axioma monista de que solo existe la materia; y, a continuación, se obligaba a ser consecuente con aquello. Estaba siempre presto a generar o a aceptar explicaciones "científicas" para todo tipo de fenómenos; todo "tenía" que ser natural. Eventuales "fantasmas" los interpretaba rápidamente como cambios energéticos. Cualquier informe acerca de fenómenos "polstergeist", era atribuido de inmediato a meras fantasías de los "observadores". Las descripciones de experiencias cercanas a la muerte, eran prestamente interpretadas por mi amigo como imágenes generadas a partir de secreciones biológicas, asociadas a esas experiencias extremas. Si una "detective psíquica" acertaba en señalar que el cadáver de la víctima se encontraba en una camioneta, de tales características, ubicada en el lecho de tal río…. era por azar o porque alguien se lo había dicho. El mismo Jesucristo se quedaba sin opciones: si se le apareciera, mi amigo confesaba que lo atribuiría a una alucinación. Asumía que tarde o temprano se descubrirían las causas naturales y materiales de cada uno de estos fenómenos. Dudas: cero. Tolerancia a la crítica: cero. Había instalado un sistema cognitivo impenetrable, incluso para Dios. Más allá de la línea nietzschiana del "Dios ha muerto", mi amigo le tenía prohibido a Dios el existir. En la eventualidad de que Dios sí existiera, probablemente dejaría de hacerlo; se moriría de la risa al ver la rígida actitud de personas como mi amigo… y como muchas otras.

Por supuesto, Dios puede existir o no, y se puede ser creyente o monista de muy distintas maneras. Sin embargo, en muchos casos los prejuicios teóricos, ideológicos y religiosos, suelen nublar la mirada del observador. Y suelen generarles "puntos ciegos", impenetrables para su propia mirada. En el ámbito de la psicoterapia, este sesgado estilo de procesamiento, vía "anteojeras perceptivas", no ha constituido la excepción sino la regla. El desafío pasa a ser, entonces, el lograr tranquilizar los afectos y el poder ampliar la mirada.

Se hace esencial entonces, levantar la mirada por sobre las rencillas cotidianas, para detectar con precisión el conocimiento válido, dondequiera que este esté. El alcanzar conocimiento válido, pasa a ser entonces un norte orientador permanente y central. Y lanzar una mirada certera en busca del conocimiento, requiere de una actitud tranquila y abierta, de un criterio preciso acerca de lo que es conocimiento, y de un método que nos permita alcanzarlo, dondequiera que se encuentre.

En un sentido genérico, unmétodopuede ser descrito como un proceso autocorrectivo, para plantear preguntas y para observar las respuestas. Más específicamente, el método científico involucra un procedimiento regular, explícito y repetible, para alcanzar conclusiones válidas y compartidas. "El método científico es un grupo de procedimientos, de pautas guiadoras, y de actitudes, requeridos para la recolección sistemática y organizada de los datos, para su verificación e interpretación, y para el descubrimiento de evidencia reproducible, para posibilitar a su vez el ir decantando o el ir modificando leyes y principios" (apa,Dictionary of Psychology,2006, p. 818). Cuando el método está bien planteado, permite ir zanjando las discrepancias y va haciendo posible acumular un conocimiento validado. "Aunque los científicos mismos tienen sesgos y valores, el ideal o la lógica del método científico es trabajar para eliminar estos sesgos y valores, ya sea a través del control experimental o de las mediciones precisas, o de alguna combinación de ambas" (Slife, 2004, p. 49). La validación científica no solo implica justificación en términos de un razonamiento riguroso; involucra también una justificación en el ámbito de los hechos. Todo esto, obviamente, involucra a su vez opciones de progreso.

En un sentido de fondo, la teoría determina el método, y éste marca en una medida importante las opciones de avanzar. Cuando la teoría es deficiente, el método también lo será, y el avance se verá perjudicado. Es lo que nos ha ocurrido con frecuencia en el ámbito de la psicoterapia.

