Consolar a los afligidos

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Aus der Reihe: Pastoreo práctico
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Consolar a los afligidos
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Elogios para Consolar a los Afligidos

Pocos han intentado ofrecer consuelo a los afligidos, y muy pocos han tenido tanto éxito como el pastor Paul Tautges en este libro tan necesario. Este pequeño pero maravilloso volumen es una verdadera antología de ayudas prácticas para aquellos que están afligidos y para aquellos encargados de ministrar sus necesidades. Lo recomiendo como un libro para todos los diáconos, ancianos, pastores y laicos. Esta importante herramienta debe ser leída cuidadosamente si es que tenemos la intención de ministrar sabia y eficazmente a aquellos con los que tenemos comunión cercana y que tarde o temprano tendrán que enfrentar tiempos de aflicción.

Dr. Walter C. Kaiser Jr., presidente emérito del Gordon-Conwell Theological Seminary

Paul Tautges les proporciona a los pastores y a otros cuidadores compasivos un libro único que es meticulosamente bíblico e inmensamente práctico. Aquí nos enseña la manera bíblica de consolar a las personas heridas y moribundas, ofreciendo textos bíblicos muy pertinentes, himnos, y poemas que pueden ser usados, y además nos provee de un plan para ministrar a las personas que necesitan superar la muerte de un ser querido. En este libro podemos encontrar ideas sólidas para preparar mensajes para funerales, no sólo para darles consuelo a los afligidos sino también para desafiar a los perdidos con un claro mensaje del evangelio. No conozco otro libro como Consolar a los Afligidos. Muchos de los libros que tienen la misma naturaleza instructiva son superficiales y carecen de un profundo contenido teológico. Pero este excelente libro es la excepción.

Curtis C. Thomas, pastor por más de cincuenta años y autor de Life in the Body of Christ [Vida en el Cuerpo de Cristo]

Paul Tautges es un hombre con una misión para ministrar a los quebrantados de corazón. Él ofrece cuidadosamente una mezcla de preocupación sensible con una proclamación del evangelio, a través de un lenguaje claro y honesto. Sus pensamientos acerca de la teología de la aflicción, junto con los sermones y las tablas prácticas de este libro, seguramente serán útiles para aquellos pastores que están en busca de diferentes formas para mejorar en esta área de sus ministerios. Este libro nos da un vistazo al corazón de un pastor que posee un amor por su rebaño, una sólida comprensión de las Escrituras y un llamado a consolar a los que sufren, de una manera bíblica y compasiva.

Deborah Howard, enfermera titulada, certificada en el cuidado de enfermos terminales y autora de Sunsets: Reflections for Life’s Final Journey [Atardeceres: Reflexiones para el viaje final de la vida] y Where Is God in All of this? [¿Dónde está Dios en Todo esto?]

A lo largo de las páginas de Consolar a los Afligidos podemos encontrar consejos bíblicos, perspicaces, y prácticos para servir a las personas afligidas. Escrito con la ternura y comprensión de un pastor gentil, este libro es un manual útil para aquellos que guían a otros a través del valle de sombra de muerte. ¡Espero que tenga una amplia distribución!

Dr. Les Lofquist, director ejecutivo del IFCA International



Publicaciones Faro de GraciaP.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org

ISBN 978-1-629462-85-1

Originally published in English in the U.S.A. under the title:

Comfort the GrievingCopyright © 2014 by Brian Croft and Phil Newton.

Previously published in 2011 by Day One Publications under the same title. Spanish edition © 2021 by Publicaciones Faro de Gracia with permission of Zondervan,

3900 Sparks Dr. SE, Grand Rapids, Michigan 49546. All rights reserved. Represented by Tyndale House Publishers, Inc.

©2021 Publicaciones Faro de Gracia. Traducción al español realizada por Victor Velasco; edición de texto, diseño de la portada y las páginas por Benjamin Hernandez. Todos los Derechos Reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio —electrónico, mecánico, fotocopiado, grabación o cualquier otro— excepto por breves citas en revistas impresas, sin permiso previo del editor.

©Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina–Valera ©1960, Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas, a menos que sea notado como otra versión. Utilizado con permiso.

