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Se puede apreciar que el marco legal para la migración de tránsito ha cambiado de perspectiva en los últimos cuarenta años: se ha vuelto más restrictivo y al mismo tiempo ha tenido que incorporar el respeto a los derechos humanos y a los tratados internacionales en materia migratoria, esto es, manifiesta elementos contradictorios que pueden ser motivo para prácticas opuestas entre la hospitalidad y la hostilidad.

Para Cecilia Imaz (2011), la comprensión de la política migratoria en el México actual implica la consideración de tres variables. La primera es la inclusión del fenómeno migratorio en la agenda nacional a partir de la transición política del 2000. En segundo lugar, la estrategia de seguridad del hemisferio a partir de 2001 con la conformación del Departamento de Seguridad Interna de Estados Unidos (DHS) en 2003, instancia con la que el gobierno mexicano se ha coordinado para actuar. La puesta en marcha del Sistema Integral de Operación Migratoria (SIOM) por parte del INM y su incorporación al Sistema de Seguridad Nacional en 2005, que junto con la aplicación de la iniciativa Fronteras Seguras del gobierno de Estados Unidos ubicó el combate a la migración indocumentada en nivel prioritario. En tercer lugar, la violencia creciente por parte del crimen organizado tanto a nivel nacional como internacional. En 2006, con el gobierno de Felipe Calderón, se lanzó una guerra contra el narcotráfico que trajo consigo un aumento de agresiones a la población civil y, de manera particular, a personas migrantes en tránsito, como lo atestiguan los informes especiales sobre el secuestro de migrantes en México por parte de la CNDH.

En la revisión de las políticas migratorias a partir del México independiente se pueden ver cambios que consisten en adecuaciones a las diversas visiones de país y, en ocasiones, a presiones que vienen del exterior. La migración de tránsito ha sido objeto de atención política y legal en las últimas décadas y eso significó, en específico, reducir la posibilidad de paso libre a partir de la década de 1980. La regulación de la migración de tránsito ha sufrido también variaciones hasta llegar a la Ley de Migración de 2011 la cual, aunque integra principios de los derechos humanos, también vincula la migración con las políticas de seguridad nacional, generándose una política migratoria que parece disfrazar, con el lenguaje, propósitos de control y contención proclives a favorecer la criminalización de las personas migrantes irregulares en tránsito. Una consecuencia de esta política sería que estas personas procuren evitar contacto con las autoridades mexicanas para evitar procesos de deportación, con lo cual quedan a merced del crimen común u organizado, aumentando costos y riesgos del tránsito. De ahí que sea necesario validar si realmente este paso se puede considerar como una crisis humanitaria, como lo han señalado algunas voces (Durand, 2013; Schiavon, 2013). Por ello en el apartado siguiente se revisarán, desde el derecho internacional humanitario, los elementos que se combinan para que una situación se pueda denominar como crisis humanitaria y contrastarlo con los factores presentes actualmente en el tránsito por México.

Migración de tránsito por México como crisis humanitaria

Para comprender lo que es una crisis hay que considerar en primer lugar el factor detonante de ella: la vulnerabilidad. Aunque el concepto se desarrollará con mayor amplitud en el apartado siguiente, conviene ahora exponerlo sucintamente. Se refiere a la exposición física al riesgo de una catástrofe ligado a la falta de capacidades y de acceso a recursos para poder desarrollar estrategias de afrontamiento (Pérez de Armiño, 2005). La consecuencia inmediata es que con el aumento de la vulnerabilidad se crea una situación de crisis que sólo es superable si se cuenta con un apoyo externo que fortalezca nuevamente la posibilidad de generar desde dentro propuestas de solución. Si no hay apoyo externo la crisis desemboca en desastre humanitario.

¿Es una crisis humanitaria el proceso de la migración de tránsito por México? De acuerdo con la definición del derecho internacional humanitario se llega a la condición de crisis a partir de una serie de combinaciones de diversos factores:

1.El detonador es una catástrofe, entendida como un evento natural o humano, como un conflicto armado, que afecta a una población específica.