El que los psicoterapeutas no somos Budas ha venido quedando más que claro. Cuando la teoría restringe la mirada, cuando se mira tan solo lo que conviene mirar, cuando no se mira lo que cuestiona o molesta, ycuando lo que importa es elconvencer por sobre el conocer, la neutralidad se desvanece, y la figura del Buda se diluye en la distancia. Y nuestras creencias pasan a teñir muy fuertemente el siguiente "conocimiento".

Sin embargo, esto no es todo. Desafortunadamente, nuestros problemas metodológicos van incluso más allá.

Nuestros problemas metodológicos

En un sentido genérico, nuestros problemas metodológicos comienzan antes de comenzar. Es decir,, comienzan con nuestras disposiciones previas, con nuestraactitud. Esto dice relación con algunas características predominantes entre los psicólogos y los científicos sociales.

En un estudio realizado en el contexto del Congreso "Integración en Psicoterapia", organizado por nuestro Instituto en 1991, se encontró que el 62,6% de los 720 asistentes encuestados, optó por considerar más importante y más aportativo el predominio del hemisferio derecho. Solo el 28,7% optó por el hemisferio izquierdo; el resto no contestó la encuesta. Esto, que no tiene nada de "malo", puede concordar bien con el hecho que los psicólogos prefiramos el arte por sobre la ciencia.

Pareciera ser un hecho, el que nuestras actitudes no han venido contribuyendo en el ámbito de la investigación Es así como muchos mostramos desinterés por la investigación, muchos tendemos al "todo vale", muchos tendemos a validar lo que vaya en contra del "sentido común", muchos tendemos a sobrevalidar lo que favorece a nuestro enfoque, y muchos nos mostramos como muy impresionables cuando se nos habla "en difícil".

En una clásica investigación, J. Scott Armstrong (Armstrong, 1972; Ware y Williams,1975), asumió la siguiente hipótesis: "Una comunicación ininteligible, emitida por una fuente legitimada por el receptor, incrementará las evaluaciones que el receptor haga acerca de la calidad del mensaje comunicado". Se trataba de evaluar el esnobismo del receptor; la idea era que entre menos entendía el receptor, más valoraba lo que escuchaba. La hipótesis fue testeada ante una audiencia de psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales. El Dr. Myron L. Fox les dictó una conferencia de 1 hora sobre el tema "La Teoría Matemática del Juego Aplicada a la Educación Médica". El Dr. Fox fue presentado como una eminencia; en realidad, se trataba de un actor, instruido para hablar puras incoherencias en un lenguaje ininteligible. Después de la incomprensible conferencia, y a través de un cuestionario anónimo, los auditores encontraron que la conferencia había sido "clara y estimulante". Poco después Armstrong replicó la investigación, ahora por escrito. Esta vez los Journals mejor evaluados, fueron los que hablaban "en difícil"; adicionalmente, en una investigación complementaria, las mismas ideas – expresadas "en difícil" – fueron mucho mejor evaluadas que cuando fueron expresadas en lenguaje claro y directo.

En años posteriores, el profesor de la Universidad de Nueva York, Alan Sokal (1996), experto en física cuántica, se burló de diversos ensayistas en ciencias sociales, incluyendo al propio psicoanalista Jacques Lacan. Para ello, envió un artículo a la prestigiosa revistaSocial Text, de la Universidad de Duke. El artículo se titulaba "Transgrediendo los Límites: Hacia una Hermenéutica Transformadora de la Teoría Cuántica de Campos"; en el artículo, la física y la teoría cuántica aparecían respaldando los planteamientos posmodernos. El artículo fue acogido con enorme entusiasmo, con comentarios elogiosos de los cientistas sociales, y con notas especiales desde la dirección de la revista. En un artículo posterior, esta vez en la revistaLengua Franca, Sokal confesó que su artículo original constituía un "cazabobos" para el esnobismo imperante entre los cientistas sociales; se trataba de puras incoherencias rimbombantes; "una auténtica colección de disparates, armada minuciosamente y repleta de palabras difíciles" (Sokal, 1997, p. 23). El objetivo era claro: "poner al desnudo la falta de rigor en el discurso posmoderno, posestructuralista y social-constructivista de moda" (Sokal, 1997, p. 24). Junto con criticar a quienes sostienen que los objetos científicos son meras construcciones sociales y lingüísticas, Sokal y su colega belga Jean Bricmont, calificaron a Jacques Lacan de charlatán: "Escribió en difícil para que nadie lo entienda; usó un lenguaje tan oscuro, para disfrazar sus disparates, como si tuvieran una presunta profundidad" (Sokal, 1997, p. 22).

