La Pasión de Dios por Su Gloria

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Además la demanda es aún mayor: pues la erudición cristiana tiene que ser permeada por afectos espirituales para la gloria de Dios en todas las cosas. La mayoría de los académicos saben que sin el apoyo de la verdad los afectos degeneran en un emocionalismo sin fundamento. Pero no muchos académicos reconocen lo contrario: que sin el estimulo de los verdaderos afectos espirituales, ver la plenitud de la verdad en todas las cosas es imposible. Por eso Edwards dice, “donde hay luz sin calor o una cabeza que almacena nociones y especulaciones con un corazón frio y desafecto no puede haber nada divino en esa luz y ese conocimiento no es el verdadero conocimiento espiritual de las cosas divinas.”62

Uno podría objetar que el tema de la de la psicología, la sociología, la antropología, la historia, la física, la química, el inglés, o la computación no son “cosas divinas” sino “naturales.” Pero eso pierde de vista el primer punto: para ver la realidad en verdad tenemos que verla en relación a Dios quien la creo, la sustenta y le da todas sus propiedades, relaciones y diseño. Ver todas las cosas en cada disciplina es ver “las cosas divinas”—las cuales, al final, son las principales cosas—. Por lo tanto, dice Edwards, no podemos verlas y no podemos tener erudición cristiana si no tenemos percepción espiritual y deleite en Dios, si no somos capaces de captar Su belleza en las cosas Él ha hecho.

Esta percepción, Edwards dice, es dada por Dios a través de un nuevo nacimiento sobrenatural, efectuado por la Palabra de Dios. “El primer efecto del poder de Dios en el corazón en la regeneración, es darle al corazón un gusto o sentido de lo divino; hacerlo que deguste la belleza y dulzura de la suprema excelencia de la naturaleza divina.”63 Por lo tanto, para hacer estudios académicos cristianos, una persona debe ser nacida de nuevo; esto es, una persona que no solo ve los efectos de la obra de Dios, sino que también saborea la belleza de la naturaleza de Dios.

El esfuerzo racional no es en vano, dice Edwards, aunque todo depende del regalo gratuito de la vida y la visión espiritual dado por Dios. La razón es que “mientras más conocimiento racional tengas de las cosas de Dios, más oportunidad tendrás, cuando el Espíritu haya inspirado tu corazón, para ver la excelencia de estas cosas y saborear su dulzura.”64

Es evidente que a lo que Edwards se refiere por “conocimiento racional” no debe ser confundido con el racionalismo moderno que excluye filosóficamente “las cosas divinas.” Aun más relevante en referencia a la intelectualidad cristiana es que para Edwards el “conocimiento racional” también excluye la imitación cristiana del método usado por el racionalismo para su labor académica. Pienso que Edwards encontraría que hay una clase de erudición cristiana que es metodológicamente incomprensible por su exclusión de facto tanto de Dios como de Su palabra en el proceso racional. La motivación de tal sistema parece ser el deseo de obtener respeto y aceptación en el mundo académico. Pero el precio es alto. Y creo que Edwards se cuestionaría si a largo plazo ese compromiso terminaría debilitando la influencia cristiana que exalta a Dios porque la concesión al naturalismo es más vociferante que la meta de la supremacía de Dios en todas las cosas. No solo eso sino que la misma naturaleza de la realidad seria distorsionada por una erudición que adopte una metodología que no ponga en primer lugar el fundamento, el poder permanente y la meta de la realidad que es Dios. Donde Dios es metodológicamente menospreciado será imposible un despliegue fiel de la realidad.

¿Cómo es entonces que esta visión de la intelectualidad es un resultado de la verdad de que el despliegue de la gloria de Dios y el más profundo gozo del alma humana son una misma cosa? Dios despliega su gloria en la realidad creada que es estudiada por los intelectuales (Sal. 19:1; 104:31; Col. 1:16-17). Pero el propósito de Dios en este despliegue no se realiza si el intelectual no ve ni saborea esta gloria. De modo que gusto, el aprecio y deleite del académico en la belleza de la gloria de Dios es la ocasión en que el despliegue de la gloria es completado. En ese momento, los dos se vuelven uno: la magnificencia de la gloria de Dios está en y a través de lo que la mente y el corazón del académico ven y degustan. Cuando el eco de la gloria de Dios hace eco en los afectos de un intelectual de Dios y resuena en sus palabras y sus escritos, la meta de Dios para la erudición cristiana es realizada.

