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3. Dicotomía envejecimiento-enfermedad

Se basa fundamentalmente en la situación de deterioro de la homeostasis al envejecer y en el hecho de que a medida que pasa el tiempo son mayores los efectos del proceso normal de envejecimiento sobre células, tejidos y órganos, y también son mayores los efectos acumulativos de los impactos, a veces mínimos pero continuos, de ciertas enfermedades sobre esas mismas células, tejidos y órganos, que hacen que se confunda el proceso normal de envejecimiento con el de enfermedad, lo cual en ocasiones hace difícil establecer una diferencia entre ellos. En la figura 6.2 se muestra este proceso, que estipula que el envejecimiento incrementa el riesgo de mortalidad en función del tiempo. Aunque la controversia sobre tal diferencia continúa, se acepta que el aumento de la edad está acompañado de cambios fisiológicos inevitables que pueden confundirse con enfermedad.


Figura 6.2 Dicotomía envejecimiento-enfermedad

Fuente: Adaptado de Izaks GJ, Westendorp RGJ. Ill or just old? Toward a conceptual framework of the relation between ageing and disease. BMC Geriatr. 2003;3:7. doi: 10.1186/1471-2318-3-7

Varios ejemplos demuestran cómo cambios normales (deterioro de mecanismos de regulación) remedan cambios patológicos:

1. Existe una alteración en el metabolismo de la glucosa a medida que se envejece, por resistencia periférica a la insulina, que se manifiesta con el aumento de 1-2 mg. (0,11 mmol/l) por década en la glicemia, después de los 40 años. La anormalidad que se observa en las pruebas de tolerancia a la glucosa puede ser interpretada erróneamente como una diabetes mellitus.

2. Durante el ejercicio el gasto cardiaco se mantiene por dilatación cardiaca y aumento del volumen de eyección sistólica, sin que esto signifique que exista una patología cardiaca de base.

3. Después de los 40 años hay una disminución del flujo plasmático renal y de la filtración glomerular (1 ml por año), que no necesariamente implican una patología renal y no son evidentes en los exámenes de laboratorio.

4. La disminución progresiva en la función pulmonar hace que a los 90 años se tenga la mitad de la función que se tenía a los 30 años. Esto no es patológico, pero si predispone a enfermedades, especialmente neumonías.

5. El deterioro de algunas funciones mentales superiores, como atención, memoria y praxia construccional, puede simular deterioro cognoscitivo asociado a síndrome demencial.

Así, el envejecimiento hace a una persona más susceptible de desarrollar enfermedad coronaria, enfermedad cerebrovascular o cáncer, que son condiciones relacionadas con la edad y más frecuentes al envejecer, pero no implica que sean equivalentes. Así, el proceso fundamental de envejecimiento sensibiliza al individuo a consecuencias clínicamente demostrables.

4. Genética, envejecimiento y enfermedad

La contribución de la genética a la relación envejecimiento-enfermedad es probablemente el resultado de muchos genes cada uno con efectos modestos. Algunos genes probablemente afecten la longevidad aumentado la susceptibilidad a enfermedades relacionadas con el envejecimiento y con la muerte a temprana edad, pero existen otros genes que probablemente lentifiquen el proceso de envejecimiento propiciando una vida larga.

Actualmente la epidemiología genética permite dar con ese punto de encuentro entre el envejecimiento y la enfermedad, porque los hallazgos en los genes han permitido predecir, prevenir y tratar muchas enfermedades asociadas al envejecimiento. Desde los mecanismos de envejecimiento y patogénesis de la enfermedad a través de la identificación de mutaciones, como en los síndromes progeroides, hasta la identificación de las mutaciones en la proteína del precursor amiloide y en los genes presenilina 1 y 2 que causan enfermedad de Alzheimer familiar de comienzo temprano, la genética ha permitido entender aún más la relación envejecimiento-enfermedad. Hoy se conoce el porcentaje de contribución de la genética en esa relación, por ejemplo, en la enfermedad de Alzheimer representa entre el 50 y el 80%, en cáncer de próstata el 58%, en la frecuencia cardiaca entre el 13 y el 23%, en la presión arterial sistólica entre el 38 y el 46%, en la densidad mineral ósea en mujeres premenopaúsicas entre el 46 y el 92% y en la expectativa de vida general entre el 20 y el 50%. Estos porcentajes de heredabilidad de características fisiológicas y tendencias patológicas al envejecer indican la importancia de la genética para entender este proceso, como se insistió en el capítulo sobre biología del envejecimiento.

