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Los derechos humanos como protesta social

En este libro se examina el porqué, el cómo y con qué impacto la gente que vive en zonas de conflicto se organiza colectivamente para defender los derechos humanos. En Barrancabermeja han sido asesinadas miles de personas, primordialmente por las fuerzas armadas colombianas y sus aliados paramilitares.16 Las guerrillas en la ciudad también han sido responsables de actos de violencia allí y en su región circundante, aunque de menor manera. Los activistas sociales con base en Barrancabermeja se unieron alrededor de la causa de los derechos humanos en medio de un conflicto armado en el cual la gran mayoría de las víctimas eran civiles. Desde principios de los años ochenta, unidades paramilitares que trabajaban en colaboración con fuerzas de seguridad del Estado habían estado llevando a cabo acciones represivas en contra de los movimientos populares en la región del sur del Magdalena Medio. Al mismo tiempo, los grupos guerrilleros expandieron su control sobre territorios estratégicos cercanos. Para asegurar sus posiciones, las guerrillas efectuaron secuestros y asesinatos selectivos, así como actos de sabotaje contra la infraestructura. En respuesta a las represalias paramilitares contra campesinos que vivían en zonas bajo influencia guerrillera, decenas de miles de personas abandonaron el campo y buscaron refugio en zonas marginales en las afueras de Barrancabermeja. Para mediados de los años ochenta, los homicidios y desapariciones forzadas también estaban ocurriendo en las calles de la ciudad y tenían por objetivo a dirigentes y activistas sociales y políticos. Entretanto, la violencia paramilitar se intensificó en el campo, desplazando a más personas y permitiendo que traficantes de drogas acumularan gigantescas propiedades.17 A finales de los años ochenta, activistas de Barranca y de la región del Magdalena Medio se unieron para exponer a los autores de la violencia, hablar en nombre de las víctimas y sus familias, hacer un llamado al Estado colombiano a proteger los derechos humanos y denunciar las cada vez más profundas desigualdades socioeconómicas que ellos consideraban fuentes del conflicto.

Los movimientos de derechos humanos han tendido a surgir en lugares donde el Estado tiene una presencia fuerte. Esto se pone en evidencia en toda América Latina en la concentración de organizaciones de derechos humanos en grandes centros urbanos, particularmente en ciudades capitales, donde la interacción con el gobierno y las organizaciones internacionales es más directa. Los movimientos de derechos humanos más conocidos en la región son aquellos que surgieron en el Cono Sur durante el período de las dictaduras militares a comienzos de los años setenta. Por lo tanto, no es evidente que un movimiento de derechos humanos emergiese y perdurase en el contexto de un conflicto armado irregular, dominado por actores armados ilegales, en un país donde el Estado central es históricamente débil y se ha desarrollado de manera desigual.18 Aunque Barrancabermeja es distante de Bogotá y está ubicada en lo que generalmente se conoce como una región de frontera, allí hay una presencia robusta del Estado debido al petróleo. Por décadas, Barranca ha albergado al movimiento sindical más importante de Colombia. A lo largo del siglo XX, los partidos gobernantes, Liberal y Conservador, garantizaron el flujo de petróleo mediante acciones represivas en contra de los sindicatos y de las interrupciones regulares del orden constitucional, conocidas como declaraciones de estado de sitio.19 Barrancabermeja fue un sitio singular de distensión entre esos rivales, incluso durante la conflagración de mediados de siglo conocida como La Violencia. El afincamiento del gobierno por dos partidos durante los gobiernos del Frente Nacional de los años sesenta y setenta dieron origen a la formación de nuevos movimientos sociales paralelamente a las insurgencias armadas, quienes se levantaron contra la exclusión política. Para los residentes de Barranca, las autoridades del Estado nacional eran una presencia constante y representaban una frustración para los activistas. Para Bogotá, Barranca representaba un problema al que se le debía hacer frente.


Figura 2. Refinería en Barrancabermeja

Fuente: fotografía del autor.

