Regresa a mí

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Regresa a mí

Andreina Gamboa

© Andreina Gamboa

© Regresa a mí

Marzo 2022

ISBN ePub: 978-84-685-6579-8

Editado por Bubok Publishing S.L.

equipo@bubok.com

Tel: 912904490

C/Vizcaya, 6

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Índice

¿Por qué te alejas? ¿No me conoces?

I. Mi historia

I.I. Nacimiento y consciencia

I.II. Niñez

I.III. Mi antigua religión

I.IV. Maldiciones generacionales

I.V. El ocio

I.VI. De lo que siembras, cosechas

I.VII. Aversión a los hombres resuelta

I.VIII. Apertura a lo espiritual

I.IX. Aún ahí estaba Él

I.X. La corrupción y mi primer novio “formal”

I.XI. Golpe al orgullo

I.XIII. Cambio de escuela

I.VIII. Mi segundo novio “serio” y primera etapa de mi regreso a Dios

II. Segunda etapa de mi regreso

III. Tercera y última etapa de mi regreso

IV. La recuperación

V. Oración final

¿Por qué te alejas? ¿No me conoces?

“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” Isaías 53:5

“Pero ¿Por qué lo hizo? Yo no se lo pedí”. Fue una de las frases que dije en mi interior cuando supe que Él había muerto por mí. Yo no lo entendía, no se lo pedí. Al momento en que él estaba siendo reinsertado en mi vida lo necesitaba más que a la vida misma, estaba al borde del suicidio y lo intenté, pero Él me detuvo por medio de una persona muy cercana; mi mamá, aunque yo no sabía que quién hablaba no era mi madre, tenía una indignación muy grande y una autoridad que nunca había visto reflejada en ella de esa forma. Al verme merodeando por la casa en busca de las llaves del carro para hacer uso de mis habilidades de conductor de carreras y estamparme contra la primera pared que pudiera, ella me había escondido las llaves, algo sabía, ya había sido advertida en su interior que el infierno por el cual yo estaba atravesando sobrepasaba mis ganas de vivir y que en cualquier momento decidiría hacer algo al respecto.

I. Mi historia

¿Alguna vez consideraste para qué naciste? Yo sí, mucho. Rara vez encontramos personas que meditan antes de actuar y a decir verdad por mucho tiempo yo no fui una de ellas. Antes, de niña hice lo que hace la gran mayoría… “vivir”. Para muchos, esto suele significar algo así como que deben de tomar cada oportunidad para tener alguna experiencia de algo que les ayude o destruya sin importar las consecuencias; lo importante es la experiencia ¿No? Hay un dicho que dice “la curiosidad mató al gato”, yo creo que en la vida real así sucede: Hay muchos gatos que mueren por curiosos. Es interesante percatarse de que aún hay muchos que pueden estar muertos sin siquiera darse cuenta y que cuando alguien los confronta por esto, aquellos no son capaces entenderlo.

Explicaré mi punto: Quieres saber qué se siente beber alcohol ¿Verdad? o ¿Qué se siente fumar? ¿Qué se siente tener sexo? ¿Crees que no habrá consecuencias con hacerlo sólo una vez? ¿Cuánto apostarías por vivir la experiencia? ¿Serías capaz de soportar las consecuencias? Supe de un estadounidense que terminó tras las rejas de por vida tras haber asesinado a una persona mientras estaba en estado de ebriedad. Esa fue su primera y su última vez borracho.

Hasta podrías imaginar el trasfondo de la historia: Al estar él frente al vacío probablemente no se percató de que la gloria del momento no valdría la pena. La multitud sólo quería un espectáculo a costa suya, los que a coro le gritaban: “¡Salta!”, “¡Salta!”, “¡Salta!” eran personas que él consideraba sus “amigos”; eso motivó su confianza y a cada trago, cada sorbo, daba un paso más y más cerca del abismo, hasta que en el último momento, con el último trago… lo arriesgó todo. Perdió su dominio propio y junto con él perdió su libertad ¿Te diste cuenta? Muchos creían en la frase “no pasa nada” porque ellos no pueden ver más allá de lo que alcanzan a ver sus ojos. Su padre diciendo “Hijo, ten cuidado, esos no son tus amigos” era la voz de la prudencia, la voz de un verdadero amigo, pero él no la escuchaba; él ya estaba cegado, estaba decidido, su habilidad de distinguir entre lo bueno y lo malo para él era un asunto de meros formalismos, ya estaba muerto; sólo fue cuestión de tiempo, tarde o temprano pasaría… Vendería su conciencia a costa de aquello que crea necesario para sobrevivir y perdería lo más preciado que pudo haber tenido para ese entonces: Su tiempo en esta tierra.

