Buch lesen: «Para una crítica del neoliberalismo»

Schriftart:

Para una crítica del neoliberalismo

Foucault y Nacimiento de la biopolítica

Rodrigo Castro y Emmanuel Chamorro (eds.)

Primera edición, marzo de 2021

© de cada texto, sus respectivos autores

© de sus respectivas traducciones: Anxo Garrido, Juan Horacio de Freitas de Sousa, Cristina Catalina Gallego y Silvia Levy Lazcano.

© Editorial Lengua de Trapo

Calle Corredera Baja de San Pablo, 39

28004, Madrid

Colección Fuera de serie

Diseño de colección: Alejandro Cerezo

Directores de colección: Jorge Lago y Manuel Guedán

Diseño de cubierta y maquetación: Alicia Gómez (malisia.net)

www.lenguadetrapo.com

ldt@lenguadetrapo.com

ISBN: 978-84-8381-271-6

Texto publicado bajo licencia Creative Commons. Reconocimiento —no comercial—. Sin obra derivada 2.5. Se permite copiar, distribuir y comunicar públicamente por cualquier medio, siempre que sea de forma literal, citando autoría y fuente y sin fines comerciales.

Para una crítica del neoliberalismo

Foucault y Nacimiento de la biopolítica

Rodrigo Castro y Emmanuel Chamorro (eds.)
















Prólogo. Nacimiento de la biopolítica: Una historia de lo que somos

Rodrigo Castro Orellana y Emmanuel Chamorro

1.

Entre los años 1997 y 2015 se publica en Seuil/Gallimard el ciclo completo de los trece cursos impartidos por Michel Foucault en el Collège de France. Este hito editorial constituye, además, un acontecimiento intelectual de primera magnitud porque determina una nueva época en la historia de la recepción del pensamiento del filósofo de Poitiers. Si la obra conocida de Foucault antes de 1997 fue calificada de fragmentaria, y reducida a los problemas del poder, el saber y la subjetividad; después de la publicación de los cursos hay una evidente ampliación y complejización de estas investigaciones. Irrumpen una serie de conceptos respecto a los cuales todavía existe un enorme territorio que explorar como, por ejemplo, las nociones de gubernamentalidad, aleturgia o parrhesia. Pero también otros términos pierden su centralidad o la polémica dimensión paradigmática que se pretendió otorgarles. Este último es el caso de la cuestión disciplinaria y de la categoría de biopolítica. Sin embargo, el aspecto más decisivo de los cursos es que muestran con mucha claridad una secuencia de investigación que arranca en 1970 y que transita por diversas zonas de problematización, abriendo múltiples vías de exploración y abandonando otras, siguiendo siempre una necesidad interna que es la del devenir de un pensamiento que asume el ensayo como «el cuerpo vivo de la filosofía» (Foucault, 2002: 12).

En este contexto general deben situarse las doce clases que Foucault dicta entre el 10 de enero y el 4 de abril de 1979, reunidas bajo el título Nacimiento de la biopolítica y publicadas en 2004. Tales clases se inscriben dentro de un régimen de enseñanza singular, característico de las cátedras del Collège, cuyo objetivo es ofrecer públicamente los estados de avance y resultados provisionales de una indagación en curso. Desde este punto de vista, podría afirmarse que Nacimiento de la biopolítica, al igual que todos los cursos, posee una cierta precariedad que obedece a los desplazamientos que implica una investigación en acto. De ahí que exista un desajuste entre los títulos de los cursos —que Foucault debía informar antes del inicio de los mismos— y su efectivo desarrollo temático. Algunas veces él mismo subraya esta discordancia como, por ejemplo, en Seguridad, territorio, población cuando afirma que el curso debería haberse titulado: «Historia de la gubernamentalidad» (Foucault, 2008: 115). En otras oportunidades, como ocurre con Nacimiento de la biopolítica, esta discrepancia resulta particularmente evidente. De hecho, en el resumen del curso del año 1979 —que se publica cuando este ya ha concluido—, el autor francés señala: «El curso de este año se dedicó finalmente, en su totalidad, a lo que solo debía ser su introducción» (Foucault, 2012: 311). Una lectura no atenta podría suponer, entonces, que el curso se despliega como una extensa introducción a lo que anuncia su propio título: el nacimiento de la biopolítica. Pero en realidad no es así porque el análisis del problema biopolítico desaparece en los cursos de los años siguientes. Las lecciones de 1980, publicadas con el título Del gobierno de los vivos, por ejemplo, se orientan más bien al problema del gobierno pastoral de las almas a través del examen de conciencia y la confesión. De tal modo que podemos preguntarnos de qué es introducción el curso Nacimiento de la biopolítica, teniendo presente que la categoría de biopolítica pierde consistencia a lo largo de su camino y que en último término el problema principal parece ser el de la gubernamentalidad.

