Buch lesen: «Salud del Anciano», Seite 24

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Capítulo 14
Vulnerabilidad social al envejecer
1. Definición

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, el vocablo vulnerabilidad significa que algo o alguien “puede recibir lesión física o moral”. Es decir, se refiere a alguien que tiene la probabilidad de ser dañado, pero no tiene la posibilidad de controlar los efectos del daño. Así, podría entenderse entonces que la vulnerabilidad es la exposición al riesgo más la incapacidad de respuesta. Por incapacidad de respuesta se entiende: 1) la ineptitud para enfrentar los riesgos y 2) la inhabilidad para adaptarse activamente a sus consecuencias. De acuerdo con esto, la vulnerabilidad es la exposición al riesgo más la incapacidad para enfrentarlo más la incapacidad para adaptarse activamente a sus consecuencias.

En los últimos años se han encontrado, aunque con distintos grados de sistematización teórica, trabajos sobre vulnerabilidad social, psicosocial, jurídica, política, cultural y demográfica, entre otros, en diversas poblaciones. Esto muestra que la vulnerabilidad se concibe hoy como una noción multidimensional en la medida que afecta tanto a individuos como a grupos y comunidades en distintos planos de su bienestar, de diversas formas y con diferentes intensidades.

Puede afirmarse que todos los seres humanos y comunidades, en mayor o menor medida, son vulnerables, ya sea por sus ingresos, patrimonio, lugar de residencia, país de nacimiento, origen étnico, género, discapacidad, enfermedad, factores políticos, ambientales o por una infinidad de motivos que implican riesgos e inseguridades. Lo opuesto a la vulnerabilidad es la invulnerabilidad, situación que estaría dada por la protección total o blindaje eficaz respecto del efecto de choques adversos que hieren u ocasionan algún tipo de daño. Entre la vulnerabilidad total y la invulnerabilidad habría un gradiente, dado por los recursos internos que permiten alternativas de acción (deliberadas o no) para enfrentar los efectos de cambios o choques externos. A mayor cantidad, diversidad, flexibilidad y rendimiento de los recursos internos que se pueden movilizar para hacer frente a cambios externos, menor será el nivel de vulnerabilidad.

El concepto de vulnerabilidad social tiene dos componentes explicativos. Por una parte, la inseguridad e indefensión que experimentan las comunidades, familias e individuos en sus condiciones de vida a consecuencia del impacto provocado por algún tipo de evento. Y, por otra parte, el manejo de recursos y las estrategias que utilizan las comunidades, familias y personas para enfrentar los efectos de ese evento.

La vulnerabilidad en salud se define como “un proceso multidimensional que surge de la interacción entre factores internos y externos que convergen en un individuo (hogar o comunidad) en un tiempo y espacio determinados. Las condiciones de debilidad, fragilidad y desamparo, al combinarse con la falta de respuestas y las debilidades internas pueden conducir a que el individuo sufra un deterioro en su bienestar de diversas formas y con diferentes intensidades como consecuencia de estar expuesto a determinados riesgos” (CEPAL, 2001).

Desde el punto de vista de la salud, se destaca que la esencia del concepto de vulnerabilidad es el riesgo y se define a la población mayor vulnerable como aquella con mayores riesgos y menos recursos para enfrentarlos. Así mismo, la vulnerabilidad social en salud es la desprotección de grupos poblacionales determinados ante daños potenciales a su salud y la desventaja para resolverlos, debido a la falta de recursos personales, familiares, sociales, económicos o institucionales necesarios para el acceso a la atención de la salud. En el caso de algunos ancianos, son las condiciones de desigualdad social más acentuadas en las que viven, las que definen esta condición de vulnerabilidad.

En este orden de ideas, una parte importante del análisis de la vulnerabilidad social es la determinación de grupos vulnerables, que se definen en función de diversas características demográficas, sociales, económicas y políticas que incrementan la susceptibilidad al daño, resultado de la combinación de cambios en el curso de vida de las personas, hogares o comunidades y la disponibilidad de recursos para enfrentar tales condiciones. Es decir, un grupo vulnerable es resultado de la articulación entre el riesgo de experimentar resultados negativos y la población en riesgo de padecer condiciones de salud, psicológicas o socioeconómicas adversas. Una de las características adicionales de las personas o los grupos vulnerables es que estas carecen de las capacidades para mantener la autonomía y tomar decisiones personales, por lo que son más propensas a experimentar daños reales o potenciales.

