Buch lesen: «La otra economía que NO nos quieren contar»
akal / a fondo
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Pascual Serrano
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© Eduardo Garzón, 2021
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ISBN: 978-84-460-5130-5
Eduardo Garzón Espinosa
La otra economía que no nos quieren contar
Teoría Monetaria Moderna para principiantes
La Teoría Monetaria Moderna es un enfoque económico de reciente surgimiento y todavía poco conocido, pero que está de moda en el ámbito académico y político, y que sin duda ganará mucha más importancia en el futuro por lo rompedor y polémico que resulta. De hecho, hay muchos economistas que creen que se convertirá en el nuevo paradigma económico de la siguiente generación.
Caricaturizada por unos y exagerada por otros, el presente libro pretende explicar con rigor, pero también con mucha claridad y sencillez, cuáles son sus propuestas, que permitirán abandonar muchos de los mitos que la teoría económica convencional instaló en nuestras mentes hace tiempo: «la austeridad es necesaria para que las cuentas públicas se saneen», «el Estado tiene que recaudar impuestos para poder realizar sus gastos», «el envejecimiento de la población pone en riesgo nuestras pensiones públicas»…
Una respuesta sólida y solvente a la pregunta ¿de dónde obtenemos el dinero para pagar las políticas que necesitamos?, que permite proyectar y defender la aplicación de políticas transformadoras sin ningún tipo de complejo ni de inseguridades. Sin duda una teoría polémica. Pero, para opinar y debatir, lo primero es estar bien informado.
Eduardo Garzón Espinosa, licenciado en Economía y licenciado en Administración y Dirección de Empresas por la Universidad de Málaga, y Máster en Economía Internacional y Desarrollo por la Universidad Complutense de Madrid, es profesor ayudante en el Departamento de Economía y Hacienda Pública de la Universidad Autónoma de Madrid desde septiembre de 2018. Ha sido asesor en el Área de Gobierno de Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Madrid desde enero de 2016 hasta diciembre de 2017. Colaborador regular en los programas laSexta Noche y Más vale tarde de laSexta, Las Mañanas de Cuatro de Cuatro, El programa de Ana Rosa de Telecinco y La Mañana de TVE como experto en materia económica, en Akal ha publicado, con Carlos Sánchez Mato, 919 días. ¡Sí se podía! Cómo el Ayuntamiento de Madrid puso la economía al servicio de la gente.
Presentación
Imaginad que un Estado que gasta poco estuviera impidiendo que avanzara la economía del país, cuando lo que debe hacer es lo contrario: regar de dinero la economía para mejorar el poder adquisitivo de las familias, la demanda, la producción y, por tanto, el trabajo.
Imaginad que el déficit público –gastar más de lo que se ingresa– no es el problema, porque no supone que el Estado haya pedido prestado a la gente el dinero que gasta, sino que, al contrario, con ese gasto inyecta dinero en la sociedad; la única vía, además, para que los ciudadanos tengan dinero.
Imaginad que una solución para que haya más dinero en el bolsillo de las familias para comprar y de las empresas para invertir no es que hubiera menos impuestos, sino que el Estado hiciera más moneda y la gastase. Y que eso no produjese el espantajo de la inflación con la que tanto nos asustan; porque con más dinero circulando gastaríamos más, se debería producir más y dar más servicios, las empresas serían más rentables y se crearían más puestos de trabajo.
Imaginad que no es verdad que, para poder gastar, el Estado deba recaudar primero dinero con impuestos.
Imaginad que no es verdad que los sueldos de los empleados públicos procedan de los impuestos que han pagado los trabajadores de los sectores privados, sino, al contrario, que el dinero de la economía privada procede del que ha inyectado previamente el Estado.
Imaginad que un poco de inflación no es mala, ya que en realidad sólo es negativa para los que pretenden vivir de las rentas, es decir, los inversores financieros –que verán que su dinero vale menos–, pero no para los deudores, los trabajadores y los empresarios que producen.
Imaginad que es mentira que la producción masiva de dinero produjese hiperinflación, porque la historia muestra que eso sólo sucede en un momento de tragedia del país, no por la decisión económica de un Gobierno.