Dios es Glorificado Cuando la Muerte es Ganancia

Implicación #14. La manera de glorificar a Dios en la muerte es enfrentando la muerte como ganancia. Pablo dijo que su pasión era que “Cristo fuese exaltado en [su] cuerpo, sea por vida o por muerte.” Luego agregó las palabras que muestran cómo Cristo seria exaltado en su muerte: “Porque mara mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Fil. 1:20-21). Cristo es engrandecido cuando la muerte es vista como ganancia. La razón de esto es simple: la gloria de Cristo es magnificada cuando nuestros corazones están más satisfechos en Él que en lo que la muerte nos quita. Si consideramos la muerte como ganancia porque nos acerca a Cristo (que es lo que Filipenses 1:23 dice que esta hace), mostramos que Cristo debe ser más deseado que todo lo que el mundo pueda ofrecer.

La Gran Responsabilidad: Sé tan Feliz Como

Puedas—en Dios Para Siempre

Implicación #15. Finalmente, si el despliegue de la gloria de Dios y el más profundo gozo de las almas humanas son una misma cosa, entonces as dijo C. S. Lewis, “es una obligación cristiana, como lo sabes, que seamos tan felices como nos sea posible.65 Jonathan Edwards expresó esta obligación con tremendo ímpetu en una de las setenta resoluciones que escribió antes de cumplir veinte años: “Resuelvo, procurar obtener para mí tanta felicidad en el otro mundo como pueda con todo el poder, potencia, vigor, vehemencia, y aún violencia de la que sea capaz o que pueda ejercer en cualquier forma imaginable.”66 Por supuesto, esta responsabilidad es establecida por los mandatos explícitos de la Escritura: “Deléitate así mismo en el Señor” (Salmo 37:4); “Servid al Señor con regocijo” (Salmo 100:2); “Regocijaos en el Señor siempre; otra vez os digo, regocijaos” (Filipenses 4:4); y muchos otros.

Algunas veces la gente pregunta: ¿debemos buscar ser obedientes a Dios o regocijarnos en Dios? Edwards respondería que esta pregunta envuelve una confusión de categorías. Es como preguntar, ¿Debo buscar frutas o manzanas? La obediencia es hacer lo que se nos dice. Y se nos ha dicho que nos deleitemos en el Señor. Por lo tanto, procurar el gozo en Dios es obediencia. De hecho, cuando el salmo dice, “Servid al Señor con regocijo,” implica que la búsqueda del gozo debe ser parte de toda nuestra obediencia, que es lo que la implicación #4 anteriormente expresa. No podría ser de otra manera si el gozo en Dios es esencial para magnificar la insuperable honra de Dios.

Espero que ahora sea evidente que la responsabilidad de estar satisfechos en Dios no es solo un buen consejo para nuestra salud mental. Está arraigado en la misma naturaleza de Dios como el que rebosa con la gloria de Su plenitud, la cual es magnificada al ser conocido, amado y disfrutado por Sus criaturas. Es por esto que digo de nuevo, que este descubrimiento ha hecho toda la diferencia en mi vida. Lo que le debo a Jonathan Edwards por guiarme en estas cosas es incalculable. Amo sus palabras, “la felicidad de la criatura consiste en regocijarse en Dios, por lo cual Dios también es magnificado y exaltado.”67 Pero también me encanta decirlo a mi manera: Dios es más glorificado en nosotros cuando nos satisfacemos más en Él.

Un Ruego Final y una Oración

La percepción central de Edwards—que Dios creó el mundo para desplegar la plenitud de Su gloria en el gozo centrado en Dios de Su pueblo—ha marcado toda la diferencia para mí. Aparte de todas las otras riquezas en la visión de Dios de Edwards solo esto justifica la recomendación que Charles Colson hace de él:

La iglesia occidental—mucha de ella deslizándose, amoldada a la cultura e infectada con la gracia barata—necesita desesperadamente escuchar el desafío de Edwards…Es mi convicción que las oraciones y el trabajo de quienes aman y obedecen a Cristo en nuestro mundo puede muy bien prevalecer a medida que conservan el mensaje de hombres como Jonathan Edwards.68

¡Cuánto oro para que estas palabras, y todo lo que he escrito, persuada a muchos a leer y a abrazar la gran visión de Edwards de la pasión de Dios por Su gloria en El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo, impreso en la segunda parte de este libro!

