Buch lesen: «Desaprender para transformar», Seite 3

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“El corazón de cualquier revolución es la revolución del corazón” dice Perlas. Este es el camino por el cual nos hemos decidido en el Instituto Paulo Freire desde su fundación hace veinte años, y entendemos este camino como una manera consecuente de hacer las cosas. Al momento de evaluar nuestros cursos ­hemos usado las imágenes de las diferentes partes del cuerpo de una oruga para hacer referencia, simbólicamente, a los diferentes módulos del curso, para que en esas imágenes cada participante escriba sus evaluaciones. Esto lo hemos hecho con la esperanza de que la mariposa que se ha creado en el interior de cada una y cada uno, al final de cada curso vuele al lugar de la persona que participó, llegue al corazón de las personas con su suavidad, y transforme el mundo con su belleza.

A partir del seminario internacional en Berlín en 2017, el Instituto Paulo Freire ha dado un paso hacia el bosquejo de un nuevo futuro. Hoy es relevante discutir el significado de las preguntas centrales de la pedagogía de Freire a la luz de los desafíos del mundo actual. En ese marco, un punto de debate importante refiere a la descolonización en nuestro trabajo y a lo que entendemos por “buen vivir”. Cuando hablamos de descolonizar, es apremiante no restringirse a la ilustración europea desde los aportes de Descartes —lo que implicaría quedarse en la hegemonía que adquirió el imperio de la razón sobre el de las emociones (“pienso, luego existo”)—. Queremos también debatir sobre la poderosa tradición que ha tenido en América Latina y en Alemania la formulación de teoría a la luz del marxismo. Ambas corrientes, que plantean la superioridad del pensamiento sobre el significado de lo divino, se basan en la filosofía griega. Aunque no hemos tomado conciencia de ello, las sociedades europeas somos herederas de esa tradición, que es un requisito del eurocentrismo, y cuya aparición a su vez dio origen al racismo y al colonialismo.

En este punto vuelvo al anhelo de Freire: “Necesitamos también el pensamiento europeo”. Porque en este proceso no se trata de validar el modelo europeo como una base ineludible y como poderoso instrumento, sino de ponerlo en diálogo con las cosmovisiones de los compañeros y compañeras de ruta latinoamericanos y africanos —incluyendo la influyente teología de la liberación— y de reinterpretarlo y refundarlo. “El otro es mi maestro ético”, ha ­dicho ­Emmanuel Lévinas, heredero de la tradición judía. Siguiendo su pensamiento, entendemos la educación como un proceso en el que cada ser humano tiene una responsabilidad. El otro nos concierne y debemos hacer lo posible por no invisibilizarlo, y crear las condiciones para reconocerlo. El otro está siempre en una relación asimétrica con nosotras y nosotros mismos, tendemos a percibir nuestro ser como superior al otro y es ahí cuando la mirada crítica sobre sí mismo debe hacer presencia. Así, es desde la “cara del otro” (Lévinas) como nos cuestionamos y a la vez nos hacemos responsables de él. En este proceso, cada ser humano —con su propia cosmovisión, religión, rol social y político— es relevante. Es esta idea la que nos lleva a defender los postulados de Freire y Lévinas, la que nos impulsa a luchar por la democracia y la inclusión: nuestros compañeros y compañeras de ruta de diferentes partes del mundo se convierten, a través de este proceso, en nuestros “maestros y maestras éticos”.

Traducción del alemán: Andrea Riedemann Fuentes

Referencias bibliográficas

Copei, F. (1960). Der fruchtbare Moment im Bildungsprozess. Heidelberg: Quelle y Meyer.

Mitscherlich, A. y Mitscherlich, M. (1973). Fundamentos del comportamiento colectivo: La incapacidad de sentir duelo. Madrid: Alianza Editorial.

Von Hentig, H. (1971). Cuernavaca oder Alternativen zur Schule. Colonia: Klett/Kösel.

