Todavía hace milagros

Text
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Todavía hace milagros
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

Todavía hace milagros

José Plescia


Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Índice de contenido

Tapa

Abreviaturas

Prefacio

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Conclusión

Bibliografía

Todavía hace milagros

José Plescia

Dirección: Pablo M. Claverie

Diseño: Giannina Osorio

Ilustración de tapa: João Luiz Cardozo

Libro de edición argentina

IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina

Primera edición, e - Book

MMXXI

Es propiedad. © Asociación Casa Editora Sudamericana 2017, 2021.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-397-5


Plescia, JoséTodavía hace milagros / José Plescia / Dirigido por Pablo M. Claverie / Ilustrado por João Luiz Cardozo. - 1ª ed . - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2021.Libro digital, EPUBArchivo digital: OnlineISBN 978-987-798-397-51. Vida cristiana. I. Claverie, Pablo M., dir. II. Cardozo, João Luiz, ilus. III. Título.CDD 248.4

Publicado el 25 de marzo de 2021 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: ventasweb@aces.com.ar

Website: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

Abreviaturas

ATO: Alza tus ojos

CC: El camino a Cristo

CRA: Consejos sobre el régimen alimenticio

CS: El conflicto de los siglos

DTG: El Deseado de todas las gentes

JT: Joyas de los testimonios, tomos 1 y 2

MM: El ministerio médico

MS: Mensajes selectos, tomo 1

NEV: Nuestra elevada vocación

OE: Obreros evangélicos

 Para la autoría de las obras aquí mencionadas y de otras, ir al final del libro, a la sección Bibliografía.

 A lo largo del texto, los énfasis en negrita o en MAYÚSCULAS son del autor de esta obra.

 Las citas y las referencias a obras de la escritora Elena de White fueron extraídas de la versión en tapa dura azul, de la ACES.

 Todas las referencias bíblicas pertenecen a la versión Reina-Valera de 1960, salvo donde se indique otra versión.

Prefacio

Por más de medio siglo, el programa radial y televisivo Una Luz en el Camino ha llegado a millones de hogares y personas con un mensaje de aliento y esperanza emitido a través de unas 800 radios y canales de América y España.

He grabado unos 5.500 temas de radio y televisión. Escribí los libretos de cada uno de esos temas, además de artículos para revistas y folletos, pero nunca me había decidido a escribir un libro para mis oyentes y televidentes, una obra que además interesase a los miembros de mi iglesia. Sentía la necesidad de hacerlo y, por fin, decidí comenzar compartiendo algunas de las vivencias recogidas durante varias décadas.

El principal objetivo de este libro es dar gloria a Dios por su amor hacia cada una de sus criaturas que sufren en este mundo, y por quienes él obra numerosos milagros visibles e invisibles todos los días de nuestra existencia. Deseo que esta obra y estas experiencias toquen su corazón, y que, al mismo tiempo, lo ayuden a creer y confiar en un Dios y Padre muy presente en la vida de los que lo necesitan y buscan de todo corazón.

Capítulo I
¿PUEDE HABLARSE DE MILAGROS EN EL SIGLO XXI?

Actualmente abundan los “videntes”, brujos, adivinos y milagreros que, aprovechándose de las necesidades y los problemas de la gente, tienen buena clientela y obtienen pingües ganancias.

En una encuesta realizada por un diario de la ciudad argentina de Rosario, se descubrió que el 73% de los encuestados dijo haber consultado, por lo menos alguna vez, a estos presuntos videntes y milagreros. El periódico agregaba, irónicamente, que el 27% restante mintió.

Es evidente que mucha gente cree en lo sobrenatural. Sin embargo, aun entre los cristianos profesos, quien hable insistentemente de milagros puede ser tomado por místico, fabulador, fanático u oportunista.

En 1989, siendo poco conocido y predicando en una semana de oración realizada en una universidad cristiana, relaté algunas vivencias en las que Dios actuó de una manera asombrosa. Una persona conocida me contó que a su lado un hombre le preguntó a su esposa:

–Este ¿es un pastor de los nuestros o es carismático?

