La Pasión de Dios por Su Gloria

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La Pasión de Dios por Su Gloria
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La

Pasión

de Dios

por Su Gloria

John Piper

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org

Publicado por:

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org

ISBN: 978-1-629461-92-2

God’s Passion for His Glory Copyright © 1998 by John Piper Published by Crossway Books

Orginalmente publicado en el inglés bajo el título, God´s Passion for His Glory. Translated into Spanish by permission of Crossway Books, a publishing ministry of Good News Publishers; 1300 Crescent Street, Wheaton, Illinois 60187. Todos los derechos reservados.

© Copyright 2017, Publicaciones Faro de Gracia. Traducido al español por Victor Garcia, y redactado por Armando Molina. La portada y las páginas fueron diseñadas por Benjamín Hernandez de Enjoy Media.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, procesada en algún sistema que la pueda reproducir, o transmitida en alguna forma o por algún medio –electrónico, mecánico, fotocopia, cinta magnetofónica u otro– excepto para breves citas en reseñas, sin el permiso previo de los editores.

© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

Contenido

Prefacio

Reconocimientos

PARTE UNO UN ENCUENTRO PERSONAL CON JONATHAN EDWARDS

CAPÍTULO UNO El Fin Por El Cual Dios Creó el Mundo - ¿Por Qué Publicar un Libro Antiguo?

CAPÍTULO DOS Jonathan Edwards, el hombre y su vida

CAPÍTULO TRES Jonathan Edwards, una mente enamorada de Dios

CAPÍTULO CUATRO Jonathan Edwards, Disfrutando a Dios y la Transformación de la Cultura

PARTE DOS EL FIN POR EL CUAL DIOS CREÓ EL MUNDO

Una nota sobre cómo leer el fin por el Cual Dios Creó el mundo

Concerniente al texto usado en esta edición

Introducción - coteniendo explicaciones de términos y posiciones generales

Capítulo uno, donde se considera lo que la razón enseña concerniente a este tema

Capítulo dos, Donde se inquiere qué se debe aprender de las Santas Escrituras concerniente al fin último de Dios en la creación del mundo

Otros Títulos Publicados por Publicaciones Faro de Gracia

La Pasión de Dios

por su Gloria

Viviendo la visión de Jonathan Edwards

Con el texto completo de

El Fin Por el Cual Dios Creó Al Mundo

John Piper


A

JONATHAN EDWARDS

“Dios no es Dios de muertos, sino de vivos,pues para él todos viven.”Lucas 20:38

La emanación o comunicación de la plenitud divina que consiste en conocer, amar y deleitarse en Dios está relacionada con Él tanto como con la criatura. Pero tiene relación con Dios como su fuente, ya que lo que se transmite lleva algo de la plenitud interna de esa fuente. El agua de un arroyo tiene algo de la fuente, y los rayos del sol tienen algo del sol. Pero esta plenitud también se relaciona con Dios como su objeto, pues el conocimiento que se transmite es el conocimiento de Dios y el amor que se transmite es el amor de Dios, y la felicidad que se transmite es el gozo en Dios. En el conocimiento, estima, regocijo, y alabanza a Dios por parte de la criatura, la gloria de Dios es exhibida y reconocida, su plenitud es recibida y devuelta. Aquí encontramos una emanación y una re-emanación La refulgencia brilla sobre y en la criatura y luego regresa hacia la luminaria de donde proviene. Los rayos de gloria vienen de Dios, son algo de Dios y regresan de nuevo hacia Dios, quien es su origen. De manera que todo es de Dios, en Dios y para Dios; Él es el principio, el medio y el fin.

JONATHAN EDWARDS

El Fin Por el Cual Dios Creó Al Mundo

Prefacio

Mientras más vivo veo con más claridad mi dependencia de aquellos que vivieron antes que yo. Mientras más conozco lo que otros han pensado mi pensamiento parece menos original. Estoy contento con que sea así porque, al menos en el área de la verdad, el antiguo predicador no exageró al decir, “no hay nada nuevo bajo el sol” (Eclesiastés 1:9).

