Buch lesen: «La melancolía en la antigüedad», Seite 2

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I.

Aproximación etimológica

El vocablo “melancolía” es relativamente tardío. Como podría esperarse surge con el desarrollo de la medicina hipocrática, aunque tiene antecedentes en la poesía que anticipan su creación. El primer término del compuesto, el adjetivo (“negro, oscuro, sombrío”), figura desde Homero para describir el color del vino, de la sangre, de una ola, del mar o de un río. También se usa alegóricamente para retratar la muerte, en una fórmula que se repite en la Ilíada (2.834): “porque las divinidades funestas de la negra muerte los conducían” , y en el Agamenón (1511) de Esquilo para describir al “sombrío Ares” . Esto demuestra que desde Homero significaba mucho más que un simple color, lo que se testimonia también en otras lenguas distintas del griego3. Por ejemplo, “hombres despiadados” se dice , y “dolores insoportables” son los . Ya el médico Galeno vincula explícitamente “el miedo a la oscuridad exterior” que tienen los hombres con “el color oscuro de la bilis negra” , ya que “oscurece la sede de la razón” . Existen numerosos paralelos de esta relación en la literatura posterior (Klibansky 1991: 39-40, n. 44).

El segundo término del compuesto, el masculino , con el sentido de “bilis”, también aparece por primera en Homero4, y se emplea sobre todo de manera figurada para referirse a cualquier tipo de amargura, cólera o resentimiento (Ilíada 16.203): “con cólera te crió tu madre” . El verso plantea una asociación entre y cólera, importante para el desarrollo posterior de la noción de melancolía. Por su parte, el femenino no indicaba únicamente la bilis. Ya en el Corpus Hippocraticum la “bilis negra” revela en más de una oportunidad la enfermedad en los Aforismos (4.22): “al inicio de toda enfermedad, si la bilis negra ha salido por arriba o por abajo, es mortal” . En otros autores como Aristóteles se vincula a la vesícula biliar, o a una especie de veneno de plantas y serpientes. Muy pronto, la dualidad de las formas y permitió una distinción entre la noción médica de la bilis y la noción psicológica de humor. Este punto es fundamental para el desarrollo del término , porque dicha diferencia no está comprendida en los compuestos que pertenecen casi todos a un registro concreto de la bilis, pero pueden comportar en muchos casos acepciones morales5. Son precisamente esas connotaciones morales vinculadas por una parte al carácter del hombre (el melancólico puede ser genial, exaltado o taciturno, sobre todo en el Problema XXX), y por otra a la enfermedad (la melancolía se caracteriza por una mala mezcla en la sangre y los humores, de modo que el hombre puede resultar turbado por esta composición anómala) las que van a tener una importancia decisiva en el compuesto , aunque se debe esperar hasta el CH para encontrarlas desplegadas con más claridad.

En Sófocles (Traquinas 573), “bilis” posee simplemente la acepción de “impregnado de negra hiel, envenenado”. Pero también negra es la sangre que brota de las narices y del costado de Áyax (Áyax 918; 1412-1413). Sin embargo, no sabemos si Sófocles relacionó el delirio de Áyax con un exceso de bilis negra. Solamente un siglo más adelante, en el Problema XXX el destino de Áyax se explica por un exceso de bilis negra, lo mismo que la enfermedad de Heracles y de Belerofonte (Starobinski 1975: 47). Ahora bien, derivados como , expresan un temperamento melancólico o triste. Es así que el verbo (“tener la bilis negra, el humor negro, estar sombrío o triste, ser atrabiliario”) se testimonia desde Aristófanes6 en las Aves (14): “Filócrates el vendedor de pájaros está de mal talante” ; en el Fedro (268e 1) de Platón: “Miserable, estás loco” ; y también en autores posteriores como Galeno. En cambio, el sustantivo (“humor negro, melancolía”) se presenta únicamente desde el CH, por lo general en plural y asociado directamente a un estado patológico como ocurre en Sobre aires, aguas y lugares (10.85): “algunos también enferman de melancolías” . Lo mismo sucede con el adjetivo (“atrabiliario, temperamento melancólico, carácter sombrío”); sus usos se inician siempre dentro del ámbito de la medicina hipocrática. En los Aforismos (3.20) leemos que “en primavera se presenta la manía, la melancolía y la epilepsia” . Este ejemplo ya alude al carácter melancólico. También es importante observar la manera en que el autor diferencia estas enfermedades, que muchas veces reunían síntomas similares o se confundían, tal como acontece en la actualidad.

