Una Vez Inactivo

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Aus der Reihe: Un Misterio de Riley Paige #14
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Una Vez Inactivo
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Blake Pierce

Blake Pierce es el autor de la serie exitosa de misterio RILEY PAIGE que cuenta con trece libros hasta los momentos. Blake Pierce también es el autor de la serie de misterio de MACKENZIE WHITE (que cuenta con nueve libros), de la serie de misterio de AVERY BLACK (que cuenta con seis libros), de la serie de misterio de KERI LOCKE (que cuenta con cinco libros), de la serie de misterio LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE (que cuenta con tres libros), de la serie de misterio de KATE WISE (que cuenta con dos libros), de la serie de misterio psicológico de CHLOE FINE (que cuenta con dos libros) y de la serie de misterio psicológico de JESSE HUNT (que cuenta con tres libros).

Blake Pierce es un ávido lector y fan de toda la vida de los géneros de misterio y los thriller. A Blake le encanta comunicarse con sus lectores, así que por favor no dudes en visitar su sitio web www.blakepierceauthor.com para saber más y mantenerte en contacto.

Derechos de autor © 2018 por Blake Pierce. Todos los derechos reservados. A excepción de lo permitido por la Ley de Derechos de Autor de Estados Unidos de 1976 y las leyes de propiedad intelectual, ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida o distribuida en cualquier forma o por cualquier medio, o almacenada en un sistema de bases de datos o de recuperación sin el previo permiso del autor. Este libro electrónico está licenciado para tu disfrute personal solamente. Este libro electrónico no puede ser revendido o dado a otras personas. Si te gustaría compartir este libro con otras personas, por favor compra una copia adicional para cada destinatario. Si estás leyendo este libro y no lo compraste, o no fue comprado solo para tu uso, por favor regresa a Smashwords.com y compra tu propia copia. Gracias por respetar el trabajo arduo de este autor.   Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, lugares, eventos e incidentes son o bien productos de la imaginación del autor o se emplean como ficción. Cualquier parecido con personas reales, vivas o muertas, es totalmente coincidente. Los derechos de autor de la imagen de la cubierta son de Pavel Chagochkin, utilizada bajo licencia de Shutterstock.com.

LIBROS ESCRITOS POR BLAKE PIERCE
SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE JESSE HUNT
EL ESPOSA PERFECTA (Libro #1)
EL TIPO PERFECTO (Libro #2)
LA CASA PERFECTA (Libro #3)
SERIE DE MISTERIO PSICOLÓGICO DE SUSPENSO DE CHLOE FINE
AL LADO (Libro #1)
LA MENTIRA DEL VECINO (Libro #2)
CALLEJÓN SIN SALIDA (Libro #3)
SERIE DE MISTERIO DE KATE WISE
SI ELLA SUPIERA (Libro #1)
SI ELLA VIERA (Libro #2)
SERIE LAS VIVENCIAS DE RILEY PAIGE
VIGILANDO (Libro #1)
ESPERANDO (Libro #2)
ATRAYENDO (Libro #3)
SERIE DE MISTERIO DE RILEY PAIGE
UNA VEZ DESAPARECIDO (Libro #1)
UNA VEZ TOMADO (Libro #2)
UNA VEZ ANHELADO (Libro #3)
UNA VEZ ATRAÍDO (Libro #4)
UNA VEZ CAZADO (Libro #5)
UNA VEZ AÑORADO (Libro #6)
UNA VEZ ABANDONADO (Libro #7)
UNA VEZ ENFRIADO (Libro #8)
UNA VEZ ACECHADO (Libro #9)
UNA VEZ PERDIDO (Libro #10)
UNA VEZ ENTERRADO (Libro #11)
UNA VEZ ATADO (Libro #12)
UNA VEZ ATRAPADO (Libro #13)
UNA VEZ INACTIVO (Libro #14)
SERIE DE MISTERIO DE MACKENZIE WHITE
ANTES DE QUE MATE (Libro #1)
ANTES DE QUE VEA (Libro #2)
ANTES DE QUE CODICIE (Libro #3)
ANTES DE QUE SE LLEVE (Libro #4)
ANTES DE QUE NECESITE (Libro #5)
ANTES DE QUE SIENTA (Libro #6)
ANTES DE QUE PEQUE (Libro #7)
ANTES DE QUE CACE (Libro #8)
ANTES DE QUE ATRAPE (Libro #9)
ANTES DE QUE ANHELE (Libro #10)
SERIE DE MISTERIO DE AVERY BLACK
CAUSA PARA MATAR (Libro #1)
UNA RAZÓN PARA HUIR (Libro #2)
UNA RAZÓN PARA ESCONDERSE (Libro #3)
UNA RAZÓN PARA TEMER (Libro #4)
UNA RAZÓN PARA RESCATAR (Libro #5)
UNA RAZÓN PARA ATERRARSE (Libro #6)
SERIE DE MISTERIO DE KERI LOCKE
UN RASTRO DE MUERTE (Libro #1)
UN RASTRO DE ASESINATO (Libro #2)
UN RASTRO DE VICIO (Libro #3)
UN RASTRO DE CRIMEN (Libro #4)
UN RASTRO DE ESPERANZA (Libro #5)

