Una Vez Inactivo

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Aus der Reihe: Un Misterio de Riley Paige #14
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CAPÍTULO SEIS

El teléfono celular de Riley sonó mientras Blaine conducía de vuelta a Fredericksburg. Le sorprendió y alarmó ver quién la estaba llamando.

«¿Es una emergencia?», se preguntó.

Gabriela nunca la llamaba solo para charlar, y no había llamado ni una sola vez durante las dos semanas que habían pasado en la playa. Solo había enviado algunos mensajes de texto informando que todo estaba bien en casa.

Riley se preocupó más cuando atendió la llamada y oyó la voz alarmada de Gabriela decir: —Señora Riley, ¿cuándo llega a casa?

–En aproximadamente media hora —dijo Riley—. ¿Por qué?

Oyó a Gabriela inhalar bruscamente. Luego dijo: —Él está aquí.

–¿Quién está ahí? —preguntó Riley.

Cuando Gabriela no respondió de inmediato, Riley entendió…

–Dios mío —dijo—. ¿Ryan está ahí?

–Sí —dijo Gabriela.

–¿Qué es lo que quiere? —preguntó Riley.

–No me lo ha dicho. Pero mencionó que es importante. Está esperándote.

Riley estuvo a punto de pedirle a  Gabriela que la comunicara con Ryan. Pero entonces se le ocurrió que Ryan probablemente no querría decírselo por teléfono. No con todos los demás allí en el auto.

En su lugar, Riley dijo: —Dile que estaré en casa pronto.

–Eso haré —dijo Gabriela.

Finalizaron la llamada y Riley se quedó mirando por la ventana del VUD.

Después de un momento. Blaine dijo: —Eh… ¿Te oí decir algo sobre…?

Riley asintió.

Sentadas detrás de ellos escuchando música, las chicas no habían estado escuchando nada hasta ahora.

–¿Qué? —preguntó April—. ¿Qué está pasando?

Riley suspiró y dijo: —Es tu padre. Está en casa esperándonos.

April y Jilly jadearon en voz alta.

Luego Jilly dijo: —¿Por qué no le dijiste a Gabriela que lo hiciera irse?

Riley se sintió tentada a decir que aunque eso es lo que había quería hacer, sabía que no debía dejarle esa tarea a Gabriela.

En su lugar, dijo: —Sabes que no puedo hacer eso.

April y Jilly gimieron con consternación.

Riley entendía cómo se sentían sus hijas. La última visita no anunciada de Ryan a su casa había sido desagradable para todos, incluyendo Ryan. Su intento de engatusarlas le había salido por la culata. April había sido fría con él, y Jilly había sido muy grosera.

Pero Riley no podía culparlas.

Ryan las había ilusionado demasiadas veces para solo terminar decepcionándolas. Ahora las chicas no querían tener nada que ver con él.

«¿Que es lo que quiere ahora?», se preguntó Riley, suspirando de nuevo.

Fuera lo que fuese, esperaba que no amargara el recuerdo de estas vacaciones. Habían pasado dos semanas muy preciosas, a pesar del sueño de Riley sobre su padre. Desde entonces, había hecho todo lo posible para sacar la llamada del agente Meredith de su mente.

Pero ahora el hecho de que Ryan había aparecido pareció desencadenar sus pensamientos oscuros de nuevo.

«Un martillo —pensó—.  Alguien fue asesinado con un martillo.»

Se recordó a sí misma que había hecho lo correcto al decirle que no al jefe Meredith. Además, no la había vuelto a llamar, lo que seguramente significaba que no estaba muy preocupado después de todo.

«Probablemente no fue nada —pensó Riley—.  Solo un caso que la policía local debe resolver por su cuenta.»

*

Todos se sintieron muy ansiosos cuando Blaine detuvo su VUD frente a la casa adosada de Riley. Un Audi costoso estaba estacionado en el frente. Era el auto de Ryan, por supuesto, pero Riley no recordaba si era el mismo auto que había tenido la última vez que había venido aquí. Le gustaba tener el último modelo de auto, sin importar el precio.

Una vez que se estacionaron, Blaine comenzó a temblar un poco. Quería ayudar a Riley y sus dos hijas a llevar su equipaje a la casa, pero…

–¿Será extraño? —le preguntó Blaine a Riley.

Riley contuvo un gemido.

«Por supuesto», pensó.

Blaine y Ryan se habían visto poco, pero esos encuentros apenas habían sido amables, al menos por parte de Ryan. Blaine había hecho todo lo posible para ser agradable, pero Ryan había sido hosco y hostil.