Barrancabermeja y el circundante Magdalena Medio por largo tiempo han estado asociados con la política radical. Los fundadores de la insurgencia conocida como Ejército de Liberación Nacional inicialmente tomaron el nombre de Brigada José Antonio Galán, en honor al dirigente santandereano de la Revolución de los Comuneros de finales del siglo XVIII.20 Durante la primera década del siglo XX, liberales que huían de la represión conservadora tras la derrota en la Guerra de los Mil Días establecieron colonias en la zona. En los años veinte, el socialista Raúl Mahecha organizó los primeros paros de los trabajadores del petróleo. Los comunistas María Cano e Ignacio Torres Giraldo viajaron a Barranca a hacer parte de los movimientos de esa época.21 En 1927, un movimiento autodescrito como bolchevique, cuya sede estaba en una estación ferroviaria a pocos kilómetros de Barranca, participó en el primer levantamiento comunista en la historia de América Latina, cinco años antes de que Agustín Farabundo Martí tomara las armas en El Salvador. En 1948, barranqueños leales al candidato presidencial populista Jorge Eliécer Gaitán, tras el asesinato de su líder se tomaron el control de la ciudad en lo que se conoce como la Comuna de Barrancabermeja. Durante la guerra civil que se desencadenó, las guerrillas liberales de orientación de izquierda se convirtieron en una fuerza dominante en la región. El conflicto conocido como La Violencia, durante el cual 300 000 personas fueron asesinadas, duró de 1948 a 1958. En ese período, el sindicato de los trabajadores del petróleo fue prohibido y la política popular fue forzada a la clandestinidad. La suma de estos eventos inspiraría de manera directa a los grupos guerrilleros que se formaron en la región durante los años sesenta.

Movimientos insurgentes armados, particularmente el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), han desempeñado papeles fundamentales en la historia de Barrancabermeja. Durante los años ochenta, se establecieron en la ciudad milicias guerrilleras urbanas de ambos grupos. Previamente, en tanto las guerrillas proclamaban tener operativos en la ciudad, no comandaron ninguna unidad militar capaz de dominar los barrios, como sí lo harían durante los años noventa. El desarrollo de milicias urbanas representó un giro fundamental para lo que hasta aquí habían sido los movimientos en zonas rurales. El ELN en particular se asociaría estrechamente con sus milicias urbanas en Barrancabermeja.22 Tal como se verá, inicialmente las acciones militares de las guerrillas en los alrededores de Barranca en los años setenta incluyeron ataques a las fuerzas de la seguridad y a la infraestructura petrolera, así como secuestros políticos ocasionales. Las depuraciones letales en las guerrillas, de aquellos acusados de traición dentro de sus propias filas, resultarían un factor divisor, tal como lo serían los intentos oportunistas de participar en las protestas lideradas por la sociedad civil. Las guerrillas nunca fueron tan brutales como los paramilitares y los movimientos sociales locales tuvieron la posibilidad de mantener un alto grado de autonomía. No obstante, los grupos insurgentes fueron una presencia influyente. Los combatientes guerrilleros eran principalmente lugareños y gozaban de una amplia, mas no incondicional, simpatía. Pero las acciones de la guerrilla implicaban serios riesgos para los civiles en la ciudad. Cuando llegó la represión del Estado, los miembros de movimientos políticos legales asociados con las FARC (Unión Patriótica) y el ELN (¡A Luchar!) fueron entre los primeros en ser perseguidos. A medida que escalaban las operaciones paramilitares durante los años noventa, las guerrillas multiplicaban sus acciones armadas dentro de la ciudad, incluyendo ataques a puestos y patrullas de la Policía y el Ejército. En este decisivo período, en tanto los grupos paramilitares cerraban el círculo alrededor de Barrancabermeja, las guerrillas incidieron en que se desagregasen los movimientos sociales más antiguos de Colombia.