La vulnerabilidad social nace de la acumulación de múltiples y variados problemas sociales y tiene una importancia bidireccional en los ancianos, de un lado, como factor de riesgo para pobres consecuencias de salud y, del otro, como una definición pragmática para planear y ofrecer cuidados de salud y sociales a quienes la presentan.

Entre los grupos más vulnerables en la sociedad se encuentran las mujeres, los niños y los ancianos, los jóvenes en dificultades sociales, los indígenas, además de los discapacitados, los inmigrantes y refugiados, los afectados por VIH-SIDA, los reclusos, los drogodependientes, las personas en proceso de reagrupación familiar, las personas sin hogar y los habitantes de la calle.

Particularmente, se considera que los ancianos son doblemente vulnerables si perdieron o disminuyeron sus recursos para hacer frente a los desafíos sociales, económicos y de la salud que se les presenten. Además, dentro de la población de ancianos existen unos grupos que presentan mayor vulnerabilidad social como son los ancianos institucionalizados, los habitantes de calle y los ancianos que han sido víctimas del conflicto armado interno, en especial, del desplazamiento forzado.

Es importante anotar que la vulnerabilidad siempre refleja dos condiciones: la de los vulnerados, que incluye a quienes ya padecen una carencia efectiva que implica la imposibilidad actual de sostenimiento y desarrollo y una debilidad a futuro a partir de esta incapacidad, y la de los vulnerables, para quienes el deterioro no está materializado, sino que aparece como una situación de alta probabilidad en un futuro cercano a partir de las condiciones de fragilidad que los afecte. Se trata de una situación dinámica en la que convergen tanto el grado de exposición al posible daño como las posibilidades de protección y de reconstrucción.

2. Características de la vulnerabilidad

Dado que la vulnerabilidad es un concepto dinámico que implica el riesgo de cambiar de situación, por ejemplo, la “pobreza” indica cronicidad, pero la vulnerabilidad es el “riesgo de ser pobre” e indica inseguridad, así, la vulnerabilidad no sería resultado de la pobreza, sino las variables que refuerzan los procesos que conducen a ella. De ahí la importancia de identificar los riesgos, la posibilidad de neutralizarlos y la posibilidad de recuperarse de los efectos negativos que ellos producen.

En consecuencia, la noción de vulnerabilidad tiene como característica que surge de la interacción entre una constelación de factores internos y externos que convergen en un individuo, hogar o comunidad particular en un tiempo y un espacio determinados. Las condiciones de indefensión, fragilidad y desamparo al combinarse con la falta de respuestas y las debilidades internas pueden conducir a que el individuo, hogar o comunidad sufran un deterioro en el bienestar como consecuencia de estar expuesto a determinados tipos de riesgos.

Se habla de riesgo y no de amenaza porque esta se relaciona con la probabilidad de ocurrencia de ciertos eventos, pero no de sus consecuencias o daños. La noción de vulnerabilidad suele ser acompañada con diversos adjetivos que delimitan el “a qué” se es vulnerable. Tal como se mencionó, puede encontrarse una creciente bibliografía que utiliza la noción desde diversos enfoques. El uso más tradicional ha tenido relación con enfoques vinculados a temas económicos, ambientales, desastres naturales y con la salud física y mental de los ancianos.

En sentido amplio refiere a un espacio de riesgo, un espacio que se extiende más allá de la condición presente proyectando hacia el futuro la posibilidad de hacer real esa situación de riesgo a partir de ciertas debilidades que se constatan en el presente; en sentido estricto, alude a situaciones de precariedad y debilidad en los vínculos relacionales en las que se encuentran en mayor medida diversos grupos sociales, las mujeres, los transexuales, los discapacitados, los ancianos, los pueblos indígenas, entre otros, y no solamente quienes son definidos como pobres según las mediciones que tienen como parámetro el acceso a los bienes sociales.

La persona es vulnerable en la medida en que los recursos internos y externos son insuficientes para aliviar el estrés o reducirlo y en relación con esto promover su bienestar. El no tener la capacidad física para ser autosuficiente, o no tener el ingreso necesario para comprar los bienes y servicios esenciales, o estar en riesgo de perder la vivienda propia y no tener medios para reemplazarla, o estar imposibilitado para superar la falta de transporte adecuado son características de la vulnerabilidad. (Ver figura 14.1) Por ello se ha estipulado que la vulnerabilidad es un principio organizador en la vida de los vulnerables.


Figura 14.1 Características de la vulnerabilidad en ancianos

Fuente: Elaboración propia.