Von Lüpke, G. (2009). Raupe und Schmetterling. Entrevista con Nicanor Perlas. Extractos de Von Lüpke, G. Zukunft entsteht aus Krise (pp. 200-244). Munich: Riemann. Recuperado de: https://wirundjetzt.org/ueber-uns/inspirationen-geschichten/die-geschichte-von-der-raupe-und-vom-schmetterling.

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Ilse Schimpf-Herken (1946, Frisia, República Federal de Alemania), doctora en pedagogía y sociología. Conoció a Paulo Freire cuando en los años sesenta, después del bachillerato, empezó su búsqueda por formas alternativas de construir la sociedad, primero en París, después en Venezuela, México y Chile. Desde entonces ha estado explorando el papel de la pedagogía del oprimido para la transformación social en diferentes contextos: trabajó en una ONG de cooperación internacional, como docente y catedrática en diferentes universidades alemanas, y en múltiples escenarios de diálogo. En 1997 fundó el Instituto Paulo Freire de Berlín, que desarrolla procesos de formación de profesores y profesoras, pedagogía de la memoria y educación para una cultura de paz en Alemania y América Latina. Actualmente es directora del Instituto Paulo Freire y presidenta de la Asociación Paulo Freire. Contacto: ilse.schimpf-herken@web.de.

3 Esta cita y todas las siguientes citas indentadas en este texto son extractos de una entrevista de Geseko von Lüpke con el sociólogo filipino Nicanor Perlas (Von Lüpke, 2009).

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El Instituto Paulo Freire (PFI) fue fundado en 1997 como parte de la Academia Internacional de Berlín, entidad asociada a la Universidad Libre de Berlín, y realizaba proyectos principalmente en el campo de la educación en América Latina. Paralelamente, existía la Asociación Paulo Freire, formada en 1994 en Múnich, Alemania, que se dedicaba a difundir la pedagogía de Freire en Alemania. En 2009 la Asociación Paulo Freire se trasladó a Berlín y entabló una colaboración estrecha con el Instituto Paulo Freire. En la actualidad continúan colaborando con una amplia red de organizaciones sociales e instituciones educativas en América Latina y Alemania. Las experiencias presentadas en este libro son un rico testimonio de esta colaboración.

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Los llanos en Venezuela corresponden a una superficie de extensas sabanas, lugar donde se llevó a cabo la reforma agraria de ese país.

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Más referencias en Von Hentig (1971).

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Cuando una cuncuna comienza a transformarse en pupa, se dan dos procesos en paralelo. Por un lado, las enzimas comienzan a desintegrar la estructura celular de la cuncuna. Por otro lado, van surgiendo nuevas células, que son radicalmente diferentes a las células de la cuncuna. Podría decirse que transmiten en una frecuencia diferente a la del resto del cuerpo de la cuncuna. La ciencia ha llamado a estas nuevas células “imaginativas” o “células imago”, porque ya contienen las estructuras e informaciones de la mariposa que ha de surgir más adelante. Dichas células representan entonces algo así como el futuro, que ya está contenido en el presente y que busca cómo desarrollarse.

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El término “vagamundos” se usó a principios del siglo XX para referirse a los trabajadores temporales de las tierras agrícolas en el sur de Chile, quienes al finalizar la cosecha se movilizaban hacia el norte del país para trabajar en las minas. Allí entraron en contacto con el movimiento sindical europeo, y con esa nueva conciencia sobre justicia social iniciaron el movimiento campesino en el sur. Los profesores y las profesoras de la red Vagamundos se ven a sí mismos de una manera similar: como “ladrones/as de ideas”, que hacen transitar ideas entre los continentes.

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www.archivovivopaulofreire.org

CAPÍTULO UNO

Pedagogía y transformación

La educación popular y la IAP en la construcción de paz. Aportes de América Latina que nacen de la experiencia de las comunidades

César Osorio Sánchez, Colombia10

Frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte.