En memoria de Jean Pitz,

una querida hermana en el Señor,

quien siempre tenía una palabra de ánimo

para este predicador del evangelio,

y quien nunca habría cambiado su lugar en la gloria

por ninguna cosa que este mundo ofrece

y

para todos los cuidadores de enfermos terminales,

quienes sacrificialmente entregan el corazón para

ayudar a otros a vivir de la mejor manera

la experiencia de la muerte

Contenido

Prólogo

INTRODUCCIÓN

PARTE 1 UN MINISTERIO DE CONSOLACIÓN

Capítulo 1 – Dios es nuestro refugio: la base bíblica de nuestro consuelo

Capítulo 2 – La muerte de un creyente: ministrando con ternura pastoral

Capítulo 3 – Visitando a los afligidos: cuidado personal compasivo

Capítulo 4 – Gracia para el camino: cuidado a largo plazo para los que están de luto

Capítulo 5 – Consuelo a través de la Escritura: el arte de escribir cartas que infunden esperanza

PARTE 2 PREDICACIÓN QUE CONSUELA

Capítulo 6 – Sermón 1: “Vida a partir de la muerte”

Capítulo 7 – Sermón 2: “Nuestra necesidad de reconciliación”

Capítulo 8 – Sermón 3: “Dios es digno de confianza”

Agradecimientos

Apéndice 1: Textos de las Escrituras que traen consuelo

Apéndice 2: Poesía, cantos y oraciones

Apéndice 3: Ejemplos de servicios fúnebres

Apéndice 4: Recursos recomendados

PRÓLOGO

ALGUNAS DE LAS LECCIONES MÁS VALIOSAS que he aprendido como pastor, las cuales se hacen más firmes año con año, son lecciones que ocurren en cuartos de hospital y en agencias funerarias. He visto a dulces santos de edad avanzada dar su último aliento mientras sostengo sus manos y oro por ellos. Me he ganado el corazón de muchos enemigos a los que he visitado en sus cuartos de hospital cuando están pasando por el proceso de recuperación de alguna enfermedad. He visto cómo la desesperación se convierte en esperanza cuando, en medio de un funeral, le hablo de Cristo a una viuda afligida. Estos momentos cruciales para un ministerio fructífero ocurren porque tanto los cuartos de hospital como las agencias funerarias tienen la capacidad de lograr cosas que no se pueden lograr en otros momentos de la vida. Pues son lugares que nos recuerdan cuan frágiles y vulnerables somos. Son lugares que sacuden nuestros corazones y nos hacen poner los pies en la tierra cuando somos tentados a creer que somos invencibles. Tienen la capacidad de forzarnos a pensar en las cosas eternas aun cuando queremos pensar en las cosas temporales.

Y de manera irónica, esos son precisamente los lugares que muchos pastores tratan de evitar. ¿Por qué pasa eso? La razón principal es porque este tipo de ministerio es un trabajo duro. No es un trabajo glamuroso. Requiere que involucremos nuestros corazones de una manera que resulta incómoda para muchos de nosotros. Es un trabajo que implica soportar cargas que son dolorosas. En ocasiones nadie se entera de que estás involucrado en ese ministerio (con la excepción de Dios y de las personas a las que visitas). Pero ese tipo de visitas son parte importante del corazón de nuestro llamado a ser pastores que apacientan al rebaño de Dios hasta que aparezca el Príncipe de los pastores (1 Pedro 5:4). Y estoy convencido de que, una de las mejores maneras para reestablecer ese aspecto esencial del ministerio pastoral es equipar a los pastores para que puedan desempeñar un mejor cuidado de aquellos que están afligidos.

Por esa razón estoy tan entusiasmado con este libro. Me entusiasma porque tanto el contenido como la estructura son muy adecuados para equipar a pastores y a otras personas con principios que los ayuden a consolar a los afligidos. Después de presentar los fundamentos bíblicos que nos enseñan de dónde viene nuestra esperanza en tiempos de aflicción, Paul Tautges continúa describiendo varias formas en las que un pastor puede ministrar esta esperanza a otros. La segunda sección incluye ejemplos de sermones, y apéndices que nos ofrecen ayudas prácticas. El libro contiene consejos para escribir notas y usar canciones, y también contiene tablas para ayudar a programar visitas y contactos durante el primer año de duelo. Consolar a los Afligidos nos presenta una introducción concisa y clara a la teología y las herramientas necesarias para guiar correctamente a las personas que están en duelo.

