Personal

Text
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Personal
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

Sack, Cesar

Personal / Cesar Sack. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-2350-1

1. Ensayo. I. Título.

CDD A864

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com

Cesar Sack

Personal


Índice

1  Introducción Capítulo 1 - Seres humanos Capítulo 2 - Autoestima Capítulo 3 - Dónde estamos parados Capítulo 4 - Ceder espacio Capítulo 5 - Revancha Capítulo 6 - Nunca más Capítulo 7 - Ego Capítulo 8 - Confianza Capítulo 9 - Pasión Capítulo 10 - Lupa Capítulo 11 - Hasta dónde Capítulo final - Vida

Landmarks

1 Table of Contents

Introducción

Este libro se basa en aquellas cosas que durante nuestra vida logramos “ver” sin mirarlas. En una visión muy “personal” del autor.

Durante nuestros primeros años miramos lo que nos interesa, aquello que por algún motivo llama nuestra atención, pero en algún momento de la vida descubrimos que vemos cosas que jamás habíamos mirado y que quizá poco tengan que ver con nuestros ojos.

Simplemente las descubrimos, las vemos y “las sentimos” cuando alcanzamos un buen grado de madurez, sin que tenga importancia la edad.

Y entonces comienzan los interrogantes y las dudas acerca de si deberíamos “mirar” mejor las cosas o poner más atención a lo que “vemos”. Y comenzamos a intercambiar opiniones con otras personas tratando de hallar respuestas a preguntas como: ¿quién soy yo?... ¿cuál es mi función en esta vida?... ¿en qué nos diferenciamos unos con otros?... y muchas más. Preguntas que consideramos profundas y nos hacen reflexionar sobre distintas teorías. Y creemos que encontramos “verdades absolutas” cuando en realidad todo lo que podemos procesar por nosotros mismos, a través de nuestra mente y nuestro corazón, nos lleva a encontrar “nuestras propias verdades y nuestras propias realidades”, que son totalmente particulares en cada persona y están creadas a partir de lo que “miramos” en nuestro camino de la vida.

Mientras que las “realidades generales” son aquellas que vemos sin mirar.

Capítulo 1
Seres humanos

Así comenzó el libro...


¿Sera que los distintos órdenes aplican en distintas cosas o que en todas las cosas aplican todos los órdenes? Una gran duda... una respuesta difícil...

Sin pensarlo, sin verlo en aquel momento, sin siquiera mirarlo atentamente, ese simple trozo de papel con tres palabras escritas a mano, sirvió para ejemplificar cómo pueden variar los enfoques en diferentes situaciones de la vida, de forma totalmente “personal”, todas absolutamente respetables de acuerdo al punto de vista de cada uno, considerando que posiblemente todas las situaciones podemos interpretarlas en “cualquiera de los órdenes o en todos y cada uno de ellos”. Reconocemos que es tan “personal” que nadie puede ayudarte o hacerlo por vos.

Este ejemplo, como cualquier otro, debe ser tomado como ilustrativo solo para reflexionar sobre nosotros mismos y nuestras decisiones particulares, ya que cada persona usa sus propios zapatos y siente la vida totalmente a su manera. Si bien es cierto que en algunas situaciones aplicar un ejemplo o dar el ejemplo con nuestras actitudes puede ayudar a que los demás entiendan de qué hablamos o se sientan identificados de alguna manera, tengamos en cuenta que nuestra vida no es la vida de los demás, incluyendo a aquellas personas con las que mantenemos un contacto muy estrecho. Ni siquiera la de nuestros propios hijos. La libertad de pensamiento y los sentimientos de cada uno son absolutamente personales.

Pareciera que nuestra vida es tan personal que algunas veces estamos en total soledad. ¡Todo un tema! Nacemos solos y morimos solos. Somos una unidad independiente dentro de un universo general. Nos desarrollamos dentro de grupos, grandes o pequeños. Unimos nuestra vida a otras personas. Normalmente nos gusta sentirnos acompañados, pero... ¿por qué no coincidimos totalmente en los puntos de ver las cosas?, ¿por qué tenemos realidades diferentes en cada persona?, ¿será simplemente porque provenimos de distintas familias, culturas, costumbres?... ¿o será que, aunque estemos rodeados de gente, en realidad estamos solos con nosotros mismos? Muy difícil. Posiblemente debemos esforzarnos en mirar correctamente para poder “ver” una respuesta. Lo cierto es que no vamos a encontrar respuesta mirando fuera de nosotros. Tendremos que ver hacia adentro de nosotros. ¿Significa esto que en realidad estamos solos y que simplemente tenemos cables que nos conectan al universo que nos rodea? Quién sabe. ¿Sera necesario buscar estas respuestas?... Muy personal.

Encontramos distintos tipos de realidades en distintas personas, distintas vivencias, distintos enfoques, lo que habla de la diversidad de la inteligencia humana. Por otro lado, tenemos realidades que son verdades absolutas que a veces no sabemos mirarlas correctamente. Pertenecemos a un universo con el cual nos movemos y respiramos, somos parte de él. No podemos pensar que somos seres totalmente independientes si ni siquiera podemos elegir cuándo, dónde y cómo nacer. Sin embargo, nuestras decisiones, puntos de vista y forma de enfrentar las cosas son totalmente particulares en cada uno. Por supuesto cuando somos adultos y podemos decidir por nosotros mismos. Pero... ¿qué pasa cuando recién nacemos y somos totalmente dependientes? Entonces… ¿estamos solos o no? ¡Estamos vivos! ¡Qué bueno!

¿Acaso no es suficiente estar vivos?, respirar, vibrar, amar, disfrutar, ¿no alcanza? Seguramente no, todos tenemos una bipolaridad en algún punto. Sabemos que esto es necesario para reconocer y valorar los opuestos. Y esto nos lleva a tener estos interrogantes que también forman parte de nuestro viaje por la vida. Qué sencillo sería vivir día a día, sin ambiciones, sin preguntas, sin apuros, pero... ¿seríamos nosotros mismos? Aunque cada uno tenga su propia respuesta, lo cierto es que no somos un bloque de piedra uniforme enclavados en una montaña, sino que por el contrario, estamos en continuo movimiento por la vida y eso nos acerca diferentes visiones de nuestra propia realidad que siempre son intrigantes. Esa realidad influye en nuestros sentimientos y los modifica continuamente, haciendo que en algunas oportunidades no lleguemos a entender la forma en que sentimos la vida, nos confundamos y no sepamos cómo encarar ciertas circunstancias que se nos van presentando. Los sentimientos son un tema complejo. ¡¡Difícil definición!! Tenemos un corazón que late y cambia el ritmo de las pulsaciones conforme a distintas situaciones por las que vamos atravesando. Algo nos dice, seguro... pero ¿qué es lo que lo impulsa?, nuestro cerebro, en el que teóricamente yace nuestra inteligencia. Entonces... ¿nuestra mente influye en nuestros sentimientos? o por el contrario ¿nuestros sentimientos dominan nuestra mente? Qué duda... y nadie puede ayudarnos. La respuesta la tenemos nosotros, “si es que es necesario hallar una respuesta”. Cuántas veces estamos muy seguros de alguna decisión importante que elegimos tomar y nuestro corazón nos tiende una trampa mortal, o... cuántas veces sentimos cosas muy claras y nuestra mente nos traiciona. Somos solo humanos, ¿cuál es el mix correcto? Frases como: “somos lo que queremos ser”, o “somos lo que creemos o creamos o soñamos”, aparecen como dudosas. Lo más acertado parece ser que “somos lo que sentimos”, pero si nuestra mente influye en nuestros sentimientos y estos a su vez influyen en nuestra mente, difícil definición... y es solo tuya.

Somos seres humanos, ¡”seres humanos”! ¡¡Qué bárbaro!! Solamente eso, nada más y nada menos. ¿Seremos capaces de poder entender lo que eso significa? Tenemos la suerte de poseer la capacidad de equivocarnos, de errar en algunas elecciones de la vida, de hacer algunas cosas mal. Sí, es una suerte. Y también es una suerte que podamos entenderlo y reconocerlo, si es que lo reconocemos. Cuando descubrimos que nos equivocamos, esto nos hace sentir totalmente “humanos”. Sería terrible no tener la capacidad de reconocerlo y de ese modo creernos o sentir que somos algún tipo de ser súper extraordinario, dueños de todas las verdades y conectados directamente a las más altas esferas del cielo, por lo cual nuestra palabra sería indiscutible y nadie debería intentar ponerse a nuestra misma altura. Creeríamos ser similares a Dios. Y por supuesto, la “culpa” siempre sería de otros y estaríamos librados totalmente de ese sentimiento infame. ¿...? ¿Nos pasó alguna vez? ... ¿Será que a todos nos pasa alguna vez? Seguramente en muchas ocasiones y después de adquirir cierto grado de experiencia en alguno de los senderos en los cuales nos movemos habitualmente, sea laboral, cultural, sexual, espiritual o de cualquier índole, nos sentimos muy seguros de nosotros mismos y de la forma en que nos desempeñamos. Y obtenemos resultados ampliamente satisfactorios en nuestros logros cotidianos. Esto nos hace sentir que realmente somos muy buenos en lo nuestro y que nadie puede hacerlo mejor que nosotros. Incluso cuando tenemos que trasmitirle nuestros conocimientos a otra persona, no aceptamos que dude u opine acerca del procedimiento que realizamos. En definitiva... ¿quién es el que sabe? ¿Qué pasa con nosotros en esos momentos? No estamos aceptando, ni siquiera contemplando la posibilidad de que alguna otra persona pueda tener una visión más amplia y posiblemente más práctica, para realizar la misma actividad, o quizá no... No lo sabemos. Simplemente no reconocemos que a lo mejor no somos los mejores y que alguien más pueda enseñarnos algo que seguramente le sumara a nuestra experiencia, o le restara.

