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Por Todos los Medios Necesarios

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Aus der Reihe: Un Thriller de Luke Stone #1
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Por Todos los Medios Necesarios
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Wird gelesen Hector Almenara
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Capítulo 25

"¿Cómo te fue ahí abajo?", dijo Ed.

Estaban parados en el borde de la plataforma para helicópteros viendo una multitud de personas bajando de un helicóptero que acababa de aterrizar y corriendo hacia la seguridad de la entrada de Mount Weather. Luke reconoció al representante de Estados Unidos por Vermont entre ellos.

Se encogió de hombros. "Les dije lo que sé. Me dijeron muchas gracias, preferimos creer otra cosa".

"Suena bastante bien", dijo Ed.

"No quieren ir a la guerra con Irán", dijo Luke.

Ed se encogió de hombros. "No puedo decir que los culpo. La guerra es el infierno".

El responsable de la circulación del helipuerto agitó unas varitas de color naranja brillante hacia Luke y Ed dándoles luz verde. Se agacharon y corrieron hacia el helicóptero. Sólo había una plataforma activa en esta entrada y habían helicópteros entrando y saliendo cada dos minutos o menos.

Tan pronto como Luke y Ed estuvieron en el interior del helicóptero, despegó de nuevo. Ed cerró la puerta de un tirón unos seis metros por encima del suelo. Luke se dejó caer en el asiento y colocó su cinturón de seguridad. Estaban solos en el interior de una máquina construida para transportar ocho pasajeros. Una gran cantidad de gente civil del gobierno estaba volando fuera de Washington, DC hacia Mount Weather. No muchos estaban volando de nuevo hacia la ciudad.

Echó un vistazo a su reloj. Eran las 12:35. Más de once horas desde que Don lo había llamado. Alrededor de treinta horas desde que había despertado ayer por la mañana. Contando el par de veces que había cabeceado, probablemente no había dormido treinta minutos desde ayer.

Se elevaron por encima del extenso complejo de búnker. Desapareció detrás de ellos y pronto la vista era de bosques verdes y montañas bajas y escarpadas. El cielo estaba negro por los helicópteros en espera de su turno para aterrizar. Mirando hacia el este, había una línea casi ininterrumpida de helicópteros en el aire, en fila india, todo el camino hasta el horizonte. Luke miró al suelo. Había una carretera allí abajo. Los carriles hacia el oeste estaban atestados de tráfico a paso de hombre. En los carriles hacia el este, un puñado de coches iban zumbando.

"Va a ser una buena noche para el negocio de moteles en Virginia Occidental", dijo Ed.

"Pennsylvania, Maryland, Carolina del Norte", dijo Luke. "Probablemente no habrá un cuarto vacío en trescientos kilómetros".

Ed asintió. "Y un montón de gente durmiendo en coches".

Luke miró la cara de Ed. Se había lavado en el baño de hombres, por lo que al menos estaba limpia. Sin embargo, el Servicio Secreto lo había maltratado peor de lo que lo habían hecho con Luke. Tal vez fue una venganza por haber noqueado a dos de sus agentes en la Oficina Oval. Tal vez fue porque era negro. Difícil de decir. Sin embargo, su ojo estaba casi cerrado por la hinchazón ahora. Tenía un par de protuberancias oscuras en la línea de la mandíbula que se iban a convertir en unos lindos moretones. Y se veía cansado. Agotado.

"Viejo, te ves como la mierda".

Ed se encogió de hombros. "Deberías ver al otro tipo".

"¿Vas a presentar un reclamo de compensación al trabajador?".

Ed negó con la cabeza. Sonrió. "No, probablemente sólo te voy a demandar por imprudencia temeraria. ¿Cómo está tu seguro de mala praxis? ¿Al día?".

Luke rió. "Buena suerte con eso. Por cierto, no estamos más suspendidos".

Ed levantó una ceja. "¿Estuve alguna vez suspendido?".