Cuando creemos que a nadie le importamos y dejamos que las heridas contaminen nuestro sano juicio, solemos tomar decisiones a la ligera con la creencia de que la consecuencia la llevaremos únicamente nosotros, y al ser así “¿A quién le importa lo que nos pueda suceder?” Nuestros padres, nuestra familia y verdaderos amigos pasan a formar parte de un segundo plano en importancia. Todo, porque nosotros queremos vivir la experiencia.

La vivencia de ese muchacho me trae recuerdos, muchos dolorosos, pero que a la vez relatan la manera en que Él regresó a mi vida y cabe destacar que para mí la diferencia entre la vida y la muerte fue su llegada a mi historia. Él había sido un viejo amigo que se volvió un desconocido y con quien tuve un reencuentro que marcó el resto de mi estancia en este mundo.

Las etapas de mi vida fueron marcando los porqués de mi carácter y por esta razón creo que es importante relatar cada una de ellas, pues, quizás… al abrirte mi corazón, encuentres la respuesta que desde hace tiempo estabas buscando; quizás te ayude a no cometer los mismos errores que yo cometí o quizás, si ya tienes la dicha de ser padre, mi experiencia te ayude a criar mejor a tus hijos. Mi esperanza es que en medio de la historia de mi vida lo encuentres tú también, a ese Amigo Fiel que tu corazón siempre anheló, ese Amor que llene tu corazón, ese propósito para levantarte cada mañana, pensar solamente en decir “Gracias”, y con una sonrisa en el rostro hacerle frente a todo lo que te traiga el día a día. Mi gozo sea el tuyo, tu dolor mi dolor; y el por qué escribo este libro.

Espero que entiendas que la marca que permeaba mi vida de cierta esperanza había sido Su Compañía y Su Victoria es lo que quiero que quede grabada en esta, que es mi historia.

I.I. Nacimiento y consciencia

Nunca supe desde qué momento empezó todo. La consciencia no es algo con lo que estamos familiarizados de niños y ciertamente no sabemos de ella sino hasta después de los cinco o siete años. Antes de eso, los relatos que nos cuentan nuestros padres acerca de nuestro pasado nos parecen más bien sacados del baúl de los recuerdos de alguien más, ya que para nosotros es como si “no estábamos ahí”; no era de sorprender que mi madre me dijera que si quería corregir a mis hijos con correa lo tenía que hacer antes de esa edad porque ellos no lo recordarían, no se traumarían, corregiría sus conductas por medio de un premio o un castigo y más adelante ni siquiera sabrían el por qué no son niños altaneros.

Curiosamente esta etapa es la más difícil de entender porque podemos ser influenciados a hacer ciertas cosas o a ser de cierta forma sin siquiera darnos cuenta. La consciencia de un niño no se ha formado, él no sabe lo que hace, no entiende lo que hace y ciertamente yo hacía cosas a esta edad que no entendía, yo sólo… las hacía.

Por alguna razón sentí que empecé mi vida con la consciencia sucia. Me podías ver a los siete años masturbándome con algún ken ocasional pensando en el placer; era una constante en mi vida y en verdad nunca supe el por qué empezó. Mi razón me dice que fue por causa de mis padres, algo pasó, algo me hizo empezar la vida con el pie izquierdo; supe por mi mamá que de cuatro años, a veces, me daba por caminar rozando muslo con muslo por puro gusto y que, en una ocasión, cuando mi mamá me preguntó el por qué caminaba de esa forma, yo le respondí que “sentía cosquillitas” (ahí abajo) pero no tengo consciencia de aquello. Nadie me lo enseñó.

