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EL TRABAJO EN EL DISCURSO NEOLIBERAL

Otra de las aterradoras consecuencias que el neoliberalismo ha generado en el mundo fue develada por Kevin Bales (1999) en su libro Disposable People (Gente desechable): la existencia de una nueva esclavitud dentro de la economía mundial. Bales (1999) señala que las condiciones de pobreza extrema en que vive la gran mayoría de la población del planeta, han llevado a que las personas acepten contratos de trabajo falsos y dolosos a través de los cuales pierden literalmente su libertad. Dichas estrategias “contractuales” los sujetan a deudas creadas por sus empleadores y “enganchadores” (transporte, alimentación, alojamiento...) y terminan perdiendo años de vida productiva bajo ese yugo de explotación. Jornaleros en campos de cosecha y producción, mujeres sometidas a la prostitución o al trabajo de servicio doméstico en donde son explotadas y se encuentran en condiciones casi de “secuestradas”, son parte de la nueva cara de la esclavitud moderna. Las ganancias obtenidas por los patrones mediante esta esclavitud moderna denominada “contrato” son mucho más elevadas que las que se obtenían con la esclavitud “por propiedad” que se conoció históricamente. Ahora, cuando el esclavo moderno ya no sirve o ya se le explotó su fuerza de trabajo al máximo, es simplemente desechado. Esto ha convertido a los seres humanos en “herramientas desechables” para la producción y la generación de ganancias.

Además de la esclavitud moderna, el trabajo en general dentro del sistema neoliberal es de una explotación al máximo, dónde el trabajador no es importante como persona, sino como una pieza más en la maquinaria de producción de ganancias para los capitalistas neoliberales. Los trabajadores son manipulados para que internalicen que la “globalización,” que ha sido promovida y usada por el sistema mismo, “los obliga” a hacer menos con más, aunque eso implique despedirlos sin derechos, sin otorgarles ninguna garantía social. En los países donde las leyes laborales obligan a las empresas a darles permanencia en el trabajo a los trabajadores que completen seis meses laborando para ellos, los trabajadores firman contratos por cinco meses y días para que no generen derechos laborales a las empresas, por ejemplo. Esta tendencia puede verse claramente en las reformas laborales implementadas en países como México durante los últimos tres años. Por ese motivo los trabajadores tienen menos derechos y pueden ser despedidos sin que medie ningún esfuerzo sindical o de algún tipo que haga las empresas detenerse por eso. Un ejemplo claro de esto es la reforma laboral actual para los maestros en México, indica que los profesores son ahora considerados como sujetos administrativos, no profesionales de la educación, y si no logran acreditar un examen escrito, no un examen que valore sus habilidades docentes en la práctica, en tres oportunidades serán removidos de su trabajo. Esta maniobra legal-laboral hace que el sindicato no tenga ya ninguna función concreta en la defensa de los trabajadores.

EL NEOLIBERALISMO Y LAS POLÍTICAS GUBERNAMENTALES

Las políticas neoliberales, como las que hemos mencionado con anterioridad, están en completa oposición con el concepto de una democracia abierta y participativa. En otras palabras, la naturaleza parásita del capitalismo lo hace impedir que las democracias crezcan. Puede decirse que el capitalismo es el gran enemigo de la democracia. Chomsky (1999) muestra las formas históricas en que el capitalismo ha actuado buscando el control global desde antes de que el neoliberalismo se consolidara como tal. Una de ellas es la intervención —generalmente de tipo militar para lograr un control inmediato e implementar las doctrinas de shock económico (Klein, 2007) —en los países cuyos gobiernos son considerados débiles porque mantienen una visión de gobierno con énfasis social. Vale la pena citar a Chomsky (1999; p. 23) en extenso:

En febrero de 1945, documentos del Departamento de Estado [de los Estados Unidos] prevenían que América Latina prefiere “políticas desarrolladas para lograr una distribución amplia de la riqueza y elevar los estándares de vida de las masas,” y están “convencidos de que los primeros beneficiarios del desarrollo de los recursos de un país deben ser las personas de ese país”. Estas ideas son inaceptables: los “primeros beneficiarios” de los recursos de un país son los inversionistas de los Estados Unidos, mientras que América Latina cumple su función de servicio sin preocupaciones irracionales acerca del bienestar social o de un “excesivo desarrollo industrial” que podía infringir los intereses de los Estados Unidos.