Existen múltiples genes candidatos para condiciones relacionadas con la edad, que incluyen la enfermedad arterial coronaria, la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson y varios cánceres. Sin embargo, pocos genes se han identificado como factores de riesgo para estas enfermedades y, menos aún, para desarrollar cambios con el envejecimiento. Es probable que esto se deba a las limitaciones en el diseño y la tecnología empleada para estos estudios, no obstante, los adelantos en investigación son veloces y sorprendentes.

A pesar de estos importantes hallazgos, los estudios de intervención en los mecanismos fundamentales del envejecimiento relacionados con la enfermedad deben ir más allá de medir sobrevivencia con o sin enfermedad, del mismo modo explorar las posibilidades de retrasar la discapacidad, prevenir la fragilidad y disminuir el impacto de las enfermedades asociadas con el envejecimiento. Por esto, se requieren más estudios genéticos que identifiquen genes nuevos, validen los existentes y clarifiquen las vías y mecanismos de interrelación de la genética, no solamente con la longevidad, sino también con las enfermedades asociadas al envejecimiento, la fragilidad y la discapacidad. Además, es clave identificar la interrelación con la exposición a agentes o toxinas medioambientales a edades tempranas y su efecto en la supervivencia y en el comienzo de las enfermedades, la discapacidad y la fragilidad.

5. Longevidad excepcional y compresión de la morbilidad

Aún no se sabe cómo variarán los modelos de morbilidad en las próximas décadas. Las tres teorías que especulan al respecto señalan tres modelos distintos. La primera de ellas afirma que como la mejoría en la morbilidad ha acompañado al aumento de la esperanza de vida, se espera que el promedio en las personas ancianas decaiga y que la discapacidad se produzca poco antes de la muerte, es decir, retrasar su aparición. La segunda concepción plantea que las personas que antes morían ahora sobreviven enfermas y discapacitadas por lo que la dependencia puede aumentar con el tiempo. La tercera perspectiva apunta al mantenimiento de la situación actual, debido a que el incremento de la vulnerabilidad en los ancianos será compensado con los avances en morbilidad tanto en la medicina como en otras disciplinas. La discapacidad de las personas ancianas supervivientes del futuro depende de las condiciones específicas que mejoran por el cuidado médico. Si existe una prevención o tratamiento efectivos para los problemas de salud de los futuros ancianos, podrán estar menos discapacitados que los actuales.

Con independencia de lo que suceda con la comorbilidad en un futuro próximo, lo que es cada vez más común es encontrar ancianos con edades “matusalénicas”, tanto que la propuesta que se ha hecho es llamarlos centenarios (100–104 años), semisupercentenarios (105–109 años) y supercentenarios (110–119 años). La característica básica de estos individuos con longevidad excepcional es el progresivo retraso en el comienzo de las enfermedades asociadas con el envejecimiento más comunes, tales como hipertensión sistólica, enfermedad cardiaca, diabetes, enfermedad cerebrovascular, cánceres que excluyen los de piel, cáncer de piel, osteoporosis, enfermedades tiroideas, enfermedad de Parkinson, enfermedad pulmonar obstructiva crónica y cataratas; La otra característica de estos sobrevivientes excepcionales es el retraso en el comienzo del deterioro físico y cognoscitivo asociado con la edad.

En cuanto a estos grupos etarios extremos, se han propuesto tres perfiles de morbilidad, sobrevivientes (survivors), retrasados o postergados (delayers) y escapados (escapers). El primer grupo, de los sobrevivientes, son aquellos que tienen un diagnóstico de alguna enfermedad asociada al envejecimiento antes de los 80 años, representa el 38% de los ancianos con longevidad excepcional (24% hombres y 43% mujeres); en el segundo grupo, el de los retrasados o postergados, están los individuos que retrasaron la aparición de alguna enfermedad asociada al envejecimiento al menos hasta los 80 años, representan el 43% (44% hombres y 42% mujeres) y, por último, en el grupo de los escapados, se encuentran los que llegaron a los 100 años de vida sin el diagnóstico de algunas de las enfermedades asociadas al envejecimiento más comunes a esa edad y corresponden al 19% (32% hombres y 15% mujeres).