PRÓLOGO

Gareth Ogden se encontraba en una gran playa con vistas al Golfo de México. La marea estaba baja y el Golfo estaba quieto, no había ni una sola ola. Vio unas cuantas gaviotas en el cielo oscuro y oyó sus graznidos cansados sobre el sonido de las olas.

Tomó una fumada de su cigarrillo y pensó con una sonrisa amarga: «Al parecer las gaviotas también odian este clima.»

No estaba seguro de por qué se había molestado en venir hasta aquí. Solía disfrutar de los sonidos y los olores de la playa de noche. Tal vez era porque se estaba poniendo viejo, pero ahora le resultaba difícil disfrutar de nada en este calor. Los veranos cada vez eran más calientes. Incluso ahora que ya había atardecido, la brisa no refrescaba nada, y la humedad era sofocante.

Se terminó su cigarrillo y lo pisó en la arena. Luego se dio la vuelta para caminar de regreso por el paseo marítimo en dirección a su casa, una estructura curtida que daba a la antigua carretera y la playa desierta.

Mientras avanzaba por la arena, Gareth pensó en todas las reparaciones que había tenido que hacerle a su casa después del último huracán que había tenido lugar hace solo unos años. Había tenido que reconstruir el gran porche y los escalones, y reemplazar una gran cantidad de revestimiento del techo y algunas tejas, pero había tenido suerte de que su casa no había sufrido daños estructurales graves. Amos Crites, el dueño de las casas a ambos lados de la de Gareth, había tenido que reconstruirlas casi por completo.

«Esa maldita tormenta», pensó mientras mataba un mosquito.

Los valores inmobiliarios habían caído mucho desde entonces. Deseaba poder vender la casa y salir corriendo de Rushville, pero nadie pagaría lo suficiente por ella.

Aunque Gareth había vivido toda su vida en este pueblo, no sentía que realmente pertenecía. Para él, Rushville había decaído desde hace mucho tiempo, al menos desde que la interestatal había sido construida. Solía ser un pequeño pueblo turístico de verano, pero esos días habían quedado muy atrás.

Gareth se abrió paso entre una abertura en la valla de madera y llegó a la calle frente a la playa. Cuando sintió las suelas de sus zapatos absorber el calor del pavimento, levantó la mirada hacia su casa. El primer piso estaba iluminado.

«Casi como si alguien viviera allí», pensó.

Aunque «vivir» no parecía la palabra correcta, dado que no se sentía vivo. Y pensar en épocas más felices, cuando su esposa, Kay, todavía estaba viva y estaban criando a su hija, Cathy, solo lo hacía sentirse más deprimido.