I.I.Primeros testimonios
Aristófanes

La cuestión sobre qué es la melancolía no es planteada solamente y por primera vez entre los griegos, sino que en ellos encontramos también las primeras respuestas, aunque ciertamente no sean las más claras (Tellenbach 1976: 20). Los orígenes precisos del término en la Antigüedad clásica deben buscarse fundamentalmente en los tratados del Corpus Hippocraticum y en el pseudoaristotélico Problema XXX, aunque existen evidencias del vocablo en autores del siglo V a. C. En la Grecia antigua el término melancolía está testimoniado en el 414 a. C. en Las Aves de Aristófanes, Las Traquinas de Sófocles, y en el CH en numerosas ocasiones. Tellenbach (1976: 17) afirma que el intento por seguir la huella del vocablo más allá del Corpus ha desembocado en lo que no se puede comprobar; lo cual es cierto, pero no constituye un obstáculo para investigar su significado. Si bien la idea de la melancolía se reservó por lo general para el uso médico, la hipótesis inversa de un concepto de sentido común que poco a poco se fue integrando a un discurso médico, filosófico o literario, es más probable de acuerdo con Roussel (1988: 301). Por eso, el término se encuentra testimoniado en autores como Aristófanes, Platón y, posteriormente, Demóstenes, Teofrasto7 y Menandro.

Lo primero que debemos constatar, a nivel del desarrollo histórico del término , es que no se encuentra en ninguno de los fragmentos de los presocráticos. Solamente desde Aristófanes figura como verbo. En los pocos ejemplos que encontramos en el comediógrafo el significado es fundamentalmente el mismo: denota locura, falta de juicio o insensatez en los hombres, pero no se asocia necesariamente a alguna clase de enfermedad o síntoma morboso por causa de la bilis negra. Las primeras tres citas provienen del Pluto (366): “Estás loco, hombre, por el cielo” ; “¿crees que estoy así de loco?” ; “me ha devuelto a mi señor trastornado” ; otra de las Aves (14): “Filócrates el vendedor de pájaros está melancólico” . Un último ejemplo en la Asamblea de las mujeres (251) es interesante por el verbo que acompaña en el contexto a : “le diré que está perturbado… y que además es loco . Del término (“mente, corazón, espíritu, entrañas”) se deriva una serie de compuestos, entre ellos el verbo , que se empieza a utilizar en autores del siglo V a. C. como Heródoto, Tucídides y Aristófanes, con el significado de “estar perturbado, divagar, estar loco”8. También el sustantivo , enfermedad que en la Antigüedad se definía como una “inflamación del cerebro”, deriva naturalmente de . Ahora bien, en Aristófanes significa “desvariar” o “delirar”, pero es el único pasaje en que está junto a , lo que hace un poco más compleja su interpretación, ya que son dos verbos que aluden a un estado de perturbación mental en una misma persona. Entonces, ¿cuál es la diferencia entre uno y otro, o por qué Aristófanes los emplea? Debemos señalar que en el comediógrafo todavía no se establece la transición entre el significado “ordinario” y el “patológico” del vocablo melancolía; dicho paso se encuentra únicamente en el CH y en Aristóteles (aunque en el Estagirita no es tan evidente). Asimismo, la evolución del sustantivo , desde el significado de “extravío del alma” al de “delirio”, tampoco se advierte en un autor algo posterior a Aristófanes como Platón9, sino únicamente en el CH, donde adquiere la acepción plena de “delirio”10. Todo lo anterior nos hace pensar que en la cita Aristófanes usa los verbos y con un sentido similar, porque ambos denotan un estado de perturbación mental. Lo que explica también, según Klibansky (1991: 40), que hacia finales del siglo V a. C. ya era sinónimo del verbo (“estar loco”). Por tanto los dos últimos verbos compartían un campo semántico en común respecto a la idea de la locura, sin especificar todavía sus orígenes o causas.