La idea de fondo de todo esto, es que el hablar "en difícil" pasa a ser rentable; al menos en el ámbito esnob de las ciencias sociales. Un lector esnobista encontraría sabias las siguientes palabras de Lacan, citadas por Sokal: "Es así como el órgano eréctil viene a simbolizar el lugar del goce. No tanto por sí mismo ni en tanto que imagen, sino en tanto que parte faltante de una imagen deseada. Por eso, el órgano eréctil es igual a la raíz cuadrada de (-1)". Lacan no lo dice en broma, pero Sokal hace un festín de todo esto; concluye que los cientistas sociales se dejan impresionar por palabras rimbombantes, carentes por completo de toda significación comprensible.

Viene al caso aquí una pequeña comparación entre Maturana y Lacan; asumiendo que en estas páginas no compartimos el fondo de ambos planteamientos. Al menos desde mi óptica, Maturana manifiesta una coherencia muy superior a Lacan. Aunque no comparto su postura epistemológica, considero que Humberto Maturana es una persona brillante, que comprende lo que expresa y que cree en lo que dice. Me pregunto, sin embargo, acerca de cuantos de sus entusiastas seguidores lo comprenderán realmente: "Desde ahí se hace aparente que el vivir humano ocurre en este fluir de coordinaciones de coordinaciones conductuales, que tienen que ver con el hacer, es decir,, son coordinaciones de coordinaciones del hacer, en un devenir de cambios estructurales congruentes que van resultando justamente de ese mismo devenir en interacciones recurrentes, que en el caso humano son coordinaciones de coordinaciones de haceres, y que la estructura va cambiando según ese fluir" (Maturana, 2003, p. 286). Es probable que el propio Humberto se haya preguntado acerca del porcentaje de esnobismo imperante entre quienes suelen aplaudirlo de pie.

Las repercusiones metodológicas de lo anterior no son lejanas. Cuando las palabras oscuras y complicadas resultan satisfactorias, va quedando poca motivación para que la investigación nos entregue datos simples y más claros. Y, puesto que no están todos en la misma actitud, resulta tentador el suponer cuales enfoques de la psicoterapia se ven beneficiados por este efecto de "lenguajear en difícil"; podríamos adelantar que el conductismo no es uno de ellos.

El "lenguajear en difícil", va muy de la mano del "preferir el camino difícil". Ya en el siglo xiv, William de Occam sostenía que lo que puede ser hecho con pocos medios, es absurdo hacerlo con muchos. Esteprincipio de la parsimonia– que involucra la conveniencia de elegir la hipótesis más simple cuando hay varias que explican un fenómeno – tiende a ser ignorado por muchos clínicos. "Por la vía de ignorar esta alternativa de sentido común, dice Crews, Freud violó la navaja de Occam, el principio de que las mejores explicaciones son las que involucran menos supuestos. Freud nunca hizo esto. En todos sus escritos no hay un solo caso en el que opte por la explicación obvia" (Crews, citado por Horgan, 1999, p. 62). La premisa "el camino complicado es el mejor", suele avenirse bien con el aplauso de los colegas; el problema es que suele avenirse mal con el conocimiento.

Por otra parte y en un sentido genérico, es importante enfatizar el queuna mala teoría perjudica más que laausencia de teoría. Una mala teoría restringe la mirada y sistemáticamente va forzando a los hechos a comportarse de una manera compatible con la teoría. Por su parte, la ausencia de teoría nos desordena la búsqueda, nos desordena la práctica y nos desordena la acumulación.

