¿Qué fregados has estado haciendo?

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¿Qué fregados has estado haciendo?
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Letrame Editorial.

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© Daniela Palina

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz

Diseño de portada: Rubén García

Supervisión de corrección: Ana Castañeda

ISBN: 978-84-1114-558-9

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

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Para Lía, Ragú y Tuki.

Prólogo

¡Hola!, no sé muy bien cómo empezar esto, que nervios… escucho mi propia voz en la cabeza como si tuviera un micrófono frente a mí. Ok, para entrar en contexto, este escrito está empezando como cualquier otro de mis escritos, que siguen la fórmula:

Vivir un acontecimiento + un BOOM + aprendizaje = escrito nuevo

La razón por la que estoy nerviosa de iniciar esto es porque nunca me había atrevido a compartir mis escritos personales. Esta vez es distinto, y después de un trabajo de reflexión, sentí como si fuera algo que debía hacer. Pero no como un «deber», sino como algo que en realidad me llena mucho solo con pensarlo. Compartirlo de corazón, con una intención pura, si es que alguien se siente identificado con sentirse super fuera de lugar, con sentir que no pertenece a ningún sitio, que no hay vocación, que nada lo llena… Quiero compartir esto porque así me sentí yo, pero fui aprendiendo de todos esos sentimientos y fui consciente desde que tomé la decisión de dejar el «camino que estaba hecho para mí» y hacer el mío propio, salirme de las expectativas ajenas y aprender por mi propia cuenta a conocerme a mí misma.

Por muchos años me perdí de la lupa pública e incluso amigos cercanos con los que de repente me escribía me decían: «… es que no sé ni dónde vives ahora, ni en qué andas, ¿qué fregados has estado haciendo?, ¿eh?»… Pues aquí está mi respuesta, esto es lo que he estado haciendo estos años, bienvenido… Ah caray, está perro, me estoy imaginando que esto lo está leyendo alguien más a parte de mí, y ah jijo. ¡Pero! Como no quiero que pierda esa chispa de autenticidad que siento que caracteriza un escrito que se hace con intención personal, lo escribiré como si me estuviera hablando a mí misma, como esas cartas que a veces me escribo para no olvidar.

No sé si algún día alguien más lea esto, no sé si lo termine, no sé si me atreva a compartirlo o a publicarlo, pero de ser así, espero que se quede en su formato original y estas palabras de incertidumbre que son tan importantes para mí, también las estés leyendo… tú.

Alto, alto, alto… ¿Mencioné que estamos en el 2021? Pues sí, hoy es justo la mitad del año, en el día de mitad de mes: 15 de junio del 2021. Ahora que lo pienso es un buen día para iniciar con un proyecto importante, realmente cualquier día es especial para hacerlo. ¿Por qué lo decidí hoy? ¿Hacer un corte en mi línea temporal? Aun creo que me falta muchísimo por aprender, en realidad ni siquiera estoy segura si en esta vida me vaya a dar tiempo. Decidí iniciar en este momento de mi vida porque tomé una pausa para voltear a ver el camino que he estado recorriendo hasta ahora y pude valorar todos mis aprendizajes que, déjame decirte, han sido muchísimos y esto es una forma de inmortalizarlos.

De mi mamá aprendí que cuando pones tus talentos al servicio de los demás sientes la verdadera realización, espero que esto llegue a las manos indicadas, hecho con mucho amor para el servicio de la comunidad, como el espacio del Canal 5 en mi infancia.

Quiero aclarar que no soy un sensei, no tengo un Premio Nobel, no descubrí la cura contra el cáncer ni inventé un producto mamalón como el Post-It, simplemente soy una persona, que se ha sentido feliz, se ha sentido de la shit, que ha llorado de emoción y de desilusión, que ha iniciado proyectos que se le han venido abajo y otros que la han subido a otro nivel. No soy extraordinaria, simplemente soy alguien que se ha tomado el tiempo de reflexionar su camino por esta vida de la forma en la que me siento cómoda, que es escribiendo, porque así creo que le doy chance a todas las personalidades que viven en mi cabeza de dictarme su parte. Ah, bueno, eso sí, lo que se me olvidó mencionar es que tengo un ligero grado de demencia y para fines de protección al consumidor creo que tengo que advertirte: sigue leyendo bajo tu propio riesgo… just kidding!