Mientras caminaba por la acera que conducía a su casa, Gareth vislumbró algo a través de la puerta mosquitera, una sombra que se movía adentro.

«¿Quién podría ser?», se preguntó.

No le sorprendía que algún visitante había entrado. La puerta principal siempre estaba abierta, así como también la puerta mosquitera. Los amigos de Gareth iban y venían como les placía.

—Es un país libre —les gustaba decirles.

Mientras subía los escalones torcidos hasta el porche, Gareth pensó que el visitante podría ser Amos Crites. Tal vez Amos había venido para revisar sus propiedades de playa. Gareth sabía que nadie las había alquilado para el mes de agosto, un mes notoriamente caliente y pegajoso en esta área.

«Sí, apuesto a que es Amos», pensó Gareth mientras cruzaba el porche.

Amos a menudo pasaba por su casa a hablar y quejarse de cualquier cosa, lo cual Gareth también hacía con él. Se supone que tal vez Amos y él eran una mala influencia el uno para el otro…

«Bueno, ¿para qué son los amigos?», pensó.

Gareth estaba al otro lado de la puerta, sacudiéndose arena de las sandalias.

–Hola, Amos —dijo en voz alta—. Agarra una cerveza de la nevera.

Esperó que Amos le dijera: —Ya la tengo.

Pero nadie respondió. Gareth supuso que tal vez Amos estaba en la cocina, agarrando una cerveza. O tal vez estaba más molesto que de costumbre. Eso no le molestaba a Gareth en absoluto, dado que los miserables quieren compañía.

Gareth abrió la puerta mosquitera y entró.

–Hola, Amos, ¿cómo estás? —dijo en voz alta.

Vio un destello de movimiento. Se volvió y vislumbró una sombra recortada cerca de la lámpara de la sala de estar.

Quienquiera que fuese se precipitó sobre Gareth demasiado rápido como para darle tiempo de hacer ninguna pregunta.

La figura levantó un brazo y Gareth vislumbró un destello de acero. Algo duro golpeó su frente, y luego sintió una explosión de dolor.

Y después de eso, nada.

 

CAPÍTULO UNO

La luz solar brillaba sobre las olas mientras Samantha Kuehling conducía la patrulla por la costa.

Sentado a su lado en el asiento del pasajero, su compañero Dominic Wolfe dijo: —Lo creeré cuando lo vea.

Sam no respondió.

Ni ella ni Dominic sabían exactamente qué verían.

Pero la verdad era que en estos momentos creería lo que sea.

Había conocido al niño de catorce años, Wyatt Hitt, toda su vida. Podía ser intratable, al igual que cualquier niño de esa edad, pero no era mentiroso. Y había parecido histérico cuando llamó a la comisaría hace un rato. Había dejado algo muy en claro: —Algo le pasó a Gareth Ogden. Algo malo.

Más allá de eso, Sam no sabía nada más. Y Dominic tampoco.

Mientras estacionó el auto delante de la casa de Gareth, vio que Wyatt estaba sentado al final de los escalones que daban al porche. A su lado había una bolsa de tela de periódicos no entregados.

Cuando Sam y Dominic se salieron del auto y se acercaron a él, el chico con cabello claro ni siquiera los miró. Solo siguió mirando al frente. La cara de Wyatt estaba aún más pálida de lo habitual, y estaba temblando, a pesar de que la mañana ya estaba bastante caliente.

«Está en shock», se dio cuenta Sam.

Dominic le dijo: —Dinos lo que pasó.

Wyatt se incorporó al oír el sonido de la voz de Dominic y lo miró con ojos vidriosos. Luego balbuceó en una voz ronca y asustada agravada por la adolescencia: —Está ahí, en la casa. El Sr. Ogden…

Luego miró fijamente el Golfo de nuevo.

Sam y Dominic se miraron.

Sabía por la expresión alarmada de Dominic que esto estaba volviéndose real para él.

Sam se estremeció al pensar: «Tengo la sensación de que está a punto de volverse muy real para ambos.»