Mientras las mujeres centenarias parecen ser más capaces de enfrentar y vivir con enfermedades asociadas con el envejecimiento, es más probable que los hombres centenarios mueran de enfermedades potencialmente letales. La dificultad de esta propuesta clasificatoria es que excluye el síndrome demencial, presente en más de la mitad de los ancianos con longevidad excepcional. De otro lado, se ha planteado que las mutaciones genéticas pueden afectar la edad en la cual ocurre la muerte (“retraso del envejecimiento”), mientras que la restricción calórica afectaría la tasa en la cual las muertes ocurren una vez los riesgos de mortalidad lleguen a ser detectables (“desaceleración” del envejecimiento).

El retraso o escape de los centenarios y ancianos de mayor edad a las enfermedades asociadas con el envejecimiento corrobora la hipótesis, propuesta hace ya varias décadas por Fries, sobre la compresión de la morbilidad, de acuerdo con la cual los individuos que alcanzan los límites de la expectativa de vida comprimen el comienzo y la duración de la enfermedad hacia el final de la vida (ver figura 6.3). Es decir, cuando hay un envejecimiento biológico exitoso los sujetos que alcanzan los límites de la expectativa de vida, comprimen el comienzo y la duración de la enfermedad hacia el final de la vida. Al posponer el inicio de las enfermedades crónicas, que tienden a concentrarse al final de la vida, el tiempo de vida saludable (previo a la aparición de la enfermedad) tiende a ser mayor.


Figura 6.3 Comprensión o extensión de la morbilidad

Fuente: Adaptado de Fries J. Aging, natural death, and the compression of morbidity. N Engl J Med. 1980;303(3):130135. doi: 10.1056/NEJM198007173030304

Un envejecimiento biológico exitoso, con longevidad excepcional, depende de cómo se adecúe el envejecimiento secundario al primario, tratando de evitar la discapacidad, manteniendo la independencia y la autonomía y una adecuada actividad mental. Se debería pensar nuevamente acerca de la imagen que se tiene de los ancianos longevos, son “sobrevivientes excepcionales”. La mayoría de los ancianos centenarios han desarrollado múltiples mecanismos para enfrentarse a gran cantidad de limitaciones; más de tres cuartas partes de ellos continúan funcionales y el papel del equipo de salud es aumentar la capacidad para enfrentar esas dificultades mediante la identificación y el tratamiento de problemas que sean solucionables, además, de facilitar los cambios en el medio ambiente para maximizar la función y la posibilidad de que puedan enfrentar los problemas que se presentan en la vida diaria. En la figura 6.4 se muestra la hipótesis de la compresión de la morbilidad mediante la lentificación del proceso de envejecimiento, como una táctica para lograr retrasar la edad de inicio de múltiples comorbilidades en lugar de prevenir o tratar trastornos clínicos individuales asociados con la edad.


Figura 6.4 Comprensión de la morbilidad a través de la lentificación del envejecimiento

Fuente: Adaptado de Tkatch R, Musich S, MacLeod S, Asgaard K, Hawkins K, Yeh CS. Population health management for older adults: Review of interventions for promoting successful aging across the health continuum. Gerontol Geriatr Med. 2016;18(2). doi: 10.1177%2F2333721416667877

Otra situación bien intrigante, relacionada con el proceso envejecimiento-enfermedad, es que se ha postulado que algunos o muchos de los procesos biológicos o médicos que ocurren al envejecer, considerados como factores de riesgo en edades más tempranas, podrían ser benéficos en términos de longevidad especialmente en el grupo de los muy viejos. Varios ejemplos son clara muestra de esta situación. Altas cifras de tensión arterial en muy viejos se asocian con mejoría en la supervivencia y en la función cognoscitiva. El concepto de “obesidad paradójica” hace referencia a que, en los muy viejos, la obesidad es un factor protector de mortalidad, falla cardiaca y fractura de cadera. Además, el recientemente denominado “síndrome metabólico reverso”, en ancianos con alteraciones de resistencia a la insulina que tienen mayor longevidad, y un último ejemplo en sentido contrario es la suplementación de hormonas que normalmente disminuyen al envejecer (estrógenos, testosterona y hormona de crecimiento, entre otras), aumenta de manera considerable el riesgo de cáncer y problemas cardiovasculares en este grupo poblacional. Se corrobora que existen muchas barreras en la aplicación de los hallazgos de longevidad a la clínica común porque muchos ancianos más que aumentar la expectativa de vida, vivir por más tiempo, lo que buscan es sentirse saludables, mantenerse funcionales y tener una buena calidad de vida.

