Buch lesen: «Juegos políticos (tomo I)»
© Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) | |
Autores: | Jorge Illa Boris, Bruno Rivas Frías y Oscar Sánchez Benavides (eds.), Carolina Christen Belaúnde, Jaime Cordero Cabrera, Rocío Denisse Rebata Delgado, Miguel Sánchez Flores y Ariel Segal Freilich |
Edición: | Luisa Fernanda Arris |
Corrección de estilo: | Luigi Battistolo |
Diseño de cubierta y diagramación: | Dickson Cruz Yactayo |
Editado por:Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas S. A. C.Av. Alonso de Molina 1611, Lima 33 (Perú)Teléfono: 313-3333www.upc.edu.pePrimera edición: febrero de 2021Versión e-book: febrero de 2021 | |
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC)BibliotecaJorge Illa Boris, Bruno Rivas Frías y Oscar Sánchez Benavides (eds.)Juegos políticos. El deporte y las pugnas que mueven el mundoLima: Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), 2021ISBN de la versión epub: 978-612-318-317-2.DEPORTES, ASPECTOS SOCIALES, DEPORTES EN LA CULTURA POPULAR, MEDIOS DE COMUNICACIÓN MASIVA Y DEPORTES, INTEGRACIÓN SOCIAL, DEPORTES Y ESTADO, DISCRIMINACIÓN EN LOS DEPORTES, PERSONAS CON DISCAPACIDAD, ÉTICA DEPORTIVA796.01 ILLA | |
DOI: http://dx.doi.org/10.19083/978-612-318-317-2Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú n.° 2021-02223.La publicación fue sometida al proceso de arbitraje o revisión de pares antes de su divulgación..Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, de la editorial..El contenido de este libro es responsabilidad de los autores y no refleja necesariamente la opinión de los editores. |
PRÓLOGO.
Ese deporte existe (siete notas sobre los estudios del deporte)
1.
He escrito varias veces historias, balances y agendas de los estudios sobre deporte en América Latina. Hasta hace diez años, podía jactarme de poder listarlo todo: de saber con bastante precisión quién, cuándo y dónde había escrito qué; de poder contar las zonas de vacancia e, incluso, alertar sobre algunas redundancias —con la excepción de la producción brasileña, que ya en los primeros años de este siglo había estallado en una plétora de tesistas posgraduados y había vuelto imposible conocerlo todo—.
Recientemente, en cambio, el colega Carlos Aguirre —peruano radicado en Estados Unidos— produjo una bibliografía exhaustiva de la producción, concentrada en los estudios sobre el fútbol. Ocupa treinta y seis páginas. Si agregara todo lo que se ha hecho sobre otras zonas del deporte latinoamericano —con balones y sin balones, masculino y femenino, integral y paralímpico, en tierra y en agua, en vivo o televisado—, seguramente esa cifra se duplicaría. Primera anotación: hemos producido mucho. Segunda: deberíamos poder vivir sin el fútbol.
2.
Son contados los textos latinoamericanólogos: es decir, aquellos que proponen todo el subcontinente como unidad de análisis. Los pocos trabajos, producidos siempre desde fuera de América Latina, se limitan nuevamente al fútbol, y en particular a la costa del Atlántico (los consabidos Argentina, Brasil y Uruguay). El gran libro de Joshua Nadel, mucho más amplio, es deudor de otro gran libro, el de Brenda Elsey dedicado a Chile, que permitió saldar la deuda chilena e incorporar la costa del Pacífico. Pocos hemos reparado en México como parte del mapa, aunque el diálogo de los estudiosos mexicanos con los del resto del continente es largo y fructífero. En una etapa más reciente, han surgido algunos tímidos intentos de comparación entre estudios locales: después de todo, los estudios latinoamericanos sobre deporte —aunque, insisto, sean centralmente futboleros— comienzan en el diálogo que posibilitó el Grupo de Trabajo Deporte y Sociedad de Clacso allá por 1999, que se ha renovado con un nuevo grupo desde 2018, ahora llamado Deporte, Cultura y Sociedad, coordinado por la argentina Verónica Moreira y el chileno Rodrigo Soto Lagos. Es decir: son estudios que nacen del diálogo y del intercambio, pero aún no han redundado en el establecimiento de comparaciones extensas y provocativas. Propongo una: la cuestión de los atletas afroamericanos en Brasil, Perú y Honduras. Sabemos aún poco sobre cada caso —un poco más sobre la historia de los negros en el fútbol brasileño—, no sabemos nada de su puesta en relación. Y otra idea arrojada al mar: la relación entre deporte y televisión en el subcontinente, con énfasis en los casos de la cadena Globo brasileña, el grupo multimedios argentino Clarín y la Red Televisa. Nadie puede decirme que no sería divertido.