Las ventajas comparativas, en estos territorios, pueden quedar bien expresadas en la siguiente formulación:

RECUADRO 6: PRIORIDADES


La formulación anterior es de la mayor importancia; deja en claro que, así como una buena teoría puede aportar mucho, una mala teoría puede perjudicar mucho. Una mala teoría estrecha la mirada, conduce a sobreobservar ciertos ángulos y a subobservar otros; una mala teoría aprisiona y desorienta. Aporta una seudoseguridad la cual termina asegurando el tránsito por el camino del error; y, a medida que nos empapamos de una mala teoría, este camino equivocado se va haciendo inescapable. A mayor reduccionismo de la teoría, y a mayor fanatismo de quien adscribe a ella, mayor daño a la investigación y al conocimiento. Y, a la hora de investigar, las teorías deficientes perjudican víasobreenfatizar aspectos poco relevantes,vía nuestro conocido "allegiance effect", vía"cree yconstruirás", vía"busca y encontrarás";y, a través de la "determinación reduccionista del método".

Elsobreenfatizar aspectos poco relevantesse facilita cuando la teoría es reduccionista, y cuando insiste en la relevancia de lo no tan relevante. Un ejemplo de esto podría ser el tiempo, el esfuerzo y la dedicación, invertidos en el tema de la interpretación de los sueños. "Freud consideró a los sueños como la llave para comprender nuestros conflictos internos. Sin embargo, sus críticos sostienen que ha llegado el momento de que nos despertemos de la teoría de los sueños de Freud, la cual es hoy en día uno de sus más grandes fracasos. La interpretación de los sueños, dicen los críticos, es una pesadilla" (Myers, 2001, p. 258). Al respecto cabe señalar que, en un reciente estudio acerca del futuro de la psicoterapia, un Panel de 62 psicoterapeutas usando la metodología Delphi, evaluó a la interpretación de los sueños como una de las intervenciones terapéuticas con menor futuro (Norcross, Hedges y Prochasca, 2002). No obstante todo esto, son muchos los psicoterapeutas, del más alto nivel intelectual, los que han invertido e invierten horas y horas en el abordaje de una temática resbalosa, altamente especulativa, poco verificable en su precisión, y poco aportativa al cambio en psicoterapia. No se trata de ser rígidos, concretos o hiperpragmáticos; pero sí resulta necesario evaluar el beneficio que los pacientes obtienen a partir de nuestros esfuerzos y de nuestras investigaciones.

Lo anterior no cierra las puertas a otros aportes clínicos, relacionados con el estudio de los sueños. Pero esos aportes requieren ser constatables y verificables, más allá de las meras convicciones personales de terapeutas y pacientes.

Pero nuestros problemas metodológicos continúan. En términos generales, a muchos psicoterapeutas les ha resultado difícil tolerar que otros piensen distinto; o el que cambien de enfoque. Ejemplos de esto los encontramos por doquier, incluso en nuestras figuras más insignes. Cuando a Hans Eysenck se le hablaba del psicoanálisis, era como "nombrar el diablo en misa"; simplemente se descomponía. El mismo Freud no toleró muy bien los cambios teóricos de sus seguidores cercanos; digamos los de Jung y Adler, por nombrar algunos. Joseph Wolpe habló de "cambio de cara", para referirse a la supuesta "traición" de Bandura; simplemente Wolpe no pudo tolerar la evolución de Bandura desde el conductismo clásico hacia posturas más cognitivistas. Recordemos que el mismo Wolpe y Arnold Lázarus habían llegado desde Sudáfrica a los Estados Unidos; habían trabajado juntos por años, y se habían hecho muy amigos. Según cuenta Lázarus, sin embargo, el propio Wolpe le habría "echado el auto encima" en un estacionamiento, a raíz de los cambios teóricos que alejaron a Lázarus del conductismo clásico. No resulta sorprendente entonces, que estos desmedidos compromisos de los psicoterapeutas con su propio enfoque, deriven en uno de nuestros defectos metodológicos más dañinos: el "allegiance effect".

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