Ella y Dominic subieron los escalones y cruzaron el porche. Cuando miraron a través de la puerta mosquitera, vieron a Gareth Ogden.

Dominic se tambaleó hacia atrás.

–¡Dios mío! —gritó.

Ogden estaba tumbado de espaldas en el piso, con los ojos y la boca abierta. Tenía una herida abierta y sangrante en la frente.

Luego Dominic giró de espaldas hacia los escalones y le gritó a Wyatt: —¿Qué demonios pasó? ¿Qué hiciste?

Sintiéndose un poco sorprendida de no compartir el pánico de Dominic, Sam tocó su brazo y le dijo en voz baja: —No hizo nada, Dom. Es solo un chico. Es solo un chico que reparte periódicos.

Dominic sacudió su mano y bajó los escalones. Arrastró al pobre Wyatt a sus pies.

–¡Dime! —gritó Dominic—. ¿Qué hiciste? ¿Por qué lo hiciste?

Sam bajó corriendo los escalones detrás de Dominic. Agarró al policía histérico y tiró de él hacia el césped con fuerza.

–Déjalo en paz, Dom —dijo Sam—. Yo me encargo de esto, ¿de acuerdo?

La cara de Dominic parecía tan pálida como la de Wyatt, y él también estaba temblando de la impresión.

Dominic se limitó a asentir, y Sam se dirigió de nuevo hacia Wyatt y lo ayudó a sentarse.

Se agachó delante de él y le tocó en el hombro.

Luego le dijo: —Todo va a estar bien, Wyatt. Solo respira profundo.

El pobre Wyatt no podía seguir sus instrucciones. En cambio, parecía estar hiperventilando y llorando al mismo tiempo.

Wyatt logró decir entre sus sollozos: —Vine a entregar su periódico y lo encontré así.

Sam entrecerró los ojos, tratando de darle sentido a esto.

–¿Por qué subiste hasta el porche del Sr. Ogden? —preguntó—. ¿Por qué no simplemente tiraste el periódico al patio?

Wyatt se encogió de hombros y dijo: —Se molestaba cuando hacía eso. Me decía que hacía demasiado ruido, que lo despertaba. Por eso me dijo que tenía que subir hasta el porche y dejar el periódico entre la puerta mosquitera y la puerta principal. Me dijo que de lo contrario se volaría. Por eso subí y estuve a punto de abrir la puerta mosquitera hasta que vi… —Wyatt jadeó y luego añadió—. Así que te llamé al celular.

Sam le dio una palmada en el hombro y luego le dijo: —Todo va a estar bien. Hiciste lo correcto al llamar a la policía. Ahora espera aquí.

Wyatt miró su bolsa y dijo: —Pero aún tengo que repartir estos periódicos.

«Pobre chico», pensó Sam.

Obviamente estaba confundido. Además de eso, parecía que se sentía culpable. Sam supuso que era una reacción natural.

–No tienes que hacer nada —le dijo—. No estás en problemas. Todo va a estar bien. Ahora solo espera aquí, como te dije.

Se levantó del escalón y buscó a Dominic, quien estaba de pie en el patio con la boca abierta.

Sam estaba empezando a enojarse.

«No se está comportando como un policía», pensó.

Ella le dijo: —Dom, vamos. Tenemos que echarle un vistazo.

Dom se quedó allí como si fuera sordo y no sabía que le había hablado.

Así que Sam le dijo bruscamente: —Dominic, ven conmigo, maldita sea.

Dominic asintió y luego la siguió por los escalones hasta la casa.

Gareth Ogden yacía explayado en el piso, usando sandalias, shorts y una camiseta. La herida en su frente parecía extrañamente precisa y simétrica. Sam se agachó para echarle un mejor vistazo.

Aún de pie, Dominic tartamudeó: —N… no toques nada.

Sam estuvo a punto de gruñir: —¿Qué crees que soy, una idiota?