Si atendemos al recorrido iniciado por Foucault en Seguridad, territorio, población advertimos que Nacimiento de la biopolítica desarrolla un nuevo episodio de esa historia de la gubernamentalidad que se había esbozado en el curso de 1978, y lo hace introduciendo el estudio del liberalismo. Dicho análisis muestra de inmediato su singularidad, ya que este no es entendido como una teoría, una ideología o una forma de «representación de la sociedad». Por el contrario, el liberalismo será estudiado en el curso de 1979 como una práctica, una forma de actuar, un método de racionalización del ejercicio del gobierno que implica una reflexión crítica interna y externa al régimen gubernamental estatal. Esto quiere decir que no estamos ante una ensoñación crítica que huye de cualquier instancia de conducción de los seres humanos, sino frente a una sofisticada modalidad de gobierno que ha sufrido diversos desplazamientos y configuraciones desde el s. xviii hasta el presente. Foucault recorre dicha historia en Nacimiento de la biopolítica, llegando a interesarse en el desarrollo de una gubernamentalidad neoliberal en los contextos alemán, francés y norteamericano. Así, de un modo sorprendente, abandona la habitual periodización de sus investigaciones (renacimiento, época clásica, modernidad) para abordar directamente un fenómeno que comenzaba a emerger en la década del setenta del siglo xx.

Sin lugar a dudas, esta aproximación a la gubernamentalidad neoliberal explica que Nacimiento de la biopolítica sea hasta la fecha el curso de Foucault que más impacto ha tenido en el debate intelectual contemporáneo. El singular destino de que su publicación se produzca a principios de este siglo, ha permitido que el primer gran acercamiento crítico al neoliberalismo coincida, por un lado con la época en que el mismo ha desplegado por completo su hegemonía a nivel mundial y, por otro, con el momento en que se ha enfrentado a su mayor crisis. En tal sentido, Nacimiento de la biopolítica es la obra de Foucault más actual y con mayor potencia para interpelar nuestro presente. Así lo acreditan, además, los numerosos trabajos que, partiendo de perspectivas diferentes, han desarrollado en los últimos años autores como Wendy Brown, Pierre Dardot, Christian Laval, Nikolas Rose, Jamie Peck o Maurizio Lazzarato.

Además, la originalidad del acercamiento foucaultiano —que, como se hace explícito en el curso, pretende huir de los lugares comunes de la crítica— permite su articulación en el presente con toda una serie de enfoques que han tratado de dar cuenta del despliegue del neoliberalismo desde otras coordenadas. En este sentido, ha resultado especialmente fructífero, a pesar de determinadas incomprensiones, el encuentro entre el análisis marxista del neoliberalismo como un instrumento de restauración del poder de clase que encontramos, por ejemplo, en la obra de David Harvey (2005: 38) y la aproximación foucaultiana que atiende no tanto a la dimensión económica sino subjetiva, es decir, al modo en que se desarrollan ciertos mecanismos que hacen posible la aceptación y extensión de un modo de vida que se ha mostrado a todas luces insostenible. Las diversas crisis que atraviesan el presente, como la misma pandemia del Covid-19, que parece anticipar los efectos de un colapso climático y social aparentemente inminente, son una constatación radical de esta situación límite que enfrenta nuestra civilización.

2.