Y una más, nuevamente mediática: la prensa popular deportiva, donde parecen restallar los casos de la Olé argentina y la Lance! brasileña, pero solo porque nadie se ha parado a escribir sobre la prensa peruana.
3.
Estudios locales, en primer lugar, porque la ausencia inicial de trabajos en cada comarca estimulaba la producción solo sobre las realidades o las historias inmediatas. De la iniciativa de cada pionero o grupo de pioneros nacionales, luego se establecían las redes más amplias en cada academia: la brasileña y la argentina, primero; la mexicana y la colombiana, luego; la chilena y la uruguaya, poco más tarde. No es el lugar para hacer una lista pionerística, aunque siempre y en todos lados las figuras de los brasileños Simoni Lahud Guedes y Roberto DaMatta, el argentino Eduardo Archetti y el mexicano Andrés Fábregas Puig estarán en el cuadro de honor de los fundadores. De entre ellos, la presencia de Simoni destaca por dos razones bastante obvias, pero que es preciso resaltar en cada texto: porque fue la primera —su tesis O Futebol Brasileiro - Instituição zero es de 1977, y fue la primera tesis de posgraduación dedicada al deporte en toda América Latina— y porque es una mujer. Los estudios sobre deporte y sobre fútbol (ambos al mismo tiempo) fueron fundados por una mujer.
Entre las anécdotas de esos periplos fundacionales, que tuve la suerte de conocer con bastante minucia, hay una casi desconocida: la primera reunión en la que colegas de distintos países latinoamericanos se juntaron a discutir las posibilidades de estudiar temas deportivos ocurrió en Lima en 1998. Fue aprovechando una reunión de Felafacs, la Federación Latinoamericana de Facultades de Comunicación Social, y solo fructificó —nada menos que— en la edición de un dossier de la revista Contratexto, editada por la Universidad de Lima al año siguiente: el número 12, con colaboraciones peruanas, mexicanas, argentinas, colombianas e incluso españolas —por ahí anduvo Miquel de Moragas i Spà, que a la sazón había inventado los estudios olímpicos—, está en la web (es fácil acceder en https://revistas.ulima.edu.pe/index.php/contratexto/issue/view/72).
Fue la primera edición de una revista académica latinoamericana que dedicó al deporte un número especial. La primera vez fue peruana. Y, además, allí nos conocimos con Aldo Panfichi.
4.
Tampoco cabe duda de que Panfichi fue el fundador de los estudios peruanos sobre deporte —en su caso, como en el mío, el de Simoni, el de Archetti, el de DaMatta, el de Fábregas, estrictamente futbolísticos—. Aunque conocí con más detalle su trabajo desde comienzos de este siglo, su primer texto es de un lejano 1994, contemporáneo a los intentos clandestinos y dispersos que estábamos haciendo otros en el resto de América Latina. Cuando investigué sobre el fútbol peruano para mi Historia mínima del fútbol en América Latina, su trabajo y el de David Wood me reenviaron a una cita incluso más antigua: el trabajo de Steve Stein, Lima obrera, 1900-1930, de 1986. Pero la obra de Stein no era futbológica, aunque demostraba con creces que no podía construirse una historia de la cultura popular peruana sin pasar por el deporte. Lo mismo que hizo David Wood en su De sabor nacional: el impacto de la cultura popular en el Perú, de 2005.
En esa investigación, que concluí en 2017 (el libro se publicó en 2018), las citas de Panfichi, Stein y Wood pudieron sumarse a las de Alonso Pahuacho Portella, Jaime Pulgar Vidal y Gerardo Tomás Álvarez Escalona. Seis autores, dos de ellos extranjeros. No permitían aún hablar de un campo.