Imaginad que el Estado, como puede seguir produciendo dinero a través de su Banco Central, no tiene ningún obstáculo para contratar por un ingreso mínimo hasta al último ciudadano en labores medioambientales sostenibles.
Todo esto, y mucho más, es lo que nos cuenta Eduardo Garzón en este nuevo libro de la colección A Fondo, La otra economía que no nos quieren contar. Teoría Monetaria Moderna para principiantes.
Veamos algunas de las ideas.
El dinero en moneda nacional que hay en un país soberano procede del que ha creado el Estado a través del Banco Central. Por tanto, es absurdo que la Administración pública tenga que pedir prestado dinero a nadie, particular o banco privado, y pagarle intereses; si todo ese dinero antes lo creó un Banco Central público, lo puede seguir creando.
El orden no es que primero el Estado recaude dinero con impuestos y luego se pueda gastar en servicios públicos, el orden es justo el contrario: primero el Estado crea ese dinero y luego lo gasta, y así llega a la sociedad y está a disposición de la gente. Según Garzón y la Teoría Monetaria Moderna, «los impuestos no sirven para financiar gastos públicos, porque el Estado emisor puede simplemente crear el dinero para gastar. De hecho, este Estado no podría recaudar impuestos si no hubiera creado el dinero antes, porque no habría nada que recaudar». Imaginad los países colonizadores europeos en el siglo xix en África. Obligaban a aquellas tribus a pagar impuestos en la moneda de Europa y para ello los africanos se veían forzados a trabajar. ¿Qué es lo que querían los explotadores europeos? Evidentemente no era la moneda que ellos habían fabricado, no tenían ninguna intención de financiarse con unos papeles que podían conseguir ellos imprimiendo, lo que les interesaba era el trabajo de toda esa población.
La inflación o la subida del precio de un producto no tienen por qué depender de que el Estado emita mucha moneda, sino de si esa sociedad es capaz de fabricar suficiente cantidad de ese producto (desde patatas hasta viviendas u ordenadores) para la demanda y de que esos productores no suban el precio. De hecho, en muchas ocasiones hay un alto déficit público sin que afecte a la inflación. No es verdad que el Estado que gaste mucho tenga que provocar obligatoriamente inflación, como siempre nos cuentan.
En cuanto al déficit público, si no existe porque el Estado ahorra más de lo que gasta –es decir, hay superávit público, que es lo que gusta a los neoliberales–, estará reteniendo dinero de la economía privada. En cambio, si aumenta ese déficit público estará inyectando dinero en la economía. De hecho, cuando un Gobierno despilfarra dinero en un proyecto absurdo, no lo está tirando a la basura, el dinero circulante es como la energía de Lavoisier, no se crea ni se destruye, sólo cambia de manos. Y si se gasta en algo estúpido es que alguien se lo está llevando crudo, no que se esté tirando. De modo que, para la Teoría Monetaria Moderna, «lejos de entender el déficit público como algo que hay que evitar, entiende que es necesario y habitual para que familias y empresas tengan dinero y ahorren». Evidentemente hay que gastar en productos y servicios necesarios para los ciudadanos.
Otro mito que tumba Garzón es que, si el Estado es el emisor de su dinero, no necesita pedir dinero prestado porque lo puede emitir; de hecho, si no lo ha creado antes, no lo podría pedir prestado porque no existiría. De esta forma, no tiene por qué destinar dinero a pagar ningún interés por pedir préstamos, y la deuda pública no será otra cosa que dinero que el Estado ha creado y ha inyectado a la economía a través de los déficits públicos.
Lo curioso es que, cuando ese dilema se les plantea a los poderosos, ellos sí lo tienen muy claro. Lo dijo en una entrevista Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos (su Banco Central): «Estados Unidos puede pagar cualquier deuda que tenga porque nosotros siempre podemos crear dinero para hacerlo, por lo que hay cero posibilidades de quiebra».
Es decir, a la vista de la Teoría Monetaria Moderna, y de los argumentos y explicaciones de Eduardo Garzón, nada es como nos lo estaban contando.