Platón

En Platón se encuentran solamente dos entradas del término melancolía. El primer ejemplo, como adjetivo, está en la República (573c 9). En este diálogo se compara el carácter del tirano “que por naturaleza, por su modo de vida, o por ambas cosas, se ha convertido en borracho, lascivo y loco” . El segundo ejemplo, como verbo, proviene del Fedro (268e 1): “Miserable, estás loco” . Si bien aquí el sentido es usual, el empleo resulta más notable que el anterior, porque en esta obra apreciamos una importante definición de la manía. Estrictamente hay “dos tipos” de locura según Sócrates: una es producida por enfermedades humanas y otra es provocada por un cambio de las costumbres habituales en la que intervienen los dioses (Fedro 265a 11). Entonces Platón separa la “manía divina” de la “manía patológica” (del “loco exaltado”). De acuerdo con Klibansky (1991: 63), esta distinción entre furor divino y furor como enfermedad permitió la diferenciación posterior entre “melancolía natural o melancolía patológica” . Además esta manía para el fundador de la Academia puede tener un carácter positivo11 (a diferencia de lo que sucede en el CH), en tanto admite las mayores bendiciones para el hombre, ya que es en un “estado de locura” en que las pitonisas hacen los mayores bienes (Fedro 244a 6). Como advierte Tellenbach (1976: 24), en realidad el contraste que introduce Platón en el pasaje 265a 11 es fundamentalmente entre manía y amathía, o entre locura e ignorancia. En consecuencia, el adjetivo reviste el alcance de “ignorante”, es decir, el que no aprende, no quien posee un temperamento melancólico producto de la bilis negra, como posteriormente va a ser el caso del CH y, en parte, el de Aristóteles. Según el Timeo (88b 5), para Platón la “más grave enfermedad es la ignorancia” . Podemos concluir que en las dos citas se usa el término melancolía, ya sea como adjetivo o verbo, con la acepción corriente, similar a la que encontramos en el Pluto de Aristófanes u otras de sus comedias.

3 DELG (1977: 680).

4 LSJ (1996: 1997).

5 DELG (1977: 1267).

6 LSJ (1996: 1094).

7 Conservamos a través de Diógenes Laercio solamente el título de una obra perdida llamada .

8 LSJ (1996: 1330).

9 Sofista (228c 10).

10 Aforismos (2.2): “Una vez que el sueño hace cesar el delirio , es bueno”.

11 No es el caso del Timeo (86b 4) donde se establece que existen: “dos géneros de la insensatez, uno la locura y otro la ignorancia” .

II.

Corpus Hippocraticum

Para comprender la idea de la melancolía en los tratados del Corpus es preciso ubicarla dentro de las principales enfermedades mentales de la Antigüedad. Si bien la enumeración dista mucho de ser indiscutible, Laín Entralgo (1970: 286) establece que las enfermedades mentales y neurológicas más comunes fueron las siguientes: “esfacelo del cerebro” (cuya identificación es difícil de establecer en la actualidad), “apoplejía” , “letargo” , “cefalea” , “manía” , “delirio” , “carácter hipocondríaco” , “temperamento histérico” –aunque para los hipocráticos fue una afección ginecológica–, “vértigo” , “frenitis” , “enfermedad sagrada” y “melancolía” 12. Dentro de las enfermedades que se describen con más detalle en el CH se encuentra la frenitis, que nombra todos los trastornos mentales que se presentan en las enfermedades febriles. También la “enfermedad sagrada” ocupa un lugar importante; es una patología que tiene como base una “disposición hereditaria” , e implica la producción morbosa de pituita en la cabeza que daña el encéfalo. Se presenta más en los flemáticos que en los biliosos y se desencadena por el viento sur.