5.
Dieciocho autores y autoras, en cambio, sí lo construyen. La amplitud de sus trabajos lo consolida; la perspicacia de sus análisis lo define. Este libro señala con precisión que, más de veinte años después de esa reunión iniciática en Lima, los estudios peruanos se instalan con tanta solvencia como potencia en el mapa del subcontinente. Era esperable, y también deseable, que la academia peruana desplegara este arsenal: en todos los casos latinoamericanos, es la presencia de figuras fuertes y fundantes la que habilitó ese despliegue —a la lista que propuse más arriba, habría que agregar al colombiano Gabriel Restrepo; aunque haya sido más parco en publicar, su generosidad institucional con los más jóvenes que comenzaron a producir estudios hacia 2005 abrió el camino—. Una figura como la de Panfichi, entonces, si lo que hemos descrito presenta alguna regularidad, tenía que dar frutos en un campo, como dije, tan solvente como potente.
(Quizá la excepción sea chilena: su fundación ha sido especialmente juvenil, sin figuras restallantes que empujaran a las nuevas generaciones).
6.
Y, sin embargo, y en contra de la fundación futbológica extendida, este volumen escapa a la trampa monodeportiva y monotemática. Hay vida más allá del fútbol, de la masculinidad y de la violencia. Hay espacio para leer el género y la discapacidad, la política y la ética, el racismo y la religión, las industrias culturales y los juegos electrónicos.
(Hay espacio para leer el tenis: en treinta años de fatigar el campo y acumular textos, solo conocí hasta hoy un artículo sobre el tenis, dedicado al tenista argentino Guillermo Vilas y debido al colega norteamericano Robert McKee Irwin. Este sería entonces, nada menos, el primer trabajo sobre tenis escrito por un latinoamericano. Mejor aún, por una latinoamericana. No obstante, aquí es donde la multiplicación del campo me puede jugar una mala pasada: no puede no haber algo escrito sobre Guga Kuerten. Lo que sí puedo asegurar, porque acabo de hacer una búsqueda intensa, es que nadie ha escrito sobre Norma Baylon, una tenista argentina devenida peruana por adopción; y menos aún, nada hay sobre los años en que ella y la brasileña María Esther Bueno disputaban el ranking continental. “Disputaban”: como corresponde, siempre ganaba la brasileña. ¿Sabemos, acaso, que una mujer y brasileña fue la mejor del mundo durante cuatro años? ¿Lo sabemos, o caemos en la trampa machista de esconderla detrás de Vilas, Kuerten y el chileno Marcelo Ríos?).
¿Estudios comparados, dije? Ya tenemos el campo peruano a nuestra disposición para esos diálogos.
7.
Bienvenido sea este libro al campo latinoamericano; y también, bienvenido sea el campo latinoamericano a este libro.
Pablo Alabarces
(Conicet-UBA, Argentina)
INTRODUCCIÓN
En la actualidad, el deporte se ha vuelto un tema tan relevante en nuestra sociedad que permite explicar fenómenos que no tienen nada que ver con él. Por ejemplo, si un noticiero afirma que los incendios de un lugar determinado han quemado miles de hectáreas, poca gente sabe hacerse una idea aproximada del área devastada. Sin embargo, si en la siguiente frase el presentador indica el número de canchas de fútbol a las que equivale, incluso los que aborrecen el fútbol se hacen una idea bastante real de cuál ha sido la superficie siniestrada.
Por lo tanto, aunque algunos se empeñen en limitar el deporte a lo que ocurre solo dentro de la cancha, la evidencia demuestra que es totalmente imposible. El deporte va mucho más allá, constantemente se entremezcla con numerosos aspectos políticos, sociales y culturales. El dinero que mueve y el número de aficionados que arrastra lo convierten en un fenómeno sin igual en el planeta. Kuper (2016), refiriéndose al fútbol, mantiene que un juego que moviliza a tal cantidad de personas en todo el mundo deja de ser solamente un juego. Y hay que tomar en cuenta que solo se refiere al fútbol; ahora imaginemos qué puede ocurrir si realizamos la suma de las diversas expresiones deportivas.