El hombre al que frecuentemente llamamos el más grande de los teólogos americanos fue el más grande en su dominante, penetrante e irradiante espiritualidad.

JOHN DE WITT

“Jonathan Edwards: A Study”

Uno de los hombres más santos, humildes y de mente celestial que el mundo ha visto desde la edad apostólica…

ASHBEL GREEN

Discursos expuestos en el Colegio de New Jersey

Así como Dios se deleita en Su propia belleza, Él necesariamente se deleita en la santidad de las criaturas que se conforma y participa de ella tan ciertamente como el destello de una joya frente los rayos del sol es parte o derivación del brillo del sol, si bien en un grado inmensamente menor.

JONATHAN EDWARDS

El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo

CAPÍTULO DOS
Jonathan Edwards,
el hombre y su vida

Aprendiendo de un Evangélico no Moderno69

¿Por qué una biografía?

Además de que leer biografías es placentero, ¿qué otra justificación hay para este capítulo? Jonathan Edwards mismo nos da una y la Biblia otra. Edwards publicó La Vida de David Brainerd en 1749, y explicó en su prefacio por qué lo hizo: “hay dos maneras de promover la verdadera religión y la virtud en este mundo, las cuales ha sido usadas por Dios: una es doctrina y precepto y la otra es ejemplo e ilustración.”70 Lo que Edwards dijo para justificar el relato de la vida de Brainerd justifica el relato de su propia vida. La historia de una vida buena y santa es una fuerte defensa y confirmación del verdadero cristianismo y la belleza de la bondad. La Biblia dice, “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.” (Heb 13:7). Esto nos manda a considerar la vida de los líderes fieles, a trazar el resultado de sus vidas hasta el fin e imitar la manera en que la fe dio forma a su conducta.

 

Edwards fue un líder que nos habló—y sigue hablando—la Palabra de Dios. Lo que él habló (y escribió) en El Fin Por el Cual Dios Creó el Mundo sería suficiente justificación para la publicación de este libro. Pero su sus palabras y sus escritos son lo que son por causa de lo que él era. Y nos será de gran ayuda si vemos algo de lo que John De Witt quiso decir cuando escribió, “[Edwards] fue el más grande en su atributo de prevalente, penetrante e irradiante espiritualidad.”71 Detrás de la grandeza de su pensamiento estaba la grandeza de su alma. Y su alma fue grande porque estaba llena de la plenitud de Dios. En nuestro día necesitamos ver a su Dios y ver el alma que vio a este Dios.

Cómo No Imitar lo Grande

Por supuesto la imitación a través de los siglos y las culturas es un asunto delicado. Las simulaciones serviles y externas de estilo o lenguaje evidenciarán una falla en entender lo que Edwards mismo buscaba en la creativa adaptación de la solida y antigua verdad bíblica a su propio día. Requiere sabiduría discernir como las fortalezas de un antiguo santo deberían aparecer en otra era. Como es en los proverbios lo es en la biografía, “Espinas hincadas en mano del embriagado, Tal es el proverbio en la boca de los necios”. (Pro 26:9). “Las piernas del cojo penden inútiles; Así es el proverbio en la boca del necio.” (Pro 26:7). Por lo tanto, cuidémonos no sea que terminemos poniéndonos el chaleco y la peluca de Edwards y hagamos el ridículo. Él tiene mucho para darnos de lo que desesperadamente necesitamos.

Nacimiento, Familia, Intelecto Juvenil

Jonathan Edwards nació el 5 de Octubre de 1703 en Windsor, Connecticut. Era el único hijo varón entre los once hijos de Timothy Edwards, el pastor congregacional de la localidad. La tradición dice que Timothy solía decir que Dios lo había bendecido con sesenta pies (18 metros) de hijas. Le enseno latín a Jonathan cuando tenía seis años y lo envió a la universidad de Yale cuando tenía doce. En aquellos días la universidad había comenzado apenas hacia quince años y luchaba por mantenerse a flote. Pero aun así fue un lugar de explosivo estimulo y crecimiento intelectual para Jonathan Edwards.

Mientras estudiaba allí, cuando cumplió quince años leyó lo que vino a ser una influencia formativa en su pensamiento, Ensayo Sobre el Entendimiento Humano de John Locke. Años más tarde dijo que eso le había dado más placer “de lo que encuentra el más miserable de los codiciosos cuando junta montones de plata y oro de algún recién descubierto tesoro.”72 Ya a esta temprana edad había iniciado un patrón de escritura y pensamiento que canalizaría sus grandes capacidades mentales y del corazón hacia una extraordinaria productividad literaria.

