Buch lesen: «Te esperaba (y ni yo lo sabía)»
Te esperaba (y ni yo lo sabía)
Melibea
ISBN: 978-84-18766-90-9
1ª edición, abril de 2021.
Editorial Autografía
Calle de las Camèlies 109, 08024 Barcelona
www.autografia.es
Reservados todos los derechos.
Está prohibida la reproducción de este libro con fines comerciales sin el permiso de los autores y de la Editorial Autografía.
Sumário
Preámbulo:
Resignada en su propia felicidad
CAPÍTULO PRIMERO
CAPÍTULO DOS
Cita a ciegas
CAPÍTULO TRES
¿Qué somos?
CAPÍTULO CUATRO
En la distancia
CAPÍTULO CINCO
Por ti
CAPÍTULO SEIS
02 MAYO 2020. COMPARECE EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO
Inicio de la desescalada
CAPÍTULO SIETE
Hasta el final
Elha: 23/03/2020; 14 :14: «Te quiero»
Preámbulo:
Resignada en su propia felicidad
¿Quién en algún momento de su vida no ha escuchado alguna vez eso de: «Tengo que presentarte a un amigo…»?
Había escuchado esa frase en innumerables ocasiones, tanto de amigas fieles durante años como de aquella otra clase de amigas que en un momento dado aparecen en tu vida para luego desaparecer como si nunca hubieran existido. A sus 40 años podía decir que sus verdaderas amigas, las que consideraba como parte de su familia, se podían contar con los dedos de una mano. Y ellas, las que cada día le mandaban un WhatsApp con el único propósito desinteresado de saber cómo le había ido el día, le repetían cada vez que tenían ocasión aquello de: «Algún día te presentaré a fulanito de tal», «No entiendo cómo una mujer como tú sigue estando soltera, ¿qué les pasa a los hombres?», «Todavía no te has enamorado porque no ha llegado el tuyo», «Tarde o temprano aparecerá» …
Elha había llegado a conocer a algún que otro hombre por mediación de alguna de esas amigas, todas infructíferas, por alguna razón se ponía nerviosa en esa clase de citas y no le dejaban ser ella misma. Así que, como era de esperar, el final se repetía una vez tras otra, como en aquella comedia de los 90, El día de la marmota. Tal como los conocía decidía que no quería volver a verlos. Todo lo que había conseguido en ese aspecto se reducía a un par de noches y sexo, sexo sin amor, sexo sin ataduras, sexo sin compromiso, ratos sin sentimientos, placer físico con almas vacías. Pero claro, ¿cómo podía pedir más? si era ella la que no tenía alma o al menos aún no era consciente de su existencia.
Se consideraba una de esas personas que viven con el convencimiento interno de que los cuarenta años es la mejor edad para el desarrollo personal de cualquier mujer, donde puede hacer lo que le plazca en cada momento sin dar explicaciones a nadie y sin que nadie juzgue sus decisiones, donde no necesitan pedir permiso ni tener la aprobación de ningún hombre, una edad donde son autosuficientes en todos los sentidos, donde los hijos en la mayoría de los casos, prácticamente, ya están criados, y donde tienen la libertad para hacer o deshacer las cosas al antojo de cada una.
Esa había sido su temática amorosa y sus principios durante su última década. Se sentía bien con ella misma y con la vida que le había tocado vivir. Resignada e ignorante en su propia felicidad pasaba día tras día en su vida monótona, pero con la tranquilidad y paz interior de no estar en deuda con nada ni con nadie.
Toda esa vida que se había construido entre sus propios muros cambiaría en unos días, pues el Universo le tendría preparada una vida para la que ni tan siquiera su mente inquieta y creativa hubiera podido vislumbrar. Justo cuando más dormido tenía el corazón sucedió lo que nadie podría haber augurado.
Pleno siglo XXI. La peor Pandemia Sanitaria mundial. En España, como en otros países del mundo, se decretaría el Estado de Alarma. Un estado que no sólo recluiría a toda una población en sus hogares, sino que teñiría las calles de soledad y tristeza, y sumergiría tanto a las Grandes Potencias como a los Países más aislados y recónditos del mundo en la peor crisis económica mundial sufrida hasta el momento.