Tiempo después, durante una campaña evangelizadora, junto al pastor de la región, nos tocó orar por algunos miembros de una familia que estaban endemoniados. En medio del estrés típico de la campaña y con esta carga adicional que nos impulsaba a ayunar y orar buscando la ayuda del Todopoderoso, llegó el presidente regional de la iglesia para ver cómo marchaba el esfuerzo misionero. Cuando le contamos sobre las personas posesas, nos miró con cara de dubitativo y preguntó:

–¿No se estarán volviendo un poco místicos? Quizá podrían ser personas con problemas psicológicos.

–Justamente por eso tenemos que ir a visitarlos –le respondí–; ¿quisieras acompañarnos?

Después del susto mayúsculo por el que tuvo que pasar, nuestro hermano terminó creyendo que lo que relatan los evangelios todavía sigue ocurriendo.

Me presentaron a un ejecutivo de importantes medios de comunicación y conversamos sobre el programa radial que dirijo. Repentinamente, me preguntó:

–¿Ustedes son los que hacen milagros y echan fuera demonios por televisión?

Como mi respuesta fue negativa, este hombre, en tono de broma, agregó:

–Entonces, ¿quiere decir que no podré acudir a ustedes si llego a necesitar alguna ayuda sobrenatural?

Usted, ¿qué cree? ¿Podría acudir a nosotros o no?

La gente busca milagros

Seguramente estaremos de acuerdo en que la vida sobre este planeta no es fácil. Menos aún con un ejército de demonios sueltos y feroces que andan merodeando como “leones rugientes”. No necesitamos buscarnos problemas, vienen solos. Y, peor aún si, además de víctimas, nos hacemos cómplices del enemigo.

Dios dijo a Adán: “Maldita será la tierra por tu causa”, y agregó más tarde: “Se destruyó, cayó la tierra; enfermó, cayó el mundo; enfermaron los altos pueblos de la tierra. Y la tierra fue profanada por sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto eterno. Por esta causa la maldición consumió la tierra y sus moradores fueron asolados” (Génesis 3:17; Isaías 24:4-6).

El patriarca Job, que conocía el dolor por experiencia propia, lo describía así: “El hombre, nacido de mujer, corto de días y hastiado de sinsabores” (Job 14:1).

Entre los problemas más comunes se encuentran las pésimas relaciones interpersonales. Angustian, y duelen, especialmente si son problemas en la familia. Quien no conoce a Dios ¿a quién puede recurrir para buscar ayuda? Y al que perdió la salud y no tiene dinero para costearse un tratamiento, o al que gastó una fortuna en médicos y remedios sin resultados positivos, ¿qué recurso le queda?

Además, ¿qué esperanza tiene el que afronta problemas económicos, o el que está atrapado por adicciones o el que ha perdido el amor o a un ser querido que ha muerto? Si alguien les ofrece ayuda sobrenatural, ¿no se sentirán tentados a probar?

Milagros engañosos que defraudan las esperanzas

Año 1979, ciudad de Venado Tuerto, provincia de Santa Fe. Yo era, por entonces, un joven aspirante al pastorado. La publicidad anunciaba que llegaría un famoso reverendo hacedor de milagros. La curiosidad pudo más que el temor, y fui al estadio repleto de gente.

Me senté en una tribuna un poco alejada y a la derecha del reverendo. Este pidió, como si fuera un otorrinolaringólogo, que se adelantaran los que sufrían de nariz, garganta y oídos. Comenzó a orar por ellos, mientras yo también oraba en silencio. Terminó de orar, giró hacia su derecha, señaló la tribuna donde yo estaba, y dijo:

 

–El Espíritu me ha mostrado que aquí hay un incrédulo.

Créanme que sentí el sabor de la adrenalina en mi boca, y a pesar de la taquicardia pensé: Me gustaría saber qué espíritu te lo reveló.

