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El acompañamiento de los estudiantes como una estrategia para su formación humana

El acompañamiento o cuidado de los estudiantes, sin ser propiamente un programa establecido, formal, estructurado por la institución educativa, sí funciona en muchos aspectos a la manera de una estrategia formativa tipo programa, de tal manera que ella incluye algunos elementos, como los siguientes.

Objetivos del acompañamiento

Los siguientes son los objetivos de la estrategia de acompañamiento:

— Favorecer la formación integral de los estudiantes, fomentando su autoestima y el desarrollo equilibrado de su personalidad, acorde con la misión de la institución y el perfil de ellos.

— Fomentar la relación personal entre educadores y educandos, fortaleciendo en unos y otros la capacidad de escuchar, la solución concertada de problemas y, en últimas, el cuidado de los estudiantes por sus educadores.

— Hacer posible la construcción de un proceso de maduración grupal que permita un mejor clima educativo y haga posible cumplir las metas formativas definidas por la institución educativa y satisfacer las necesidades de los padres de familia respecto a la labor de la institución.

— Contribuir al proceso de construcción personal del proyecto de vida de los estudiantes, el desarrollo de sus aptitudes, la maduración de sus dimensiones y, en últimas, su desarrollo humano.

— Personalizar la tarea educativa que la institución se ha propuesto, haciendo posible que no haya estudiantes invisibles o anónimos en los grupos, puesto que desde el acompañamiento se individualiza a cada uno de ellos como una persona única e irrepetible, que está en continuo desarrollo y crecimiento.

— Brindar al estudiante elementos que le posibiliten conocer mejor su realidad personal, guiándolo en el proceso de identificar y reconocer sus fortalezas y debilidades, buscando que cada vez sea más seguro de sí y pueda ser exitoso en su proceso de formación.

— Ser con los estudiantes y su familia, la cara visible, inmediata y primera de la institución, de tal manera que se fortalezca la identidad institucional, se haga efectivo el cuidado y la atención de los estudiantes, y se asegure el proceso de formación en la perspectiva que la institución ha definido.

Espacios y oportunidades para el acompañamiento

La atención personal del docente al estudiante

La primera y fundamental estrategia para el acompañamiento es la reunión personal del acompañante con el estudiante; en el encuentro, se dialoga en un clima de confianza y sinceridad sobre la vida escolar, los logros y las dificultades, el desarrollo de los procesos formativos, de aquello que le molesta al estudiante y lo que le agrada. En este diálogo, no solo debe haber absoluta confianza y sinceridad de ambas partes, sino una verdadera interacción de cuidado personal, de seguimiento, de pastoreo, de acompañamiento.

En este encuentro, el director de grupo o acompañante puede y debe hacer gala de todas las cualidades, habilidades y competencias de que esté dotado, para hacer del acompañamiento un arte donde de verdad se acompañe y haga seguimiento al estudiante, se genere un clima de confianza y trabajo en equipo que le permita al estudiante avanzar en sus procesos de desarrollo humano, ser exitoso en la vida escolar, superar las dificultades que se le presenten, avanzar con paso firme en su proceso de alcanzar los logros de un determinado grado escolar.

La entrevista entre el educador y el estudiante es la práctica o experiencia por antonomasia del acompañamiento de los estudiantes. Es en ella que se pueden hacer efectivos muchos de los objetivos del acompañamiento; es la estrategia con la que mejor se puede conocer al estudiante, con la que mejor se le puede orientar, y la que más oportunidades brinda para formarlo. Por ello, el acompañante debe poner especial cuidado en la manera como ella se lleva a cabo a fin de asegurar el éxito.

Presencia del educador en los descansos y en actividades no académicas

Como ya se afirmó, el educador, en aras de acompañar a los estudiantes debe hacer presencia en los espacios informales en los cuales interactúan de manera natural y espontánea, una presencia que no es para supervisar o censurar, sino para compartir con ellos lo que son y lo que hacen.

Esta presencia del director de grupo o acompañante en los espacios informales precisa ser gratuita, espontánea, sin el acartonamiento de quien se hace presente para supervisar, sino más bien con la idea o intención de estar con los estudiantes para conocerlos en su ambiente natural, saber de ellos e irlos identificando espontáneamente, de tal manera que no se sientan vigilados, sino justamente acompañados por un profesor que le gusta compartir, mostrarse tal cual es también y que hace parte de lo que ellos son y viven en la cotidianidad.