"No lo sé. Tal vez estabas. Tal vez no lo estabas. Pero no lo estás ahora. Además, tienes un nuevo jefe".

"¿Oh si? ¿Quién es?".

Luke bajó la mirada hacia la carretera. El atasco de tráfico continuaba hasta donde se podía ver. "El Presidente de los Estados Unidos de América", dijo.

Capítulo 26

1:15 p.m.

McLean, Virginia – Sede del Equipo de Respuesta Especial

Luke nunca había realmente mirado las fotos de Don Morris antes. Las paredes de su despacho estaban cubiertas de fotos. Por otra parte, Luke realmente nunca había estado parado en la oficina de Don sin nada que hacer antes tampoco. Don por lo general estaba aquí cuando Luke entraba.

Las fotos eran sorprendentes. En una foto, un Don mucho más joven estaba de pie con Arnold Schwarzenegger mostrándole al actor un gran lanzagranadas MK-19. En una más reciente, Don le estaba haciendo un movimiento de jiu-jitsu a Mark Wahlberg. Wahlberg estaba invertido con las piernas en el aire con la cabeza en su camino hacia una alfombra de seguridad. Luke sabía que a Don a veces le consultaban desde Hollywood ayudando a hacer parecer la utilería cinematográfica vagamente realista.

Había más. Aquí estaba Don recibiendo lo que parecía una Estrella de Bronce de Jimmy Carter. Aquí se estaba dando la mano con Ronald Reagan. Aquí había una con Bill Clinton. Aquí había una de Don con un brazo paternal abrazando a Susan Hopkins. Y otra de Don de pie cerca de un río con el actual Presidente de la Cámara ambos hombres con equipo de pesca con mosca. Aquí estaba Don dirigiéndose a un comité del Congreso.

Luke sintió una presencia detrás de él en la habitación.

"Hola, hijo", dijo Don.

"Hola, Don. Grandes fotos". Luke se volvió hacia él. "Sí que andas mucho, ¿eh?".

Don entró del todo a la habitación. Llevaba una camisa de vestir y pantalones. Su lenguaje corporal era relajado pero sus ojos eran agudos. Se sentó detrás de su gran escritorio e hizo un gesto hacia la silla frente a él.

"Toma asiento. Descansa un poco".

Luke lo hizo.

"La política…", dijo Don, "… es la guerra por otros medios. El trabajo en red es una gran parte de cómo he mantenido funcionando este lugar. Nuestra gente hace un gran trabajo pero si los peces gordos no saben de él entonces nos quedamos sin trabajo. Para los contadores somos un artículo casi tan importante como el que está marcado como Varios".

"Está bien", dijo Luke.

"Veo que te diste una ducha", dijo Don. "¿Te refrescaste un poco?".

Luke asintió. Las duchas aquí eran de primera clase. Y tenía dos cambios de ropa en su armario, incluso mientras se encontraba de licencia. No se sentía al cien por cien, pero estaba mucho mejor que antes.

"Estuvo cerca hoy, ¿eh?".

"Creo que hemos estado aún más cerca", dijo Luke.

Don sonrió. "De cualquier manera, me alegro de que no estés muerto".

Luke le devolvió la sonrisa. "Yo también".

"¿Seguimos siendo compañeros?", dijo Don.

Luke no estaba seguro de cómo responder a eso. Habían estado juntos mucho tiempo. Hasta hoy, nunca había habido un momento, ni uno, en el que Luke pensara que Don no lo respaldaba. Hoy  había habido dos momentos así. Y en ambos casos, los instintos de Don habían estado equivocados. Don había estado patinando en una dirección y el disco había estado deslizándose a toda velocidad en la otra dirección. Si Luke hubiera escuchado a Don, entonces el Presidente, la Vicepresidente y un montón de otras personas habrían muerto.

Fue un cambio profundo, tanto como ver un iceberg del tamaño de Kentucky desprenderse de la Antártida y caer en el océano. Era una cosa enorme para presenciar pero las implicaciones de eso eran aún más grandes.

