No tengas miedo

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No tengas miedo
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WALTER MEDINA

NO TENGAS MIEDO

Si supieras cuánto te ama...

Pequeño itinerario para volver a confiar


Editorial Autores de Argentina

Apellido autor, Nombre

Título obra. - XXa ed. - Buenos Aires : Autores de Argentina, 2018.

XXX p. ; 20x14 cm.

ISBN XXX-XXX-XXXX-XX-X

1. Temática xxx . 2. Xxx. I. Título.

XXX XXXX

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com

Diseño de portada: Justo Echeverría

Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Agradezco a la gente de las montañas que con su sencillez viven lo que algunos intentamos poner en palabras.

Y a todos los que sostienen con su cariño, las obras que creemos de Dios.

Índice

Presentación

Introducción

Aceptar

Capítulo 1. “El Pan de cada Día”

Capítulo 2: La sabiduría de la oveja

Capítulo 3: Aceptar

Capítulo 4: La realidad

Capítulo 5: Luchar

Capítulo 6: Orgullo.

Capítulo 7: Vacío

Creer

Capítulo 8: Volver a Ver

Capítulo 9: Experimentar

Capítulo 10: Acción de gracias

Capítulo 11: Elegir

Capítulo 12: Inventario

Capítulo 13: Alabanza

Capítulo 14: Felicitar/nos

Confiar

Capítulo 15: Soltar

Capítulo 16: El rechazo

Capítulo 17: Convertirnos

Capítulo 18: Hacer como si...

Capítulo 19: En su Nombre

Capítulo 20: Decidir

Capítulo 21: Abbá

Sobre el autor

Presentación

John Main descubrió con su método de meditación que podemos salir de nosotros mismos para relacionarnos con un mundo real, que construye comunidad. “Entrar en el propio centro del ser, entrar en la conciencia de Cristo”, asegura este monje benedictino que introdujo la meditación en occidente.

Siento que así podría definir la experiencia de Walter, que está volcada en estas páginas. Es como escucharlo a él en tantos retiros, misas y compartidas juntos. Si tuviera que definir este libro diría: es puro Walter.

Aunque, en ningún momento se nombra al colegio de montaña “El Alfarcito”, creo que su belleza y su contacto con Dios están presentes constantemente en esta obra.

Si nos dejáramos traspasar por lo escrito en este libro/ experiencia, yo diría que es pura meditación, ya que sus palabras nos conducen a ese camino: soltar, elegir, vacío, aceptar, oveja, dar gracias, felicitarnos, confiar... en definitiva descubrir “si supieras cuánto te ama”.

Me colma de alegría tener el honor de presentar este libro, pura bendición.

Sol Rueda

Introducción

El saber, sin el sabor, no es saber. Porque solo conocemos de verdad, aquello que de verdad, vivimos.

Podemos saber muchas cosas lindas y maravillosas sobre Dios, pero si no lo vivimos es como ver la foto de alguien y nunca estar con esa persona. El amor de Dios, no puede ser solo una idea. El amor de Dios quiere ser en nuestra vida una roca firme en la que todo descansa. Las ideas y pensamientos sobre el amor de Dios pueden ser muy valiosos, pero necesitamos volver al sabor de encontrarnos con él.

Como pasamos de un conocimiento demasiado intelectual o moralista, a la experiencia, es la pregunta de este libro. Dicen que el camino más largo, es el que va desde la cabeza al corazón. Pero podemos encontrar un atajo frente al que Dios mismo elige quedar sin defensa. Se trata de confiar. Conocemos a Dios cuando en el medio de la tormenta, damos un paso que es como un salto. El salto de la confianza. Un niño que salta a los brazos de su padre, sabe que estos lo sostienen. Lo sabe no porque alguien se lo cuenta, sino porque él mismo se ha animado a dar el salto. La confianza es eso, un salto. Sin confianza, el amor de Dios es solo una idea. Y los temores nos gobiernan.

Descubrir el amor de Dios, es experimentar no solo a Dios, sino también experimentar quiénes somos: pequeños en los brazos de Dios. Mucha gente se aleja de Dios no porque no crea en él, sino porque tiene un problema consigo misma, no se anima a ser pequeña. Además, se siente indigna y culpable por que nunca alcanza lo que su orgullo pretende. Y es tan triste, tan contrario a lo que Dios está buscando en nuestra vida. Hace tanto tiempo que él no deja de llamarnos para hacernos descubrir que está contento con nosotros, que nos ve y se maravilla de nosotros. No por lo que hacemos o no hacemos, sino por quienes somos. Incluso hasta podemos sentir vergüenza de nosotros, pero él no se avergüenza de lo que creó.

