Fabricar al hombre nuevo

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Aus der Reihe: Akadémica #3
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Fabricar al hombre nuevo
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COLECCIÓN AKADÉMICA
Política / Economía / Sociología


Diseño de interiores y cubierta: RAG

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra.

Primera edición: febrero de 2021

D.R. © 2021 De la traducción: Silvia Pratt / Édgar Belmont

D.R. © 2021 Universidad Autónoma de Quéretaro

Cerro de las Campanas s/n,

Centro Universitario, CP 76010,

Santiago de Querétaro, México

D. R. ©2021 Edicionesakal México, S. A. de C. V.

Tejamanil Mz 13, Lote 15, Sección 6, Pedregal

de Santo Domingo, Coyoacán, CP 04369, CDMX, México.

Tel. (55) 50 19 04 48

coedicionesmx@akal.com

www.akal.mx

ISBN: 978-607-8683-54-3

Hecho en México

JEAN-PIERRE DURAND
Fabricar al hombre nuevo:
¿trabajar, consumir
y callarse?
Silvia Pratt / Édgar Belmont
Traductores


Agradecimientos

Agradezco a Joyce Sebag, con quien he dirigido algunos trabajos de campo y que me ha acompañado a lo largo de la escritura de esta obra. Agradezco a Francesca Biagi-Chaï, que ha organizado mis intuiciones en lo que respecta a la disociación de la persona por el trabajo y el consumo. Jean-Marie Harribey releyó esta obra y me recomendó lecturas para realizar modificaciones. Gracias también a Arnaud Chabrol, quien realizó las últimas correcciones del manuscri­to. Finalmente, agradezco a mis colegas del Centro Pierre Naville –en especial a Daniel Bachet, Guillaume Tiffon, Gaëtan Flocco, Stephen Bouquin–, con quienes he sostenido numerosos intercambios animados.

Prólogo

Covid 19 mata a 25 obreros

de maquiladoras en Chihuahua

La Jornada[1]

El epígrafe resalta la importancia de discutir la relación entre salud, trabajo y territorio. Lo empleamos para señalar que la crisis sanita­ria expone las lógicas excluyentes que acompañan la instrumentalización de la racionalidad económica de corto plazo y los costos (sociales y am­­bientales) que se crean con la expansión de la lógica del capital, pero también el dominio de un vínculo instrumental con el cuerpo y la vulne­rabilidad de los modos de vida que están «atados» a la relación salarial y de quienes «viven» al margen de la protección del Estado.

Al escrudiñar en la lógica del lean management, Jean-Pierre Durand nos ofrece una lectura más acabada sobre las fuentes del «malestar en el trabajo», y nos advierte del riesgo reduccionista de quedar atrapados en perspectivas que atomizan los síntomas del malestar en las causas psíquicas; lo cual constituye una invitación a pensar de manera articu­lada en los procesos globales, en la reorganización de la producción de los bienes y los servicios y en las situaciones sociales que se construyen dentro y fuera del lugar de trabajo.

Discutir esta dimensión es pertinente en el contexto de la llamada «nueva normalidad» y ante la «urgencia» de reabrir actividades económicas (estratégicas y prioritarias), en las que se incluyó –en México– la industria maquiladora con el propósito de asegurar las cadenas de suministro en las industrias que están inscritas en la dinámica de la mundialización.

La relación instrumental con el trabajo continúa siendo un mecanismo «eficaz» para ejercer control sobre la fuerza de trabajo. Si bien es cierto que existen resistencias, la violencia salarial se expresa en diversas situaciones en las que los(as) trabajadores(as) se ven «forzados(as)» a continuar y a guardar silencio para evitar ser sancionados(as) o despedidos(as). Desde la perspectiva de la gestión de recursos humanos, los imperativos de la competitividad y las exigencias productivas son una fuente de patologías debido a las presiones o las tensiones en las que se encuentran las y los trabajadores, situaciones que pueden traducirse en una pérdida económica derivada, por ejemplo, de la falta de motivación y de un bajo rendimiento en el trabajo. En esta lógica, el imperativo es crear sentido y consentimiento, y «humanizar» a las empresas que continúan ancladas en la búsqueda de la rentabilidad.

La relación salud-trabajo es más compleja, ir más allá de los síntomas será un recordatorio constante de Durand para desentrañar la dinámica del capital, el uso de las herramientas y los dispositivos que acompañan la reorganización de la producción y del trabajo. Señalar los límites de perspectivas que individualizan la experiencia en el trabajo con pruebas psicométricas se apoya en una crítica a la cuantificación de la experiencia social y a una política que descontextualiza y neutraliza el debate sobre relaciones de producción.