El envejecimiento es un término sombrilla para la totalidad de los procesos, cada uno de los cuales contribuye al deterioro corporal con la edad. En otras palabras, cualquier proceso involucrado en la degradación relacionada con la edad actúa como un componente del proceso de envejecimiento.

En resumen, envejecimiento y enfermedad pueden tomarse como situaciones diferentes, donde el envejecimiento predispone a un individuo a una o más de las enfermedades dependientes del envejecimiento y otras condiciones geriátricas. O como un continuum en el cual los cambios con el envejecimiento son procesos prepatogénicos de enfermedades presentes a edades más tempranas. Es claro que las enfermedades son multifactoriales y resultan de la interacción de procesos de envejecimiento con factores específicos de enfermedad, que incluyen. genes que aumentan el riesgo para el desarrollo de la enfermedad; medioambiente, el cual afecta el individuo como resultado de inhalación, ingestión o exposición a toxinas y radiaciones; estilo de vida, dentro del cual se destacan dieta, ejercicio, hábitos y controles médicos, y factores psicosociales y de acceso a la educación, que influyen especialmente en la evolución de la enfermedad.

Capítulo 7
Envejecimiento exitoso, saludable y activo

La Organización Mundial de la Salud (OMS) en su informe sobre envejecimiento y Salud (2015) plantea la necesidad de un cambio de paradigma en la salud de los ancianos. Se insiste en que la presencia de enfermedades no dice nada sobre el impacto que pueden tener en la vida de un anciano y se propone salir del enfoque epidemiológico basado en la multimorbilidad y exclusivamente en diagnósticos médicos y pasar a un enfoque centrado en el funcionamiento de la persona en su entorno. Las influencias del entorno en la salud en la vejez pueden ser muy diferentes y abarcan, por ejemplo, la situación económica como factor clave al momento de tener acceso a servicios de salud y comunitarios, las redes sociales a las que se puede recurrir en caso de requerirse e, incluso, los sistemas de soporte de los que se dispone para ser utilizados en situaciones de crisis.

Este cambio de paradigma ha estado influenciado, entre otras cosas, por la preocupación por envejecer bien y por lograr un envejecimiento exitoso.

Es evidente ahora que a medida que se va generando un envejecimiento global, se ha fomentado el cambio hacia un discurso positivo sobre el envejecimiento, que incluye el envejecimiento saludable, exitoso o activo. Así, el envejecimiento ya no se presenta como un período inevitable de declive con enfermedades que requiere la retirada de la vida activa.

Esta visión positiva del envejecimiento ha adoptado numerosas denominaciones: envejecimiento exitoso, óptimo, saludable, positivo, productivo, entre otras. Es importante mencionar que algunos autores utilizan estos términos indistintamente en los artículos de revisión y otros intentan establecer diferencias entre ellos.

Aunque envejecimiento exitoso, saludable y activo, a menudo se utilizan de manera indiferenciada como si fueran sinónimos, dan cuenta de paradigmas y marcos de referencia muy distintos. A continuación, se presenta cada uno de forma explícita.

1. Envejecimiento exitoso

Este término surge de la teoría de la actividad (Havigurst y Albrecht, 1953; Maddox, 1963), la cual se inscribe en la visión platónica del envejecimiento y postula que la vejez es un periodo de crecimiento y de oportunidades sociales y personales para el anciano. Cuanto más activo se mantenga, su envejecimiento será más satisfactorio, además, esta teoría sitúa la actividad como base del envejecimiento saludable. Entre sus premisas se encuentran: 1) adultos y ancianos tienen las mismas necesidades psicosociales; 2) los individuos se resisten a dejar sus roles sociales para permanecer activos durante más tiempo; 3) hay un envejecimiento exitoso cuando el individuo reemplaza los roles perdidos por unos nuevos, y 4) siempre hay roles sociales significativos para el anciano que él es capaz de desempeñar.

Con base en estos postulados y en oposición a la visión negativa del envejecimiento, Havigurst en 1961 propuso el envejecimiento con éxito como un tema central de la gerontología y como una forma de vida socialmente deseable. De acuerdo con este autor, un envejecimiento exitoso (EE) es “Una declaración de las condiciones de vida individuales y sociales bajo las cuales el individuo obtiene un máximo de satisfacción y felicidad y la sociedad mantiene un equilibrio adecuado entre las satisfacciones de los distintos grupos que la componen: ancianos, personas de mediana edad y jóvenes, hombres y mujeres, etc. (p. 8). Desde esta perspectiva se ha operacionalizado el envejecimiento exitoso como 1) una forma de vida socialmente deseable para este grupo de edad, 2) el mantenimiento de la actividad en la edad adulta, 3) un sentimiento de satisfacción con el estado presente y las actividades, y 4) un sentimiento de felicidad y satisfacción con la propia vida.