Tal vez Don se estaba poniendo viejo después de todo. Tal vez estaba viendo el colapso del Equipo de Respuesta Especial a su alrededor; esta organización que había construido por más de diez años y estaba asustado. Tal vez su desaparición le estaba dando un aviso de su propia mortalidad. Tal vez eso estaba nublando su juicio. Luke estaba dispuesto a creer en estas cosas.

"Siempre vamos a ser compañeros", dijo Luke.

"Bien", dijo Don. "Ahora escucha, todavía estás suspendido. No he podido moverlos de esa posición en absoluto. Creo que van a dejarlo sin efecto pero puede ser un día o dos, así que te voy a enviar a casa. ¿Estás de acuerdo con eso?".

"Don–"

"Yo no me preocuparía por eso, hijo. Estabas con permiso de ausencia de todos modos. Después de todo lo que has hecho te mereces un par de días de descanso. Diablos, te ves como algo que arrastró hasta aquí el gato".

"Tengo nuevas órdenes, Don".

El rostro de Don estaba firme. "¿Con qué autoridad?".

Luke lo miró directamente a los ojos. "Con la del Presidente. Me dijo que siga adelante con las pistas que conseguimos esta mañana y luego lo informe a su equipo de seguridad en Mount Weather. Me gustaría hacer eso con la gente de aquí en ERE pero me dijo que si tengo algún problema que pondrán los recursos del Servicio Secreto a mi disposición".

Don sonrió pero la sonrisa no llegaba a sus ojos. Luke sintió una pequeña punzada por eso. El ERE se tambalea por el borde y ahora el Presidente estaba tomando agentes de Don. A pesar de ello, Don necesitaba ponerse a la altura de las circunstancias. No se trataba de egos o de presupuestos de la agencia. Se trataba de hacer un trabajo.

Don miró la tapa de su escritorio. "Bueno, si el Presidente lo ordenó, no veo cómo puedo decir que no. Tampoco veo cómo puede decir que no el director del FBI. Hasta que escuche lo contrario, tienes todo lo que necesites".

*

La cabeza sin cuerpo de Trudy Wellington apareció en el monitor de panel plano en la pared.

Luke, Ed Newsam, Don Morris y media docena de miembros del Equipo de Respuesta Especial se sentaron en la sala de conferencias. Se repartió comida de verdad a lo largo de la larga mesa negra: sándwiches de la tienda de delicatesen a menos de dos kilómetros de la sede. El de Luke era de picadillo de carne y col en pan integral de centeno.

Miró a Ed. Ed también se había duchado y cambiado. Llevaba un mono negro del ERE ahora. Sostenía una compresa fría sobre su ojo. Se había devorado dos sándwiches y tenía una gran taza de café frente a él. La taza era negra con letras rojas: JET FUEL. Ed se veía alerta, inmenso, formidable; un hombre diferente del de hace media hora. Fuera de la cara rota y los ojos hinchados, era prácticamente el mismo hombre que Luke había conocido esa mañana.

 

"Chicos, ¿me oyen bien?", dijo Trudy.

"Te oímos bien", dijo Don.

"¿Se ve bien la salida de vídeo?".

"Para mí se ve bien. ¿Está Swann allí contigo?".

"Está justo detrás de mí. Él estableció este uplink".

"Bien", dijo Don. "¿Qué tienes para nosotros?".

"Bueno, tenemos un caos", dijo Trudy. "La Guardia Nacional se ha movilizado. Todos y cada uno de los vehículos en todos los puentes y túneles de Manhattan están siendo revisados. El tráfico está paralizado en todos lados. Las grúas están quitando coches aparcados para abrir carriles para vehículos de emergencia. La policía tiene el metro y trenes suburbanos bloqueados. Está abierta una entrada y salida en cada estación de metro y cada persona que entra es revisada. Cada bolso es abierto. Las colas son de varias cuadras de largo. Las multitudes en el Times Square se habían hecho tan grandes que la policía cerró la estación de metro de allí y despejó la plaza. Al menos diez mil personas están caminando hacia el norte hacia Central Park. Son abundantes en esa zona los informes de vandalismo, vidrieras rotas en su mayoría".