Los movimientos populares en Barrancabermeja por décadas se habían centrado en asuntos laborales y de justicia social interdependientes, tal como se pone de manifiesto en la refinería, los campos petroleros y los barrios más pobres de la ciudad. Así, el giro hacia los derechos humanos es una forma de resistencia a la violencia política por parte del movimiento popular de Barrancabermeja, que implicó un significativo cambio discursivo. El léxico de los derechos humanos era nuevo para muchos activistas veteranos aun cuando sus inquietudes a menudo eran articuladas en términos de los derechos laborales, sociales y económicos. De hecho, por generaciones, los barranqueños habían participado en el diálogo con el Estado central y se habían involucrado en regulares batallas legales con respecto a convenciones colectivas, despidos sin justa causa y demás. Los conceptos de detención arbitraria, tortura, asesinato extrajudicial, desaparición y desplazamiento forzado se convertirían cada vez más en parte del lenguaje de la protesta en la ciudad. Estos activistas se apropiaron del lenguaje de los derechos humanos para ayudar a describir la represión a la cual estaban siendo sometidos y así defender sus movimientos. Según la antropóloga Winifred Tate, “violación de derechos humanos” es en sí misma una categoría para hacer que la violencia sea legible socialmente y establecer la rendición de cuentas, además para ubicar actos específicos dentro de historias más amplias.23 Para los activistas de los movimientos sociales asediados en Barranca, la cuestión de los derechos humanos básicos fue inseparable de las cuestiones relativas a la justicia social y económica, la democracia y el desarrollo regional. Lo que unió a los activistas de los derechos humanos en Barranca no fue el estado de violencia como tal, fue el hecho de que la violencia hubiese sido dirigida contra los movimientos populares, así como en contra de ciudadanos comunes y corrientes, como Sandra Rondón. La legitimidad de los activistas de los derechos humanos en Barranca fue, por lo tanto, determinada por las experiencias compartidas por la gente en nombre de quienes ellos hablaban y las comunidades en las que ellos vivían.

Barranca ha sido descrita como el “corazón del activismo” en Colombia.24 Aunque Colombia ha sido dominada por largo tiempo por los partidos Liberal y Conservador, así como por extensas redes clientelistas asociadas por dichos partidos, Barranca desarrolló una marca propia de inconformismo. La destacada longevidad y combatividad de los movimientos sociales de la ciudad se debe a su historia como un enclave de refinamiento de petróleo y a la generalizada identificación entre los barranqueños con la política nacionalista, obrera y antiestablecimiento.25 En las palabras de Irene Villamizar, quien ha trabajado por décadas como maestra y activista comunitaria en los barrios surorientales pobres: “Aquí este pueblo no es de los ricos”.26 Las entrevistas que llevé a cabo con líderes populares que experimentaron el cambio en dirección a los derechos humanos en Barranca durante los años ochenta revelan una relación directa entre la agitación social, la violencia política y la renovación de la protesta popular. En Barranca, los derechos humanos no fueron ni una utopía ni un simple instrumento, fueron acogidos por una diversidad de fuerzas sociales progresivas y fueron intensamente debatidos. Tampoco desplazaron la cultura de rebeldía que animaba el impulso para alcanzar el cambio.

Para comprender la represión paramilitar

Mi investigación examina la intersección del activismo de derechos humanos con el paramilitarismo y los procesos de formación del Estado. El advenimiento de los derechos humanos en los años ochenta alteró el paisaje político de la violencia en el Magdalena Medio. Las protestas realizadas por los movimientos campesinos en la región arrojaron luz sobre los patrones de conducta abusiva de las fuerzas armadas colombianas. A medida que se multiplicaron los esfuerzos para documentar y exponer los asesinatos extrajudiciales, las detenciones arbitrarias y la tortura, lo hicieron también las amenazas en su contra. Esta reacción tuvo lugar en el contexto de una oleada mayor de violencia de contrainsurgencia que arrasó con el campo y llegó a la ciudad para mediados de la década. En Barrancabermeja el uso de automóviles y motocicletas sin placas por asesinos que utilizaban vestimenta de civiles fue denunciado por los activistas de derechos humanos como evidencia de operaciones encubiertas que estaban siendo ejecutadas por las fuerzas de seguridad del Estado. La creación de escuadrones de la muerte paramilitares durante este período empañó la responsabilidad del Estado por las violaciones de los derechos humanos. Esta fue una continuación de la política del estado de sitio y la exclusión por otros medios, mediante la cual los mandos militares justificaron la supresión de las libertades civiles en nombre de la seguridad nacional, tal como fue el caso durante los grandes paros de los trabajadores del petróleo y los paros cívicos de los años setenta. El Ejército y la Policía se mantuvieron inquietos respecto al orden público en Barrancabermeja y sus zonas circundantes, pero la principal razón de los asesinatos fue la mayoría de las veces velada. Los activistas de derechos humanos denunciaron estas contradicciones. En su informe de 2005 sobre Barrancabermeja, el Banco de Datos de Violencia Política escribe: “La filosofía de la estrategia paramilitar es salvar las apariencias y confundir, es decir, pretender que el Estado no aparezca como autor de todos estos crímenes sino que los hechos sucios de violencia queden en la incertidumbre de si los hicieron agentes del Estado o lo que han dado en llamar las fuerzas oscuras”.27