 

La segunda razón por la que este libro me entusiasma es debido a que es un recurso clave de la serie de Pastorado Práctico. Uno de los libros de esta serie, Visita a los Enfermos, se enfoca en la manera en la que debemos procurar el cuidado de las personas que luchan con la enfermedad, el dolor, y la aflicción. Otro libro, Organizar Funerales Centrados en el Evangelio, aborda las circunstancias inmediatas que ocurren alrededor de la muerte de una persona, incluyendo la preparación del sermón para el funeral y la logística necesaria para trabajar de la mano con las agencias funerarias. Y a pesar de que los hospitales y las agencias funerarias son lugares clave para realizar este ministerio, no son los únicos lugares en los que las personas experimentan la aflicción. Gran parte del proceso de duelo requiere una atención prolongada que tiene lugar mucho después de las circunstancias inmediatas del hospital y la funeraria.

Consolar a los Afligidos es un maravilloso complemento para esos dos libros. Ya que se encarga de llenar los espacios vacíos de los libros anteriores, al mismo tiempo que refuerza la sabiduría y las ayudas prácticas que éstos ofrecen. Y por si eso fuera poco, tengo la confianza de recomendar ampliamente al autor. Paul Tautges es un fiel hombre de Dios, y es un pastor del pueblo de Dios, que ha consolado tiernamente a muchos que tienen la esperanza del evangelio, y su manera de escribir está sazonada con la sabiduría necesaria para instruir a otros. Mi oración es que los lectores sean bendecidos por su sabiduría y su fidelidad a las Escrituras.

Brian Croft, enero 2014

INTRODUCCIÓN

¿Por qué habré de sentirme desanimado, por qué

habrán de cubrirme las sombras,

por qué habré de estar en soledad, anhelando el

cielo en mi corazón,

Si yo sé que Jesús es mi porción? Constante Amigo

es para mí:

Si Él cuida de las aves, ¿cuánto más no hará por mí?

Civilla D. Martin, 1905

DESPUÉS DE DOS DÉCADAS de ministerio pastoral en la misma iglesia, y después de muchos años de servicio como capellán de hospital, he sido expuesto a la aflicción y la muerte, con mucha más frecuencia de lo que experimenta un pastor promedio. A lo largo de esos años llegué a preguntarme si algún día tendría la oportunidad de escribir acerca de mis experiencias, pero tengo que confesar que, cuando la oportunidad finalmente llegó, yo no estaba preparado.

Lo que tienes en tus manos no es únicamente un típico libro. El escribir ha sido una parte importante de mis propios procesos de duelo. En su práctico folleto Grief: Finding Hope Again [Aflicción: Volviendo a encontrar la esperanza], Paul Tripp escribe: “La muerte es un evento emocionalmente volátil que es doloroso de maneras inesperadas. La muerte desentierra recuerdos que estaban sepultados. Reúne a algunas personas y separa a otras. Le da inicio a ciertas cosas y le pone fin a otras. La muerte mezcla la felicidad con la tristeza.”1 En mi propia experiencia, he aprendido que la muerte provee de una oportunidad, no sólo para ministrar a otros, sino también para experimentar un crecimiento personal como ministros. A medida que ofrecemos consuelo a los demás, también debemos aprender a lamentarnos.

De hecho, mientras estaba comenzando a trabajar en la versión final de este libro, el padre de uno de mis amigos murió. En menos de dos horas, él ya estaba ante la presencia de Jesús. Aprender a caminar a través del doloroso valle de sombra de muerte junto con los miembros de nuestra iglesia es una parte vital de nuestro llamado como pastores. La muerte es dolorosamente real. Si no quisiéramos ser afectados por ella tendríamos que comenzar a ser fríos, insensibles, y distantes de las vidas de las personas. De manera que, debemos aprender a ofrecer un consuelo Cristo-céntrico a todos aquellos que están afligidos, y también debemos aprender a hacerlo llenos de compasión. Esa es la prioridad que ha sido recientemente implantada en mi mente a medida que trabajaba en este libro, ya que Dios ha llevado a varios miembros de mi congregación a enfrentarse cara a cara con la muerte.