Una década más tarde, Neugarten (1972) concluyó que el factor fundamental en la predicción de si los individuos envejecerán con éxito es la personalidad. El estilo de afrontamiento, la capacidad de adaptación previa y las expectativas de vida, así como los ingresos, la salud, las interacciones sociales, las libertades y las restricciones son parte de la personalidad y, por lo tanto, juegan un papel importante en la enorme complejidad de un envejecimiento exitoso.

Posteriormente, Rowe y Kahn (1987) propusieron una distinción conceptual del envejecimiento normal con el envejecimiento exitoso. Según ellos, la declinación de las capacidades físicas no es forzosamente ineluctable: algunas personas mejoran su estado de salud funcional al envejecer, las facultades cognoscitivas pueden permanecer intactas a pesar del avance de la edad o pueden “activarse”, la capacidad de aprender cosas nuevas permanece viva aún en situación de incertidumbre y la aptitud para ajustarse a los cambios de la vida parece aumentar.

Rowe y Kahn (1987) buscaron superar el concepto de que el envejecimiento es un proceso que aumenta el riesgo de mortalidad en función del tiempo. Diferencian entre envejecimiento usual, (aquel exento de enfermedades específicas pero acompañado de diversos deterioros asociados a la edad y en el cual los factores extrínsecos aumentan los efectos de la edad) y el patológico (los cambios en el organismo con la edad son similares a los inducidos por ciertas enfermedades y se caracteriza por la existencia de diversas y variadas enfermedades o discapacidades) del envejecimiento exitoso, en el cual los factores intrínsecos juegan un rol positivo o neutro.

El mejor indicador del envejecimiento exitoso es la autonomía, puesto que esta determina qué tipo de envejecimiento se tiene. Una persona que experimenta un gran control de su vida y toma decisiones importantes es una persona con un envejecimiento exitoso, a diferencia de quien acepta las decisiones de otros, por ejemplo, los hijos. Con ello pretendían contrarrestar la tendencia creciente en gerontología de marcar una distinción entre lo patológico y lo no patológico, es decir, entre la población anciana con enfermedades o algún tipo de discapacidad y la que no padece ninguna de ellas.

El envejecimiento exitoso es algo deseado, planificado, que implica trabajo y no es producto del azar, puesto que su obtención implica un esfuerzo (responsabilidad personal). Así, el éxito depende tanto de las elecciones como de las capacidades individuales. Además, no implica prosperidad ni salud, pero la pobreza y la enfermedad lo hacen más difícil de alcanzar.

El envejecimiento exitoso combina tres componentes interdependientes y jerárquicos: salud, funcionamiento mental y físico y compromiso con la vida activa. Los autores lo definen como la habilidad para mantenerse con bajo riesgo de enfermar, con un alto nivel de actividad física y mental, y decididamente comprometido con la vida por medio del mantenimiento de relaciones interpersonales y de la participación en actividades significativas. En este modelo ciertas exigencias parecen independientes de la buena voluntad de los individuos, otras están, en gran medida, bajo su responsabilidad, es decir, ciertos problemas de salud pueden evitarse adoptando conscientemente medidas preventivas.

Así, para alcanzar un envejecimiento exitoso deben estar reunidas tres condiciones independientes:

1. Una reducida probabilidad de desarrollar enfermedades y discapacidades; Rowe y Kahn plantean que la gran mayoría de las enfermedades relacionadas con la edad se pueden prevenir mediante estilos de vida saludables.

2. El mantenimiento de un alto nivel de funcionamiento cognoscitivo y físico; la meta más importante entre los ancianos es ser autónomos e independientes. Se insiste en que los temores a las pérdidas son exagerados y se envejece como se ha vivido; además, las pérdidas funcionales pueden ser prevenidas y recuperadas; es cierto que hay limitaciones, pero la mayoría de los ancianos permanecen independientes. En cuanto el deterioro cognoscitivo, en general, los cambios con el envejecimiento no afectan todas las funciones, las pérdidas, si ocurren, se presentan en etapas tardías y afectan poco la vida de los ancianos, salvo si hay enfermedades específicas. Una de las formas más eficaces de mantener la funcionalidad física y mental es mantenerse activo.