Siendo aun un muchacho comenzó a estudiar con su lápiz en su mano, no con el propósito de copiar el pensamiento de otros, sino de escribir y preservar los pensamientos sugeridos a su propia mente mientras estudiaba. Esta tan útil práctica la inició en varias materias de sus estudios desde muy temprano; y consistentemente la practicó en todos sus estudios a lo largo de su vida. Su lápiz parecía en un sentido haber estado en su mano siempre. De esta práctica aplicada con consistencia, él derivó las muy grandes ventajas de pensar continuamente durante cada uno de sus periodos de estudio, de pensar minuciosamente, de pensar coherentemente y de pensar habitualmente siempre73.

Se graduó de Yale en 1720, dio el discurso de graduación en latín como el más destacado, y luego continúo sus estudios allí por dos años más para prepararse para el ministerio. A los diecinueve años recibió la licencia para predicar y tomó un pastorado en la Iglesia Presbiteriana Escocesa de Nueva York por ocho meses de agosto 1722 a abril 1723.

La Intensidad y Enfoque Mental de Su Vida Espiritual

La intensidad de su vida interna en esos tempranos años fue extraordinaria. Sus famosas “Resoluciones” capturan algo de la asombrosa pasión de este periodo de su vida. Había un enfoque de pensamiento que gobernaba su vida y lo capacitaba para realizar cosas asombrosas. Por ejemplo, la resolución #44 dice, “Resuelvo, que ninguna otra meta sino la religión tendrá ninguna influencia en ninguna de mis acciones y que ninguna acción será guiada, en la más mínima circunstancia, más que por la religión.”74 La resolución # 61 dice, “Resuelvo, que no daré lugar a ese desgano que encuentro que afloja o relaja mi mente de estar plena y fijamente establecida en la religión, no importa la excusa que pueda tener para ello.”75

Esto era una aplicación radical del dictado bíblico, “Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”. (2Tim 2:4). Fue precisamente este enfoque mental en la “religión” lo que dio lugar a una vida entera de estudios y escritos centrados en Dios. La religión, para Edwards, significaba vivir y pensar cristianamente. Y todo estaba enraizado en un sistema de conocimiento—una “ciencia” gloriosa llamada divinidad. En una ocasión predicó un sermón en Hebreos 5:12 (“deberíais ser maestros”) en el cual describió en qué tenía él enfocada su mente, es decir:

Dios mismo, el eterno Tres en uno, es el principal objeto de esta ciencia; y luego Jesucristo, como Dios-Hombre y Mediador, y la gloriosa obra de la redención, la obra más gloriosa que jamás fue efectuada: también los grandes temas del mundo celestial, la gloriosa y eterna herencia comprada por Cristo, y prometida en el evangelio; la obra del Espíritu Santo de Dios en los corazones de los hombres; nuestra responsabilidad ante Dios, y la manera en podemos llegar a ser…como Dios mismo de acuerdo a nuestra medida. Todos estos son los objetos de esta ciencia.76

¡Oh, si este fuese el foco central y todo inclusivo de los pastores y líderes cristianos en nuestros días! Pero ha habido una gran pérdida de confianza de que tal foco y devoción de energía sean “exitosos”. Esta es una de las razones por las que los escritos de Edwards y su ejemplo son tan necesarios en nuestros tiempos.

Enamorándose

En el verano de 1723, entre su primer corto pastorado y su regreso a Yale, él se enamoró de Sarah Pierrepont. En la primera página de su libro de gramática griega él escribió la única clase de canción de amor de la que su corazón era capaz:

Se dice que hay una joven dama en [New Haven] que es amada por el Gran Ser que hizo y gobierna el mundo y que durante ciertas épocas este Gran Ser viene a ella de alguna u otra manera invisible y llena su mente de dulces y rebosantes delicias, y que casi nada le importa excepto meditar en Él…Ella posee una maravillosa dulzura, serenidad y universal benevolencia de mente, especialmente después de que el Gran Dios se le manifiesta. A veces va de un lugar al otro cantando dulcemente y parece estar siempre llena de gozo y placer sin que nadie sepa por qué. Le gusta caminar sola en los campos y alamedas y parece que alguien invisible estuviese siempre conversando con ella.77

¡Sarah tenía entonces trece años de edad! Pero cuatro años más tarde, cinco meses después de que Edwards fue instalado como pastor de la prestigiosa iglesia de Northampton, Massachusetts, se casaron el 28 de Julio de 1727. Él tenía veintitrés años y ella diecisiete. En los próximos veintitrés años tuvieron once hijos, ocho mujeres y tres varones.