Los grupos paramilitares se refieren a una serie variada y global de fenómenos históricos. Mejor conocidas para los historiadores de Europa en el siglo XX son las milicias paramilitares vinculadas a los movimientos políticos, como el Sturmabteilung o SA, asociada con el Partido Nazi en Alemania.28 Los paramilitares vinculados a fuerzas de seguridad del Estado más que a movimientos políticos incluyeron una diversidad de grupos legales, tales como el Special Task Force en Sri Lanka, y grupos ilegales, como los Tigres de Arkan en Serbia. Académicos y activistas preocupados con la violencia política en América Latina han escrito ampliamente acerca de los grupos paramilitares legales e ilegales dedicados a la contrainsurgencia. Grupos legales han sido formados bajo la supervisión del Estado en El Salvador (Organización Democrática Nacionalista) y en Guatemala (Patrullas de Autodefensa Civil), así como en Colombia (Cooperativas de Vigilancia y Seguridad Privada).29 Grupos ilegales han incluido a los llamados ‘escuadrones de la muerte’ que operan dentro de la estructura militar en Chile (Caravana de la Muerte), en Argentina (Alianza Anticomunista Argentina) y en Perú (Grupo Colina), al igual que en Colombia (Alianza Americana Anticomunista).30 Grupos ilegales capaces de llevar a cabo operaciones militares a gran escala también han sido establecidos en tiempos de guerra, notoriamente en Colombia (Autodefensas Unidas de Colombia).

Los primeros grupos paramilitares modernos colombianos fueron creados por las autoridades regionales en los años cincuenta durante La Violencia y estaban aliados o bien con el Partido Conservador o con el Partido Liberal. Durante el intervalo entre La Violencia y el período más reciente de conflicto armado, continuaron existiendo grupos tales como los contrachusmas, aliados con el Partido Conservador y que efectuaban operaciones de limpieza política, así como asesinatos por venganza.31 La segunda oleada de grupos paramilitares colombianos apareció en los años setenta como ‘escuadrones de la muerte’ organizados por los militares colombianos.32 Estos eran pequeñas unidades dedicadas primordialmente a la tortura y a la ejecución extrajudicial. La siguiente oleada de grupos paramilitares apareció a principios de los años ochenta fundados por traficantes de drogas y élites rurales en el sur del Magdalena Medio. Grupos como Muerte a Secuestradores y otros similares respaldados por Pablo Escobar estaban integrados por cientos de hombres en armas, incluyendo a soldados en servicio activo.

Las organizaciones paramilitares presentes en la región del Magdalena Medio cumplen dos propósitos estrechamente interrelacionados: la contrainsurgencia y el tráfico de drogas. Han tratado de lograr estas metas gemelas atacando a individuos y comunidades bajo la sospecha de ayudar y simpatizar con las guerrillas, así como otros que eran percibidos como opositores a sus intereses en una región dada. Con el fin de hacer avanzar sus metas, los grupos paramilitares han practicado por largo tiempo varios medios de control político, económico y social violento. Ejemplos de ataques paramilitares incluyen asesinatos individuales y masivos, al igual que amenazas de muerte, torturas, desplazamiento forzoso y desaparición, a menudo dirigidos contra activistas de los movimientos sociales y líderes comunitarios, incluyendo a funcionarios, clérigos y maestros, entre otros. Desde los años ochenta, los líderes paramilitares en la región han encontrado aliados dispuestos entre los mandos militares que comparten su aversión a las guerrillas. Los grupos paramilitares que trabajaban con los militares competían con las guerrillas por el control del territorio y las rutas de tráfico comercial usadas para fines legales e ilegales, incluyendo, pero sin limitarse, a la producción y a la exportación de cocaína. Sin embargo, los paramilitares y las guerrillas solo en raras ocasiones se enfrentaron en combate abierto. En lugar de ello, el conflicto entre los paramilitares y las fuerzas guerrilleras tuvo como resultado una oleada de víctimas civiles. Investigadores del gobierno colombiano han calculado que el 81 % de los 220 000 muertos en el conflicto armado de Colombia entre 1958 y 2012 fueron civiles. De los pocos soldados, paramilitares y guerrilleros que han muerto, la mayoría fueron asesinados fuera de combate.33