La importancia social y política del deporte moderno ya era evidente desde sus inicios en el siglo xix, y en la primera mitad del xx se dieron casos de flagrante manipulación política. Por ejemplo, Benito Mussolini supo sacarle provecho al potencial político del Mundial de Italia 1934 y la senda fue imitada dos años después por el régimen nazi en los Juegos Olímpicos de Berlín. Ambos totalitarismos encontraron en dichos eventos deportivos la mejor oportunidad para vender su ideología al mundo y posicionarse como pueblos o razas “superiores”. Luego, culminada la Segunda Guerra Mundial, la competencia entre la Unión Soviética y Estados Unidos por imponer su ideología a escala mundial no se restringió a la carrera armamentista o espacial. El deporte también terminó siendo un componente importante en la pugna entre el comunismo y el capitalismo durante la Guerra Fría. Cada enfrentamiento en coliseos de baloncesto, hockey o atletismo era una oportunidad para que una de las dos superpotencias pudiera argumentar que su sistema cultivaba a los mejores ciudadanos. Es por ello que hoy en día todo Estado que busque desarrollar influencia política reconoce que el deporte es una fuente importante de soft power.
En el siglo xxi, los BRICS, el conjunto de países emergentes con mayor proyección mundial, utilizaron eventos deportivos para mostrarle al mundo su crecimiento económico y político. No fue casualidad que China organizara los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008 o que Sudáfrica haya sido la sede de la Copa Mundial de Fútbol en 2010. Tampoco que Brasil y Rusia hayan dedicado sus presupuestos a dos eventos de relevancia mundial en esta década: mientras el gigante sudamericano fue sede del Mundial de Fútbol de 2014 y de las Olimpiadas de Río de 2016, el euroasiático hizo lo propio con los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2014 y la Copa del Mundo de 2018. Con esos eventos los BRICS demostraban que su rol mundial había cambiado. Pero no tenemos que irnos muy lejos para encontrar ejemplos de Estados que utilizaron los eventos deportivos como herramienta de soft power. Los Juegos Panamericanos que el Perú celebró en 2019 fueron consecuencia de la década dorada que vivió nuestro país durante lo que va del siglo. Lima 2019 fue un intento de demostrar que el título de “tigre sudamericano”, adquirido durante los años de crecimiento económico, no era una exageración.
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Pero, a pesar de su importancia social y política, el mundo académico demoró en darle al deporte la relevancia que le corresponde. Los primeros trabajos dedicados al tema tuvieron que esperar al final de la Segunda Guerra Mundial. Por esas fechas, Elias y Dunning se convirtieron en los pioneros de la sociología del deporte al investigar cómo, a partir del siglo xviii, existían paralelismos entre el desarrollo del Parlamento inglés y la aparición de normativas deportivas que organizaban las estructuras de poder del país. Luego, estudios como el de Guttman (1994) también evidenciaron el uso que los países imperialistas le daban al deporte como organismo de control cultural de sus colonias a finales del siglo xix. Desde entonces, el campo ha ido creciendo. Ya no son pocas las universidades que cuentan con departamentos o cursos dedicados a analizar el deporte desde diferentes disciplinas. Por ejemplo, en España existen por lo menos 36 centros de estudios olímpicos (CEO), la mayoría de ellos vinculados a universidades, que se dedican a fomentar publicaciones en revistas indizadas. Si antes un académico que enfocaba su carrera al estudio del deporte era visto como un bicho raro, en la actualidad su trabajo no solamente es aceptado, sino que es reconocido.