A continuación, encontrarás una serie de eventos a los que les he llamado coloquialmente: Mi Lifeline (línea de vida), desde el 2016 hasta la actualidad, 2021… Esta línea de vida está dividida en quince capítulos y al final de cada de uno, resumí los aprendizajes más significativos de ese momento en mi vida, a esta sección la llame: «Agarré la onda de…», porque cuando aprendes vas entendiendo, agarrando la onda, como decimos acá en Méx. No quise cambiarle el nombre para mantener la autenticidad original, porque así lo iba escribiendo en mis diarios… Amsori.

Introducción

*Nota. Lo que está por iniciar no es la versión de cómo pasaron las cosas exactamente, es una versión de mi perspectiva y mis aprendizajes. Ofrezco una disculpa de antemano a los detalles, personas y recuerdos que no mencioné.

Todo inicia en un lugar llamado la Comarca, en donde vive Frodo Baggins… jaja ojalá así empezara mi vida y mi aventura estuviera llena de hobbits, dragones y cosas cool, pero no, esa solo es mi peli favorita. Esta historia empieza en una oficina, en el piso tres, me parece, no recuerdo ni quiero llenar esto con detalles narrativos, aaah, porque cómo me encanta hacerle a eso, pero este escrito tiene fines más generales que una narración literaria romántica y detallada, así que trataré de ir al grano en cada etapa.

(Tono de narrador de Disney)

Corría el año 2016 en un edificio de oficina en la zona más «empresarial» de la gran ciudad de México (tono de narrador de Disney acaba aquí), ahí, en el piso tres o algo así, en mi cubículo o «caballeriza» como yo le llamaba. Yo estaba por cumplir un año en la empresa, no es que iba contando cada mes como un logro, sino que lo recuerdo porque en realidad nunca me había destacado por durar tanto tiempo en algo. (Un año, yo sé, no te burles, el tiempo es subjetivo)

Mi vida de oficina la divido en dos fases, la primera la llamo: «Oda a la productividad» y la segunda: «Oda a la procrastinación».

Oda a la productividad

Ok, entonces hay que regresar el tiempo un año… al 2015. Yo entré a trabajar en esa importante empresa internacional unos meses después de graduarme, fresca y muy verde, con mucho por aprender. Conocí a mi jefe, quien me invitó a audicionar, digo, a la entrevista, en una comida donde pasé todo el tiempo hablando en un acento castellano, todo por haber estado viendo la serie de Isabel (muy recomendable, tío… bueno creo que solo vi la primera temporada).

Mi «aún no jefe» se convirtió en mi amigo de mesa, platicamos acerca de mi carrera (Comunicación y Medios Digitales) y mis aspiraciones; después de un tiempo me habló de una vacante disponible en su equipo de trabajo, yo de primera pensé: «¿trabajar? ¿En una empresa, sentada en una oficina?». Siempre he sido un animal silvestre y mi naturaleza fue decirle «chido tu cotorreo, brother» jaja… No, en realidad estamos hablando de una persona de renombre en la empresa y sobre todo un señor de la edad de mi papá, obviamente con mucho respeto le dije: «te agradezco, conozco a mucha gente de mi generación, polluelos recién egresados, seguramente a alguien le va a interesar (con mi acento de realeza española)».

Recuerdo muy bien que él me respondió: «me interesa tu perfil». Después de pensarlo, no mucho porque yo tomo decisiones inmediatas e impulsivas, me dije: «Órale, va… no está mal, no pierdo nada en ir y lo mejor, si es que me quedo trabajando ahí, por fin podría pagar la renta del depa y elegir en qué zona quiero vivir». No me gustaba el depa donde había estado viviendo los últimos meses de mi carrera y eso que vivía con dos de mis mejores amigas.

Pues, entré. El proceso fue bastante rápido y en cuestión de semanas me vi en las oficinas muy bien vestidita, muy cookie y perfumada, con un café en la mano, no me gustaba el café, pero si iba a trabajar en una oficina iba a hacerlo con todos los clichés posibles para jugar en mi cabeza a que estaba en una película, así que debía tomarme muy en serio mi papel. Entré como siempre echándole las ganas del mundo, super puntual y entregando todo al pie de la letra. No tenía muchos amigos más que la misma gente de mi área, todos ya eran «adultos», como yo les llamo a esa especie que aún no acabo de entender: casados, con hijos, y con años de experiencia en la empresa.