Los que no podemos crear dinero somos los países de la Unión Europea; en términos de creación de moneda, España no es un Estado soberano, nuestra moneda no la creamos nosotros, la crea el Banco Central Europeo. Por eso Grecia estuvo a punto de entrar en quiebra en 2012, porque no podía crear su moneda.
Sin embargo, Garzón nos recuerda que sí hay alguien que puede crear moneda que no es el Estado: los bancos, gracias al permiso y la regulación de los Estados. La mayoría de los bancos no te dan billetes cuando pides un préstamo, ni tienen el dinero ahorrado en tu cuenta en billetes en su caja fuerte. De hecho, el premio nobel James Tobin lo llamó en 1963 «dinero de estilógrafo», haciendo referencia a que ese dinero era sencillamente el que el banco escribiese –en la actualidad, teclease–. Para que nos hagamos una idea, cuenta nuestro autor que el dinero bancario supera el 90% de todo el dinero en circulación. De hecho, las autoridades de la eurozona permiten a los bancos que tengan un euro de dinero estatal por cada 99 euros de dinero bancario. El negocio es redondo para el banco: si quieres cien mil euros de préstamo, los apunta en tu cuenta o los traspasa a otro banco o al mismo si se destina a un titular que también tiene cuenta en la misma entidad; en cambio, los intereses que has de pagar de préstamo o las comisiones sí deben ser dinero real o transferirlo de una cuenta tuya de otro banco. Como podemos imaginar, si mañana fuésemos todos a sacar nuestro dinero del banco, este colapsaría, el famoso corralito. Y ahí está el Estado garantizando cien mil euros por persona de depósito bancario para el caso de que el banco quiebre.
La paradoja, dice Garzón, es que los neoliberales y los economistas ortodoxos se escandalizan si el Estado crea dinero para gastar en bienes y servicios para los ciudadanos, pero no les molesta que lo cree para inyectar a los bancos cuando estos lo necesiten, y muchas veces a interés cero.
Un libro de economía y una teoría económica no pueden obviar uno de nuestros grandes problemas, el desempleo. La Teoría Monetaria Moderna explicada en este libro señala que se puede y debe llegar a conseguir el pleno empleo mediante el mecanismo de aumentar el gasto público contratando a más personas y pagando más salarios para que las familias tengan más dinero, haya más demanda y las empresas necesiten producir más, contraten a más gente para ello. Eso sí, el gasto no debe superar el nivel de producción del país, porque entonces sí habrá inflación al haber más demanda que productos existen en el mercado.
La otra economía que no nos quieren contar también repasa cómo afectan las importaciones y las exportaciones en la Teoría Monetaria Moderna. Es evidente que si se necesitan materias primas del exterior o se consumen productos que no somos capaces de producir, el margen de autonomía monetaria es menor. Al igual que si el país no tiene soberanía monetaria porque depende de una institución supranacional, como la UE, o de otra moneda que no es la nacional.
Eduardo Garzón deja para el final la más espectacular de las conclusiones de la Teoría Monetaria Moderna, el mecanismo para alcanzar pleno empleo sin sufrir inflación: el Trabajo Garantizado. Pero ahora no adelanto nada sobre ese tema para que lean este libro y no se conformen con mi escueta presentación, que sólo tiene como objeto despertar su interés en esta obra.
Porque una de las cosas que hemos descubierto en democracia es que el ciudadano debe saber de todo para que, de verdad, la democracia sea efectiva. En una dictadura no hace falta que conozcamos los programas electorales de los partidos porque ni los hay ni los podemos votar, no es necesario que conozcamos nuestros derechos laborales porque no podremos exigirlos, tampoco necesitamos informarnos de lo que sucede porque ni tenemos medios de comunicación libres ni nos dejan que actuemos en función de esa información, ni necesitamos saber de economía porque no nos dejan actuar ante las decisiones económicas de los poderosos. Pero en una democracia tenemos la obligación de conocer las diferentes propuestas electorales, conocer nuestros derechos, mantenernos informados y poseer los conocimientos necesarios para saber si las medidas económicas que están aplicando los Gobiernos e instituciones son acertadas, justas y equitativas o, por el contrario, nos están imponiendo como inevitables medidas que sólo interesan a algunos. Por eso son necesarios libros como La otra economía que no nos quieren contar.
