Buch lesen: «La síntesis del yoga»
JULIÁN PERAGÓN
La SÍNTESIS del YOGA
LOS 8 PASOS DE LA PRÁCTICA
© Julián F. Peragón Casado
© 2017, Editorial Acanto S.A.
Barcelona - Tel. 93 572 97 01
Primera edición española: mayo 2017
Segunta edición española: junio 2017
ISBN: 978-84-15053-80-4
Depósito legal: B-12062-2017
Diseño: Noe Lavado
Ilustración: Eva Veleta
Foto del autor: Guirostudio
Impresión: QPprint
Todos los derechos reservados.
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Sumario
PRÓLOGO | LA SÍNTESIS DEL YOGA |
Punto de partida | |
INTRODUCCIÓN | YOGA |
Hoy en día | |
CAPÍTULO 1 | YOGA |
El sentido | |
CAPÍTULO 2 | SĀDHANA |
La práctica personal | |
CAPÍTULO 3 | ASTHANGA YOGA |
El Yoga de los 8 miembros | |
CAPÍTULO 4 | YAMA |
Abstenciones | |
CAPÍTULO 5 | NIYAMA |
Observancias | |
CAPÍTULO 6 | ĀSANA |
La actitud en la postura | |
SERIE | |
La secuencia de āsana | |
PRÁCTICA | |
Desarrollo a lo largo del tiempo | |
CAPÍTULO 7 | PRĀNĀYĀMA |
La expansión de la energía vital | |
CAPÍTULO 8 | PRATYĀHĀRA |
Replegar los sentidos | |
CAPÍTULO 9 | DHĀRANĀ |
La concentración | |
CAPÍTULO 10 | DHYĀNA |
La meditación | |
CAPÍTULO 11 | SAMĀDHI |
La absorción | |
EPÍLOGO | EL BOSQUE DEL YOGA |
Comunidad abierta | |
GLOSARIO | TÉRMINOS |
en sánscrito |
Nota sobre la citación y pronunciación del sánscrito
Podemos hablar naturalmente del Yoga sin utilizar el sánscrito, aunque a menudo esta lengua matriz utilizada en la tradición puede ayudarnos a poner orden y anclar muchos significados que en nuestras lenguas maternas acaban por “bailar” demasiado. Aun así, he sido comedido y he intentado usar sólo los conceptos claves que utiliza el Yoga para no saturar el texto de matices filosóficos que nos apartarían del objetivo de esta obra.
Como el sánscrito tiene su propia grafía necesitamos hacer una transliteración aunque para respetar la orientación del libro he optado por una transliteración (muy) simplificada que permitirá que la persona no experta pueda aproximarse a la pronunciación real del término.
Todas las palabras en sánscrito (salvo Yoga, por evidente) se han colocado en cursiva incluso aquellas que nuestro diccionario ya ha aceptado como mandala o mantra, para unificarlas con el resto. He respetado, en la medida de lo posible, el género que la palabra tiene en sánscrito aunque ello choca a menudo con la lógica de nuestra lengua. Tenemos que escribir el āsana y no lo contrario tal como estamos acostumbrados. El neutro en sánscrito lo he convertido en masculino como (el) sūtra. No obstante, he añadido nuestro plural en muchos términos para facilitar la lectura como mudrās o gunās. Palabras como cakra podrían confundirnos y se han castellanizado a chakra. En cuanto a la -s sibilante (más suave que la nuestra) he preferido utilizar la -sh tal como se pronuncia en inglés.
Mantenemos el diacrítico en las vocales cuando son vocales largas como samādhi o prānāyāma. Algunos términos se han separado mediante un guion para remarcar que son dos palabras unidas y facilitar así su comprensión.
PRÓLOGO
LA SÍNTESIS DEL YOGA
punto de partida
Tendría que empezar este libro reconociendo mi profunda deuda con el Yoga. He crecido con él desde la adolescencia y he podido vivir profesionalmente hasta hoy en día; en el trayecto, he conocido a muchas personas entrañables y he accedido a un conocimiento que no pude ni imaginar en los inicios. Todavía hoy no dejo de sorprenderme con su práctica porque aún soy y me siento un aprendiz, y espero que así sea durante mucho tiempo.