¿Qué policía no sabía que debía tener cuidado en este tipo de escenas del crimen?

Pero en su lugar, levantó la mirada hacia Dominic y vio que aún estaba pálido y tembloroso.

«¿Y si se desmaya?», pensó.

Sam señaló un sillón cercano y dijo: —Siéntate, Dom.

Dominic hizo lo que le dijo sin decir nada.

Sam se preguntó: «¿Es primera vez que ve un cadáver?»

Su propia experiencia con cadáveres estaba limitada a los funerales de ataúd abierto de sus abuelos. Por supuesto, esto era completamente diferente. Aun así, Sam se sentía extrañamente tranquila y bajo control, casi como si se hubiera estado preparando para enfrentar algo así durante mucho tiempo.

Dominic obviamente no se sentía igual.

Miró la herida en la frente de Ogden de cerca. Parecía la gran dolina que se había derrumbado bajo una carretera rural cerca de Rushville el año pasado, una gran cavidad abierta rara que no pertenecía allí.

Más extraño aún, su piel parecía intacta, no desgarrada, pero sí estirada por el objeto que la había golpeado.

Solo le tomó a Sam un momento darse cuenta del objeto que había sido utilizado para matar a Ogden.

Le dijo a Dominic: —Alguien lo golpeó con un martillo.

Al parecer sintiéndose menos aprensivo ahora, Dominic se levantó del sillón, se arrodilló junto a Sam y observó el cadáver con atención.

–¿Cómo sabes que fue un martillo? —preguntó.

Dándose cuenta de que se trataba de un chiste de mal gusto, Sam dijo: —Sé mucho de herramientas.

Estaba diciendo la verdad. De niña, su padre le enseñó más sobre herramientas que la mayoría de los chicos del pueblo aprendían en toda su vida. Y la hendidura en la frente de Ogden era igual que la punta redonda de un martillo común y corriente.

La herida era demasiado grande para ser hecha por un martillo de bola.

Además, solo un martillo más pesado habría podido dar un golpe tan mortal.

«Un martillo de orejas o un martillo de geólogo —pensó—. Uno o el otro.»

Le dijo a Dominic: —Me pregunto cómo entró el asesino.

–Sé cómo —dijo Dominic—. Ogden no se molestaba en cerrar su puerta principal con llave, ni siquiera cuando salía. A veces la dejaba abierta de noche. Sabes cómo son las personas que viven aquí en la costa, estúpidas y confiadas.

A Sam le pareció difícil escuchar las palabras «estúpidas» y «confiadas» en la misma oración.

La gente debería poder dejar sus casas abiertas en un pueblo como Rushville.

No había habido ningún delito violento aquí durante años.

«Bueno, ya no serán tan confiadas», pensó.

Sam dijo: —La pregunta es, ¿quién hizo esto?

Dominic se encogió de hombros y dijo: —No lo sé, pero parece que Ogden fue tomado por sorpresa.

Estudiando la expresión salvaje en el rostro del cadáver, Sam asintió.

Dominic añadió: —Mi conjetura es que el asesino es un completo extraño, no alguien de por aquí. Digo, Ogden era malo, pero nadie en el pueblo lo odiaba tanto. Y nadie por aquí tiene dotes de asesino. Probablemente fue un vagabundo. Nos resultará difícil atraparlo.

La idea la hizo estremecerse.

No podían dejar que algo como esto volviera a pasar aquí en Rushville.

«Simplemente no podemos», pensó.

Además, sospechaba que Dominic estaba equivocado.

El asesino no era un vagabundo.

Ogden había sido asesinado por alguien que vivía aquí.

Por un lado, Sam sabía a ciencia cierta que esta no era la primera vez que algo así pasaba en Rushville.

Pero también sabía que ahora no era el momento de empezar a especular.

Ella le dijo a Dominic: —Tú llama al jefe Crane. Yo llamaré al médico forense del condado.

Dominic asintió y sacó su teléfono celular.

