¿Qué fregados has estado haciendo?

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Gracias a esta experiencia por primera vez me di cuenta de lo que era llorar de felicidad, normalmente si estaba feliz me reía como imbeshil, pero esta vez era nuevo eso de sentir desde lo más profundo esa fuerza que sale en forma de agua y lo único que sientes es amor y gratitud, guau es la sensación más deliciosa y le agradezco tanto a las personas que me hicieron conocerla.

Creo que una persona que es feliz y agradecida con lo que tiene, proyecta una magia tan fuerte que te puede hacer cambiar el panorama y la visión que tienes de las cosas, cambiar la perspectiva, eso lo aprendí aquí. Cuando llegué a la ciudad la verdad, estaba devastada y no la veía bonita, no físicamente. La gente de ahí es tan feliz y está tan orgullosa de su ciudad, de su comida, de su gente y de corazón te enseñan su hogar, que te cambian la percepción, y en verdad yo lo que veía como un pueblito equis de repente había zonas que me recordaban a Miami, así cambió mi percepción. Creo que aplica para todo.

Tú puedes cambiar la percepción que los demás tienen de ti, sintiéndote feliz y agradeciendo lo que eres tú, ¿es fácil o difícil? Eso solo depende de ti. Puede ser tan fácil como cambiar tu mindset en 3, 2, 1… listo, ¿ya? O puede tomarte tiempo, días, meses, años… no importa, no es tiempo perdido, es tiempo en el que vas a descubrir cosas de ti.

Mi paso por Ecuador no terminó ahí, cuando mi proyecto llegó a su fin, me lancé a la ciudad natal de Carca para pasar con ella unos días antes de regresar a México. Oh sorpresa, esos «días» se convirtieron en meses enteros. Fui cambiando mi boleto de regreso poco a poco y sin darme cuenta ya tenía trabajo y estaba buscando un depa para que Carca y yo nos mudáramos. Estaba planeando quedarme a vivir ahí. Todo se fue dando y ahora veía al país como un nuevo hogar en donde empezar una nueva vida.

Los primeros meses acompañaba a Carca a su estudio, en donde yo pasaba el tiempo dibujando… Desde chiquilla me gustaba, pero fue en Ecuador donde me reconecté con ese hobby de la infancia y empecé a dibujar a todas horas. Gracias a que Carca tenía un estudio de diseño, abundaban los materiales, y a mí nunca me faltaba donde estar garabateando ideas. Poco a poco me empecé a involucrar con los proyectos y ayudaba en lo que podía. Eran días de felicidad porque incluso sin sentir una obligación de trabajo, podía crear y diseñar junto con las chicas del estudio y acompañar a Carca a las obras.

Después de un tiempo, un amigo nuevo, que obviamente conocí por Carca estaba buscando a alguien que llevara las riendas de su empresa, un coworking que había puesto con su socio, déjame decirte que algo que siempre me llamó la atención de la gente de mi edad de Ecuador, es que son super emprendedores, casi todas las personas que conocí tenían su propia empresa. Bueno pues, después de pensarlo en la casa de playa de Carca donde pasamos año nuevo, tomé la decisión de decir que sí… aceptar el trabajo y… pues instalarme ya un poco más en forma.

Así fue como volví al mundo laboral, esta vez fue todo un reto, porque aunque el país no sea tan diferente de México, hay muchas cosas que desconocía, como el RUC… no tenía ni idea que era eso, es una especie de RFC, mis compañeros de trabajo morían de risa cuando en mi primera llamada con un cliente me pidieron el RUC y yo con mi acento de RBD, como ellos lo llamaban, decía: «sorry , el ¿qué…?».

