Correspondencia 1928-1940

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32. BENJAMIN A WIESENGRUND-ADORNO

 PARÍS,  31/5/1935



Querido Sr. Wiesengrund:





Si estas líneas se han hecho esperar un poco, al menos le traen, en combinación con lo que las acompaña, una explicación cabal de mi trabajo, mi estado de situación interno y externo.



Antes de adentrarme con algunas breves palabras al contenido del

exposé

,

307

 me refiero someramente al papel que ocupa en mi relación con el Instituto. Es un asunto que se resuelve rápido, porque por el momento se restringe al hecho de que el impulso para su redacción fue una conversación que tuve a fines de abril con Pollock. Es evidente que se trató de un impulso externo y proveniente de otro ámbito. Pero precisamente por eso pudo generar en la enorme masa, protegida con esmero durante tantos años para que no padeciera ningún tipo de influencia de afuera, aquella conmoción que hace posible una cristalización. Recalco que en este hecho –que en la economía total de este trabajo es un hecho legítimo y productivo– se agota la importancia de los factores externos y heterogéneos. Y lo que me lleva a recalcarlo son las preocupaciones de su carta, que me resultan comprensibles e interpreto como la expresión de un interés amistoso y también, después de una interrupción tan larga de nuestra conversación que se viene extendiendo a lo largo de los años, como inevitables. Hoy mismo a la mañana resonaron fielmente en una carta que llegó de Felizitas.

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 Ella escribe:



“Me sorprende que Fritz” (Pollock) “interceda a favor de las notas, ¿estás pensando en un trabajo para la Revista? En el fondo, yo lo consideraría un peligro inmenso, el marco es relativamente estrecho, y nunca podrías escribir lo que esperan tus verdaderos amigos hace años, el gran trabajo filosófico, que se sostiene solo por sí mismo, sin hacer concesiones y que en virtud de su importancia ha de resarcirte por muchas cosas de los últimos años”.



Sé que se trata del idioma de la amistad más auténtica, no menor a la que lo llevó a usted a su formulación de que consideraría una verdadera desgracia que Brecht ejerciera influencia sobre este trabajo. Déjeme decir lo siguiente al respecto:



Si alguna vez he aplicado mi lema graciano “Intenta poner el tiempo de tu lado en todas las cosas”, pienso que habrá sido en mi modo de abordar este trabajo. En su inicio se encuentra Aragon, el

Paysan de Paris

,

309

 del que por las noches en la cama nunca podía leer más de dos o tres páginas, porque mi corazón empezaba a latir tan fuerte que tenía que dejar el libro a un lado. ¡Qué advertencia! Qué señalamiento de los muchos años que tuvieron que interponerse entre ese tipo de lectura y yo. Y sin embargo, las primeras notas de los Pasajes

310

 provienen de esa época. Después vinieron los años Berlíneses, durante los cuales la mejor parte de mi amistad con Hessel

311

 se nutrió en muchas conversaciones del proyecto de los pasajes. En aquella época surgió el subtítulo –que hoy ya no tiene vigencia– “Un encantamiento dialéctico”.

312

 Este subtítulo alude al carácter rapsódico de la exposición que entonces tenía en mente y cuyos vestigios –tal como reconozco el día de hoy– no poseían garantías suficientes ni en lo formal ni en lo lingüístico. Pero esa época fue también la de un filosofar despreocupadamente arcaico y natural. Fueron las conversaciones en Frankfurt con usted y especialmente la conversación “histórica” en el

Schweizerhäuschen

, luego la sin duda histórica en la mesa con usted, Asja,

313

 Felizitas, Horkheimer, las que indujeron el fin de esa época. La ingenuidad rapsódica había llegado a su fin. Esa forma romántica había sido superada en un

raccourci

 del desarrollo, sin que en aquel momento ni muchos años después tuviera noción de una diferente. En otro orden de cosas, en aquellos años comenzaron las dificultades externas que hicieron que me resultara prácticamente providencial que las internas me hubieran sugerido ya antes un modo de trabajo dilatorio, procrastinado. A esto le siguió el encuentro incisivo con Brecht y así el punto culminante de todas las aporías para este trabajo, del que no obstante tampoco entonces me distancié. Sin embargo, lo que pudo cobrar relevancia para el trabajo de aquella primera época –que no es poca– no pudo tomar forma hasta que los límites de esa relevancia para mí no se definieron de manera incuestionable y por ende las “directivas” provenientes también desde ese lado perdieron entidad.



