Buch lesen: «Psicoterapia Integrativa EIS», Seite 15

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Cuando la realidad está cerca

Evolutivamente, lo primero que se nos ocurrió – en el ámbito epistemológico – fue creerle a nuestros sentidos y a nuestras percepciones. En esto no hicimos nada distinto de los demás animales. Cuando constatamos que los animales habían logrado sobrevivir, sobre la base de creer en lo que percibían; y cuando nosotros mismos sobrevivíamos sobre esas bases, les creímos a nuestros sentidos. Sin grandes cuestionamientos epistemológicos.

De este modo, nuestros "ingenuos" antepasados creyeron en lo que oían, veían, olían, tocaban… y creían en las sensaciones que experimentaban. Y actuaban en consecuencia. Cuando el hambre golpeaba, salían de caza; cuando veían un león, huían; cuando el frío arreciaba, se protegían; cuando el enemigo atacaba, se defendían. Sobre la base de esa confianza básica en los sentidos, lograban sobrevivir. En ese contexto primitivo, ser ciego o sordo, por ejemplo, podía pagarse muy caro en términos de supervivencia.

Sin tenerlo muy claro, nuestros tempranos antepasados adscribían al realismo metafísico. Es la postura epistemológica que ha predominado a través de la evolución del hombre; y es la postura a la que adscriben la mayoría de las personas hoy en día.

Análisis descriptivo

En un sentido descriptivo, el "realista" está comprometido con dos principios básicos: 1. Algunos de los objetos aprehendidos a través de la percepción son "públicos" y algunos de esos objetos son independientes de la mente. 2. Para el realismo, la realidad existe, mantiene un cierto orden, es regulada por procesos causales y es cognoscible a través de los datos de los sentidos.

En suma, se trata de una postura epistemológica "optimista", en el sentido que se presupone que la realidad puede ser develada.

La pregunta epistemológica acerca de cómo conocemos, tiene una respuesta clara y directa en el realismo metafísico: a través de los órganos de los sentidos. Estos nos permiten acceder al mundo de los objetos, los cuales poseen cualidades primarias (tales como forma, tamaño, masa, movimiento) y secundarias (tales como color, olor, sensibilidad). En el marco del realismo radical, el conocimiento es visto como una copia exacta de la realidad objetiva, lo cual ha conducido a que se lo descalifique con el apelativo de "realismo ingenuo". Es que para algunos sería ingenuo creer en una opción de "inmaculada percepción" (Mahoney, 1991).

En el marco del realismo metafísico, la ciencia puede establecer la veracidad de sus teorías, contrastándolas con la observación de los hechos. En este contexto, la "verdad" es aquello que corresponde exactamente con la realidad, con la realidad tal como esta es; con el cómo las cosas son, con el cómo los eventos se van cursando. De este modo, la realidad fiscaliza la calidad de nuestro conocimiento; no es asunto de inventar o de creer cualquier cosa. Y este proceso de observación y verificación requiere de la metodología adecuada; que posibilite precisiones descriptivas y relacionales, y que permita aislar los sesgos y los factores subjetivos contaminantes de las observaciones. La extensión y precisión del conocimiento humano, será función de la metodología de estudio, del alcance de los sentidos y de las percepciones; y estará limitado por las formas de operación de los instrumentos científicos. El conocimiento científico, a su vez va ajustando sus métodos; con el fin último de ir conociendo con mayor precisión sus objetos de estudio. En último término, en el ámbito del realismo el conocimiento se valida por su correspondencia con los hechos.

En el contexto del realismo metafísico, la ciencia se nutre de los hechos, y es a estos a los que procura describir, explicar, relacionar: "La ciencia se perdería si no siguiese apoyándose en la creencia trascendental de que existen la verdad y la realidad, y si renunciase a la interacción fundamental entre los hechos y las construcciones que se dan aquí, y el reino de las ideas intuidas por allá" (Philosophy of Mathematics and Natural Sciences, Prólogo iv). De lo que se trata entonces, es de descubrir cómo la realidad opera.