 

La rebeldía que yo tenía en mi interior era anormal. A decir verdad, rara vez se encontraba en aquella época algún niño que tuviera la osadía de retar a su papá de la manera en que yo lo hacía con el mío: en una ocasión en particular mi actitud me hizo merecedora de una cachetada que él mismo me proporcionó por decirle groserías en su cara, aún y cuando él me decía que no las dijera. Yo lo retaba y aunque él me partió la boca yo seguía haciéndolo en medio del llanto. Cabe destacar que yo todavía no cumplía ni los dos años de vida. Posterior a esto, en algún enojo con la niñera advertí muy enojada que “no le daba (una cachetada) solamente porque no la alcanzaba”; esto lo copié.

Sin embargo, había algo extraño dentro de mí y, ahora que lo pienso, parece más como una especie de monstruo que crecía en mi interior. Creo que hay cosas que en cierta manera determinan tus luchas en la vida; entre ellas conozco que la procedencia, el nivel económico y la vida espiritual son los más importantes. La primera porque determina tu crianza y tus valores, la segunda, porque determina la magnitud de la influencia física (monetariamente hablando) que puedes tener sobre tu propia vida o la de los demás, y la última, porque determinará tu destino en la eternidad.

Por mi parte; nací en un país que ya no existe. En la Venezuela que el ex-presidente, cuyo nombre no quiero mencionar, destruyó; en segundo lugar vine de una familia de nivel socioeconómico medio-alto que se vio obligada a salir del país a raíz de aquello que se veía venir sobre él y espiritualmente hablando; fui de las que desde pequeña conoció de aquellos que matan a los hombres sin que ellos se den cuenta. Yo les llamo “los invisibles”, y de ellos me atreveré a hablar, en vista de que cuando más necesité a alguien que me librara de lo que ellos me estaban haciendo, sentí que nadie supo ayudarme. Fue muy duro para mí lidiar con la soledad; sea siquiatra o sacerdote, en ninguno podía confiar, para todos ellos; yo era una loca y eso, me ofendía.

¿Sabes? Sé que si te hablo mucho de ellos podría perderse el propósito de este libro: que conozcas al que verdaderamente te puede librar de las garras de la muerte; al Príncipe de Paz, pero necesito que entiendas la magnitud de lo que viví para que sepas cuán grande fue Su Victoria sobre mí, así que te daré pistas de quiénes son o lo que hacen para que sepas qué hacer para librarte de ellos o de lo que quieran hacerte en un futuro. Primeramente, te debo advertir que ellos tienen un límite, por lo que no pueden ir más allá de donde Dios y tú les permitan, y no pueden entrar si tú no les abres la puerta; el problema está cuando les abres la puerta sin darte cuenta. Esto, aunque no lo creas, sucede muy a menudo. Más adelante entenderás por qué lo digo.

En mi familia mi papá les abrió la puerta al involucrarse con brujería e inevitablemente cuando él lo hizo no nada más cayó él, antes, nos obligó a mi hermano mayor y a mí a vivir experiencias que ciertamente no pedimos. Está demás decir que en mi casa sucedían cosas extrañas; algunas de terror; otras, muy confusas, porque aunque ellos no podían matarnos (como dije: ellos tienen un límite), sí podían tratar de asustarnos cada vez que podían y eso hicieron. Querían traumarnos para que les abriéramos alguna puerta adicional a la que abrió mi papá usando el miedo como su herramienta principal puesto que, al temerles, le damos poder a su engaño; por eso asustan, porque el miedo paraliza, te hace vulnerable y te detiene de cumplir el propósito por el cuál estás en este mundo. A decir verdad, ellos no nos temen; pero sí le temen a Jesucristo, el Príncipe de Paz, así que, mientras Él esté contigo y confíes en Él, ellos no podrán hacerte daño, pues es así como está escrito “mayor es el que está en vosotros que aquel que está en el mundo” (1 Juan 4:4)

