Acontecimientos Subjetivantes

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Acontecimientos Subjetivantes
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CARLOS JOSÉ ZUBIRI

Acontecimientos Subjetivantes


Zubiri, Carlos José

Acontecimientos subjetivantes / Carlos José Zubiri ; ilustrado por Ariel Alexis Delgado. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-2230-6

1. Biografías. I. Delgado, Ariel Alexis, ilus. II. Título.

CDD 920

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Tabla de Contenidos

1  PRÓLOGOS

2  AGRADECIMIENTOS

3  INTRODUCCIÓN Acontecimientos subjetivantes Generación universitaria del 86 Los pacientes, seres admirables, exploradores de sentido singular Revalorizar la Escucha y la Palabra Despatologización de la infancia Guerra, trinchera e identidad Verbos fuertes Modernidad, ¿Psiquismo aplanado? Nuevas formas de control social, otras torturas La agresividad actual como ausencia de malestar en la cultura Morir en un solo acto y terminar con el tormento Recuperar el piropo sin fobia Fatiga de compasión Ilusión de certeza Frondizi, el filósofo Cielito cielo que si… De machotes callejeros y ciudadanos ilustres Qué decir, psicoanálisis Sí… Freud fue un genio De arriba para abajo… o al revés “Pedagogía, ciencia o arte de lo imposible” Corrupción, pedagogía negra y fatalismo Freire para no olvidar África mía Dr. Raúl y el loco manía Necesidades sentidas Homenaje a Sandor Ferenczi El hombre sigue siendo el lobo del hombre Grieta solidaria La paradoja de un domingo de cine Cuidar la vida con inteligencia Rebeldes intelectos La otra gran cosecha ¿Se podrá sanear la sociedad? Carta al Sr. Intendente Municipal de Canals (2017) La psicosis como enseñanza No aflojemos con el conocimiento y la cultura Nuevos componentes familiares Ética y moral pragmática Estábamos enamorados de la ciencia y la cultura Ser o parecer Deontología, dogma y psicoanálisis La insurrección o el conservadurismo Jesús contrariado Carta abierta a la comunidad en tiempos de aislamiento pandémico Embates cosificantes Con la gente, siempre ¿Derecha? ¿Izquierda? Discurso de cuartel, plan de tareas Durar o vivir La no respuesta como forma de crueldad y de violencia Ilusiones de nuevos posibles Utopías sostenibles La ansiedad de unificar Revolucionar la escuela secundaria La escuela no califica en pandemia Psicoanálisis subversivo Don Vicente y Rafael

4  CONCLUSIÓN

Landmarks

1 Table of Contents

"Al lado de todo hombre ocupado y preocupado,

convive una gran mujer".

Le dedico este libro a Fatima Komarevich,

"mi compañera siempre".

PRÓLOGOS
Por Pato Leguizamón

Vaya con las premisas que se desmoronan, ¡las que no han tenido demasiado sustento! Alguna vez he defendido la idea de que la pasión no se podía escribir, que no podía explicarse en letras, que solamente se transmitía de manera personal para que sea más efectiva, y que todo era mejor decirlo en contacto real con las personas. Una idea, un sueño, un proyecto...

En una de las primeras entrevistas realizadas, fue inevitable dejarse llevar por ese romanticismo que muchos han vivido y conservan de su época de estudiante, por cada uno de los pasos y convites que fueron llevando al enamoramiento de su carrera, épocas brillantes del más puro conocimiento y de una formación profesional, hoy añorada. Quien tiene o ha tenido la posibilidad de conocer al autor de este libro en alguna circunstancia seguramente coincidirá en dos aspectos.

El humano, en el cual sobresalen los auténticos valores que necesitamos siempre para que una sociedad siga conservando atisbos de esperanza, comprometido, preocupado y ocupado, presente y con una integridad que jamás se ha enviciado de nada que lo corra de su camino ético.

El profesional, es de los mayúsculos, de los distintos, de los que no se encuentran tan fácilmente, en estos tiempos de abandono intelectual. Carlos es libro y autor siempre, es una invitación constante a la lectura, al pensamiento y a la reflexión. El aula y su consultorio son sus trincheras, desde ahí les da valor a sus nobles herramientas a las que sigue renovando de manera permanente e inclaudicable para construir con la palabra.