Las enfermedades mentales en la Grecia antigua fueron interpretadas, dentro del marco de la patología humoral, como alteraciones del equilibrio propio de los cuatro humores principales (sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra). Una de las más importantes de estas enfermedades, cuyo nombre indica su causa humoral, la melancolía, sirvió como paradigma para la mutua influencia de las funciones físicas y mentales. Sin embargo, respecto a su definición existe una serie de problemas13, y tampoco encontramos ninguna mención de su posible cura (Tate 1937: 2), salvo una frase aislada en Sobre las afecciones (36.3): “a cuantos son melancólicos, a ellos se los purga por la bilis negra” . En realidad, no existe en toda la colección hipocrática una exposición clara sobre la melancolía, aunque en el lenguaje popular de la época era un sinónimo cercano a la “locura” o recubría lo que actualmente se entiende por “enfermedad de los nervios” (Roussel 1988: 302). Hacia el siglo V a. C., en Heródoto (Historia 6.75), encontramos algunas descripciones de la “locura” como un estado mental similar al de una persona que “ha perdido el juicio” . El matiz de “frenesí” en se halla en Las Bacantes (305) de Eurípides para describir el “delirio” de Dionisio , y en el Banquete (218b 3) de Platón para la “locura del filósofo y su delirio báquico” .

Roussel (1988: 325) sostiene que es probable que la melancolía fuera concebida en el CH como un conjunto de afecciones variables y, algunas veces, bastante inespecíficas, por eso rara vez se usa el término en singular. Ya en los primeros estadios del CH se la comprendió con base en tres factores: 1) a partir de uno de los humores de los que estaba compuesto el ser humano: la bilis negra; 2) en función del clima; 3) mediante ciertas observaciones físicas y psíquicas (Biesterfledt / Gutas 1984: 21). En estricto rigor, no fueron los hipocráticos quienes definieron en términos patológicos y sintomáticos la melancolía. Únicamente con el médico Rufo de Éfeso (II d. C.) la melancolía alcanzó el honor de monografía. En su obra, reconstruida a partir de fragmentos y citas (Toohey 1990: 145, n.14), se elaboró la idea del “tipo melancólico” ya adelantada por Aristóteles en el Problema XXX. El “tipo melancólico” es un hombre que está predispuesto por un modelo de funciones humorales a un cierto tipo de comportamiento. Según Rufo, los melancólicos gozan en los lugares solitarios y huyen de los hombres sin razón aparente. Asimismo, estableció el curso del tratamiento de la melancolía en la Antigüedad tardía y en el Islam, y clasificó esta patología de acuerdo con su génesis en tres clases, cada una de las cuales tiene sus propias características físicas y somáticas. La mejor conocida, también desde el punto de vista no médico, indica los siguientes síntomas en el melancólico: inquietud, dolor, temor, depresión, apesadumbramiento, insomnio, anorexia, daño cerebral, locura y, eventualmente, suicidio (Biesterfeldt / Gutas 1984: 21). Una descripción similar de la melancolía se encuentra en el también médico Areteo (II d. C) en su obra Sobre las causas y los signos de las enfermedades agudas.

Por otro lado, la melancolía comparte una variedad de síntomas con otras enfermedades mentales o neurológicas, lo que llevó a identificarla en algunos casos con la frenitis. Flashar, en su estudio clásico sobre el tema14, encuentra en un pasaje de Enfermedades (2.72) del CH la descripción más temprana de la melancolía en términos psicosomáticos. El texto describe la frenitis como “una espina en las entrañas que aguijonea; y no solo el hastío ataca al paciente, sino que huye de la luz y los hombres, ama la oscuridad, y es cogido por el temor . Su diafragma se hincha hacia fuera, y siente dolor cuando es tocado. El paciente está atemorizado, ve cosas espantosas, tiene sueños terribles, y algunas veces la muerte ”. Subsisten dudas respecto de la interpretación de Flashar, ya que el autor señala expresamente al comienzo de la cita que describe “la enfermedad de la frenitis” , no de la melancolía, término que no figura. Es cierto que varios síntomas de esta enfermedad coinciden con la melancolía (sobre todo en la descripción que hace de ella Aristóteles en el Problema XXX), como por ejemplo el hecho de huir de la luz y de los hombres, la visión de cosas terribles e incluso de la muerte, pero eso no basta para concluir que es la primera descripción del mal.