Al cabo de un tiempo, dejé de sentirme una turista visitando a su amiga del alma, y empecé a hacer mi camino, enfocada en un divertido trabajo donde era yo la que tomaba las decisiones del día a día, me encargaba de la administración en general, organización de eventos, labor de ventas, visitas guiadas por el lugar, actividades de integración entre las empresas, manejo de las redes, etc. También empecé a conocer mucha gente ya que había eventos cada semana, gente maravillosa que impulsaba mi creatividad con mis ilustraciones, talento que había redescubierto unos meses atrás…. Así fue como nació la ilustradora en mí, y empecé a venderlas y exponerlas en el coworking donde trabajaba.

Los fines de semana tenían sabor a sal. Todos los viernes, nos íbamos a la casa de la playa de Carca y pasábamos los días en el mar, entre tablas de surf, paddle boards y booguies, así fue como conocí algo que desde chiquilla, cuando lo único que quería era ser una sirena, siempre quise conocer… el fondo del mar. Carca me regaló de cumpleaños un curso de buceo y al cabo de unas semanas ambas estábamos certificadas… nos costó mucho trabajo volver a usar zapatos después de querer vivir bajo el mar todo el tiempo.

Me podía acostumbrar a esta vida fácilmente, me di cuenta de que solo necesitaba las olas del mar para que mis niveles de felicidad subieran hasta las nubes, me hacían olvidar de todo, incluso de si extrañaba a mi Lía, familia o amigos de México. La idea de quedarme a vivir ahí no sonaba nada mal. Me sentía como lugareña, estaba haciendo amigos por mi cuenta e incluso ya tenía a mi doctor de cabecera después de pasar lo que hasta el día de hoy ha sido el dolor físico más grande que he sentido y que me dejó una cicatriz en el interior del oído después de una incisión, si había sobrevivido a eso, podía con todo. Como trabajaba, también podía darme el lujazo de viajar con Carca y hacer nuestros roadtrips no solo por el país, sino ampliar nuestros horizontes a nuevas tierras más al sur, lo cual también me tenía feliz como una lombriz. Un amigo me estaba ayudando a legalizar mi estadía en el país con una boda express… aaah verdad, no es cierto, sino por medio de hacer mi trabajo oficial, en papel y todo… y con eso, el plan estaba formalmente armando: me mudaría de manera permanente, solo tenía que traer a Lía al país y mi vida estaría resuelta.

A la vida no siempre le parecen nuestros planes, con ayuda de Carca, mi hermana desde lejos (porque ella vive en Estados Unidos desde el 2013), me dio un de las mejores noticias que podía recibir, ¡Mi sister estaba embarazada!… ¡íbamos a tener una bebé! Así lo sentía yo, ya que mi hermana y yo, siempre, desde chiquillas, hemos sido muy unidas. La noticia movió el centro de mi universo, y más cuando me dijo que estaba por ir a México a visitar a todos y darles la noticia en persona, yo también quería ir a México a verla con la panza y ser parte de tremendo notición. Para sorpresa de muchas personas, Carca incluida, yo tomo decisiones al instante y sin pensar mucho… Los planes ecuatorianos hechos hasta ahora se me borraron cuando vi en la pantalla del celular la foto del ultrasonido de ese huevecillo que se estaba formando en el interior de Mana, y decidí volver… No era tan fácil como ir y regresar, ya que obviamente yo quería estar con mi hermana cuando naciera mi sobrina, y… planeaba quedarme con ella algún tiempo para conocer y cuidar a mi bebé… porque desde ese momento sentí que era mía.

Gracias Ecuador, por todos los momentos, las enseñanzas y las hermosas personas que conocí, me los llevé en el corazón, hasta el día de hoy, y partí con destino a mi bello país que había dejado un año atrás…

Agarré la onda de…

De apreciar la magia de vivir el momento presente. Me di cuenta de que casi toda mi vida había pasado agarrando la onda de lo que hacía hasta que ya lo vivía, hasta que los acontecimientos se convertían en memorias. Así es, vivía de memorias. Aventarme a vivir en un país nuevo, a hacer algo nuevo (voluntariado), en una ciudad donde no conocía a nadie, me permitió pasar tiempo sola y conocerme más. Tal vez suene muy básico pero para mí fue algo totalmente nuevo el aprender las rutas de los autobuses de la ciudad para llegar a la playa, por ejemplo, y actividades nuevas como esta, me permitieron saborear el presente conscientemente, y al hacerlo me llené de una sensación de autenticidad.