La porción del evangelio del libro de Isaías comienza con estas palabras: “Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios” (Isaías 40:1). Isaías se ha ganado el sobrenombre de “el profeta evangélico” por su énfasis en las buenas noticias del Mesías venidero, quien es la esperanza y el fuerte consuelo de Israel. Con respecto a este versículo, Warren Wiersbe explica: “La palabra que aquí se traduce como “confortar” [de la versión en inglés “comfort”] proviene de dos raíces latinas que juntas significan “con fuerza.” Así que, cuando Isaías nos dice: “¡Sean confortados!” no usa esa palabra como si estuviera expresando un sentido de lástima por nosotros, sino que en realidad está expresando un sentido de poder. El conforte [consuelo] de Dios no es algo que nos debilita; sino que nos fortalece. Dios, en ese sentido, no está tratando de mostrar conmiseración, sino que a través de esas palabras quiere darnos poder.”2

Abrumado por su fracaso y por el pecado que le atrajo un severo castigo, el pueblo de Dios necesitaba urgentemente una esperanza, la esperanza del perdón de Dios. El versículo 2 continúa: “Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados.”

La esperanza que Isaías da está cimentada en la relación que Dios tiene con Israel como Su pueblo: “Consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios.” Aunque el pecado de Su pueblo era realmente digno de una doble porción de disciplina divina, Dios no estaba dispuesto a darles la espalda. Él estaba dispuesto a cumplir el pacto que había hecho con ellos. Más adelante, a través de la boca de Jeremías, Dios volvió a dar esperanza en medio del dolor de Israel: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” (Jeremías 29:11). Ambos profetas proporcionaron un consuelo mesías-céntrico por medio de desviar la atención del pueblo de su pasado y su presente, y dirigir sus miradas hacia la esperanza futura del reino prometido.

Y debido a que nosotros vivimos después del tiempo de la cruz del Calvario, podemos decir que los profetas proporcionaban un “consuelo Cristo-céntrico”, y sabemos que la naturaleza del consuelo que Dios ofrece hoy en día es prácticamente igual. La fuerza del consuelo de Dios no proviene de Su habilidad para cambiar nuestras circunstancias presentes (lo cual podría hacer si esa fuera su intención). Más bien, el consuelo de Dios proviene de Su promesa para nosotros en Cristo, la cual nos asegura que la gloria que un día compartiremos con Él, tendrá un peso mucho mayor al de nuestros sufrimientos presentes (Romanos 8:18; Filipenses 1:6; 2 Corintios 4:17).

Así que, el consuelo Cristo-céntrico es el único consuelo verdadero. Cualquier tipo de consuelo que le demos a las personas y que los lleve a poner su esperanza fuera del evangelio, en el mejor de los casos, les dará un descanso temporal, pero en el peor de los casos será un consuelo engañoso. Si nosotros meramente nos enfocamos en dispensar un consuelo temporal a todos aquellos que sufren, pero fracasamos en la tarea de señalarles la única fuente de verdadero consuelo, que es Jesucristo mismo, entonces contribuiremos a que ellos se engañen, pensando que Dios está de su lado, cuando en realidad es posible que no lo esté. Si esas personas son no creyentes, eso significa que siguen siendo enemigos de Dios, y no podemos ofrecerles ningún consuelo duradero en absoluto, a menos que les señalemos al “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3).

El evangelio nos ofrece una esperanza Cristo-céntrica que nos permite enfrentar directamente la realidad de la muerte. Además, nos ofrece el regalo de la vida eterna que Jesús compró con Su propia sangre. Por lo tanto, cuando no hablamos con delicadeza de la verdad del evangelio en tiempos de aflicción, no estamos aprovechando la función que la muerte cumple como un siervo que está sujeto a los propósitos de Dios. De manera que, cada vez que le demos a alguien palabras de aliento, debemos aprovechar las oportunidades que se generan en cada ministerio ordenado por Dios, y debemos utilizar el dolor terrenal, redirigiendo la atención de las personas hacia las realidades eternas. Joni Eareckson Tada y Steve Estes escriben en su libro When God Weeps [Cuando Dios Llora]: “El dolor de la Tierra sigue aplastando nuestras esperanzas, recordándonos que este mundo nunca puede satisfacernos; y que sólo el cielo puede. Y cada vez que comenzamos a construir nidos que son demasiado cómodos en este planeta, Dios abre las compuertas de la presa, para que una ola fría de sufrimiento nos despierte de nuestra somnolencia espiritual.”3 No debemos desperdiciar estas preciosas (y dolorosas) oportunidades que se nos dan para la demostración de la misericordia y para el avance del evangelio.