Riley, April y Jilly fácilmente metieron todo su equipaje en la casa en un solo viaje. En realidad no necesitaban la ayuda de Blaine, y Riley no quería que Blaine se sintiera incómodo, y sin embargo…

«¿Por qué demonios debería sentirse incómodo en mi propia casa?», pensó.

Decirle a Blaine y Crystal que se fueran no era la forma de solucionar este problema.

Riley le dijo a Blaine: —Pasen adelante.

Gabriela los recibió a todos en la puerta, junto con la perrita orejona de Jilly, Darby. La perrita saltó alrededor de ellos con deleite, pero Gabriela no se veía nada feliz.

A lo que colocaron el equipaje en la entrada, Riley vio a Ryan sentado en la sala de estar. Riley se alarmó al ver que estaba flanqueado por dos maletas…

«¿Tiene pensado quedarse?», pensó.

La gatita blanca y negra de April, Marbles, yacía cómodamente en su regazo.

Ryan levantó la mirada y dejó de acariciar a Marbles.

Sonrió débilmente y dijo en una voz bastante patética: —¡Una gatita y una perrita! ¡Vaya, todo esto sí que es nuevo!

Con un suspiro de fastidio, April quitó a Marbles de su regazo.

Eso pareció lastimar a Ryan. Pero Riley entendía cómo se sentía April.

Mientras April y Jilly se dirigieron hacia las escaleras, Riley dijo: —Un momento, chicas. ¿No tienen algo que decirles a Blaine y Crystal?

Pareciendo un poco avergonzadas por su falta de modales, April y Jilly les dieron las gracias a Blaine y Crystal por todo.

Crystal abrazó a sus dos hijas y luego le dijo a April: —Te llamo mañana.

–Ahora llévense sus cosas consigo —les dijo Riley a sus hijas.

April y Jilly agarraron su equipaje obedientemente. Jilly recogió la mayor parte de las cosas, dado que April estaba cargando a Marbles. Luego ambas se dirigieron hacia las escaleras, y Darby correteó detrás de ellas. Segundos después oyó las puertas de sus dormitorios cerrarse de golpe detrás de ellas.

Gabriela miró a Ryan con consternación y luego se dio la vuelta para dirigirse a su propio apartamento.

Ryan miró a Blaine y dijo tímidamente: —Hola, Blaine. Espero que hayan tenido unas buenas vacaciones.

Riley quedó boquiabierta.

«Está tratando de ser educado», pensó.

En ese momento supo que algo debía estar muy mal.

Blaine saludó a Ryan con la mano y dijo: —La pasamos muy bien, Ryan. ¿Cómo has estado?

Ryan se limitó a encogerse de hombros.

Riley estaba decidida a no dejar que Ryan limitara su comportamiento.

Besó a Blaine suavemente en los labios y dijo: —Gracias por las vacaciones.

Blaine se sonrojó, obviamente avergonzado por la situación.

–Gracias a ti, y también a las chicas —dijo.

Crystal le dio la mano a Riley y le dio las gracias.

Blaine le dijo a Riley: —Llámame más tarde.

Riley le dijo que lo haría, y luego Blaine y su hija se dirigieron a su camioneta.

Riley respiró profundo y se volvió hacia la única persona que quedaba en la sala de estar. Su ex esposo la miró con ojos suplicantes.

«¿Qué es lo que quiere?», se preguntó de nuevo.

Generalmente cuando Ryan pasaba por la casa, notaba de inmediato que aún era un hombre atractivo, un poco más alto, más viejo y más atlético que Blaine, y siempre perfectamente arreglado y vestido. Pero esta vez parecía distinto, arrugado, triste y solo. Nunca lo había visto así.

Riley estaba a punto de preguntarle qué le pasaba cuando dijo: —¿Podríamos tomarnos un trago?

Riley lo miró a la cara por un momento. Parecía derrotado. Ella se preguntó: «¿Ha estado bebiendo últimamente?

¿Se tomó un par de copas antes de venir aquí?»

Consideró brevemente decirle que no, pero luego se dirigió a la cocina y sirvió whisky americano con hielo para ambos. Llevó las bebidas a la sala de estar y se sentó en una silla frente a él, esperando a que dijera algo.

Finalmente, con los hombros encorvados, Ryan dijo en voz baja: —Riley, estoy arruinado.

Riley quedó boquiabierta.

«¿A qué se refiere?», se preguntó.