"¿Qué más?", dijo Don.

"En estos momentos, cientos de miles de personas están caminando a través de los puentes de Brooklyn, Manhattan, Williamsburg, Calle 59, George Washington y Calle 138 fuera de Manhattan. Parece que fuese once de septiembre de nuevo. En su mayoría, las personas están calmadas pero no quiero ni pensar lo que sería este lugar si el ataque hubiese ocurrido aquí".

"¿Alguna noticia de la furgoneta  de la lavandería?", dijo Luke. "No sabemos qué materiales radiactivos se utilizaron en el ataque a la Casa Blanca. Con la furgoneta todavía en la calle, siempre existe la posibilidad de un segundo ataque".

"Estamos en eso", dijo Trudy. "Eldrick Thomas, ¿lo recuerdan? Fue encontrado en un estacionamiento del puerto de Baltimore. Ese estacionamiento está justo al lado de una rampa de salida de la I-95. Es uno de los puntos calientes de tráfico de drogas y prostitución por lo que la policía de Baltimore tiene cámaras de vigilancia en la parte superior e inferior del camino que conduce al estacionamiento. La cámara en la parte inferior, que está justo en la entrada del estacionamiento, ha sido desactivada probablemente por la misma gente a la que está destinada a vigilar. La cámara en la parte superior sigue funcionando. Swann, ¿puedes cargar los vídeos?".

La pantalla se dividió en dos. En el lado izquierdo, Trudy estaba mirando algo fuera de la vista de la cámara. En el lado derecho, apareció un video pixelado. Mostraba una carretera de cuatro carriles en un semáforo. La carretera estaba vacía.

"Acabamos de recibir esto hace media hora", dijo Trudy. "Por alguna razón, el Departamento de Policía de Baltimore estaba reacio a entregarlo. Hubo un momento en que pensé que íbamos a tener que ir a un juez federal".

Mientras observaban, una furgoneta de reparto blanca apareció en la pantalla. El logotipo en el costado de la furgoneta estaba claro. Servicio de Lavandería Dun-Rite. La furgoneta giró a la derecha, lo que hacía que enfrentara a la cámara directamente.

"Está bien, Swann, detenlo justo allí", dijo Trudy. "Se puede ver la placa de matrícula. Está borrosa, pero la desciframos. Placa comercial de Nueva York, AN1-2NL. Las mismas placas que estaban en la furgoneta cuando la vimos por primera vez en la cámara cerca del Centro Medical Center. Ahora observen cuando se va".

El vídeo saltó y la furgoneta desapareció. En un momento, estaba de nuevo, esta vez de espaldas a la cámara. Luke pudo distinguir algo borroso color naranja en donde debería estar la placa de matrícula.

"Esto es veinte minutos más tarde", dijo Trudy. "¿Ven la placa? Es una placa residencial de Nueva York, 10G-4PQ. Ahora vean cuando gira a la izquierda para volver a la carretera. ¿Ven eso? El logotipo de lavandería se ha ido. Muy inteligente".

"Entonces, ¿qué estamos haciendo al respecto?", dijo Luke.

"Hay órdenes de busca y captura en todas las fuerzas de policía municipal en un radio de quinientos kilómetros. Los helicópteros de Maryland y de la Policía del Estado de Virginia están en el aire con imágenes fijas de estos vídeos escaneando cada furgoneta blanca en las carreteras".

"¿Y si la guardaron en un garaje?", dijo Ed.