Luego, el milagrero preguntó:

–¿Alguien se ha sanado?

Varias personas afirmaban que sí. Pero, nuevamente, se me erizó el cabello.

Mi vecina era la que más gritaba:

–¡¡¡Aleluya, gloria a Dios, escucho, escucho!!!

Yo sabía que mi vecina no escuchaba por uno de sus oídos porque tenía destruido el tímpano. La hicieron pasar al frente, contó su historia, agradeció, y el estadio entero aplaudió. Siguieron otros milagros, se arengó a ser generosos con las ofrendas, hubo alabanzas y la gente se fue asombrada.

Dejé pasar tres días, y fui a visitar a mi vecina.

–Estuve en el estadio –le dije–, y cuánto me alegré al ver que usted se sanó.

Me respondió con tristeza:

–Pastor, en el estadio escuchaba mejor que nunca, pero cuando regresé a mi casa se terminó el milagro. ¿Por qué Dios me hizo esto?

Qué difícil se hace explicar que no fue Dios quien hizo eso. Y, al transcurrir los años, varias veces vi o fui consultado por “milagros” semejantes.

Jesús nos advirtió: “Se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si es posible, aun a los escogidos” (S. Mateo 24:24).

Y el apóstol Pablo agregó que Satanás obrará “con hechos poderosos, señales y falsos milagros, y con todo engaño de iniquidad [...]” (2 Tesalonicenses 2:9, 10).

¿Dónde están los verdaderos milagros?

Muchas personas, chasqueadas, han dejado de creer en milagros, mientras que otros creen en cualquier cosa sin saber cómo determinar de dónde proviene.

Todo hecho sobrenatural debe ser probado por medio de la Palabra de Dios. Como hemos visto, la Biblia nos habla de milagros falsos y verdaderos. Pero ¿cómo distinguirlos?

En primer lugar, conviene saber que Dios prohíbe todo tipo de prácticas esotéricas, espiritistas u ocultistas (Deuteronomio 18:9-14). Nos advierte, además, del peligro de aceptar como divina cualquier aparición, comunicación o revelación, pues “el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” y tiene ministros fraudulentos que se disfrazan como apóstoles de Cristo (2 Corintios 11:13-15).

Entonces, ¿cómo saber si el hecho milagroso es de Dios o del diablo? No queriendo extendernos demasiado, lo resumiremos en un solo texto bíblico: “¡A la ley y al testimonio! Si no dicen conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20). “La ley y el testimonio” se refieren a la totalidad de los libros de La Biblia. La ley divina, revelada por Dios a Moisés, y el testimonio de los profetas deben determinar si algo proviene de Dios o del Engañador. Si el hecho no está en un ciento por ciento de acuerdo con la Biblia, entonces, no proviene de Dios.

Gracias al Señor, la Biblia nos proporciona mucha luz para detectar las falsificaciones satánicas. El cristiano cabal se caracteriza por estudiar profundamente la Palabra de Dios y este conocimiento lo protege.

Sin embargo, además de detectar los falsos milagros, ¿no tendremos alguna otra misión de parte de Dios? Por supuesto que sí, me dirá usted, “predicar la verdad”. Tiene razón, pero Pablo dice que “el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder” (1 Corintios 4:20); por lo tanto, ¿no cree que deberíamos predicar a Jesús tal como es y realizar la misma obra que él hacía? El mismo Pablo agrega que “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos” (Hebreos 13:8), y es evidente que desea hacer hoy la misma obra que hizo en el pasado, pues por eso dijo: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él también las hará; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre” (S. Juan 14:12).

Es muy bueno ser especialistas en detectar falsos milagros, pero ¿dónde están los verdaderos? Gracias a Dios, ocurren, pero ¿no deberíamos verlos más seguido y con mayor frecuencia?

Capítulo II
EL PODER DE SU NOMBRE

Actualmente, los nombres que ponemos a nuestros hijos son elegidos porque suenan bien, porque pertenecen a algún artista o deportista famoso; o en el mejor de los casos es el nombre de los padres, o de un familiar o un amigo querido.

