Rafael Franco

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Rafael Franco
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Vicente Arrúa

rafael franco

De la guerra a la revolución

colección

protagonistas de la guerra del chaco

grupo editorial atlas

Yrendague
(Sadistic Art)

Letra: Edgar Romero

Música: Rodrigo Fernández

¡Néike, jaháke lomitä!

Ani pemanóiti che ra’ykuéra.

Ha jaháta oñondivepa ñamano Yrendaguépe.

(Eugenio A. Garay)

Trece leguas de infernal marcha

como enemigos la sed y el sol

entre marañas y espinos

el soldado nunca decayó.

Upe diciembre del 34

retomar los pozos fue la misión

esa inmolación que sin recelo

y por la patria urdió la 8.a División.

¡Néike, jaháke lomitä!

Ani rekyhyjéti, ani pemano.

Ni upéicha nañandejokoichéne

imbytetepekuéra jaha.

­¡Ha upéicha ojapo umi moro!

Amoite púntape Batallón 40

jaháke tuvicha, Fráncoma he’i

jay’uporã amoite Yrendaguépe

del gran Garay pe ipyporéke jasegui.

¡Néike, jaháke lomitä!

Ani rekyhyjéti, ani pemano.

Ni upéicha nañandejokoichéne

imbytetepekuéra jaha.

Upe diciembre del 34

retomar los pozos fue la misión

esa inmolación que sin recelo

y por la patria urdió la 8.a División.

Prólogo

Este libro, escrito por el historiador Vicente Arrúa, trata sobre la vida de uno de los hombres que más se destacaron por su carisma, coraje y capacidad de liderazgo al frente de sus soldados, Rafael Franco Ojeda.

Esta obra, organizada en tres capítulos, presenta en primer término al hombre, sus orígenes y su desarrollo como persona. En el segundo capítulo se refiere a su actuación como uno de los jefes más respetados por sus soldados durante la Guerra del Chaco, conflicto del que saldría fortalecido frente al gobierno que tuvo éxito en dirigir a la nación durante la guerra. No obstante, no pudo conducir con la misma efectividad la posguerra, sobre todo ante las demandas sociales de los soldados que volvían exitosos de los cañadones chaqueños. El tercer capítulo presenta al gobernante revolucionario, al Franco que al frente de sus camaradas de armas condujo un proceso breve, pero de febril actividad para ir estableciendo políticas públicas en materia de salud, educación y de régimen de posesión de la tierra; políticas que tendrían un largo impacto más allá de su derrocamiento en agosto de 1937.

El León Karẽ aparece en toda su amplitud en estas páginas. En su vida y su obra se reflejan los anhelos de miles de paraguayos que fueron al Chaco para defender a la patria como una vindicación a sus mayores que perecieron en los esteros de Ñeembucú.

Herib Caballero Campos

Invierno de 2020

Introducción

El tiempo en que le correspondió vivir a Rafael Franco, el León Karẽ, el Parapití Póra, fue un periodo convulsionado de la historia del Paraguay, una época marcada por los conflictos entre facciones políticas y luchas entre caudillos civiles y militares. Sin embargo, todo ese mundo en el cual fue creciendo nuestro personaje ayudó a que se formara el carácter del militar primero, del comandante militar después, culminando con el de político revolucionario.

Este trabajo pretende relatar la vida del gran líder y estratega militar, héroe de la Guerra del Chaco, desde su propia perspectiva, consultando sus memorias y su diario de guerra, a fin de mostrar al ser humano detrás del mito, detrás del héroe. El ser humano que, debido a los avatares de la guerra, exige sacrificios inmensos al soldado, pero al mismo tiempo se preocupa por su bienestar y critica en sus superiores las decisiones que, según él, tuvieron un costo muy alto en vidas humanas.

Cuando se relatan las guerras, casi siempre se intenta explicar el conflicto con fechas y números fríos, con victorias o derrotas de uno u otro bando, pero en el caso de Franco, se puede entender la Guerra del Chaco en toda su magnitud, la camaradería, los sacrificios, la sed, el horror, la muerte; en fin, muestra la guerra tal cual es, quizás porque quería dejar un registro para las futuras generaciones de que detrás de las grandes batallas, de los grandes sacrificios y de los héroes, hay vidas humanas que están en juego.

Vicente Arrua

Asunción, julio de 2020

capítulo i

El hombre

Rafael de la Cruz Franco Ojeda nació el 22 de octubre de 1896, en la casona de los Milleres-Velilla, ubicada en la esquina de las calles Chile y Haedo del centro de la ciudad de Asunción. Hijo de Federico Franco, profesor de Matemáticas de la Escuela de Agronomía, que funcionaba en el Jardín Botánico, y de Marcelina Ojeda. Sus hermanos fueron Mercedes, Manuel y Luis Adolfo. Rafael fue bautizado el 5 de mayo de 1899, en la Catedral de Asunción por el presbítero Andrés Insaurralde, siendo su padrino Tomás Airaldi.