Gabriel García Márquez

Reconocer a las comunidades como protagonistas en la producción de conocimiento y no como meros objetos de investigación o repositorios de un conocimiento experto que proviene de afuera, ha sido quizás uno de los principales aportes de América Latina al pensamiento social. Apuestas como la educación popular y la investigación-acción participativa (IAP) nacidas de las entrañas de nuestro continente, han puesto de presente cómo sí es posible generar escenarios en los que educadores, investigadores y comunidades establecen diálogos fructíferos recuperando saberes eclipsados por ­fenómenos como el colonialismo o el autoritarismo político. Con ello, ambos enfoques han problematizado las visiones ­pedagógicas y de investigación tradicionales, a la par que han contribuido a superar diversas expresiones de dominación, explotación, opresión cultural y devastación ambiental-territorial que afectan los modos de vida de nuestras comunidades.

Se trata, hay que decirlo, de corrientes pedagógicas e investigativas que entrañan una postura ética y política que se desmarcan de la contemplación y el análisis distante de la realidad, instando a ­hacer una lectura crítica de esta que va de la mano del reconocimiento del potencial transformador de la acción comunitaria. La experiencia de organizaciones y movimientos de mujeres, indígenas, comunidades afrodescendientes y campesinos, así como la acción de maestras y maestros que promueven el diálogo entre escuela y comunidad, muestran que, más que meras opciones académicas, la educación popular y la investigación-acción participativa son realidades sociales con profundas raíces en escenarios tan diversos como instituciones académicas, organizaciones de la sociedad civil, comunidades y pueblos étnicos. Todas ellas develan posturas educativas, políticas y académicas que responden a las necesidades del contexto, y que se ­interrelacionan estrechamente con el acontecer político de los ­pueblos.

En el ámbito latinoamericano, la promoción de estas perspectivas se ha dado en medio de intensos y cruentos conflictos ­políticos y sociales. Desde la segunda mitad del siglo XX, la mayor parte de los países vivieron un ambiente generalizado de violencia y represión política expresado en conflictos armados internos, regímenes represivos y una intensa contienda política y social en torno a problemáticas como el acceso a la tierra, la participación política, el reconocimiento de los derechos de los pueblos ancestrales, la garantía de derechos sociales a las capas mayoritarias de la población y el respeto a los derechos humanos de quienes reivindican proyectos políticos disidentes. Así, países como Guatemala, El ­Salvador, ­Nicaragua, Perú y Colombia transitaron por guerras civiles, al ­tiempo que Brasil, Paraguay, Argentina, Chile y Uruguay vivieron regímenes dictatoriales que se tradujeron en graves violaciones a los derechos humanos, violencia sociopolítica y el ocultamiento de realidades afrentosas contra la dignidad humana.

Por estas razones, algunos de los campos de acción en los cuales se han desplegado la educación popular y la investigación-acción participativa en el continente han sido la construcción de la paz, la exigencia de los derechos humanos, la recuperación de la memoria histórica y el tratamiento no violento de los conflictos. Las heridas que han abierto las guerras y las dictaduras presentan retos políticos, académicos y educativos que traen consigo preguntas como las siguientes. ¿De qué manera la educación puede contribuir a superar las políticas del olvido y el silencio por medio de las cuales se ha querido ocultar la barbarie? ¿Qué rol puede desempeñar la pedagogía en la transformación de la violencia y la generación de una cultura de paz? ¿Cómo contribuir, por medio de la educación, a que las comunidades cuenten con mejores posibilidades de exigencia de los derechos humanos? ¿De qué manera es posible traer al presente el ejemplo de dignidad y resistencia de quienes ya no están, para inspirar esperanza?

Frente a estas preguntas y desafíos cabe parafrasear a García Márquez y decir que la labor de las y los educadores, sus vivencias y sus ideas para transformar las huellas que han dejado los regímenes represivos y las guerras en estos países, ejemplifican que, pese a la voracidad de la violencia, sigue naciendo en nuestra América una poderosa utopía de la vida, que confronta la muerte, el silencio y el olvido. La educación popular y la investigación-acción pueden valorarse como propuestas colaborativas de construcción de conocimiento, que se han ocupado de las tensiones entre paz y guerra, autoritarismo y democracia, olvido y memoria que demarcan el contexto político y cultural de América Latina. De esta manera, es posible destacar algunos aspectos distintivos que orientan, le dan sentido y caracterizan estas prácticas en contextos de conflicto.