PARTE 1 UN MINISTERIO DE CONSOLACIÓN

LOS SATÉLITES METEOROLÓGICOS orbitan la tierra, monitoreando los sistemas climáticos a medida que se mueven alrededor del globo. Estos satélites nos avisan con antelación de los cambios en las condiciones meteorológicas y nos alertan de posibles peligros. Los canales de televisión y las aplicaciones de los teléfonos inteligentes reciben esta información y nos permiten monitorear el clima. Y el hecho de conocer el futuro en ese sentido, nos proporciona un poco de consuelo, ¿no es así? Ya que nos ayuda a planear nuestras vidas con anticipación, de manera tal que podamos evitar incomodidades y peligros.

En ocasiones, nosotros deseamos que Dios, de manera similar, nos alerte de antemano con tal de que estemos preparados para las tormentas de la vida, es decir, las dificultades que Él pone en nuestro camino. Pero por lo general, Dios no se anticipa a decirnos ese tipo de información. Sin embargo, Él no nos oculta la verdad de que, en un sentido general, es un hecho que enfrentaremos dificultades y problemas en esta vida (Juan 16:33; 1 Pedro 4:12), aunque, por otra parte, Él no nos revela los detalles particulares de nuestro sufrimiento individual. Porque si lo hiciera, probablemente nos inclinaríamos a andar por vista, no por fe. Trataríamos de controlar nuestras propias vidas, evitando el dolor en lugar de aprender a confiar en Él, en Su bondad, y en Sus promesas. Así que, por encima de todas las cosas, debemos aprender que Él tiene el control. Y cuando vengan las tormentas más feroces, no deberíamos avergonzarnos de correr hacia Dios y encontrar refugio en Él.

El pueblo de Dios necesita un ancla a la que pueda aferrarse en medio de las tormentas de la vida. Los ministros de la gracia de Dios deben aprender cómo ayudar a las personas a encontrar esta ancla, por medio de establecer un fundamento doctrinal sólido para su gente. Necesitan permitir que la verdad del evangelio genere raíces más profundas, a través de una predicación regular que les ayude a las personas a confiar en que la soberanía de Dios está por encima de todos los eventos de la vida, y que les provea de un entendimiento del cuidado personal que Dios le provee a Sus hijos (desde el día de su nacimiento, hasta su muerte). Deborah Howard, una enfermera de un hospital para enfermos terminales, escribe acerca de la importancia de saber y creer que Dios es bueno y que tiene el control de todo: “Debemos tener la fe y la confianza esenciales en Dios antes de que nuestros corazones se desgarren. Sólo así tendremos las herramientas necesarias para entender y afrontar la situación sin ser devastados.”4 Los ministros fieles deben comenzar por preparar al pueblo de Dios para enfrentar los peligros de la vida y ayudarles a desarrollar una fe vigorosa en el soberano Dios de consolación.

Para ministrar la gracia de Dios en tiempos de pérdida, debemos ser testigos llenos de verdad y pastores amorosos. Debemos hablar la Palabra de Dios fielmente, para que nuestros hermanos cristianos tengan una base tan sólida como una roca sobre la cual puedan construir sus vidas. Pero también debemos ser pastores sensibles que conducen a sus ovejas por el oscuro valle del sufrimiento (sin importar que se trate de la muerte misma), mientras ellos se aferran al consuelo de Dios. Al servirles con compasión, Dios nos usará para inculcar una esperanza y confianza bíblica que coincida con la del salmista:

 

Aunque ande en valle de sombra de muerte,

No temeré mal alguno, porque tú estarás

conmigo;

Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.

Salmo 23:4

La predicación no puede separarse del cuidado pastoral. Al contrario, es una parte vital de ese cuidado. Nosotros proveemos de cuidado pastoral a través de una predicación que es sensible a las necesidades del rebaño, y no existe nada que pueda lograr ese cuidado de una manera más eficaz que la predicación regular acerca de esta realidad doble: La absoluta soberanía de Dios y Su tierno cuidado para con los suyos. Podemos encontrar este equilibrio a lo largo de los salmos, pues ahí tenemos un conjunto de palabras inspiradas que nacieron en medio del dolor humano y la tragedia.