Históricamente, el estado legal de los grupos paramilitares ha sido ambiguo. En 1987, el manual militar colombiano Reglamentos para el combate de contrainsurgencia alentaba a organizar unidades paramilitares o “comités de autodefensa”.34 Ese mismo año, el periódico El Tiempo contabilizó ocho grupos paramilitares que afirmaban tener una presencia nacional, así como más de cien ejemplos regionales, incluyendo nueve en el Magdalena Medio.35 En 1989, el gobierno colombiano declaró ilegales a todos los grupos paramilitares, pero, para ese entonces, ya era demasiado tarde para recuperar el poder cedido a terceros en la lucha de contrainsurgencia.36 En 1994, el gobierno del presidente César Gaviria usó su poder y declaró la emergencia a fin de permitir una vez más la constitución legal de grupos paramilitares para “proteger la seguridad ciudadana”.37 El estatus de estos grupos fue revocado tres años más tarde en respuesta a las reclamaciones de derechos humanos, pero muchas de las llamadas cooperativas de seguridad (Convivir) siguieron funcionando ilegalmente. Para 1997, redes paramilitares de diversa procedencia y de distintas regiones del país, algunas originadas a finales de los años setenta, se habían unido bajo una organización nacional conocida como las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Los académicos colombianos han desarrollado diversas maneras de categorizar a los paramilitares dependiendo de sus historias específicas, fuentes de financiamiento, estructura de comando, ideología, relación con el Estado o nivel de influencia.38 El caso de Barrancabermeja demuestra la importancia de distinguir entre los grupos paramilitares, por un lado, y las acciones paramilitares llevadas a cabo directamente por fuerzas de seguridad del Estado, por el otro.39 De hecho, las fuerzas de seguridad del Estado usaron tácticas paramilitares en Barrancabermeja y el Magdalena Medio de manera más flagrante que en regiones del país donde los líderes de las AUC proclamaron su autonomía. En decenas de denuncias publicadas por grupos de derechos humanos en Barranca, quienes perpetraron actos de violencia e intimidación son mencionados como presuntos paramilitares. La razón de esto es sencilla. En la mayoría de los casos, los autores no se ponen en evidencia. Incluso cuando supuestos grupos de ‘autodefensa’, como el MAS o las AUC, asumen la responsabilidad de sus actos, los defensores de derechos humanos en Barrancabermeja tienen sumo cuidado de creer lo que ellos dicen. Hacerlo sería aceptar una coartada a la violencia patrocinada por el Estado. El paramilitarismo en Colombia ha sido asociado correctamente con operaciones de contrainsurgencia en zonas rurales de frontera donde la presencia del gobierno civil y los movimientos sociales ha sido históricamente débil.40 El impulso inicial de organizar grupos paramilitares en el Magdalena Medio provino de los vínculos de la contrainsurgencia de traficantes de drogas, terratenientes y comandos de las fuerzas armadas.41 El punto más importante en términos de la distinción en Barranca es, sin embargo, el alcance hasta el cual las fuerzas de seguridad nacional llevaron a cabo directamente ataques clandestinos sobre objetivos no militares en un esfuerzo por suprimir los movimientos sociales fuertes en la ciudad. Desde los años ochenta, los trabajadores de derechos humanos urbanos han prestado una atención importante a las operaciones encubiertas por las fuerzas de seguridad. Tal como se verá, dichas operaciones incluyeron una red secreta de asesinos empleada por la Armada colombiana en los años noventa. No fue sino hasta finales del año 2001 que las autollamadas autodefensas llegaron a proclamar tener una presencia permanente en Barranca.


Mapa 4. Región del Magdalena Medio, incluyendo topografía, ríos importantes, municipios seleccionados y sitios de actividad guerrillera y paramilitar. Circa 1997

Fuente: elaborado por John Harmon.

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0+
Umfang:
570 S. 18 Illustrationen
ISBN:
9789587844764
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