Esta presencia, como se ha dicho, no es ni puede ser formal, con la intención de vigilar a los estudiantes, sino con el objetivo de compartir con ellos, de observarlos de manera diferente a lo que ocurre en el aula de clase, de reconocerlos en la cotidianidad sin la presión de realizarse una actividad formal del colegio; con la intención de conocerlos mejor, de apoyarlos, de ver cómo interactúan entre ellos, cómo se relacionan, qué tensiones pueden existir, a quién molestan más, a quién ignoran, quién se integra menos, entre otros muchos aspectos que se dan en la cotidianidad de la vida escolar. Posteriormente, el director de grupo o acompañante debe saber manejar lo que observa en estos espacios para guiarlos como grupo e individualmente, de manera que cumpla sus funciones y responsabilidades.

En estos espacios la principal cualidad de un buen director de grupo o acompañante es la observación detenida que permita conocerlos de manera diferente, reconociéndolos y validando lo que ellos han expresado, lo que manifiestan formalmente, para determinar si se requiere otro tipo de interacción o ajustarse las relaciones del grupo, e identificar si hay casos de aislamiento que requieran de acciones especiales, entre otros aspectos.

La convivencia escolar y la disciplina

Un elemento de vital importancia para las instituciones educativas es el manejo de la disciplina, ya que esta es usada como un medio para potenciar el desarrollo integral de los estudiantes y además un facilitador de la labor educativa en cuanto a la adquisición de conocimientos y el desarrollo de competencias (Gotzens, 2001). Ante esto, las instituciones tienen, entre otras posibilidades, la elección de usar los castigos como mecanismo de mantener la conducta disciplinada, o aplicar las sanciones como consecuencia lógica de los comportamientos inadecuados.

La diferenciación entre sanciones por reciprocidad o como consecuencia lógica del comportamiento, y los castigos, ha sido propuesta por Piaget (1932), y fue el punto de partida para conceptualizar manejos diferentes ante la conducta disruptiva o inadecuada de un estudiante en las instituciones educativas.

Esta reflexión le permite a los profesores contar con una estrategia que les ayude en su labor educativa diaria, permitiéndoles tener mayor certeza sobre la efectividad de sus acciones a la hora de formar personas más autónomas, que realicen juicios morales más complejos. Debe recordarse que la labor docente va más allá de la transmisión de conocimientos, puesto que consiste en formar sujetos competentes para la vida, con actitudes y juicios que permitan su relación diaria con otros (Defrance, 2005).

Autores como Romi y Freund (1999), Moreno, Cervelló, Martínez y Villodre (2007) afirman que los comportamientos de indisciplina son casi siempre resultado de una serie de condiciones y factores desfavorables que afectan el desarrollo normal en la institución educativa. Estos factores se pueden categorizar en cuatro, a saber: a) sociodemográficos, b) factores educativos (estilos de enseñanza, características personales del alumno, características personales del profesor), c) factores sociales, y d) factores familiares.

Downing (1996) ha estudiado las respuestas de corrección de comportamientos indisciplinados de modo reactivo, y encuentra el castigo como la estrategia más relevante. En sus trabajos ha determinado que la corrección reactiva es a menudo inapropiada, dificulta la comprensión por parte del estudiante sobre por qué recibe el castigo, y puede, de manera contraria, reforzar comportamientos inadecuados, a largo tiempo el estudiante —o la persona castigada— desarrolla sentimientos de miedo y odio hacia aquel que le castiga.

Goetzens (2001) entiende la disciplina como un instrumento que posibilita el aprendizaje de los estudiantes y que para ser conceptualizada y modificada debe verse a la luz de principios psicológicos bien conocidos y contrastados, que orienten la intervención de tal manera que se evite una mala acción disciplinaria, con consecuencias desafortunadas. Esta definición es una simple guía, pues como afirman Watkins y Wagner (1991), no se puede ni es conveniente dar una sola definición de lo que es la disciplina escolar, ya que cualquier definición sería parcial o tan general que no tendría validez ya que el fenómeno abarcado es muy complejo. Ante la imposibilidad de una definición que abarque más, Watkins y Wagner (1991) han optado por la presentación de algunos criterios que permiten caracterizar una conducta como disciplinada o indisciplinada. Estos son:

— Dependiendo del momento en que tenga lugar la acción: normalmente lo que un estudiante haga en el horario de clase se valorará de manera distinta a como se haría si dicho comportamiento ocurre fuera de ella. Incluso dependiendo del momento histórico de un grupo social puede cambiarse la categorización de una conducta como disciplinada o no.