Asimismo, con el paso del tiempo diferentes disciplinas se han ido incorporando a la actividad deportiva. Desde finales del siglo xix, el deporte empieza a acoger a profesionales de otros rubros, como periodistas dedicados a divulgar información o médicos y fisioterapeutas especializados en el cuerpo de los atletas. Pero desde la década de 1980 el deporte ha ido ganando todavía más áreas profesionales: derecho, nutrición, psicología, administración de empresas, sociología, historia, antropología, entre otras. Todas ellas cuentan con una especialidad dedicada al deporte. Incluso en el campo de la diplomacia internacional tiene un espacio. Por ejemplo, a principios de la década de 1970 favoreció al deshielo entre la China de Mao Tse Tung y los Estados Unidos de Richard Nixon. Gracias a lo que se llamó “la diplomacia del ping-pong” —término que se sigue utilizando cuando el deporte consigue limar asperezas políticas—, las dos naciones pudieron acercarse en un episodio que terminó siendo uno de los factores que precipitaron el final de la Guerra Fría. Otro ejemplo que podemos resaltar es la gran cantidad de literatura deportiva que se encuentra en las bibliotecas. Escritores y periodistas de diferentes especialidades nos han regalado obras maestras como El combate (Mailer, 1975), Dios es redondo (Villoro, 2006), Dream Team (McCallum, 2012) y Fútbol contra el enemigo (Kuper, 2016), entre otros títulos que combinan la literatura de calidad con observaciones que le deben bastante a la antropología o a la sociología, por lo que el abanico profesional se ha ampliado más allá de los directamente involucrados en las competiciones. Como se observa en los dos volúmenes, para entender la importancia social del deporte es necesario realizar las investigaciones desde numerosos enfoques interdisciplinarios.
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Este primer volumen se encuentra dividido en dos partes. En una primera se analizan las relaciones que ha desarrollado el deporte con temas tan disímiles como la política, la religión y la ética. Así, en el primer capítulo, titulado La expansión mundial del deporte: de la internacionalización a la globalización, Jorge Illa observa la evolución que ha experimentado el deporte como fenómeno de masas durante los últimos cien años, hasta convertirse en uno de los principales elementos de la globalización. Luego, en “Entre la vida y la muerte”: totalitarismo, deporte y globalización, Ariel Segal realiza un recorrido por la importancia que históricamente ha tenido el deporte para los regímenes dictatoriales, especialmente las victorias internacionales, y las consecuencias que todo ello tenía para los atletas que debieron competir durante dichos regímenes. En el tercer capítulo, Confraternidad, diplomacia y morbo: un recorrido político por la historia de los Juegos Panamericanos, Jaime Cordero relata cómo históricamente los Juegos Panamericanos no han podido evitar el dejar en evidencia los profundos vínculos entre la política y el deporte. Luego, en Del templo a la cancha: la influencia de la religión en el deporte del siglo xxi, Rocío Rebata y Jorge Illa nos muestran las constantes conexiones que la religión ha desarrollado con un fenómeno en teoría laico como es el deporte. Por último, en el capítulo Más allá del caso Guerrero. Ética en el mundo del deporte, Oscar Sánchez analiza el tema del dopaje desde el punto de vista ético, y pone en cuestión si tiene lugar en un deporte superprofesionalizado como el que vivimos en la actualidad.
La segunda parte está consagrada a los vínculos que se han establecido entre las industrias culturales y los espectáculos deportivos. Siendo ambas expresiones fuentes de identificación, valía la pena poner la mirada en cómo es representado el deporte en medios de comunicación como el cine o la televisión y qué papel tienen las nuevas tecnologías en la transformación del juego. Esta sección se inicia con el capítulo ¿Los eSports siguen siendo solo un juego? La importancia geopolítica que han adquirido los deportes electrónicos, en donde Carolina Christen analiza la importancia que han adquirido los eSports en todas las facetas deportivas: número de jugadores, repercusión mediática, volumen económico, etcétera. En el segundo capítulo, Metáfora del gol peruano: nuevos discursos desde las narraciones de la clasificación a Rusia 2018, Miguel Sánchez reflexiona sobre cómo la locución del periodista Daniel Peredo de los últimos partidos de la clasificatoria del Perú al Mundial de Rusia 2018 se terminó transformando en un discurso que escenificaba el nuevo sentir patriota. Por último, en Padres, héroes y patriotas: identidad nacional en el cine deportivo peruano de la última década, Bruno Rivas revisa películas y documentales dedicados al fútbol peruano, la selección nacional o sus principales estrellas, que ayudan a reflexionar sobre el aporte del deporte en la construcción de la identidad peruana.
Jorge Illa Boris
Bruno Rivas Frías
Oscar Sánchez Benavides
PRIMERA PARTE.