Con la finalidad de circunscribir la melancolía en el CH vamos a distinguir tres puntos: 1) fisiognómica: conocimiento del carácter del melancólico a partir de sus rasgos físicos; 2) según la bilis negra; 3) según el clima. Es preciso advertir que el diseño planteado para abordar la melancolía en el CH es en parte arbitrario, debido a que en muchos ejemplos se confunde esta enfermedad con el “tipo melancólico” y también con sus síntomas. Cabe señalar aquí que esto aborda, aunque sea un lugar común dentro de la medicina antigua y moderna, el típico problema de si existen “enfermos” o “enfermedades”. Como se verá en los ejemplos, no existe en el CH lo que podría denominarse un “typus melancholicus”, como en la actualidad la psiquiatría clasifica de “bipolares” o “depresivos” a ciertos enfermos; tampoco se comprende la melancolía como “entidad patológica”, es decir, el “carácter melancólico” es anterior a que el hombre sea afectado por la melancolía. Mas lo importante para nuestro análisis es que en el CH se describe constantemente a hombres que poseen una particular disposición congénita a ciertas enfermedades, y entre ellos encontramos un “typus melancholicus” en el que se presenta una especial “inclinación hacia la enfermedad de la melancolía”, como indica Tellenbach (1976: 22). Únicamente en ese sentido podemos hablar de un “tipo melancólico”. Creemos, en consecuencia, que se justifica el esquema planteado por dos razones: 1) solamente en el CH pueden establecerse estas complejas diferencias, con las reservas que acabamos de señalar, y no en autores anteriores a su formación; 2) el vínculo entre la bilis negra y la melancolía es característico del CH, y esencial para entender su desarrollo en la historia de la medicina antigua y en el Problema XXX de Aristóteles.

II.I.Fisiognómica: conocimiento del carácter del melancólico a partir de sus rasgos físicos

El pensamiento griego, filosófico y médico se fundamentó en un modo de experiencia que capta el mundo mediante figuras esenciales (Tellenbach 1976: 31). Esto significa que la realidad se estructura en conjuntos a los que se llamó (plural de , “forma, tipo, clase”). Se puede entender al como la “estructura en la que se presenta algo”. Entonces, para que exista cualquier cosa, sea material o no, tal ente debe “darse” en ese o “forma”. Desde la perspectiva griega no es posible que algo exista sin una “estructura previa” o “forma” que lo contenga15. La evidencia muestra que la voz en el CH se emplea de manera imprecisa y su sentido se entremezcla (a diferencia de lo que sucede en Platón o Aristóteles, donde su significado está más fijado). En varias ocasiones se refiere a la constitución o naturaleza de un hombre, y expresa la forma, el aspecto, el tipo, el género o la clase, al que pertenece un ser humano de acuerdo con su fisiognomía.