— Dependiendo del lugar: lo que se hace dentro de la institución se percibe de manera diferente cuando se está fuera de ella. De hecho, la comparación entre diferentes centros educativos puede llevar a hablar de distintas conductas características de la indisciplina.

— Dependiendo de las personas ante las que se realice la acción: la conducta suele tener un tratamiento distinto ante personas diferentes, de tal manera que una conducta indisciplinada puede variar de docente a docente o de docente a padre de familia.

— Dependiendo de las características personales del estudiante: comúnmente la conducta de un estudiante es evaluada teniendo en cuenta anteriores comportamientos de él o como es percibido por los demás, de tal manera que si alguien canta en el salón y es conocido por sus características como cantante, no sería indisciplina, o si alguien que molesta a sus compañeros en clase por lo general se comporta de esta manera, estaría simplemente haciendo lo que siempre hace y que anteriormente había sido etiquetado como indisciplina.

— Dependiendo de quién sea el afectado: se evalúa de manera distinta una pelea entre niños de quinto grado que otra entre un estudiante de quinto con uno de tercero, de tal manera que se puede incluso calificar el primero como una gracia y el segundo como un abuso.

Como lo muestran Watkins y Wagner (1991), una falta de disciplina dependerá de quién la realice, dónde, cuándo, por qué, a quién, delante de quién, etc. En la evaluación de la disciplina se mezclan un conjunto de juicios pluridimensionales que dificultan la unanimidad. De igual manera, afirman que los docentes consideran como conductas características de la indisciplina las siguientes: el rechazo (negativa a recibir enseñanza, obedecer, hacer trabajos o aceptar la autoridad), el hablar en clase, la conducta agresiva, llegar tarde, ser mal hablado, ser insolente y ser poco diligente.

Ahora bien, no se puede olvidar, tal como lo afirma Gotzens (2001), que la disciplina tiene una función instrumental en el contexto educativo y no es el fin mismo de la educación, razón por la cual no se puede hacer de ella un propósito absoluto en los procesos formativos, puesto que su función está directamente relacionada con el mantenimiento de un ambiente que favorezca el aprendizaje y los demás procesos formativos, sin que por ello se minusvalore, pero tampoco se sobrevalore.

Por otra parte, también es importante precisar que la diferencia entre un educador que mantiene un buen clima para el aprendizaje en el aula de clase, por la construcción de un ambiente de disciplina, y uno que termina por ser arbitrario al sanciona a los estudiantes de manera despótica y autoritaria, está en la capacidad del docente de poder discriminar los comportamientos que realmente perturban la buena marcha de la clase, de aquellos que percibe como molestos, fruto de sus rarezas personales (Gotzens, 2001). De ahí que las formas como la disciplina adquiere sus prácticas en el aula de clase generalmente se las asocia a los estilos de ser de los docentes.

Finalmente, es en este contexto de la disciplina y su mantenimiento que se puede hablar de castigos y sanciones, pues están directamente relacionados con la intencionalidad de modificar el comportamiento de los estudiantes para lograr o mantener un ambiente de disciplina. No se puede olvidar que, de alguna manera, el director de grupo es la instancia más inmediata para resolver muchos de los problemas de convivencia que se dan en el ámbito escolar, de ahí la necesidad de hacer un manejo adecuado de la misma.

Actividades y momentos para el acompañamiento

A continuación se proponen algunas actividades y momentos en los que el acompañamiento como estrategia formativa de la institución se puede hacer efectivo y eficiente. Los principales elementos son:

La atención personal

Una de las características y condiciones más importantes del cuidado que un director de grupo puede y debe implementar en sus prácticas es justamente la atención personal e individualizada a los estudiantes del grupo a su cargo. Ello significa que el docente esté disponible, no siempre y en todo momento, pero sí disponible para atenderlos personalmente.

La atención personalizada e individual, unas veces puede ser iniciativa del estudiante, y otras, del profesor. Lo importante es que al menos no pase un mes sin que el director de grupo haya conversado con todos sus integrantes. Hay estudiantes que lo buscan de manera natural, e incluso en ocasiones terminan por generar casi una dependencia de él, sin embargo, hay otros que son más tímidos o tienen algún tipo de prevención o aprensión y por ello no interactúan con su director de grupo. En ambas situaciones, el profesor debe poseer la capacidad de discernimiento necesaria para ponerle límites a uno y vincular al otro.