Esta primera fase la disfruté mucho, descubrí lo que es que un pequeño renacuajo se tuviera que hacer camino en un mundo de tiburones empresariales. Aún recuerdo cómo me costaba tanto alzar la voz al principio para pedir algún reporte o lo que fuera que me solicitaran los altos rangos y cómo gracias a mi jefe, que fue el mejor mentor, aprendí a hacerme escuchar y moverme como tenía que hacerlo para llegar a algún lado dentro de la organización.

 

La relación con mi jefe me ayudó mucho y toda mi energía se centraba en dar siempre algo más de lo que mi puesto pedía de mí, por lo que él y yo desarrollamos una buena química laboral y en verdad puedo decir que se convirtió en mi maestro y amigo. Era como ese maestro cool de la universidad que admiras y ves parriba. Aprendí tantas cosas que era capaz de hacer laboralmente hablando y me sentí bien, con un propósito y una dirección, una buena dirección porque era clara y yo la entendía, la seguía y sobre todo la trataba de innovar.

Lo mejor de todo, es… ¡Que me mudé, tío! (ah, no, perdón, aquí ya había terminado el acento castellano) … Me mudé a una zona que yo misma elegí, decoré mi cuarto y por primera vez tuve… (inserte sonido de trompetas por favor) ¡Un baño propio dentro de la habitación! Suena absurdo, pero siempre tuve que compartir con mi hermana, después con mis compañeras de universidad, luego me mudé con mis amigas (no se me olvida que me ponías a tallar el inodoro con piedra pómez… sí, te hablo a ti Calar, marcaste mi vida y mis pobres manos), pero por fin en ese hermoso depa en el piso… ¿tres? Jaja todo es el piso tres, tenía por primera vez en mi vida un baño propio y por fin era madre proveedora para Lía (mi hija canina) y empezaba a sentirme como el «adulto» que veía en las pelis, es más hasta sobreactuaba mi cansancio cuando regresaba del trabajo para darle un dramatismo nivel Hollywood, todo un espectáculo, un espectáculo que sabía bien.

Oda a la procrastinación

Mi jefe, mi sensei, mi maestro, mi Gandalf (Daniela debes parar con las referencias de El Señor de los Anillos) se fue de la empresa, terminó un ciclo en su vida y tomó la decisión de hacer algo nuevo, otra cosa que le admiro y me enseñó con su partida, es tomar al toro por los cuernos (y aquí entre nos, su historia fue muy buena, le acabó yendo muy bien, pero bueno esperemos a que él escriba su libro ahora pa’ que nos cuente). Cuando él se fue, al ser la cabeza más grande de mi área, hubo todo un desmadrito y una mezcolanza en el organigrama, imagínate, yo tuve tres jefes en un lapso de un mes y sentí que mi vida laboral se desmoronaba.

De estar en un puesto en donde tenía la libertad y sobre todo la motivación de echar a andar lo que estaba descubriendo, que eran mis talentos, pasé a un puesto al que yo le llamo «gris».

Las personas que se quedaron a cargo decidieron que mi puesto no era necesario para un área de ventas. No los juzgo para nada, la verdad es que mi puesto no estaba listo para una organización con un esquema cuadrado, creo que tomaron una buena decisión ya que no había una persona con una mentalidad tan creativa para liderarlo y yo sin duda necesitaba dirección.

Pasé de exponer frente a personas, organizar eventos, crear actividades de integración, diseñar gráficos y liderar negociaciones con empresas digitales a… hacer reportes de venta en Excel y enviarlos y… pues básicamente eso. No digo que no eran importantes, pero obviamente mi creatividad, que la verdad a veces me inunda y no la puedo calmar, necesitaba salir a la superficie, ¿cómo lo hizo? jugando, como siempre…

Siempre me he considerado una persona puntual pero ahora lo era aún más, y todo con el fin de acabar mis reportes para la hora de la comida (la verdad es que siempre he trabajado super rápido, no sé si bien, pero sí rápido)… ¿Qué pasaba con todo el tiempo disponible? ¡Pura diversión! Empecé a hacer amigos rápidamente. Mi prioridad ya no era el trabajo, ni los reportes de ventas, sino hacer algo para que mi creatividad encerrada saliera de paseo por esos pasillos. Muy pronto tenía un «grupito» de amigos y usaba mi segundo tiempo laboral para reír y divertirme con ellos. Recuerdo que los motivaba a hacer pausas activas con mi música de reggaeton, les mandaba correos con fotomontajes estúpidos, e incluso les daba clases de turco, no, yo no sé hablar turco, pero después de la comida me empecé a enseñar turco a mí misma con ayuda de Google Traductor.