Este libro pretende ofrecer diferentes acercamientos al curso Nacimiento de la biopolítica transcurridos dieciséis años de su publicación original y trece desde su traducción al español. Lo hace a través de más de una decena de estudios realizados por especialistas de reconocido prestigio que inciden en diferentes aspectos de las lecciones de 1979, estableciendo sus conexiones con la obra foucaultiana y evaluando algunas de las principales recepciones o lecturas que se han hecho de Nacimiento de la biopolítica dentro del pensamiento contemporáneo. Entre todos estos análisis destaca como una preocupación transversal la pregunta por el neoliberalismo. Quizás la interrogante más decisiva de nuestro tiempo, cuando advertimos de un modo cotidiano y descarnado los efectos catastróficos de esta forma de gubernamentalidad.

Desde una metodología transdisciplinaria, que incorpora los aportes de la filosofía política, la sociología y la historia, el libro tiene por objetivo dar cabida a posicionamientos diferentes, sin intentar consolidar una única línea de interpretación del curso de 1979. Por esta razón, el lector de Para una crítica del neoliberalismo encontrará en este texto un amplio abanico de perspectivas que abordan distintas problematizaciones, usos, actualizaciones, límites y posibilidades contenidas en Nacimiento de la biopolítica. No se persigue desplegar un panegírico foucaultiano, pero tampoco se apuesta por una condena altisonante. Se trata, por el contrario, de volver más de cuarenta años después sobre el curso para continuar el trabajo desarrollado en sus doce lecciones cuestionándolo, buscando sus puntos de inestabilidad y sus potencias, afinando sus herramientas en atención a todo aquello que hoy somos. Nuestro libro quiere, por tanto, funcionar como un artefacto que trascienda el interés exclusivo por el pensamiento de Michel Foucault, para convertirse en un instrumento de intervención sobre el presente.

Queremos expresar nuestro agradecimiento a las personas que han hecho posible esta obra. Especialmente a José Luis Villacañas y al grupo de investigación Historia y Ontología del Presente de la Universidad Complutense de Madrid. Este libro ha contado con el respaldo del Proyecto de Investigación Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispánico (V): Populismo versus Republicanismo. El reto político de la segunda globalización (Referencia FFI2016-75978-R).

Bibliografía

Foucault, Michel (2002): Historia de la sexualidad. Vol. 2. El uso de los placeres. Madrid: Siglo XXI.

— (2008): Seguridad, territorio, población: Curso del Collège de France (1977-1978). Madrid: Akal.

— (2012): Nacimiento de la biopolítica: Curso del Collège de France (1978-1979). Madrid: Akal.

Harvey, David (2007): Breve historia del neoliberalismo. Madrid: Akal.

El final de la política: la influencia de Foucault y Duchamp en los escritos de Lazzarato contra el neoliberalismo

Antonio Rivera

1. El ocaso del homo politicus y el triunfo del homo economicus neoliberal: observaciones preliminares a partir de Wendy Brown

El curso impartido en el Collège de France entre enero y abril de 1979, el Nacimiento de la biopolítica, ha tenido una gran influencia en algunos de los más relevantes críticos actuales del neoliberalismo. Autores como Wendy Brown, Christian Laval y Pierre Dardot (2013) o Maurizio Lazzarato coinciden en que, para Foucault, el neoliberalismo es una racionalidad que, al extender el modelo económico del mercado sobre todas las esferas, produce una nueva subjetividad. Pensar el neoliberalismo desde Foucault significa entonces pensar la producción de la subjetividad neoliberal. Ello nos permite descubrir que el neoliberalismo aspira a que el ser humano se convierta en su integridad en homo economicus. Wendy Brown (2016: 39), con la claridad que caracteriza a sus escritos, escribe a este respecto que el neoliberalismo es una especie de totalitarismo económico que mina los principios políticos y que acaba imponiendo un nuevo homo economicus, muy distinto del que pensaron Smith o Bentham porque ya no es ni un comerciante ni un empresario convencional. Este triunfo supone asimismo el ocaso del homo politicus, del ciudadano, tal como ha sido concebido por la política más genuina, la republicana. Por tanto, el triunfo del neoliberalismo es al mismo tiempo el final de la política.