Educación y Establecimiento Ministerial

En septiembre de 1723, Edwards regresó a Yale por dos años más de estudio. Allí obtuvo su título de maestría y se convirtió en tutor. Pero en septiembre de 1726 renunció a su posición de maestro para aceptar el llamado a ser asistente de su abuelo Salomón Stoddard, quien había sido pastor de la prestigiosa iglesia congregacional de Northampton, Massachusetts desde 1672. En 1707, Stoddard había introducido una perspectiva de la Cena del Señor que la consideraba como una “ordenanza convertidora” y gente que decía no ser regenerada era animada a unirse a la iglesia. Esto llegaría a ser funesto para Jonathan Edwards cuando posteriormente él llego a una conclusión muy diferente. Mientras tanto, uno de los efectos de esta perspectiva sobre la congregación fue que produjo gente muy floja y degenerada al arribo de Edwards.

Los jóvenes se hicieron adictos a hábitos de disipación y libertinaje; el gobierno de las familias generalmente fracasaba; el día de reposo era extensamente profanado; y el decoro del santuario era frecuentemente perturbado. También había prevalecido por mucho tiempo en el pueblo un espíritu de contención entre dos grupos los cuales habían estado divididos por muchos años, lo cual mantenía vivo un mutuo celo que los preparaba para oponerse unos a otros en todos los temas públicos. Estas fueron las circunstancias en las cuales el señor Edwards entró al ministerio en Northampton.78

Stoddard murió el 22 de febrero de 1729, y Edwards fue pastor de la iglesia por los próximos 23 años. Era una iglesia congregacionalista tradicional que en 1735 tenía 620 asistentes.79 Durante su ministerio en esta iglesia Edwards predicaba sus dos mensajes usuales de dos horas cada semana, catequizaba a los niños y aconsejaba a la gente en su estudio. Él no visitaba regularmente de casa en casa, sin embargo: “solía predicar frecuentemente en reuniones privadas en vecindarios particulares.”80 Esto significaba que podía pasar de trece a catorce horas al día en su estudio.81 Puede ser que esto no fuese pastoralmente sabio, pero Edwards pensaba que los pastores deberían “analizar sus propios talentos y circunstancias y visitar más o menos, de acuerdo al grado en el cual esperasen promover las metas más grandes de su ministerio…A él le parecía que podía hacer el mayor bien a las almas de los hombre y promover más la causa de Cristo predicando, escribiendo y conversando en su estudio con personas que estuviesen bajo impresión espiritual.”82

El Asiduo Estudiante Pastoral de la Escritura

De manera que Edwards estableció para sí mismo un curso en el ministerio que sería preponderantemente estudio y predicación. Y la mayoría de ese esfuerzo iba dirigido al estudio de la Escritura. Su bisnieto, Sereno Dwight dijo que cuando Edwards llego al pastorado en Northampton, “había estudiado teología, no principalmente en sistemas o comentarios sino en la Biblia.”83 Esto fue consistente con el consejo de Edwards a todos los cristianos, “sean asiduos en leer las Santas Escrituras. Esta es la fuente de donde todo conocimiento teológico debe ser derivado. Por lo tanto no dejen que este tesoro sea por ustedes desatendido.”84

Y él dio un asombroso ejemplo de su propio consejo de estudiar la Biblia misma. Yo visité la biblioteca Beinecke de Yale donde se han recopilado la mayoría de las obras no publicadas de Edwards. Un amigo me llevo al nivel inferior a un pequeño cuarto donde dos o tres hombres estaban trabajando en un antiguo manuscrito con microscopios y luz especial. Allí pude ver algunos de los manuscritos de los sermones de Edwards (incluyendo “Pecadores en las Manos de un Dios Airado”), su catálogo de lecturas y su Biblia intercalada.

Su Biblia intercalada fue hecha evidentemente por él mismo. Despegó una Biblia grande pagina por pagina insertando una hoja de papel blanca entre cada página, cosiendo de nuevo toda la Biblia. Luego trazó una línea en el centro de cada página en blanco haciendo dos columnas para sus notas. Pagina tras pagina, aun en las partes más remotas de la Escritura había extensas notas y reflexiones con su diminuta, casi ilegible letra a mano.