Como dice Eduardo Garzón en referencia a la tesis económica que defiende en su obra,
la principal ventaja de este marco teórico es que permite derrumbar muchos de estos mitos económicos que se utilizan para mantener el statu quo de nuestras sociedades. Cuando alguien se pregunta cómo es posible que en pleno siglo xxi, con el impresionante progreso tecnológico que hemos alcanzado, sigamos padeciendo pobreza, desigualdad y desempleo, la respuesta típica que da la teoría económica convencional es que dichos dramas sociales son un peaje que hay que pagar para conseguir que la economía funcione.
Y uno de los motivos por lo que muchos economistas siguen con ese discurso es porque «tienen intereses en mantener un sistema injusto que beneficia a unos pocos privilegiados a costa de perjudicar a la mayoría social».
Eduardo Garzón es licenciado en Economía y también en Administración y Dirección de Empresas, doctor en Economía y máster de Economía Internacional y Desarrollo. En la actualidad es profesor ayudante en el Departamento de Economía y Hacienda Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, profesor asociado en el Public Policy Center de la Universidad John Hopkins y de la Universidad Pompeu Fabra, y colabora como experto en Economía en varias televisiones y otros medios de comunicación. Tiene media docena de libros publicados con un enfoque alternativo a la economía ortodoxa dominante.
Pueden parecernos sorprendentes los razonamientos de Eduardo Garzón y la Teoría Monetaria Moderna, pero lo que es seguro es que el poder de sus argumentos nos obligará a reflexionar en una dirección muy distinta a la habitual, sus fuentes valiosas y los expertos en los que se inspira tienen suficiente prestigio como para que no nos quedemos con los análisis económicos habituales. Y lo que es más importante, quienes han defendido esas posiciones de siempre han demostrado demasiadas veces que nos han engañado y mentido.
Pascual Serrano
A mi hermano Alberto
Agradecimientos
Aunque todas estas líneas hayan salido de mi mente, escribir un libro como este no habría sido posible sin la participación indirecta de muchísimas personas a las que, de una forma u otra, les debo reconocimiento y gratitud. Empezando por todas aquellas que, gracias a su duro esfuerzo e intensa lucha, conquistaron los derechos democráticos, sociales y civiles que permitieron que cualquier ciudadano, independientemente de su nivel económico, tuviera mejores oportunidades de desarrollo –con especial mención al sistema de educación pública–. Y siguiendo por mis padres, pues sin la educación que me dieron, y sin el apoyo e inversión que destinaron a mi formación, habría sido imposible que este libro hubiese visto la luz.
Mi hermano, Alberto Garzón, a quien dedico este libro, fue la primera persona que me dio a conocer una visión alternativa de la economía (y lo hizo incluso antes de que yo comenzara mi carrera de Económicas). Gracias a su entusiasmo y a la orientación que me brindó, comprendí que era posible –además de necesario– articular una forma de organizar la economía que fuese justa y respetuosa con los derechos humanos. Desde entonces, y al igual que él, nunca he dejado de trabajar por esa meta tan anhelada.
Durante mi paso por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Málaga aprendí mucho de este tipo de economía gracias a los integrantes de la Asociación de Economía Crítica –y a otros profesores de entornos cercanos– que vinieron a mi tierra a iluminarnos con diversas conferencias y debates, así como a las diversas actividades que organizábamos los estudiantes de la asociación malagueña. Merece especial mención el catedrático Juan Torres y el internacionalmente reconocido Vicenç Navarro, de quienes aprendí (y sigo aprendiendo) notablemente. Durante esta época también pude enriquecer mis conocimientos gracias a mis compañeros de la asociación ATTAC y a los artículos y documentos que muchos analistas heterodoxos plasmaban en medios alternativos como Rebelión.