I.II. Niñez

En esta primera etapa de mi vida varias cosas se hicieron muy palpables para mí. Por una parte, la influencia que tiene el mundo espiritual sobre el mundo natural (la cual muchos ignoran) y por otra parte la enorme influencia que tienen las decisiones de los padres sobre la vida de sus hijos (más aún, cuando estos son pequeños). Es de esperarse que al jugar con fuego uno se queme; pero por alguna razón, muchos adultos creemos que podemos consultar, confiar o creer en la brujería sin ser afectados. A decir verdad, es como si la imagen mental que tuviéramos de la brujería fuera similar a la que se aplica en el mundo natural, es decir, “¿Quiero adquirir un bien? Lo único que tengo que hacer es ir a la tienda y pagar por él”, ¡Como si a los invisibles les interesara nuestro dinero! Ellos no comercian con dinero, no hacen “favores” a cambio de él; a ellos les interesa nuestra alma. El dinero se lo queda un ser humano que necesita ese dinero igual que tú y el alma del que consulta viene a ser un posible “hogar” o “compañero” para los invisibles, eso es lo que quieren de nosotros, esclavizarnos para que seamos su alimento (Recuerda que “el diablo anda como león rugiente buscando a quién devorar”. 1 Pedro 5:8, nosotros somos la presa).

En mi caso, mis padres se divorciaron cuando yo tenía año y medio; y dentro de mí estoy segura de que los invisibles fueron los que destruyeron su matrimonio. No los pudimos ver pero lo que hacen es palpable a veces ¿Sabes? Tras involucrarse con brujería la gente cambia, se vuelven influenciables por este tipo de entes, quienes al no poder matar a la gente físicamente se encargan de procurar que ellas mismas se destruyan al decirles mentiras que si germinan hacen ver a la persona como alguien sin escrúpulos, malvada, loca, celópata, insegura, etc. Usan dardos de fuego con los que atacan tu mente, tus convicciones o tu autoestima hasta destruirte.

Mi papá se dejó llevar tanto por los celos que logró hacer que mi mamá se volviera irreconocible. Ella dejó de ser la persona que era sólo para complacerlo. Dejó de maquillarse, dejó de vestirse de manera que pudiera llamar la atención de nadie, no podía salir con amigos; dejó de ser ella misma. Él la esclavizó a causa de sus celos y la vocecita que él estaba escuchando para hacerle eso a mi mamá no era la de Dios, era la del miedo, ese del cual ellos se aprovecharon para sembrar las mentiras que fueron mermando su relación ¿Las has escuchado alguna vez? Las típicas frases: “Tú no vales nada”, “Ella está con otro”, “Ella gana más dinero que tú”, “Tú no eres un hombre”, “Ella se encontrará a alguien mejor que tú”, mentiras que germinaron y terminaron por destruir nuestra familia.

Una vez que ellos lograron su objetivo y legalmente nuestra familia llegó a formar lo que se conoce como una “familia disfuncional”, en vez de hacerse responsable de nosotros mi papá se dejó llevar una vez más por las vocecitas que le decían mentiras al corazón e hicieron que buscara una tercera mujer con la que formó una tercera familia y se ganó el odio y el rencor de varios de los hijos que ya tenía, y que había abandonado, incluyéndome a mí. Mi papá cayó en la tentación una vez más, pero era de esperarse ¿No? A pesar de ser un adulto, él tampoco sabía distinguir entre lo bueno y lo malo, así que sólo era cuestión de tiempo; ya había un público reunido gritando a coro como lo hacían con aquel muchacho del principio. La diferencia estaba en que en esta ocasión, él no podía ver a la multitud que lo incitaba a aventarse al vacío con palabras como: “Nadie te quiere”, “Estas solo”, “Los niños crecerán y tú morirás sólo”, “No puedes pensar en ellos, tienes que pensar en ti primero”. Se cerró el telón: mi papá se fue de casa.

Muchos ignoramos que los niños (aun cuando están en el vientre de la madre) son muy sensibles al mundo espiritual; ellos perciben cosas que nosotros a simple vista no podemos. Sea por su credulidad, su inocencia o su gracia; tienen una sensibilidad que no todos logramos tener. Recuerdo una ocasión en particular donde supe de un niño que mientras veía la nueva versión de una película de niños muy conocida que no puedo mencionar empezó a desnudarse frente al televisor y cuando sus padres le preguntaron el por qué lo hacía, él apuntó hacia la pantalla y dijo: “es que él me dice que lo haga”, tiempo después se dijo que la tal película tenía mensajes subliminales donde se podía leer la palabra “sexo” dibujada con estrellas en una de las escenas. El niño no estaba consciente de lo que hacía, él simplemente escuchaba la voz equivocada. Es curioso que si les dices eso a padres cuyos hijos empiezan a experimentar su sexualidad a una edad muy temprana, ellos probablemente te dirán que no tiene nada que ver, aun cuando ellos mismos no sepan el por qué su hijo hace lo que hace y lo ignoren por completo; “es normal” te dirán.