Todo lo que estoy esbozando aquí cobrará sentido especialmente para usted en el

exposé

, al que acompaño ahora con unos pocos comentarios. El

exposé

, que no reniega en ningún aspecto de mis concepciones, desde luego no es aún en todos ellos su equivalente absoluto. Así como la presentación concluida de los fundamentos gnoseológicos del libro sobre el Barroco le sucedió a su puesta a prueba en el material, en este caso se dará algo similar. Con esto, sin embargo, no quisiera asegurar que también esta vez aparecerá en forma de un capítulo aparte, ya sea al final o al principio. Es una cuestión que queda abierta. Pero el

exposé

 contiene referencias decisivas a estos fundamentos, referencias que a usted menos que a nadie se le escaparán y donde reconocerá motivos que anuncia su última carta. Además: de manera mucho más clara que en cualquier otro estadío previo del plan (incluso de manera sorprendente para mí), salen a la luz las analogías que hay entre este libro y el del Barroco. Tendrá que permitirme ver en esta circunstancia una confirmación especialmente significativa del proceso de refundición, que llevó toda la masa de ideas, que en su origen se movió en el plano metafísico, a un estado de agregación en el que el mundo de las imágenes dialécticas está asegurado contra toda objeción que provoca la metafísica.



En esa fase del asunto (y por supuesto en esta por primera vez) puedo aguardar con serenidad a lo que por ejemplo por parte del marxismo ortodoxo puede llegar a ponerse en marcha para objetar la metodología del trabajo. Creo, por el contrario, haber llegado

à la longue

, en la discusión marxista con este, a un posicionamiento sólido, aunque más no sea porque la pregunta decisiva de la imagen histórica es tratada aquí por primera vez en toda su amplitud. Ahora bien, dado que la filosofía de un trabajo no está atada tanto a la terminología como a su localización, sí creo que este

exposé

 es el del “gran trabajo filosófico” del que habla Felizitas, por más que esta denominación no me parezca la que más se imponga. Como usted sabe, lo que me importa ante todo es la “protohistoria del siglo XIX”.



En este trabajo veo el verdadero motivo, si no el único, de no deponer el coraje en la lucha por la existencia. En el único lugar donde puedo escribirlo –esto es algo que hoy, y sin menoscabo de la gran masa de trabajos previos que son su fundamento, tengo completamente en claro– desde la primera hasta la última palabra es París. Por supuesto que, en principio, solo en lengua alemana. Mi consumo mínimo en París son 1000 francos por mes; esta es la suma que Pollock puso a mi disposición en mayo y que está previsto otorgarme nuevamente para junio. Pero ese monto lo necesito por un tiempo más prolongado, para poder seguir trabajando. Las dificultades se hacen notar de todos modos lo suficiente; fuertes ataques de migraña me hacen tener presente con suficiente recurrencia mi modo de vida precario. La pregunta acerca del interés que pueda despertar mi trabajo en el Instituto, en todo caso, bajo qué título, y si sería necesario eventualmente darle a este interés puntos de apoyo a través de otros trabajos es algo que usted quizás en conversación con Pollock podrá aclarar más fácilmente que yo. Estoy dispuesto a realizar cualquier trabajo; pero cualquiera que tenga cierta relevancia, en especial el trabajo sobre Fuchs, exigiría que por el tiempo de su redacción postergue los Pasajes. (Al trabajo sobre la “nueva era” preferiría no abocarme por el momento. Ya hablaremos de esto).



Tan poco probable me pareció que el Instituto publicara el trabajo “tal como ha sido concebido” que aun en abril le aseguré verbalmente a Pollock lo contrario. Pero otra cuestión es en qué medida las perspectivas sociológicas nuevas y radicales que proveen el marco firme del arriostrado interpretativo pueden explicar un interés del Instituto por este trabajo que sin este no cobraría realidad ni de este modo ni de otro. Porque una distancia que se interpusiera en la fase actual entre el proyecto y la confección probablemente traería aparejada peligros incisivos para todo tratamiento futuro. El proyecto marco, en cambio, aunque no en todos los pasajes, sí en los que me parecen decisivos, incluye aquellas definiciones de conceptos filosóficos que constituyen su fundamento. Si justamente usted echará de menos algún término –la felpa, el tedio, la definición de las “fantasmagorías”–, se trata precisamente de motivos a los que solo tuve que dar su lugar; su confección, que en parte ya está muy madurada en mí, no tenía que estar en este

exposé

. Y esto mucho menos por motivos de su finalidad externa que la interna: debía penetrar los materiales viejos, que yo tenía asegurados, con los nuevos que fui adquiriendo a lo largo de los años.