De mi adaptabilidad. Fue aquí, en Ecuador, donde descubrí un talento natural que era sentirme en casa en donde fuera, adaptarme a diferentes culturas, hogares, tradiciones y círculos sociales. La diversidad me encantó.

De cómo la felicidad puede cambiar nuestra percepción. Creo que esto aplica para todo. La felicidad es super contagiosa, una persona feliz te llena de esta energía de seguridad, de gratitud y de plenitud, tanto que te cambia la percepción de lo que sea: de alguna cosa, de un lugar, incluso de ella misma. En un ejemplo más superficial, pero que aplica aquí, no te has preguntado a veces cómo hay personas que tienen muchísimo pegue y no están exactamente afiliadas a la lista de «belleza física convencional»… Si te has percatado de esto y miras más al fondo, seguramente te encuentres con una personan feliz, una persona segura que irradia esa energía tan linda y tan autentica que es imposible pasar por alto y te atrae a ella, de la manera que sea. Eso es mucho más valioso, ¿no crees?

De que somos lo que nos cura. Creo que tenemos dentro de nosotros todo lo que necesitamos para ser felices. Creo que todos nosotros somos parte de un mismo equipo, que podemos sanarnos los unos a los otros.

De que lanzarse a lo desconocido trae siempre aprendizajes nuevos, por lo tanto nunca habrá arrepentimientos, ya de entrada ganamos algo.

Capítulo 2:

¿Qué pasó, paisanos? ¿Me extrañaron?

Regresé a México con toda la pila recargada, incluso recuerdo que llegué casi casi a cambiar maletas porque tuvimos un viaje familiar que hicimos con los hermanos de mi mamá y mis primas. Teníamos que caminar todo el día en los parques, mi mamá me dijo que me veía con un brillo especial e incluso hasta más «derechita» (postura correcta).

Ay, ay, ay, de verdad que si no fuera cansado para leer escribiría este capítulo con colores diferentes en cada letra, esta fue una época super feliz para mí, regresé a mi país y no me había dado cuenta de cuánto lo había extrañado. Me llenó el corazón volver a reencontrarme con mi Lía, ver a mis amigos y reírme hasta que me doliera la panza, conocer sus nuevas casas y todo lo que había cambiado en un año donde me desconecté de mi antiguo mundo, pero lo que no olvidaré fue cuando mi hermana aterrizó en el país y la vi con su panza gigante. Se veía hermosa.

 

Una tarde, en casa de mis papás nos acostamos en la sala, la tarde estaba soleada y preciosa, recuerdo que mi hermana y yo nos reíamos como hienas tontas, no recuerdo ahora de qué, pero recuerdo la sensación de estar con ella, reunidas después de tanto tiempo, después de todo lo que viví y lo que ella estuvo viviendo, verla ahí echada como morsa con la panza por fuera y mi sobrina por dentro. Mientras yo acariciaba a Lía sobre mi barriga y mi hermana se sobaba la suya en el sillón frente a mí, me sentí emocionada, como cuando sabes que algo increíble está por pasar y ahí puse a prueba algo que aprendí en Ecuador, vivir el momento presente y creo que lo logré porque aún recuerdo esa tarde, ese momento que dos estúpidas gallinas risueñas compartieron en la sala de casa de sus papás.