Ya en Madrid, pude multiplicar mis conocimientos de economía heterodoxa gracias al máster de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid, mereciendo especial reconocimiento mis profesores Enrique Palazuelos, Rafael Fernández y Bibiana Medialdea. Fue precisamente durante esta etapa de mi vida –concretamente en 2012– cuando conocí la existencia de la Teoría Monetaria Moderna (a pesar de que esta tenía ya más de 15 años de vida). Curiosamente, este descubrimiento no vino de la mano de mis canales habituales de formación e información, sino que fue gracias a la recomendación que me hizo un compañero de ATTAC, Jorge Amar, al que todavía ni siquiera había visto en persona. Cuando comencé a leer el libro Los siete fraudes inocentes capitales de política económica de Warren Mosler –uno de los fundadores de la Teoría Monetaria Moderna– y ver que se decían cosas muy contraintuitivas y alejadas de lo que siempre había aprendido, pensé que, o el autor nos estaba tomando el pelo, o que lo que siempre se había enseñado en economía era radicalmente falso y que todavía me quedaba mucho por aprender. No sorprendo a nadie si digo que la opción correcta era la segunda.
Desde entonces he estado formándome todo lo posible en este nuevo enfoque económico, y eso lo he logrado gracias a las enseñanzas de todos sus autores, aunque quienes más me han aportado han sido Randall Wray, Warren Mosler, Bill Mitchell y Pavlina Tcherneva, a quienes he tenido la suerte y oportunidad de conocer y conversar en persona. Y, por supuesto, también he podido aprender mucho de mis compañeros de la asociación RedMMT, destinada a difundir las tesis de la Teoría Monetaria Moderna. Gracias a todos ellos por su trabajo e inspiración.
Introducción
La Teoría Monetaria Moderna (TMM) nació a finales de los años noventa del siglo xx, pero no fue hasta 2012 cuando apareció en mi vida, de la mano del libro Seven Deadly Innocent Frauds of Economic Policy (Los siete fraudes inocentes capitales de la política económica) de Warren Mosler. Comencé a leerlo por una simple recomendación y sin esperar mucho de él, pero lo que descubrí en su interior cambió profundamente y para siempre mi visión sobre la economía.
Creo importante recalcar que eso no quiere decir que aquel fuese mi primer acercamiento a la economía crítica o heterodoxa. De hecho, desde el primer momento de mi aproximación al mundo económico (e incluso antes) y especialmente gracias a la influencia de mi hermano Alberto Garzón y de la Asociación de Economía Crítica, enfoques tan poco convencionales como el marxista, el poskeynesiano, el feminista o el ecologista formaron parte de mi formación. Sin embargo, lo que iba viendo en la Teoría Monetaria Moderna impugnaba una parte fundamental de esta economía heterodoxa (no digamos ya de la economía ortodoxa), y eso era lo que más me fascinaba. Concretamente esa parte era la referente a la dimensión fiscal, monetaria y financiera. Yo, que me creía más o menos vacunado frente a muchos de los irreales planteamientos de la economía convencional, constataba con sorpresa y horror que el mundo heterodoxo también adolecía de importantes fallas analíticas y que caía en los mismos errores que el mundo ortodoxo (unos errores que, casualmente, iban a favor de los intereses del statu quo y de la elite). Fue entonces cuando me di cuenta de que la TMM presentaba un enorme campo de investigación y de exploración que no sólo hacía posible detectar importantes hallazgos académicos (sin ir más lejos, para eso hice mi tesis doctoral), sino que también se presentaba muy útil de cara a la transformación política.
En efecto, la TMM está de moda en el ámbito académico y político y sin duda ganará mucha más importancia en el futuro por lo rompedora y polémica que resulta. De hecho, hay muchos economistas que creen que este enfoque teórico se convertirá en el nuevo paradigma económico de la siguiente generación. Aunque sus inicios se remontan a hace más de 20 años, no ha sido hasta hace un par cuando ha aparecido en escena con mucha fuerza; especialmente en Estados Unidos, donde economistas ganadores del Premio Nobel, presidentes de bancos centrales y otras personalidades importantes se han visto obligados a posicionarse públicamente a favor o en contra de dicha corriente económica.