Sin embargo, en la antigüedad, el nombre expresaba algún buen deseo o profecía de los padres, o definía la personalidad de su portador. Abigail aseguraba que su marido Nabal era lo que su nombre indica, un necio. Esaú declaró que el nombre de su hermano era muy adecuado: Jacob (“Suplantador”).

José y la Virgen María no pudieron elegir el nombre de su hijo. El ángel de Dios les dijo el nombre que debían ponerle: Jesús. El nombre elegido por Dios era un anuncio viviente: “Jehová salva”, y en todo el Nuevo Testamento se aprecia el poder de ese nombre cuando es invocado con fe.

El Evangelio del doctor Lucas

Lucas era un médico que, de acuerdo con la medicina de su época, mandaba más gente a la tumba de los que lograba curar. Por eso, no debe extrañarnos que en su Evangelio y en Hechos de los apóstoles se explaye sobre el poder para sanar que hay EN EL NOMBRE DE JESÚS; que relate con detalles los milagros de sanidad realizados por Jesús y sus discípulos.

La escritora Elena de White corrobora: “Durante su ministerio, Jesús dedicó más tiempo a sanar a los enfermos que a predicar. Sus milagros atestiguaban la verdad de sus palabras” (DTG 316).

A modo de ejemplos, podemos encontrar en el capítulo 4 la curación de la suegra de Pedro, la liberación de un endemoniado y una multitud de sanados al ponerse el sol. En el capítulo 5, la pesca milagrosa, y la sanidad de un leproso y de un paralítico. En el capítulo 6, la sanación del hombre de la mano seca y de otra multitud. El capítulo 7 registra la conversión de un funeral en fiesta cuando resucita al hijo de una viuda; luego sana al siervo del centurión y a Simón el fariseo. El capítulo 8 nos cuenta acerca de la curación de un “demente” (alguien a quien hoy enviaríamos en vano a un psiquiatra, pues estaba endemoniado), la resurrección de la hija de Jairo y, además, del Creador calmando la tempestad. En el capítulo 9, Jesús multiplica los panes y los peces, con los cuales alimenta a los cinco mil, y también sana a otro endemoniado.

Dos porciones bíblicas resumen el tema: “Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba. También salían demonios de muchos dando voces y diciendo: ‘¡Tú eres el Hijo de Dios!’ ” (S. Lucas 4:40, 41). “Descendió [Jesús] [...] en compañía de [...] una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón que había venido para oírlo y para ser sanados de sus enfermedades; también los que habían sido atormentados por espíritus impuros eran sanados. Toda la gente procuraba tocarlo, porque poder salía de él y sanaba a todos” (S. Lucas 6:17-19).

Los 84 misioneros haciendo maravillas

Luego, Jesús dio a sus discípulos el poder de realizar la misma obra, EN SU NOMBRE. “Reuniendo a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos [...]. Y saliendo, pasaban por todas las aldeas anunciando el evangelio y sanando por todas partes” (S. Lucas 9:1, 2, 6). Ya tenemos a Jesús más doce haciendo maravillas y aliviando el dolor humano, pero el equipo siguió creciendo. “El Señor designó también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos [...]. Y les dijo [...]. En cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os pongan delante y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: ‘Se ha acercado a vosotros el reino de Dios [...]. Regresaron los setenta con gozo, diciendo: ‘¡Señor, hasta los demonios se nos sujetan EN TU NOMBRE!’ ” (S. Lucas 10:1, 2, 8, 17).

Ahora son 83 los poderosos misioneros, pero no eran todos. Por lo menos había uno más, aunque no estaba anotado como miembro de la iglesia. “Juan dijo: ‘Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios EN TU NOMBRE; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros’. Jesús le dijo: ‘No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es’ ” (S. Lucas 9:49, 50). ¿No es maravilloso el relato bíblico? Usted ¿puede imaginar, entre estos 84, al mismo Judas predicando, sanando y echando fuera demonios?

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?