La atención o el cuidado personal e individual es irremplazable por otras actividades o métodos de trabajo grupal, pues con ella es que se evidencia el reconocimiento de la individualidad y la particularidad que posee cada estudiante de un determinado grupo o curso. La atención personal es el mejor recurso para desbaratar los prejuicios, tanto del director de curso, como del acompañado, al facilitar el encuentro real con las carencias, ambiciones, sueños, virtudes, temores y necesidades (Ramírez, 2003).

Este espacio de atención personal hace que el estudiante se sienta realmente acompañado, pero sobre todo, individualizado en lo que es como persona, que sienta que no es un número o alguien más del montón. Para que este espacio sea efectivo y cumpla sus objetivos es recomendable que la actitud del acompañante sea más de escucha que de consejería. Un diálogo interpersonal debe partir de las necesidades e intereses del acompañado, comenzando por aspectos muy generales de su vida personal y familiar, hasta avanzar hacia temas más privados y confidenciales, propuestos libremente por el acompañado. Generalmente la actitud de apertura y disponibilidad sin manipulación abre posibilidades de un diálogo cada vez más profundo (Ramírez, 2003).

En este proceso del acompañamiento personal hay dos elementos finales que deben tenerse en cuenta: un buen director de grupo es como un espejo que refleja cuanto está viendo, de tal manera que por lo general no se trata de aconsejar o dar soluciones, sino de hacer preguntas inteligentes, de reflejar lo que se ve, de señalar puntos problemáticos, o simplemente, de escuchar. Y el segundo elemento es que, si bien se ha afirmado mucho la confidencialidad y la discreción del docente acompañante, también debe decirse que cuando el profesor perciba o se dé cuenta de que el estudiante tiene problemas graves o complejos, proceda a remitirlo o informar su percepción, ya sea a alguno de los profesionales especializados de la institución o a un directivo, de tal manera que se atienda de manera rápida y efectiva la situación. Siempre será mejor ser más cuidadosos y extremar las estrategias de protección y ayuda, que tranquilos y negligentes.

Espacio de atención para padres de familia

Otra estrategia fundamental en el proceso de acompañamiento de un estudiante es la comunicación fluida y efectiva con los padres de él. Esta comunicación es necesaria para muchas cosas, entre las que se encuentran: validar las percepciones que los docentes puedan tener sobre los estudiantes, informar aspectos relevantes de los procesos formativos y académicos de estos, unificar criterios formativos en aquellos aspectos relevantes para un estudiante en particular, hacer seguimiento a compromisos y tareas especiales, hacer seguimiento a apoyos externos o internos, y en todo lo demás que sea fundamental para el éxito del estudiante en todos los procesos de la institución educativa.

En las citas con los padres de familia se les debe informar sobre la visión general que tiene el director de grupo o acompañante sobre sus hijos, cuidando de no violar la confidencialidad sobre asuntos que estos les han confiado. En caso de conocer algún aspecto que requiera especial cuidado o atención desde la casa, este espacio se debe emplear para ello. Y en esta última circunstancia, si el director de grupo o acompañante requiere de apoyo, lo puede solicitar, dependiendo del caso y la situación, a un profesional especializado de la institución o a un directivo. Lo importante es que todo se haga para el bien de los estudiantes.

Finalmente, es conveniente que el docente director de grupo o acompañante, en su horario escolar, asigne un espacio por ciclo, dispuesto para la atención a los padres de familia, y lo dé a conocer, tanto a los estudiantes como a los padres de familia, a fin de que estos puedan solicitar citas con anterioridad. Este horario se debe respetar para garantizar tan importante contacto con las familias y atender debidamente sus necesidades o sugerencias.

Reuniones de seguimiento

Eventualmente, las direcciones de las escuelas o las instancias académicas de la institución podrán convocar a reuniones especiales de seguimiento para un curso o grado determinado, en las que de manera interdisciplinaria se analicen los casos de estudiantes con situaciones o necesidades especiales en los aspectos académico, convivencial y socioafectivo. En dichas reuniones los directores de grupo o acompañantes desempeñan un papel relevante, puesto que son quienes más conocen a los estudiantes, tienen un visión más específica de sus fortalezas y debilidades, así como de sus necesidades.

Se puede entender por seguimiento el conjunto de acciones realizadas por un equipo interdisciplinario de profesionales de la psicología, psicopedagogía, los directivos y los profesores, que, fundamentados en el proceso de evaluación cualitativa, puede dar cuenta del desarrollo de los estudiantes, a través del análisis e interpretación sistemática de su desempeño escolar en los ámbitos académico, convivencial y socioafectivo. Su objetivo es identificar y analizar diferentes situaciones individuales o grupales en los ámbitos de desempeño mencionados, que se presentan en la vida escolar, con el fin de proponer e implementar estrategias que atiendan estas circunstancias y promuevan la formación integral.