Esta notable y creciente popularidad llama mucho la atención porque hacía muchas décadas que un enfoque económico más o menos delimitado no se hacía tanto hueco en el debate público. Y esto en buena medida se ha debido a dos características de la TMM que la hacen especial: la primera es que con una narrativa muy clara echa por tierra las ideas que se han utilizado para aplicar políticas de austeridad en los últimos años, lo que la hace muy atractiva para los políticos (de hecho, algunos, tan importantes como Bernie Sanders o Alexandria Ocasio-Cortez, incluyen este enfoque en sus programas), y la segunda es que, debido a que sus mensajes a veces pueden parecer simples o contraintuitivos, suele ser caricaturizada, lo que ha impulsado todo tipo de burlas y descalificaciones por parte de muchas personas.
Precisamente debido a esto último, creo que un libro escrito en un lenguaje claro y orientado a todo el mundo sobre la Teoría Monetaria Moderna puede resultar de bastante utilidad, pues antes de hablar de algo hay que conocerlo bien. Desgraciadamente, muchas de las críticas que se ven por ahí no son rigurosas porque sus autores no han entendido bien (o no han querido entender bien) lo que de verdad se propone desde esta perspectiva económica. También ocurre que algunos de sus defensores caen en la exageración de sus virtudes, dando la sensación de que hablan de una fórmula mágica que acabará con todos los problemas económicos, cuando tampoco es eso. De ahí que mi objetivo sea explicar con mucho rigor, pero también con mucha claridad y sencillez, qué es lo que se propone desde la TMM, para entenderla lo mejor posible y así luego poder hacerse una opinión formada y solvente sobre ella, y no solamente un juicio de valor apresurado.
Vaya por delante que yo soy bastante partidario de los postulados de este enfoque, aunque también soy crítico con algunos de ellos. No podré ser imparcial del todo, pero trataré de ofrecer una información lo más aséptica y libre de juicios posible, y con muchas referencias externas para que el lector pueda complementar por otros canales todo lo que iré explicando. Además, la TMM no está exenta de debilidades e imperfecciones, e identificarlas y abordarlas será también objeto de este libro. Para ello no sólo iré mostrando qué dicen los defensores de esta perspectiva económica, sino también qué dicen sus críticos. Sólo de esta forma podremos hacernos una idea lo más completa y solvente posible.
Creo que la principal virtud que tiene la TMM es que ofrece una revolucionaria forma de pensar la economía; una que permite abandonar muchos de los mitos que la teoría económica convencional instaló en nuestras mentes hace tiempo, y en los que todavía muchas personas progresistas o de izquierdas creen erróneamente. Como aperitivo adelanto algunos de estos mitos (que seguro que muchos lectores creerán que son verdad y no falsedades): «la austeridad es necesaria para que las cuentas públicas se saneen», «el Estado tiene que recaudar impuestos para poder realizar sus gastos», «el envejecimiento de la población pone en riesgo nuestras pensiones públicas», «los sueldos de los empleados públicos son pagados con los impuestos que pagan los trabajadores del sector privado», «crear dinero genera siempre inflación», «el Estado no puede estar siempre en número rojos porque las familias y las empresas no lo hacen», etcétera.
Son ideas que vemos y oímos por todas partes y que, precisamente por lo machaconas que son, mucha gente acaba creyendo que son incuestionables. Pero lo cierto es que la TMM ayuda a derrumbar estos mitos; lo que a su vez permite que se puedan pensar e idear propuestas de política económica muy potentes que abandonen la austeridad para siempre.
Lo que le suele ocurrir a la izquierda es que tiene más o menos claro qué se debe hacer para reducir la desigualdad y mejorar la vida de la gente más necesitada, pero siempre se enfrenta a la siguiente pregunta: «¿de dónde obtenemos el dinero para pagar las políticas que necesitamos?». Y siempre acaba enfrascada en debates sobre aumentos de impuestos a las grandes fortunas o sobre la lucha contra el fraude fiscal, unos debates que suelen ser callejones sin salida en un mundo globalizado. Pues bien, la TMM da una respuesta muy sólida y solvente a esa pregunta y permite que pasemos de esos callejones sin salida a unas amplias avenidas en las que poder proyectar y defender la aplicación de políticas transformadoras sin ningún tipo de complejo ni de inseguridades. Ese es el verdadero potencial de la TMM: que da solidez y rigor a las propuestas políticas de izquierdas y las hace perfectamente viables.