CAPÍTULO SIETE

Mientras Riley lo miraba, Ryan repitió las mismas palabras: —Estoy arruinado. Toda mi vida está arruinada.

Riley estaba estupefacta. No recordaba la última vez que había hablado en un tono tan abatido. Solía ser más arrogante y seguro de sí mismo.

–¿A qué te refieres? —preguntó.

Soltó un largo suspiro y dijo: —Paul y Barrett me sacarán del bufete.

Riley no podía creer lo que escuchaba.

Paul Vernasco y Barrett Gaynor habían sido los socios de Ryan desde que los tres fundaron el bufete juntos. Más que eso, habían sido los amigos más solidarios de Ryan.

Ella preguntó: —¿Qué diablos pasó?

Ryan se encogió de hombros y dijo en voz reticente: —Dicen que soy un riesgo para el bufete.

Solo le tomó a Riley un minuto adivinar la razón por la cual lo estaban sacando del bufete.

–Acoso sexual —dijo.

Ryan hizo una mueca ante las palabras y dijo: —Mira, todo fue un malentendido.

Riley tuvo que morderse la lengua para no decir: —Sí, apuesto a que sí.

Evitando la mirada de Riley, Ryan continuó: —Se llama Kyanne, y es una auxiliar, y es joven…

A lo que su voz se quebró, Riley pensó: «Por supuesto que es joven. Siempre son jóvenes.»

Ryan dijo: —Y yo pensaba que todo era mutuo. Lo digo en serio. Comenzó con un poco de coqueteo… mutuo, créeme. Luego se intensificó y… bueno, fue a quejarse con Paul Barrett de que el ambiente de trabajo era tóxico. Trataron de manejarlo con un acuerdo de confidencialidad, pero ella no quiso. No se conformó con menos que mi partida.

Se quedó en silencio otra vez, y Riley trató de captar todo lo que no estaba diciendo. No le resultó difícil imaginarse un posible escenario. Una auxiliar bonita y vivaz, tal vez una joven ambiciosa con ganas de crecer, lo había cautivado.

 

«¿Hasta dónde llegó Ryan?», se preguntó.

Dudaba que le ofreció un ascenso a cambio de favores sexuales…

«Él no es tan asqueroso», pensó.

Y tal vez Ryan también estaba diciendo la verdad sobre la atracción mutua, al menos al principio. Tal vez incluso habían tenido una relación consensual. Pero en algún momento, a Kyanne dejó de gustarle lo que estaba pasando entre ellos.

«Probablemente por una buena razón», pensó Riley.

¿Cómo podría Kyanne haber evitado pensar que su futuro en el bufete de alguna forma estaba vinculado a su relación con Ryan? Es un socio de pleno derecho, después de todo. Él tenía el poder en su relación.

Sin embargo, algo no cuadraba…

Ella dijo: —¿Entonces Paul y Barrett están obligándote a irte? ¿Esa es su solución?

Ryan asintió, y Riley negó con la cabeza con incredulidad.

Paul y Barrett no eran ningunos santos, y Riley había oído algunas conversaciones bastante obscenas entre los tres a lo largo de los años. Estaba segura de que su comportamiento no era mejor que el de Ryan, posiblemente hasta mucho peor.

Ella dijo: —Ryan, dijiste que no quiso firmar un acuerdo de confidencialidad.

Ryan asintió con la cabeza y tomó un sorbo de su trago.

Con mucho cuidado, Riley preguntó: —¿Cuántos acuerdos de confidencialidad por acoso sexual has tenido que firmar a lo largo de los años?

Cuando Ryan se volvió a encoger de hombros, Riley sabía que había dado en el clavo.

Riley añadió: —¿Cuántos acuerdos de confidencialidad han tenido que firmar Paul y Barrett?

Ryan comenzó, —Riley, prefiero no entrar en detalles…

–No, obviamente no —interrumpió Riley—. Ryan, te están usando. Sabes eso, ¿verdad? Paul y Barrett están tratando de limpiar la imagen del bufete, hacer que parezca que tienen una política de tolerancia cero hacia el acoso. Deshacerse de ti es su forma de hacerlo.

Ryan se encogió de hombros y dijo: —Lo sé. Pero ¿qué puedo hacer?

Riley ciertamente no sabía qué decirle. No quería compadecerse de él. Llevaba años excavando este agujero en el que se encontraba. Aun así, odiaba lo que sus socios le habían hecho.

Pero sabía que no había nada que Ryan pudiera hacer al respecto ahora. Además, algo más le preocupaba.

