Nate

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Capítulo 3
Sam

Inequívocamente, el hombre que cruza el umbral de mi puerta es metamorfo. Es más alto que Ashley, a quien estrecha contra sí como si se le fuera la vida en ello. Es rubio, y sus penetrantes ojos dorados me juzgan como yo lo juzgo a él. Empieza a gruñir. ¿Por mí o por Ashley? Ni idea, pero queda claro que este tipo es tan inestable como yo, y sé cómo puede convertirse en un animorfo incontrolable. Mi hermana le propina un codazo en las costillas para llamarle la atención.

—¡Para de gruñir!

Todo obediente, deja de gruñir de inmediato, lo cual me desconcierta.

—Perdón. Un acto reflejo.

Cuando la mira, sus ojos pasan de dorado a oro fundido. Me impresiona la intensidad de su mirada, colmada de adoración por mi hermana. Nunca he prestado atención a las parejas de la manada. A decir verdad, nunca he prestado atención a la manada en general. Por tanto, ignoro los pormenores del vínculo de unión y las almas gemelas. Pero quiera o no quiera, lo acepte o no, sus sentimientos por Ashley son evidentes. De nada sirve engañarse, no está con ella por su don ni por su sangre, sino por su persona, y nunca lo habría creído si no los hubiera visto juntos. Mi hermana, de corazón tierno, lo mira exactamente de la misma manera. Es vomitivo. Creo que se han olvidado de que estoy aquí. Están en su mundo, en su burbuja. Me noto algo celosa. Para mí, que a menudo me siento sola e incomprendida, tener esa armonía con alguien se reduce a un mero sueño. Podría ponerme en plan ogro y hacerle sangrar para recordarles que estoy aquí, pero seguramente mi hermana me lo reprocharía.

—Ya tendréis tiempo de miraros más tarde. Sobre todo en otro lugar que no sea mi casa.

Ashley se pone roja hasta las orejas, mirándome con expresión arrepentida.

—Hola, soy Sean, el compañero de Ashley.

Da un paso adelante sin soltar a mi hermana y me tiende la mano. No me gusta que me toquen y el hecho de que me saque más de una cabeza me pone nerviosa. Su aura de poderoso metamorfo dominante me apabulla y me perturba. Ante los ojos suplicantes de mi hermana, hago el esfuerzo de estrecharle la mano durante una milésima de segundo por educación.

—Sam.

Ladea la cabeza e inspira a pleno pulmón. Es un truco de metamorfo. Me está oliendo. También puede captar mis emociones y no me gusta la idea. Una pequeña jugarreta no hace daño, ¿no? Sean frunce el ceño, se sacude la nariz y empieza a gruñir.

—Sean, ya empiezas otra vez.

A pesar del apunte de mi hermana, no se calla. Sigue con la mirada fija en mí.

—Tienes un don interesante… y también muy raro.

No me puedo creer que mi hermana se lo haya contado. Traidora. Ahora sabe que se la he jugado.

—No mires a tu hermana así. No me ha dicho nada. Simplemente he atado cabos. Te diviertes haciendo sangrar a la gente por la nariz y acabas de privarme de mi olfato. Deduzco que manipulas los átomos del cuerpo humano a tu antojo.

Mis ojos y los de Ashley, abiertos como platos, confirman su hipótesis. Nunca nadie lo había acertado antes.

—No te sorprendas tanto. Conozco bien los poderes de los fateles. Ahora, si pudieras devolverme mis capacidades te lo agradecería.

¿Conoce bien los poderes de los fateles? ¿Cómo es posible? Debe tener más o menos la edad de Ashley y los fateles no se relacionaban con otros pueblos. Ocasionalmente hacían visitas de cortesía, pero eso era todo. A menos, claro está, que se criase en una manada disidente que retenía a fateles prisioneros para arrebatarles su sabiduría y su vida.

—Detesto sangrar por la nariz.

Se sostiene la nariz, que le tiñe de rojo los dedos.

—Para, Sam.