Con Mana en la ciudad, y al ser ella la primera nieta, era como si hubiera una celebridad viviendo en casa, todos los días algún primo, tío o amigo pasaba a saludar. Mi mamá se puso las pilas y creo que esa bebé tuvo más baby showers que todos sus compañeros de clase prenatal, uno con sus amigas, uno con la familia, uno nomás porque sí, uno en petit comité… bueno pura fiesta en ese tiempo. Mi hermana tuvo que irse pronto pues ya estaba al borde de no poder volar, regresó a su casa en Estados Unidos y yo aún llevada por la emoción de sentirme celebridad empecé mi tour por las casas de mis amigos, obvio todo con la intención de darle espacio a mis papás… ajá…

Fue una época distinta a la que había dejado un año atrás. Sí, seguíamos pasándolo súper y saliendo de fiesta, pero era diferente; creo que empecé a sentir que estábamos creciendo, lo cual no está nada mal. Empecé a disfrutar las salidas y las pláticas con mis amigos de una nueva forma y fue ahí cuando me di cuenta de que hay gente que sale de tu vida porque cumplió su ciclo, hay gente que llega para enseñarte cosas nuevas y también ¿sabes qué? Descubrí que hay gente que regresa cuando menos te lo esperas, y eso está bien.

Tuve una hermosa dosis de mexicanidad, Lía, amistad y familia, pero ¿qué crees?… una noche mi papá corrió a despertarme, tenía a mi mamá en el teléfono con la noticia de que mi sobrina estaba por nacer… Mi papá cambió su vuelo y nos fuimos en la madrugada. —¡Bye, Lía, te quedas con tus tías!—. Fue una locura, aterrizamos casi en vivo pero lo logramos… Cuando llegamos al hospital la bebé aún seguía en su horno, nos esperó… (no es por adelantarme pero mi papá y yo somos sus personas favoritas, creo que desde ese entonces nuestro vínculo ya estaba hecho sin siquiera darnos cuenta pues la bebé nos esperó).

Era el 15 de agosto del 2017 a las 9:08 de la noche cuando se escuchó en los pasillos del Hospital St. Lukes, el hermoso canto de una sirena… bueno, los berridos de mi rosada bebé… Cuando la escuché desde el pasillo, mi corazón se saltó un beat, en serio… estaba demasiado emocionada, no podía creer que estaba a punto de conocer a mi sobrina, había imaginado este momento mucho tiempo atrás y ahora sí, chakachakan, estaba por vivirlo en carne propia. Después de entrar al cuarto, tengo una laguna mental pues no recuerdo quién estaba ahí, supongo que mi hermana, obviamente, pero todo se desvanece hasta el momento en que la cargué por primera vez. Era tan pequeña y tan indefensa, para mí no había nadie más en el mundo más que ella y yo, todo desapareció y solo la vi a ella, esos ojitos hinchados y cerrados, su boquita rosada y hermosa. Fue la primera vez en mi vida que cargaba a un bebé tan pequeño, la verdad es que nunca habían sido de mi gracia, pero esto era diferente, ella era… mi sobrina, ella era mi bebé. Me sentía como esas leonas que viven en manada y todos los cachorros se convierten en sus cachorros. Bastó un segundo de tenerla en mis brazos para que esa bebé despertara algo en mí que no sabía que podía sentir. Y así sin pensarlo otra vez… las lágrimas de felicidad llegaron. «Yo siempre te voy a cuidar, yo siempre te voy a querer, mi Ragú».

El siguiente mes fue de aprendizaje total para todos en casa de mi hermana, como familia muégano que define a los mexicanos, vivimos bajo el mismo techo, mis papás, mi hermana, mi cuñado, mi bebé y yo. Solo faltaba agregar a Lía a la ecuación y el mundo así era perfecto. Recuerdo que ese tiempo fue muy divertido, yo tenía el turno de cuidar a la gorda de 1:00 a. m. a 4:00 a. m. ya lo sé, me hicieron wey cuando acepté el turno pero era nuestro momento y no lo cambio por nada. Ragú dormía el 80 % de esas tres horas sobre mi panza mientras yo veía por enésima vez mi serie favorita: The Office con el volumen muy muy bajito para no despertarla, pero suficiente para no quedarme dormida. Me da risa pensar, cómo los primogénitos gozan de todas estas cosas. Cuando es el primer bebé el mundo alrededor se deshace porque no le falte un par de ojos encima. Mi hermana tuvo a mi segunda sobrina tres años después y déjame decirte, sin afán de adelantarme, que la historia fue completamente diferente, pero bueno, aquí no juzgamos y yo era parte de ese mundo que giraba alrededor de la bebita más linda que había visto en toda mi vida.

Mi papá se fue al poco tiempo, nos quedamos los demás viviendo en comuna. Mi hermana siempre fue una mamá cool… nunca se quejó de nada, ni dejó de hacer ejercicio, cero sobreprotectora (en serio aunque siempre había alguien en turno, me daba pase libre para hacer lo que quisiera con la bebé —videos estúpidos y demás— y siempre ha sido una persona que ama tener la casa llena y gente rodeándola, a diferencia del lobo solitario que tiene por hermana, yo. Pues en toda su moción de invitar hasta al cartero a su casa llegaron ¡mis amigas! Y no creas que fuimos así de ingratas, estuvimos pocos días para después irnos a Chicago, este viaje es importante porque fue un parteaguas para mí. Mi vida estaba siendo tan feliz, se amontonaban las buenas cosas y buenas experiencias. A ese viaje lo llamé: el viaje relax. Me di cuenta de que mientras dejas fluir las cosas, las cosas se acomodan solas y no hay nada mejor que eso.

Al principio recuerdo que yo iba un poco nerviosa porque no tenía un presupuesto como el de mis acompañantes, que eran desde ese entonces parte de la vida laboral que yo había abandonado, pero como dije antes, simplemente flui y puse a prueba mi teoría de que el dinero también es energía y mientras más lo muevas y lo uses más pronto regresa a ti. Claro que… si podía ahorrarme ciertas cosas, pues, ¿cómo no? ¡Más que bienvenido! y como ya estaba graduada de mochilera profesional, viajar en tren y desayunar de galletas de cortesía era un arte dominado por mí. Así que ahí te voy Chicago… con una cifra en mi tarjeta que hubiera impedido a la mayoría de las personas que conozco decir: ¡me largo de viaje!

En este trip éramos cuatro amigas sin presión, simplemente dejándolo ser, y no me lo vas a creer, pero no existieron itinerarios ni planes, es más, después del desayuno que estaba incluido en nuestro hotel, nos dábamos el lujo de echar la sobremesa con el cafecito y muy cínicas las cuatro nos subíamos a bañar y… ¡a arreglar! Eso jamás pasaba en un viaje, normalmente agarrábamos el mood viajero, zapatos cómodos, cola de caballo y ‘amonos a conocer la ciudad. Este viaje fue distinto, fue calmado, fue de relajación y glamuroso, porque la ciudad se prestaba para un viaje así. Salíamos en divas, peinadas, perfumadas, enrímeladas y accesoradas, caminando tomadas del brazo a descubrir las sorpresas que la ciudad tenía para ofrecernos. ¿Foto aquí? ¡Cómo no! ¿Foto acá? Pero, por supuesto, ¿qué, ya no quieren caminar? Nombreee no pasa nada… pum pum pum… un coctel con vista al Bean.

Qué viaje, al final visitamos todos los lugares que en algún momento escribimos en una lista sobre una servilleta de algún bar. No hubo presión, solo risas, fotazas pa’l Insta y un montón de lágrimas… pero buenas, como en la obra de Aladdin, que nos conectó con nuestra infancia, pues a pesar de ser de países diferentes (Ecuador y México) nos dimos cuenta de que nos unían recuerdos parecidos. Este viaje fluyó porque nuestra mente fluía, porque nos decidimos a soltar y solo sentir y vivir. Y este fue uno de los que más he disfrutado en mi vida.