Señalando las maletas, Riley le preguntó: —¿Para qué son?

Ryan miró las maletas por un momento. Luego dijo con voz entrecortada: —Riley, no puedo ir a casa.

Riley jadeó en voz alta.

–¿A qué te refieres? —preguntó—. ¿Perdiste tu casa?

–No, aún no. Es solo que… —La voz de Ryan se quebró, y luego dijo—: No puedo enfrentar esto solo. No puedo vivir en esa casa solo. Sigo recordando momentos felices contigo y April. Sigo pensando en cómo arruiné todo. La casa me rompe el corazón, Riley.

Sacó su pañuelo y se secó los ojos. Riley estaba impactada. Rara vez había visto a Ryan llorar. Ella también sentía ganas de llorar.

Pero sabía que tenía un problema serio que resolver en este momento.

Ella dijo con voz suave: —Ryan, no puedes quedarte aquí.

Ryan se encogió. Aunque Riley no quería herirlo, tenía que ser honesta.

–Tengo mi propia vida ahora… una vida muy buena —dijo—. Tengo dos hijas que criar. Blaine y yo tenemos una relación muy seria. De hecho…

Estuvo a punto de hablarle de los planes de Blaine de construir otra ala en su casa.

Pero no, eso sería demasiado en este momento.

En lugar de eso, dijo: —Puedes vender nuestra antigua casa.

–Lo sé —dijo Ryan, aun llorando en silencio—. Planeo hacerlo. Pero entretanto… simplemente no puedo vivir allí.

Riley quería hacer algo para consolarlo, darle la mano, darle un abrazo, o algún otro gesto físico de consuelo.

Era tentador, y sentía sus antiguos sentimientos por él trepando hasta la superficie…

«No lo hagas —se dijo a sí misma—. Mantén la calma. Piensa en Blaine. Piensa en las chicas.»

Ryan estaba sollozando patéticamente ahora. En una voz verdaderamente frenética, dijo: —Riley, lo siento. Quiero empezar de nuevo. Quiero ser un buen esposo y un buen padre. Ciertamente puedo hacerlo si… lo intentamos de nuevo.

Manteniendo el espacio físico entre ellos, Riley dijo: —Ryan, no, no podemos. Es demasiado tarde para eso.

–Nunca es demasiado tarde —dijo Ryan entre sollozos—. Vámonos lejos tú y yo, arreglemos las cosas.

Riley se estremeció.

«No sabe lo que está diciendo —pensó—. Está teniendo un ataque de nervios.»

También se sentía bastante segura de que había bebido bastante hoy.

Con una risa nerviosa, Ryan dijo: —¡Ya sé! ¡Vamos a la cabaña de tu padre! Nunca he ido, ¿puedes creerlo? Ni una sola vez en todos estos años. Podemos pasar unos días allí y…

Riley lo interrumpió bruscamente: —Ryan, no.

Ryan la miró como si no pudiera creer lo que estaba oyendo.

Con voz más suave, Riley dijo: —Vendí la cabaña, Ryan. E incluso si no lo hubiera hecho… —Se quedó callada por un momento y luego dijo—: Ryan, tienes que salir de esta tú mismo. Quisiera poder ayudarte, pero no puedo.

Los hombros de Ryan se hundieron. Parecía estar entendiendo.

Ella dijo: —Eres un hombre fuerte, inteligente e ingenioso. Saldrás adelante. Sé que sí. Pero yo no puedo hacer nada por ti. No sería bueno para mí, y sabes en el fondo que tampoco sería bueno para ti.

Ryan asintió miserablemente. —Tienes razón —dijo, su voz más firme ahora—. Es mi desastre para arreglar. Siento haberte molestado. Me iré a casa ahora.

Mientras se puso de pie, Riley dijo: —Espera un minuto. No estás en condiciones de conducir a casa. Yo te llevo. Puedes venir a buscar tu auto cuando te sientas mejor.

Ryan asintió de nuevo.

Riley se sintió aliviada de que no discutirían por eso, y que no tendría que quitarle las llaves a la fuerza.

Riley finalmente se atrevió a tomarlo por el brazo para llevarlo a su auto. Realmente parecía necesitar su apoyo físico.

Ninguno de los dos habló durante el viaje. Cuando llegaron a la hermosa casa que compartieron hace un tiempo, dijo: —Riley, hay algo que he querido decirte. Creo que lo has hecho muy bien. Y te deseo toda la felicidad del mundo.

Riley sintió un nudo en la garganta.

–Oh, Ryan… —comenzó.