Percibo la angustia en la voz de Ashley, pero una bruma de pura rabia me nubla la mente. Ha formado parte de los disidentes, estoy segura. Aumento la presión y mi poder se intensifica. Sus ojos lloran lágrimas de sangre. No obstante, el metamorfo permanece tranquilo, sin un solo indicio de pánico en su rostro. No se mueve ni un milímetro. Mi hermana está fuera de sí, pero debería saber que nunca le haría ningún mal. No sería aceptable. Siento un intenso dolor en la mano, donde ella me ha golpeado. No lo ha hecho con fuerza, pero me escuece la mano, y cuando la levanto, veo que mi piel está enrojecida, como quemada. Pierdo la concentración y con ella mi poder sobre Sean, que se precipita hacia Ash.

—Shh, todo va bien. No pasa nada.

La estrecha contra sí, en sus brazos, y la acuna como a un bebé, manchando de rojo su hermosa cabellera rubia y su pálida piel. El color escarlata sobre su piel de alabastro me da náuseas y me inclino instintivamente hacia adelante. Es entonces cuando percibo el fuego en las manos de Ashley. Tiene llamas brotándole de la punta de los dedos, ¡y ellos tan tranquilos! Sean me mira a los ojos y me explica.

—Tu hermana ha adquirido la capacidad de la piroquinesis gracias a nuestra unión, solo que aún no controla bien su nuevo don. No era su intención herirte.

¡Mi hermana juega con fuego en todos los sentidos de la expresión! Al fin entiendo las palabras de Sevana. El vínculo de unión otorga a los fateles una ventaja innegable sobre sus parejas metamorfas. Mi hermana sería totalmente capaz de defenderse de Sean en caso de que este tuviera la mala idea de hacerle daño, cosa que él sabía cuando se unieron porque lo había constatado con Sevana y el alfa. Entonces, ¿por qué lo hizo?

—¿Por qué la reivindicaste?

—Porque es mi alma gemela y la quiero.

Ni rastro de vacilación en su cara, solo genuina convicción.

—¿Cómo es que sabes tanto sobre los fateles?

—Me crie con ellos.

No miente. En cualquier caso, su respuesta suscita muchas otras dudas.

—Mira, tú no confías en mí y el sentimiento es mutuo. Te contaré mi historia cuando nos conozcamos mejor.

—Eso no va a pasar, ya que os vais del territorio de los Treat.

Suspira y mira a Ashley a los ojos. Mi hermana parece triste, abatida y resignada. Está decidida a continuar su vida sin mí, lejos de mí, pero no le fascina la idea. Con eso me consuelo.

—Te propongo un trato. Lo tomas o lo dejas, la decisión es tuya, pero las condiciones no son negociables. En cualquier caso, yo voy a regresar a casa, a la manada de los Ángeles Guardianes, porque soy el beta y defendemos una causa justa de la que no voy a desertar. Mi lugar está allí y Ashley viene conmigo.

Si por mí fuera, le haría sangrar a borbotones, pero mi hermana ya ha llorado bastante, así que hago de tripas corazón y respondo.

—Te escucho.

—Puedes venir con nosotros y unirte a los Ángeles Guardianes. Como aquí, tendrás tu casa apartada de las demás para estar tranquila. A cambio, sigues el tratamiento de Peter y te entrenas conmigo para aprender a canalizar tu don.

Esta propuesta no me la esperaba. Me quedo sin habla, a diferencia de Ashley, que se abalanza sobre Sean para meterle la lengua hasta la campanilla.

—¿Has cambiado de opinión? ¿Te parece bien que venga con nosotros?

—Es tu hermana. Además, nunca me he negado. Solo dije que sería complicado.

Es idea de Ash. Me quiere en su vida. Solo necesito saber algo más antes de decidirme.

—¿Tendré que vincularme a un metamorfo?

—Te agradecería que establecieras vínculos de amistad con la manada o, al menos, que no les hicieras daño, pero no, no es cuestión de que te unas a nadie. De ninguna manera. Todos los miembros de la manada son libres de tomar sus propias decisiones y elegir a sus parejas, incluida tú.

—Entonces está decidido. Acepto.

—Bien. Una última advertencia: si se te ocurre atacar a alguno de los nuestros, te vuelves inmediatamente con los Treat.

Ashley tiene razón, es un verdadero beta, aunque uno mucho más honrado que el farsante de Nathan. No me da ninguna pena. Nunca lo he apreciado y no lloraré su muerte.