Esto es lo que pasaba, me ponía una pashmina en la cabeza a modo de burka, sacaba mi libreta y empezaba con mis clases personales, a repetir en voz baja frases como: Benim ismin Daniela (mi nombre es Daniela) y Günaydın arkadaşlar (buenos días, amigos). Poco a poco y venciendo su nivel de incredulidad logré que mis amigos de oficina me llamaran Hoca (profesora) e incluso que me entregaran tareas y deberes. Eso sí, tampoco era güey, iba enviando mis reportes (terminados desde la 1:00 p.m.). paulatinamente durante la tarde para que pareciera que estaba trabajando sin parar, no era raro de creer pues eran reportes muy largos, y que te llevaran todo el día hacerlos era suuuper creíble.

Y aquí inicia todo y todo inicia porque aquí termina… What?

En ese tiempo no lo sabía y simplemente empecé a sentirme mal, triste, como si nada tuviera sentido. Hoy me doy cuenta de que ese sentimiento aparece cuando dejamos de sentirnos productivos. Nos golpea esa ansiedad, esa emoción de decir: «meh, ¿cuál es el punto de todo esto?». Sí, yo reía todos los días, la verdad es que saber divertirme es mi especialidad, pero este sentimiento de vacío se hacía cada vez más grande y cada vez más difícil de ignorar.

Un día estaba lista para empezar mis clases de turco, cuando de pronto la página de internet me llevó a ver una noticia que me llegó al corazón, un devastador terremoto en Ecuador había dejado muchísimos estragos en el país. Aún recuerdo como me quedé pensando en esto cuando cerré la pestaña de la noticia y mi reporte de Excel listo para ser enviado paulatinamente durante la tarde se desplegó ante mí. Recuerdo el haber pensado «¿Cómo es posible que yo esté sentada pasando presupuestos y estados de venta de productos comestibles cuando hay gente que ha perdido todo? ¿Cómo es posible que yo, hoy, que me siento fuerte y joven, esté aquí tecleando copy-paste en cifras para crear tablas dinámicas, cuando hay gente que necesita estas ganas, esta fuerza y esta energía para levantar su… vida?».

De camino al depa, en el tráfico de la ciudad, pensé qué sentido tenía lo que estaba haciendo, miré mi vida y entonces imaginé mi lápida si un camión me atropellara en ese momento:

Epitafio: «Les dije que me sentía mal, culeros»… no, no es cierto… en realidad algo más parecido a esto:

«Aquí yace Daniela, madre de Lía, hija, amiga y trabajadora que solo trabajó por inercia, para cobrar su catorcena y pagar la renta de su depa y sus pedas de jueves a sábado…».

«¿Y qué más? Nada más, no hay nada más, esa es la persona que soy hoy, que yo elegí ser hoy». Solo ese pensamiento salió a flote, dejé de disfrutar mis fiestas los fines, dejé de emocionarme con el mensaje del dude que había conocido en el antro la noche anterior, dejé de sentirme orgullosa de terminar los reportes de ventas a velocidad gacela.

«¿Qué sentido tenía todo esto?», pensaba todos los días cuando llegaba a mi casa, es más ya ni siquiera le encontraba el punto a mis dramatizaciones de Hollywood.

__________

Un día, no recuerdo cuál y no recuerdo dónde ni cómo, pero tuvo que ser un día, llegó a mí una iluminación que me hizo pensar: «Si yo no tengo vocación en la vida, está bien, no pasa nada, igual y existimos personas que no venimos con eso, como algunos otros que desde pequeños saben lo que quieren, pero entonces si ya de plano nada tiene sentido y no soy buena para algo, pues entonces qué mejor manera de existir que yéndome a ayudar a los demás, creo que es una buena forma de no desperdiciar mi existencia ni robarle oxígeno a mis compañeros humanos, me tengo que ir a ayudar a los que lo necesitan».