El seguimiento implica realizar un proceso de integración de las diferentes disciplinas que están vinculadas al ejercicio pedagógico para enfrentar las situaciones y problemáticas que se derivan del quehacer pedagógico; busca, además, comprender y dar respuesta a esas situaciones y problemáticas a través de la interacción, la comunicación, la construcción colectiva y el enriquecimiento recíproco de los diversos campos del saber que intervienen en el proceso de formación integral.

Los aspectos que se tienen en cuenta para el análisis de los casos que van a seguimiento son los siguientes:

— El desarrollo de los estudiantes en lo que concierne a los procesos de formación académica de cada una de las áreas o asignaturas, tanto a nivel grupal como individual, de acuerdo con la etapa de desarrollo planteada y los niveles de logro esperados, con el propósito de generar estrategias pedagógicas que promuevan un óptimo desempeño de los estudiantes en ellas, o de atender las posibles dificultades que se puedan estar presentando.

— Las actitudes y comportamientos de los estudiantes y de los grupos, con miras a propiciar una reflexión, a plantear estrategias que contribuyan a generar procesos de desarrollo moral, de socialización, de convivencia civilizada, de respeto y valoración de los deberes y derechos de todos los miembros de la comunidad educativa.

— Las características psicológicas de los estudiantes (rasgos de carácter y estados de ánimo) y la dinámica familiar, con el objetivo de comprender su vida emocional y plantear estrategias que contribuyan a un mejor desarrollo en estos aspectos.

— Las estrategias que cada docente ha implementado en el espacio de su clase para atender las dificultades de los estudiantes, de manera individual, al desarrollar los procesos académicos propios de la materia a su cargo, saber cuáles han funcionado y cuáles no, con el fin de pensar y diseñar nuevas estrategias de atención a los problemas y dificultades académicas, socioafectivas y convivenciales que los estudiantes estén presentando.

— Una perfecta y completa descripción de cada uno de los estudiantes que es llevado a seguimiento, porque muchos de los problemas o de las dificultades que allí se analizan pueden tener explicaciones, razones o causas en condiciones específicas que, si no se conocen plenamente, no podrán resolverse.

— Todas las demás que son propias del énfasis y la intencionalidad formativa de la institución educativa, de tal manera que contribuyan a su realización y acompañamiento, desde el proceso que en este equipo interdisciplinar se planteen, diseñen y ejecuten.

Hora formativa de dirección de grupo

Es habitual que en los horarios semanales de las instituciones educativas se incluya un espacio o una hora de trabajo dedicada a los procesos formativos de los estudiantes, que generalmente se halla en manos de los directores de grupo. Es un espacio de trabajo, en el cual estos docentes trabajan con los estudiantes y lo emplean para llevar adelante el programa de dirección de grupo y acompañamiento a los estudiantes.

En dicho espacio de dirección de grupo se debe buscar abordar ejercicios, actividades, estrategias, en torno a los principales temas que son de orden formativo y que no hacen parte de lo planificado por cada una de las áreas o asignaturas del plan de estudios de la institución educativa. En estos espacios, entre otras cosas, se pueden trabajar asuntos como los siguientes:

— Temas y asuntos del programa de formación en la afectividad y la sexualidad de los estudiantes.

— Temas y asuntos de las estrategias institucionales implementadas para prevenir el consumo de sustancias psicoactivas como alcohol, tabaco y sustancias psicoactivas.

— Formación en la autonomía y en el uso adecuado de la libertad, en la perspectiva de la búsqueda del desarrollo moral de los estudiantes.

— Temas, asuntos y estrategias propias del programa de formación ética y desarrollo moral de los estudiantes y que hagan parte de lo propuesto por la institución.

— Temas y asuntos de hábitos de estudio, función ejecutiva, manejo de estilos de aprendizaje y todo lo que hace parte de estrategias y elementos para el éxito académico.

— Hacer seguimiento al proyecto anual de curso que previamente se haya formulado.

— Hacer seguimiento individual o grupal a dificultades académicas o convivenciales que el grupo esté presentando.

— Realizar asambleas en las que se construyan normas, se debatan dilemas morales, se aborden asuntos sociopolíticos del contexto mundial o nacional, que bien valen una reflexión y contribuyen a la formación de los estudiantes.