–No, escúchame por favor, porque esto es importante. Te admiro. Has hecho cosas maravillosas. Has sido una gran madre para April, y adoptaste a Jilly y tienes una relación con un buen tipo. Y al mismo tiempo has estado haciendo tu trabajo, atrapando a tipos malos y salvando vidas. No sé cómo lo has hecho. Tu vida es completa.

Riley estaba muy sorprendida… y muy perturbada.

¿Cuándo fue la última vez que Ryan le dijo algo así?

Simplemente no tenía idea de qué decir.

Para su alivio, Ryan se salió del auto sin decir una palabra más.

Riley se quedó mirando la casa mientras Ryan entraba. Se sentía mal por él. No podía imaginarse enfrentar esa casa sola, no con todos los buenos y malos recuerdos que albergaba.

Y esas palabras que había dicho…

—Tu vida es completa.

Suspiró y murmuró en voz alta:

–No es verdad.

Todavía le resultaba difícil criar a dos chicas mientras hacía su trabajo absorbente y a veces peligroso. Tenía demasiado de qué ocuparse, y aún no había aprendido a manejarlo todo.

¿Siempre sería así?

¿Y cómo encajaría Blaine en todo eso?

¿Un matrimonio exitoso incluso era posible para ella?

Se estremeció ante la idea de que tal vez estaría en el lugar de Ryan un día.

Luego se alejó de la casa donde había vivido y condujo de vuelta a su hogar.

CAPÍTULO OCHO

Riley estaba caminando de un lado a otro en su sala de estar.

Se dijo a sí misma que solo debería relajarse, que había aprendido a hacerlo en sus recientes vacaciones. Pero cuando lo pensaba, se encontraba recordando lo que su padre le había dicho en su pesadilla: —Eres una cazadora, como yo.

Definitivamente no se sentía como una cazadora en este momento.

«Más como un animal enjaulado», pensó.

Acababa de llegar a casa después de llevar a las chicas a su primer día de clases. Jilly estaba encantada de finalmente estar en la misma escuela que su hermana. Los nuevos estudiantes y sus padres asistieron a la ceremonia de bienvenida en el auditorio y luego hicieron un breve recorrido por las aulas. April había podido hacer el recorrido con Riley y Jilly.

Aunque Riley no tuvo la oportunidad de hablar largo y tendido con cada maestro, había logrado presentarse como la madre de Jilly y a April como su hermana. Algunos de los nuevos maestros de Jilly le habían dado clases a April en años anteriores y dijeron muchas cosas lindas de ella.

Cuando Riley quiso quedarse después de la orientación, las dos chicas la molestaron.

—¿Y hacer qué? —le había preguntado April—. ¿Ir a todas las clases de Jilly?

Riley había dicho que tal vez lo haría, provocando un gemido de desesperación de Jilly.

—¡Mamá! ¡Eso sería muy mala onda!

April se echó a reír y dijo: —Mamá, no seas sobreprotectora.

Por esa razón, Riley había decidido respetar el orgullo de Jilly y venir a casa, donde se encontraba ahora. Gabriela había ido a almorzar con una de sus primas y luego iría a comprar comestibles. Así que Riley estaba sola en la casa, a excepción de una perra y una gata que no parecían tener ningún interés en ella.

«Reacciona», pensó.

Riley fue a la cocina y se sirvió un aperitivo. Luego se obligó a sentarse en la sala de estar y encendió el televisor. Las noticias eran deprimentes, por lo que colocó una telenovela diurna. No tenía idea de lo que estaba pasando, pero al menos la distrajo por un rato.

Pronto se encontró pensando en lo que Ryan le había dicho durante su visita…

—No puedo enfrentarla solo. No puedo vivir en esa casa solo.

En este momento, Riley entendió cómo se sentía.

¿Ella y su ex esposo eran más parecidos de lo que quería admitir?

Trató de convencerse de lo contrario. A diferencia de Ryan, ella cuidaba de su familia.

Las chicas y Gabriela llegarían a casa más tarde y todas cenarían juntas. Tal vez este fin de semana se reunirían con Blaine y Crystal.

Ese pensamiento recordó a Riley que Blaine había sido un poco reservado con ella desde lo que había pasado con Ryan. Riley entendía por qué. Riley no había querido hablar con Blaine sobre la visita, dado que parecía demasiado íntima y personal, y era natural que Blaine se había sentido incómodo al respecto.

Sintió ganas de llamarlo en este momento, pero sabía que Blaine estaba trabajando mucho para ponerse al día con todo en el restaurante ahora que sus vacaciones habían terminado.