Le pido que, a modo de excepción, no le muestre a nadie el borrador que le hago llegar, y me lo envíe de regreso a la brevedad. Solo sirve a mis propios estudios. Otro, que en breve estará terminado, en varios ejemplares, le llegará más adelante.



Todo indica que San Remo no será el lugar de un encuentro para nosotros este año. ¿No podrá organizarse para volver de Oxford a Berlín pasando por París? ¡Le pido que por favor evalúe esa posibilidad!



Tanto a Lenya como a Max Ernst me gustaría verlos. Si puede organizar algo, cuenta con mi aprobación.

 



Oigo con alegría que la confección textual de su trabajo tiene un futuro previsible. ¿Tendré que esperar hasta nuestro encuentro para obtener algo más de información?



Escribirle a Else Herzberger por mi cuenta es algo que aún no resolví hacer, pero no sé si debería seguir postergándolo.



¡Reciba mis saludos más afectuosos!










            31 de mayo de 1935





            Suyo









            París XIV





            Walter Benjamin









            28 place














            Denfert-Rochereau















33. WIESENGRUND-ADORNO A BENJAMIN

OXFORD,  5/6/1935








            5 de junio de 1935





            Merton College,














            Oxford.










Querido Sr. Benjamin:



Permítame importunarlo con un pedido. Sería una gran ayuda para mi respuesta al

exposé

 de los Pasajes (no puedo acostumbrarme a abandonar el antiguo nombre), tanto en lo material como en la disponibilidad de tiempo, si usted me permitiera escribir con lápiz las notas de contenido en el margen, que me resulta tentador por ser tan ancho. Por más fácil que fuese volver a quitarlas, no me atrevería a agregarlas sin su permiso.



Por otra parte, después de una lectura bastante detallada, podría decir lo siguiente: mis reparos con respecto al Instituto se desvanecieron por completo. Creo que el Instituto podría, mejor dicho, debería aceptar el trabajo, en su totalidad; pues este tendría, sin duda, más derecho a ser publicado que, por ejemplo, Franz von Borkenau;

314

 creo que de ninguna manera usted necesita hacer concesiones y el Instituto tampoco. Si Horkheimer abogara para que en algunos puntos hubiese una concreción desde un punto de vista social, eso sería, sin duda, tanto de su interés como del mío. Se trata, por lo pronto, de la categoría de mercancía

315

 que en el

exposé

 (como, por cierto, también en el Kierkegaard) aparece de un modo demasiado general como para esclarecer el siglo XIX según su

especificidad

; tampoco bastará determinarla solo desde un punto de vista tecnológico –como “producto fabricado”–, sino que habrá que preguntarse sobre todo por su función económica, es decir, por las leyes de mercado de los inicios del auge del capitalismo en tanto modernidad en sentido estricto. El otro concepto es, naturalmente, el de la conciencia colectiva.

316

 Pero el tratamiento de ese concepto llevaría a una discusión fundamental de la que no quisiera ocuparme hoy de un modo frívolo, debido a la gran dificultad de su objeto y la responsabilidad que este amerita. Permítame aquí solo arriesgar el

aperçu

: la objeción marxista contra la constitución de una conciencia colectiva de esta índole, en sí no dialéctica, es decir, que no contiene el momento de clase de manera integradora, coincide probablemente con una objeción que yo enunciaría de un modo completamente distinto: la exigencia de que la imagen dialéctica en ningún caso sea puesta en el lugar de la

conciencia

 o del inconsciente. Pero, más allá de cuál sea la situación, me parece estar fuera de toda duda que en este caso, como en todos los casos, la precisión empírica incluye la de la interpretación. Le escribiré inmediatamente a Horkheimer

317

 solicitándole la aceptación del trabajo entero y, por supuesto, también su financiación.