Desde esa gratitud escribo y, aunque no pueda nunca condonar esa enorme deuda, espero poder compartir humildemente algunas comprensiones fruto de mi experiencia, tal vez algunas reflexiones y pistas para sortear ciertos obstáculos en la práctica personal y unas pocas señales en el ancho territorio del Yoga para no perderse, al menos no tanto como me he perdido yo durante décadas, aunque aprender implica deambular por lo desconocido necesariamente.
Parto de la idea que el Yoga es una vivencia profunda y no merece la pena cerrarse en posiciones rígidas o razones absolutas. Sólo aspiro a mostrar mi punto de vista, mi experiencia personal, necesariamente limitada y condicionada, pero al fin y al cabo, una perspectiva más que pueda ayudar a unos pocos en su propia trayectoria o posibilitar quizás un nuevo debate sobre lo ya aprendido.
La primera pregunta que vale la pena hacerse es a quién va dirigido este libro. Las librerías están llenas de libros de divulgación del Yoga perfectamente ilustrados, con toda clase de detalles técnicos y de consejos básicos. Ahondando un poco más en nuestra búsqueda, también podemos encontrar libros profundos de filosofía yóguica y otros de exégesis de libros sagrados de la India, libros todos ellos de gran calado y de necesaria lectura. No es la naturaleza de este libro, yo mismo no soy un gran divulgador del Yoga ni pretendo tampoco presentar una obra erudita, mi preferencia es el camino del medio. Quisiera, dentro de mis posibilidades, escribir un libro asequible, de comprensión sencilla y a la vez profundo; me gustaría enfocarme a las miles de personas que ya son practicantes de Yoga y conocen las recetas básicas de su práctica pero que se enredan en las complejidades de la filosofía profunda que el Yoga transmite o no saben adaptar el gran Yoga a la vida cotidiana que todos compartimos. Desearía escribir este libro como si hablara a mis alumnos, a cualquier practicante y a todo profesor que inicia su singladura de dar clases de Yoga, y por supuesto, a cualquier persona que sienta curiosidad hacia el Yoga aunque no lleve muchas horas de vuelo.
Mi intención es centrarme en lo esencial y descartar, de un lado, lo excesivamente técnico y, de otro, reflexiones y datos científicos que excederían el propósito de este libro. Al menos yo como aprendiz siempre he querido tener cuatro cosas claras antes que treinta certezas apenas hilvanadas. No voy a hacer historiografía del Yoga ni tampoco diseñar un nuevo método. Cuarenta años de experiencia me han llevado a ser práctico y a simplificar, en la medida de lo posible, a recuperar también la importancia de la vivencia y a recordar lo esencial.
El mismo título del libro, nombre también de mi escuela formativa (Yoga Síntesis), me obliga a redactar estas páginas con pies y cabeza, es decir, a reflejar la globalidad del Yoga dando una visión de conjunto. En una sociedad (hiper) especializada, intentar una síntesis puede resultar extraño, además de una ardua tarea porque, de toda la ingente cantidad de información que tenemos de cualquier técnica, concepto o símbolo, implica preguntarnos ¿qué es lo realmente relevante?
Disponemos de muchos técnicos en el mundo del Yoga, sabemos, por poner una imagen, pilotar a la perfección un gran barco con sus nudos y poleas, con sus velas y amarres… pero a menudo olvidamos el lugar al que queremos ir con ese barco llamado Yoga. Necesitamos técnicos, es cierto, pero también traductores que nos ayuden a entender bien la tradición y a volcarla después en nuestra vida real; precisamos de guías que nos enseñen a leer el mapa del territorio que estamos transitando, de personas que puedan compartir su experiencia en el Yoga sin necesidad de encaramarse a un pedestal y sin la estrechez de seguir alimentando un mito de perfección o de consecución de una vida extraordinaria. Mi lema es: hagámoslo más sencillo si es posible.
En este sentido, siempre me ha enfadado la letra ilegible de los médicos, el lenguaje enrevesado de los letrados, el circunloquio de los políticos, la complejidad de los apartados de los seguros. ¿Es necesario caer en el Yoga en una jerga apta sólo para iniciados, en un esoterismo más de los nuevos tiempos o en un convencionalismo donde se da por sabido lo que no se sabe explicar? Es momento de hacer un esfuerzo para explicar el Yoga de forma inteligible, de manera sensata, con claves prácticas, filosóficas o simbólicas, y ser muy prudentes allí donde no alcance la razón o no atine el sentido común. Como muestra, la primera definición que me dieron a la pregunta básica sobre el Yoga fue: “el Yoga es la unión del jivātman (alma individual) con el paramātman (alma suprema)”, y… aunque no le falte razón, quizá no es la definición más adecuada para un principiante.