En su seminal curso del 78-79, Foucault describe a ese homo economicus producido por el neoliberalismo como un empresario de sí mismo y un capital humano. Hoy podríamos decir que es el capital financiero el modelo para pensar esta nueva subjetividad. El sujeto neoliberal invierte en sí mismo para atraerse inversiones y aumentar su valor dentro de ese mercado universal en el que se han convertido todas las esferas humanas. Esto da lugar a que la esfera de la política, pero también la familiar, la educativa, la laboral, la judicial, la religiosa, la artística, etc., se expresen en términos económicos. Podríamos decir que el Estado se privatiza porque se pone al servicio de la economía, sancionando las desigualdades inherentes al mercado basado en la competitividad (Brown, 2016: 50-51). Con tales presupuestos resulta imposible una educación humanista que no esté mercantilizada o sometida a valores cuantificables, monetarios. En el fondo todo ello desemboca en una crisis de lo público y, desde luego, del Estado del bienestar. A partir de ahora el sujeto neoliberal ha de procurarse de modo individual lo que antes se obtenía a través de la comunidad política en la forma de gastos sociales (Brown, 2016: 52).

El neoliberalismo eleva la competencia a valor supremo del mercado. Esto significa que, al establecerse dentro del mercado una relación de competencia entre los múltiples capitales humanos, se impone un modelo de relaciones humanas basado en la desigualdad. La competencia nos lleva a pensar en un modelo agonístico, dentro del cual unos vencen y otros pierden (Brown, 2016: 47). No tiene sentido en este contexto pensar el mercado como lo hicieron los liberales clásicos, esto es, a partir del concepto de intercambio, el cual implica relaciones de igualdad entre las partes que interactúan en el ámbito económico.

Wendy Brown subraya la deuda contraída con Foucault por los análisis centrados en la formación de la subjetividad neoliberal. El filósofo francés ha explicado muy bien cómo se reprograma el nuevo liberalismo tras romper con el liberalismo clásico del laissez-faire. No obstante, Brown (2016: 90-92) también ha prestado importancia a los cambios que ha sufrido el neoliberalismo desde aquel curso sobre el Nacimiento de la biopolítica, que se iniciaba cuando todavía no habían accedido al poder ni Thatcher (1979-1990) ni Reagan (1981-1989). Entre estos cambios, cabe citar la importancia creciente del capital financiero y de las deudas soberana y privada, la defensa de políticas económicas de mayor austeridad y la exigencia de mayores sacrificios al ciudadano, la relevancia adquirida por la financiación del Estado, el triunfo del modelo de la gobernanza en la administración, la extensión del principio de responsabilidad individual a todos los niveles, la importancia creciente de la seguridad en el contexto de la sociedad de control, o la centralidad de las instituciones transnacionales y globales.

Wendy Brown (2016: 95-100) tampoco olvida reseñar algunas de las deficiencias del enfoque foucaultiano. En primer lugar, opina que Foucault, por su antimarxismo, muestra cierta indiferencia hacia los análisis del capital. En segundo lugar, sostiene que el filósofo ignora el papel central del homo politicus en la modernidad, y por ello su pensamiento no permite repensar la democracia. En su análisis de la ciudadanía moderna, Foucault solo incluye al sujeto jurídico y al sujeto económico, olvidándose del político, esto es, del verdadero actor de las revoluciones modernas y de la lucha por la democracia. Por último, piensa que Foucault se equivoca cuando dice que la economía no puede ser la ciencia del gobierno. La gobernanza demuestra que sí es posible.

El pueblo sin atributos de Wendy Brown nos parece una de las mejores aproximaciones al neoliberalismo desde una perspectiva foucaultiana. Además, la autora explica con gran convicción que allí donde triunfa el neoliberalismo ya no es posible la política. No obstante, este capítulo no está dedicado al pensamiento de la profesora de Berkeley. En las páginas siguientes nos centraremos en los escritos de Lazzarato sobre el neoliberalismo. Aun partiendo de cursos y conceptos foucaultianos, sobre todo del concepto de gubernamentalidad, Lazzarato los va, en algunos casos, a criticar y, en otros muchos, a completar con la ayuda de la filosofía de Deleuze y Guattari. Como los demás autores citados al principio de este capítulo, el autor de La fábrica del hombre endeudado es consciente de que el éxito del neoliberalismo supone el final de la verdadera acción política. Quizá lo más novedoso y radical del pensamiento de Lazzarato no se encuentre en los análisis que surgen a partir de la lectura del Nacimiento de la política, sino en la búsqueda de una salida a la gubernamentalidad neoliberal con la ayuda del arte y del pensamiento estético. Por eso, en este capítulo Duchamp adquiere tanta importancia como Foucault para explicar el ejercicio crítico de Lazzarato contra el neoliberalismo.