La obra de Durand reivindica el pensamiento crítico y ofrece un marco de análisis para repensar la condición de la clase trabajadora; para analizar la recomposición de la empresa y la reorganización de la producción. Atender el llamado a no desperdiciar la oportunidad de debatir sobre las lógicas que enmarcan la reapertura de actividades económicas y a construir opciones a la crisis económica y sanitaria exige profundizar en el debate salud-trabajo desde una perspectiva histórica y situada (Martínez, 2020). La inequidad frente a la vida y la muerte, como señala Fassin et al. (2000) exige ir más allá de la ­condición bioló­gica y considerar, entre otras, las condiciones materiales y sociales en las que se reproduce la vida y las lógicas excluyentes que acompañan la reproducción del capital.

Aquí la importancia de debatir el desplazamiento político e ideológico que opera con la flexibilización del mercado de trabajo y con la individualización de las relaciones laborales, los procesos de desafiliación social y el incremento de las incertidumbres en la clase ­trabajadora (formales o informales). Frente al peligro de neutralizar o de negar la conflictividad –que es inherente a la relación capital-trabajo– la discusión que nos plantea Jean-Pierre Durand es pertinente para reflexionar en las territorialidades que se sujetan a la acumulación por desposesión (Harvey, 2005).

El libro de nuestro autor es producto de la sistematización de su experiencia académica y de investigación que se combina con el acompañamiento y la lectura puntual de la agenda de investigación que ­impera en los estudios actuales respecto al tema del trabajo. En conjunto, su obra despliega un marco analítico sólido sobre la recomposición de la empresa en el contexto de la financiarización de la economía y sobre la producción de bienes y de servicios, pero también sobre aquellos dispositivos y herramientas que se ponen a prueba en el espacio produc­tivo y los juegos sociales que se crean en el curso de la actividad. Comprometido con el análisis de las contradicciones del presente, con la rigurosidad del quehacer académico y con la tradición del pensamiento crítico, Fabricar al hombre nuevo: ¿Trabajar, consumir y callarse? aborda con profundidad las condiciones en las que se trabaja hoy en día y los procesos de subjetivación que se producen con la instrumentalización de las herramientas socio-técnicas creadas con el propósito de mitigar la fragilidad de la producción de bienes y servicios.

Esta obra es continuidad de La Cadena invisible. Flujo tenso y servidumbre voluntaria, donde Durand apuntala el análisis sobre la reestructuración productiva iniciada en la década de 1970 y donde fija una postura clara sobre la pertinencia de abordar la recomposición de los modelos productivos con el propósito de identificar aquellos principios y herramientas que se articulan, más o menos coherentemente, para asegurar la continuidad del juego en la empresa neoliberal. La idea de coherencia, lejos de significar un cambio terso o carente de conflicto, expresa la voluntad de articular las diferentes lógicas y dimensiones que se combinan en la empresa, que presionan a las y los trabajadores y que se ponen en juego en la producción. El carácter heurístico de los modelos productivos, en tanto ideales, es un marco analítico propicio para abordar la incesante racionalización de la producción y del trabajo desde una perspectiva integral y más holista, reconociendo incluso aquellas potencialidades y límites que se institucionalizaron en la sociología del trabajo latinoamericana.

Analizar las lógicas productivas que imperan en la reorganización de la empresa (privada o pública) al estilo de Durand, más que la sistematización de información, es escudriñar (con oficio) en la caja negra que es la empresa para comprender los usos de las innovaciones y herramientas (sociales y tecnológicas) que son empleadas en la producción, pero también los significados que se construyen en el terreno y los márgenes de maniobra de los trabajadores frente a las lógicas de dominación que se constituyen en y por el trabajo.

Abordar los juegos sociales que se crean en el espacio de trabajo ­expresa una disposición a escapar a las trampas de perspectivas mecanicistas ancladas en una racionalidad instrumental. Más allá de la empresa ideal y de los criterios de racionalidad que imperan en la organización del trabajo, es preciso comprender las dinámicas sociales en las que se crean y se reprodu­cen compromisos productivos.

La obra de Durand ofrece una ruta teórica-metodológica que ar­ticula procesos globales, cambios organizacionales (lean production, lean management) y relaciones sociales. A lo largo del libro, el lector identificará aquellos elementos que se combinan con el propósito de asegurar la perennidad de la empresa y de hacer frente a la fragilidad de los compromisos productivos. En esta tesitura, el dominio de la racionalidad de corto plazo y la instrumentalización de las herramientas sociales y técnicas en la reorganización productiva trastocan la dimensión (político) conflictiva que es inherente a la relación laboral; el trabajo por resultados y el gusto por la cuantificación favorecen una postura ideológica que apela a la neutralidad política y que contribuye a fragilizar el colectivo de trabajadores.