Este libro es testigo de mi llamado como maestro secundario, no como maestro primario. Jonathan Edwards es un maestro primario en la iglesia de Cristo; yo soy secundario. La diferencia fue descrita por Mortimer Adler en 1939:

[El maestro secundario] debe considerarse a sí mismo como aprendiz de los grandes maestros junto a sus estudiantes. Él no debe actuar como maestro primario usando los grandes libros clásicos como si fuesen otro libro de texto de la misma clase que podría escribir cualquiera de sus colegas. Él no se debe hacer pasar como uno que sabe y puede enseñar en virtud de sus descubrimientos originales… las fuentes primarias de donde adquirió su propio conocimiento deberían ser también las fuentes primarias para sus estudiantes. Tal maestro actuará honestamente solo si no se engrandece a sí mismo interponiéndose entre los grandes libros y sus lectores. Él no debe insertarse como si fuese un aislante, sino como un transmisor—como uno que ayuda a los menos competentes a hacer más efectivo su contacto con las mejores mentes.1

Este es el papel que yo quiero jugar en relación con Jonathan Edwards y su libro2, El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo. Jonathan Edwards es único en la historia americana, y probablemente en la historia del cristianismo. Esto se hará evidente en las páginas que siguen. Paul Ramsey, el editor de Los Escritos Éticos de Edwards en la edición crítica de Yale concuerda con esto: “Uno estudia la época y el trasfondo de algunos hombres para entenderlos. Otros poseen una grandeza tan inusual que uno los estudia para entender su época, o para comprender el significado más profundo de las influencias intelectuales y otras influencias que hicieron efecto en ellos. Jonathan Edwards era esa clase de hombre original.”3 No es que Edwards trató con realidades nuevas sino, como Vergilius Ferm dijo, “él parece haber tenido el poder y el impulso de fijar su propio sello sobre todo lo que entraba dentro de su ámbito de competencia.”4

Pero aún más importante que su capacidad de apropiarse de las cosas de manera única, era su firme enfoque en Dios y su invariable pasión por ver todo lo que fuese posible de Dios en esta vida. “vivir con todas mis fuerzas mientras viva”5 fue su resolución, lo cual aplicó principalmente a la búsqueda de Dios. Por esto resolvió también, “cuando piense en cualquier tema sobre la divinidad que deba ser resuelto, haré inmediatamente lo que pueda para resolverlo si las circunstancias no me lo impiden.” El canal por donde esta pasión por Dios fluía era el canal de la incesante meditación en oración de la Escritura. Por esto mismo él resolvió además “estudiar las Escrituras tan consistente, constante y frecuentemente hasta encontrar y percibir plenamente que estoy creciendo en ella.”

Lo cual significaba en última instancia, que Edwards también era un maestro secundario—como lo son todos los pastores y teólogos cristianos honestos. “Él era un hombre que ponía la fidelidad a la Escritura sobre cualquier otra consideración.”6 Su pasión era ver la expansión ilimitada de la realidad Divina que se halla en la Escritura sin imaginar cosas novedosas. Edwards elevaba la siguiente bandera sobre cada una de las vastas áreas del conocimiento divino: “creo que la Palabra de Dios nos enseña más cosas respecto a esto…de lo que generalmente se ha creído, y que exhibe más cosas extremadamente gloriosas y maravillosas respecto a esto de lo que se tomado nota.”7 En palabras simples: “apenas hemos comenzado a ver algo de todo lo que la Escritura nos ofrece de Dios, y lo que no hemos visto es sobremanera glorioso.

Por lo tanto, en el sentido más profundo todos somos maestros y seres secundarios. Hay Solamente uno que es Primario. Y las cosas más importantes en el mundo son saber por qué nos creó y cómo podemos unirnos a Él para lograr ese propósito. Solo Él puede revelar la respuesta. Es por eso que Jonathan Edwards se entregó a la Palabra de Dios y escribió El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo (incluido como la parte dos de este libro), y es por eso que yo me pongo sobre sus hombros y escribo acerca de La Pasión de Dios por Su Gloria.

 

Por más de treinta años he estado tratando de ver y saborear esta visión de la realidad centrada en Dios que satisface el alma y destruye el pecado. La primera parte de este libro es un vistazo enfocado en las raíces de esta visión como he podido verla en la vida y el pensamiento de Jonathan Edwards. Siguiendo la misma línea de otros evangélicos contemporáneos que se ocupan de esto8 el capítulo uno argumenta que el movimiento evangélico moderno está siendo doctrinalmente despojado por su coqueteo con el pragmatismo y el éxito numérico. La centralidad en Dios y la devoción a los límites doctrinales bíblicos son una necesidad profunda en nuestros días. En la segunda parte de ese capítulo ofrezco quince declaraciones sumarias de las implicaciones de la visión de Edwards para el pensamiento y la vida cristiana.