Adicionalmente, la vulnerabilidad social en los ancianos es resultado de la interacción de diversos elementos, entre los que se destaca la carencia de mecanismos, recursos, habilidades o medios para enfrentar las dinámicas sociales que se presentan de manera individual y grupal. Entre los factores relacionados con la vulnerabilidad social en ancianos se encuentran la pobreza, la fragilidad, el aislamiento social, el deterioro de la capacidad funcional y la dependencia laboral y económica. Estos factores se conjugan con las pérdidas físicas e intelectuales del envejecimiento e incrementan los riesgos de discapacidad y de mortalidad. Sin embargo, la vulnerabilidad social entre los mayores varía en función de los ingresos, el estado de salud, la composición familiar, el sexo, la etnicidad, la historia laboral, el apoyo y los recursos sociales, así como también depende de la prevención de lesiones, la actividad física, la nutrición saludable y el abuso o consumo de sustancias.

3. Dimensiones de la vulnerabilidad

Como la vulnerabilidad se refiere a la susceptibilidad de las personas y grupos desfavorecidos a distintos eventos negativos resultado de las desigualdades sociales, así como la capacidad de respuesta a estos según la disponibilidad de recursos, resiliencia, capital social y redes de apoyo institucionales, se trata de un concepto multidimensional, diferenciable entre contextos, que se relaciona con fragilidades, debilidades, susceptibilidades o falta de capacidades y resiliencia, que favorecen los efectos adversos y que se diferencian socialmente entre personas, grupos y comunidades.

Al tratarse de un concepto multidimensional, la vulnerabilidad ha tomado diversos significados y métodos de medición. Por ejemplo, desde la economía se consideran vulnerables los hogares que pasan a un estado de pobreza resultado del proceso acumulativo del riesgo. Desde la demografía, la vulnerabilidad se define como el conjunto de características sociodemográficas vinculadas con las desventajas sociales y que están ligadas a la capacidad de movilizar activos. Las diferencias entre perspectivas se asocian con los elementos del riesgo considerados, las opciones de respuesta para el manejo de los riesgos, así como también con los resultados expresados en pérdida de bienestar.

Una de las dimensiones más estudiadas de la vulnerabilidad social es la de la pobreza. Sin embargo, esta asociación es compleja debido a que la vulnerabilidad se manifiesta como parte de los procesos sociales que mantienen y reproducen las diferencias entre personas y grupos sociales, mientras que la pobreza se asocia con la falta de acceso a bienes materiales, capacidades básicas e ingreso adecuado para satisfacer necesidades en educación, salud, seguridad y derechos básicos. De hecho, la vulnerabilidad social no se refiere a la pobreza como carencia de recursos materiales, sino que esta contribuye a que las personas experimenten desventajas sociales con efectos negativos sobre la calidad de vida, la educación, el desarrollo de habilidades o la salud.

En el mismo sentido, se considera que entre los elementos que más contribuyen a la vulnerabilidad social se encuentran variables relacionadas con las desigualdades sociales como la precariedad o la falta de empleo, la baja escolaridad, así como también el sexo biológico, dado que se considera que las mujeres son más propensas a experimentar vulnerabilidad social. Adicionalmente, las personas o los hogares son vulnerables a condiciones sociales o políticas, a los procesos migratorios o los cambios en la estructura familiar o económica y a procesos de acumulación de riesgos relacionados con la salud, entre otros.

Desde una perspectiva demográfica, se sugiere que ciertos rasgos, como los patrones de mortalidad, fecundidad, localización territorial, dependencia demográfica y arreglos familiares son distintivos de que las personas u hogares viven en condiciones de pobreza y, por ende, de vulnerabilidad multidimensional, y configuran una fuerza adicional generadora de desventaja social que contribuye a la reproducción intergeneracional de la vulnerabilidad, tanto a escala microsocial como macrosocial.

La dimensión de salud es relevante para el análisis de la vulnerabilidad debido a que los adultos mayores tienen más probabilidades de enfrentar riesgos asociados con alguna enfermedad crónica, situación que podría conducir a condiciones de discapacidad y dependencia, que van acompañadas de un incremento de servicios médicos especializados y altamente costosos. Además, en la dimensión de vulnerabilidad en salud influyen también una multiplicidad de factores como el nivel socioeconómico, el apoyo o la exclusión social, el acceso a los servicios de salud o el capital y las redes sociales. La influencia de tales factores se expresa en los niveles individual, familiar o comunal, por lo cual se espera que la situación social general, particularmente la vulnerabilidad social, tenga impacto en resultados adversos en la salud. El estado de salud es un factor que puede determinar el bienestar social y económico de la población, pues representa una fuente de desarrollo de capacidades o mecanismos para enfrentar desventajas sociales. Cuando una persona o grupo social experimenta disparidades significativas en la morbilidad y la mortalidad, e incluso en la esperanza de vida, se considera que es resultado de la acumulación de condiciones sociales y económicas adversas y esto torna vulnerable a la persona o grupo.