En estas características se puede resaltar que, en la construcción de una cultura de paz, tanto la educación popular como la IAP11: i) se proponen conocer y transformar la realidad como sujetos sentipensantes; ii) asumen la educación y la investigación como apuestas de transformación cultural; iii) valoran la lectura de los contextos a partir de las experiencias y conocimientos de los actores; iv) incentivan la confianza y cultivan el intercambio de experiencias como estrategia de creación colectiva; v) buscan la recuperación de la vida cotidiana como escenario educativo, y vi) se orientan a la recuperación de una memoria histórica a partir de las resistencias y las utopías.

A continuación me propongo ampliar estas ideas y acompañarlas de algunos referentes de realidad, los cuales aspiro a que animen a la reflexión para iniciar nuevas rutas de cambio, a la par que contribuyan a identificar tantas y tantas experiencias regadas por América Latina con variadas tonalidades y que hacen del nuestro un colorido paisaje. No se trata de una visión totalizante ni cerrada sobre el significado de la educación popular y de la IAP en los procesos de construcción de paz, es apenas un compartir de mi participación y acompañamiento a este tipo de procesos en dos campos de trabajo: por una parte, la transformación de los conflictos a través de las prácticas de justicia comunitaria, y por otra parte, la recuperación de la memoria histórica, archivos y testimonios de comunidades, víctimas y resistentes, frente a la violencia.

Conocer y transformar la realidad como sujetos sentipensantes

Uno de los aportes más significativos de los procesos de educación e investigación que apuntan a la construcción de la paz es el reconocimiento de que la transformación de las huellas de la violencia implica valorar el estrecho vínculo entre razón y emociones, entre pensamiento y sentimiento. La tarea de analizar desde una perspectiva crítica las prácticas de violencia sociopolítica presentes en los países de nuestra América, así como las estrategias de las comunidades para enfrentar el dolor, no es un proceso desprovisto de motivaciones éticas y políticas. Por el contrario, hablar de procesos pedagógicos y de investigación que contribuyan a la construcción de la paz implica reconocer que sentimientos, pensamientos y valores como la indignación y la esperanza son fuerzas que inspiran el conocimiento de la realidad y su reflexión crítica. En este orden de ideas, perspectivas como la educación popular y la IAP evidencian que las teorías sociales surgen y están ancladas a contextos y principios éticos, y, que la acción colectiva y las tentativas de las comunidades por modificar sus realidades, son más que mero activismo, son escenario y fuente de producción de conocimientos.

Una clara constatación de esta relación entre sentimiento y pensamiento se puede observar en los procesos de investigación y pedagogía que promueven los pueblos étnicos y las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas para la recuperación de sus territorios frente a los impactos de la guerra o de conflictos ­socioambientales. En este caso, el ejercicio de investigar cómo se ha configurado y transformado históricamente el territorio, así como los procesos pedagógicos para reconocer el valor de la tierra en la cultura propia son más que prácticas estrictamente cognitivas o de circulación de información. En este caso, la producción de un nuevo conocimiento de la realidad está estrechamente vinculado a la lucha contra el legado colonial de desprecio por lo propio, a la recuperación y valoración de la dignidad del ser indígena, campesino o afrodescendiente, y al reconocimiento del territorio como un espacio en el que se produce no solo la vida material de las comunidades, sino una forma de pensar, percibir y sentir el mundo.