He tenido maestros de cerca y de lejos, jóvenes y mayores, conocidos y desconocidos, santos y perversos. No han sido muchos, pero sí puedo decir que aprendí de todos ellos y que agradezco su presencia y su enseñanza, sin embargo, también me di cuenta de que los aprendizajes, a menudo los más importantes, provienen de fuentes insospechadas. Y es por ello que quiero dedicar este libro a mis alumnos pasados y presentes, a los que están por venir, porque son y han sido ellos los mejores maestros, con la dureza de sus preguntas, con la compasión de su escucha. Ellos son los grandes protagonistas de esta historia.
En breve será evidente que éste no es un libro técnico, con él no podremos conocer los pormenores de un āsana o el ritmo de un prānāyāma. No es momento para ello. Si construimos una casa sin conocer el territorio, sin conocer la dureza del suelo, la orientación del sol o las fuentes de agua construiremos quizá una casa muy bonita pero poco integrada en el espacio y con serios problemas de habitabilidad. Es necesario tener primero una visión de conjunto antes de poner la primera piedra. Esa es mi intención, dar una visión global del Yoga para después construir una práctica con eficacia y poder utilizar las técnicas a nuestro alcance pero dentro de un marco que le dé sentido.
Sin más, valga este libro como una invitación a recorrer juntos las ocho etapas clásicas del Yoga pero poniendo juntos el acento en la realidad de hoy en día, una apuesta para un Yoga del siglo XXI.
OM
INTRODUCCIÓN
YOGA
hoy en día
Una de las primeras comprensiones acerca del Yoga viene, en mi caso, de la antropología. Siempre entendí esta ciencia social como un viaje respetuoso al otro, siendo este otro una cultura ajena, un viaje en el que intentar, aunque fuera difícil, ponerse en una piel distinta y entender otras lógicas, otras miradas de la realidad, otras formas de resolver las mismas necesidades que tenemos todos. Si en este viaje cultural nos quedáramos sólo en la “ida”, sería un viaje pretencioso donde apuntar en el cuaderno de campo las peculiaridades de los pueblos cazadores-recolectores o el sistema de parentesco en las sociedades simples o complejas. Pero, en realidad, algo importante en la etnografía de campo es el viaje de “regreso”. Cuando has nadado en otras lógicas los horizontes se ensanchan. Cuando has comido con las manos o con palillos, orado en diferentes templos, dormido en el suelo o sentado con las piernas cruzadas, aprendes a relativizar muchas cosas que en nuestra cotidianidad dábamos por sentado. Esa nueva flexibilidad nos habla de la pluralidad y variedad de las formas culturales, ya sean propias o ajenas. Precisamente esta plasticidad es la que propongo para acercarse al Yoga hoy en día. Un viaje al interior del Yoga para entender, más allá de sus formas, su lógica en profundidad.
Universalidad
El Yoga nació en India como todos sabemos, y desde allí se expandió en medio siglo por todo el planeta, especialmente en nuestras sociedades occidentales. Si se difundió con tanta velocidad fue porque ofrecía salud y espiritualidad práctica, gestión del estrés y sosiego para nuestra mente en un momento donde el individuo empezaba a comprender la necesidad de regularse en una sociedad polarizada hacia la producción y orientada al consumo.
Por otro lado, el Yoga ha dejado de ser un método exótico, circunscrito a diversas sectas o una moda pasajera, para llegar a todas las capas sociales y formar parte del quehacer cotidiano de muchas personas. Se hace Yoga cada vez más en los gimnasios, en las escuelas, en las prisiones o en las empresas; se hace Yoga para niños, embarazadas, gente mayor o personas con alguna discapacidad tanto física como psíquica. Encontramos cada vez más estudios rigurosos de Yoga para mujeres en la etapa del climaterio, para personas con insomnio o problemas de corazón, entre otros. Hemos visto como actores y actrices famosos hacen Yoga para mantenerse jóvenes y vigorosos. Además tenemos a nuestro alcance Yogas dinámicos y de abandono, acrobáticos y aéreos, con soportes y sin ellos, físicos y devocionales, dentro de una sauna o al aire libre.