Supongo que sinceramente ellos tampoco querrían creerlo, porque la magnitud de esta aclaración supone un cuidado muy extremo de los niños, y eso, para los padres parece una pesada carga mucho más grande de la que ellos están dispuestos a llevar ¿Cómo controlarían lo que sus hijos ven en la tele? ¿Cómo controlarían lo que ellos ven en internet? ¿Cómo harían para trabajar y cuidar a los niños al mismo tiempo? Todos trabajan demasiado y no tienen tiempo para sus hijos así que dejan que la televisión sea la niñera de ellos e ignoran cuánta basura se transmite por ese medio.

Desde la emancipación de la mujer, el feminismo, el machismo, la tasa alta de divorcios, las familias disfuncionales, las relaciones contra natura… todo aporta para que cada vez más y más gente abra más puertas, más gente escucha la voces equivocadas, se equivocan, más gente muere; menos amor, más egoísmo y lentamente nuestra sociedad se va acercando al vacío…. No digo en ninguna manera que el que la mujer trabaje sea algo malo, sólo digo que de ser las guardianas de los hijos ahora el trabajo nos consume. Cuando nos cansamos, bajamos la guardia y los niños reciben el daño.

Cuando leí en la Palabra acerca del orden de Dios donde dice que “el hombre es cabeza de la mujer” (1 Corintios 11:3) como muchos alegué que la mujer y el varón son iguales y no entendía el porqué decía eso, luego el Señor me enseñó que aunque sí somos iguales, en lo que respecta a las funciones que cumple cada uno, somos distintos. Cuando la mujer le falta al respeto a su marido frente a sus hijos, estos aprenden a faltarle al respeto a ella también y cuando ella respeta la autoridad del marido, le enseña a ellos a respetar la suya; todo se predica con el ejemplo. Si ella es firme, ellos serán firmes, pero si la televisión es la que les enseña a cómo vivir su vida, entonces ¿De quién aprenden sus valores?

Entendí que todo esto es parte del porqué que yo estaba buscando. El “¿Por qué empecé la vida con el pie izquierdo?”, aunque en un principio nada tenía sentido para mí. Mi mamá trabajaba tanto, que la veíamos más que nada por las noches. Tuvimos varias niñeras mientras crecimos, nuestros padres nos llevaron a lugares a los que no debíamos de haber ido, etc. Curiosamente, Papá Dios me hizo ver que yo también abrí puertas sin saberlo, a pesar de ser sólo una niña. Quizás cuando me llevaban a los lugares donde mi papá hacía brujería, quizás cuando veía a mis padres discutir diciéndose las groserías que luego imité o quizás cuando un amigo de mi mamá (brujo) me bañaba estando solos él y yo (bebé) ¿Quién sabe si mientras él me bañaba también me entregaba a los invisibles? Yo no estaba consciente, pero eso ciertamente no habría sido un impedimento para ellos. Los ingenuos somos nosotros: los adultos, los que se supone que debíamos de cuidar de los más pequeños.

Lo cierto es que por lo que sea que haya sucedido, reflejé muchas de mis propias imperfecciones y las de mis padres. Cabe destacar que en su momento mi papá no lo veía de esta forma, él veía “algo” en mí. Yo no sé qué era: si era la rebeldía que crecía como monstruo dentro de mí, lo curiosa que era, no lo sé, sólo sé que él me decía que yo “podía ser de las grandes” en cuanto a la brujería y que para mí todo eso era extraño ¿Sabes? No era algo que yo entendiera y ciertamente la mentalidad de los niños es tan moldeable que si les inculcas el odio desde pequeños (sea con tus palabras o tus hechos), ellos te imitarán y muchas veces puede que ni sepan por qué sienten ese odio. Por mi parte, si mi ejemplo a seguir me aplaudía por lo malo ¿Qué de bueno podía surgir de algo así?

 

No era clara la distinción entre lo bueno y lo malo en mi hogar, eran más bien tonos grises. De manera que entre pisar firme y pisar en falso (al menos desde mi punto de vista) sólo era cuestión de tiempo.

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