Mi hermana me da un enorme abrazo antes de irse a hacer las maletas. Nos vamos en dos horas. En dos horas abandonaré el territorio de los Treat, el único lugar que he conocido desde que tengo seis años. Cuando Peter nos acogió, seguimos a su manada de ciudad en ciudad. Yo era pequeña y estaba muy trastornada. Guardo pocos recuerdos de aquella época. Por aquel entonces, mis poderes comenzaron a desarrollarse, junto con mi furia y mi miedo a lo desconocido. La manada encontró este lugar y nos instalamos. Desde entonces, no he vuelto a salir. Nunca he sentido la necesidad y, sobre todo, me da demasiado miedo el mundo exterior como para aventurarme a explorarlo. Además, mi padre adoptivo pensaba que sería peligroso para el resto. Podría haber atacado al primer metamorfo que se me hubiera cruzado y haberlo matado sin dudarlo un segundo. Y a partir de ahora viviré en el seno de una manada ajena, en un territorio desconocido. Tendré que hacer un esfuerzo sobrehumano para mantener la calma y controlar mi ansiedad. Por suerte, no soy humana, sino fatel. No obstante, debo ser sincera conmigo misma: no voy a lograr controlar mi ira de un día para otro, si es que algún día lo consigo, lo cual no está garantizado. En cualquier caso, el trayecto hasta el territorio de los Guardianes va a ser un infierno. Prefiero cubrirme las espaldas o Sean me enviará de vuelta a casa antes de siquiera llegar. Tengo que ver a Peter. Estoy acostumbrada a llamarle cuando lo necesito para que sea él quien venga a verme, pero las cosas van a cambiar, así que mejor empezar ya.

Avanzo hasta la puerta de entrada y me detengo. ¿Cuándo fue la última vez que crucé esta puerta? Ya ni me acuerdo. Vivo recluida desde hace demasiado tiempo, limitándome a deambular por mi casa o por la parte de atrás las raras veces que la necesidad de tomar el aire me obliga. Decido no darme más tiempo para cambiar de parecer, porque estoy segura de que encontraría una buena razón para no ir, giro el pomo y me encuentro al aire libre, con los rayos del sol calentándome la piel. Sé la dirección que he de tomar. Ya he estado en el laboratorio de Peter. El medicamento que permite a Ashley camuflar su olor a magia se elaboró con mi sangre y en su día acudí para que me extrajeran muestras. Muevo un pie detrás del otro, con la mirada puesta en el sol en lugar de en los edificios que se perfilan en el horizonte, porque sé que si los miro me generarán sensación de agobio. Mi casa y la de mi hermana están ubicadas al margen de la manada, mientras que el resto están dispuestas en pequeños grupos. Por el rabillo del ojo, distingo a algunos miembros de los Treat que se giran a mi paso y exclaman con sorpresa al reconocerme. Debo decir que la mayoría no me ve desde que tengo quince años, cuando Peter consideró que ya era lo bastante mayor para ser independiente y yo me aislé del mundo. Tampoco es que antes fuera muy sociable, pero me veían de tanto en tanto, cuando venían a casa del alfa o se celebraba una reunión del clan. Y a menudo lamentaban haberse cruzado conmigo. Algunos de ellos aún deben acordarse, pues aceleran el paso para alejarse lo antes posible de mí. Casi se me hace cómico, casi, porque aunque yo no recuerde su compañía, la soledad me pesa. Es una auténtica paradoja. Espero que vivir en el territorio de los Guardianes con Ashley y Sevana me permita subsanar esa carencia. Rodeada de dos fateles como yo —aunque es un decir, pues al estar vinculadas a un metamorfo se han hecho increíblemente poderosas—, tendré la ocasión de entablar lazos. Nunca lo reconoceré ante Sean, pero el factor determinante de mi decisión ha sido la idea de tener amigos. Pero ¿amigos animorfos? ¡Imposible! Mis recuerdos son extremadamente vívidos y me pierdo demasiado en ellos. Pasar tiempo con la hembra alfa ya supondrá un gran avance para mí.