Sin embargo, como todo en la vida, depende de la perspectiva desde la que se mire, también tendría unas consecuencias positivas inimaginables en la sociedad de poder y corrupción que aún se vivía. Así pues, dicha crisis invitaría a toda una población a superarse en la adversidad, a reinventarse, a ser solidarios, a aplaudir cada día a las 20:00 desde terrazas, balcones, patios, azoteas y portales a todas aquellas personas que luchaban altruistamente en primera línea de batalla de una guerra contra la que no se utilizarían fusiles ni cañones, tan sólo se podía combatir con la unidad y preparación de profesionales, que darían sus vidas para salvar la de otros.
Elha también formaría parte de esa unidad, cada tarde a la hora señalada saldría a su pequeño balcón rodeada de albahaca, citronela, dama de noche, geranios y rosales para aplaudir a esos valientes, héroes y heroínas anónimos que todos admirarían para el resto de sus vidas... Pero ella nunca hubiera ni siquiera soñado que uno de esos héroes llegaría a ser el amor de su vida.
Un Amor que tendría que demostrar día a día confinados, en una cuarentena que era más fuerte que las propias leyes físicas del Universo, un Amor puro que lucharía contra los mismos **agentes del destino, un Amor que nació de la nada, un Amor que sabía cuál había sido su inicio, pero no su fin, un Amor Inmortal.
** Figura ficticia que personifica el Destino.
CAPÍTULO PRIMERO
Un lluvioso día cualquiera, camino a su pequeño apartamento, situado a escasos metros de una playa que tantas tardes de paz le había proporcionado durante los fríos y húmedos inviernos cuando aún las aglomeraciones de los veraneantes no invadían lo que ella consideraba su paraíso desierto, y después de una mañana igual que las anteriores, en una oficina aburrida donde ejercía la misma profesión desde hacía 17 años, se cruzó con su amigo Carlos. Le saludó con la mano mientras intentaba sujetar con la otra mano el paraguas, haciendo malabarismo para que los documentos que llevaba resguardados entre los pliegues de su abrigo no terminaran empapados.
Él ,lejos como para ir a echarle una mano esperó a que ella llegara a su altura para decirle esa frase de: «Te tengo que presentar a mi compañero, bueno, es mi jefe en realidad, el caso, que ya te tengo candidato», Elha sólo pudo sonreír, más que nada por cortesía y sin ningún tipo de expectativas, añadió: «Claro, Carlos, cuando quieras me lo presentas».
Pasaron días, semanas, meses y esa frase parecía haber quedado en el olvido, pero Elha, que tenía por costumbre grabar en el disco duro de su memoria todo lo que consideraba importante no lo había olvidado.
Tuvo que pasar más de un año, cuando las tornas se cambiaron y decidió iniciar ella la conversación con su amigo: «Oye Carlos, ¿y ese jefe que decías que me ibas a presentar?». Este no pudo más que contestarle: «Oh, lo siento amiga, pero ya es tarde, está muy enamorado de una rubia despampanante que ha conocido en el gimnasio».
Esa fue la primera y última vez que preguntó por él, por alguien de quien no tenía ningún dato, ni siquiera lo había visto en foto. En una época donde las redes sociales estaban al orden del día, se suponía que sería fácil al menos ponerle cara a esa persona, pero nada más lejos de la realidad, ni se molestó en preguntar por sus apellidos para investigar o, mejor dicho, cotillear un poco sobre él.
Había pasado tanto tiempo que ni lograba recordarlo cuando una tarde de invierno, ataviada con su pantalón Adidas vintage y su sudadera a juego (Elha era esa clase de mujeres que decidían aplicar en sus vidas lo que la canción de María Isabel hizo famosa: «antes muerta que sencilla») y tras acabar su rutina deportiva diaria que consistía en correr 10 km para liberar tanto su cuerpo como su mente de un día agotador sucedió lo que consideraba como imposible y mira que había sido soñadora y romántica pero la vida en su implacable juego de hacer lo que considera oportuno le volvió mucho más práctica y menos soñadora.
Estaba a punto de meterse en el baño para darse una merecida ducha relajante cuando escuchó el tintineo de su móvil que le indicaba que había recibido un WhatsApp de alguien que tenía grabado en sus contactos. Pudo leer incrédula:
Carlos: hay alguien que acaba de decirme textualmente: «¿cuándo me vas a presentar a tu vecina?».