2. La crítica de Lazzarato a Foucault: los límites del ordoliberalismo para pensar el neoliberalismo

Lazzarato parte de las principales investigaciones que Foucault ha realizado sobre la gubernamentalidad liberal, esto es, sobre el control y gobierno de las poblaciones y los individuos. Estas investigaciones las encontramos sobre todo en los cursos Seguridad, territorio, población y Nacimiento de la biopolítica. Sin embargo, en lugar de poner todo el centro de la crítica de la subjetividad neoliberal en el empresario de sí mismo, lo ha hecho en el hombre endeudado. Para Lazzarato, el problema del curso sobre el Nacimiento de la biopolítica radica en dos cuestiones: «omite tomar en consideración las funciones de las finanzas, la deuda y la moneda» (2013: 104); y piensa erróneamente que existió «un liberalismo y técnicas liberales de gobierno en oposición o como alternativa a la estrategia del Estado» (2015a: 93).

Sí acierta Foucault, a juicio del autor de La fábrica del hombre endeudado, cuando describe las técnicas neoliberales para transformar al trabajador en capital humano, lo cual exige que este hombre se ocupe de su propia formación, acumulación y valorización como capital. Ahora bien, Foucault olvida añadir —y este sería el núcleo de la primera crítica— que todo ello tiene lugar dentro del marco de la economía de la deuda, como, sin embargo, sí dice claramente Deleuze (1990) en su «Post-scriptum sobre las sociedades de control»: el hombre ya no está encerrado, como en las sociedades disciplinarias, sino endeudado. No obstante, vuelvo a insistir que Lazzarato (2013: 123) asume la pertinencia del concepto foucaultiano de gubernamentalidad, pues considera que es más operativo que el gramsciano de hegemonía para explicar la economía de la deuda. A diferencia del concepto gramsciano, la gubernamentalidad sí permite comprender que las distintas relaciones de poder que imperan en el neoliberalismo, en el seno de empresas, partidos, administración de servicios, medios de comunicación, universidades, etc., son heterogéneas y responden a lógicas diferentes. Pero, según Lazzarato (2013: 123-125), ello no debe impedir apreciar la complementariedad de estas relaciones que responden al mismo enemigo y suponen una nueva expresión de la lucha de clases.

Para este autor, los déficits del análisis focaultiano del neoliberalismo son debidos en parte a que se contenta con el punto de vista de la economía social de mercado que proponen los ordoliberales; es decir, a que el filósofo francés se limita a tomar como referencia la versión industrial del neoliberalismo de posguerra. Sin embargo —anota Lazzarato (2013: 106)— a partir de los setenta ya se impone la lógica de la empresa financiarizada. El tránsito del ordoliberalismo al neoliberalismo implica ante todo el paso de la hegemonía del capital industrial a la del capital financiero (2015a: 109).

Los ordoliberales, que se encuentran vinculados al origen del Estado del bienestar, pretendían, comenta Lazzarato (2013: 107), desproletarizar la población mediante la concesión de ayudas para acceder a la propiedad y al accionariado de las empresas. Se trataba entonces de transformar al proletario en asalariado capitalista. La consigna era «todos propietarios, todos empresarios». Sin embargo, el neoliberalismo evoluciona en un sentido contrario, pues termina imponiendo una economía basada en la deuda y produciendo un sujeto que padece más que nunca la precariedad económica y existencial. Asistimos así al nacimiento de un nuevo y paradójico proletario, dado que se presenta como su propio patrón, que debe hacerse cargo de los riesgos que ni las empresas ni el Estado quieren asumir (2013: 108).