 

Capítulo 4
Sam

Ni siquiera tengo la necesidad de entrar en el laboratorio, pues encuentro a mi padre adoptivo justo delante, en mitad de una conversación con Sevana, un hombre que la estrecha contra sí y que, por tanto, debe ser su compañero, y Greg. Greg. Voy a echar de menos a ese idiota. Vale, no es que sea estúpido. Crecimos juntos y a pesar de mis excentricidades nunca me ha dado de lado. Debe ser la persona a la que más he hecho sangrar y nunca ha tirado la toalla conmigo. Es nuestro guardaespaldas personal y el único lugarteniente que se atreve a venir a mi casa, aunque sospecho que también es un poco masoquista.

—¿Sam? ¡No sabes cómo me alegra verte fuera de casa! ¿Necesitas algo?

La sonrisa de Peter nunca ha sido tan sincera como en este instante. Incluso me abraza con emoción. Llevaba mucho tiempo esperando a que saliera de mi caparazón. Lamento haberlo decepcionado y no haber sido la hija que merecía.

—¿Te ha dicho Ashley que me voy con ella?

—Justamente Connor me lo estaba comentando. Connor, le presento a Sam, la hermana pequeña de Ashley. Sam, este es Connor, el alfa de los Ángeles Guardianes, y tu nuevo alfa, si lo he entendido bien.

Connor es bastante impresionante, como todos los metamorfos. Es alto y musculoso, y su animal se adivina en sus ojos. Su aura también es muy poderosa, como la de Peter y Sean, aunque este último sea beta. Pero tiene esa forma de mirar a su compañera… como Sean y Ashley. Denota un amor infinito y un profundo respeto. Me ayuda a tranquilizarme y a controlar mi ansiedad. No detecto ningún signo de falsedad ni manipulación en su semblante, y mucho menos en sus ojos.

—He escuchado hablar mucho de ti, Sam.

Inconscientemente, hago una mueca. Sospecho los rumores que han debido llegar hasta él. Como primera impresión, las hay mejores.

—Estaría tentada de decirte que nada de lo que has oído es cierto, pero hace mucho aprendí que los metamorfos huelen la mentira. Una lástima.

Esta última frase la murmuro para mí.

—También tenemos el oído fino…

—¿Siempre has sido así de déspota?

Su sonrisa es bondadosa, afable. Es evidente que dirige su manada con la misma compasión que Peter.

—Diría más bien asocial. Pero bueno, ahí estás tú, fuera de casa, rodeada de tres metamorfos y una poderosa fatel, y todo va bien.

Ahora soy yo la que no puede evitar sonreír de soslayo. Parece buena persona y no quiero engañarle. De todos modos, cuando viva en su territorio no tardará en darse cuenta de que los rumores que circulan entre los Treat son pura verdad.

—No te fíes de las apariencias. Todo lo que has oído es cierto. Y la situación no es como te imaginas. Greg —señalo con el pulgar al metamorfo a mi lado— no cuenta.

El lugarteniente adquiere una expresión de indignación muy cómica.

—No te lo tomes a mal, Greg, pero ambos sabemos que no estás a mi altura. Peter me quiere demasiado como para hacerme daño y en cuanto a ti —lo miro a los ojos, un movimiento no muy inteligente por mi parte—, será mejor que no te enfrentes a mí.

No baja la mirada, como tampoco lo hago yo, pero no se lo toma como una afrenta, de lo que deduzco que es más reflexivo que impulsivo. Me gusta.

—De hecho, la única que me inquieta es Sevana. Debo reconocer que la demostración que ha hecho de sus poderes me ha dejado pasmado.

El alfa de los Ángeles Guardianes me evalúa de pies a cabeza en un incómodo silencio general.

—Asocial, pero directa y honesta. Bienvenida a los Ángeles Guardianes, Sam.

No puedo creer que mi perorata no le haya hecho cambiar de opinión. A pesar de todos mis defectos, me acepta en su territorio, en su manada. Peter lo hizo porque sintió pena de aquellas niñas que éramos Ashley y yo. ¿Pero Connor? Estoy impresionada. Y creo que podré respetarlo, lo cual es bueno, pues constituye la base de la jerarquía de los metamorfos.

Peter aún espera conocer la razón de mi presencia.

—Ahora que ya os habéis presentado, dime ¿cómo es que has abandonado tu guarida? Te conozco lo suficiente para saber que no es por disfrutar de nuestra compañía.

No, eso seguro.