Así que hay una buena razón para creer que Edwards realmente hacia lo que dijo en su resolución # 28: “Resuelvo: Estudiar las escrituras tan continua, constante y frecuentemente como pueda y percibir claramente mi crecimiento en el conocimiento de ellas.”85 Esta fue la aplicación personal de Edwards de 2 Pedro 3:18, “creced en…el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” Él se entregó “asiduamente” al estudio de las mismas palabras de Dios, y no se permitió a si mismo descuidarlas. Esta fue la fuente de su profunda reconsideración bíblica de los grandes temas teológicos.

 

Disciplina Extraordinaria por Causa de la Obra

Los seis pies de Edwards no eran de complexión robusta, y su salud siempre fue precaria. Sin embargo, “en ningún momento de su turbulenta carrera hubo el más mínimo indicio de inestabilidad mental o emocional.”86 Él mantuvo el rigor de su horario de estudio poniendo estricta atención únicamente a la dieta y el ejercicio. Todo era calculado para optimizar su eficiencia y poder en el estudio. Dwight nos dice que “observaba cuidadosamente los efectos de las diferentes clases de comidas y seleccionaba las que se ajustaban mejor a su constitución y le capacitaban más para la labor mental.”87 De modo que se abstenía de cualquier cantidad y clase de comida que le enfermase o le causase somnolencia. Él estableció este patrón cuando tenía 21 años y escribió en su diario, “a través de la moderación en la dieta y de comer solo comida ligera y fácil de digerir, sin duda seré capaz de pensar con más claridad y de ganar tiempo: 1. Prolongando mi vida; 2. Necesitando menos tiempo para la digestión después de comer; 3. Siendo capaz de estudiar más atentamente sin dañar mi salud; 4. Necesitando menos tiempo para dormir; 5. Teniendo menos problemas con dolores de cabeza.”88 De aquí lo siguiente, “Resuelvo: mantener la más estricta templanza en la comida y la bebida.”89

Además de vigilar su dieta para maximizar sus poderes mentales, él también cuidaba de su necesidad de ejercicio. En el invierno cortaba leña para el fuego media hora cada día y en el verano cabalgaba en los campos y caminaba solo en meditación. Pero había más que eficiencia mental en esas caminatas en los bosques.

Un Amante de la Naturaleza y del Dios de la Naturaleza

A pesar de su racionalismo, Edwards poseía una sana dosis de romanticismo y misticismo. En su diario escribió: “Algunas veces, en días claros y gratos, me siento más particularmente inclinado a considerar las glorias del mundo que a dedicarme al estudio serio de la religión.”90 Pero el romanticismo no es el fondo de tales experiencias con la naturaleza. Mark Noll se aproxima más a explicar esto al decir, “Edwards predicaba tanto fieros sermones sobre el fuego del infierno como expresaba una apreciación lirica de la naturaleza porque el Dios que creó el mundo en toda su belleza también era perfecto en santidad.”91 Edwards realmente creía que “los cielos cuentan la gloria de Dios” (Sal. 19:1). Él describió así una de sus experiencias:

Una vez mientras cabalgaba en los bosques por el bien de mi salud en 1737, habiendo descendido de mi caballo en un lugar retirado, como comúnmente ha sido mi costumbre, para caminar en contemplación divina y oración, tuve una visión, que para mi fué extraordinaria, de la gloria del Hijo de Dios, como Mediador entre Dios y el hombre y Su maravillosa, grande, plena, pura y dulce gracia, y amor y humilde y compasiva condescendencia. Esta gracia que parecía tan serena y dulce, también parecía grande por encima de los cielos. La persona de Cristo parecía inefablemente excelente con una excelencia tan grandiosa como para absorber todo pensamiento y concepto—lo cual continuó, hasta donde puedo juzgar, por casi una hora; lo que me mantuvo la mayor parte de este tiempo en un torrente de lágrimas y de estrepitoso llanto.92