De acuerdo con el realismo, en el mundo material de los objetos rige el principio de causalidad. Es así como las leyes científicas son descubiertas a partir del cómo los hechos precedentes producen los hechos consecuentes. Y el conocimiento de las leyes permite el explicar y el predecir. Toda la tradición galileana de la ciencia se ha fundamentado en esta postura epistemológica.

Argumentos "pro-realismo"

Mlodinow señala que una de las funciones más importantes de nuestro inconsciente, es el procesar los datos enviados por nuestros ojos. Esto ocurriría porque, al cazar o al reunirse, un animal que ve mejor, come mejor, y evita el peligro más efectivamente, y por lo tanto vive más. "Como resultado, la evolución ha arreglado las cosas de modo que un tercio de su cerebro esté dedicado a procesar la visión: interpretar colores, detectar bordes y movimientos, percibir profundidad y distancia, decidir la identidad de los objetos, reconocer rostros, y muchas otras tareas" (2012, p. 35). Según Mlodinow, lo que llega a nuestra mente consciente es un informe preciso, después de un amplio procesamiento no consciente. Todo lo cual involucra economía psíquica, la cual nos permite concentrar nuestra atención en lo que nos interesa.

En el ámbito de los argumentos, el realismo metafísico no requiere de una gran justificación.

Desde el territorio del sentido común, el realismo se limita a recoger lo que es la experiencia obvia y cotidiana de los seres humanos en todas las latitudes. Para el realismo, los sentidos nos informan acerca de la realidad; se asume entonces que, de la mano de la realidad podemos llegar muy lejos, y que de espaldas a la realidad, no llegamos a parte alguna. Las irónicas palabras de Winston Churchill sintetizan de un modo particular la visión desde el "sentido común", el cual representa el pensar y el sentir de los realistas: "Reafirmo con énfasis que el sol es real y que también lo es su calor, de hecho tan intenso como el mismísimo infierno. Aquellos metafísicos que lo duden, deberían ir allá y ver" (1944, p. 131).

En un nivel más metafísico, Descartes afirmó la existencia de la realidad, estableciendo primero la existencia de la mente. Partiendo por señalar que algo que no existe no puede pensar, llegó al "cogito ergo sum", como el postulado primario. Desde allí procedió a establecer puentes conectores para el dualismo mente-cuerpo.

En un nivel más operativo, el que la realidad se ajuste a modelos matemáticos, y el que las predicciones efectivamente predigan, constituye un argumento esencial a la hora de fundamentar el realismo. El aporte de George Gamov (1904-1968) puede ayudarnos a ilustrar el valor de las predicciones realistas. Gamov fue un físico nuclear que contribuyó a configurar la teoría del Big Bang. Sobre la base de una epistemología realista, y del conocimiento astrofísico de la realidad existente a la fecha, Gamov predijo – en 1948 – la existencia de una huella del Big Bang; esta huella tendría la forma de una radiación milimétrica, perdurable hasta nuestros días. Este remanente del universo temprano fue efectivamente descubierto por Penzias y Wilson en 1965. La predicción de Gamov – fundamentada en deducciones matemáticas y en leyes y teorías físicas – pasaba a ser confirmada 17 años después de su formulación.

En el contexto anterior se ubica la noticia, divulgada por el Centro para la Astrofísica Smithsonian, el lunes 17 de marzo de 2014. Ese día anunciaron – con indisimulado júbilo – que se había detectado la primera señal directa del Big Bang. Esto, en el marco del experimento bicep2 realizado con un radiotelescopio en el polo sur. John Kovac, director del experimento, señaló que esto representa alcanzar una de las metas más importantes de la cosmología, y que fue como sacarle una foto al Big Bang. Por supuesto, todo este cúmulo de investigaciones asume una epistemología realista desde la cual pretenden conocer un universo real. No uno inventado, no uno derivado de nuestros cambios biológicos, sino uno que se encuentra allá afuera, esperando a ser descubierto y conocido por nosotros cada vez de mejor manera.