Antes de alcanzar el suyo, Sam se limpió el sudor de su frente.

La mañana ya estaba bastante caliente…

«Y se pondrá mucho más caliente», pensó.

CAPÍTULO DOS

Riley Paige tomó una gran bocanada de aire fresco.

Estaba sentada en el porche alto de la casa de playa en la que ella, su novio Blaine, y sus tres hijas adolescentes ya habían pasado una semana. Abajo en la playa, había más veraneantes, y otros más en el agua. Riley vio a April, Jilly y Crystal jugando en las olas. Aunque había un salvavidas, Riley se alegró de que tenía una buena vista de las chicas.

Blaine estaba sentado en el sillón de mimbre junto a ella. Le dijo: —¿Estás contenta de que aceptaste mi invitación para venir aquí?

Riley apretó su mano y le dijo: —Sí, demasiado. Realmente podría acostumbrarme a esto.

–Eso espero —dijo Blaine, apretando su mano—. ¿Cuándo fue la última vez que tomaste unas vacaciones como esta?

La pregunta cogió a Riley por sorpresa.

–Realmente no tengo idea —dijo—. Años, supongo.

–Bueno, tienes mucho tiempo perdido por recuperar.

Riley sonrió y pensó: «Sí, qué bueno que aún queda una semana de vacaciones.»

Todos la habían pasado muy bien hasta ahora. Un amigo adinerado de Blaine le había ofrecido su casa en Sandbridge durante dos semanas en agosto. Cuando Blaine las invitó, Riley se había dado cuenta de que les debía unas vacaciones a April y Jilly.

Ahora pensó: «También a mí misma.»

Tal vez si practicaba lo suficiente este verano, se acostumbraría a consentirse.

El primer día de vacaciones, Riley había estado sorprendida por lo elegante que era la casa atractiva levantada sobre pilotes con una maravillosa vista de la playa. Incluso tenía una piscina al aire libre en la parte trasera.

Habían llegado justo a tiempo para celebrar el decimosexto cumpleaños de April. Riley y las chicas habían pasado ese día de compras a unos veinticuatro kilómetros de distancia, en Virginia Beach, y también habían visitado el acuario de ese pueblo. Y aunque apenas habían salido de la casa desde entonces, las chicas no parecían nada aburridas.

Blaine soltó la mano de Riley y se levantó de su sillón.

Riley le preguntó: —Oye ¿adónde crees que vas?

–A terminar de preparar la cena —dijo Blaine, antes de añadir con una sonrisa traviesa—: A menos que prefieras salir a comer.

Riley se echó a reír. Blaine era dueño de un restaurante en Fredericksburg y también era un excelente chef. Había estado preparando cenas de mariscos desde su llegada.

–Eso está fuera de discusión —dijo Riley—. Ahora vete a la cocina y ponte a trabajar.

–Está bien, jefa —dijo Blaine, dándole un beso antes de entrar a la casa.

Riley observó a las chicas jugando en las olas por unos momentos, y luego comenzó a sentirse un poco inquieta y consideró entrar para ayudar a Blaine con la cena.

Pero sabía que solo le diría que le dejara la cocina a él y que regresara afuera.

Así que Riley agarró la novela de espionaje que había estado leyendo. Aunque estaba demasiado mentalmente agotada ahora mismo como para darle sentido a la trama, igual la disfrutaría.

Después de un rato, sintió todo su cuerpo temblar, y se dio cuenta de que había dejado caer el libro a su lado. Se había quedado dormida durante unos minutos… ¿o por más tiempo?

Aunque realmente no importaba…

Se dio cuenta de que el sol se estaba poniendo y que la marea estaba más alta. El agua se veía un poco más amenazante ahora.

Aunque había un salvavidas de servicio, Riley se sintió incómoda. Estuvo a punto de ponerse de pie para decirles a las chicas que ya era hora de salir del agua, pero parecía que ellas habían llegado a la misma conclusión por su cuenta. Estaban en la playa haciendo un castillo de arena.