Con tales palabras en nuestros oídos no es tan difícil creer las palabras de Elisabeth Dodds cuando dice, “La imagen mítica que se tiene de él es la de un severo teólogo. Pero él era de hecho un amante tierno y un padre cuyos hijos parecían genuinamente apegados a él.”93 No es fácil saber como lucía su vida familiar bajo la clase de riguroso horario de estudio que hemos visto. Sabemos que él creía en llenar cada momento de la vida en plenitud sin desperdiciar nada de ello. Su sexta resolución era simple y poderosa: “Resuelvo: vivir con toda mi fuerza mientras viva.” Y la quinta era similar: “Resuelvo: Nunca perder un momento de tiempo, sino usarlo de la manera más provechosa que me sea posible.”94

Un Hombre de Familia

Tenemos algo de razón para pensar que Edwards consideraba que su familia era digna de esa clase de tiempo no malgastado. Sereno Dwight dice, “Por la tarde, usualmente él se permitía un tiempo de relajación con su familia.”95 Pero en otro lugar Edwards mismo dice (en 1734, cuando tenía treinta y un años de edad), “Juzgo que es mejor, cuando estoy en buen ánimo para la contemplación divina, o inmerso en la lectura de las Escrituras, o algún estudio de temas divinos, no ser interrumpido para ir a cenar, sino renunciar a mi cena, en lugar de ser interrumpido”96 Uno pensaría que Sarah Edwards se resentiría con esto y se desilusionaría con la teología de su esposo. Pero no era así. Su hospitalidad y piedad eran legendarias.97 Creo que sería justo decir que la clave indispensable para criar once hijos creyentes98 en la casa de los Edwards fue la “unión inusual” que Edwards disfrutaba con su esposa, enraizada en una gran teología del gozo. Su biznieto dijo, “la religión de ella no tenía nada de sombrío o prohibitivo en su carácter. Tan inusual como era en medida era también eminentemente una religión de gozo.”99 La historia de Sarah es bien relatada en Marriage to a Difficult Man [Casada con un Hombre Difícil] de Elisabeth Dodds, y presentada en una versión histórico-ficticia por Edna Gerstner en Jonathan and Sarah Edwards: An Uncommon Union, [Jonathan y Sarah Edwards: Una Unión Inusual].100

Un Líder del Gran Avivamiento

Como a los cinco años del ministerio de Edwards como pastor en Northampton se sintieron los estremecimientos de un avivamiento. Estos habrían de continuar intermitentemente por cerca de quince años, con la cima de este Gran Avivamiento llegando a su iglesia a mediados de la década de los 1730s y el inicio de los 1740s. Edwards estuvo en el corazón de este avivamiento, encendiéndolo, defendiéndolo, analizándolo y relatándolo. Él fue conocido por toda Nueva Inglaterra como un líder en este avivamiento y estuvo dispuesto a emprender “recorridos misioneros” para promoverlo. Por ejemplo, el 8 de julio de 1741 predicó “Pecadores en las Manos de un Dios Airado” en Enfield, Connecticut, “el cual fue causa de un inmediato avivamiento de la religión por todo el lugar.”101

Una serie de sermones que predicó en 1742 y 1743 mientras la última cresta del intenso fervor religioso estaba declinando en Northampton fue publicada en 1746 bajo el titulo Tratado Concerniente a los Afectos Religiosos. Este libro es la reflexión madura y sazonada de Edwards, y el más profundo análisis de la diferencia entre la verdadera y la falsa experiencia cristiana que surgió durante el periodo del Gran Avivamiento. De hecho, es probablemente uno de los tratados bíblicos más penetrantes y convincentes jamás escritos sobre la manera en que Dios trabaja para salvar y santificar el corazón humano. Con frecuencia digo a las personas que este es un buen lugar para comenzar en su lectura más amplia de Edwards.

El Fruto Permanente y Mundial de la Vida y Muerte de un Hombre Joven

Lo que le debemos a las inesperadas y no planificadas providencias de la vida es incalculable.102 En 1743, Jonathan Edwards conoció a David Brainerd en New Haven. Brainerd era un joven misionero a los Indios, cuya vida habría pasado a los anales del cielo sin que la tierra supiera nada si no hubiese sido por su fortuito encuentro con Edwards. Se estableció un lazo. En marzo de 1747, Brainerd estaba muriendo de tuberculosis y vino a vivir con la familia Edwards. Jerusha, la hija de Edwards de diecisiete años de edad cuidó de él. Brainerd murió el 9 de octubre de 1747 a la edad de veintinueve años. Para angustia de su padre, Jerusha murió cinco meses más tarde, el 14 de febrero de 1748. Edwards lo lamentó: