La niña de los pies descalzos regresa a sus montañas

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La niña de los pies descalzos regresa a sus montañas
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CARMEN REYES OJEDA CÁRDENES

La niña de los pies descalzos regresa a sus montañas


Ojeda Cárdenes, Carmen Reyes

La niña de los pies descalzos. Regreso a mis montañas / Carmen Reyes Ojeda Cárdenes. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-1424-0

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.

CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com

Ilustraciones: Victor Hugo Nari

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Este libro se lo dedico con todo mi cariño

a mi querido papaíto Lorenzo, a mi querida mamaíta Lola,

a mis hermanas, a mis amados hijos:

Adriana, que me ayudó con algunos arreglos e hizo todos los trámites para que esta historia llegara a Autores de Argentina;

a Mónica, a la que siempre le gustaron mis manuscritos

y constantemente está pendiente de mí;

a Ana Laura, que sin su insistencia

no hubiese empezado a escribir esta historia;

a Víctor, que me ayudó a pasar el manuscrito e hizo las ilustraciones.

A mi yerno Walter que ayudó en la corrección;

y a mis queridas y hermosa nietas: Agostina y Valentina.

Mi especial agradecimiento a Autores de Argentina

por haberme dado esta oportunidad.

Prólogo

La niña de los pies descalzos regresa a sus montañas nos presenta una de las características más bellas y especiales que tiene el ser humano, que es la capacidad de almacenar nuestra memoria y recuerdos para jamás olvidarlos.

En este relato no solo conocemos el crecimiento de una niña, su partida hacia nuevas tierras y su regreso después de largas décadas, sino que además esta historia permite adentrarnos en nuestros propios recuerdos, para comprender que solo nosotros mismos podemos elegir con cuáles quedarnos y, aunque muchos sean hostiles, siempre podremos encontrar en ellos una pizca de felicidad y armonía.

La niña de los pies descalzos regresa a sus montañas nos demuestra una vez más que somos solo nosotros los que decidimos finalmente cómo queremos vivir y con qué peso queremos cargar nuestra mochila, si es que en realidad buscamos tener una.

La felicidad no se mide en tiempo sino en momentos, y nadie más que uno mismo puede decidir en cuál de ellos quiere vivir, ya que al final la decisión de ser felices es solo de uno.

Agostina Belén Torre.

Prólogo

Lejos de su tierra, Carmencita inicia una nueva vida.

En ésta continuación, hay un recorrido que muestra velozmente su transición de niña a mujer. Atrás quedaron los días de juegos por las calles de las palmas, y aquellos domingos de cine.

La vida adulta llega como un vendaval, mostrando su cara más dura; esa en donde predominan los miedos, preocupaciones e incertidumbres.

Pero Carmencita puede lidiar con esos fantasmas, porque toda ella es energía y determinación. A pesar de los obstáculos, continúa avanzando y no claudica en el intento de cumplir con ese único sueño que la mantiene en pie: el de regresar a su patria, a sus raíces, a esos sueños inocentes de la niñez y adolescencia, que quedaron escondidos para siempre en aquél entrañable lugar.

Ana Nari

Cuando el barco empezó a moverse lo hacía muy despacio, hasta dar la vuelta, y poner rumbo al océano, mientras yo seguía viendo a mi familia que aún se encontraba en el muelle, y seguía saludando, mientras yo agitaba mis manos hacia ellos y a medida que se alejaba cada vez más, hasta desaparecer por completo, al igual que las montañas. Mi hermosa tierra ya estaba lejos de mí. Mi corazón quedó atrás, y empecé a comprender que tal vez no volvería a ver a mis seres queridos. Las lágrimas se agolparon en mis ojos y no las podía contener, pues en ese momento me daba cuenta de dónde estaba y adónde tenía que llegar. Descubrí la dimensión y la lejanía, y que tal vez sería imposible volver. Entonces me sentí diminuta y en soledad.