 

Sí, seguramente nos pasa a todos en algún momento. Y ahí perdemos esa hermosa capacidad de reconocer que no somos perfectos, que somos solamente “seres humanos”. Pero cuidado... así como podemos tener errores por nuestra condición de humanos, así también sabemos que somos los seres más desarrollados del planeta y los encargados de conducir los hilos que manejan, no solo nuestras vidas, sino también, absolutamente todo lo que nos rodea y con lo cual convivimos permanentemente... ¿Lo sabemos?, ¿tenemos conciencia de eso? Seguro que lo sabemos, aunque algunas personas jamás se pusieron a pensar en esto. Y tal vez está bien que así sea. Quién sabe.

Lo cierto es que somos tan brillantes, estamos tan llenos de energía que siempre intentamos descubrir o inventar cosas nuevas. Nuestro espíritu emprendedor está en constante movimiento y siempre estamos atentos a tratar de mejorar nuestra calidad de vida. Hacemos cosas que aceleran nuestros sentimientos y tratamos de disfrutar la vida a pleno. Por supuesto cada uno a su manera, aunque muchas veces no podemos comprender muy bien cómo, a diferentes personas las movilizan cosas tan distintas... ¿Esto es bueno o malo?... la respuesta es solo para vos. Indudablemente que siempre hay un porcentaje o margen de error que debemos corregir y sería bueno que lo descubramos lo antes posible para que no nos afecte de manera negativa ni a nosotros, ni a otras personas. Es muy importante que sepamos reconocer y aceptemos “hacernos cargo” de nuestros errores, para poder solucionarlos lo mejor posible. Todos sabemos y somos conscientes de cuando estamos haciendo algo mal. No podemos mentirnos para conformarnos. No podemos negar hechos que son realidad. Debemos enfrentar las circunstancias tal cual se nos presentan. ¿Acaso el reconocer que tenemos o cometemos errores nos resta en algo como personas?, ¿acaso alguna persona no se equivocó nunca?, ¿conocemos a algún ser humano perfecto?...

“Simplemente abriendo los ojos y mirando alrededor de nosotros vemos respuestas personales. Posiblemente no haga falta mirar alrededor, quizá un espejo alcance y tal vez ni siquiera haga falta abrir los ojos”.

Mirando hacia adentro podemos ver un “ser humano” y al abrir los ojos para ver hacia afuera también veremos “seres humanos”... ¡Bendita coincidencia! Seguramente este debería ser el trampolín que impulse nuestros juicios... o… prejuicios... y nuestras reflexiones acerca del verdadero valor de la vida. Seguramente esta es la mejor verificación técnica que podríamos hacerle al vehículo que nos transporta por el maravilloso “viaje de la vida”. Seres humanos, nada más... y nada menos. La pucha…

Capítulo 2
Autoestima

Resulta obvio que en algún momento necesitamos entender de qué se trata la vida realmente y al ir creando nuestra propia realidad vamos descubriendo cosas positivas o negativas, que cada uno en forma personal las analizará a su manera... o no... según lo crea conveniente.

Los motoviajeros sabemos que en viajes largos, cuando la cinta asfáltica es nuestro destino, sin importar demasiado dónde lleguemos, el casco es un excelente psicólogo y en esas largas jornadas de ruta que tanto disfrutamos, no solo cantamos o silbamos o escuchamos música, sino que también tenemos largas charlas con nosotros mismos, con nuestro interior, nuestros sueños, proyectos, decepciones, fracasos. “Con nuestros sentimientos”.