En el capítulo dos el lector encontrará una mini biografía de Edwards. Es una historia que capacitará al lector a disfrutar al hombre y a ver su teología en el fluir de su vida y ministerio. Le pone carne a los huesos de la teología. Aquí podrá conocer a “uno de los hombres más santos, humildes y de mente enfocada en el cielo que el mundo haya visto desde los días apostólicos.” (Ashbel Green, Presidente de la Universidad de New Jersey, 1829), pero también conocerá al “más profundo razonador y el más grande de los teólogos que América haya producido” (Samuel Davies, 1759—un hombre que era “grande en su atributo de dominante, penetrante e irradiante espiritualidad” (John de Witt, 1912).9

En el capítulo tres conduzco al lector por un recorrido personal a través de mis treinta años de descubrimiento de los más importantes escritos de Jonathan Edwards. De esta manera trato de combinar mi historia personal con la vida y los escritos de Edwards para mostrar su significado y relevancia para por lo menos un evangélico moderno. Mi esperanza es que ustedes vean en acción en este capítulo, no solo una sino dos ilustraciones—una en vida y la otra fallecida—de “una mente que ama a Dios.”

Finalmente, en el capítulo cuatro tomo la visión radicalmente centrada en Dios de Edwards sobre la virtud—la cual es, de hecho, el fin para el cual Dios creó el mundo—y aplico su mordaz relevancia a la transformación cultural y la evangelización mundial. redescubrimiento de la visión moral centrada en Dios en El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo es mi meta. Y oro que esta tarea sirva para al propósito de Dios en nuestros días de llenar los sonidos huecos de nuestra negligencia hacia Dios y sus fatales éxitos. Que el Señor restaure la pasión por Su verdad y Su gloria que en gran parte ha desaparecido del mundo evangélico moderno.”10

Reconocimientos

Los dones de Dios en este proyecto han sido muchos. Eric Johnson, profesor de estudios interdisciplinarios en la Universidad de Northwestern (Saint Paul, Minnesota), creyó que El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo de Jonathan Edwards es una obra digna de publicarse por su visión de la realidad centrada en Dios. Él me animó todo el tiempo diciéndome que esperaba usar el libro como parte de su currículo para ayudar a sus estudiantes a comprender la supremacía de Dios en todos sus estudios. No solo esto, sino también revisó dos veces el complejo pensamiento de Edwards buscando la mejor manera de ajustar las características propias del siglo dieciocho reflejadas en su libro para el beneficio de sus lectores modernos. Si no se le hizo más cambios al texto original (vea la sección “Respecto al Texto,”) atribúyanselo a mi intransigente compromiso de preservar lo más cerca posible al lenguaje de Edwards. Gracias Eric, por tu amable e invariable fidelidad a la supremacía de Dios en todas las ramas de la educación y la vida.

El difícil trabajo de trasponer las palabras de Edwards de la edición de Edward Hickman de 1834 a una forma electrónica para su edición fue hecho por Debra Lacher, cuyo trabajo fue tan impecable como le es posible a un ser humano de este lado del cielo. Me quedé asombrado a medida que trabajaba al compararlo con otras ediciones. Gracias Deb, por tu amor a la verdad y a la gloria de Dios, y por canalizar ese amor a través de los notables dones que Dios te ha dado por amor a Su pueblo.

La edición de El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo de Edwards en la cual nos apoyamos fue la re-publicación de The Banner of Truth (El Estandarte de la Verdad) de la edición de Hickman (Edinburgh, 1974). Gracias a Mervyn T. Barter, gerente general de The Banner of Truth Trust, y a sus otros miembros por darnos el permiso de apoyarnos en los hombros de su publicadora. Sus dos volúmenes de Las Obras de Jonathan Edwards continúan sirviendo a la causa de Cristo de maneras extraordinarias. Agradezco a Dios que hayan seguido imprimiéndolas.