2.Esta población puede recibir de forma diversa la catástrofe, de acuerdo con la situación de vulnerabilidad que exista previamente.

3.La condición de ser altamente vulnerable consiste en que no se cuenta con las capacidades para aplicar estrategias de afrontamiento que permitan resistir esa catástrofe.

4.Después de una catástrofe con alta vulnerabilidad y poca o nula capacidad para implementar estrategias de afrontamiento se desencadena un proceso de crisis, llamado crisis humanitaria. En esa situación se requiere una intervención externa para poder paliar la vulnerabilidad.

5.Si no hay paliativos que aminoren vulnerabilidades y fortalezcan la capacidad para generar estrategias de afrontamiento y continúa la catástrofe, la crisis humanitaria desemboca en un desastre.


Gráfica 3. Esquema sobre la crisis humanitaria.

Fuente: elaboración propia con los datos de Pérez de Armiño (2005).

Considérense los factores que provocan la salida de los lugares de origen en los cuales se combinan: elementos naturales, como los huracanes Mitch (1998) y Stan (2005) que dañaron severamente la infraestructura de países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua); efectos de guerrillas en los años 70 y 80, que afectaron el tejido social; las políticas poco eficientes para solucionar los problemas de desigualdad y pobreza en la región; y, finalmente, el acoso de los diferentes tipos de violencia que se han presentado en los últimos años, especialmente la provocada por las maras, a veces combinadas con el crimen organizado internacional y autoridades locales. La violencia es tan notable que Centroamérica se ha convertido en la región más violenta del mundo y en este año las ciudades de San Pedro Sula en Honduras y San Salvador en El Salvador se disputan el primer lugar en violencia mundial (Proyecto “Los procesos migratorios en México y Centroamérica: diagnóstico y propuestas regionales”, 2014).45 Esto significa que los motivos de salida se vuelven estructurales, más allá de una decisión personal o grupal y, además, como lo atestigua la evidencia empírica, hay personas que se vieron forzadas a abandonar de forma urgente sus lugares de origen por amenazas reales de las maras y, en consecuencia, la opción del regreso no es viable para quienes salen por motivos de violencia; son candidatos al asilo y refugio.

En las condiciones del tránsito por México se combinan:

a)Una política migratoria de control diferenciado de la frontera sur, pues hay países centroamericanos que no requieren visa de ingreso como Panamá, Costa Rica y Belice, pero los del llamado Triángulo Norte (Nicaragua, Honduras, El Salvador, Guatemala) sí la necesitan.

b)A ello se suman, en una dinámica de control y criminalización, los abusos de las autoridades, la agresión y violencia de parte del crimen común y organizado, coludido en muchos casos con las mismas autoridades.

c)Un alto grado de impunidad que, de acuerdo con la teoría criminológica de la disuasión, se vuelve un incentivo para cometer delitos y aumenta la vulnerabilidad de la población.

d)Se añade también la gran variedad en la geografía y la climatología propia del país, en contraste con la homogeneidad tropical centroamericana, que provoca cansancio y enfermedad en un viaje de larga trayectoria.

e)El asedio constante hacia las personas migrantes en tránsito por parte del crimen común y organizado, lo cual implica un alto número de asaltos, vejaciones, extorsiones, secuestros y aun homicidios.

El resultado de estos factores de catástrofe, tanto en el lugar de origen como en el de tránsito, provoca que la población migrante en tránsito se vea en condiciones crecientes de vulnerabilidad: exposición física al riesgo, acceso muy limitado a recursos. A ello se le suma la posición de falta de poder impuesta por la Constitución política, al considerarlo como extranjero o no nacional (Bustamante, 2013). Si bien las personas hacen grandes esfuerzos para desarrollar sus capacidades al máximo para generar estrategias de afrontamiento ante esta situación, lo cierto es que las posibilidades de éxito migratorio resultan ser más bien escasas: de acuerdo con Rodríguez (2014), el estimado del volumen anual de personas migrantes se puede calcular incluyendo el número de personas retenidas por autoridades migratorias mexicanas (50-55%), el número de quienes, habiendo cruzado el territorio mexicano, fueron retenidos por autoridades migratorias estadounidenses (25-30%) y el número de quienes no fueron retenidos por ninguna autoridad y lograron internarse en los Estados Unidos (15-20%);46 este es el mismo esquema seguido por el Centro de Estudios Migratorios del Instituto Nacional de Migración en el boletín Apuntes de migración, publicado en julio de 2011. Así que, según esta estimación, sólo logran el objetivo de destino migratorio de un 15 a un 20% de las personas migrantes en tránsito que ingresan por la frontera sur, dato que coincide con la percepción de las personas migrantes entrevistadas en esta investigación, pues la mayoría supone que de cada 100 que cruzan la frontera sur sólo 15 o 20 alcanzan el cruce a los Estados Unidos (notas personales, 2011-2015).