Trudy sacudió la cabeza. "No importa. Las últimas ocho horas de imágenes de todas y cada una de las cámaras de tráfico en Maryland y Virginia han sido enviadas a una empresa en la India. En este momento, cuatro centenares de personas en Delhi están viendo el tráfico grabado en vídeo con una sola tarea: ver cada furgoneta blanca y encontrar la de placa de matrícula naranja de Nueva York que sea 10G-4PQ. Hay bonos para los trabajadores y la empresa que se activan por la rapidez con la que la encuentren y no por el número de horas que trabajen. Alguien va a detectar ésa furgoneta muy pronto y, una vez que lo hagan, va a ser un simple asunto de seguir todas las luces de la calle que pase hasta que se detenga".

"Quien sea que está en esa furgoneta va a estar desesperado", dijo Luke. "Ya han perdido dos de sus tipos. Si sienten que nos estamos acercando, es probable que se inmolen. Cuando alguien encuentre esa furgoneta, quiero que nosotros, es decir el ERE, estemos en la escena. Tenemos que atrapar a esa gente viva".

"Vamos a hacer lo mejor que podamos", dijo Trudy. "Pero había que poner las cartas boca arriba. Hay cincuenta fuerzas policiales con esta información y una docena de agencias de inteligencia. Si la guardábamos para nosotros, el peligro era que nunca la encontráramos".

"Lo entiendo", dijo Luke. "Pero si tomamos el Little Bird, podemos estar en cualquier lugar y aterrizar en casi cualquier lugar con bastante rapidez. Sólo danos algún tipo de aviso".

"Lo haré", dijo.

"Ahora ¿qué pasó con Ali Nassar?".

"Para eso, es necesario hablar con Swann".

Trudy desapareció y apareció la cara de Mark Swann. "Luke, enviamos un equipo de tres hombres para extraer a Nassar de su apartamento. Por desgracia, llegaron allí unos minutos tarde. Cuando llegaron, Nassar ya se marchaba con un contingente de seguridad a la misión iraní. Estaban armados, mostrando sus armas. No queríamos correr el riesgo de un tiroteo en la calle y, francamente, nuestros chicos estaban superados en número y en armamento".

"¿A dónde fueron?".

"Esto fue antes de que la Casa Blanca fuera atacada por lo que el tráfico era bastante tranquilo. Llegaron al centro y trajeron a Nassar dentro de la misión iraní en la Tercera Avenida. El lugar está bien cerrado. Se necesitaría un ejército, además de algunas bajas, para llegar allí y sacarlo. A falta de una declaración de guerra, no vamos a hacerlo, e incluso si lo hiciéramos, probablemente lo encontraríamos muerto".

"Mierda", dijo Luke.

"No te inquietes", dijo Swann. "La CIA ha conseguido plantar más de doscientos dispositivos de escucha en ese edificio con el paso de los años. Once de ellos están todavía activos. Es un edificio grande, pero la voz de Nassar fue capturada en al menos dos de los dispositivos. Se escucharon muchas discusiones cuando lo trajeron. Es todo en persa, por lo que no nos sirve de mucho, pero la CIA tiene traductores y mi conexión de Langley me dio la primicia sobre lo que se decía. Ellos lo van a pasar de contrabando fuera del país posiblemente tan pronto como hoy".

"¿Cómo van a hacer eso? Todos los vuelos están anclados".

Swann levantó un dedo. "Todos los vuelos comerciales están anclados. Los vuelos privados aún están despegando. Hay un avión privado en el aeropuerto Kennedy cargado de combustible y listo para salir. La misión iraní está a pocas cuadras del túnel de Midtown. Siempre y cuando el tráfico se disipe, es un tiro recto a través del túnel a la Autovía Van Wyck y hacia el Kennedy".

"¿Podemos hacerlo arrestar si sale?".

Swann se encogió de hombros. "La policía de Nueva York y Seguridad Nacional no están cooperando. Creo que Begley está molesto por que tenías razón y le va a salir el tiro por la culata con esto. Podríamos detener a Nassar nosotros mismos si estamos dispuestos a luchar por él y si no sale con algún tipo de disfraz o escondido en el maletero de un coche".