Gracias a Pedro Govantes, el presidente de El Instituto de Jonathan Edwards por invitarme a hablar en la conferencia anual del instituto en el verano de 1997. Los capítulos Tres y Cuatro de este libro fueron adaptados de estas conferencias. Fue un honor asociarme con un instituto dedicado a exaltar al Dios de Jonathan Edwards.También gracias a los antiguos editores de The Reformed Journal (La Revista Reformada, Noviembre, 1978, Vol. 28, numero 11, pp. 13-17), donde fue publicado previamente algo del material que se halla en los capítulos Dos y Tres.

La preparación final de este trabajo fue hecha durante un permiso de cuatro semanas que me fue generosamente otorgado por los ancianos de la Iglesia Bautista Belén de Minneapolis, Minnesota, para dedicarme a escribir. Yo no doy esto por sentado porque el personal y los ancianos reciben una mayor carga cuando uno de nosotros no está allí. Gracias a todos por amar el tema de este libro lo suficiente como para alegrarse de que por eso me haya alejado—y también por desear mi regreso.

Tengo en mi biblioteca una fotocopia de una antigua edición de El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo que compré durante mis días en el seminario. Hoy se encuentra triplemente señalada con diferentes colores, con barras oblicuas en señal de adoración y con marcas y asteriscos por todas partes. Le debo la compra de esta copia, y mi introducción a la teología de Jonathan Edwards a Daniel Fuller, quien me guió a la verdad, no a través de la puerta del siglo dieciocho, sino del primer siglo en las cartas de Romanos, Gálatas y el Sermón del Monte amarrados todos en una clase final llamada “La Unidad de la Biblia.”11 La severa disciplina de la exegesis, proposición tras proposición, oración diagramada tras oración diagramada y división textual tras división textual abrió una ventana, que nunca se ha cerrado, a un mundo de gloria. Gracias de nuevo Dan. Esta es una deuda que nunca podré pagar.

Rick Gamache buscó para mí referencias difíciles y leyó cuatro capítulos de mi libro con tal cuidado que me salvó de errores que otros tres lectores no vieron. Carol Steinbach siempre está dispuesta a ayudarme a hacer cada libro tan útil como es posible creando índices.Yo soy un fanático de los índices por una simple razón: quiero saber donde están las cosas que he escrito. ¿Dónde está esa gran cita de Mark Noll? Solo busco Noll en el índice ¡y ya la tengo! Carol y yo asumimos que unos cuantos más desean hacer lo mismo. Por eso el trabajo de hacer un índice. Gracias de nuevo Carol.

Lo que le debo a Jonathan Edwards es expresado en parte por la existencia de este libro. Mi “encuentro personal” con él ha sido una jornada de treinta años hacia lugares bien elevados. Él pudo no haber sido el pastor ideal puesto que estudiaba mucho y se relacionaba demasiado poco. Pero con todo eso, él ha sido el pastor de muchos pastores hambrientos. Y por esa causa estoy seguro que los descontentos santos de Northampton lo perdonaron hace mucho tiempo atrás.

Por los mismos treinta años he estado casado contigo Noël. Tú has leído y le has dado forma a cada libro que he escrito. Estoy agradecido por cada una de las diez mil sugerencias que me has hecho—aun las que he declinado. Tú has tenido tu Edwards destilado (seguramente de manera imperfecta) a través de la elaboración teológica de tu esposo. No dudo que bajo la incomparable gracia de Dios, esta sea una razón por la que tenemos una “unión inusual.”

PARTE UNO
UN ENCUENTRO
PERSONAL CON
JONATHAN EDWARDS

por John Piper

Ningún hombre es más relevante para la presente condición del cristianismo que Jonathan Edwards

DR. MARTYN LLOYD-JONES

El Experimento Puritano en el Nuevo Mundo

La Piedad de Edwards continúo basándose en la tradición de los avivamientos, su teología continuó basándose en la academia calvinista, pero no hubo sucesores a su cosmología poseída por Dios o a su filosofía profundamente teológica. La desaparición de la perspectiva de Edwards en la historia del cristianismo en América ha sido una tragedia.

MARK NOLL

“La Filosofía Moral de Jonathan Edwards y la Secularización del Pensamiento Cristiano en América” en The Reformed Journal

Es mi convicción que las oraciones y el trabajo de los que aman y obedecen a Cristo en nuestro mundo pueden prevalecer mientras guarden el mensaje de hombres como Jonathan Edwards.

CHARLES COLSON

“Introducción” a Los Afectos Religiosos de Jonathan Edwards

La felicidad de la criatura consiste en regocijarse en Dios, por lo cual Dios también es magnificado y exaltado.