Geopolítica,
instrumentalización
y deporte
La expansión mundial del deporte: de la internacionalización a la globalización
Jorge Illa Boris
Introducción
En los últimos años, el término globalización se ha convertido en un referente a la hora de analizar aspectos económicos, culturales, tecnológicos, políticos, etcétera. Bien sea en sentido positivo o negativo, está presente en gran cantidad de artículos y ensayos: “A principios de 1990, en el catálogo de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos aparecían menos de cincuenta publicaciones al año sobre la globalización: desde 2000, la cifra se ha disparado a más de mil al año” (Ghemawat, 2011, p. 24). Por ello, un fenómeno de la importancia que tiene el deporte, con un peso económico y cultural de gran magnitud, no escapa al análisis desde el punto de vista de la globalización.
Desde que a inicios del siglo xx se empezaron a popularizar las competiciones internacionales, el deporte se ha convertido en uno de los fenómenos de masas más importantes. Hace décadas que es difícil encontrar algún evento a escala global que congregue a una mayor audiencia delante de un televisor que la inauguración de unos juegos olímpicos o una final del mundial de fútbol o de la Super Bowl. Durante los últimos setenta años sus audiencias siempre han ido in crescendo, y todavía no se observa el límite al que puedan llegar:
El Mundial de Fútbol de 1954 congregó frente al televisor a una audiencia de 20 millones de telespectadores; el de 1974 multiplicó la cifra por 45, elevándola hasta los 900 millones; el de 1990 acaparó la atención de 2200 millones de personas; y en el Mundial de Alemania 2006 la audiencia se disparó hasta los 3600 millones de televidentes (Ruiz, 2010, p. 57).
A partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, se ha considerado al deporte como uno de los fenómenos supranacionales por excelencia, en especial desde la década de 1960 con la popularización de la televisión y de las retransmisiones vía satélite. Por ello, podría ser lógico deducir que el deporte se convirtió en un fenómeno global desde mediados del siglo xx. De acuerdo con un estricto punto de vista, es innegable que los más importantes eventos deportivos tenían audiencias globales, pero en esta investigación se quiere determinar si ello corresponde con la posibilidad de asociar el deporte a la globalización en una época en la que la Guerra Fría acarreaba un mundo bipolar. Así, partiendo del marco teórico del proceso de la globalización se presenta una cronología de la expansión del deporte para determinar desde qué momento se puede vincular el deporte con la globalización.
1. Cronologías de la globalización
Los inicios de la globalización y su posterior evolución son motivo de diversas teorías entre los estudiosos del fenómeno. A pesar de la juventud del término, hay quienes proponen que el inicio de la globalización se da desde bien temprano en la historia de la humanidad: Sánchez (2017, pp. 25-27), en su compendio de teorías sobre el fenómeno, en donde se pregunta sobre si la globalización es un fenómeno reciente o si más bien hubo otras globalizaciones en el pasado, aporta las teorías de Pascal Picq, Jacques Lévy y Yuval Noah Harari, que sitúan el punto de partida del proceso en el momento en que el Homo sapiens inicia su salida de África y conquista todos los ecosistemas del globo terráqueo, pues, al convertirse en la única especie que lo consigue, ya muestra una mentalidad globalizadora. Dunning (2009, p. 9) también trabaja en la misma línea del Homo sapiens como la única especie global. En otro aporte sobre las distintas teorías acerca del proceso, Kapuscinski (2003, p. 27) menciona que, según la escuela histórica, los primeros representantes de la globalización fueron los griegos, y que, por lo tanto, según dicha escuela no representa nada nuevo en la historia.