"Quiero que vigilen cada salida de esa misión", dijo Luke. "No podemos dejar que se escape, incluso si esto significa que nosotros–"

"¿Luke? ¿Luke?", la voz de Trudy había regresado pero no su rostro. "Luke, estamos recibiendo inteligencia sobre la furgoneta. Se ha descubierto. La siguieron hasta un depósito de chatarra en el noreste de DC. Está aparcada. Vamos a tener las imágenes de satélite en unos treinta segundos".

Luke ya estaba de pie. Miró a la silla de Ed Newsam. Newsam no estaba en ella. Luke miró hacia la puerta de la sala de conferencias. Ed estaba en la puerta manteniéndola abierta.

"Te estoy esperando", dijo Ed.

Luke miró a su alrededor en la sala de conferencias. Don estaba sentado en su silla mirando hacia adelante.

"¿Don?".

Él asintió con la cabeza.

"Vete".

Capítulo 27

1:45 p.m.

Ivy City – Noreste de Washington, DC

El hombre era un fantasma.

No tenía nombre. No tenía familia. No llevaba identificación. Si se le tomaran las huellas digitales, sus huellas no aparecerían en ninguna base de datos criminal o militar que existiera. Tenía un pasado, por supuesto que sí, pero no importaba ahora. Se había apartado de esa vida pasada y luego se había apartado del hombre que una vez había llevado esa vida. Ahora vivía en una especie de eterno presente. El presente tenía sus recompensas.

Estaba tumbado boca abajo en el techo de un edificio de tres pisos abandonado; él y su rifle de largo alcance, el THOR M408. Él pensaba en el rifle como el poderoso Thor y él y el rifle actuaban como uno. Era su sistema de soporte vital. Era la fuente de su expresión creativa.

Alrededor de ellos, el techo estaba colmado de basura desechada. Ropa, cajas, un antiguo horno de microondas, una televisión en blanco y negro destrozada. Había un carrito de compras oxidado allí arriba así como toda la transmisión de lo que probablemente había sido una vez una camioneta. ¿Cómo o por qué alguien había llevado esa cosa allí arriba…?

No valía la pena pensar en eso.

El edificio, tan dilapidado como estaba, había sido recientemente abandonado. A la fuerza. Hasta esta mañana, era el hogar de ocho adictos a la heroína que se refugiaban allí cada noche. Sus colchones manchados, sus ropas desechadas, sus agujas sucias y sus patéticos suvenires se esparcían a lo largo de las distintas habitaciones. Sus divagaciones de grafiti sin sentido estaban por todas las paredes y escaleras. El hombre había caminado a través de todo eso en su camino a este techo. Era todo un espectáculo.

Los adictos habían sido arreados en silencio y apartados antes del amanecer. El hombre no tenía idea de cuál era su destino, ni le importaba. Estaban en el camino así que había que eliminarlos. Probablemente sería un favor para todos, incluido para ellos mismos, si los mataran.

El hombre respiró profundamente y cerró los ojos durante unos segundos. Cuando los abrió de nuevo, volvió a avistar el objetivo. Se tumbó bajo un remanente de un viejo toldo verde, de esos que la gente solía utilizar para cubrir sus patios laterales para impedir la entrada de la lluvia. El supresor de sonido gigante de su rifle era la única parte de él que era visible desde el exterior. Sí, estaba muy seguro de que nadie podía verlo aquí. Y nadie escucharía el disparo cuando lo hiciera.

La mira se centraba en la puerta del pasajero delantera de una furgoneta blanca estacionada en un depósito de chatarra a dos calles de aquí. La potente mira hacía que la puerta de la furgoneta pareciera estar a unos pocos centímetros de distancia. El hombre preferiría disparar ahora, pero el resplandor del sol hacía que sea difícil ver a través de la ventana. De todos modos, las instrucciones eran esperar hasta que la puerta se abriera y el sujeto saliera.