Recuerdo que antes de hablarlo con alguien más, me puse a investigar de organizaciones de voluntariado en Ecuador y pruuum… la verdad es que internet me mostró muchísimas con solo scrollear y dar clics. Cuando vi que lo que estaba planeando no era nada del otro mundo y era factible, empecé a contactarme con algunas de estas organizaciones. Siempre he sido un persona muy impulsiva y de hecho este escrito estará lleno, hasta el día de hoy, de decisiones tomadas por impulsos sin mucho tiempo dedicado al análisis, y al cabo de unos días mi decisión estaba tomada. Me entrevisté con uno de los organizadores y todo iba viento en popa. Dejé mi depa de inmediato y me moví con agilidad de zorro para conseguir a mi reemplazo y evitar ser asesinada por mis roomies, vendí algunas cosas con esa misma agilidad y regresé con mis maletas y una sonrisa amigable a casa de mis papás, tenía que ahorrar al menos tres meses de salario sin pagar renta ni servicios para tampoco irme a ayudar con los bolsillos vacíos, si no, iba a ser yo la que terminaría pidiendo ayuda. Perdón Lía, se acabó la vida de perro de las Lomas (Lía volviendo a croquetas a granel).

La vida me puso varias pruebas para que no dudara de mi decisión, y es que yo creo que cuando tomas una decisión hay que apoyarla hasta el final, porque una decisión tomada es la mejor decisión. Recuerdo que aun sin decirle a nadie de mi equipo de trabajo que pensaba irme, recibí dos importantes ofertas dentro de la misma empresa. Una, la más ambiciosa era un salto enorme (parece ser que algo había estado haciendo bien y yo ni cuenta me había dado). Le conté a mi mamá y recuerdo que los ojitos le brillaron cuando le dije de lo que trataba el nuevo puesto, los beneficios y sobre todo las prestaciones que tendría. Al final los rechacé y agradecí que la vida me mandara eso, porque por un tiempo dudaba si estaba tomando la decisión de irme por huir de un trabajo que no me traía felicidad, pero cuando la vida me mandó tremendo ofertón de dos nuevos puestos haciendo cosas con más peso y una incluso con gente a mi cargo, me di cuenta de que no podía esperar para llegar a la mitad del mundo y me puse feliz de saber que mi decisión estaba tomada por las razones correctas. ¡Nos vamos, señores!

En ese tiempo mi trabajo ya no sabía tan mal, pues de nuevo todo tenía un propósito, que era trabajar unos meses más para ahorrar e irme, y eso fue increíble porque me tomé el tiempo para darme cuenta de todo lo que había aprendido y de agradecerle a las personas que se habían cruzado por mi camino en la empresa, porque de todos había aprendido algo.

Recuerdo que tuve muchos piques con una supervisora, estábamos totalmente en canales opuestos, creo que siempre me vio como la niñita tonta y malcriada que llega y todo se le da fácil, no la juzgo para nada, al contrario creo que no estaba del todo equivocada, y el destino se encargó de moverme de ahí para que yo siguiera mi camino y dejara de ser esa niña consentida. Me acerqué con ella y de corazón le agradecí el tiempo que se tomó para enseñarme cosas, porque seguramente le costó trabajo ya que no me aguantaba mucho, pero aun así lo hizo bien, también le dije que aunque no lo creyera la admiraba mucho como mujer, madre de familia y profesional, super trabajadora que había logrado llegar a donde estaba desde cero con esfuerzo y dedicación. Creo que cuando verdaderamente te das el tiempo de reflexionar las cosas buenas que ves en las personas (porque siempre hay) y de compartirlas con honestidad, conmueves a la gente. Aún recuerdo sus ojos empañados y el abrazo tan largo que me dio, y fue quizás el abrazo más especial porque es el que más recuerdo de cuando dejé de formar parte del mundo laboral en la gran Ciudad de México, no por nada es del único que escribí, o, ¿no? ;)

Pues listo… aquí arranca mi paso a lo desconocido y las cosas que verdaderamente me abrieron la mente y sobre todo el mundo a los veintiséis años, cuando yo creía que ya sabía de todo. Cuando creía que por haber viajado a diferentes países y conocido gente de muchas partes del mundo, por haber probado la ayahuasca, por haber conocido lo que era una relación de noviazgo formal y por haber trabajado y vivido sola, ya… conocía todo y estaba segura que mi vida había llegado a la recta final donde no había vocación para mí y la mejor forma de vivir mis años restantes era haciendo algo por los demás. Y mira como es la vida, que lo que llegué a pensar que era mi capítulo final, se convirtió en mi introducción.