Ha cumplido 25 años de profesión, pero sería un despropósito expresar que en estos “acontecimientos subjetivantes” está escrito “todo” el saber de este animal de la intelectualidad. La pasión por seguir aprendiendo y enseñando es lo que lo sostiene y lo proyecta.

Consecuentemente con esta tarea, el autor expone en este libro no solo sus vivencias como licenciado en Psicología en la versión más genuina, sino que lo enriquece con el análisis sociológico, filosófico y educativo de muchas de las problemáticas que nos hacen pensar y reflexionar en nuestra condición de seres humanos en un mundo mejor.

Como docente, ha manifestado tener inconvenientes para reconocerse en el discurso educativo institucionalizado, pues… este libro será de los indispensables para la lectura inteligente, instigador del arte de pensar en la educación como el acto más revolucionario de todos los tiempos.

 

Como enorme profesional, ojalá todos los Marcos alguna vez se encuentren con un Zubiri, porque es la más humana y cálida de las guías para ayudar a abrir las puertas cerradas.

Acontecimientos subjetivantes es la palabra que construye.

Por Luciano Avoledo

Dicen que la moda es lo que cambia y que el estilo prevalece, esta obra denota un escrito realizado con estilo, un estilo propio, característico. Este es un aspecto que me parece importante, la búsqueda de un estilo, sin parecerse a alguien en el momento de escribir.

Por otra parte es un escrito complejo, con temas muy profundos, lo que genera en el lector cierta información de intriga y de incógnita y lleva a la búsqueda permanente de mayor información.

De la lectura del texto se observa en el autor una identificación e influencia de Silvia Bleichmar y Marcelo Viñar (dos psicoanalistas rioplatenses exquisitos). La propuesta de problematizar la subjetividad desde una mirada psicoanalítica se presenta como un intento de sustentar un cambio en este mundo moderno y materialista, una tentativa que resulta interesante y rica. Se van proponiendo temas actuales, con mucha pertinencia en los sucesos de nuestros días, que pueden resultar de interés para la población en general. Con recursos y pensamientos que pueden contribuir influyendo en el desarrollo, tanto individual como colectivo.

Es un libro que, al leerlo, genera deseos de seguir leyendo, moviliza, genera cierta emoción para continuar con la lectura sin interrupción.

Hay escritos y libros que están confeccionados sobre la base de las necesidades del lector, en este caso observo lo contrario, se nota una forma de escribir basada en la necesidad imperiosa de proyectar desde el interior temáticas y pensamientos que ha comulgado en su historia con el conjunto de conocimientos y experiencias que se han adquirido en un vasto recorrido. Inconscientemente, quizá, lo que se escribe aquí no está pensado con el fin de observar si va a ser del agrado de los lectores, está escrito con la subjetividad del autor, con lo que siente, desde sus experiencias, sin pensar obsecuentemente en los potenciales leyentes.

AGRADECIMIENTOS

En este primer libro se torna difícil expresar agradecimiento, porque, si esta es una experiencia de tantos años, uno se ve tentado de recordar a tanta gente que ha acompañado, con sus inolvidables momentos, aquellas constructivas experiencias.

Comienzo por mis padres, les agradezco muchas cosas, pero por sobre todo, haber compartido conmigo la idea de que los cambios humanos significativos son culturales. También por haber hecho de la biblioteca el espacio más importante de la casa.

A Luciano Avoledo por su ayuda y su crítica técnica del libro. A Artemisa, por su empuje y acompañamiento en la organización de la obra, su diseño, preparación y sus comentarios alentadores y ansiosos que me permitieron dar término a este escrito que tenía pendiente desde hace un buen tiempo.

A Patricia (Pato) Leguizamón, por su ayuda inicial, con entrevistas que luego serían escritos elaborados y refinados.

Por último agradezco con toda mi reconocimiento a todos mis alumnos y pacientes, personas hermosas de las que he aprendido demasiado, quizá lo esencial de mi formación.

INTRODUCCIÓN

Siento que he peregrinado con mucha intensidad y dedicación en el ámbito de las ciencias humanas y sociales. Desde fines de 1986 (año en el que ingreso a la Universidad Nacional de Córdoba [UNC] – Facultad de Filosofía y Humanidades – Escuela de Psicología) hasta la fecha, he recorrido el vasto terreno donde habitan seres vivos con afectos y sentimientos diversos. Advierto que este lapso transcurre como un tiempo vivencial en el cual he desempeñado mi ardua y generosa dedicación en el ámbito de la filosofía, el psicoanálisis y la educación, a través de una labor clínica y docente, como condición estructural de la edificación de ese entramado sustancial que define la complejidad que supone la “construcción de subjetividad”.