—Voy a tener que viajar con metamorfos en un coche.

—Y en avión. Llegaremos antes en avión.

Miro a Connor, que acaba de meter el dedo en una llaga más dolorosa de lo que imaginaba. Creo que no entiende bien el problema. Afortunadamente, Peter me comprende.

—¿Qué medicamento quieres? Ya sabes que haga lo que haga, tus poderes forman parte de ti. No puedo suprimirlos, y de todos modos tampoco funcionaría porque se nutren de tu ira y tu angustia.

Connor frunce el ceño con aire de incomprensión. No quiero ofenderle, pero debe comprender el problema que supone para mí salir del territorio. Recuerdo entonces lo que me dijo mi hermana sobre su mejor amiga.

—Cuando conociste a tu compañera, tenía miedo de ti, ¿no?

—Mostraba cierto recelo, sí.

—Yo no siento recelo, siento terror.

—No lo entiendo, vives en una manada.

—Corrección. Vivo en su territorio, apartada. No estoy arrinconada en un lugar cerrado sin posibilidad de escaparme en caso de peligro.

—No es nuestra intención hacerte daño. Confío en que Ashley te lo haya dejado claro.

—Mi mente es caprichosa y mi pasado… digamos que no es muy alegre y que a menudo lo confundo con el presente.

—Ya veo. Y supongo que tu miedo a los animorfos no es infundado.

Se podría decir así. De todos modos, no pienso contarle mi historia. A menos de dos horas de encerrarme con una manada de metamorfos, no sería una buena idea. Prefiero volver a concentrarme y exponer mi idea al alfa de los Treat.

—Podrías darme un sedante.

Reflexiona profundamente. ¿He dicho una tontería?

—Tus sueños pueden jugarte una mala pasada.

Lo sé, tengo pesadillas. Me ocurría de pequeña. Utilizaba mi poder en sueños contra los que vivían en mi casa, razón por la que pedí vivir sola cuando alcancé la adolescencia.

—Será necesario reforzar la dosis, soy consciente. Pero es lo mejor para todos. Ashley cuidará de mí durante el trayecto. A su lado no me pasará nada.

—Ni al mío.

Miramos a Greg, que parece decidido.

—Quiero estar cerca de Sam y Ashley y unirme a la manada de los Ángeles Guardianes.

—Greg, ya no tienes que estar constantemente con nosotras. Ashley ya no te necesita para protegerla, tiene a su compañero gruñón —la pareja alfa suelta una risita ahogada—; y sabes perfectamente que yo nunca he necesitado a nadie. Siempre que vienes a verme acabas sangrando.

Greg me lanza una mirada sombría en contradicción con su media sonrisa. Sorprendentemente, a pesar de todas las jugarretas que le he hecho, nunca se ha enfadado conmigo.

—No lo hago por estar contigo y con Ashley, Sam, aunque francamente no me habría ido sin vosotras. Quiero unirme a ellos porque apoyo su causa.

Y dale con la causa. Madre mía, es lo único que saben decir. ¿Y cuál es su causa exactamente? Porque hasta hace poco, todo el mundo pensaba que los fateles habían desaparecido, por lo que combatir a los disidentes no tenía mucho interés. ¡Llegan veinticinco años tarde! No es que tengan la culpa, tan solo eran niños, como yo, pero de igual modo, no pueden cambiar el pasado.

—Sam, ¿conoces la actividad principal de los Guardianes?

Sevana habla con dulzura. Sin duda, nació para ser alfa. Connor es la fuerza y ella la gentileza. Un dúo vencedor.

—Combaten a los disidentes.

—Es una manera de ver las cosas. Pero tú miras el mundo al revés, desde tu perspectiva. Trata de pensar a la inversa. Los Guardianes no combaten a los rebeldes, sino que protegen a los inocentes. Sí, a menudo los protegen de los disidentes, pero no luchan por placer y nunca provocan los enfrentamientos. Trabajan para el gobernador, que los llama cuando hay algún problema.

—¿Están al servicio de los humanos?

Eso no me llama menos la atención. Ya me lo había dicho en mi casa, pero reconozco que no era la información más importante para mí en ese momento. La mayoría de los metamorfos se consideran parte de una raza superior que debe dirigir el mundo, pero estoy siendo injusta. Los Treat también se han puesto al servicio de los humanos. Peter desarrolla medicamentos para ellos.