Los factores que llevan a la crisis parten de una catástrofe, en este caso social, tanto en los países de origen como en el de tránsito, a la cual se suma la vulnerabilidad de las personas migrantes, que conlleva una limitación en sus capacidades para desarrollar las mejores estrategias para afrontar esa problemática. De acuerdo con el DIH es este periodo de vulnerabilidad creciente, que limita a las personas para desarrollar sus propias estrategias para salir adelante, el que se denomina como crisis humanitaria. En el caso de la migración de tránsito por México no es algo pasajero o coyuntural, se trata de una crisis humanitaria estructural que se ha ido configurando con los años y va adquiriendo rasgos propios, estables, los cuales poco a poco se han ido incluso naturalizando, en el sentido de verse como normal el tipo de sufrimiento que se padece.

a)Se cuenta con el testimonio de mujeres migrantes que conocen el riesgo de ser violadas en México y por ello toman anticonceptivos de larga duración.

b)Las estaciones migratorias funcionan de facto como prisiones preventivas en condiciones donde la acción de “aseguramiento y de alojamiento de personas migrantes en situación irregular ante la autoridad migratoria constituyen en la práctica actos de privación de la libertad que revisten una naturaleza penal” (Barja Coria, 2015).

c)Hay un desconocimiento de la situación de las personas centroamericanas en prisiones de México. La primera investigación al respecto fue publicada en septiembre de 2014, y ahí se da cuenta que sumaban un total de 1,219 en el periodo que va de mayo a octubre de 2013; de ellas, 972 se hallaban recluidas en centros estatales y 247 en centros federales de readaptación social; el 45% son guatemaltecos y el 34%, hondureños (González Núñez, 2014); es importante este dato porque de fondo está la sospecha de que la justicia no se aplica por igual y que es muy probable que procesos condenatorios estén viciados de origen, como se atestigua en el caso de Ángel Amílcar, garífuna criminalizado en México por ser migrante y quien estuvo preso varios años (Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez, A. C., 2014).

d)Las deportaciones constantes. De enero de 2002 hasta agosto de 2015 se han registrado 1’615,263 eventos de devolución de personas migrantes que pertenecen al Triángulo Norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua) y recientemente el número de deportados ha aumentado por efecto del Programa Integral Frontera Sur. Estos son los datos precisos:


Gráfica 4. Eventos de devolución de México por nacionalidad.

Fuente: elaboración propia con base en los datos de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación: Estadísticas Migratorias, Síntesis 2002 a 2015 (este último, en el periodo enero-agosto).

e)La identificación de las personas migrantes desde estereotipos xenofóbicos, discriminadores o de minusvaloración, como se puede apreciar en los medios de comunicación masiva o en algunas encuestas como la ENADIS47 y otras de corte más local.

f)Algunos defensores de los derechos humanos, o incluso quienes realizan labores humanitarias a favor de las personas migrantes, han sido víctimas de acoso, descalificación y agresiones de parte de autoridades, de criminales y aun de algunos sectores de la sociedad civil.