Y cuántas veces, ante alguna circunstancia adversa, nos preguntamos: ¿qué estoy haciendo acá?, ¿por qué tomé este camino si sabía que podía suceder tal cosa?, ¿será que debo seguir así o debería retomar por otra ruta?

Y sobre la base de eso vamos intentando disfrutar de los kilómetros lo máximo posible, armando nuestro itinerario a medida que el viaje se va desarrollando.

Caramba... ¡qué coincidencia con el viaje de la vida!... en el cual a veces podemos acelerar fuerte y disfrutar del “viento en la cara” y otras veces debemos de poner el pie en el freno y adaptarnos a reglas de tránsito que no nos gustan.

El equilibrio justo es personal, pero entendemos que no hay vida ni viaje perfecto. Buenas y malas se van a ir sucediendo y ambas son importantes.

Hay situaciones desagradables que en nada nos favorece ignorarlas y mucho menos negarlas.

No nos sentimos mejor mintiéndonos y tampoco las superamos más fácil.

Si estamos contentos lo disfrutamos y si estamos tristes intentamos salir de esa situación lo antes posible, pero en ningún caso negamos la realidad.

No es fácil llevarlo a la práctica, ni siquiera sabemos si es bueno intentarlo. Solo vivimos y seguimos nuestro viaje.

Bendito casco... si hablara... seguramente podría contar cómo vibran nuestros sentidos durante el “viaje”.

Es evidente que todos nuestros sentidos están conectados, no solo a nuestra mente, sino también a nuestro corazón. De hecho sentidos y sentimientos son familiares en el diccionario, por ende no solo deberíamos hablar, mirar, escuchar, etc., desde nuestro raciocinio, sino que también, en oportunidades, deberíamos hacerlo desde nuestro corazón, ¿o acaso no debería ser en forma proporcionada en el cien por ciento del tiempo?... mmm… qué duda.

Proporcionalmente deberíamos de ver y escuchar el doble de lo que hablamos. La madre naturaleza nos dota de órganos dobles para vista y oído y un solo órgano para el habla.

Es muy necesario tener esto presente para cuando interactuamos con otras personas.

Viajando por la vida, en ocasiones nos toca compartir nuestro camino con personas que no solo no comparten nuestro punto de vista, sino que además son tan opuestas que nos es casi imposible procesar sus acciones y pensamientos y por mucho que lo intentamos no logramos empatizar con su proceder, ni ellas con el nuestro. ¿Cómo es posible que ante situaciones similares tengamos actitudes tan dispares? Ponemos todos nuestros sentidos en alerta para tratar de entender esta situación y al no poder resolverla nos sentimos decepcionados entre nosotros.

Parece y hasta resulta cierto que nuestros sentimientos se ven afectados.

Nuestra mente se nota confusa y nos es muy difícil mantener un equilibrio estable.

Esto provoca una relación tóxica que probablemente nos lleve a separar totalmente nuestras sendas de forma definitiva. Pero... cuando esta persona con la cual “aparentemente” no coincidimos en ningún punto y esto nos hace cuestionarnos: ¿quién de los dos está tan equivocado?, es alguien de nuestro círculo más íntimo y está entre nuestros más preciados afectos, ¿cómo lo resolvemos?... ¡Acá sí que estamos solos!

Tal vez... y solo tal vez en este caso deberíamos inclinar la balanza de nuestros sentidos, lo máximo posible hacia nuestro corazón y desde ahí tratar de comprender que posiblemente ninguno de los dos está tan equivocado y podamos “ver” ciertas coincidencias que unen nuestros caminos a pesar de todo. Solo los sentimientos serán nuestro as en la manga.

En la otra punta del ovillo, encontramos personas que son, en apariencia, totalmente afines con nosotros y nuestros enfoques de la vida y entonces nos resulta muy fácil entablar una relación que suponemos buena y duradera. Con ellas podemos viajar y disfrutar largos kilómetros de nuestro viaje por la vida, siendo felices mientras pensamos: “somos el uno para el otro”.

Esto resulta bueno y muy beneficioso para nuestro corazón y nuestra mente. De todos modos sabemos que debemos estar muy seguros de nosotros mismos al momento de enfrentar algunas irregularidades que, irremediablemente, van a aparecer en nuestro camino, porque recordemos que solamente somos seres “humanos” y nos van a sacudir nuestros sentidos.

¿Cuánta diferencia habrá en el daño que puede provocar a nuestros sentimientos aquella persona con la cual solo encontramos diferencias y aquellas que parecemos iguales y en algún punto nos sentimos defraudados?