Ese era todo el trabajo. Esperar hasta que la puerta se abriera y un hombre saliera. Disparar un tiro en la cabeza del hombre. Desmembrar el poderoso Thor. Deslizarse por debajo del toldo y bajar las escaleras a la calle. Un coche anodino estaría esperando en frente del edificio. Sentarse en el asiento del pasajero y dejar que alguien que nunca había conocido lo aleje del lugar.

Había más que eso, algo sobre un vagabundo borracho que luego deambularía en el depósito de chatarra para hacer sus necesidades y eliminaría cualquier teléfono y otro dispositivo de comunicación rastreable. Pero eso no era asunto del hombre y no sabía nada más sobre el vagabundo. Las calles de por aquí estaban abarrotadas con vagabundos andrajosos borrachos con vino y cerveza. Podría ser cualquiera de ellos.

 

El hombre en el techo no era un vagabundo. Llevaba un uniforme marrón de hombre de mantenimiento y cuando abandone el edificio estaría cargando una caja de herramientas. Nadie lo miraría dos veces. Probablemente era un representante del propietario ausente y había venido a solucionar algún problema de menor importancia en el edificio.

Hasta ese entonces esperaba. Y observaba la puerta de esa furgoneta.

*

Nada tenía sentido ya.

Ezatullah Sadeh estaba sentado en el asiento del pasajero delantero de la camioneta blanca. Acababa de despertar de un sueño febril lleno de pesadillas. Su cuerpo y su ropa estaban empapados de sudor.

Temblaba, aunque sabía que debía ser un día cálido. Había estado vomitando más temprano pero parecía haberse detenido. Miró el teléfono y vio que era ya bien entrada la tarde. También vio que no había ningún mensaje para él.

La confianza que había sentido esta mañana hacía mucho tiempo que se había evaporado. Se había sustituido por confusión. Estaban estacionados en un estacionamiento de tierra lleno de maleza y de coches desguazados y basura. Fuera de las puertas del depósito de chatarra era un barrio pobre. Era un típico suburbio americano de hormigón con tiendas lúgubres apretujadas, multitudes de mujeres llevando bolsas de plástico y esperando en puestos de autobuses, borrachos en las esquinas sosteniendo latas de cerveza en bolsas de papel marrón. Podía oír los sonidos del barrio desde aquí: tráfico de automóviles, música, gritos y risas.

Las últimas instrucciones que había recibido eran venir aquí a este estacionamiento. Eso fue temprano esta mañana en Baltimore, justo antes de que perdieran a ese tal Eldrick. Ezatullah nunca había creído completamente en la sumisión de Eldrick a Alá y nunca se había convencido de llamar al hombre por su nombre islámico, Malik. En ese momento, parecía una pena que Eldrick haya entrado en pánico y haya corrido cuando lo hizo a un paso de la gloria. Pero ahora…

Ahora Ezatullah no estaba seguro.

Cuando llegaron aquí, la verja estaba cerrada con llave. Nadie le dijo qué iba a pasar. Tuvieron que cortar la pesada cadena con un corta pernos. Tanto él como Mohammar estaban tan débiles para entonces que apenas podían hacer el trabajo. Se dirigieron aquí, aparcaron la furgoneta entre dos coches destrozados y esperaron. Todavía estaban esperando todas estas horas más tarde.

Bueno, técnicamente, no “estaban” esperando. Mohammar había muerto en algún momento de esta mañana. Ezatullah perdió la noción del tiempo pero en algún momento después de la salida del sol, se había vuelto a decir algo a Mohammar. Excepto que Mohammar ya no estaba escuchando. Estaba muerto sentado con la espalda recta en el asiento del conductor. Era el último de ellos. Suponiendo que Eldrick había muerto en la maleza, todos los hombres de Ezatullah, toda su célula, estaban muertos.