En conclusión, la migración de tránsito por México, a pesar de que el gobierno mexicano lo niegue en los diversos foros, es realmente de crisis humanitaria, porque se da en un contexto de catástrofe donde intervienen factores naturales y de conflictividad social que operan sobre la vulnerabilidad con que salen de sus países de origen y la vulneración que va operando conforme se adentran en el territorio mexicano, con lo cual se limita o impide la capacidad de aplicar estrategias eficaces que permitan lograr el objetivo de la jornada migratoria: llegar a los Estados Unidos. En este contexto, podrían aplicarse eficazmente las siguientes estrategias:

•Hacer uso del tren de carga, como ha ocurrido durante varios años, procurando que no sea controlado por el crimen organizado, situación que demuestra una omisión del gobierno.

•Poder contratar un pollero o coyote, para garantizar un paso seguro, como ocurría tradicionalmente.

•Viajar por transporte terrestre ordinario, sin redadas o retenes especiales, sin cobros adicionales por ser extranjeros, sin estar expuestos al secuestro u otro tipo de delitos.

•Hay quienes ya viajan en primera clase; si consiguen dinero para pagar a los coyotes y el derecho de paso, sería posible viajar en avión hasta la frontera y, en este punto, enfrentar la dificultad del paso fronterizo, aunque para comprar el boleto se requieren documentos migratorios regulares.

•Lo ideal sería obtener una visa que les permita transitar de manera regular por el país, aunque los requisitos ya señalados lo vuelven casi imposible.

•Viajar con el respaldo de compañeros que van a un mismo destino, aunque con el reclutamiento de centroamericanos por parte del crimen organizado ya no se sabe en quién confiar.

•Aprovechar las casas de migrantes como apoyo para llegar a la frontera; sin embargo, la implementación del Plan Frontera Sur los disuade de hacerlo por temor a ser vistos, obligándolos a buscar nuevas rutas menos transitadas para llegar a la frontera.

•Se trata entonces de una situación de crisis que no ha llegado a ser desastre porque ha existido una respuesta de la sociedad civil organizada, particularmente la vinculada con la iglesia católica de México; en sus inicios no se planteó como respuesta a una crisis humanitaria sino como un llamado de la caridad ante quien tiene necesidades básicas por satisfacer, pero poco a poco se ha ido cobrando conciencia y se ha convertido en una auténtica acción humanitaria, en la forma como la conceptualiza el derecho internacional humanitario, que será el tema del siguiente apartado.

Crisis humanitaria desde el derecho internacional humanitario

En este apartado se desarrolla, desde una perspectiva teórica y legal, la acción humanitaria. Para llegar a este concepto es importante comprender qué se entiende por crisis humanitaria; dicho concepto remite a los de catástrofe, vulnerabilidad y desastre humanitario. Se parte de la descripción de las crisis humanitarias, cómo estas derivan de los niveles de vulnerabilidad, convirtiéndose en el concepto eje que explica por qué catástrofes semejantes pueden generar distintos niveles de crisis en las sociedades del mundo y no necesariamente llegar al desastre. De los muchos autores que han trabajado el concepto vulnerabilidad se ha optado por el derivado del marco de la acción humanitaria.

La segunda parte del capítulo es un estudio de la acción humanitaria y la forma como se vincula, a partir de los datos empíricos, con el trabajo que históricamente se ha realizado a favor de las personas migrantes en tránsito por el territorio mexicano.

Crisis humanitaria y vulnerabilidad

Cuando se habla del trabajo en la atención de las necesidades de las personas migrantes, cada organización utiliza su propio concepto: trabajo pastoral lo llama la Dimensión Episcopal de la Movilidad Humana;48 asistencia humana y espiritual al peregrino, término de la Casa de la Caridad Cristiana-Hogar del Migrante;49 ministerio de la acogida y la hospitalidad, de los misioneros scalabrinianos;50 atención integral y ayuda humanitaria, de la Casa del Migrante de Saltillo;51 atención humanitaria y acción humanitaria, del FM4 Paso Libre.52 La referencia al adjetivo humanitaria es el que llama la atención y el que enlaza las acciones realizadas en torno al llamado derecho internacional humanitario.