Una vida de empatía afectiva, escucha, respeto al otro, sin juicio de valor sobre todo lo conocido, valores perimidos de una ética que desde el psicoanálisis sabemos sostener, a pesar de los embates de las nuevas costumbres psi reduccionistas.

Al pensar en múltiples ideas para compartir en estas páginas, observo este tiempo “posmoderno” como una era donde se producen innumerables procesos psicológicos, sociales, económicos, filosóficos, políticos, antropológicos, que, lejos de contener y elaborar procesos para la evolución creativa y profunda de la humanidad, parecen imprimir una época delineada, evidentemente, por procesos de decadencia y degradación de la vida subjetiva.

Este diagnóstico se ve reflejado por la presencia de singulares síntomas psicosociales que le otorgan características primarias (en términos freudianos) o concretas (en términos constructivistas) a este tiempo, todos ellos emparentados con cierta trivialidad inestable del sujeto que parece contribuir de manera poco plástica, deleznable y ambigua; dilapidando la lograda humanización de otras épocas.

Esta problemática no me detiene, por el contrario, motiva mi necesidad de seguir pensando, como dicen los filósofos más encumbrados, “allá donde se pueda seguir pensando”.

Hace un tiempo, leyendo a Luis Hornstein, encontré una problemática interesante y alarmante al mismo tiempo, el autor plantea que “una de las causas del actual malestar del análisis es la grieta entre la praxis de todos los días y una producción escrita redundante”, al mismo tiempo agrega la necesidad de “publicar para abrir brechas, crear alternativas, desplazándonos, de la práctica a la teoría, buscando salir de la claustrofilia clínica”.

Confieso que en este momento sentí esta conmoción y sensación, poder pensar con otros, para otros, por otros, con la ineludible disposición por producir y descubrir símbolos y conjeturas basadas en años de práctica comprometida en una clínica, que manda en la teoría, fortaleciendo la evolución y maduración de la experiencia que mi comprometida labor me confirió, casi sin darme cuenta.

Una amiga entrañable de la vida, refiriéndose a mi tarea con el psicoanálisis, me expresó lo siguiente: “maravillosa tarea, ética y comprometida, no puedes darte el lujo de ser mudo, ciego o sordo”. Nada más cierto, donde existen sujetos y subjetividades, no hay espacio para la mudez. Hay que decir, abrir, compartir y cuestionarse, construyendo junto a otros las problemáticas del devenir de la subjetividad. “No puedes darte el lujo de ser mudo”, genial ocurrencia de aquella amiga que le otorga un carácter de optimismo e ilusión a buena parte de este texto. Uno de los psicoanalistas e intelectuales más lúcidos de este lado del mundo, el Dr. Marcelo Viñar, ha insistido en sacar el psicoanálisis del encierro de los consultorios; entiendo que tenemos mucho que decir y bien decir sobre los fenómenos subjetivos que determinan el curso del sujeto y de la sociedad. Intentaré honestamente aproximar al lector a todos los aspectos que he madurado a lo largo de mi práctica y experiencia. Como decía Sebastián Bertuccelli, “compartir lo pensado a partir de lo vivido y sentido”. Espero, como insiste Marcelo Viñar, que contribuya a reflexionar nuestra existencia más allá del recogimiento de un consultorio. Mientras valga la pena, lo intentaré.

Acontecimientos subjetivantes

Al enfocarme en mi primera producción escrita decidí compartir un grupo de ocurrencias que he ido garabateando de tiempo en tiempo, siempre buscando, o intentando al menos, la producción de sentido, contribuyendo en la potenciación del pensamiento simbólico como amalgama coherente con el desarrollo de la subjetividad.

Generación universitaria del 86

Aquellos tiempos de 1986, cuando ingreso a la UNC, me iban a sorprender gratamente, me encuentro con un movimiento universitario extraordinario, una instancia que selló mi impronta como persona y, tiempo después, como psicólogo.

Fue un tiempo donde estudiábamos los principios universales de psicología, pero también temáticas socioculturales enmarcadas por temas filosóficos, antropológicos, culturales y sociales. Siempre les comento a mis alumnos que, al terminar una jornada, salíamos disparados del aula con premura, con el fin de caminar al lado de los profesores, era otra manera de seguir aprendiendo y conociendo; la Escuela de Psicología era un gran cuerpo con un único fin: “desarrollar individuos humanitarios, capacitados, profunda y responsablemente”.