JONATHAN EDWARDS

El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo

El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo [es]…insuperable en términos de la grandeza de su teología

DAVID BRAND

Perfil del Último Puritano

CAPÍTULO UNO
El Fin Por El Cual
Dios Creó el Mundo

¿Por Qué Publicar
un Libro Antiguo?

Un Asunto Personal y Público

El mensaje de Jonathan Edwards en El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo es un asunto intensamente personal para mí y una palabra de gran significado público. En este libro se despliega una visión de Dios que me ha cautivado por treinta años y ha puesto su sello en cada parte de mi vida y ministerio. Pero más importante que mi experiencia, es el inmenso significado de la visión de Dios de Edwards para un público más amplio en nuestros días.

SECCIÓN UNO

Una Tragedia Americana

Jonathan Edwards es uno de los grandes padres del cristianismo evangélico en América. Pero es una gran tragedia, como Mark Noll observa, que “el énfasis teocéntrico de Edwards haya jugado un asombroso minúsculo papel en la historia de los Protestantes evangélicos.”12 Hay razones para esto. Parcialmente se debe a que nuestra cultura en su totalidad es renuente a esa visión de la vida tan radicalmente centrada en Dios. Noll alega que desde los días de Edwards, 250 años atrás,

los evangélicos no han reflexionado acerca de la vida desde el fundamento como cristianos porque la cultura en su totalidad ha dejado de hacerlo. La piedad de Edwards continuó basándose en la tradición de los avivamientos, su teología continuó basándose en la academia calvinista, pero no hubo sucesores a su cosmología poseída por Dios o a su filosofía profundamente teológica. La desaparición de la perspectiva de Edwards en la historia del cristianismo en América ha sido una tragedia.13

Insuperable en su Grandeza Teológica

Esta es la razón por la que la publicación de El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo es de importancia cultural, religiosa y evangélica. El libro de Edwards (junto con su libro La Verdadera Virtud14), según Noll, es “probablemente el mejor lugar para encontrar tanto la asombrosa visión de la gloria divina como el esfuerzo humano para absorber esa visión.15” Yo estoy de acuerdo.También David Brand lo está en su libro, Perfil del Ultimo Puritano. Refiriéndose a El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo él dice, “es una obra que he llegado a considerar como insuperable en términos de su grandeza teológica.16

Mi oración es que la iglesia evangélica hoy pueda contemplar con asombro “la asombrosa visión de la gloria divina” declarada con “grandeza teológica” en El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo. Esta es una razón por la que me he dado a la tarea de publicar el libro.

Difícil y Útil Para los Pragmáticos Impacientes

Las dificultades que surgen en el camino para ver esta visión son intimidantes pero esperanzadoras. Son intimidantes porque como Noll indica, “el esfuerzo humano que se requiere para adquirir esta visión” es inmenso. El libro es difícil de leer. Era difícil de leer en su propio día,17 y es más difícil hoy. Los americanos, en general, (y los evangélicos difieren muy poco en esto), no son dados a pensar mucho, menos al nivel de pensamiento que Edward demanda de nosotros. Esto es especialmente cierto respecto a la doctrina. Nosotros somos pragmáticos. Demandamos soluciones rápidas. Definimos el éxito en medidas cuantitativas. Tenemos poca paciencia con la precisión doctrinal, y los pastores que estamos infectados con el virus del pragmatismo tendemos a justificar nuestra indiferencia a la doctrina aduciendo que tal reflexión no es lo que la audiencia busca. Además, crea tensión en las relaciones.

 

Las recientes protestas18 por el desvío del evangelicalismo hacia un cristianismo pragmático, doctrinalmente vago, dirigido hacia la audiencia y que no cuestiona la cultura son, a mi juicio, validas y necesarias, a pesar de que a nivel académico profesional ha habido notables avances en los últimos cincuenta años.19 En general y en las dominantes fuerzas modeladoras del evangelicalismo, la crítica de Harry Blamires en 1963 es probablemente más verdadera que nunca, “No hay mente cristiana…la mente cristiana ha sucumbido a las corrientes culturales en un grado de debilidad sin comparación en la historia cristiana.”20

El creciente abandono de la verdad y de los absolutos morales21 en nuestra cultura, mientras la diversidad militante amenaza toda convicción firme, ha influenciado dramáticamente la mentalidad evangélica. Los manipuladores políticos que se especializan en desviar la atención de la verdad hacia los sentimientos, las relaciones y los estilos tienen su contraparte en la tendencia evangélica a evitar las disputas doctrinales describiendo los temas en términos de actitud y método en lugar de la verdad. Los desacuerdos serios se evaden, mientras que con un lenguaje vago y preocupaciones pragmáticas se preserva una unidad superficial a expensas de la sustancia teológica y la claridad y el poder bíblicos.