La llamada acción humanitaria opera en la lógica de causa y efecto. En este contexto, la causa se define como desastres naturales, conflictos armados, y el efecto, como respuesta para paliar y solucionar la situación (Abrisketa y Pérez de Armiño, 2005; Pineda y Sánchez Rodríguez, 2012). Asociado a la causa encontramos la situación de crisis humanitaria, considerada como una situación de emergencia en la que se pueden prever necesidades excepcionales de ayuda humanitaria muy por encima de lo habitual, y que si no se suministran con suficiencia, eficacia y diligencia, desemboca en una catástrofe humanitaria.

La crisis humanitaria surge por la necesidad de atender in situ a un número importante de víctimas de una situación que supera las posibilidades de los servicios asistenciales locales, por la magnitud del evento o por la precariedad de la situación local (aspecto común en países subdesarrollados). También surge por la presencia de desplazados forzados, ya sea en el interior de la nación afectada o fuera de sus fronteras.

Encontramos diversas causas: crisis políticas (guerra internacional o civil, persecución de una minoría), crisis ambientales, que pueden ser previsibles (malas cosechas por sequía, plagas o por mala planificación, que pueden producir hambrunas), poco previsibles (huracanes, monzones) o totalmente imprevisibles (terremotos, tsunamis). Todo ello desemboca en una catástrofe, esto es, un “evento extremo, de origen natural o humano, que al afectar a un lugar en un momento dado puede causar daños y perturbaciones tales que desencadenen un proceso de desastre” (Pérez de Armiño, 2001).

Sobre la migración de tránsito por México, hay autores que se refieren a esta realidad como una crisis humanitaria. En la literatura podemos encontrar el trabajo periodístico de Óscar Martínez (2012), quien en su texto muestra las diversas caras de la crisis humanitaria sufrida por los migrantes centroamericanos identificados como “los nómadas más vulnerables en la historia de la humanidad” (Martínez, 2012: 7), o la reflexión académica de Jorge Durand (2013): “La situación de tránsito por México podría ser calificada como de crisis humanitaria, donde un conjunto de actores de diversos niveles se aprovechan de la situación y se coluden con el crimen organizado para controlar el tránsito y el ingreso subrepticio al país y a Estados Unidos”.

Para Jorge Schiavon (2013), la crisis humanitaria está constituida por “los abusos y delitos que sufren los migrantes en el camino [los cuales] se llevan a cabo con la complicidad o anuencia de las autoridades. […] Además [ante] la falta de sanción a los actores involucrados en los abusos contra migrantes, particulares y autoridades han creado un ambiente que perpetúa el abuso. Por lo tanto, las violaciones a los derechos humanos de los migrantes en México van en aumento”.

Florenzo María Rigoni, responsable del Albergue Belén, de Tapachula, Chiapas, destaca el hecho de que hablamos de una crisis humanitaria estructural en el sentido de que no se trata sólo del fruto de una situación esporádica como un desastre natural, sino de una situación sostenida por intereses del capital internacional y los conflictos generados por dichos intereses, de ahí su durabilidad en el tiempo (Rigoni, entrevista en enero de 2013).

Este último aporte viene bien con lo que Pérez de Armiño ( 2001) ha señalado como la necesidad de reconceptualizar las crisis humanitarias, pues tradicionalmente se han explicado tomando como referencia causas naturales o, en todo caso, fallas en el mercado, pero no se consideraba el impacto de los conflictos. Se trataba de una interpretación apolítica, que liberaba de responsabilidades a los actores nacionales o internacionales, de ahí la concepción de la ayuda humanitaria como “políticamente imparcial, motivada únicamente por la necesidad de los receptores”. Pero la realidad es que en la actualidad la mayoría de los desastres principales son causados por “conflictos que dibujan un escenario muy diferente y mucho más politizado que el de las catástrofes medioambientales” (Pérez de Armiño, 2001). Aquí se relacionan las condiciones en los lugares de origen: países con pobreza, desigualdad, multiculturalidad, migraciones, pandillas, narcotráfico; y las condiciones del tránsito: criminalización, violencia, asaltos, extorsiones, secuestros, cobro por derecho de paso, desaparición, homicidio. Lo que proporciona los elementos necesarios para hablar de una crisis humanitaria.