Pero… ¿a qué se debe que la izquierda ande tan perdida en este tema? A que no es verdaderamente consciente del radical cambio que el sistema monetario mundial experimentó en 1971. La inmensa mayoría de analistas comete el profundo error de seguir utilizando los mismos esquemas mentales que se utilizaban para comprender el sistema monetario antiguo, sin darse cuenta de que en la actualidad esas herramientas analíticas han quedado absolutamente obsoletas porque la realidad es otra. Es como si, para conocer el éxito de un grupo musical, nos fijásemos únicamente en las ventas de discos y no tuviésemos en cuenta la celebración de conciertos o la audiencia lograda a través de internet con servicios o plataformas como YouTube o Spotify. Estaríamos utilizando herramientas que eran muy útiles en el pasado, pero que son absolutamente estériles en el presente simplemente porque la realidad ha cambiado. Lo mismo le ocurre –desgraciadamente– a la izquierda con el asunto del dinero.
Antes de 1971, los Gobiernos de los diferentes Estados se solían comprometer a respaldar toda creación de dinero con otro tipo de activos (aunque a menudo violaban este compromiso, especialmente en épocas de guerra). Entre 1944 y 1971, bajo el Sistema de Bretton Woods, esos activos debían ser el oro y/o la moneda líder, el dólar. En consecuencia, la creación de dinero por parte de los bancos centrales estaba limitada a la cantidad de oro y dólares que tuviese la economía en cuestión. Atendiendo a ese compromiso, los Estados no podían crear todo el dinero que quisiesen porque no tenían oro y/o dólares ilimitados.
Sin embargo, con el desmantelamiento del Sistema de Bretton Woods en 1971, el compromiso desapareció y el dinero dejó de necesitar un respaldo en otros activos para poder crearse. Desde entonces, los Estados pueden crear su propio dinero sin ningún tipo de obstáculo técnico, sin ningún tipo de límite. Esta es la primera constatación que suele desconocer o ignorar la gente, especialmente los que vivieron antes de 1971, ya que conocieron otra realidad y muchos no se percataron del (radical) cambio.
Esta nueva realidad tiene muchas implicaciones importantes, también muy desconocidas por el ciudadano medio. En primer lugar, permite que cualquier Estado pueda realizar un gasto sin necesidad de respaldarlo con un ingreso por impuestos, ya que bastaría con crear la cantidad de dinero correspondiente. Esto libera al Estado de la necesidad de cuadrar los gastos con los ingresos (sin tener que endeudarse). Sin embargo, la TMM reconoce y valora la necesidad de que existan impuestos, pero no porque sean necesarios para respaldar los gastos, sino por otros motivos diferentes que están más relacionados con la dotación de valor a la moneda creada, con la desigualdad y con el establecimiento de incentivos y penalizaciones a determinados comportamientos económicos.
Los déficits públicos son entendidos así de forma diferente a la que estamos acostumbrados: en realidad son el resultado de haber creado más dinero y haberlo inyectado en la economía (a través del gasto público) que el que se ha retirado de la misma (a través de los impuestos). Por lo tanto, el déficit público no es más que la herramienta que tiene el Estado para inyectar más dinero en la economía. Y no hay ninguna necesidad imperiosa de tener que endeudarse para poder cubrir ese déficit. ¿Qué sentido tiene pedir prestado un dinero que puedes crear tú? De hecho, si pides prestado en la moneda que creas, el prestamista te está ofreciendo un dinero que has creado tú en algún momento. Todo el dinero que existe expresado en tu moneda lo has creado tú, no hay otra posibilidad. Para que un Estado pueda recaudar, primero ha tenido que crearlo y haberlo distribuido entre la población a través del gasto público (porque es la principal vía para poner el dinero en circulación). Así que primero un Estado gasta y luego recauda; exactamente lo contrario de lo que comúnmente se piensa.