Cuando mis amigas se fueron y regresé a casa de Hermana, ella y mi cuñado me esperaban con una bomba que iba a cambiar mi vida en el momento en que dije que sí. ¡Ay no!, ya conté el final, eché a perder la sorpresa… pero bueno, me propusieron regresar después de las vacaciones de diciembre, pues ellos pensaban pasar en México esas fechas para llevar a la bebé a conocer a la familia, tipo un ritual de presentación como el de Simba en El Rey León, y bueno, ¿en qué iba?… Ah sí, me propusieron volver después de esas fechas decembrinas a quedarme con ellos por seis meses, vivir en su casa y ser la nanny oficial de la bebé. Mi hermana moría por regresar a la oficina y repito, por ser la primera bebé, sentían feo enviarla a una guardería, ahora que lo escribo años después me doy cuenta de lo ridículos que somos a veces como familia, pero en esos momentos yo también pensé «¿Mi bebé a una guardería? Pero ¿estamos locos? ¡Para eso tiene tía!»… No había nada que perder y mucho que ganar y como ya sabes porque yo solita me eché de cabeza al inicio de este párrafo, obviamente dije que sí. Volvería a inicios del año siguiente… I’ll be back…

A mediados de octubre de ese año, después de estar casi dos meses en Estados Unidos regresé a México con Lía. Esos meses en mi país aproveché para hacer cosas nuevas, empecé a ilustrar más y busqué nuevas formas de vender mis dibujos como en impresiones en tazas, playeras, imanes… uy, eso de encontrar proveedores me consumía todas las mañanas, pero me tenía entretenida. A la par empecé a jugar fútbol después de años de no hacerlo, no recordaba qué tanto me encantaba defender la portería, no, no era la portera, era defensa, pero bueno es que solo pisar la cancha yo transmutaba a Marcelo del Real Madrid. La verdad no era tan buena, pero ah cómo me divertía jugando a las 10:00 p. m. bajo la lluvia con mis amigas y mi prima. También regresé al tenis, otro deporte que me gustaba compartir con Prima y pasábamos jugando en el club deportivo a que nos dábamos vida de señoras ricas, aunque en realidad solo éramos dos desempleadas dando de raquetazos. A mí no me llamaba buscar un trabajo, ya tenía mi plan para la siguiente temporada, iba a ser nanny de la mejor bebé del mundo en unos meses, y entonces pensé… «Mmm ¿qué puedo hacer este tiempo?»… Lo descubrí… aún tenía algunos ahorros y que mejor manera de «despedirme» del mar por unos meses que irme a bucear a Galápagos. Lo hablé con Lía, estaba de acuerdo en que me fuera no por seis, sino por siete meses, en los que viviría con sus abuelos. El plan se armó y apenas brindamos: ¡Feliz Año Nuevo!, tomé mis maletas y con mi fiel backpack en la espalda me lancé un mes a pasar en Ecuador con mi segunda familia que tanto extrañaba.

Ir solo por un mes a Ecuador fue retador, quería hacer tantas cosas, visitar a tanta gente y el tiempo se me iba de las manos. No me dio tiempo de verlos a todos, y aunque me dio un poco de nostalgia, apenas mis pies tocaron la reserva protegida de las islas Galápagos, todo lo demás se me olvidó, hasta Lía… no es cierto.

Agarré la onda de…

De lo que es el amor incondicional, ese que no espera nada de regreso, solo se siente y te sale por todos los poros. Creo que estamos acostumbrados a querer así a muchas personas desde antes de ser conscientes de ello, por ejemplo a nuestros papás o hermanos, pero cuando en realidad te topas con una situación que te hace sentir ese amor tan puro, consciente desde el punto inicial, tu vida cambia. Para mí fue con mi sobrina, pero estoy segura de que las personas que han sido papás, o las que se han enamorado no me van a dejar mentir que este amor tan fuerte y puro, es algo memorable, digno de dedicarle reflexión.

De que al dejar fluir las cosas, se acomodan solas. Sí, es verdad, hay que pensar las cosas, somos seres pensantes, bla, bla, bla, pero hay momentos en donde dejar ir, dejar fluir es lo que necesitamos para arreglarlo todo y volvernos a sentir en balance. Muchas veces el hecho de sobrepensar nos inunda y nos lleva a sentirnos aún más perdidos… Soltar en los momentos que podemos, en los momentos necesarios, trae consigo una sensación de paz… y aparte de comer, estornudar o hasta hacer popó, no hay sensación más rica que la paz.