Riley se estaba sintiendo muy sola.

«Al igual que Ryan», pensó.

No entendía por qué, pero no pudo evitar sentirse culpable. Nada de lo que estaba saliendo mal en la vida de Ryan era su culpa. Aun así, sintió ganas de llamarlo, saber cómo estaba, tal vez consolarlo un poco. Pero, por supuesto, esa era una terrible idea. Lo último cosa que quería hacer era darle señales falsas de que algún día podrían volver.

Mientras los personajes de la telenovela pelearon, lloraron y se abofetearon entre sí, algo se le ocurrió a Riley.

A veces su propia vida familiar y sus relaciones no parecían más reales que lo que estaba viendo en la televisión. La presencia real de sus seres queridos tendía a distraerla de lo verdaderamente aislada que se sentía. Pero unas horas en su casa vacía fueron suficientes para recordarle de lo sola que se sentía.

Había un lugar vacío en su interior que solo podía ser llenado por…

¿Qué, exactamente?

«Por mi trabajo», se dio cuenta finalmente.

Pero ¿cuán significativo era su trabajo, para sí misma o cualquier otra persona?

Una vez más recordó algo que su padre le había dicho en la pesadilla: —Tu vida es una locura. Buscas hacer justicia para personas que ya están muertas, exactamente las personas que ya no necesitan justicia.

Ella se preguntó: «¿Eso es cierto? ¿Lo que hago es realmente inútil?»

Estaba segura de que no, dado que detenía asesinos que sin duda habrían vuelto a matar.

Salvaba muchas vidas.

Y, sin embargo, para que ella pudiera tener un trabajo que hacer, alguien tenía que matar… y alguien tenía que morir…

«Siempre comienza con muerte», pensó.

Y sus casos la atormentaban a menudo, incluso después de que los resolvía, después de que los asesinos eran muertos o llevados ante la justicia.

 

Apagó la televisión, la cual solo la estaba irritando. Luego se echó hacia atrás, cerró los ojos y pensó en su caso más reciente, el de un asesino en serie en Georgia.

«Pobre Morgan», pensó.

Morgan Farrell había estado casada con un hombre rico y abusivo. Cuando fue brutalmente asesinado a puñaladas mientras dormía, Morgan había estado segura de que ella lo había matado, aunque no podía recordar haberlo hecho.

Estaba segura de que lo había olvidado debido a la gran cantidad de pastillas y alcohol que consumía.

Y había estado orgullosa de lo que creía había hecho. Incluso había llamado a Riley por teléfono para decírselo:

—Maté al bastardo.

Finalmente se comprobó que Morgan había sido inocente. Otra mujer trastornada había matado al esposo de Morgan, así como también a varios otros esposos igualmente abusivos.

La mujer, quien había sufrido a manos de su propio difunto esposo, había decidido librar a otras mujeres de ese sufrimiento. Riley la detuvo justo antes de que matara por error a un hombre que no era culpable de nada excepto amar a su esposa perturbada y delirante.

Riley repitió la escena en su mente, después de que había luchado contra la mujer y la estaba esposando:

—Adrienne McKinney, queda arrestada.

Pero ahora Riley se preguntó: «¿Y si todo hubiera terminado de otra forma?»

¿Y si Riley hubiera sido capaz de salvar al hombre inocente, explicarle a la mujer el error que había cometido y luego simplemente dejado ir?

«Habría seguido matando —pensó Riley—. Y los hombres que habría matado habrían merecido morir.»

¿Qué tipo de justicia realmente había hecho en ese momento?

Riley se sintió terrible y recordó de nuevo las palabras de su padre: —Tu vida es inútil, una locura.

Por un lado, estaba tratando desesperadamente de vivir la vida de una madre criando a dos hijas, la vida de una mujer enamorada del hombre con el que esperaba casarse. A veces parecía que lo estaba haciendo bien, y sabía que nunca dejaría de esforzarse.

Pero tan pronto como se encontraba sola, esa vida común y corriente parecía irreal.

Por otra parte, luchaba contra todo pronóstico para acabar con monstruos. Su trabajo era realmente importante para ella, a pesar de que muy a menudo comenzaba y terminaba con futilidad.

Riley se sentía miserable ahora. Aunque era temprano, se sintió tentada a servirse un trago. Mientras se resistía a esa tentación, su teléfono sonó. Cuando vio quién era la persona que la estaba llamando, dio un gran suspiro de alivio.

Tenía trabajo que hacer.

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