El escritor de un himno antiguo declara: “¡Cuán firme cimiento se ha dado a la fe, de Dios en Su eterna Palabra de amor!”5 Esas son palabras que complementan lo que el apóstol Pedro dijo cuando nos aseguró que “tenemos también la palabra profética más segura”, la cual es mucho más significativa que la experiencia espiritual más drástica que uno pueda tener (2 Pedro 1:19). Como creyentes, no hay momento en nuestras vidas en el que esta base segura de verdad bíblica sea más necesaria que cuando estamos a las puertas de la muerte.

Dios, el Fundamento del Consuelo

El Salmo 46 nos ofrece un fundamento para este ministerio de consuelo, junto con una aplicación útil. El énfasis principal del Salmo 46 no es tratar de adivinar cuándo y dónde ocurrirán las tormentas. Más bien, el énfasis se encuentra en conocer al Dios que es la fuente de protección y descanso en medio de las tormentas. Dios raramente nos advierte cuando se acerca una tormenta. Pero es un hecho que Él provee de protección y consuelo en la tormenta. Debemos aprender a “refugiarnos” en Dios (Salmo 143:9), encontrando nuestra fortaleza, nuestra paz, y nuestro descanso en Dios y en sus promesas, incluso cuando nuestras almas luchan con dolor y sufrimiento en el interior. Sólo Dios es el que puede satisfacer nuestras necesidades más profundas, y promete sustentarnos y enseñarnos lo que realmente significa confiar en Él a través de cada prueba de la vida. El salmista escribe estas palabras:

Dios es nuestro amparo y fortaleza,

Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

Por tanto, no temeremos, aunque la tierra

sea removida, Y se traspasen los montes al

corazón del mar;

Aunque bramen y se turben sus aguas

Y tiemblen los montes a causa de su braveza

Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios,

El santuario de las moradas del Altísimo.

Dios está en medio de ella; no será conmovida.

Dios la ayudará al clarear la mañana.

Bramaron las naciones, titubearon los reinos;

Dio él su voz, se derritió la tierra.

Jehová de los ejércitos está con nosotros;

Nuestro refugio es el Dios de Jacob.

Venid, ved las obras de Jehová,

Que ha puesto asolamientos en la tierra.

Que hace cesar las guerras

hasta los fines de la tierra.

Que quiebra el arco, corta la lanza, Y quema los

carros en el fuego.

Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; Seré

exaltado entre las naciones;

enaltecido seré en la tierra. Jehová de los

ejércitos está con nosotros;

Nuestro refugio es el Dios de Jacob.

Salmo 46

Al mirar más de cerca lo que el salmista dice aquí, vemos que Dios es nuestro “amparo”. Dios es un lugar de refugio para nosotros, un lugar de seguridad. El Salmo 46 no es el primer lugar de la Biblia en el que aparece esta imaginería. La Escritura nos provee de bastantes imágenes de la seguridad que hay en el cuidado amoroso de Dios para con nosotros en medio de los tiempos de temor y tristeza. Por ejemplo, Moisés pinta un cuadro del fuerte y amoroso cuidado de Dios cuando escribe: “El eterno Dios es tu refugio, y debajo están los brazos eternos.” (Deuteronomio 33:27 LBLA). La frase “brazos eternos” ilustra la fuerte protección del Creador y Su tierno cuidado. Otra imagen que nos ayuda a apreciar el cuidado de Dios por Sus hijos es la referencia a las “alas” de Dios en el Salmo 57, el cual fue escrito cuando David estaba huyendo de Saúl. Y en ese momento, David oró:

Ten misericordia de mí, oh Dios, ten

misericordia de mí; Porque en ti ha confiado

mi alma,

Y en la sombra de tus alas me ampararé Hasta

que pasen los quebrantos.

Salmo 57:1

Moisés también utilizó la misma imagen en el Salmo 91:4:

Con sus plumas te cubrirá, Y debajo de sus

alas estarás seguro; Escudo y adarga es

su verdad.