Por otro lado, la dimensión familiar de la vulnerabilidad resulta relevante porque se registra un aumento de los hogares unipersonales (integrados por una sola persona), los cuales incrementan la amenaza de soledad y aislamiento, así como también propician cambios en las relaciones intergeneracionales (sociedad del ocio, individualismo, incorporación de la mujer al mercado laboral y otras) que amenazan el sistema de ayuda informal a la persona adulta mayor dependiente.

En lo que respecta a la dimensión de vivienda, la vulnerabilidad social de los adultos mayores se vincula con una infraestructura precaria que se caracteriza por deficientes equipamientos, pocos bienes, elementos insalubres, lo que exhibe una situación desfavorecida o de desventaja con respecto a otras personas, grupos o comunidades De acuerdo con esto, se destaca que analizar el tipo de material del cual están hechas las viviendas de los adultos mayores representa un elemento clave para determinar el nivel de riesgo al que está expuesta la población envejecida. Además, tales aspectos usualmente se consideran en la estimación de la pobreza, la marginación, la calidad de vida y el desarrollo humano.

Dentro de la dimensión económica se destaca que los ancianos están expuestos a mayor vulnerabilidad debido a sus carencias sociales y a sus bajos ingresos. Se afirma que este grupo poblacional muestra una situación de riesgo de caer en la pobreza casi tres veces superior a la de otros grupos. Asimismo, se evidencia que las mujeres presentan una mayor amenaza que los varones, debido a que cuentan con menos recursos internos y externos (ingresos, estudios, empleo, jubilación, cobertura social, redes de apoyo social y asistencial) para enfrentar los riesgos y cambios inesperados.

Otra propuesta de análisis de los efectos de la salud de la vulnerabilidad social plantea que se expresa en tres dimensiones: individual, social y programática. Desde este enfoque, la dimensión individual comprende aspectos biológicos, del comportamiento y las prácticas de la salud, y aspectos cognitivo-emocionales. La dimensión social se relaciona con los aspectos económicos, sociales y culturales que permiten el acceso a bienes y servicios. Finalmente, la dimensión programática se refiere a los recursos sociales necesarios para la protección de los individuos en contra de riesgos sociales, físicos y psicológicos. En conjunto, las tres dimensiones determinan la vulnerabilidad social. Se trata de una propuesta analítica que asocia las experiencias en etapas anteriores del curso de vida con las experiencias de la persona en el momento de evaluación.

4. Niveles de vulnerabilidad

Todos los seres humanos y comunidades en menor o mayor medida son vulnerables ya sea por ingreso, por residencia, por nacimiento, o por otros factores como los antes mencionados. El nivel de vulnerabilidad depende de la relación que se establece entre los riesgos, por un lado, y los recursos y estrategias de los que disponen los individuos, por el otro. Es decir, de los recursos y activos internos y las estrategias de uso de esos recursos para prevenir, reducir y afrontar los riesgos externos. A mayor cantidad, diversidad y flexibilidad de los recursos internos que se movilizan para hacer frente a los cambios externos, menor es el nivel de vulnerabilidad.

Se considera que la aceptación del riesgo es una adaptación pasiva al mismo (por resignación o fatalismo). Por el contrario, una adaptación activa, sería una modalidad de respuesta que exige reestructuraciones internas del individuo. La adaptación activa es lo que Moser (1998) denomina “resiliencia”. En el caso de la “vulnerabilidad social” el término implica la exposición a un riesgo y la capacidad para enfrentarlo ya sea por una respuesta endógena o por apoyo externo. La vulnerabilidad social puede ser considerada en varios niveles de desempeño e interrelaciones del anciano, desde el individuo, la familia cercana, las redes sociales y a nivel de sociedad. En este sentido, se debe tener claro que la edad no es en sí misma un indicador de vulnerabilidad, sino que está vinculada con la falta de ingresos o con la vulnerabilidad social del hogar en el que reside, que conlleva que el bienestar de los ancianos se encuentre asociado tanto a su propia inclusión en la seguridad social como a la inclusión social de su red familiar.