Se aprendía en el parque, en los pasillos, en los bares, estos lugares tenían como objetivo mantener viva la llama de esta ciencia renovada y reavivada luego del letargo en el que la había introducido la dictadura militar setentista.

Durante los 70 los psicólogos no gozaban de las posibilidades que tenemos en la actualidad, la actividad profesional tenía aristas de dependencia de las ciencias médicas, “garante moral” de nuestra práctica. Cada vez que pienso en este tema surge en mi recuerdo aquel brillante análisis de Foucault sobre el “poder de la psiquiatría y sus consecuencias”. En aquellos tristes días se oficiaba como auxiliares de la medicina, incluso en mis inicios laborales recuerdo que, para tener cobertura de su mutual o prepaga, algunos pacientes debían solicitar una autorización médica (viejos resabios de una época lúgubre).

Unas máculas de esa época funesta de la Argentina consustanciada con la desdicha castrense donde, entre otras cosas, de tanto en tanto, se les ocurría cerrar todas las escuelas de altos estudios con interesante acerbo social y humanístico (obviamente las de psicología y filosofía a la cabeza).

La reapertura de la Facultad de Psicología en 1983, algunos dicen que fue en el 84, luego de una transición lógica de reacomodamiento institucional, rompe con influencias bizarras, abordadas por el lamentable Plan 78, dando lugar al programa del Plan 86, que tomaría cuerpo a partir de ese mismo año. Se dejaron propuestas rígidas, sin prácticas, con precarios planteos, propio de adormecimientos impulsados por asignaturas fósiles que no producían otra cosa que retraso a este atrayente espacio de pensamiento.

Desde ese momento la Facultad de Filosofía y Humanidades y la Escuela de Psicología se constituyeron como un hormiguero intelectual, surgían pensadores y profesores interesantes desde todos los rincones. Se abría un espacio de libertad y, como era lógico, se vehiculiza un movimiento sabio y erudita de gran envergadura. Era un placer caminar por aquellos sitios académicos.

Creo que quienes vivimos esta etapa como alumnos, hemos sido partícipes de la pasión que vivían aquellos catedráticos por volver con autonomía a su hábitat natural sin condicionamientos y sin fobias ante posibles intervenciones de viejos poderes panópticos de turno.

Si bien cursé con aquel remozado plan 86, conviví unos meses con el plan 78, el único beneficio que pude aprovechar de aquel currículo fue haber rendido y estudiado Filosofía, una asignatura encantadora, donde pude acercarme a los grandes pensamientos sobre la vida, y llegué a darme cuenta de la importancia crucial de sus fundamentos.

La estructura académica de aquella bella época tenía un especial cuidado en todas sus áreas por articular propósitos de estudio donde la correspondencia entre la teoría y la práctica fuera permanente. Se estudiaba mucho, con rigurosidad, teníamos la opción de elegir entre seminarios optativos que definirían implícitamente nuestra especialidad. Aprovechando ese movimiento asistí formalmente a todas las electivas de clínica y al mismo tiempo cursaba, como oyente, los otros seminarios que eran de mi interés (sin poder agregarlos a mi analítico formal por tener los cupos completos). Así conocí a Sebastián Bertuccelli, un maestro en redes comunitarias, con su espacio Estrategias de Intervención Comunitaria; tiempo después realicé con él unas jornadas sobre “redes comunitarias y alimentación infantil” en la ciudad de Arias (Cba.) junto a mi amigo y compañero, el gran pediatra Rogelio Gaidolfi. Como se puede apreciar, se vivían intelectualmente muchas experiencias, enriquecedoras en búsquedas e inquietudes; existía, sin duda, una asombrosa pasión por conocer.

 

Otro aspecto, no menos significativo, fue la presencia en el cuadro docente de diversos psicoanalistas, muchos de ellos con orientación “lacaniana”, que llevaron el psicoanálisis en forma integral a la universidad, contrariando los requisitos freudianos institucionales, pero aproximando al alumnado a este esquema referencial teórico tan rico e imprescindible para la psicología. Cabe aclarar que la mencionada formación incluía a Freud, Lacan, Klein, Ferenczi, Pichon-Rivière, Etchegoyen, Paz, Miller, Laplanche, Bleger, Winnicott, Fiorini, Bleichmar (Hugo y Silvia) y tantos otros, definiendo un variado espíritu de miradas y perspectivas sobre el psicoanálisis.