Elha: jajajaj, ¿sí? Pues a ver cómo lo hacemos, ¿este finde tú y tú marido no vais a pasarlo en Sevilla?
Carlos: ya encontraré la forma.
Elha: mira, esto es muy sencillo, no hay que darle más vueltas al asunto. Dile que este finde estoy sola, mi hijo se irá con su padre, así que si le apetece quedar...
El siguiente WhatsApp lo recibió mientras se daba esa ducha e intentaba bajar las pulsaciones, no por el esfuerzo físico que había hecho minutos atrás, sino por la ilusión que le había provocado el recibir esos mensajes, decía así:
Grupo de WhatsApp «First date Algeciras»:
Carlos: Elha, te presento a Samuel. Samuel, te presento a Elha Ahí os dejo
Carlos salió del grupo
Elha: Hola, Samuel
Samuel: Hola, Elha
Ese grupo de dos fue el inicio de su nueva vida, sin saberlo que el destino les tenía esperando a la vuelta de la esquina, aún por determinar cuán grande y verdadero sería ese hilo rojo atado al meñique de cada uno de ellos.
CAPÍTULO DOS
Cita a ciegas
Samuel 23/03/2020; 14:44: ¡ay!
Elha: ¿alguna novedad?
Samuel: no, porque que te quiero mucho no es ninguna novedad»
Samuel: vídeo compartido: Alejandro Sanz y Mark Anthony «Deja que te bese»
El día de Elha había sido estresante, lleno de incertidumbre y dudas. Durante toda la mañana sólo le había rondado una idea en su cabeza, iba a tomar café con alguien del que sólo sabía los siguientes datos: Subinspector de policía, deportista y psicólogo. Sin embargo, el dato que sin duda más le impactó fue saber que su propio compañero, el mismo compañero que un tiempo atrás tuvo la bendita idea de hacer coincidir a dos personas con mundos tan dispares, le definía como un buen hombre: un hombre íntegro; un hombre capaz de anteponer el bienestar de los demás a su beneficio propio; un hombre del que su equipo, con el que se jugaba la vida en cada redada, se sentía orgulloso de él; un hombre al que le confiarían sus propias vidas sin un ápice de duda. Él era consciente de la devoción profesional que le tenían sus compañeros, como le gustaba denominarlos, pues no ejercía de jefe. Más allá de sentir miedo, se jugaba su vida a diario. Sin duda, un héroe, con todas las acepciones que pueda llegar a tener ese sustantivo.
Al fin y al cabo, sin él saberlo llegaría a ser un héroe que antepondría salvaguardar a toda una población confiscada en la desolación de una Pandemia Mundial, a vivir la historia de amor que sin duda se merecía y deseaba en lo más profundo de su ser. Una historia de amor con una mujer hasta entonces anónima para él, pero que en tan sólo 21 días llegaría no sólo a formar parte del guion de su vida, sino que llegaría a ser el amor de su vida.
Tomar decisiones formaba parte de su vida cotidiana, lo hacía a diario en una Comisaría donde sus compañeros esperaban instrucciones precisas para actuar en cada intervención. Sin embargo, en muy pocos días tendría que tomar la decisión más difícil de todas, ya que esta no sólo afectaría a su persona sino a esa mujer que un día soleado de invierno se le cruzó en su camino para robarle el corazón.
Nerviosa y con el alma en un puño no lograba decidirse por el vestuario correcto, porque una cosa había aprendido con sus múltiples romances, la primera impresión contaba; debatía si ponerse una falda corta, pero no, demasiado provocativa, ¿un vestido? demasiado formal, ¿unas zapatillas deportivas? demasiado informal.
En un mar de dudas y bajo la supervisión de su amiga Deborah optaron por un pantalón vaquero oscuro, ajustado, con algunas roturas que le hacía parecer más desenfadada, un jersey de mangas abullonadas rosa topo, ni demasiado apretado ni demasiado holgado, tacones de 8 cm para estilizar su menuda figura y el pelo corto a la altura de los hombros suelto. Ese gesto tan insignificante de llevar el pelo suelto le aportaba seguridad.