En un contexto "realista", el valor de las predicciones precisas ha conducido incluso a cambios de paradigmas. Es lo que ocurrió cuando la física evolucionó desde Newton a Einstein; el cambio paradigmático se produjo cuando Einstein logró demostrar – sobre la base de observaciones de la realidad – que su teoría tenía un mayor poder predictivo que la teoría de Newton. Después de esas demostraciones, los físicos "en conjunto" asumieron el nuevo paradigma de Einstein.

El 25 de agosto de 1609 Galileo Galilei hizo el "estreno en sociedad" de su telescopio. El instrumento le ayudó a ir dejando atrás la idea de que la tierra era el centro del universo; le ayudó también a explorar los cráteres de la luna, a descubrir las manchas solares y los cuatro satélites de Júpiter y a explorar las estrellas de la Vía Láctea. En términos epistemológicos las preguntas pertinentes pasan a ser del tipo: ¿es una mera ilusión lo que "capturó" Galileo con su telescopio? ¿Se limitó a observar sus propios cambios biológicos sin observar realmente universo alguno? ¿Existió realmente un Galileo Galilei? ¿Abrió realmente una ruta para conocer el universo? ¿Aportó algo que la humanidad amerite celebrar después de 400 años?

En una encuesta reciente realizada por el Museo de Ciencia de Londres (2009), se intentó establecer cuáles avances científicos, tecnológicos, médicos y de ingeniería, son los que más han aportado a la vida de las personas. Luego de encuestar a 50 mil personas, se constató que el 20% eligió a la máquina de rayos X como el invento más significativo; a continuación se ubicó la penicilina. En términos epistemológicos, ¿fueron unos ingenuos los miembros del Museo de Ciencias? ¿No existen tales descubrimientos o tales "progresos"? ¿Con mayor lucidez de análisis los miembros del Museo de Ciencias se darían cuenta de que "creemos estar conociendo lo que no estamos conociendo"? ¿Y – con una lucidez "extra" – agregarían que el manejo del fuego, la invención de la rueda, la génesis del lenguaje, de la escritura, de la lectura, del telescopio, del microscopio… distan mucho de constituir aportes evolutivos "reales"? ¿Tiene la humanidad motivos "reales" para celebrar todo esto? ¿Nos resulta imposible conocer nuestro ambiente, como para utilizarlo realmente en nuestro favor? ¿Es que, en "realidad", no hemos descubierto nunca nada?

Desde el "realismo" la respuesta a las interrogantes anteriores sería un entusiasta y contundente ¡sí! Dirían que hemos descubierto mucho… y que nos queda muchísimo por conocer. Dirían que los esfuerzos humanos sí se han venido traduciendo en un mayor y mejor conocimiento de nuestro entorno… con las ventajosas consecuencias prácticas correspondientes.

De este modo, una línea argumentativa adicional a favor del realismo, se relaciona con el valor práctico de la información extraída a partir de la observación de los hechos. Una mejor información, con respecto a la realidad, puede incluso facilitar la prolongación de la vida humana. Y el progreso científico y tecnológico alcanzado, a raíz de un mejor conocimiento del ambiente, ha conducido a que la esperanza de vida en Francia se empine por sobre los 70 años. En la Francia del siglo xvii, con un ambiente más adverso, con guerras frecuentes, con epidemias, sin una higiene adecuada, sin precauciones profilácticas, sin vacunas, sin penicilina, sin antibióticos, etc., menos del 10% de la población llegaba a los 60 años. De este modo, el progreso en la supervivencia no se debió a factores aleatorios, ni a la buena fortuna de los franceses actuales, ni fue un derivado de factores astrológicos; según los realistas, fue la consecuencia de una mejor información, extraída de la propia realidad. Si dicha información extraída desde la realidad no fuera válida, su aplicación no habría conducido a beneficio alguno.

La relevancia de la postura "realista" queda de manifiesto en la siguiente afirmación: "La ciencia se perdería si no siguiese apoyándose en la creencia trascendental de que existen la verdad y la realidad y si renunciase a la interacción fundamental entre los hechos y las construcciones que se dan aquí, y el reino de las ideas intuidas por allá" (Philosophy of Mathematics and Natural Sciences, Prólogo iv).