Las crisis humanitarias implican también tener una visión de la relación que existe entre los desastres (resultado de una crisis humanitaria no atendida y desencadenada para una catástrofe social o natural) y el desarrollo, ya que los desastres han sido vistos como situaciones excepcionales al modo habitual, sin embargo, cada vez hay mayor conciencia de que “se trata de procesos relativamente prolongados, y arraigados en unas condiciones estructurales de vulnerabilidad” (id.). Adicionalmente, los desastres relacionados con conflictos civiles y emergencias complejas53 “reflejan el fracaso del modelo de desarrollo en unos países en crisis y marginados de la economía globalizada, palpable en el largo proceso de fragmentación de la economía formal y de las estructuras del estado” (id.), situación que aplica bien para los países de los migrantes centroamericanos en su tránsito por México. Al ser crisis con causas estructurales, la ayuda y la acción humanitaria se vuelven muy necesarias, pero resultan insuficientes como respuesta de solución.

Finalmente es importante reconocer que estos desastres, derivados de conflictos civiles (ejemplo de catástrofes sociales), “con frecuencia son deliberadamente provocados por sectores poderosos que, utilizando métodos violentos como la limpieza étnica, desencadenan las migraciones forzosas de la población y logran despojar a los sectores más vulnerables de sus bienes” (ib., p. 8). Por ello, en el desastre no sólo hay víctimas o perdedores, sino también ganadores. Ocurre entonces que no sólo hay víctimas, sino también culpables de abusos masivos de los derechos humanos, de ahí que en estos casos “se ponga en cuestión los criterios de neutralidad e imparcialidad en que se sustenta la acción humanitaria” (ib., p. 9).

Hay cuatro grandes conceptos que, desde la acción humanitaria, se relacionan de manera causal: catástrofe, vulnerabilidad, crisis y desastre. La catástrofe es un evento natural (sequía, inundación, huracán) o humano (conflicto armado), montado sobre una situación de vulnerabilidad preexistente, que opera como detonante de una crisis cuyo impacto genera un desastre. Un desastre es el resultado de un proceso, a veces prolongado, de acumulación de vulnerabilidad, y consiste en una fuerte convulsión socioeconómica con graves consecuencias: incremento de la miseria, hambruna, epidemias, migraciones forzosas de la población, etc. De ahí que la acción humanitaria sea vista como una herramienta para frenar el proceso de acumulación de vulnerabilidad (id.).

Entonces la vulnerabilidad, desde la perspectiva de la acción humanitaria a favor de las personas migrantes en tránsito por territorio mexicano, se vuelve un elemento clave para comprender eso que llamamos crisis humanitaria. Y la realidad de las naciones que intervienen en el proceso en que se enmarca este tránsito migratorio hacia los Estados Unidos da cuenta de las variantes de la vulnerabilidad, ya sea en el contexto de salida, en el de tránsito y en el de llegada: la salida se efectúa muchas veces por apremio, ya sea económico o por amenaza del crimen organizado, en muchos casos sin conocer bien a bien la ruta a seguir ni en México ni en Estados Unidos, con recursos más bien limitados, a veces con apoyo externo, e incluso hay quienes emigran nada más con lo que traen encima; en el tránsito basta entrar a México para sufrir las primeras agresiones: robos, extorsiones, cobros diferenciados en los servicios, y al internarse en el territorio, los cobros por derecho de paso, secuestro, desaparición, homicidio.

En el cruce a los Estados Unidos se enfrentan al paso por el desierto, o a la posibilidad de morir ahogados en el río Bravo; se hallan a merced de redes de polleros que los internan en el país de manera clandestina; padecen la criminalización de que son objeto por su ingreso irregular, con el riesgo de caer en redadas o ser detenidos por su fenotipo o por faltas menores. En los tiempos recientes, se añade la dificultad de encontrar trabajo estable y por lo tanto quedar en un tránsito continuo mientras no pueden establecerse de manera formal.

Cabe destacar que el término vulnerabilidad, como expresa Yolanda Silva (2014), es hasta cierto punto emergente en las ciencias sociales; abarca diversos campos del conocimiento y por ello no existe “un acuerdo sobre qué es y cómo medirla” (Silva Quiroz, 2014: 387), por lo que las diferentes definiciones “han incorporado los sesgos producto de los distintos intereses disciplinarios puestos detrás de cada formulación” (id.).