Capítulo 1:

Hola, soy… Paulina

No era mi primera vez en Ecuador, conocía el país, lo había visitado antes porque mi hermana, de otra madre, y alma gemela vive ahí. Creo que gran parte de haberme sentido conmovida con la noticia del terremoto se debía a que ya sentía un cariño especial por el país.

 

Yo llegué una semana antes de que iniciara mi voluntariado con el fin de visitar a mi amiga Carca (claramente es un apodo) y pasar unos días con ella. Me di cuenta de que iba con otro chip, una mentalidad completamente diferente a la que tenía viviendo en México, con ganas de ser una persona entregada a ayudar a los demás, analicé esto en el trayecto a la ciudad donde iba a comenzar mi voluntariado. Iba sentada en mi asiento en ese autobús pensando en la noche anterior, cuando Carca me llevó a una fiesta con sus amigos, en ese ambiente que llegas y hay niñas más chiquillas, todas guapas arregladisimas hasta la punta de los pelos y los weyes solo buscando ligar y empedar, seguramente unos meses atrás yo hubiera estado rayada de estar ahí, hubiera elegido alguna canción y gritado: shot, shot, shot! Esta vez fue diferente, estuve ahí parada mirando a todos y todas sintiéndome perdida y fuera de lugar, cosa rara en mí, sobre todo en fiestas, y nunca olvidaré esa porque fue la vez que peor lo he pasado, fue entonces cuando me di cuenta de que me había exprimido como a un barro esa mentalidad que traía de antes. Esa fiesta tan superficial me supo a shot de mezcal en ayunas pero, me hizo darme cuenta de que yo quería probar otra fase de mi vida. Estaba lista.

Y aquí es donde Paulina entra en escena. Fui conocida como Paulina por un error en la mátrix… un error en mi solicitud al voluntariado donde mi segundo nombre se convirtió en mi nombre de pila incluso antes de llegar al país. No me molestó para nada, ni siquiera pensé en corregirlo, nunca había usado mi segundo nombre como el principal, pero por alguna razón quedaba bien para iniciar esta nueva etapa de mi vida, un nuevo comienzo con un nuevo nombre, mejor que un corte de pelo, pensé, porque en ese entonces conservaba mis hermosos rizos largos… hoy ya los trasquilé por completo… pero bueno volviendo al tema…

Cuando llegué, la ciudad estaba destruida por el terremoto, parecía el set de The Walking Dead, la serie de zombies. Nunca había visto edificios caídos. Me di cuenta de inmediato de que ya no estaba en México, recuerdo que llegué y no reconocía la estación de autobuses como una estación de autobuses, no sabía dónde estaba, llegué, así como de: «¿qué pedo?». No tenía señal en mi celular, ni internet, ni nada. Más sola que Babe el puerquito valiente, en una ciudad nueva y desconocida.

Fueron a recogerme los chicos de la organización y desde el minuto cero probé el encanto de los lugareños, la calidad de personas hermosas que me recibieron con los brazos abiertos, de inmediato me hicieron sentir super bienvenida. Me llevaron a la casa de la señora con quien iba a vivir mis próximos tres meses de voluntariado. Sobra decir lo linda que es la señora, tan generosa y amable. Me instalé en su casa y me di cuenta de lo fácil que resultaba para mí sentirme en casa en cualquier lugar, y por primera vez fui consciente de lo que llamaría mi superpoder en los años siguientes: mi adaptabilidad.

Al final no fue un voluntariado como el que yo me imaginé al principio de casi casi llegar a levantar escombros. Por el tiempo que seguí trabajando para no renunciar de inmediato y ahorrar para llegar ahí, esos voluntariados habían terminado y ya estaban puestos los albergues. Los voluntariados que había ahora eran con el fin de llevar apoyo moral. La gente estaba super bajoneada y el objetivo principal de estos convenios era tratar de que el país sintiera que no estaba solo, en mi caso como sabía hablar inglés el objetivo era hacer actividades en una escuela y trabajar con los chiquillos para ayudarlos con otro idioma. So… nice to meet you, guys!