A diferencia de los paradigmas tradicionales que insisten en que la investigación y la pedagogía deben permanecer al margen de los problemas sociales, o que su distancia frente a los conflictos es un indicador de objetividad, la educación popular y la investigación- acción participativa ponen de relieve que, difícilmente se puede construir un conocimiento riguroso de la realidad si las prácticas sociales y el mundo de la vida comunitaria son vistos con desdén y lejanía. En otro sentido, estas perspectivas invitan a indagar por las raíces históricas de las relaciones desiguales de poder, a desentrañar los caminos que han abierto los pueblos para transformarlas y así, construir relaciones de proximidad y confianza en los espacios pedagógicos y de investigación. Este conocimiento de las raíces históricas de los conflictos, de las respuestas que han germinado en las comunidades supone, por ejemplo, la recuperación de las experiencias y discursos de los grupos sociales que históricamente han sido excluidos de los relatos dominantes en el campo de la política o de las ciencias sociales y humanas.

Las grandes letras de nuestro continente demuestran que la ­palabra escrita es un instrumento potente para compartir creaciones, saberes, momentos esenciales de nuestras vidas o para recrear nuevos universos. No obstante, es importante reconocer que en muchas ocasiones, la palabra escrita no es suficiente para retratar las coloridas combinaciones de sabores, sentires, saberes, vivencias y formas de conocimiento que surgen en las comunidades y en el propio diálogo entre educadores y educadoras para la paz.

La educación y la investigación como apuestas de transformación cultural

En la educación popular y en la IAP orientadas a la construcción de la paz, se reconoce que la construcción de conocimiento es un proceso vital. Cada testimonio, cada historia de vida, cada conocimiento compartido sintetiza trayectorias personales, es el fruto de vidas dedicadas a edificar sociedades más justas, de labores educativas y experiencias cotidianas que han exigido creatividad para vincular teoría y práctica, sentimiento y pensamiento, investigación y pedagogía. Aunque muchas de estas experiencias no estén registradas en los libros y textos académicos sobre pedagogía y cultura de paz, lo cierto es que están en la memoria y le dan sentido transformador a la vida de muchas comunidades y líderes y lideresas sociales.

De esta forma, en sociedades que han sufrido periodos de violencia y que siguen viviendo realidades de exclusión y marginalidad para las mayorías, la labor de las y los educadores populares y comunitarios implica una reflexión permanente, por el sentido de la acción pedagógica y de la investigación, y no solo por los diseños didácticos o metodológicos de las acciones educativas. En una mirada más amplia, hablar de procesos educativos populares, de apuestas participativas de investigación a favor de la paz significa analizar los problemas que enfrentan las comunidades y la escuela, abrir nuevos caminos para que las acciones educativas rompan el cerco de la indiferencia y del olvido, y pensar en formas creativas para transformar prejuicios y valores arraigados en la cultura como el racismo, el patriarcado, la falta de reconocimiento de los pueblos originarios, de los afrodescendientes y rom y, sobre todo, para ­recuperar los saberes que han surgido en las comunidades y que han sido históricamente relegados.

En consecuencia con lo dicho, la educación popular y la IAP pueden ser concebidas como apuestas de transformación cultural, al ­menos, en dos sentidos. Por una parte, ponen en cuestión las formas tradicionales de producción de conocimiento y los valores hegemónicos en la sociedad, y al mismo tiempo, invitan a que las comunidades ­reflexionen sobre sí mismas para remover y transformar los aspectos de la cultura propia que reproducen la dominación y la opresión cultural. Un claro ejemplo de ello, se observa en las prácticas pedagógicas y de investigación promovidas por algunos movimientos campesinos. En estos contextos pedagógicos y de investigación, se controvierte la idea de que la tierra es un mero objeto de explotación, que los bienes comunes como el agua se pueden mercantilizar, y al mismo tiempo se reflexiona en torno a cómo ­superar problemas históricos de las comunidades como el machismo, la falta de participación de las y los jóvenes y la pérdida de la identidad campesina que inciden en las posibilidades de organización de las propias comunidades para la exigencia de sus derechos. Así, la reflexión sobre cómo transformar el mundo va enlazada a la reflexión sobre cómo deben mudar las comunidades para edificar ese nuevo mundo deseado.