Capítulo 3:

 

No todo es lo que parece…

Y así acabó este año, este año que te acuerdas que ¿lo quería escribir en letras de colores? Aún sigo pensando que 2017 ha sido de los años más especiales, y todo lo que acabas de leer para mí sigue oliendo a arcoíris y unicornios, pero no todo fue así. Yo tiendo a recordar las cosas que me hacen feliz, enfocarme en ellas y olvidar lo que me dio en la mother, pero justo ahora que estoy exprimiendo mi memoria y desempolvando recuerdos, tengo que honrar los capítulos de mi vida que no fueron tan buenos, porque me llevaron a grandes enseñanzas, a tener mayor seguridad en mis zapatos y sobre todo a los mejores aprendizajes.

Así como hay días buenos y días que no lo son tanto, este capítulo empieza así… regresemos tantito la historia a mediados del 2017 cuando regresé a México y esta vez sacude la brillantina y el azúcar con lo que escribí lo de antes…

(Unos meses antes) (Inserte sonido de disco rebobinado)

Regresé de Ecuador con la pila recargada y viví un viaje familiar muy especial al lado de mi familia y mis primas bebés que ya no son bebés pero para mis ojos siempre las veo sonreír con sus dientes de leche… Al volver, pasé un tiempo en casa de mis papás esperando que mi embarazada hermana y mi cuñado hicieran su entrada triunfal en tierras nacionales, pero antes de que esto pasara yo tuve un shot de realidad.

Después de pasar tanto tiempo en otro país, con otras costumbres, otra gente, otros aires y otros planes, regresar a darme cuenta que ya no tenía idea de qué carajos hacer con mi vida me pegó como un puñetazo del Canelo centrado en mi carita… Viviendo en Ecuador consideré la idea de mudarme para allá e iniciar una vida nueva, cambiar ese chip en mi cabeza me hizo darme cuenta de que me encontraba homeless, de vuelta en casa de mis papás, sin planes y viviendo de ahorros. Claro que Lía era como un chocolate después de una rutina de ejercicio, un jugo helado de frutas después de bucear, una barra de internet a media carretera que me hacía no sentirme sola…

Debido a mi nuevo tiempo libre, mi mamá me invitaba a sus planes señoriales, clases de yoga mañaneras, desayunos laborales con sus amigas y entre esa vida de señora activa fui a dar con ella a un centro de meditación y sanación espiritual. Recuerdo que nos invitaron a una plática a cargo de una de las dueñas del centro, una guapísima y delgadita mujer arreglada increíble, con una presencia que inundaba todo el auditorio. Mientras ella hablaba a mí me atacó una ola de calor, que empecé a sudar de inmediato, tuve que doblar uno de los folletos que nos dieron en la entrada y usarlo como abanico. Cuando la plática terminó, ella se acercó a mí, me ofreció una disculpa por mirarme tanto, yo ni cuenta me di, pero bueno mi miopía tampoco me había dejado enfocar todos los detalles. Me dijo que la luz que yo irradiaba la había distraído y era difícil de ignorar… asuuumadre no tenía ni idea de que literalmente sacara luz. Algo pasó en esa plática entre ella y yo que tuvimos una conexión especial, ahora entendía más el porqué de mi ola de calor. Desde ese momento volví al centro para platicar con ella y cada vez que lo hacíamos, aprendía mucho de diferentes técnicas de sanación de cuerpo, mente y alma.