Una Voz de Protesta en Sri Lanka

El lamento por el vaciamiento pragmático de la convicción evangélica puede sentirse con inusual agudeza cuando viene, no de la elite intelectual, sino de personas como Ajith Fernando, quien dirige Juventud Para Cristo en Sri Lanka. Él no solo expone sólidamente la Escritura alrededor del mundo sino que trabaja con los pobres y ha llorado los horrores de las 50,000 víctimas de la insurgencia que hubo en un año en tiempos conmoción en Sri Lanka. Eso sucedió en 1989 y él simplemente dice, “yo luché mucho con el desánimo ese año.”22

Su fortaleza, dice, vino de la verdad, y en ese contexto lamentó lo que veía en el occidente: “un cambio importante…ha tenido lugar en el evangelicalismo occidental donde la verdad ha sido reemplazada por el pragmatismo como la mayor influencia de pensamiento y vida. Este camino es suicida.” Él está animado de que las voces estén siendo levantadas, pero luego dice “sin embargo, siento que muchos líderes evangélicos están tan atrapados y enceguecidos por la cautividad del pragmatismo que aunque acepten con entusiasmo los ruegos para retornar a una mayor dependencia de la verdad, su aceptación hace poco efecto en el estilo de sus ministerios y en sus estrategias.”23 Hay simplemente muy poca paciencia con las particularidades de las proposiciones bíblicas que encarnan doctrinas preciosas que sostienen la vida.

Demasiado del Hombre, Muy Poco de Dios

Jonathan Edwards tuvo una profunda percepción respecto al estado de las cosas, y tiene que ver directamente con la ausencia de la centralidad de Dios: “una de las grandes razones por las que los temas especulativos [de doctrina] son considerados de poca importancia es que la religión moderna escasamente consiste en el Ser Divino y casi totalmente en la benevolencia de los hombres.”24 En otras palabras, la enfermedad que necesita sanarse es el principal estorbo para el remedio.

Esto significa que “el gran estilo de sentir y pensar” de Jonathan Edwards “no es el nuestro y es ajeno a nuestra forma de vida.”25 La absoluta seriedad de Edwards—“su intensa gravedad,” como Thomas Chalmers le llamó—lo pone fuera de tono con nuestra espiritualidad informal, humorística, caricaturesca y orientada al entretenimiento.26 La sensibilidad de Edwards respecto a la desesperada condición de la humanidad sin Dios es tan abrumadora que nos deja sin respiración. H. Richard Niebuhr comentó que la conciencia de Edwards sobre lo precario de la vida lo ponía en una rara clasificación: “Él reconocía lo que Kierkegaard quiso decir cuando describió la vida como flotar en el agua con diez mil brazas de profundidad debajo de nosotros.”27

Necesitamos Mucho Más que a Benjamín Franklin

Pero es en este preciso punto que las formidables dificultades para lograr la gran visión que Edwards tenía de Dios pueden dar lugar a la esperanza. Puede ser que el empobrecimiento teológico de la iglesia americana, la precariedad de la vida y el cansancio de la superficialidad “exitosa” hagan que la voz de Jonathan Edwards sea más irresistible de lo que ha sido por siglos.

Muchos otros han tenido esta esperanza al contrastar la influencia de Edwards con su contemporáneo Benjamín Franklin. Randall Stewart argumenta que,

Franklin nos introdujo al camino del paraíso de los entusiasmados por la tecnología. Pero ahora se hace más asombrosamente claro que los artefactos tecnológicos no pueden salvarnos y pueden más bien destruirnos con facilidad… Ahora que el pararrayos del Dr. Franklin comienza a lucir, desde nuestra perspectiva, como un patético símbolo del orgullo y la insuficiencia humana, mientras que los sondeos del alma de Edwards parecen más penetrantes a esta generación de lectores de lo que han parecido antes, es posible que Edwards surja, y ya está surgiendo, como más el más útil, verdaderamente más útil, de estos dos hombres.28