Sin vacilar, entiendo que las raíces de mi formación psicoanalítica y mi acervo identificado con este ámbito de análisis y estudio me los contagió aquella época encantadora (generación del 86). Nos hicieron enamorar del conocimiento y la cultura, no logré de ningún modo interrumpir mi pasión por descubrir, leer, investigar y adoptar una postura comprometida y activa ante los problemas y dilemas sociales y humanos. Esa época fue un fructuoso impulso.

Recuerdo que para cursar psicoanálisis debíamos asistir a la cátedra dos veces por semana, una vez por semana también, teníamos un grupo de estudio de Freud en un consultorio particular y al mismo tiempo, los sábados, concurríamos a los ateneos clínicos del Servicio de Salud Mental del Hospital San Roque de Córdoba a cargo del encumbrado Dr. Rapela, por aquel momento unos de los psiquiatras más reconocidos de Córdoba. Nada menor recordar la experiencia de la cátedra de Clínica del Dr. Manzur y el Lic. Zoroastro que nos permitió acceder al Hospital Neuropsiquiátrico de Barrio Junior, también en Córdoba; allí, aparte de observar y realizar entrevistas pude acceder a la producción de la obra de teatro realizada por pacientes y personal del hospital, una delicia de humanidad y amor al otro. También subrayo el año completo de práctica en la ex-Casa Cuna de avenida Castro Barros de Córdoba donde participamos en la construcción de aquel servicio de psicología, una práctica que pudimos realizar a instancias de la profesora Dra. María Rampulla, en su cátedra de Psicoterapia Psicoanalítica. Sin titubeos, estimo que esta fue una época inolvidable de estudio, donde se vuelven a afianzar y desplegar la ciencia y el conocimiento para consolidar la ética (ausente o desorientada en el presente). Esta ética individual de tantos maestros se acoplaba, o ese era el objetivo, a la ética del compromiso social; parece que el advenimiento de una historia democratizada procuraba autoridad para intentar cambiar la sociedad con la inexcusable participación e intervención de la educación y la cultura. Me parece que esta filosofía en la actualidad quedó postergada, se observa con cuentagotas a los enamorados del compromiso de la ciencia y la cultura. La universidad continúa formando profesionales, pero sin aquel romanticismo ochentoso que forjó nuestra ética irrenunciable. Se observan grandes técnicos sin romance humanista.

Fue así como brillantes y comprometidos profesores se implicaron en la universidad, aprovechando una época con inconmensurable libertad intelectual, permitiéndonos vivir, por lo menos hasta iniciados los noventa, una etapa universitaria extraordinaria. Se puede comparar con la epopeya intelectual y cultural de la Universidad de Buenos Aires, con Risieri Frondizi a la cabeza entre 1955 y 1966, antes de la destrucción oscurantista sintetizada en la Noche de los Bastones Largos, macabramente pensada por Onganía y los amigos de siempre.

Entiendo que en 1986 se reabrió o reinauguró aquella filosofía, con una universidad pública con absoluta libertad de cátedras, con concursos al estilo Manuel Sadosky o Rolando García (próceres golpeados por los incompasibles bastones).

En conclusión, los ochenta fueron una época de grandes exaltaciones intelectuales, la Facultad de Filosofía y Humanidades a la que pertenecíamos tenía una biblioteca que se enmarcaba en un balcón de la ciudad universitaria, una casona de estilo francés con salones muy emblemáticos con estufas a leña, ventanales que proyectaban toda la ciudad desde una vista privilegiada, salones de lectura plagados de libros desde el piso hasta el techo; reproduciendo un ambiente erudito singular. Quien no leía en ese contexto era un extraño. Me detengo en esta apreciación porque, en ocasiones, las escuelas no producen estos contextos intelectuales, nosotros lo entendimos y es lo que me llevó a la idea de “sostenerme en la trinchera” para seguir dando batalla en la apreciación de ideas que recuperen una vida que oriente su agenda en el conocimiento. Aquellos jóvenes compañeros junto a aquellos generosos profesores conformaron un grupo de estudio exquisito que me iba a marcar el camino toda la vida, desde aquí extiendo mi agradecimiento a tanta gente interesante, baluartes intelectuales de una historia a la que denomino “la generación del 86”.