Al ser ahora visitante frecuente del centro, empecé a conocer gente y poco a poco me fui abriendo a compartir Mi Mundo Paranormal con alguien que no fuera mi mamá y mi Mana (hermana). Las personas con las que hablaba me inspiraban confianza y un ambiente seguro así que me dejé llevar como pluma que lleva el viento un día y escupí lo que yo pensaba que me hacía rara y no compartía con nadie… asuumadre, ahí va…

Mi mundo paranormal empezó cuando era pequeña. Desde que tengo memoria siempre he tenido mucha imaginación. Nunca me costó jugar sola, al contrario siempre lo prefería. Yo tenía mi propio mundo, mi propia Narnia. Hablaba con mis amigos imaginarios, con las cosas, con los animales, conmigo misma y descubrí que era mi lugar seguro y mi lugar favorito. Cuando eres chiquillo la imaginación es tan poderosa que muchas veces puedes confundirla con la realidad, y es lo que siempre concluía cada que me pasaban cosas que no podía explicar.

Desde que era niña he padecido hasta el día de hoy de parálisis de sueño y cuando era chiquilla simplemente pensaba que seguía jugando, incluso dormida. Mientras crecía me lo explicaba a mí misma como sueños super vívidos y las marcas en mi cuerpo cuando despertaba se debían a haber dormido en una mala posición o a haberme movido mucho durante la noche porque pues… sueños vívidos, ¿no?

Cuando compartí con los chicuelos que conocí en este centro de sanación, me encontré con gente de mi «especie» y para mi sorpresa lo que yo había vivido era conocido para muchos de ellos. En la madre, o sea, que no era solo mi imaginación. Las personas que conocí siempre se caracterizaron por ser muy positivas y estaban muy bien agarradas de su fe, el problema era que yo no, no en esos momentos, yo no sabía en qué creer, ni cómo sentirme segura creyendo en alguien o algo. Estaba tambaleante, y ahora cuando tenía episodios de parálisis, me asustaba demasiado pues ya no era algo de mi imaginación, era real y más gente veía y sentía lo mismo que yo. Me costaba trabajo dormir, casi no lo hacía y las pocas horas en la noche en que lo lograba siempre eran con Disney Channel en la tele, de fondo, acompañándome en todo momento. Pobre Lía, me volví dependiente de ella y no estaba tranquila hasta que la señorita regresaba del jardín de su última ida al baño nocturna y se acostaba junto a mí.

Cuando tienes miedo, atraes más miedo, y cosas que antes explicaba como marcas por dormir «chueca» ahora eran más visibles y por lo tanto se sentían más dolorosas. Dormir ya no solo me daba miedo, sino que me dolía. Es por eso que en el día me sentía cansada casi siempre y empecé a sentirme triste, perdida y ahora asustada… Una combinación no muy recomendable.

Compartí estos acontecimientos con mi manada paranormal y como siempre con una disposición inmediata empecé a recibir ayuda, consejos y oídos en donde descargar mis miedos. La diferencia entre ellos y yo era, sin duda, su fe, esa fe que los mantenía unidos y que los ayudó a controlar y vencer sus miedos y episodios agarrándose fuerte de ella. Yo intenté, pero en verdad que cuando intentas forzar algo no ves los resultados inmediatos y por lo tanto vuelves a la incredulidad. Yo no entendía esto aún, y lo único que me ocasionaron estos intentos fallidos y forzados de acercarme a una fe, fue alejarme más de ella. Yo no era capaz de, siquiera, pronunciar la palabra: Dios. Durante años había ido con mi familia a misas católicas, con mi hermana a congregaciones cristianas, a grupos en la selva para alabar al universo y a la madre naturaleza y no, no había conexión conmigo, al menos no la sentía. Nada de eso tenía un significado para mí, por ahí no iba la cosa.

Entendí algo, esto es hasta que estás listo, así que date tiempo, no te sientas mal si no es inmediato, es horrible escuchar o leer esto cuando quieres un cambio ya y ahora, pero las cosas llegan a su tiempo.

Como es de esperarse, este momento de mi vida no fue el mejor para mí, se acabaron los conciertos en el carro a todo volumen, mis salidas a correr y mis paseos con Lía, en los que jugábamos e imaginábamos cosas divertidas, se convirtieron en una persona más paseando a su perro en un parque.

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