Ezatullah había enviado mensajes de texto de la noticia de la muerte de Mohammar a sus jefes pero por supuesto no hubo respuesta. Suspiró al pensar en eso. Esperaba que el sacrificio de Mohammar haya sido agradable a Alá. Mohammar aún no tenía veinte años y, si bien era muy inteligente, en muchos aspectos era como un niño.

Ezatullah golpeó el panel de instrumentos de la furgoneta lleno de frustración. El golpe fue débil. Su nombre significa "Alabado sea Dios" y había tenido la intención de que esta operación sea su gran testamento, su exhibición pública de la fe. Ahora eso nunca sucedería.

El ataque había sucedido sin ellos. Había visto la noticia de la explosión de la Casa Blanca en su teléfono. Esto sugería que él y su grupo habían sido señuelos todo el tiempo. Nadie había tenido la intención de que ellos llevaran a cabo un ataque. Se les había conducido hasta aquí a este callejón sin salida y luego los habían abandonado. Era difícil pensar eso. Ezatullah se había considerado un agente valioso. En su lugar, se había dado cuenta que era un simple peón para ser usado y descartado.

Y el ataque, aunque espectacular, había sido sobre todo un fracaso. Un puñado de personas sin importancia había muerto y el Presidente se había escapado ileso. Deberían haber confiado en Ezatullah. Él habría hecho el trabajo de la forma en que estaba destinado a ser hecho. Sacudió la cabeza ante tanta estupidez.

De repente, apareció un texto en su teléfono.

Estamos orgullosos. Lo has hecho bien y todo se aclarará a tiempo. Coche verde esperándote en calle. Ven ahora, Mujahideen.

Ezatullah contempló el mensaje. Era casi imposible de creer después de todas estas horas. Si esto fuera cierto, entonces no lo habían traicionado. Ahora, después de que la operación había terminado, habían enviado a alguien a rescatarlo y llevarlo a casa.

Pero vaciló. ¿Se atrevería a confiar en ese mensaje?

Era posible, se dio cuenta. Por supuesto, sus jefes no le iban a decir todas las facetas del ataque. No le podían permitir ver el cuadro completo. Era una operación peligrosa y difícil, una que debe tener muchas personas involucradas. Los otros deben ser protegidos. Si Ezatullah hubiera sido capturado, incluso bajo torturas de la CIA, lo único que podía decir era lo que él sabía. Había recibido dinero, no sabía de quién. Había recibido instrucciones, no sabía de dónde. Tenía un objetivo, pero había cambiado varias veces y no sabía por qué.

"Levántate", se dijo. "Levántate y camina hacia ellos".

Podía escapar de esto. Sólo necesitaba abrir la puerta y tambalearse hasta la calle. Estaba enfermo, sí, pero podrían curarlo. Esto era Estados Unidos. Una clínica médica en un callejón secreto con un médico en la lista negra sería un puesto de avanzada con deslumbrante modernidad en comparación con lo que estaba disponible en muchos otros países.

Bueno. Entonces estaba decidido. Viviría para luchar otro día. Su gran declaración vendría en otra ocasión en un campo de batalla diferente.

Destrabó la puerta y la empujó para abrirla. Se sorprendió de que la puerta se abriera fácilmente. Quizá tenía más fuerza de lo que pensaba. Le dio al joven Mohammar una última mirada.

"Adiós, mi amigo", dijo. "Fuiste valiente".

En algún lugar en la distancia, se propagaba el ruido de unas sirenas. Se acercaban. Tal vez había habido otro ataque o tal vez era sólo un día normal en un mal barrio. Ezatullah balanceó su cuerpo y se deslizó fuera de la camioneta. Sus pies tocaron el suelo de tierra del estacionamiento y se dio cuenta que sus piernas temblaban pero podía mantenerse parado. Dio un paso vacilante y luego otro. Alabado sea Alá, aún podía caminar.

Cerró de un portazo la furgoneta detrás de él y tomó una respiración profunda. Lo último que vio fue el cielo azul y la luz del sol brillante de un cálido día de junio.