El tema es que los miedos nos enceguecen y no nos dejan ver que este amor es real. Tardamos toda la vida en darnos cuenta de que todo va a salir bien, de que no hay por que temer. Él está presente como el aire que respiramos, pero así como muchas veces no somos conscientes del aire, tampoco del amor de Dios.

Vivir en su amor, es un regalo que él nos quiere dar, pero esto implica una conversión a la que no siempre estamos tan dispuestos. Porque significa animarnos a ser pequeños. Para vivir en los brazos de Dios hay que animarse, día a día, a ser pequeños, pobres, sin fuerzas. Y esto es lo difícil. Porque nuestro enemigo, el orgullo, busca todo lo contrario. Y el orgullo hace tiempo nos domina y no nos deja entrar en el reino, donde el amor es la fuerza que todo lo puede. El orgullo no puede conocer el amor de Dios, porque rechaza ser pequeño en sus brazos

Por eso en este libro nos proponemos un itinerario para animarnos a ser pequeños, dejar de escuchar los miedos y confiar. En este camino aceptaremos la vida como es, creeremos que no hay nada más fuerte que el amor de Dios y le confiaremos nuestra vida. Aceptar, creer y confiar son los pasos para disponernos a recibir algo que no se puede alcanzar, pero si supieras cuanto él te ama...

Aceptar

Dios concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar. Valor para cambiar las que puedo, sabiduría para reconocer la diferencia.

Capítulo 1. “El Pan de cada Día”

Lo que más necesitamos en la vida, no lo alcanzamos solo con nuestra vida, no lo manejamos ni lo podemos poseer. No se puede comprar la vida, ni el amor, ni la salud, etc. Aunque nuestro esfuerzo sea valioso, tarde o temprano, descubrimos que nuestra actividad suprema es aprender a ser como niños.

“Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Un sarmiento no puede producir fruto por sí mismo si no permanece unido a la vid; tampoco ustedes pueden producir fruto si no permanecen en mí” (JN. 15).

Más que tener un conocimiento acerca de algo, Jesús nos invita permanecer en un estado vital, como la flor del árbol de la vid que segundo a segundo vive de la vid, es nutrida por ella y si no se seca. Permanecer en este estado vital significa vivir en la experiencia de quien es Jesús, significa vivir en la percepción de una realidad que está presente, pero a menudo es desconocida: la realidad de Dios. En nuestra relación con Dios muchas veces hemos pensado en él, nos hemos emocionado a través de una lectura gratificante. Hemos tratado de cumplir mandamientos. Hemos participado en celebraciones. Pero al mismo tiempo hemos huido de sus brazos. Hemos evitado la experiencia de ser un sarmiento pequeño que depende existencialmente de estar unida al árbol. Experimentar la realidad de la ternura de Dios nos da miedo por que nos invita a ser algo que rechazamos con todas nuestras fuerzas. Nos invita a ser nosotros mismos. Nos invita a permanecer.

 

Es permanecer en la verdad, ya que muchas veces vivimos escapando de nuestra verdad, nos da miedo ser un sarmiento, preferimos ser el árbol completo y no una flor que depende en todo de estar unida al árbol. Nos dan miedo nuestras debilidades, nuestras carencias, nuestros límites, nuestros secretos. Pero ellos son los que nos recuerdan que no podemos vivir sin Dios.

En la humildad de aceptar nuestra condición, hay una fuerza superior a todas las estrategias para alcanzar la felicidad. Pero no es fácil vivir día a día, una condición humana en la que la mayor fortaleza no viene de apoyarse en sí mismo, sino de aprender a ser niños que confían que todo les será dado.

Todos los días necesito probar y comprobar en mi vida que un amor más fuerte que todo lo que conozco se está ocupando de mí en todo, no solo en las cosas “importantes” o que me afligen, sino en todo, hasta en tener contados mis cabellos (cf. Mt. 10,30).

Todos los días necesitamos descubrir más que una idea un hecho concreto y real. Diría, el hecho primordial de nuestra vida, Dios obrando con el mismo poder que creo el universo.

Queremos construir nuestra vida, construir nuestra familia, nuestras relaciones, nuestras metas, construir quienes somos. Pero lo primero no es construir, sino descubrir que Dios obra con poder, que el amor de Dios es real. El Amor nos creó, para que seamos algo que no podemos lograr por nosotros mismos. Ser un sarmiento del árbol nos revela esta identidad que recibimos de Dios. Experimentarlo, permanecer en él, significa descubrir que lo que más anhelamos nos resulta imposible. Necesitamos confiar y aprender a recibir el pan de cada día.

Capítulo 2: La sabiduría de la oveja

A veces vivimos lejos de nuestra verdad. Porque no es fácil aprender que nuestra nada, es nuestra grandeza. Nuestra pequeñez, el baluarte más fuerte.