(Traducción personal del autor)

Estas estrategias de opresión y destrucción económica del capitalismo neoliberal lograron su objetivo, ya que sí obligaron a los países latinoamericanos a aceptar los programas de ajuste estructural del FMI y BM, los cuales ordenaban la privatización, desregulación y liberación del comercio. Por ejemplo, en la década de 1970, los llamados ‘países capitalistas’ persuadieron —o forzaron— a los gobiernos de los llamados “países tercermundistas” a detener la industrialización por sustitución de importaciones. No se deseaba en realidad que Latinoamérica continuara manteniendo programas de industrialización, como lo menciona Chomsky (1999) en la cita anterior, bajo el amparo de sus nuevas industrias locales y sus aranceles proteccionistas. Cuotas de importación, control en el tipo de cambio, licencias especiales para la importación de bienes capitales y los préstamos subsidiados para las nuevas industrias, implicaba la regulación por parte del Estado sobre el comercio exterior y su inversión. Por eso fue que, a principios de la década de 1980, el capitalismo global impuso coerción sobre los gobiernos latinoamericanos con sus políticas de libre mercado.

Como se ha afirmado previamente, el control global ha sido una meta de los políticos neoliberales desde el término de la segunda guerra mundial para lo que se crearon el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Es necesario apuntar de inicio que estos organismos económicos internacionales responden a intereses de grupo y no actúan en función de buena voluntad, ni del valor de la responsabilidad o del cuidado del otro. Desde la perspectiva de las fuerzas del mercado, esos organismos financieros están delineando y dando forma a las políticas sociales y económicas que implementan los países que necesitan de su apoyo monetario.

Para fundamentar dicho análisis sigo las ideas de McLaren y Farahmandpur (2005) y de Delgado-Ramos y Saxe-Fernández (2005). A mitad de 1944, en New Hampshire, se celebró la conferencia Bretton Woods convocada bajo la iniciativa de los Estados Unidos. El propósito de la reunión era establecer los mecanismos necesarios que permitieran a los Estados Unidos generar un nuevo orden económico especialmente durante y después de los tiempos de la segunda guerra mundial, a fin de evitar que se repitiera cualquier situación cercana a la gran depresión de la década de 1930. Como resultado de la conferencia se crearon el Banco Mundial (que inició como el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Desarrollo) y el Fondo Monetario Internacional. El ex-presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, pretendía que esos organismos reflejaran el control que los Estados Unidos tenían sobre los dineros mundiales.

Por ese motivo, coincidiendo con Delgado-Ramos y Saxe-Fernández (2005), esos organismos no deben ser considerados simplemente organismos de apoyo económico a los países en desarrollo, sino instrumentos de estado y clase de los Estados Unidos. Al interior de esos dos organismos, Estados Unidos controla la mayoría de los votos posibles, lo que les da el poder de decisión. En ese sentido, las políticas que emanan de esos organismos financieros hacia los países que están supeditados a aceptar las condiciones que les sean impuestas, tienden a ser políticas que se enfocan más en promover los beneficios de las clases económicas dominantes y del libre mercado.

Estos ejemplos sirven para ilustrar las formas en que las políticas neoliberales buscan construir las condiciones necesarias para que un grupo pequeño de capitalistas siga teniendo el control global del mundo. Sin embargo, no debemos pensar que la globalización es algo que el neoliberalismo ha generado en estos tiempos porque, desde 1848, Marx (1848/1969) nos advirtió acerca de esa característica que el capitalismo como sistema tenía. Aún y cuando Marx no lo llamaba globalización específicamente (Chattopadhyay, 2002; Mészáros, 2001; Van Cap, 2002), su descripción de las estrategias de expansión del capitalismo son una clara explicación del proceso que vivimos en nuestros días. Marx (1848/1969; p.112) tuvo mucha claridad sobre esto y es importante citarlo ampliamente:

La necesidad constante de expandir los mercados para sus productos mueve a la burguesía hacia toda la superficie del planeta. Tiene que anidarse en todas partes, instaurarse en todas partes, establecer relaciones por doquier.