De igual forma, estas labores ponen de presente los retos que trae consigo la construcción de la paz. En tal sentido, los contextos latinoamericanos revelan que, aunque haya políticas de tránsito de regímenes represivos a democracias o se lleven a cabo procesos y acuerdos de paz, la construcción de la paz es una tarea más compleja y de más largo aliento. La construcción de una paz integral requiere el cese de la represión y de la violencia, pero además, debe ser comprendida como un proyecto más amplio que implica la garantía de derechos sociales (educación y trabajo, entre otros), la no repetición de los graves crímenes que afectan la vida de las comunidades, el reconocimiento de la diferencia política, el respeto a los derechos de las mujeres y de las personas con sexualidades e identidades de género diversas , así como ejercicios de memoria histórica que recuperen los proyectos de ciudadanía frustrados por la violencia. Desde ese punto de vista, la construcción de paz es un proceso complejo, conflictivo en sí mismo, que exige la persistencia y tenacidad de parte de quienes consideran la educación como un medio para transformar la realidad12.

Lectura del contexto a partir de las experiencias y conocimientos de los actores

En estos procesos, uno de los aportes a la formación es la lectura del contexto a partir de las experiencias y saberes de los actores. A menudo, la puesta en común de las experiencias de países que han vivido graves y masivas violaciones a los derechos humanos se ha centrado en las estadísticas de las personas asesinadas, desaparecidas, que han sido víctimas de graves crímenes, en la presentación de los intereses internacionales que incidieron directamente en los regímenes represivos o en las guerras, o en las estrategias de las partes enfrentadas en el ámbito político o militar. Aunque esta información es valiosa para conocer el contexto, hay preguntas que exigen nuevas fuentes y referentes, por ejemplo, ¿de qué manera percibieron la violencia los hombres y las mujeres de los tiempos de la represión? ¿Qué factores permitieron que la violencia fuera aceptada por algunos como legítima? Las comunidades, ¿permanecieron pasivas?, ¿generaron estrategias para afrontar y superar los dolores de los tiempos violentos?

Estas preguntas se refieren al ambiente social y cultural que facilita o impide que siga creciendo la violencia, y tienen que ver con las respuestas que les han dado las comunidades a los sucesos ­dolorosos, para hacer valer sus derechos y afirmar su dignidad. En este orden de ideas, un aspecto distintivo de los procesos de educación popular e IAP en perspectiva de construir la paz ha sido la recuperación de los repertorios por medio de los cuales las comunidades han registrado los hechos de dolor, pero también sus experiencias significativas de resistencia y afrontamiento de los duelos que ­generan la violencia. Así, los testimonios, las historias de vida, las expresiones gráficas, la literatura popular, la poesía y el canto pueden considerarse fuentes de un conocimiento histórico que permite leer nuevas y más complejas dimensiones de la guerra y la represión. Se trata de rastros de la historia, portadores de importantes valores históricos y culturales, que son recuperados en la acción educativa con las comunidades.

Un ejemplo de la potencia de la lectura del contexto a partir de las experiencias y conocimiento de los actores puede observarse en los movimientos de defensa de los derechos humanos y de víctimas de la guerra y la represión. El ejercicio de compartir las experiencias que desarrollan comunidades que han padecido situaciones como el despojo de tierras y el desplazamiento forzado, permite ­reconocer, por ejemplo, que las problemáticas personales, familiares o comunitarias corresponden a lógicas de violencia que afectan al conjunto de la sociedad y que, por ello, merecen la indignación y el rechazo público. De igual forma, esta lectura de la realidad ayuda a constatar que las diversas formas de violencia estructural no son meras abstracciones, sino realidades que tienen efectos en la vida cotidiana de hombres y mujeres. En este caso, reflexionar y aprender colectivamente es ­importante para entender la dimensión de las problemáticas sociales y para valorar la necesidad e importancia de construir en lo cotidiano y de manera colectiva, alternativas dignificantes.