La diversificación del Yoga ha sido tan rápida y extensa que muchas veces tendríamos problemas para identificar muchas de sus propuestas si no se presentaran con la palabra Yoga. En todo caso, el Yoga se ha universalizado porque ha intentado dar respuesta a la mayoría de los porqués del ser humano y ha encajado a la perfección en las sociedades del bienestar. Parece que estamos de suerte, hemos marcado recientemente un día en el calendario, el solsticio de verano en el hemisferio norte, para festejar en todos los rincones del globo nuestra pasión por el Yoga. Pero nos queda una pregunta, ¿este árbol del Yoga tan cargado de frutos está ya maduro o todavía su fruto está verde?
Enfoque
Lo que sí es cierto es que el Yoga ha venido para quedarse. Ahora bien, en esta rápida expansión han faltado buenos traductores que pudieran extraer las esencias del Yoga sin la carga ritualista, el peso de una religión o los ejercicios adaptados a una región con un clima y un ritmo de vida determinados.
Es verdad que nos fuimos a oriente en busca de espiritualidad y cruzamos continentes porque nuestra fuente espiritual se estaba secando. Andamos medio mundo para llenar nuestras alforjas de buenos tesoros pero, la mayoría de las veces regresamos, realizando un copia y pega gratuito… sin miramientos, sin reflexión. No nos dimos cuenta de que el siglo XXI tenía una complejidad diferente a la que se vivía en el siglo II, IX o XIX en la misma India. Ha cambiado los ritmos de vida, la tecnología, las relaciones sociales, la mentalidad y las formas de cultura. Las tensiones de un oficinista hoy en día en Barcelona o París difieren de las de un zapatero en Delhi o Benarés hace diez siglos.
El Yoga tiene que actualizarse porque las sociedades y sus individuos cambian constantemente y cada vez de manera más acelerada. Hemos de hacer lo que hace el fotógrafo, sostener la rueda de la cámara y ajustar el objetivo hasta ver con nitidez lo que tenemos delante: las sociedades en las que vivimos, los ritmos cotidianos, las necesidades y expectativas. Tenemos que dar respuesta para encontrar el Yoga que necesitamos cada uno de nosotros aquí y ahora. ¿Cómo hacerlo?
Desmitificar
Para encontrar este Yoga más cercano a nuestras propias necesidades tenemos que hacer un trabajo previo: desmitificar gran parte de las creencias que giran en torno al Yoga.
De momento, no podemos olvidar que el Yoga tiene una tradición milenaria. Las etapas y procesos, avances o retrocesos por los que ha pasado son numerosos y muchos de ellos desconocidos puesto que el Yoga se transmitió a través de la tradición oral, y por tanto, permaneció invisible para los historiadores. Seguramente existen muchos elementos chamánicos en el Yoga arcaico y también un protoyoga que se vislumbra ya en el Rig-Veda, el texto de la India conocido más antiguo escrito en sánscrito. Entre los miles de sellos de terracota encontrados en el valle del Indo (asentamientos de unos 3000 años a.C.) se ha aludido innumerables veces al llamado sello de Pashupati (el señor de las bestias) como referente de la antigüedad milenaria del Yoga. En realidad, en el sello vemos una especie de deidad en una posición sentada con las piernas más o menos entrelazadas, rodeada de un elefante, un rinoceronte, un tigre y un búfalo. Más allá de la belleza de la imagen, inferir que los orígenes del Yoga se remontan a una época tan temprana sólo por unas tablillas donde dicha divinidad está sentada en una postura que identificamos como meditativa puede ser un tanto arriesgado. Tal vez sería más prudente reconocer nuestra limitación en el conocimiento antiguo del Yoga y asumir el desconocimiento de las enormes lagunas que encontramos a lo largo de su historia.
Las leyendas acerca de las proezas de los yoguis no son el legado de un saber que podamos tomar al pie de la letra, ya que la mayor parte de las veces forman parte de residuos de historias que provienen de una mentalidad mágica o mítica, aunque, por descontado, tienen un valor simbólico. Sin embargo, se sigue haciendo alusión en muchos libros de Yoga actuales a los ashta-siddhi, los ocho poderes supranormales de los yoguis que reconocen los textos hinduistas que abarcan desde el poder de hacerse infinitamente pequeño; aumentar de tamaño a voluntad; hacerse cada vez más pesado; volverse tan ligero como el algodón; conseguir cualquier cosa por la fuerza de la voluntad; así como el poder de subyugar y el poder de tener supremacía sobre todo. Incluso, en el Bhāgavata-purana, Krishna, avatar de la divinidad, enumera otros siddhis o poderes de los yoguis como ver desde lejos, transformarse en cualquier forma deseada, participar en las diversiones sexuales de los dioses, escuchar desde la lejanía o morir cuando se desea.