La burguesía, al explotar el mercado mundial, ha dado a la producción y al consumo de todos los países un sello cosmopolita. A pesar del gran disgusto de sus opositores, ha quitado los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales han sido destruidas, o son diariamente destruidas. Han sido arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es un problema de vida o muerte para todas las naciones civilizadas; por industrias que ya no trabajan con las materias primas del país, sino con materias primas traídas de regiones remotas; industrias cuyos productos se consumen no solo localmente, sino en cualquier parte del planeta. En lugar de las viejas necesidades que requerían para su satisfacción los productos del país, ahora encontramos nuevas necesidades que reclaman para su satisfacción los productos de tierras y climas remotos. En lugar de la reclusión y autosuficiencia local y nacional, ahora tenemos relaciones en todas direcciones, una inter-dependencia de naciones. Y lo que acontece con la producción material, acontece también con la producción intelectual. Los productos intelectuales de las naciones se convierten en propiedad común...

(Traducción personal del autor)

Desafortunadamente para la mayoría de la población mundial, el capitalismo neoliberal potenció esas características del capital en las últimas tres décadas. No podemos ubicar al capitalismo fuera de un contexto global, en expansión constante para la búsqueda de más ganancias. Por ese motivo, Mészáros (2001) señala que no hay manera de que el capitalismo pueda restringirse a sí mismo porque su escala de ambición por más ganancias lo lleva a buscarlas en todo el planeta, como Marx lo señalara en 1848. Paradójicamente, el proceso de globalización ha excluido de los beneficios sociales y económicos del mismo proceso económico global a la mayor parte de los seres que habitamos este mundo, como atinadamente lo señala Dussel (2002). Huerta-Charles y McLaren (2012) apuntaron que el mercado global no ha entregado a las personas del mundo todos los beneficios que sus defensores públicos prometieron; contrario a eso, como se mencionó previamente, las políticas económicas neoliberales han sido un desastre que ha causado serias y dolorosas consecuencias sobre las personas más oprimidas. Esto llevó a McLaren (2011) a aseverar que no es una exageración decir que, en este capitalismo neoliberal globalizado, la sobrevivencia de la humanidad está en juego.

NEOLIBERALISMO Y EDUCACIÓN

Si consideramos que el modelo neoliberal se ha filtrado de manera persistente en todos los aspectos de la vida, la educación no podía quedar exenta de ello. Un ejemplo claro de ello es la forma en cómo se han ido perfilando los currículos universitarios, los de formación de maestros, los planes de estudio de educación básica y las formas en que debe enseñarse. Al mismo tiempo se ha domesticado a los sindicatos de los trabajadores de la educación para que no opongan resistencia a las políticas neoliberales en educación. El caso más reciente es la desaparición, en la acción no en lo legal, del sindicato de maestros en México que era uno de los sindicatos más grandes de América Latina. Con movimientos legales a través de reformas constitucionales se le quitó todo poder de acción sobre los despidos, contrataciones y ascensos en la carrera docente, reduciéndolo a ser un administrador de pensiones/jubilaciones y de la venta de seguros de autos y de vida a sus miembros. El neoliberalismo no desapareció el sindicato de los maestros porque lo necesitaba como comparsa de apoyo y validación a sus políticas; sin embargo, muy poco campo de acción se le dejó al que era considerado el sindicato más grande y poderoso de América Latina con las reformas neoliberales en educación. Los líderes sindicales se convirtieron en un grupo más de la alianza neoliberal, como una nueva clase política que decide ponerse al servicio del neoliberalismo a fin de recibir ganancias económicas que los permitan mejorar sus condiciones de vida.

Por tal motivo, no obstante que las políticas del capitalismo neoliberal mantienen en el discurso un enfoque social y económico, su impacto tiene profundos alcances en la restructuración —¿o quizá la destrucción?— de los sistemas educativos de los países sometidos a sus condicionamientos económicos. ¿Por qué es esto necesario para el capitalismo neoliberal? Porque necesita formar ciudadanos que puedan adaptarse y aceptar las formas en que el sistema está haciendo las cosas, formar ciudadanos que crezcan con amnesia histórica, que se vuelvan consumidores compulsivos, apáticos e individualistas, que no se preocupan por el sufrimiento o el bienestar del otro que comparte el mundo con ellos. Por eso es obligado para el neoliberalismo determinar el control de los procesos educativos de los países. Eso lo ha logrado a través de las agencias financieras como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la OCDE que condicionan apoyos a los países a cambio de que implementen las políticas sociales, financieras y educativas que ellos consideran más útiles para el libre mercado y la libre intervención del capital internacional en los países menos desarrollados.