Tanto Moisés como David veían el cuidado y la protección de Dios como algo semejante al cuidado que un ave protectora les provee a sus polluelos. En tiempos de conflicto, Dios extiende Sus alas de amor para guardar a Sus hijos para que “ningún mal les sobrevenga” (Salmo 91:10). El mismo Jesús dibujó esta imagen cuando dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37).

Dios es nuestro amparo, pues nos ofrece Su tierno cuidado y Su protección, pero también es nuestra “fortaleza”. Él pone en acción Su poder a favor de nosotros. Sabiendo esto, deberíamos “Buscad al Señor y su fortaleza; buscad su rostro continuamente” (1 Crónicas 16:11 LBLA). Su fortaleza obra por nosotros en nuestros tiempos de debilidad. De hecho, de acuerdo con el apóstol Pablo, la fortaleza o el poder de Dios se perfecciona de alguna manera en nosotros cuando somos débiles y dependemos de Él (2 Corintios 12:9). Sólo hasta que sentimos que todo se derrumba a nuestro alrededor es cuando comenzamos a reconocer cuán débiles somos realmente. En esos momentos, la fortaleza de Dios se vuelve perfecta y completa en nuestras vidas. Nosotros podemos experimentar la plenitud de la fortaleza de Dios solamente cuando somos humillados en nuestra debilidad.

El salmista también nos recuerda que Dios es nuestro “pronto auxilio” cuando llega la aflicción y el temor. Dios no nos responde a distancia. Más bien, Él se acerca a nosotros. Su omnipresencia es personal y activa. Él actúa a favor de nosotros. Y está cerca de los que corren hacia Él, aquellos que lo buscan como su amparo y su fortaleza. Esto lleva al autor del Salmo 46 a garantizarnos que hay dos resultados que se derivan del hecho de refugiarse en Dios.

1. Debido a que Dios es nuestro amparo, nosotros somos libertados del temor (versículos 2-7). Cuando Dios es grande, nuestras circunstancias son pequeñas. Ya no tenemos que temer a nuestras circunstancias presentes ni preocuparnos por el futuro. Porque debido a que Dios es nuestro amparo “no temeremos”. Y en ese sentido, Proverbios 14:26 añade: “En el temor del Señor hay confianza segura, y a los hijos dará refugio” (LBLA). Si has experimentado el dolor de la aflicción y el sufrimiento, sabes que no tienes la fortaleza para enfrentar tus temores por tu propia cuenta. Pero no estás solo. Dios nos da la fortaleza cuando nos acercamos a Él. Cuando Dios es nuestro amparo, nosotros tenemos la fortaleza para enfrentar nuestros temores, incluso el temor de nuestra propia muerte o el de la muerte de un ser querido. Jesús nos exhorta en Mateo 10:28: “No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno.” Cuando un ser amado muy cercano viene a nosotros después de una consulta con un especialista en cáncer y nos dice que no hay nada más que hacer, que “es cuestión de tiempo”, en ese momento nuestros corazones claman llenos de dolor y aflicción. El dolor es real, pero no debemos sucumbir ante el temor y la desesperación. Dios es nuestro amparo, especialmente en esos momentos, y “por tanto, no temeremos”. Confiar en Dios disipa todos los demás temores porque sólo Él es soberano sobre la muerte. Sabemos que la muerte no es definitiva, que Dios tiene el control, y que nos ha prometido la victoria final en Jesús. A medida que crezcamos en nuestro amor por Dios y en el entendimiento de Su amor por nosotros, este “perfecto amor [echará] fuera el temor” (1 Juan 4:18).

¿Qué es el temor? Lo podemos definir de una manera simple como una confianza fuera de lugar. Es decir, en vez de confiar en Dios, nuestra confianza está puesta en otro lugar, por lo regular, en nosotros mismos. Confiamos en nuestra propia habilidad para controlar nuestro futuro y nuestras circunstancias inmediatas. Sin embargo, la fe requiere de una pérdida de control, que es de carácter positivo, es decir, una renuncia a nuestra supuesta autoridad sobre nuestras vidas, y una entrega voluntaria de nuestro control a Dios, quien posee el control final, junto con una bondad y sabiduría infinitas. Dustin Shramek da una vívida ilustración de la fe que se aferra a Dios, especialmente cuando no tenemos la fuerza para aferrarnos:

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