—Los Ángeles Guardianes defienden a todo aquel necesitado, ya sea metamorfo, humano o fatel, ahora que saben que algunos de nosotros hemos sobrevivido.

—¿De qué necesitan protegerse los animorfos?

—De alfas sedientos de poder que no soportan que en su manada haya miembros que no piensan como ellos. No eres la única que ha padecido los sueños de grandeza de los rebeldes y algunos metamorfos aún los sufren. Los Guardianes están ahí para ayudarles.

Los Ángeles Guardianes son más altruistas aún que los Treat. No me extraña que Ashley se haya enamorado de un beta que promulga valores de igualdad.

Hablando del rey de Roma, mi hermana llega corriendo y salta sobre mi espalda.

—¿Qué haces aquí?

—¡Qué simpática!

—Perdón, me he expresado mal. Me lo está contagiando Sean, es algo habitual en él.

El beta gruñe, pero le acaricia tiernamente la mejilla con una sonrisa en los ojos.

—Estoy feliz de verte fuera de casa. Feliz, aunque sorprendida.

Lo había entendido, pero quería fastidiarla un poco. Una pequeña venganza personal por haberme ocultado lo que le había cambiado la vida.

—Tenía que pedirle a Peter un favor para el viaje. Y Greg acaba de anunciar que viene con nosotros.

Ups, Sean intensifica su gruñido aferrando a Ashley, que eleva los ojos al cielo de exasperación.

—¡Quieres parar con ese ruido!

Sin siquiera prestarle atención, dirige la mirada hacia Connor.

—¿Has aceptado?

—Todavía no, pero no veo por qué he de negarme.

—Mi compañera ya no necesita un guardaespaldas, me tiene a mí.

¡Pero si el gran beta está celoso! Es ridículo. Ash siempre ha visto a Greg como un hermano pelmazo, igual que yo.

—No me uno a vosotros para cuidar de ellas, sino para ayudaros en vuestra misión con el gobernador.

Sean y Greg se enfrentan con la mirada. No tiene pinta de que vayan a ser amigos. No obstante, Greg es un excelente lugarteniente y los Guardianes ganarían un miembro muy valioso con él. Ash acaricia el pectoral de Sean, lo que parece apaciguar al animorfo, que pronuncia su resolución con la boca pequeña.

 

—Si a Connor le parece bien, eres bienvenido.

El alfa da su aprobación antes de alejarse con su compañera.

—Os dejo. Debo repasar los últimos detalles con mis lugartenientes. Vamos a viajar con tres fateles y no podemos permitirnos ser vulnerables. Os espero aquí a todos en una hora.

Mi hermana me mira. Quiere saber por qué he salido de casa.

—Le he pedido a Peter que me dé algo para sumirme en un profundo sueño durante el trayecto, por aquello de no volverme loca.

Me estrecha entre sus brazos y yo me dejo, pues calma la tensión que siento en los hombros.

—Buena idea. No te perderé de vista ni un segundo.

Ha llegado el momento fatídico. El de las dolorosas despedidas y los ojos lacrimosos. En mi caso, nada de eso. Yo ya estoy medio grogui y si Greg no me sostuviera, ya me habría caído al suelo hace tiempo. Toda la manada Treat ha venido a desearnos un buen viaje. Los miro con los ojos vidriosos y todos parecen más tristes que aliviados. Nunca lo habría imaginado. Supongo que a pesar de mi mal carácter, me aprecian. O que solo están así por Ashley, vete tú a saber. Tras darle un último beso a Peter, me instalo en el primer coche con ayuda de Greg. Hemos acordado que haría el viaje entre Ashley y Sevana para limitar mi estrés hasta que me quedase profundamente dormida. Connor y Sean se montan delante, porque no se iban a separar de sus compañeras. Greg y los dos lugartenientes de los Guardianes, Owen y Liam, se montan en el segundo coche, y al fin partimos en dirección al aeropuerto más próximo.

—Es un nuevo comienzo, una nueva vida, Sam. Te gustará y estaremos juntas.

Con esas últimas palabras que me susurra mi hermana al oído, caigo en un mundo de Morfeo sin sueños.

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