El abordaje del concepto, en este caso, se realiza prioritariamente desde la perspectiva de la acción humanitaria. Las condiciones de salida de las personas migrantes centroamericanas presentan elementos compartidos en lo fundamental:

1.Procesos de conflictos civiles armados: la revolución sandinista en Nicaragua, la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional en El Salvador, la guerrilla guatemalteca y la participación de Honduras como plataforma de los “contras” de la revolución sandinista en Nicaragua y recientemente el golpe de estado de los militares contra el presidente Zelaya.

2.Catástrofes naturales, particularmente por los huracanes de la zona, que han destruido buena parte de la infraestructura de esas naciones.

3.La violencia creciente que ha convertido la zona en la región más violenta del mundo.

Estos tres factores básicos han operado como un proceso de vulneración de una gran parte de la población centroamericana en general, pero se manifiestan de manera particular en cada nación. A continuación se realizará una revisión somera de las condiciones que generan vulnerabilidad en las personas centroamericanas que hacen el tránsito migratorio por México de forma irregular, para constatar que a esta situación de origen se suman los elementos de violencia y sobrevivencia en el tránsito y en el destino.

En el caso de Guatemala, con datos de 2012, se cuenta una población de 14.8 millones de habitantes, de los cuales el 54% viven bajo la línea de pobreza54 y el 22.3% bajo la línea de pobreza extrema. El 40% de la población es indígena. En la década de los 70 y 80 hubo conflictos por guerra civil. Grupos de población, aproximadamente 200,000, salieron huyendo del terror por las masacres del ejército a comunidades indígenas enteras y unos 46,000 fueron recibidos por el gobierno mexicano en condición de refugiados en los estados de Chiapas, Quintana Roo y Campeche (Castillo, 1998). A través de la repatriación voluntaria, en 1989 más de 4 mil refugiados habían regresado individualmente a Guatemala; en 1993 se impulsó un programa especial de repatriación voluntaria que buscaba ordenar el retorno voluntario de los refugiados a Guatemala; aproximadamente 42,737 optaron por la repatriación voluntaria hasta 1999 (Arteaga, 2011). El resto permaneció en México acogido a las condiciones de legalización que se ofrecieron.

En El Salvador se tiene una población de 6’324,000 habitantes (Cervantes González, 2012). Sin embargo, registra una población migrante en Estados Unidos que asciende a 1.2 millones de personas (id.). El 36.5% de su población se ubica bajo la línea de la pobreza, y el 17.6 debajo de la pobreza extrema (Proyecto Estado Nación sobre Desarrollo Humano Sostenible, 2013). Sufrió un periodo de guerra civil entre el estado y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, que se prolongó por 12 años, de 1980 a 1992, cuando se firmaron los acuerdos de paz en el palacio de Chapultepec en la Ciudad de México. Buena parte de su emigración a Estados Unidos se explica por el conflicto armado, aunque hubo población que temporalmente se estableció en Honduras y regresó cuando se firmaron los acuerdos de paz.

Honduras registra una población de 8’046,000 habitantes. El 60% de ellos está ubicado bajo la línea de la pobreza, y el 47.1% bajo la línea de la pobreza extrema (op. cit.). El país funcionó como una plataforma para proteger e impulsar a los “contras”, financiados por Estados Unidos, para frenar al movimiento revolucionario sandinista en Nicaragua. Eso los convirtió en aliados de Estados Unidos, pero no significó un beneficio real para la mayoría de la población. En 1998 buena parte de la infraestructura del país fue devastada por el huracán Mitch, lo cual motivó una oleada migratoria importante. En 2009 ocurrió el golpe de estado por parte de los militares contra el presidente Manuel Zelaya, quien impulsaba algunos cambios en materia social; el evento provocó nuevas problemáticas sociales y económicas, añadidas a la presión demográfica, la elevada pobreza, el desempleo y una creciente violencia, que la ha convertido en el país más violento del mundo, y a San Pedro Sula en la ciudad más violenta.55

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