 

Riley respiró un poco más tranquila por su buen juicio. En momentos como este, cuando el océano parecía más siniestro, Riley pensó que este realmente no era un lugar donde los humanos pertenecían. Algunas criaturas de las profundidades eran capaces de violencia terrible, por lo menos tan brutal y cruel como los monstruos humanos que cazaba como investigadora de la UAC.

Riley se estremeció al recordar las veces en que había tenido que proteger a su familia contra monstruos humanos suficientemente formidables. Sabía que jamás podría con los monstruos de las profundidades.

En el último caso en el que Riley había trabajado hace un mes, tuvo que lidiar con apuñalamientos violentos de hombres ricos y poderosos perpetrados en casas elegantes en Georgia. Desde entonces, su vida profesional había sido inusualmente tranquila… y un poco aburrida, a decir verdad.

Había estado actualizando registros, asistiendo a reuniones y hablándoles a otros agentes sobre sus casos. Pero había disfrutado de las conferencias que les había dado a estudiantes de la Academia del FBI. Como investigadora experimentada y célebre, Riley era una conferenciante popular, al menos cuando estaba disponible.

Ver esas caras jóvenes y aspirantes le recordaba a su propio idealismo en sus días como estudiante de la UAC. En esa época, se había sentido optimista ante la posibilidad de liberar al mundo de malhechores. Aunque ahora no sentía el mismo optimismo, aún daba lo mejor de sí.

«¿Qué más puedo hacer?» se preguntó.

Era el único trabajo que conocía, y sabía que era muy buena.

Oyó la voz de Blaine diciendo: —Riley, la cena está lista. Llama a las chicas.

Riley se puso de pie y les gritó a las chicas: —La cena está lista.

Las chicas se alejaron de su castillo de arena, el cual ya estaba bastante grande, y corrieron hacia la casa. Corrieron por debajo del porche donde Riley estaba sentada y hasta la parte trasera, donde se podrían dar una ducha rápida por la piscina.

Antes de entrar a la casa, Riley se puso de pie junto a la barandilla y vio que la marea ya se estaba llevando el castillo de arena de las chicas. Aunque Riley no pudo evitar sentirse un poco triste al respecto, se recordó a sí misma que eso era lo más normal del mundo.

No había pasado mucho tiempo en la playa de joven. No había tenido ese tipo de infancia. Pero por lo mucho que había pasado observando a las chicas jugar durante los últimos días, sabía que parte de la diversión de construir castillos de arena era saber que serían destruidos por la marea.

«Una lección de vida saludable, supongo», pensó.

Se quedó mirando el castillo de arena desapareciendo en el agua durante unos momentos. Cuando oyó a las tres chicas subiendo las escaleras traseras, caminó por el porche alrededor de la casa para reunirse con ellas.

Una era la hija de dieciséis años de edad de Blaine, Crystal, quien era la mejor amiga de April. Otra era la hija recientemente adoptada de catorce años de edad de Riley, Jilly.

Mientras las tres chicas risueñas comenzaron a hacer un camino a su habitación para cambiarse sus trajes de baño, Riley notó un pequeño corte en el muslo de Jilly.

Tomó a Jilly suavemente por el brazo y le dijo: —¿Cómo sucedió eso?

Jilly le echó un vistazo al corte y le dijo: —No sé. A veces soy un poco torpe. Quizá me golpeé con una espina u otra cosa afilada.

Riley se inclinó para examinar el corte. No era muy profundo, y ya estaba empezando a encostrarse. Aun así, le pareció un poco extraño. Recordaba que Jilly había tenido un corte similar en su antebrazo el día que habían llegado aquí. Jilly le había dicho que la gata de April, Marbles, la había arañado. April lo había negado.

Jilly se apartó de ella defensivamente.

–No es nada, mamá, ¿de acuerdo?

Riley dijo: —Hay un botiquín de primeros auxilios en el baño. Úntate un poco de desinfectante antes de cenar.