Textos serios y de referencia para el Yoga hablan de poderes mágicos que pueden conseguir los yoguis como superar la muerte o entrar dentro de la mente de otra persona. Y, aunque hoy en día prudentemente hemos interpretado dichos sūtras o aforismos de forma simbólica, a nadie se le escapa que dicen textualmente lo que dicen. Podemos preguntarnos también si los autores clásicos creían en ellos de forma literal o si quizás estaban utilizando una estratagema para retar a los que se inician en la vía del Yoga.
Cierto que Patañjali, del que bien poco se sabe, que compila y sistematiza la filosofía del Yoga, habla en los Yoga-sūtras (siglo II de nuestra era) de los peligros de esos poderes extraordinarios pero, al fin y al cabo, los reconoce y les da un cierto estatus. ¿Cómo es que llegamos a identificar poderes excepcionales con espiritualidad? ¿Qué tiene de espiritual parar el corazón a voluntad? ¿Qué fascinación crea en nuestra alma infantil alguien que ha conseguido dejar de comer o superar el sueño? Hay que desmitificar urgentemente las creencias legendarias en torno al Yoga y reinterpretar lo que entendemos por espiritualidad. Empecemos a indagar por lo más básico.
Escucha
Es posible que la primera pregunta que nos hagamos en el Yoga sea ¿adónde quiero ir? Pero con seguridad, la siguiente pregunta tiene que ser ¿dónde estoy?, al menos para poder trazar con una cierta estabilidad el recorrido a seguir. Es lo que haría cualquier caminante en el mapa, marcar con una cruz el punto de partida y el de llegada, de lo contrario el mapa sirve de bien poco.
Para saber dónde estamos, cuál es nuestro punto de partida, hemos de observar nuestro momento presente, hemos de hacer una escucha en profundidad. Sólo con esa escucha del aquí y ahora nuestra acción puede tener un mínimo de posibilidades de ser adecuada. En esa escucha podríamos descubrir, entre otras cosas, cómo está nuestro mapa de tensiones corporales; si nuestra respiración está alterada por alguna emoción desbocada; si hay dispersión o preocupación en nuestra mente. De esta manera, de todo el amplio y rico abanico de posibilidades que nos ofrece el Yoga, podríamos utilizar aquéllas técnicas o ejercicios que nos puedan ayudar más.
Si esta atención la llevamos a nuestro mundo cotidiano el mapa se vuelve muy claro. Seguramente saldríamos enfadados si nuestro médico nos rellenara una receta sin apenas mirarnos, sin preguntarnos qué síntomas tenemos y sin hacernos las correspondientes pruebas para obtener un buen diagnóstico con el fin de darnos las medicinas adecuadas a nuestra enfermedad.
El buen vivir está basado en la escucha: solemos ir a dormir cuando tenemos sueño y a comer cuando arrecia el apetito. Llamamos a un amigo cuando necesitamos compañía o nos retiramos cuando buscamos la soledad. No obstante, los entresijos de la vida actual impiden a menudo esta regulación natural hasta tal punto que vamos a dormir y a comer simplemente porque es la hora establecida, perdiendo, a la postre, nuestra sensibilidad.
Una de la funciones saludables del Yoga es volver a recuperar esta percepción necesaria para que la vida se reajuste ante los cambios y poder hacer de forma fluida un buen encaje entre nuestro mundo interior y la realidad que nos rodea.
Responder en Yoga, previo a la práctica, a la pregunta ¿qué necesito hacer en este momento? No parece nada fácil, y no resulta fácil ya sea por la ausencia de sensibilidad, por la complejidad del momento presente o la falta de conocimiento. La escucha es lo que reclama el Yoga porque, ¿acaso tendría que hacer el mismo Yoga una persona joven que otra mayor, o cualquiera de nosotros los mismos ejercicios por la mañana que por la tarde, la misma secuencia en verano que en invierno, el mismo ritmo una persona sedentaria que otra deportista? Insistimos, ¿conviene que una persona con cifosis haga los mismos movimientos que otra con escoliosis; una persona vital la misma intensidad que otra mental; la misma orientación una persona con un objetivo de salud que otra con una necesidad mística?
