El Escritor Y La Cineasta

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El Escritor Y La Cineasta
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Manu Bodin

El escritor y la cineasta

Novela

Traducida del francés por Eduardo Jiménez López

1  El escritor y la cineasta

2  Del mismo autor

Lo scrittore e la cineasta

Algunos domingos por la tarde me voy a un bar del barrio, no lejos de casa, a matar el tiempo. Allí observo a la gente que anda por la calle y escribo. Escribo de todo un poco, sobre todo sobre las relaciones humanas. Me inspiro en los fragmentos de vida cuando escucho lo que hablan las personas en la calle; me fijo en sus gestos lo mismo que en sus tics. Incluyo también algunos elementos dramáticos de lo que le ha pasado a mis amigos, o de experiencias que yo he vivido. Desde hace unos años escribir se ha vuelto para mí algo indispensable. La escritura se me presentó un día, sin previo aviso, como una escapatoria a lo estéril que me parecía nuestra sociedad contemporánea—que me permitiré caracterizar como angustiosa y enfermiza— y que en ocasiones lo único que me inspiraba era el deseo irrefrenable de huir al otro lado del mundo y de esconderme allí en algún lugar lejos de todo, libre de ataduras y de contradicciones, para vivir entre gente sencilla que se contente con una vida humilde y modesta.

Apenas entré al bistró, noté a una nenita de cabello rubio platinado sentada en un rincón. Había unos cuantos tipos que parecían estar mirando en su dirección. Frente a ella había una mesa libre, que de inmediato escogí para instalarme.

Pasé junto a la nenita, la miré por un momento y de paso admiré su generoso escote. Ella estaba absorta en su celular, enviando quién sabe qué textos a quién sabe quién. Sobre la mesa, de forma redonda, tenía entreabierto un gran bolso de un amarillo chillón. Pude distinguir el desorden de lo que tenía adentro. Junto al bolso había una copa de vino blanco y varias notas de cobro del bar, pendientes de pago, pisadas por un cenicero metálico. Esta linda muchachita parecía que había hecho ya varios pedidos. Mientras colocaba mi chaqueta en el respaldo de la silla frente a ella, me lanzó una mirada disimulada, haciendo como que miraba hacia otro lado y como burlándose de mi presencia, luego metió la cabeza de nuevo en su smartphone y nuevamente sus dos pulgares comenzaron a teclear en la pantalla.

Me senté dándole la espalda. Saqué de mi morral un cuaderno formato A4 y un bolígrafo. Desde donde estaba podía ver los muchos transeúntes que pasaban por la calle —precisamente la materia prima de lo que escribo.

Respiré profundamente y comencé a llenar las hojas de palabras, luego de frases, los párrafos se iban sucediendo uno tras otro, las páginas se iban llenando de trazos. Estaba inspirado; tenía que admitir que no siempre era así.

Poco después, en uno de esos momentos de reflexión propios de todo escritor, escuché un "¡hey!" que venía de detrás de mí. Volví a la realidad, aparté mis pensamientos —al menos por un instante—, y volví la cabeza.

"¿Qué estás escribiendo? ¿Eres escritor?" La bonita rubia que había visto al llegar me estaba preguntando.

Esta vez, era ella la que me miraba fijamente a los ojos, buscando iniciar una conversación.

Le respondí con un débil sí, perturbado por su aura que me deslumbró. Con sus ojos verde esmeralda me acababa de hechizar.

"¿Que sí? ¿Tú eres escritor, no es cierto?", preguntó con tono vehemente.

Para poder verla de frente, me di vuelta apoyándome en el respaldo de la silla en la que estaba sentado.

"Sí, en efecto. Estoy trabajando en una novela."

Tan pronto terminé de pronunciar esta frase, vi que las pupilas de la chica comenzaron a brillar. Se levantó de un salto, tomando su bebida y su bolso. Al hacerlo, el bolso golpeó el cenicero y las tres notas de cobro que estaban sobre la mesa fueron a dar al suelo. Me pareció sin embargo que pagarlas era la menor de sus preocupaciones.

Dio unos pasos hacia mí y descubrí, en ese momento, que frente a mí tenía una bomba sexual, pequeña, como de 1.50m. Sin embargo, sus dos melones debían ser de por lo menos talla 95D, o incluso un poco más. Luego de admirar la parte superior, bajé los ojos para detenerme en sus muslos. Su corta falda azul pastel no le llegaba sino apenas un poco más abajo del culito, y, ¡qué culito! Una buena pieza, bien carnosa. Su larga cabellera rubia le llegaba hasta las nalgas. Sus piernas brillaban. Era sin duda el tipo de nena con quien me encantaría pasar la noche.

"Adoro los escritores, son tan imaginativos... ¿No te importa si me siento contigo? Me aburro sola. Mi ex me vuelve loca con estúpidos mensajes de texto en los que trata de justificarse por no haber acudido a la cita que teníamos. ¡Qué imbécil! Te juro que los hombres... Realmente, a veces me cuesta entenderlos. Bueno, no digo esto por ti, ni siquiera te conozco, pero en general... Me entiendes, ¿no? Sabes lo que quiero decir."

Hipnotizado, veía como la chica se sentaba en una silla frente a mí en mi mesa, y volcaba sobre mí su torrente de palabras sin sentido. Yo no podía entender nada de lo que me estaba pasando.

El timbre de su voz era agradable al oído, con una sonoridad muy suave que contrastaba con la energía que esta mujer desbordaba.

"Así que cuéntamelo todo, ¿sobre qué estás escribiendo?"

La rubiecita me devoraba con sus ojazos verdes, como fascinada. Sus labios brillaban, pidiendo solamente ser besados y chupados.

Sin siquiera esperar a que le explicara lo que estaba ocurriendo en mi historia, la rubiecita ya estaba inclinada sobre mi hombro, tratando de descifrar lo que yo había garabateado en mi hoja llena de borrones y flechas en múltiples direcciones que me servían para conectar bloques de textos enmarcados y numerados.

"Tu página es un desastre, de verdad no es fácil de entender…"

—Son más que todo ideas y notas a las que voy a dar forma en casa, volviéndolas a copiar y estructurándolas en párrafos que tengan sentido.

—Hum... Tengo la impresión que esto tampoco dice mucho. Escribes un montón de descripciones que también se mezclan con todo tipo de pensamientos. ¿Parece que no aprecias las cosas vivas?

—Yo prefiero la introspección.

—Sí... pero no pareces tan introspectivo, y además ... Me doy cuenta de que lo que escribes es un poco sucio ..., en tus pasajes más o menos románticos ...

Esta última frase resonó dulcemente en mi canal auditivo, tenía un tono casi lujurioso. Ella acababa de susurrar estas palabras de la misma manera que una mujer le habría dicho a su amante que lo amaba, que deseaba que él la violara, ya mismo no mañana, sin que nadie a su alrededor dudara de lo que estaba pidiendo. Parecía que me había tropezado con una nenita que necesitaba un hombre para calmar sus ardores transitorios. Su cita con su ex parece que era solo para un encuentro sexual entre viejos amantes... En mi opinión, su ex era por lo menos bastante estúpido como para no haberse presentado a la cita. Su voz sensual y su aliento cálido estaban ya despertando la lujuria en mi tercera pierna. De repente me sentí un poco menos a gusto. Tenía mi verga torcida a la derecha en mis pantalones, tenía que ponerla en el centro de mis interiores o que se me bajara o se me iba a poner mucho más dura. Pero al fin y al cabo ¿cómo podía permanecer insensible ante esta inundación de erotismo que acababa de instalarse en mi elemento?

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