Por esta razón no es casual que el término fisiognomía 16, que designa el estudio del carácter del hombre a través de su aspecto físico y, especialmente, de su rostro (Armstrong 1958: 52; Caro Baroja 1988: 21), se encuentre como título en las Epidemias del CH, y el Pseudo-Aristóteles haya escrito un tratado que constituye la primera y más importante obra sobre este tópico en la Antigüedad. La fisiognómica tiene entonces “un origen médico por una parte, y otro filosófico” (Caro Baroja 1988: 26). También se conoce que el mismo Aristóteles utilizó el verbo 17 en sus obras auténticas. Los Analíticos primeros (70b 9) señalan que “se puede juzgar el carácter del hombre por su apariencia física” , si se acepta que tanto el cuerpo como el alma cambian a su vez en sus “afecciones naturales” . Este pasaje es muy similar en términos conceptuales al inicio de la Fisiognomía (805a 1) del Pseudo-Aristóteles, pues insiste en mostrar una conexión entre procesos mentales y físicos (característica también de algunos tratados del CH). En este pasaje leemos que “las facultades intelectuales están de acuerdo con las corporales y no existen de forma independiente, indemnes a los movimientos del cuerpo. También esto es evidente, sin duda, en las borracheras y en las enfermedades. En efecto, es manifiesto que las facultades intelectuales se transforman bastante por causa de los padecimientos corporales. Y lo contrario también es claro”.

Es precisamente en el CH donde se encuentran las especulaciones teóricas más interesantes sobre la fisiognómica en el ámbito de la medicina. De hecho “las primeras observaciones concretas de carácter fisiognómico es muy probable que fueran hechas por médicos” (Caro Baroja 1988: 27). De acuerdo con Galeno, esta disciplina fue inventada por el mismo Hipócrates, y las primeras observaciones aparecen en los tratados auténticos del CH, como Sobre aires, aguas y lugares (Armstrong 1958: 52). Particularmente en las Epidemias, obra emblemática del CH que describe los diferentes casos y tipos de enfermedades que pueden afectar a los hombres según su constitución y exposición a las diferentes estaciones del año, encontramos los ejemplos más cercanos a la fisiognomía del “tipo melancólico”. Un ejemplo interesante es la siguiente descripción que incluye el término en este tratado (3.3.14): “el tipo de los tísicos era de piel lisa, blanca, del color de la lenteja, rojiza, de ojos brillantes, leucoflegmáticos, de omóplatos salientes” . Laín Entralgo (1950: 53) señala que se refiere aquí al “hábito somático”, es decir, la apariencia que brindan los “tísicos”; por tanto el vocablo indica un aspecto visual, pero al mismo tiempo cumple un rol clasificatorio, pues el “tipo” de los tísicos reúne ciertas características en común (Langholf: 1977: 59). A continuación el autor pasa a describir en el mismo pasaje al tipo “melancólico y el sanguíneo” que tiende a sufrir afecciones como “los causones, la frenitis y la disentería” . El melancólico se caracteriza por ser un temperamento que se diferencia de otros tipos; por ejemplo, del tísico o del flemático. Ahora bien, el tipo bilioso comparte en las Epidemias (6.6.14) con el sanguíneo un “cuerpo melancólico” . Para Flashar (1966: 49) es incuestionable que existe en el CH un “tipo melancólico” porque “ningún otro tipo está expuesto, ni aproximadamente, con tanto detalle en cuanto a su relación con enfermedades somáticas y modos de comportamiento psíquicos”. Este juicio no es compartido por todos los estudiosos. Laín Entralgo (1970: 161) sostiene que la caracterización del melancólico es menos clara que la del flemático o bilioso. La afirmación de Flashar parece tener cierto asidero, ya que al comienzo de la sección V de las Epidemias (1.7), que lleva el nombre de physiognomoníe , se dice que “el ceceoso, el calvo, el tartamudo y el hirsuto padecen enfermedades melancólicas” . Y un poco más abajo, en la sección VI de la fisiognomía, se indica que “los tartamudos, habladores, son melancólicos, no pestañean, y son coléricos” . En este caso la sintomatología se orienta a lo que podríamos llamar “patología neuropsíquica” (Roussel 1988: 325). Estos dos ejemplos de las Epidemias evidencian “que la observación de los rasgos fisiognómicos constituía una parte de la tarea médica, complementaria al examen de la cara, para extraer criterios en las enfermedades agudas… y complementaria también al estudio de otros caracteres” (Caro Baroja 1988: 28). Klibansky (1991: 39) lo resume de una manera similar, en el sentido de que la ambivalencia de “los síntomas psicológicos desdibujaba la línea divisoria entre enfermedad y normalidad, y obligaba a reconocer un hábito que, aunque melancólico, no exigía considerar al sujeto como un hombre enfermo. Esta peculiaridad estaba llamada a trasladar la concepción toda de la melancolía al ámbito de la psicología y la fisiognómica, y con ello hacer sitio a una transformación de la doctrina de los cuatro humores en teoría de los caracteres y tipos mentales”.