Se miró en el espejo una vez más y pensó que iba guapa, de todas formas, siendo realista sus expectativas se limitaban a tomar un café con alguien que seguramente sería agradable, con quien podría tener una conversación fluida. Casi con total probabilidad estaría en casa en un par de horas siendo optimista y seguramente, sola de nuevo.
Mientras esperaba la ansiada 18:00 pm, cayó en la cuenta de que tenía todo lo que siempre había deseado, un hijo estupendo; aunque como todo niño tenía sus arrebatos no por ello dejaba de ser lo mejor que había hecho en su vida, estaba orgullosa de haberle criado sola, con sus buenos y malos momentos, con sus aciertos y equivocaciones. Había hecho un buen trabajo pensaba, el mejor de su vida. No remunerado y sin embargo el más satisfactorio y duro. Tenía un buen puesto de trabajo en el departamento de finanzas de una Multinacional dedicada a la importación y exportación de aparatos electrónicos navales, el cual le permitía tener la capacidad económica suficiente para darse esos pequeños caprichos que fuera de cualquier lujo a ella le transmitían paz; un precioso Bichón Maltés que la acompañaba incondicionalmente, lloviese o tronase, en cada paseo que daba por esa playa desierta; una familia que aunque no estaba tan unida a ellos como hubiera deseado sabía que jamás la dejarían sola en caso de necesidad; y un precioso apartamento de no más de 60 metros cuadrados. Había invertido innumerables horas para decorarlo a su gusto, para pintarlo con esmero en gris perla con el propósito de destacar unas preciosas puertas recicladas blancas enmarcadas en unas marquesinas talladas a mano por una artista local y rematadas con unos tiradores de porcelana comprados en un viejo anticuario que encontró recorriendo el Zoco con su amiga Deborah en uno de sus viajes a Marrakech.
Pero su más preciada posesión era un antiquísimo libro heredado de su abuelo editado clandestinamente durante la Guerra Civil, una obra maestra que había perdurado por más de un siglo hasta llegar a las manos de Elha.
Mientras analizaba cada detalle de su actual vida recordaba cuantas noches de verano había dedicado a leer en su pequeño balcón, bajo el suave aroma que desprendía la dama de noche, aquel libro que le sumía en cada una de las historias que la protagonista narraba al Sultán para evitar que la decapitara, llegando de esta manera a contarle un cuento cada noche durante una y mil noches, logrando finalmente que este le conmutara la pena de muerte.
Parecía que las horas no giraban en el reloj de la cocina” ¿mira que si se ha quedado el chisme este sin pilas y se me pasa la hora crucial ¿divagaba Elha en la soledad de su apartamento (sin duda su mente era digna de estudio pues se le iba los pensamientos por los Cerros de Úbeda cada dos por tres).
Habían quedado en que Samuel la recogería a las 18:00, el único dato para reconocerlo que tenía era el modelo de su coche, dato que no le servía de mucho pues los coches no eran su punto fuerte. Desesperada de escuchar el taconeo de sus andares deambulando de un lado a otro, recorriendo de forma sistemática cada habitáculo, cinco minutos antes de la hora acordada, decidió salir de aquel bucle y esperarle en el aparcamiento dentro de su viejo Opel con la esperanza de verlo pasar de lejos en su coche blanco y así decidir si le gustaba o no a primera vista, eso calmaría sus nervios, pero el destino le tenía preparada un poco de su propia medicina.
18:00 p.m., Samuel: su paquete de Amazon está en la puerta.
Elha nerviosa e impaciente por ver con quien iba a tomarse ese café, se apeó del coche, y aunque le temblaba cada músculo de su cuerpo, decidió que lo mejor que podía hacer en esa situación surrealista era sonreír y que «saliese el sol por Antequera»; al abrir la cancela que separaba la carretera donde él la esperaba, se encontró de bruces con un chico de estatura media, vestido con ropa y zapatillas deportivas, poco agraciado, con una riñonera colgando de su hombro como si fuera a arreglar el fregadero de algún vecino. La miró fijamente, como si le estuviera esperando. A Elha, sin dar crédito a lo que estaba viendo, lo primero que se le vino a la cabeza fue: ¿En serio? Por una milésima de segundo pensó en darse la vuelta, quitarse los tacones y subir a su apartamento saltando los escalones de tres en tres (estaba entrenada para poder hacerlo sin sudar siquiera), así tardaría menos en pasar ese bochorno.
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