Foucault sí vio bien, añade Lazzarato (2013: 145), que el capitalismo neoliberal precisaba salvar la heterogeneidad que existía entre el homo juridicus y el homo economicus, entre el sujeto de los derechos y el de los intereses. Mientras el primero se integraba, como dicen las clásicas teorías contractuales, en la comunidad política a través de la renuncia de sus derechos naturales en favor del representante político, el segundo se integraba en un mercado donde cada individuo debía hacer valer sus intereses egoístas. Foucault sostenía que la heterogeneidad de estos dos procesos, el jurídico y el económico, pudo ser eliminada con la invención de lo social, esto es, con la introducción de los derechos sociales. Fue precisamente el Estado del bienestar quien se encargó de llevar a su máximo desarrollo estos derechos que son propios de la sociedad civil.

La deuda contraída por dicho Estado benefactor tras universalizar los derechos sociales es, según el Foucault analizado por Lazzarato, una técnica de control pastoral. Se trata de una técnica adecuada para conducir a los hombres colectiva e individualmente a lo largo de toda su vida y en cada momento de su existencia. Las políticas reformistas de redistribución de los ingresos y de acceso a los servicios y derechos sociales sirven de este modo para controlar la vida de los sujetos. Sin embargo, Lazzarato (2013: 147) sostiene que, desde la década de los noventa, ha quedado obsoleto este análisis del Nacimiento de la biopolítica, ya que hoy no es lo social lo que permite superar la heterogeneidad de aquellos dos procesos. En la actualidad triunfan políticas neoliberales de austeridad que restringen todos los derechos sociales y reducen al mínimo los servicios públicos administrados por el Welfare State. Lo social ha entrado en crisis como consecuencia de la producción del homo debitor.

En relación con su segunda crítica a Foucault, Lazzarato sigue a Deleuze y Guattari cuando afirma que el capitalismo jamás ha sido estrictamente liberal, que siempre ha sido capitalismo de Estado, pues la producción y el mercado necesitan en todo momento de la soberanía. Está claro que, si esto es así, si el Estado es «la otra e indispensable cara de la economía», ya no resulta posible afirmar la autonomía del Estado y de lo político (2015a: 135). En realidad, los liberales, en lugar de «representar la libertad de la sociedad y del mercado contra el Estado», lo que hicieron fue construir el Estado soberano que más convenía al capital (2015a: 95). Hoy, el neoliberalismo no hace más que culminar este proceso al perfeccionar la imbricación de soberanía y gubernamentalidad.

Lazzarato (2015a: 95) agrega que la crisis iniciada en 2007 invalida la tesis principal de los dos cursos citados de Foucault: la de que el liberalismo critica «la irracionalidad propia del exceso de gobierno» y aspira a «gobernar lo menos posible». Para Lazzarato (2013: 125), el análisis foucaultiano incurre en cierta ingenuidad cuando convierte la libertad de la propiedad privada y de los propietarios en condición del liberalismo y del gobierno mínimo1. El liberalismo de nuestros días muestra que, en lugar de limitar la soberanía estatal, prefiere multiplicar y centralizar las técnicas autoritarias de gobierno, rivalizando en ello con las políticas de los Estados totalitarios o planificadores (2015a: 96). Pero todo esto no es una novedad. Siempre ha sucedido así desde el nacimiento del liberalismo: «crisis, restricción de la democracia y las libertades liberales e instalación de regímenes más o menos autoritarios, según la intensidad de la lucha de clases que haya que librar para mantener los privilegios de la propiedad privada». Lazzarato (2013: 125) sostiene a este respecto que, cuando «la libertad de la propiedad privada y de los propietarios» está amenazada por una crisis, una revolución o por cualquier otra causa, resulta inevitable que se suprima o deje de ser efectivo el régimen parlamentario liberal y que se acuda a fórmulas mucho más autoritarias.