— Trabajar en proyectos o actividades de programas o políticas especiales que la institución haya formulado con anterioridad, entre otros.

— Tener un espacio de celebración de algo significativo para el grupo como cumpleaños, eventos especiales u otras actividades que les permita crecer como grupo.

El director de grupo, quien es su acompañante, debe ser consciente de que la responsabilidad de este espacio no recae única y exclusivamente sobre él, sino que muchas de las actividades que allí se hacen pueden ser fruto del trabajo colaborativo, del trabajo de todos los integrantes del grupo, o de algún invitado especial. Adicional a esto, dicho espacio no se debe usar como un momento en el que se dan informes, se avanza en una clase o en contenidos que se ‘encuentren atrasados’, o se hagan tareas que no correspondan con el cuidado de los estudiantes.

Espacio diario de encuentro con los estudiantes

Se refiere al espacio3 de quince a veinte minutos diarios que las instituciones interesadas en los procesos formativos de los estudiantes incluyen en el horario de cada día, y que es y debe ser atendido por el acompañante de grupo. Este es un espacio de encuentro entre el director de grupo y su curso, donde el objetivo es tener un encuentro entre el director de grupo y su curso, con la finalidad de captar la atención de los estudiantes de su grupo, motivándolos a una actitud de reflexión y formación, frente a temas o situaciones especiales de orden escolar, regional, nacional o mundial que requieran atención y puedan contribuir a la formación de ellos. También busca brindar y obtener la información necesaria para el buen desempeño del grupo y aproximarse a la realidad cotidiana de los estudiantes, sus problemas, ausencias y demás aspectos de la vida del grupo que requieran atención y cuidado por parte del director de grupo o de la institución, entre otros asuntos.

El espacio de encuentro diario no es un tiempo para que los estudiantes estudien o preparen una evaluación, no es un tiempo libre para hacer lo que quieran, no es un espacio para prolongar la clase, no es un espacio para contar chistes, ni debe ser un momento en el que un profesor improvisa un discurso sobre algún asunto que él considera relevante o hace ‘alguna cosa’ para cumplir.

Los elementos básicos de un espacio de esta naturaleza pueden ser los siguientes:

— El educador debe llegar al aula a tiempo y, en el mejor de los casos, es recomendable que reciba en la puerta a cada uno de los estudiantes, a medida que ellos van ingresando. Es un buen momento para observar su presentación personal y el porte de su uniforme, el estado de ánimo, entre otros. Este hábito estimula en los estudiantes la puntualidad

— Este es un buen momento para conocer, a través de los mismos estudiantes del grupo, la razón por la cual uno o varios de ellos faltaron a la institución.

— Reclamar y enviar al responsable las excusas presentadas por los estudiantes que no asistieron el día anterior. Si un estudiante, habiendo faltado, regresa y no presenta una excusa escrita firmada por sus padres, este es un espacio para dialogar con él, indagar las razones de su ausencia y, sobre todo, conminarlo a presentar la excusa.

— Trabajar en proyectos o actividades de programas o políticas especiales que la institución previamente haya formulado.

— Compartir con los estudiantes información relevante sobre aspectos cotidianos de la vida escolar. Esta información puede provenir de la Dirección, la Rectoría, la jefatura, la Administración, o de cualquier otra instancia de la institución. Aquí es válido, en ocasiones, conceder a alguno de los representantes del grupo un espacio para que entreguen a sus compañeros información específica y necesaria para la buena marcha del grupo. También se han de recibir de los estudiantes los desprendibles, carpetas o cualquier otro tipo de información o constancia que ellos deben traer firmada por sus padres.

— Hacer con los estudiantes una reflexión que se convierta en motivación, en una voz de ánimo, en dinamizador de las voluntades y conciencias de los estudiantes, para que a través de su esfuerzo, de su compromiso personal y grupal, lleven a la práctica la excelencia académica que la institución busca.

No se debe olvidar que el espacio de encuentro es un momento central, donde el docente director de grupo o acompañante genera procesos a nivel grupal. Por eso es importante tener claro qué líneas formativas específicas se requiere desarrollar, acorde con las necesidades del grupo. Para hacerlo posible es muy importante la creatividad y motivación con que se hagan estas tomas de contacto. El ideal es ir contagiando a los estudiantes de esta energía para que, en varios momentos, sean ellos mismos los que lideren, pero siendo cuidadoso de no obligar a nadie a hacerlo, en caso de constatar falta de disposición o interés.

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