Nuestra pobreza, debilidad, fracasos y pecados, esconden una bienaventuranza porque nos van disponiendo más dócilmente a dejar que Dios sea Dios a confiar en su amor.

Esta es la sabiduría de la oveja que sabe que no puede sola y se deja apacentar. Pero como nos cuesta aceptar nuestros límites humanos, nuestro lugar en la vida. Muchas veces buscamos hacer lo que no nos corresponde, buscamos una grandeza que no es propia, dejamos de ser niños, porque no confiamos en que de verdad Dios hará algo por nosotros. Tantas veces nos han fallado que creemos que Dios también nos fallará. Entonces nos concentramos en lo que nosotros hacemos. Pero:

Nadie puede salvarse a sí mismo, ni pagar a Dios un rescate” (salmo 49).

Aunque no neguemos que solo Dios puede salvarnos, es una aceptación intelectual. No queremos sabernos débiles e impotentes. No es fácil aceptar que no podemos salvarnos a nosotros mismos. Sin darnos cuenta, preferimos hacer las cosas por nosotros mismos, conquistar la vida.

Cuando somos el jefe de nuestra vida, queremos que las situaciones diarias se adapten a nuestros intereses. Y sin darnos cuenta a veces exigimos a todo lo que nos rodea, que sea de acuerdo con nuestras expectativas. No es raro entonces que también busquemos Dios se adapte a nuestros intereses. Queremos que él haga lo que le pedimos, cuando en realidad la felicidad es todo lo contrario: preguntarle a él que quiere de nosotros.

Jesús nos ofrece el camino de la oveja, que no se opone a ser líder, o a que cada uno gobierne su vida. Dios no busca que seamos títeres. Pero sí nos enseña que no podemos solos. Necesitamos del otro y del “Otro” con mayúsculas, que es Dios.

Esta absoluta dependencia, hiere nuestro orgullo. No queremos ser ovejas. Por eso todo el tiempo estamos buscando demostrarnos que si podemos solos. Nos apoyamos en nuestras virtudes. Sin embargo, parte de nuestro camino a la salud, es reconocer y aceptar la derrota. Este reconocimiento es intolerable para nuestro orgullo desmedido y una buena noticia para nuestra verdad de Hijos Amados de Dios.

Para volver a ser ovejas necesitamos levantar la bandera blanca y aceptar cierta derrota que hace tiempo no queremos aceptar. Es verdad que con fe todo lo podemos, y que superarse confiando en uno mismo es un camino al que también nos invita nuestro Padre. Pero apoyarse solo en la propia fuerza es necedad. Porque somos débiles, nos equivocamos y pasajera es nuestra vida. Solo perdura lo que se hace desde la sabiduría de la oveja.

“Nadie puede salvarse a sí mismo, ni pagar a Dios un rescate” (salmo 49).

No es fácil admitir la derrota. Hay un fracaso personal que nos es imposible tolerar cuando el orgullo nos domina. Pero cuando hacemos la experiencia de como Dios nos cuida, de que todo va a salir bien no por nosotros sino por él, si podemos aceptar con alegría, vitalidad y paz que somos una pequeña oveja. La vivencia de necesitar de Dios en todo y para todo, de ser dependientes de su obrar es un traje que nos sienta bien. Y paradójicamente, cuando aceptamos que no podemos, sí podemos. Somos libres, por que hay alguien que esta al lado nuestro todos los días, todo el tiempo y nunca nos falla, nunca. Las cosas no tienen que ser siempre como nosotros queremos, podemos confiar en él. Y la derrota no la vivimos como una opresión. Porque Dios busca hijos, hechos a su imagen y semejanza destinados a hacer obras grandes. Jesús decía a sus discípulos que harían obras mayores que él (cf. Jn. 15), pero siempre sabiendo que nuestro mayor poder, viene de asumir nuestra propia impotencia.

Cuando queremos vivir por nuestra cuenta, siendo nuestro propio pastor, perdemos la independencia que creíamos tener. Y nos volvemos títeres de nuestro propio desorden y debilidad. De nuestra impotencia, nuestros caprichos y exigencias de niño, que busca salirse siempre con la suya y está enojado, porque el mundo no le obedece.

Encontrarnos con el Amor de Dios, es encontrarnos cara a cara con nuestra realidad. Y vivir la paradoja de que para ganar primero hay que perder las riendas de la propia vida. Preguntarle a Dios con sinceridad qué quiere de uno. Descubrir que las heridas de nuestra vida nos han marcado tan profundamente que solo un milagro puede sanarlas, saber que hay luchas internas y externas que nos vencen día a día, nos pueden ayudar a aceptar este camino que lleva a la paz de la oveja que se sabe amada, cuidada y se siente plenamente libre.

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