Este pensador también rechaza la tesis de que existen dos modelos radicalmente distintos de liberalismo. A su juicio, no es cierto que el liberalismo del pasado defendiera un Estado mínimo, mientras que solo el actual se atreve a imponer un Estado máximo. Lazzarato (2015a: 97-98) afirma que, desde su gestación, el Estado capitalista se ha puesto al servicio de la potencia económica. Reconoce, no obstante, la heterogeneidad entre Estado y capital. Pues el primero, el Estado, necesita de un territorio limitado por fronteras y se funda en los derechos de la ciudadanía y en el ejercicio de la soberanía; mientras que el segundo, el capital, genera un proceso permanente de desterritorialización que ha de llevar a un mercado mundial incompatible con una genuina comunidad o nación, y se funda en los intereses de los empresarios que explotan a los asalariados. Desde el enfoque deleuziano de Lazzarato (2015a: 98), la gubernamentalidad consistió primero en conciliar estas heterogeneidades, y después en subordinar los principios estatales a los económicos.

En su crítica al neoliberalismo, Lazzarato (2015a: 99) acude incluso a los análisis de Carl Schmitt. El jurista alemán es uno de los primeros en darse cuenta de que el Estado social suponía el fin del Estado soberano surgido después de la Paz de Westfalia. Dicho Estado social carecía de autonomía política porque estaba dirigido por las fuerzas sociales y económicas del capitalismo, y, por tanto, en lugar de representar el político interés general, estaba atravesado por los intereses económicos y sociales inherentes a la lucha de clases. Los neoliberales no rompen radicalmente con este significado del Welfare State, pues, en vez de oponerse al Estado para defender la libertad de la sociedad, intentan transformarlo para ponerlo al servicio del nuevo capitalismo financiero. Según Lazzarato (2015a: 128), el objetivo del neoliberalismo no es así el deseado por Hayek, «la desaparición de la moneda soberana para sustituirla por una multiplicidad competitiva de monedas privadas», sino que el Estado se ponga al servicio de la gubernamentalidad del mercado.

Foucault, en el Nacimiento de la biopolítica, ha descrito esta nueva etapa del capitalismo de Estado mediante el análisis de la relación que mantienen los ordoliberales con el Estado alemán refundado tras la II Guerra Mundial (Lazzarato, 2015a: 100). Para los ordoliberales, se trataba de levantar un nuevo Estado a partir del espacio no-estatal de la economía. De ahí que la tarea de la nueva gubernamentalidad consistiera en insertar el Estado dentro del funcionamiento del mercado. Esto implica convertir la economía en la verdadera creadora del derecho público; o en otras palabras, que la economía genere, dirija y legitime la política. Foucault advierte que, en este caso, la soberanía política ya no se deriva del pueblo, sino del capital y de su desarrollo. Ahora bien, Lazzarato (2015a: 101) advierte que la construcción del Estado social como Estado económico no significaba de ningún modo que la nueva gubernamentalidad debiera conducir a un «gobernar lo menos posible».

El tránsito del ordoliberalismo al neoliberalismo supone, según Lazzarato (2015a: 103), un mayor debilitamiento de la autonomía de la soberanía política por la primacía creciente de la economía. Surge así un Estado económico, o guiado por principios económicos, que no es un Estado mínimo. Todo lo contrario: el nuevo poder estatal interviene activamente para liberarse del «influjo de los asalariados, los desocupados, las mujeres y los pobres sobre los gastos sociales». En realidad, el Estado neoliberal es cada vez más autoritario porque disminuye la participación o influencia de los gobernados en la elaboración de las leyes y en el diseño de las políticas nacionales. El Parlamento tiende así a transformarse en una cámara que se limita a ratificar las decisiones dictadas por «las instituciones del capitalismo mundial» (2015a: 103).

La competencia es otra de las cuestiones planteadas por el ordoliberalismo de la época del Estado social que el neoliberalismo va a desplegar completamente. Señalaban los ordoliberales que el mercado ya no estaba regido por el intercambio sino por la competencia, y que, para producirla, incitarla y protegerla, resultaba imprescindible la intervención del Estado. Aparecía así un nuevo capitalismo de Estado que intervenía en la economía de manera tan masiva como ya lo hizo el Estado keynesiano (2015a: 106). Ciertamente, el paso del ordoliberalismo al neoliberalismo supone una economización de la totalidad del campo social y estatal, pero, en opinión de Lazzarato (2015a: 109), el neoliberalismo no hace más que profundizar en la política de la vida (Vitalpolitik) que ya estaba apuntada por el ordoliberalismo.