Al Azar De Una Botella

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Al Azar De Una Botella
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Manu Bodin
Al azar de una botella
novela corta
Traducido del francés por Elizabeth Garay (garayliz@gmail.com)

Los más grandes viajes están hechos de pequeñas cosas.


Al azar de una botella

Yo tenía un ideal que quería lograr sobre cualquier otra cosa, excepto que la realidad que vivía cada día y en la que me fusionaba, lo hacía parecer idílico tan solo en mis sueños. Sin embargo, había intentado diferentes métodos para concretarlo: sitios de citas, clasificados, bebidas ofrecidas en bares cuando un tipo me abordaba, clubes nocturnos… Pero el resultado era siempre el mismo: solo se me presentaban aventuras o historias muy cortas. Que resultaban en lo mismo… estaba lejos de mis expectativas. Ya había empezado a abandonar mi proyecto de construir una vida amorosa seria cuando ocurrió un evento imprevisto.

Todo cambió un hermoso día de finales de verano, principios de septiembre. Tenía unos cuantos días de haber llegado a Francia. Dejaba atrás a mi madre que vivía sola en Rusia. Estaba encantada de que yo pudiera ir al extranjero a estudiar, pero también la entristecía ver a su única hija partir tan lejos. Ahora nos encontrábamos a dos mil quinientos kilómetros de distancia. Ella, en los territorios del Cáucaso. Yo, en la región de PACA [Nota de la T.: PACA, es la región francesa que abarca Provenza, Alpes y la Costa Azul].

Había recibido una beca del gobierno francés para continuar mis estudios de ingeniería. Sin embargo, en ese momento no sabía lo que me atraía de Francia. Nunca había salido de Rusia. Solo conocía el país por lo que había descubierto en fotos o video. Deseaba un cambio de escenario, un cambio de aires, vivir una nueva experiencia, enfrentarme a una cultura diferente; en general, deseaba refrescar mi vida. No tenía ningún contacto en este país que aún me parecía una tierra misteriosa. Aterrizaba en una tierra virgen, donde no había puntos de referencia y donde se construiría un nuevo universo.

Cuando llegué a París, me hubiera gustado quedarme unos días en la calle para contemplar los monumentos. No contaba con un presupuesto para dormir en un hotel o incluso para alquilar una habitación modesta. De mala gana, tuve que posponer mi visita a la ciudad, dejándola para otra ocasión.

Merodeé cerca de la estación de Lyon hasta la mañana siguiente, esperando la salida del primer tren veloz TGV hacia Aix-en-Provence.

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