 

El análisis sobre la reorganización de la producción y del trabajo adquiere un carácter heurístico si consideramos que el dominio de lógica de corto plazo se despliega en diversas geografías, produciendo arreglos y experiencias convergentes y diferenciadas de las que se producen en otras territorialidades. Si se tiene presente el carácter heurístico del modelo productivo, es posible hacer uso del valor explicativo de las categorías que desarrolla Durand en su trabajo y hacer el esfuerzo por articular, desde una perspectiva histórica, los procesos globales y los arreglos socio-productivos con las situaciones sociales que se crean en la empresa, pero también las conflictividades y los marcos de negociación.

En este terreno, la postura crítica de nuestro autor sobre la mercantilización de los servicios públicos permite comprender la naturaleza política de las exigencias que se crean con la promesa de elevar la calidad de los bienes y servicios, de bajar sus costos y de ofrecer productos (bienes-servicios) adaptados al cliente. El uso de las herramientas socio-técnicas responde entonces no sólo a la fragilidad de los compromisos productivos y a la constante racionalización de la producción y del trabajo, pues su uso se inscribe en una dimensión política y pedagógica, fragilizando las identidades colectivas e individuales.

El dominio de la lógica económica de corto plazo y la generalización de los cambios productivos, experimentados en la empresa privada, los cuales se han extendido también en el sector público, son una expresión del proceso de mundialización económica y de la expansión de la lógica de mercado en actividades que otrora se inscribían en una dimensión ética-cívica. En este tenor, la obra permite pensar no sólo en la mundialización económica como un proceso en el que se expande el capital financiero y en el que se disgrega –geográficamente– la gran empresa (trasnacional), sino como un proceso en el que la racionalización del trabajo contribuye a la normalización de los procesos productivos en diferentes territorios y, por lo tanto, en configuraciones socio-históricas diferenciadas. El impacto de este proceso tiene matices diferenciados por descubrir y analizar desde una perspectiva comparada, por lo que la extensión geográfica de la lógica del capital va más allá de la consigna de hacer atractivo el territorio para la inversión, pues es la instrumentalización de una lógica de corto plazo y el imperativo de producir a bajo costo, dos rasgos de la operación de la empresa trasnacional en diversos territorios de América Latina (bajo lógicas más excluyentes), en lugares incluso donde el metabolismo del capital se expresa en la expansión del trabajo asalariado y en la sujeción de actividades (informales desde la perspectiva del Estado) a los procesos de acumulación (Quijano, 2014; Rosas, tesis en curso).

En el análisis de la recomposición de la empresa y la racionalización del trabajo es necesario considerar las diferentes territorialidades; en el caso de América Latina, la dinámica centro-periferia y la división internacional del trabajo. Los dispositivos que son empleados por la matriz para coordinar, monitorear y controlar, desde el centro, el proceso productivo y la articulación en las «cadenas» de valor, pero también para poner en competencia la fuerza de trabajo en una escala planetaria.

Así, el imperativo de hacer atractivo el territorio para la inversión es una consigna que se extendió en toda América Latina con la construc­ción de arreglos político-productivos acordes con la dinámica del capital financiero; dichos arreglos –flexibilización de los mercados de trabajo– incorporaron los principios de la producción ajustada. En este sentido, es central discutir, como lo hace Durand, sobre las implicaciones de los ajustes productivos para el colectivo de los trabajadores. Además de las condiciones de desempleo y subempleo, la fragmentación de los mercados internos de trabajo y el uso de las herramientas y dispositivos técnicos e ideológicos que acompañan la reorganización de la producción, es pertinente poner atención en el análisis del autor sobre la fragilidad de la acción sindical (acción colectiva) vis à vis de los mecanismos, empleados por la empresa, para producir condiciones de servidumbre voluntaria y, en este aspecto, para crear sentidos en el trabajo y reproducir el juego del capital.

Los aportes de la obra consisten en profundizar sobre el modelo productivo que va acorde con el dominio de la lógica económica de corto plazo y con abordar la configuración de un nuevo sujeto, lo que constituye una aproximación relevante para comprender el vínculo subjetivo con el trabajo y salir de la trampa de centrarse en la dimensión jurídica, cuan­do se habla de formalidad e informalidad en el trabajo. Esta discusión es pertinente para América Latina debido a que la dinámica del capital extractivo se acompaña de un discurso, producido desde el Estado y el poder económico, que identifica la inversión de capital con la creación de empleo y, por lo tanto, con una lógica de control sobre el mercado de trabajo mediada por el dispositivo jurídico.