–De acuerdo —dijo Jilly.

Riley vio a Jilly correr detrás de April y Crystal a la habitación.

«Nada de qué preocuparse», se dijo Riley a sí misma.

Pero le era difícil no preocuparse. Jilly había estado viviendo con ellas solo desde enero. Riley había rescatado a Jilly de circunstancias desesperadas cuando había estado trabajando en un caso en Arizona. Después de algunas luchas legales y personales, Riley finalmente había podido adoptar a Jilly hace apenas un mes, y Jilly parecía feliz con su nueva familia.

Además…

«Es solo un pequeño corte, nada de qué preocuparse», pensó.

Riley fue a la cocina para ayudar a Blaine a poner la mesa y servir la cena. Las chicas pronto se unieron a ellos, y todos se sentaron a comer filetes fritos de platija servidos con salsa tártara. Todos estaban felices y riendo. Para cuando Blaine sirvió pastel de queso de postre, una sensación cálida y agradable se apoderó de Riley.

«Parecemos una familia», pensó.

O tal vez no… Tal vez…

«Realmente somos una familia.»

Hacía mucho tiempo que Riley no se sentía así.

Cuando terminó su postre, pensó de nuevo: «Realmente podría acostumbrarme a esto.»

*

Después de cenar, las chicas volvieron a su habitación para jugar antes de irse a dormir. Riley y Blaine fueron al porche, donde bebieron copas de vino mientras caía la noche. Los dos guardaron silencio por un rato.

Riley disfrutó de esa quietud y se dio cuenta de que Blaine también.

No recordaba haber compartido muchos momentos silenciosos, fáciles y cómodos como este con su ex esposo, Ryan. Casi siempre hablaban… o no se hablaban por una razón u otra. Y cuando no se hablaban, simplemente habían habitado sus propios mundos separados.

Pero Blaine se sentía una parte muy importante del mundo de Riley en este momento…

«Y es un mundo muy hermoso», pensó.

La luna era brillante, y mientras la noche se volvió más oscura, las estrellas fueron apareciendo en grandes grupos. Se veían increíblemente brillantes aquí, lejos de las luces de la ciudad. Las olas oscuras del Golfo reflejaron la luz de la luna y las estrellas. A lo lejos, el horizonte se volvió borroso y finalmente desapareció, de forma que el mar y el cielo parecían uno solo.

Riley cerró los ojos y escuchó las olas.

No había ningún otro ruido en absoluto, ni voces, ni televisión, ni el tráfico urbano.

Riley suspiró de felicidad.

Como contestando su suspiro, Blaine dijo: —Riley, me he estado preguntando…

Se detuvo. Riley abrió los ojos y lo miró, sintiendo aprehensión.

Luego Blaine continuó: —¿Sientes como si nos conociéramos desde hace mucho tiempo o desde hace poco?

Riley sonrió. Era una pregunta interesante. Se habían conocido hace un año, y llevaban tres meses saliendo. Durante ese tiempo, se habían acercado mucho.

Ellos y sus familias también habían atravesado situaciones peligrosas juntos, donde Blaine había demostrado mucho ingenio y coraje.

Riley se preocupaba por él, confiaba en él y lo admiraba.

–Es difícil de decir —le dijo a Blaine—. Ambas, supongo. Parece que nos conocemos desde hace mucho por lo mucho que nos hemos acercado. Y también parece que nos conocemos hace poco porque… bueno, porque a veces me sorprende lo rápido que nos hemos acercado.

Otro silencio cayó, un silencio que hizo a Riley entender que Blaine se sentía exactamente igual.

Blaine finalmente dijo: —¿Qué crees que debe pasar ahora?

Riley lo miró a los ojos. Su mirada era seria y curiosa.

Riley sonrió y dijo lo primero que se le vino a la cabeza: —¿Blaine Hildreth… me estás pidiendo matrimonio?

Blaine sonrió y dijo: —Vamos adentro. Tengo algo que mostrarte.