La llegada del hombre europeo al continente americano es uno de los momentos históricos con mayor peso como punto de partida de la globalización (Estefanía, 2002; Ferrer, 1996; Friedman, 2006). “¿Qué otra cosa, por ejemplo, es el descubrimiento de América?”, se pregunta Estefanía (2002, p. 37). Acercándose un poco más a nuestros días, Rodrik (2011, p. 45) sitúa la primera gran globalización en la Revolución Industrial, finalizando a raíz del inicio de la Primera Guerra Mundial: “De hecho, desde muchos puntos de vista, la economía global no ha superado hasta hace poco los niveles de globalización de 1913 en cuanto a comercio y finanzas”. También las últimas décadas del siglo xix son un punto de partida para Colomer (2015), ya que una de las características de la globalización actual es la influencia sobre los Estados que tienen las organizaciones internacionales. Así, en su libro El gobierno mundial de los expertos defiende la idea de que es a partir de finales del siglo xix que el mundo empieza a verse fuertemente regulado por instituciones globales, pues hay numerosas organizaciones supranacionales que les dictaminan a los Gobiernos el manejo de una serie de procedimientos. Así, por ejemplo, se encuentran instituciones como la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), creada en 1865, o la Oficina Internacional de Pesas y Medidas, creada en 1875. Ante la dificultad de situar un inicio a la globalización, Parodi (2005, p. 40) señala que, “al tratarse de un proceso, no tiene una fecha precisa de inicio”.
A partir de las teorías sobre los inicios de la globalización, varios autores han formulado toda una sucesión de fases por las que el proceso ha ido avanzando:
—Hopkins (2002, como se citó en Parodi, 2005, pp. 35-36), menciona cuatro fases. La primera de ellas la denomina arcaica y sería anterior a la formación de los Estados nación; una vez configurados estos se desarrollaría la protoglobalización entre los años 1600 y 1800. Desde 1800, con la primera Revolución Industrial y el imperialismo europeo, se pasaría a la fase llamada globalización moderna y, por último, la globalización poscolonial desde 1950 con el desarrollo de las corporaciones multinacionales.
—Friedman (2006) aporta tres etapas: globalización 1.0 a partir del descubrimiento de América por Cristóbal Colón, lo que dio inicio a un impulso a la integración global; globalización 2.0 desde 1800, con la empresa multinacional como agente de transformación; y globalización 3.0 con el inicio del siglo xxi, en que, gracias a las nuevas tecnologías, los individuos empiezan a competir a escala global.
—Ghemawat (2011) considera cuatro etapas o visiones del mundo hasta llegar a lo que él denomina actual semiglobalización, pues los datos que maneja1 considera que impiden hablar de una plena globalización. Dichas cuatro visiones de la cronología de la globalización se dividen en mundo 0.0, 1.0, 2.0 y 3.0. El inicio del mundo 0.0 se da con la aparición del ser humano moderno, el mundo 1.0 se desarrollaría desde la Ilustración, el mundo 2.0 a finales del siglo xx y el mundo 3.0 a partir de la crisis económica de 2008.
Teniendo presentes las anteriores etapas de la globalización descritas, es importante observar que el análisis de las dos últimas décadas del siglo xx y los inicios del xxi constata que es una época con características totalmente distintas. La caída del muro de Berlín en noviembre de 1989, el posterior desmembramiento de la URSS en 1991 y la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio en 2001 unificaron al mundo bajo el mismo sistema económico: el capitalismo —con la salvedad de Corea del Norte y Cuba, aunque esta última ya ha dado los primeros pasos para reformar la economía comunista y va abriendo la puerta al libre mercado—. A esta uniformidad económica se le añadió la popularización de internet, en especial desde 1994 con el lanzamiento del navegador Netscape, el cual “no solo dio vida a internet, sino que además la hizo accesible a toda clase de personas de entre cinco y ochenta y cinco años” (Friedman, 2006, p. 65). Los posteriores avances tecnológicos basados en la conectividad han permitido lo que Castells (2009, p. 88) denomina autocomunicación de masas, en que cualquier persona desde su smartphone puede aportar información que estará al alcance de toda la audiencia global. También esta nueva tecnología permite realizar operaciones económicas desde cualquier punto geográfico del mundo y acceder a un sinfín de aplicaciones para todas las necesidades. La suma de estos dos acontecimientos, económico y tecnológico, ha generado en la actual globalización toda una serie de importantes diferencias con el resto de las fases:
Lo que debe quedarnos claro del actual proceso de globalización es que se trata de uno sin precedentes y único en la historia de la humanidad, muy especialmente por las tecnologías que han permitido que las comunicaciones y los transportes hayan impactado en el mundo de la economía, los negocios, la política, la cultura y las relaciones humanas (Sánchez, 2017, p. 42).