3. Compromiso con la vida por medio del mantenimiento de relaciones interpersonales y de la participación en actividades significativas. Se debe tener compromiso con actividades que tengan una finalidad y un significado, que den sentido a la vida.

En numerosos estudios se ha estipulado que es imprescindible tener en cuenta los contextos sociales y culturales al momento de hablar de envejecimiento exitoso (Fry, 2012). Desde esta perspectiva subjetiva, los factores importantes en este envejecimiento son la salud, la satisfacción con la vida, la atención de amigos y familiares, las relaciones sociales, las opciones de autonomía, la satisfacción de las necesidades de los suyos, la adaptación a los cambios relacionados con la edad, la capacidad de autocuidado ante la cercanía de la muerte, no sentirse solo, sentirse bien consigo mismo, hacer frente a los retos de los próximos años, no tener enfermedades crónicas y actuar según los valores internos.

Existen más de cien variaciones del modelo original propuesto por Rowe y Kahn, se pueden agrupar en perspectivas biomédicas, psicosociales y mixtas. Las primeras hacen hincapié en la capacidad de las personas para mantener y mejorar la capacidad física y mental y son de naturaleza descriptiva, se han focalizado en la medición y en identificar la frecuencia y los factores de riesgo para la promoción de estas situaciones en las personas que envejecen y la prevención del envejecimiento patológico. Las segundas, consideran la importancia de la satisfacción con la vida, la adaptación y el afrontamiento, la participación social y los recursos psicológicos y, más que describir el fenómeno, se ocupan del proceso de envejecer con éxito y de las diferencias culturales, en esta perspectiva se destacan los modelos de Selección, Optimización y Compensación (SOC) de Baltes y Baltes (1990) y el Modelo Proactivo de Envejecimiento Exitoso de Kahana y Kahana (1996). También se han diseñado modelos para describir el proceso que lleva al envejecimiento con éxito, indicando los predictores y mediadores. Finalmente, las perspectivas mixtas, son integrativas e incluyen las biomédicas, psicosociales y las experiencias y percepciones en torno a envejecer con éxito. En la tabla 7.1 se presentan las principales dimensiones de envejecimiento exitoso referenciadas en la literatura.

Tabla 7.1 Dimensiones y categorías del envejecimiento exitoso


Dimensiones Categorías Aspectos incluidos
Bienestar social Interacción social Relaciones con otros
Redes sociales
Relaciones intergeneracionales
Soporte social Soporte de la familia
Amigos y confidentes
Soporte de instituciones gubernamentales y no gubernamentales
Participación social Actividades sociales
Actividades religiosas
Actividades productivas
Actividades recreativas
Voluntariado
Bienestar psicológico Características individuales positivas y capacidades Felicidad
Tener propósitos y planes
Afecto positivo
Autoaceptación
Autoeficacia
Resiliencia
Adaptación y afrontamiento
Aprendizaje
Satisfacción con la vida Satisfacción con la vida
Satisfacción con la vida pasad
Percepción de envejecimiento Aceptación del proceso natural de envejecimiento
Percepción positiva de la vejez
Ausencia de enfermedad mental Ausencia de depresión
Ausencia de deterioro cognitivo
Ausencia de estrés o fobias
Ausencia de enfermedades psiquiátricas
Soledad Percepción de soledad
Salud física Buena salud física Autopercepción de salud
Ausencia de enfermedades
Prevención y control de riesgos Estilos de vida saludables
Ejercicio y actividad física
Comorbilidad Presencia de enfermedades crónicas
Número de enfermedades
Nutrición Dieta e ingesta nutricional
IMC
Salud funcional Actividades de la vida diaria Independencia en actividades de la vida diaria físicas e instrumentales
Capacidad física fuerza de agarre y velocidad de la marcha
discapacidad Integridad sensorial (visión, audición)
Ausencia de discapacidad física
Longevidad Vivir más de 80-85 años
Espiritualidad y trascendencia Espiritualidad Gerotrascendencia Autorreconocimiento y autorientación
Autotrascendencia
Aceptación de la muerte
Respeto a la vida
Seguridad económica y medioambiental Contexto ambiental Percepción de seguridad del barrio y el entorno
Condiciones de la vivienda y el vecindario
Accesibilidad
Ausencia de estereotipos negativos
Seguridad financiera y económica Ingresos
Satisfacción con los ingresos
Aspectos sociodemográficos Educación Alto nivel educativo

Fuente: elaboración propia