¿Has escuchado alguna vez a alguien decir que cuando haces un trabajo de voluntariado, el voluntario termina siendo al que ayudan más? Creo que tengo que reestructurar esa frase, pero solo quiero decirte que es verdad. Te vas con la mentalidad de ayudar y terminas conociéndote y sanando, y al final aprendes mucho más, y te quedas con la sensación de que te ayudaron más a ti de lo que tú ayudaste. Eso me pasó. No tengo más que amor y agradecimiento hacia las personas que conocí en esa hermosa ciudad que al principio, para ser honestos, no veía hermosa para nada.

El proyecto

Mi proyecto se trataba básicamente de estar con niños de todas las edades, inventando actividades, conversando con ellos en una escuela local. Poco a poco empecé a involucrarme con más actividades en dicha escuela pues estaba enfocada al cien en estar ahí, sin pensar en salir de fiesta o estar activa en mis redes sociales, y lo que pasó fue increíble. Con ayuda de la directora, con la que ya me llevaba super bien, inventamos un proyecto audiovisual que incluía la participación de toda la escuela. ¿Proyecto audiovisual? Sí, así como suena. En ese momento, no sé de donde me saqué la seguridad de decir: «Órale, va». Es más, lo pienso ahorita y digo nooombre, no sé ni como lo haría. Mi teoría es que cuando estás verdaderamente enfocado en algo, con el corazón al cien, no hay fallas, y lo sientes, te sientes seguro. Pues el punto es que me lancé a liderar ese nuevo proyecto que nada tenía que ver con lo que inicialmente iba a hacer. El proyecto consistía en trabajar en las tardes, crear un taller para los chicos de prepa (en mi vida había trabajado con chicos tan grandes) y hacer un video institucional. A ver, sí, estudié Comunicación y Medios Digitales, pero me sentía super oxidada y sin muchos recursos para llevarlo a cabo, aun así nos lanzamos como equipo a lo desconocido, y no sabes… de las mejores decisiones que he tomado en mi vida.

Presentamos el proyecto en un evento de clausura a modo de «alfombra roja». Toda la escuela ayudó, los niños estaban emocionados, hubo espectáculo de medio tiempo con el equipo de baile, niñas hermosas que bailaban danza regional ecuatoriana. Yo fui maestra de ceremonias. Me sentía presentadora de los Óscar en ese auditorio de ladrillos lleno de ventiladores, al final recuerdo que a modo de sorpresa, mi equipo, los chicos con los que trabajé en la producción de los videos, tomaron el micrófono, yo no lo esperaba y las palabras que me dijeron llenaron mi corazón. Nunca había llorado en público.

No tenía ni idea de que yo, una simple mortal, podía haber inspirado a los chicos de la manera en la que lo hice y lo que me dijeron lo llevo conmigo hasta el día de hoy, creo que más permanente que un tatuaje.

Ah… pero no acaba ahí. ¿Recuerdas que te conté que mi creatividad me inunda a veces?, pues no recuerdo cómo fue, pero el hecho de estar trabajando en actividades en inglés, me hizo darme cuenta de que se me daba bien eso de ser teacher, o por lo menos me gustaba. Uno de los maestros de inglés de la escuela tenía su propia academia de idiomas donde daba clases en las tardes, después de quedar con él y organizarnos… (inserte sonido de tambores aquí), ¡me dio un grupo! Ahora también en las tardes daba clases a chicos de universidad… Sí, de universidad, parecíamos compañeros reunidos después de clases para hacer proyectos… y la verdad es que en cuestión de muy poco tiempo, sí se convirtieron en mis amigos.

Sí, obvio sabía que yo era mayor, no estaba chavorruqueando, pero me encantaba darles clases, hacíamos actividades super divertidas y después de clase me enseñaban la ciudad. Cuando terminó mi tiempo de teacher y yo estaba por mudarme, recuerdo que me hicieron una cena de despedida, y se tomaron el tiempo uno por uno de dedicarme unas palabras. Aún con solo recordar esa noche me atrapa un sentimiento de eterno agradecimiento, y sin duda creo que me enseñaron más a mí de lo que yo a ellos. Me enseñaron su calidad humana, me enseñaron que tenemos todo lo que necesitamos para curarnos los unos a los otros, y ¿qué crees? Otra vez lloré en público.