¿Tan difícil resulta encontrar los puntos de conexión entre los seres humanos? ¿No deberíamos aplicar aquí la teoría de “mirar” y “ver”?... ¿y la autoestima?... ¿qué rol juega en estos casos?

Pareciera que no existen ni la felicidad completa, ni la infelicidad completa. Será que, inevitablemente, construir algo necesita sí o sí, una de cal y una de arena.

Otra vez es difícil y otra vez... totalmente personal.

Y en eso de los puntos de conexión, indudablemente deberíamos apuntar todos nuestros cañones a tratar de entender por qué es tan difícil encontrarlos. Solamente somos personas, nacemos, aprendemos, pensamos, nos reproducimos, todos lo mismo. ¿Por qué no comprendemos que los demás no nos entiendan? Y fijándonos bien... ¿por qué no entendemos a los demás? Parece tener poco sentido. ¡Algo tan importante!... ¿cómo no lo ve?... ¡¡Increíble!! Pero miremos bien... ¿esa otra persona tiene o hace algo importante? Nos parece que no. Entonces resulta obvio que para ellos nosotros tampoco hacemos algo importante. Qué trama complicada en la cual pareciera que cada quien juega su propio juego. Tal vez... y solo tal vez... deberíamos cambiar el enfoque de nuestra mirada, para poder ver un poco más claro que, posiblemente dentro de un contexto mucho más global, es necesario que las personas sean todas distintas y que cada una sin querer vaya ocupando un espacio que, si bien es particular y propio, forma parte de alguna “realidad general” que la mayoría de las veces no alcanzamos a comprender.

Lo que sí deberíamos entender de una vez por todas es que las otras personas son tan importantes como nosotros y no tienen por qué valorar lo nuestro, si nosotros no valoramos lo de ellos. “Ojos bien abiertos” nos brindarán una mirada que pondrá a nuestra mente atenta y nos llevarán a reflexionar. Ya lo dice el refrán: “Cada uno es cada uno y cada cual es cada cual”.

Nos encontramos con palabras muy importantes dentro del diccionario: amor, inteligencia, comprensión y muchísimas otras. Sin embargo podemos identificar una palabra que podría asociarse con todas las demás palabras y hasta... casi... ser sinónimo de todas. Es la palabra “interés”, dejando de lado la acepción bancaria o monetaria. Interés como “estar interesado”. Distintas personas comprenden y aprenden distintas cosas o disciplinas. Se podría pensar que distintas personas poseen distintos grados de inteligencia. Pero en realidad solo comprendemos y aprendemos aquellas cosas que nos interesan y nos cuesta aprender y comprender aquellas que no nos interesan.

Atendiendo a nuestros “intereses”, desatendemos los intereses ajenos y esto en algunos casos podría confundirse con incomprensión y hasta algo de egoísmo hacia los demás, pero lo cierto es que cada persona es un ser irrepetible y absolutamente único. Ningún aprendizaje es más relevante que otro, por lo cual ninguna persona es superior a otra.

Somos conscientes de que nacemos con una identidad única que nos acompaña hasta el último día. Lo importante es reconocer quiénes somos y “valorar lo que somos”. Fuera de eso vamos a desarrollar cada cosa en la que pongamos “interés”. Dependerá de la forma que entienda la vida cada uno particularmente para sumar o restar lo que considere interesante. Esto puede mejorarnos o empeorarnos, pero nuestra esencia se mantendrá inalterable a lo largo de nuestra vida y no existe una regla que dictamine intereses generales a todas las personas.

 

Entonces el concepto de “ser o no ser” es relativo y no resulta del todo cierto, porque ¿quiénes son?, y ¿quiénes no son?

Todas las personas “son” lo que son y muchas, olvidando su esencia, “quieren” ser lo que no son.

Está en nosotros permanecer permeables a valorar el ser de cada uno y poder captar en qué cosa tienen interés.

Pareciera que algunas personas no tienen interés en nada o casi nada y no escuchan para entender, sino para contestar, debemos mirar con atención para poder ver y aprender lo que transmiten.

Es difícil poder comprender distintas actitudes en distintos momentos de la vida.

Nuestra propia autoestima, palabra muy utilizada en distintos cursos o “discursos”, influye sobremanera en nuestros “intereses”... Tan personal.

¿De qué hablamos cuando hablamos de autoestima?, ¿cuánta tenemos?, ¿cuánta tendríamos que tener?, ¿en qué punto exactamente se conecta con la autoestima de las demás personas? ¿Cómo reconocemos el límite con el egoísmo, con la indiferencia, con el dolor que puede ocasionarle al otro?

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?