Repercusiones clínicas

En el ámbito de las repercusiones clínicas del realismo epistemológico, personas como Watson y Skinner, por ejemplo, aparecen como particularmente realistas. Ambos postularon que la dinámica psicológica humana está sujeta a las mismas leyes y mecanismos que los procesos físicos. Conocida es la disputa que Skinner sostuvo con Chomsky, en la cual este último argumentó que las actividades lingüísticas son creativas y configuran reglas que ningún conductista puede explicar.

Como lo sostiene Polkinghorne (1992), "Freud y Jung escribieron como si estuvieran aportando descripciones que reflejaban con precisión el real funcionamiento interno de la psiquis; Rogers, como si estuviera describiendo las reales operaciones de un SELF sustancial; y Skinner, como si los mecanismos del aprendizaje que él presentaba, fueran descripciones precisas de las dinámicas humanas reales" (p. 155).

Y, aunque muchos clínicos han enfatizado el rol de lo subjetivo, ello no ha involucrado una renuncia al realismo. "Incluso el movimiento de terapia humanista propuesto por Rogers, un movimiento que enfatiza una perspectiva única, subjetiva, para la terapia individual de cada cliente, propone sin embargo perfectas leyes generales de la causación y resolución de los problemas, leyes que, más aun, son tomadas como plenamente realistas" (Held, 1995, p. 21).

Y más allá de los autores citados, la abrumadora mayoría de los psicoterapeutas han adscrito y adscriben a algún tipo de realismo. Esto involucra asumir que yo existo, que mis pacientes existen, que sus sufrimientos existen… los cuales a su vez requieren de soluciones que sí existan. Involucra asumir que el terapeuta – quien dedica su vida laboral a su profesión – sabe más que el paciente, al menos en el ámbito de la psicoterapia. Involucra asumir que la realidad es fuente nutritiva del conocimiento, y que lo que le ha acontecido a millones de seres humanos, a través del tiempo, puede aportar información útil para ayudar al próximo paciente. Involucra, entonces, que el psicoterapeuta es un especialista, que dispone de los conocimientos que ha acumulado su disciplina a través de los años, como para poner esos conocimientos al servicio de sus pacientes. E involucra, finalmente, que el terapeuta podrá ir corrigiendo sus estrategias clínicas, en función de los resultados que vaya percibiendo a través de las respuestas de sus pacientes. En este contexto, las técnicas del psicoterapeuta no poseen un valor "per se", sino en función del efecto real que son capaces de producir en cada uno de sus pacientes. En suma, la realidad emerge como la gran fiscalizadora de la calidad del conocimiento y del accionar del terapeuta. La realidad ejerce el rol de poner los límites, y pasa a ser fuente de humildad… al ir mostrando los verdaderos alcances y limitaciones del conocimiento en clínica y del proceso psicoterapéutico.

Para quienes asumen una postura "realista", la realidad se puede mostrar como "cerca", de maneras incluso paradójicas.

La avenida que hemos titulado "La Realidad está Cerca" ha sido recorrida, en su máxima extensión, por una de las mentes más brillantes que la humanidad puede exhibir: Albert Einstein. Contrariamente a lo que se pueda creer, el autor de la "Teoría de la Relatividad" era muy "realista", en el sentido que asumía que la realidad no tan solo existe, sino que también es "cognoscible" y "descubrible" para los seres humanos. Y, a pesar de la "relatividad" de sus comportamientos, Einstein consideraba a la materia y al universo… menos "multiverso" de lo que se pudiera pensar.

En 1915, a través de su "Teoría General de la Relatividad", Einstein postuló que existían – en el universo – las "ondas gravitacionales". Puesto que estas son débiles – y en la época de Einstein eran totalmente "invisibles" e "inaudibles" – Einstein se mostró escéptico acerca de la posibilidad de constatar empíricamente la existencia de estas ondas.