La producción del hombre nuevo constituye, por lo tanto, una prolongación del análisis emprendido por Durand al incorporar preguntas en torno a las consecuencias de la lógica productiva en la trayectoria y la identidad (individual y colectiva de los trabajadores). Al argumentar sobre la fragilidad de los compromisos productivos (flujo tenso) y la instrumentalización de las herramientas socio-técnicas, con el propósito de evitar la parálisis del aparato productivo, nuestro autor abre múltiples interrogantes sobre la capacidad de los trabajadores para sostenerse y, en ese sentido, sobre la experiencia vivida en el espacio de trabajo.

Esta discusión se inscribe en los procesos de reestructuración productiva que se experimentan en América Latina desde la década de 1990, en particular, en aquellas geografías donde se desarrollaron economías de enclave y se construyeron fuertes identidades alrededor del trabajo y de la acción sindical. La reestructuración productiva, desde este punto de vista, exige una lectura de los cambios ideológicos que acompañan la instrumentalización y extensión de la lógica económica y de la ruptura en la trayectoria e identidades de los trabajadores. El abordaje de las «nuevas» problemáticas exige, sin embargo, una apertura para trabajar en las fronteras disciplinarias y una voluntad de apropiarse, como diría Hugo Zemelman (2017), del presente, evitando entre otros, la rigidez de los conceptos.

La obra que el lector tiene en sus manos permite interrogarnos sobre el proceso de mundialización económica y sobre la sujeción de los territorios a la dinámica del capital, las lógicas excluyentes que se crean con el dominio de una lógica de corto plazo y la producción de subjetividades, de resistencias y de potencialidades al no perder de vista la capacidad crítica de los sujetos. Insistimos en el carácter heurístico del modelo productivo para pensar las territorialidades latinoamericanas no como un proceso de adaptación de la lógica productiva (dominante) a los mercados y los recursos locales, sino como un ejercicio analítico que invite a identificar aquellos arreglos y dispositivos que se combinan en cada territorio para reproducir la dinámica del capital.

Esta obra, con certeza, ofrece un valioso marco analítico para continuar con el debate que se está desarrollando en América Latina sobre los límites de las aproximaciones «clásicas» para abordar la complejidad que se crea en la recomposición del capitalismo extractivo y la reorganización del aparato productivo en el sector privado y el público, particularmen­te,­ con la extensión de la lógica gerencial (new public management). Debates­ que son animados por la relectura de conceptos y representaciones que se construyeron alrededor del trabajo asalariado en la institucionalización de la sociología del trabajo en América Latina.

Además de la diversificación y heterogeneidad de actividades, los estudios del trabajo deben considerar tanto los procesos globales como las geografías y los procesos socio-históricos diferenciados, pero también las convergencias y fronteras analíticas que se construyen en el análisis de la producción de bienes y de servicios. Aquí encontramos dos elementos por resaltar. Primero, que los estudios del trabajo en América Latina están dando un vuelco importante con la transformación del capitalismo industrial en el contexto de la mundialización económica, con la hegemonía de una racionalidad instrumental y con la instrumentalización de políticas que apuntalan la sujeción de los territorios a una dinámica extractiva que mercantiliza la vida y, con ello, la naturaleza. Si bien en diferentes lugares se extiende una racionalidad instrumental y el modelo extractivo, caracterizado por una intensa explotación de la fuerza de trabajo y de los «recursos» naturales, estos procesos encuentran soporte en el desmantelamiento de derechos colectivos y en una hiperindividualización.

En efecto, la intención de controlar la dimensión colectiva (socializadora) del trabajo y, por lo tanto, política converge con la individua­lización de las relaciones laborales y con la excesiva psicologización que impera dentro y fuera de la esfera productiva. La necesidad de poner a discusión las implicaciones políticas que están detrás de la evaluación de los riesgos psicosociales va más allá de reconocer el interés de la empresa por racionalizar la subjetividad y del interés económico por mitigar los síntomas que produce en la persona la lógica productiva que domina hoy en día, pues se trata de ejercer la crítica a la construcción de la categoría –de moda en diversos gabinetes de consultoría y aun en el medio académico– y de comprender las condiciones en las que se trabaja en la actualidad.