Observando el inmenso océano, con su color aguamarina, me sorprendió su magnitud, ya que lo único que había vislumbrado de él fue desde la orilla de la playa, donde solíamos buscar los cangrejos. En ese entonces, el mar me parecía pequeño, pero ahora lo encontraba etéreo e infinito. Esa sería nuestra vista, hasta llegar a tierra firme, lo cual produciría aproximadamente en treinta días.

Cuando comencé a mirar a mi alrededor me di cuenta de que no estaba sola, había cientos de personas en el barco, teóricamente lleno, pues eran todos emigrantes igual que yo, todos iban al mismo lugar, eran pasajeros que venían de España y Portugal.

Ese mismo día una muchacha que provenía de Portugal se acercó hacia donde yo me hallaba. Era algo mayor que yo, nos hicimos amigas y me contó que viajaba para encontrarse con su esposo, pues se había casado por poder, y solo lo conocía por fotografías.

El camarote que me tocó era bonito; tenía seis camas (tipo cuchetas). Allí se encontraban dos muchachas de Galicia, la muchacha de Portugal que había conocido, y yo. A mí me tocó dormir en la cama de arriba, me sentía cómoda y feliz, mi tristeza por el momento había quedado atrás.

El primer día nos dieron el almuerzo que era muy abundante: contenía carne, y había muchos mozos sirviendo la comida. Por lo general comíamos en la cubierta que se encontraba techada, pues parecía un comedor gigante. Supongo que nos dividían en varios turnos, no recuerdo bien.

El barco era muy grande a mi vista y la cantidad de emigrantes era cuantiosa, tal vez cientos. Lo que sí recuerdo es que en las bodegas dormía mucha gente, ya que no alcanzaban los camarotes.

Como yo era muy curiosa bajé a las bodegas y vi muchísimas personas que tenían sus colchones en el suelo, pues no había camas. El desorden era notorio, pues las maletas, ropa y demás menesteres se encontraban amontonados. Sin embargo, yo veía a las personas contentas, no les importaba el orden, ya que la atención y la comida eran buenas. Yo solía preguntarles de qué lugares provenían, y descubrí que la mayoría eran de Galicia, Sevilla, Andalucía y Portugal.

Las personas de Sevilla y Andalucía eran muy graciosas y simpáticas, y cantaban muy bien. Por lo general tenían familiares en el extranjero, y estos los mandaban a buscar. A muchos de ellos les tocó viajar en las bodegas, y al ser demasiados, utilizaban los colchones y sus ropas para armar las camas en el suelo. La bodega era amplia y se mantenía a una temperatura agradable, pues el calor de los motores llegaba hasta allí. A pesar de estas pequeñas incomodidades, los pasajeros se lo pasaban cantando y contando cuentos que a mí me agradaban mucho.

Al segundo día me desperté tarde, eran como las diez de la mañana, y según decían, el desayuno se servía hasta ese horario. Me dirigí a desayunar y las personas que lo servían me recibieron con mucha amabilidad, ofreciéndome una taza de café con leche, pan tostado, mantequilla y mermelada. Todo muy abundante a mis ojos.

Los baños no estaban mal, poseían agua caliente y bonitas bañeras, donde me gustaba tomar un baño. También había un lugar donde planchar la ropa. Eso me agradó, ya que a mí me gustaba estar siempre con la ropa planchada.

En el camarote, cuando hacía la cama, ponía mi maleta encima y ordenaba mi ropa. Por las tardes, solía usar un lindo vestido para estar en la cubierta. La muchacha de Portugal siempre quería estar conmigo para conversar. En una oportunidad me dijo que tenía miedo, pues no conocía con quién se había casado, ya que solo lo conocía por las fotografías. Como yo no entendía de esos asuntos, no sabía de qué manera aconsejarla, así que simplemente la escuchaba.

El viaje me resultaba agradable. Me gustaba ver el mar todos los días, y las personas eran muy amigables, y yo solía hablar con casi todos.

Cada dos o tres días hacían fiestas, según por el lugar que el barco atravesara, eso me resultaba muy divertido, pues todas las personas se encontraban alegres.

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