El 11 de febrero de 2016 David Reitze, director del ligo – Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales, con sede en el estado de Washington y en Louisiana, eua – comunicó que "hemos detectado las ondas gravitacionales… lo hicimos". El hallazgo fue considerado, de inmediato, como un hito revolucionario en el estudio del universo. En palabras de Stephen Hawking, "la detección de las ondas gravitacionales abre la puerta a una nueva forma de mirar el universo".

El hallazgo fue publicado, en la "Physical Review Letters", el mismo 11 de febrero de 2016. A través del sofisticado instrumental desarrollado por ligo, y con la colaboración de más de mil científicos de todo el mundo, se lograron registrar ondas gravitacionales generadas por el choque de dos agujeros negros, de una masa equivalente, cada uno, a treinta soles como el "nuestro". Este choque se produjo hace 1300 millones de años, y el registro en la tierra se produjo el 14 de septiembre de 2015.

El hallazgo se produce por vías tecnológicas diferentes a la habitual observación por telescopio; esto involucra "observar" a través de una metodología distinta al uso de la luz. Involucra una especie de "cambio 2" en términos metodológicos, y permitirá conocer "incluso los vestigios del universo primordial durante el Big Bang", en las palabras de Stephen Hawking.

De este modo 100 años después, la predicción de Einstein es verificada; de una manera tal, que cuenta con el aval prácticamente unánime de los astrofísicos del mundo.

Pero ¿cómo llegó Einstein a formular su predicción? ¿Lo hizo por la vía de la "libre asociación"? ¿Es que invocó al "espíritu de Newton"? ¿Es que Einstein tan solo se "autoobservaba" y solo podía percibir cambios en su propia biología, y nada más allá de esta? ¿Es que los cambios en el aparataje perceptivo de Einstein no le permitían conocer nada de la realidad que ansiaba conocer? ¿O es que Einstein se limitó a elucubrar – inventando y no descubriendo – y asumiendo como válido algo que podía tranquilizarlo?

De ser válidas las epistemologías agnósticas o constructivistas radicales, Einstein jamás habría podido predecir con exactitud la existencia de hechos, de comportamientos de la materia o de reguladores del universo. Menos aun podría demostrar que las leyes del universo no son "multiversas"; paradójicamente son las mismas en cualquier lugar del universo. Si asumimos que Einstein estaba inmerso en su propio determinismo estructural, o si asumimos que el mundo subjetivo de Einstein "contaminaba" sustancialmente sus percepciones… no habría podido plantear predicción precisa alguna.

Asumamos que "descubrir" es distinto de "inventar". El descubrir involucra un acceso cognoscitivo preciso, a aquello que se está descubriendo.

La predicción de Einstein no calza con un "solo sé que nada sé". Por el contrario, involucra un conocimiento profundo de la realidad, del comportamiento de la materia, y de las leyes que regulan ese comportamiento. La predicción precisa de Einstein hace que se "derrumbe la estantería" de las epistemologías "ultra escépticas" o bien "ultra agnósticas". Salvo que se nos diga que la predicción no fue en absoluto precisa, que todo son puros inventos, que ni siquiera podemos saber si el propio Einstein existió a no… o cosas de esa índole.

En un sentido de fondo Albert Einstein nos demuestra que, más allá de las muchas veces en que nos equivocamos, y más allá de cualquier especulación filosófica, los humanos somos capaces de conocer la realidad de una manera no menor. Puntos para el "Cuando la Realidad está Cerca".

Hemos visto que existe una distancia física a la que hemos propuesto agregar la "distancia psíquica". En el caso de la predicción de Einstein podríamos agregar el concepto de "distancia epistemológica". Y precisamente este caso demostraría que, así como las distancias físicas no suelen coincidir con las distancias psíquicas, tampoco las distancias físicas coinciden con las distancias epistemológicas. En este caso, la realidad estaría epistemológicamente cerca, aun cuando – paradójicamente – la realidad investigada se encuentre situada a 1300 millones de años luz de distancia física.

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