No obstante, la escucha demanda muchos matices. La escucha no está sólo al inicio del camino, en este caso la práctica de Yoga, está también en cada postura y en cada respiración, nos debe alumbrar todo el tiempo. Podríamos decir que la escucha en realidad es una actitud en el viaje, una manera de tener en cuenta aquello que reclama su porción de presencia y una habilidad de hacerle hueco en la realidad. Si insistimos en la atención al inicio de cualquier praxis en Yoga es para evitar, por un lado, la precipitación propia de cualquier persona que se apasiona con su arte y, por otro, para tener tiempo de leer la letra pequeña que se esconde en los dobleces de nuestro interior y que nos da la clave para interpretar mejor lo que vamos a encontrar en los siguientes tramos de ese viaje hacia uno mismo que es en definitiva el Yoga.
El sentido común ya nos avisa de que es una locura un Yoga para todos y para cualquier momento. Y si esto cae por su propio peso, la cuestión es si los profesores que acaban su formación saben adaptar el Yoga a cada persona según su momento y sus necesidades.
Adaptación
Si el saber cómo estamos requiere de una escucha muy fina, adaptar el Yoga implica, además, conocimiento y experiencia. No basta darse cuenta de la tensión del hombro, hay que saber también si nos conviene un movimiento de antepulsión o de retropulsión, de rotación interna o externa, de elevación o descenso del hombro además de encontrar el āsana más adecuado a dicho movimiento. Hay que darse cuenta si lo que nos conviene es tonificar, estirar, movilizar o relajar aquella zona tensionada o bloqueada. Seguramente vamos a necesitar la ayuda de alguien con más experiencia que nos guíe.
Con toda probabilidad la relación tradicional entre maestro y discípulo era personal y, por tanto, adaptada a su momento presente. Con la divulgación masiva del Yoga la relación personal se ha ido perdiendo y las clases se han hecho exclusivamente grupales. Y aunque hay muchos elementos importantes en una clase grupal, es también necesario recuperar el vínculo original en la enseñanza del Yoga.
La adaptación personal requiere de una entrevista previa para informar acerca de los objetivos y técnicas del Yoga, seguida de una ficha de salud para cotejar las contraindicaciones a tener en cuenta en la misma práctica así como de la autorización de su equipo médico si fuera necesario.
Una adaptación necesita de una lectura corporal y de una pequeña serie test para ver dónde están los acortamientos y las asimetrías del cuerpo. Es necesario también tener una percepción de las cualidades corporales desde el equilibrio a la coordinación, desde la flexibilidad a la resistencia, entre otras, así como del grado de calma mental y gestión del estrés que mantenemos como posibles alumnos.
Adaptar el Yoga es proponer una práctica a seguir con unos objetivos claros y mantener sesiones individuales periódicas para supervisar y ajustar tanto la práctica como los objetivos.
Por supuesto, estas sesiones individuales son compatibles con la asistencia a clases grupales donde reforzar el aprendizaje básico del Yoga y ver nuevas posibilidades a incluir en la práctica personal. Planteo estas cuestiones para que se entienda que la disciplina del Yoga no es mero coser y cantar, pero sobretodo para recordar a los instructores la amplitud de esta ciencia del cuerpo y del alma.
Al final, lo realmente importante es ir estableciendo una práctica personal sólida e inteligente, pues sin ella, la posibilidad de un avance a medio o largo plazo se esfuma y sólo nos quedarán los beneficios inmediatos de cualquier práctica yóguica. Es el momento de dar un salto de nivel en la adaptación personal del Yoga.
Lesiones
Si hay alguna ley sagrada en el Yoga ésta es ahimsā, la no violencia, de la que hablaremos en profundidad más adelante. Ahimsā es un respeto profundo por la vida que se expresa fuera en la naturaleza y que nos recorre por dentro, en nuestro cuerpo. Una actitud de pacificación en la relación con los otros y en la relación con nosotros mismos.
Hacer Yoga desde esta consideración ética implicaría un cuidado delicado con el propio equilibrio del cuerpo sin necesidad de violentarlo y de llevarlo a extremos que lo fuerzan y agotan. El número de lesiones que se da en la práctica es mayor del que sería si respetáramos rigurosamente esta ley. Hay tanta fe en el aspecto saludable del Yoga que sus resultados negativos se silencian. Y se silencian porque las lesiones a menudo no son inmediatas a la práctica, pueden parecer difusas al mezclarse con otros síntomas, o quizás de forma deliberada no las queremos reconocer porque cuestionan nuestro hacer en la práctica.