Confianza y cultivo del intercambio de experiencias como estrategia de creación colectiva

Para el reconocimiento de estas fuentes y saberes, una de las apuestas más importantes de la educación popular y la IAP en clave de construcción de paz es el intercambio de saberes y experiencias. Se parte de la premisa de que cada persona y cada comunidad cuenta con un saber que merece ser compartido para construir una nueva lectura de la realidad y un nuevo conocimiento que potencie el cambio social. Desde estas orillas, el intercambio de experiencias permite la aproximación a los contextos por medio del conocimiento directo de personas, lugares e instituciones que son significativas para el país, para las comunidades o que han desempeñado un rol protagónico en la promoción de estrategias de exigencia de los derechos, la educación y la recuperación de la memoria histórica. En el intercambio, la lectura del contexto se asemeja al ejercicio de armar un rompecabezas en el que cada testimonio, visita a un lugar de memoria, y cada metodología de educación comunitaria conocida es una pieza importante y necesaria para construir una imagen de la sociedad. Este rompecabezas no tiene manual de instrucciones, cada participante, apoyado en el diálogo, construye de forma autónoma su lectura para compartirla con los demás y llevar a su propia realidad las lecciones que le resultan significativas.

Con el intercambio de saberes se busca que mediante la proximidad se reconozcan afinidades, puntos de encuentro entre las diversas experiencias, y se recuperen estrategias que pueden aportar a superar las sensaciones de aislamiento y soledad. Vale resaltar que un efecto de la violencia es la sensación de que la realidad que vive cada comunidad es incomprensible, no puede ser entendida por los demás y por ello está incomunicada del resto del mundo. Frente a esta problemática, el conocimiento de otras comunidades permite entender el dolor propio a través del dolor de los demás, entender que se viven problemas colectivos de gran magnitud y, además, reconocer que en las condiciones más adversas y en las situaciones menos esperadas surgen iniciativas para afrontar el infortunio, recobrar esperanzas y reconstruir los proyectos de vida. Esta construcción de comunidad con base en los problemas ­comunes, los saberes compartidos y la solidaridad por lo que han vivido otras comunidades es necesaria para refirmar la esperanza y es esencial para tejer redes.

Diremos entonces que una experiencia significativa se encuentra en los esfuerzos de comunidades y organizaciones sociales que, tratando de romper las políticas de olvido, han emprendido la tarea de documentar sus experiencias, conformar archivos y recuperar los testimonios de líderes y lideresas, sobrevivientes y víctimas de la violencia. A menudo, frente a la carencia de información fiable en las instituciones del Estado o ante la cultura del secretismo que predomina en contextos de guerra y represión, este esfuerzo de documentar y archivar abre la posibilidad para dar a conocer realidades silenciadas y para escribir otro relato histórico. En este caso, por ejemplo, el intercambio de experiencias entre las organizaciones de derechos humanos de América Latina, ha sido vital para compartir metodologías en aspectos como la documentación de casos, la protección de la información compartida por las víctimas, el uso pedagógico de archivos, documentos y testimonios, así como la creación y recuperación de lugares significativos en la memoria colectiva.

Recuperación de la vida cotidiana como escenario educativo13

El reconocimiento de estas afinidades y hermanamientos en los procesos educativos e investigativos para la construcción de paz, permite vislumbrar que los aprendizajes circulan y son compartidos no solo en las actividades explícitamente pedagógicas como foros, talleres y seminarios, sino que la vida cotidiana misma es un acontecimiento pedagógico. En este caso vale destacar que se reconoce la condición de educador o educadora comunitaria, no como una distinción o un título que se obtenga en una institución educativa formal, escuela o universidad, sino como un oficio, una labor que se reafirma día a día en las comunidades. No se deja de ser educador comunitario cuando se cierra el taller o cuando se acaban las clases. Nos encontramos en este caso frente a una labor y un oficio total, que compromete la vida integralmente.