Perry Miller, quien profesaba no compartir la fe de Edwards, tenía una visión similar de nuestra condición: "[Edwards] es un recordatorio de que, aunque nuestra civilización ha escogido deambular en los más placenteros prados a los que Franklin invitaba, hay periodos en los que por causa de los desastres o de la auto-reflexión, la ciencia aplicada y The Way to Wealth [El Camino a la Riqueza] de Franklin, parecen no ser suficientes como filosofía de vida nacional."29 Esta declaración, hecha en 1949 me parece que se queda corta a medida que termina el siglo. El pragmatismo de Franklin se halla moral, teológica, y espiritualmente en bancarrota. Esa misma bancarrota cultural puede despertar a los evangélicos de la necedad de la imitación.

Edwards Contra la “Inteligencia Humana Iluminada”

Durante el pináculo del optimismo del siglo diecinueve, Oliver Wendell Holmes se mofó de las convicciones de Edwards como

No solo falsas, no solo absurdas, sino fuerzas desorganizadoras en medio del aparato pensante. El sistema de Edwards parece, frente a la luz del día de hoy, barbárico, mecánico, materialista, pesimista. Si él hubiese vivido cien años más tarde, y respirado el aire de libertad, no habría escrito con ese barbarismo del viejo mundo…La verdad es que [su] sistema completo de creencias… está siendo sutilmente desechado por la inteligencia humana iluminada, y nos cuesta comprender cuanta tiranía ejerció en otro tiempo sobre muchas de las más fuertes mentes.30

La visión de Edwards no se ha desvanecido. Está siendo recuperada y reconsiderada hoy quizás más extensamente y con más vigor que en sus propios días.31 La razón por la que Oliver Wendell Holmes lo descartó, y por la que hay esperanza de que nosotros no lo haremos, es que el siglo veinte demostró que la “inteligencia humana iluminada” de Holmes ha sido la fábrica de los más grandes males globales jamás perpetrados en la historia humana. Mark Noll comenta, “puesto que la mayor parte del siglo 20 ha sido un periodo tan oscuro, estamos en mejor posición de oír con más claridad a Edwards de lo que estaba la generación progresista de Holmes.”32 En otras palabras, la enfermedad puede hacer que el remedio tenga sentido.

C. S. Lewis Sobre la Necesidad de Libros Viejos

C. S. Lewis señala otra razón por la que deberíamos ver nuestros sombríos días como una apertura alentadora para El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo de Edwards. Lewis nació en 1898 y murió el mismo día que John F. Kennedy, en 1963. Su vida fue virtualmente paralela al siglo veinte hasta ese punto. Desde esa perspectiva dijo, “he vivido casi sesenta años conmigo mismo y con mi propio siglo y no estoy tan enamorado de ninguno de los dos como para desear no mirar un mundo más allá de ellos.”33 Si, y si hubiese vivido hasta el fin del siglo hubiese estado menos enamorado de su siglo de lo que lo estuvo durante la mitad que lo vivió.

Después de esto Lewis enfatiza que él quiere y necesita leer libros que no sean de su siglo. Sus razones pueden motivar al sabio a leer a Jonathan Edwards.

Hay una extraña idea en el extranjero de que para cada tema los libros antiguos deben ser leídos solo por los profesionales y los aficionados deben contentarse con los libros modernos…Esta errada preferencia por los libros modernos y esta timidez con los antiguos no es tan rampante en otras áreas como en la teología…Ahora, esto me parece desordenado. Naturalmente, puesto que yo soy escritor, no deseo que el lector ordinario deje de leer libros modernos. Pero si tuviera que escoger entre leer solo libros nuevos o solo antiguos, le aconsejaría que leyera los antiguos…Es una buena norma, después de leer un libro moderno, no leer otro moderno hasta no haber leído uno antiguo antes. Si eso es demasiado para usted, debería al menos leer un antiguo por cada tres modernos…Todos necesitamos libros que corrijan los errores característicos de nuestro propio periodo. Y esto significa libros viejos…Podemos estar seguros que la ceguera característica del siglo veinte reside donde nunca lo hemos sospechado…Ninguno de nosotros puede escapar completamente a esta ceguera…el único paliativo es permitir que la limpia brisa del mar de los siglos sople en nuestras mentes, y esto solo se logra leyendo libros antiguos.34