Otro ejemplo importante de clasificación que perfila la idea del “tipo melancólico” se halla en la estrecha relación que tiene con el modelo clínico de la epilepsia en las Epidemias (6.8.31): “los melancólicos , en su mayoría, acostumbran llegar a ser epilépticos y los epilépticos , melancólicos; lo uno o lo otro se produce de acuerdo a cuál de las dos direcciones toma la enfermedad , si es hacia al cuerpo , epilépticos, si es hacia a la inteligencia , melancólicos”. Para Tellenbach (1976: 21) la cita precisa dos cosas: 1) una diferencia entre los melancólicos y la enfermedad, que desvirtúa en parte la identificación entre “enfermos” y “enfermedades” en el CH; 2) los melancólicos y los epilépticos pueden ser afectados por una enfermedad hacia la que tienden por su propia constitución. Podemos agregar a la interpretación de Tellenbach que la melancolía, a diferencia de la epilepsia, compromete en este caso síntomas “mentales”.

Además los melancólicos se vinculan a la clase de los “freníticos”, según Enfermedades (1.30.), pues los “pacientes afectados por frenitis se asemejan mucho a los melancólicos en su demencia ; ya que también en los melancólicos, cuando la sangre se ha corrompido por la bilis y la flema, prevalece su enfermedad y se vuelven perturbados , e incluso algunos enloquecen ”. Aquí se describe a la clase de los melancólicos sin explicar cómo llegan a ese estado. Estos hombres pueden contraer “su enfermedad”, pero no es necesario que deban adquirirla, porque ellos enferman por una mala mezcla de la sangre con bilis y flema. Lo importante entonces es que, aunque no enfermen, son melancólicos (Tellenbach 1976: 21). Existen los melancólicos como tales, aparte de los factores que contribuyen a esa enfermedad. De manera que la ambigüedad de los síntomas psicológicos, sostiene Klibansky (1991: 39), borra en parte la línea divisoria entre enfermedad y normalidad, y demanda aceptar que ciertos hábitos melancólicos en el hombre no lo constituyen de por sí en un sujeto enfermo. En ese sentido el pasaje contribuye a la descripción del “hombre melancólico”. También encontramos una diferencia de género entre hombres y mujeres, ya que “los accesos melancólicos” ocurren menos en las mujeres que en los hombres (Predicciones 2.30). La psiquiatría moderna indica otra cosa al respecto, pues esta patología –aunque sería arriesgado comparar la concepción antigua con la moderna– afecta a los dos sexos por igual (DSM IV 1995: 392).

Al continuar estudiando ciertos “estados mentales” y la sintomatología que caracteriza a los melancólicos, un pasaje de Sobre la dieta en las enfermedades agudas (8.12) nos muestra que a quienes se les “ha turbado el entendimiento” , de a poco contestan las preguntas y nada de sí dicen de sensato; tal clase de hombres “son melancólicos” . En Epidemias (3.3.17) una mujer padece síntomas como inapetencia, desaliento, malestar, “espíritu melancólico” . Estos dos pasajes son significativos por el uso de , y dan un paso más allá en el desarrollo de la idea del “melancólico”. Flashar (1966: 35) advierte que por primera vez se nombra un espíritu alterado como melancólico. Otros pacientes en Enfermedades (3.13) llegan a ser mudos y son cogidos por estados “maníacos y melancólicos” .

Es importante notar que en el CH, al igual que en muchos pasajes del corpus de Aristóteles, todo lo espiritual se manifiesta corporalmente y todo lo corporal se resuelve en lo espiritual18 (Klibansky 1991: 57); por tanto, los síntomas físicos del melancólico también pueden manifestarse a través de “temblores” u otros signos (Predicciones 1.14.2). Los temblores son síntomas que se repiten en quienes tienen desvaríos del tipo melancólico. En Prenociones de Cos (93) se pregunta si quienes salen de sí de “manera melancólica” y experimentan temblores padecen de frenitis.

Los diversos estados maníacos que se trasuntan en el melancólico demuestran que es un tipo de ser humano con una disposición a “salir fuera de sí”. Uno de los pasajes más significativos de todo el CH en Predicciones (2.9) señala que “las cóleras melancólicas no son ventajosas” . La cita es controvertida por la traducción de 19. El vocablo tiene varios alcances, uno de ellos es “desplazamiento”, de ahí el significado de “cambio” como se atestigua en otras obras del CH20. También se asocia a un trance, estupor y, sin duda, a un éxtasis. Hemos optado por traducir el término por “cóleras”, a diferencia de otras versiones que lo vierten por “desplazamientos”. La razón de nuestra traducción radica en que uno de los rasgos del melancólico corresponde a un estado distímico; es decir, el sujeto está “triste o desanimado” (DSM IV 1995: 353), y se distingue en algunos casos por el dominio de la bilis fría; en cambio en otros es extático y predomina la bilis cálida. De manera que este ponerse “fuera de sí” que produce la melancolía depende fundamentalmente de un “exceso en el modo de ser”, donde el hombre tiende hacia extremos distímicos o extáticos: es un “abajo y arriba” del ser humano (Tellenbach 1976: 32). Y al parecer lo “excesivo” no se limita al estado de ánimo, sino que tiene en cuenta al ser humano en su totalidad.

Respecto de las características patológicas o su vínculo con otras enfermedades que pueden o no involucrar aspectos mentales, la melancolía se presenta si la lengua repentinamente se torna “sin fuerza” o, como indican los Aforismos (7.40), alguna parte del cuerpo queda impotente, “tal estado es característico de la melancolía” . Por lo general, dice Epidemias (6.56), los que tienen “enfermedades melancólicas” presentan “apoplejía del cuerpo, espasmo, manía o se muestran estúpidos” . Las “lepras” y “líquenes” también están “entre las enfermedades melancólicas” , y si se les producen hemorroides a los melancólicos es un buen síntoma, señalan los Aforismos (41.1). Las “enfermedades melancólicas” , dice Sobre la dieta en las enfermedades agudas (18.51), se pueden exacerbar también por la acción de la carne de buey. La rigidez de los riñones por “causa de melancolías” la detiene una sangría. Este mismo tratado (16.42) señala que las acideces de lo ácido convienen más a los biliosos que “a los melancólicos” . Prenociones de Cos (128) indica una larga lista de síntomas como la fiebre del tipo causón, zumbidos en los oídos, oscurecimiento de la visión, pesadez en la nariz, que se suman a quien presenta melancolía. De acuerdo con los Aforismos (6.11), “a los melancólicos” y a los que sufren de los riñones, si les aparecen hemorroides, es bueno. Los que han sufrido de hemoptisis21 se curan, según Predicciones (2.7), sobre todo los que “tienen dolores de tipo melancólico” en la espalda y en el pecho. Sobre la dieta en las enfermedades agudas (10.56) describe el caso de un hombre que se encuentra en la plenitud de la edad y tiene un cuerpo bien entrenado, o es “melancólico” . En Sobre las crisis (41) hay una asociación con la frenitis . Predicciones (1.123) advierte que los desvaríos coléricos que duran poco tiempo también son “melancólicos” . Enfermedades (1.3.1) ubica la melancolía junto a otras enfermedades como la ciática, gota, fiebre cuartana, estranguria, oftalmía, etc., que no son necesariamente fatales, a menos que tengan algunas complicaciones. Epidemias (5.87) describe el caso de un hombre que murió por ciertas afecciones que “parecen ser melancólicas” .

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