Considerando la central importancia que le atribuyo a la obra, cualquier tipo de elogio no sería sino una blasfemia. Sin embargo, no puedo resistirme a la tentación de resaltar algunos de los aspectos que más me conmovieron. Ante todo, la teoría de la

nouveauté

318

 y la consideración del enorme alcance de esta categoría, que usted con tanta razón pone en paralelo con la alegoría (sobre la relación entre el siglo XVII y el XIX, que, en realidad, funda la relación entre el libro sobre el Barroco y los Pasajes, habrá que hablar con detenimiento). Luego el pasaje sobre el fetichismo

319

 gracias al cual volví a tener presente cuánto seguimos comulgando en nuestras ideas, a pesar de los dos años de separación. En efecto, hace tres meses en una extensa carta a Horkheimer

320

 y recientemente también en una conversación con Pollock defendí, enfrentándome a Fromm

321

 y especialmente a Reich, la concepción de que la verdadera “mediación” entre sociedad y psicología radica no en la familia, sino en el carácter de mercancía y en el fetiche, ahí afirmé que el fetichismo es el auténtico correlato de la cosificación. Por otra parte, usted coincide completamente con Freud en este punto, quizás sin saberlo; sin duda, más allá de todo, ahí hay algo. Usted no debería dejar de leer todo lo que hay escrito por Freud y el notable Ferenczi

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 sobre el carácter anal y el problema anal. Encontré una coincidencia similar en la teoría de la transformación de la ciudad en campo,

323

 del todo nueva para mí: era la tesis central de mi texto inconcluso sobre Maupassant,

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 que a su vez es desconocido para usted (si encuentro el material, lo pondré

in extenso

a disposición de los Pasajes, para los cuales es pertinente). Ahí se trata de la ciudad como coto de caza, en general el concepto del cazador jugaba un papel importante (por ejemplo, en la teoría del uniforme: todos los cazadores tienen el mismo aspecto). Además M. tiene una novela corta en la que no se trata del cazador dominguero,

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 sino del jinete dominguero cercano a aquel, que en el

bois

 también brinda una “imagen dialéctica”. Quisiera volver a recomendarle con insistencia a Maupassant. El tremendo relato

La nuit, un cauchemar

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 presenta el complemento dialéctico de

El hombre de la multitud

 de Poe

327

 y aguarda ávidamente una interpretación de su parte.



Permítame todavía arriesgar la idea de que la invención del avión es la que pone fin al siglo XIX. Quizás pueda mostrarle pronto algo al respecto. Probablemente le resulte familiar que la cancelación de la divergencia entre ciudad y campo

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 fue promovida por Marx y Engels.



Para concluir por hoy –final de un preludio, no de una fuga–, una nota antigua:

329

 “El pasado más reciente se presenta en cada caso como si hubiese sido aniquilado por catástrofes”.



Con cordial amistad y gratitud,



Suyo, Teddie Wiesengrund





34. WIESENGRUND-ADORNO A BENJAMIN

 OXFORD,  8/6/1935








            8 de junio de 1935





            Merton College,














            Oxford.










Querido Sr. Benjamin:



Esta no es todavía la carta sobre el

exposé

 que es demasiado importante como para admitir una respuesta improvisada; pero hay algunas cosas que quisiera informarle.



Recibí una carta de Else Herzberger desde Zúrich (Hotel Baur au Lac). A través de mis padres se enteró de la enfermedad de Agathe. Esto me habilitó escribirle enseguida y sin reparos. Aproveché la oportunidad para pedirle del modo más urgente y serio que uno pueda imaginar que posibilite la conclusión de los Pasajes, financiándolos. Con este pedido la puse bajo una presión moral. Y a pesar de mi habitual pesimismo: esta vez tengo alguna esperanza. Considero que es el momento psicológico favorable para esto, precisamente por la enfermedad de Agathe,

330

 que, sin duda, conmovió profundamente a Else; mi pedido tiene un carácter tal que le resultará difícil desestimarlo. Si el destino de Agathe pudiera conducir a una cierta reconciliación, eso sería, por lo menos, un consuelo. Por lo demás, las noticias procedentes de Frankfurt no dejan de ser auspiciosas, su recuperación parece ser posible, aunque muy lenta.



Le escribí a Else diciéndole que en el caso de que estuviese realmente interesada, usted le enviaría el

exposé

 (naturalmente pensaba en el nuevo que está en preparación). Supongo que usted estará de acuerdo. Desde un punto de vista psicológico sería muy aconsejable, teniendo en cuenta el narcisismo de Else. Pero aguardemos primero su respuesta. Por favor, páseme de todos modos su dirección telegráfica y su número telefónico.



Por otra parte, Pollock me comunicó que ya no vendrá a Londres; supongo que está en viaje a Estados Unidos. Por lo tanto, se cancelan mis planes relacionados con él (uno consistía en que él lo invitara a usted a Londres a un encuentro en conjunto). No

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