La posición de Durand es clara y contundente: la idea de riesgo psicosocial refiere a una probabilidad y se inscribe en una política de individualización y fragmentación de los colectivos; aceptar que el malestar es un producto de las condiciones en las que se organiza la producción y el trabajo, e insistir en la importancia de tener presentes las causas y no sólo los síntomas, implica comprender las tensiones y disonancias que se producen en el espacio productivo. Esta postura es coherente con una postura crítica y con el compromiso de contribuir a los debates que se llevan a cabo en la esfera pública y en la construcción de conocimiento.

El segundo aspecto por resaltar en la obra de Durand es su pers­pectiva holista en el abordaje de las actividades de servicio, pues los equívocos de adjetivar el trabajo emotivo, cognitivo, creativo, etcétera, forman parte de una visión parcial sobre las actividades de servicio; en principio, porque sólo consideran una parte del proceso de produc­ción del servicio, en este caso, el trabajo relacional: la interacción o la relación de servicio. Siendo la parte más visible de la actividad, donde se desarrolla la intervención técnica o la coproducción del servicio, existe una tendencia a obviar las condiciones en las que se desarrolla la actividad.

El análisis de Durand sobre la importancia de poner atención en la actividad de servicio implica no quedar atrapados en el análisis de la relación de servicio para ir más allá de las interpretaciones que se apoyan en perspectivas centradas en el intercambio económico o en el interaccionismo simbólico. Esta advertencia nos ha permitido abordar los procesos de conversión productiva que se observan en las actividades de servicio público, pues la modernización del Estado se inscribe en un proceso de mercantilización de los servicios públicos, observando cambios profundos en la lógica productiva en las instituciones donde el trabajar para y con el otro se pone en tensión con el adelgazamiento de la fuerza de trabajo y la lógica gerencial.

Las disputas por el sentido del trabajo en el sector público atraviesan entonces no sólo por comprender los cambios generacionales y las transformaciones ideológicas que vehiculan una cultura comercial, sino también por analizar las conflictividades que se crean en la redefinición de los contenidos de actividad y, por lo tanto, en comprender que la modernización es en sí un campo de disputa. En este tenor, la aproximación de Durand va más allá de una comprensión del uso de herramientas gerenciales en el sector público al abordar las brechas que se crean entre la cultura gerencial y las condiciones en las que se producen los servicios, brechas que impactan en las identidades profesionales, pero también en la dimensión ética y cívica que otrora estaban integradas, con mayor fuerza, en la orientación de las actividades organizadas por el Estado.

 

La discusión sobre el hombre fallido cobra sentido ante la incapacidad de cumplir los «roles» que le son asignados y el ser convocado a gestionar –por cuenta propia– las disyunciones que se producen alrededor del trabajo, pero también con la creciente incertidumbre que se crea con la pérdida de horizontes y con la fragilidad de los lazos sociales. En este tenor, aquellos trabajos por cuenta propia, desde servicios profesionales hasta trabajos calificados como informales en América Latina y atípicos en los lugares donde el trabajo asalariado es aún central, son una manifestación de la dinámica del capitalismo contemporáneo. Así pues, pensar –desde América Latina– en los aportes de la obra de Durand exige considerar los procesos e historias diferenciadas, pues si bien la empresa transnacional y la política de hacer atractivos los territorios para el capital es una expansión de las lógicas productivas descritas por nuestro autor, debemos tener presentes aquellas demandas sociales que van más allá de la desindustrialización y la pérdida de protecciones sociales, pues existen espacios en que los juegos del capital se entrecruzan con otras dimensiones como son la raza y la relación entre los géneros.

Fabricar al hombre nuevo pone a discusión la modelización de hombres y mujeres que se adaptan a las necesidades cambiantes del trabajo y nos abre interrogantes sobre la integración de las normas que emanan­ del sistema productivo y de la esfera del consumo. El autor analiza con de­talle la conversión desde el lugar del trabajo, donde nuevas cualidades y competencias son requeridas en los(as) trabajadores(as), pero también desde el ámbito del consumo, espacio en el que se observa una extensión de la lógica de capital.

La lectura crítica de la obra de Durand constituye un punto de apoyo para el desarrollo de futuras investigaciones inscritas en la voluntad de abordar las contradicciones contemporáneas y de debatir y comprender, desde la esfera académica y sindical, las lógicas de dominación que se construyen en y por el trabajo, ya que, sin este ejercicio, la tarea de reconstruir nuestros horizontes sería un ejercicio que estaría más lejano. Por ello, los aportes de esta obra van más allá del mundo académico, pues es deseable que su lectura se desarrolle en diferentes ámbitos donde se expresa la necesidad de explicar las contradicciones y las paradojas que se viven (producen y reproducen) día a día.

Édgar Belmont Cortés

Universidad Autónoma de Querétaro