Un ejemplo reciente de esta intervención neoliberal es el caso de México. En el momento en el que toma posesión de la presidencia Enrique Peña Nieto en el año 2012, la oficina de la OCDE en México le entregó una serie de recomendaciones sobre cómo organizar las políticas de estado en la competencia de mercado, en lo hacendario, laboral, energético, hidráulico, ambiental, del sector salud y, por supuesto, la educativa. Con la misión de lograr un desarrollo “incluyente” (OCDE, 2012), el presidente en turno siguió la mayoría de las recomendaciones tal cual se las presentó la OCDE.

Es fundamental señalar que la OCDE organizó sus propuestas sobre análisis parciales ya que se basaban en estadísticas de otros países de la organización que no tienen las mismas condiciones económicas y de estructura que México y con esos datos presionó para que en México se realizaran reformas agresivas a fin de lograr mayores beneficios para los capitalistas neoliberales del mundo. La OCDE dijo a México que,

... estima que la aplicación de un programa moderado de reformas podría elevar, alrededor de medio punto porcentual, el crecimiento potencial de México, que actualmente se ubica cerca del 3% anual.

...

Estas tasas de crecimiento podrían elevarse hacia niveles del 4% anual sostenido o más, en el mediano plazo, en función de la intensidad de las reformas, especialmente si la calidad de la regulación de México supera el promedio de la OCDE y se acerca a la de las economías con mejor desempeño de la Organización. Un avance de tal magnitud contribuiría a elevar el ingreso per cápita de México, de su nivel actual, cercano a una cuarta parte del de Estados Unidos, a casi la mitad del nivel estadounidense al final del horizonte de proyección (2030).

(p. 5; las itálicas son del autor)

Esto indicaba que, si las reformas que se aplicaran eran agresivas, en el mediano plazo —para el 2030— el ingreso per cápita en México iba a ser la mitad del que se tendría en los Estados Unidos, situación inverosímil ante las condiciones tan cambiantes de la crisis y recesión económica que vivimos, pero sobre todo que tales aseveraciones se hicieron basadas en datos estadísticos porque no se analizaron a fondo las razones y condiciones de la crisis que se vive en los Estados Unidos actualmente. De haberlo hecho así, se derrumbarían dichas proyecciones ante los niveles de desempleo existentes en los Estados Unidos, los millones de habitantes que no tienen acceso a servicios de salud mínima, el aumento de las personas en pobreza extrema, y las condiciones de vida en los barrios de clases bajas, por poner un ejemplo. Alejo y Torres (2013) señalan que la OCDE no ofrece sustento para fundamentar estos pronósticos, y pensar que vamos a elevar el ingreso per cápita a niveles de la mitad del ingreso de los Estados Unidos, sería pensar que la economía de los Estados Unidos tendría que estancarse por años y que la de México seguiría creciendo a ritmo sostenido para que se lograsen esos niveles.

Con estrategias como esas, la OCDE ha estado influyendo en las políticas educativas de México y de los países en vías de desarrollo desde hace tiempo. En 2010, la OCDE publicó un documento con estrategias que llevarían a que el sistema educativo mexicano alcanzara una “mejor calidad”, solo dos años antes de que se le entregaran las nuevas recomendaciones ―2012― al nuevo presidente del país. Las políticas sugeridas por la OCDE en el 2010 se cristalizaron con mayor claridad en el 2013, en las acciones de la nueva administración. Las acciones sugeridas para alcanzar los niveles de calidad en la educación que México “requería” olvidaron, como siempre sucede, analizar a fondo lo que la misma OCDE denomina “desafíos estructurales”. Al no analizar esos desafíos estructurales, la OCDE prefirió ignorar las causas profundas de los mismos ―entre ellas el modelo económico neoliberal―, y se alejó de la realidad del por qué existen y prevalecen esos desafíos estructurales que consecuentemente afectan al sistema educativo.

El análisis solamente se enfocó en enlistar las acciones del sistema educativo que se habían realizado hasta ese momento dentro del contexto de los desafíos estructurales, puso como foco de atención la barrera que significaba el sindicato nacional de maestros en México como parte central del problema (OCDE, 2010; ver capítulo 2). Al mismo tiempo, se expuso la necesidad de que los docentes fueran evaluados rigurosamente en su desempeño a través de exámenes estandarizados, los que en apariencia demuestran lo que cada maestro puede saber de ciertos conocimientos sobre educación y enseñanza, pero no puede llegar a valorar ni cercanamente el quehacer pedagógico y mucho menos las condiciones socioculturales de los mismos. Sin embargo, dicha idea desembocó en una reforma constitucional al artículo que organiza la educación en México, lo que generó todo un aparato burocrático para la evaluación del ingreso, promoción y permanencia de los docentes. Procesos que antes realizaba el sindicato de maestros.

En general, las políticas educativas neoliberales se han centrado en la aplicación de sistemas rígidos de rendición de cuentas, basados principalmente en la aplicación de exámenes estandarizados diseñados desde fuera de las escuelas, esto hace suponer que los y las profesoras no son capaces de desarrollar una evaluación objetiva y confiable. Se les supone como no profesionales y se enfocan en su “profesionalización” a través de exámenes estandarizados también. Esta estandarización intensiva ha provocado que un gran número de maestros y escuelas se organicen únicamente para enseñar o preparar a los estudiantes a contestar los exámenes y no para que aprendan los contenidos y habilidades curriculares ni mucho menos los procesos básicos de una ciudadanía crítica.

Otras veces, la “profesionalización” estandarizada de los maestros los lleva a descuidar lo esencial de su trabajo de enseñanza para dedicar más horas de estudio para lograr pasar los exámenes que los evalúan a ellos/ellas.

Sin embargo, la educación sigue siendo vista como un posible negocio para controlar y explotar. Como ha pasado en Chile y Estados Unidos, gradualmente se van aplicando en otros países estrategias comerciales encubiertas como lo son los préstamos bancarios para pagar los costos semestrales de las clases e inscripciones a nivel universidad, lo que lleva a la reducción gradual y constante del monto y el número de becas otorgadas a estudiantes de escasos recursos como antes se hacía cuando los estados nacionales cumplían con un enfoque social. La inversión en educación se ha constituido en un buen negocio porque las ganancias son exponenciales. Como Delgado-Ramos y Saxe-Fernández (2005) reportan, la inversión en educación superior, por ejemplo, está mostrando niveles de ganancias muy altos donde los inversionistas han llegado a ganar el 240% del dinero que invierten. Un ejemplo interesante de la corriente privatizadora es la Universidad de California (UC) en Berkeley. La UC Berkeley firmó un contrato con una empresa multinacional para recibir 25 millones de dólares de financiamiento a sus proyectos de investigación y educativos, cediendo a cambio los derechos de patentes de todos los descubrimientos del área de microbiología y biología. Delgado-Ramos y Saxe-Fernández (2005) señalan que casos similares también se están presentando en la UNAM.

La esencia del neoliberalismo se escondió de nuevo detrás de la nueva democracia y la libertad (aunque es solamente del mercado). De nueva cuenta, el sistema económico neoliberal salió bien librado y no se puso en duda si el modelo podría ser capaz de proporcionar alternativas de empleo seguro y bien pagado a los estudiantes que se gradúan de la educación superior. Tampoco si el sistema podía mejorar el salario de los maestros en relación de todo el trabajo que representa enseñar con calidad y formar ciudadanos críticos que transformen al país. Menos si el sistema debiese apoyar a que los estudiantes recibieran una educación gratuita en lugar de hacerlo que se endeudaran con créditos bancarios para pagar con intereses los costos de las clases e inscripciones a las universidades; o si el sistema debiese seguir habilitando o no los edificios escolares de educación básica en lugar de dejar la carga del mantenimiento y funcionamiento a los padres de familia y maestros de las escuelas.