La niñez de Rafael transcurrió en el barrio capitalino de Trinidad. Arturo Rahi expresa al respecto:

Trinidad fue el lugar de residencia de don Carlos Antonio López, inclusive cuando ya se convirtiera en presidente de la República, y en su iglesia, que él hizo construir, habrán de descansar sus restos hasta su traslado definitivo al Panteón Nacional. Por sus anchas y arenosas calles transcurrió la infancia de Rafael Franco, y quién sabe cuántos pensamientos habrán pasado por su mente de niño al escuchar los relatos sobre aquellos grandes paraguayos que en el siglo anterior tanto habían hecho por la patria, y posiblemente entonces habría incubado en su mente infantil el profundo deseo de hacerles justicia.

El pequeño Rafael realizó sus estudios primarios en una modesta escuela ubicada frente al Cementerio de La Recoleta. Sobre ese momento de la vida de Rafael, Arturo Rahi dice: “Como vivía con sus padres en el entonces pueblecito de Trinidad, el recorrido diario a la escuela, ida y vuelta, lo hacía a pie, ya que en aquella época no existían medios de transporte públicos que facilitaran el viaje”.

Tras culminar sus estudios primarios, sus padres decidieron que debía continuar su formación en el Colegio Nacional de Asunción, donde cursó hasta el quinto año. En 1915 se inauguró la Escuela Militar, dirigida por el coronel Manlio Schenoni y mediante el Decreto n.º 4711 del 5 de abril de 1916 se nombró a los primeros cadetes, entre los que se encontraba Rafael Franco.

El 30 de marzo de 1918, mediante el Decreto n.º 7813 egresó la primera remesa de oficiales, conformada por Juan Manuel Garay, Víctor Irazusta, Sigifredo Melgarejo, José Luis Vera, Rufino Pampliega, Lorenzo Medina, Alberto Gardel, José D. Melgarejo, Nicasio Franco, Rafael Franco, Juan B. Montes y Alberto Sosa. Es justamente en su paso por la Escuela Militar, específicamente durante el segundo curso, cuando durante el desarrollo de ejercicios hípicos, sufrió un accidente que le produjo una renguera de por vida y que lo obligó a usar calzados especiales para disimularla. Este hecho dio origen al mítico sobrenombre de León Karẽ, con el cual fue conocido durante el conflicto chaqueño y que le fuera puesto por sus propios soldados. Sobre este hecho, el historiador Erasmo González relata una anécdota respecto al tratamiento médico que recibió Franco tras el accidente, los médicos habían aplicado un tratamiento bastante doloroso y al intentar repetirlo, el paciente sacó su revólver amenazando a su médico con que no volviera a tocar sus heridas.

Recién egresado, el teniente 2.º Rafael Franco fue destinado a cumplir servicio en el Batallón iv de Infantería de Encarnación, al mando del coronel Pedro Mendoza. El 9 de mayo de 1921 logró ascender a teniente 1.º de Infantería y el 13 de agosto del mismo año fue nombrado comandante del Grupo de Ametralladoras. Luego fue trasladado a la i Zona Militar en Concepción y en 1922 nuevamente se lo trasladó a Encarnación.

El 26 de noviembre de 1921, Rafael Franco contrajo matrimonio con Deidamia Solalinde, hija de Ignacio Lima Solalinde y de Dionisia González, en la iglesia de la Santísima Trinidad. Mediante el Decreto n.º 14072, de fecha 20 de noviembre de 1921, el presidente provisorio Eusebio Ayala y el ministro de Guerra y Marina Manuel Rojas concedieron el permiso correspondiente para realizar dicha ceremonia. Los hijos de este matrimonio fueron Aníbal Federico, César Augusto, Livio Carlos, Rafael, Francisco Solano y Miguel Ángel. Sobre la vida familiar de Rafael Franco, relata Erasmo González:

Rafael y Deidamia tuvieron una relación matrimonial condicionada por los avatares políticos del esposo. Por ello se puede decir que juntos vivieron momentos de complacencia, para luego soportar el amargo exilio y una vida signada por la penuria e indiferencia, cuya causa se debió a cuestiones políticas. Los años de exilio del esposo obligaron a la señora Deidamia a enfrentar una vida de entereza y sacrificio, en donde un estado casi desabrigado demostró la esencia de la representativa mujer paraguaya digna y abnegada para educar a su numerosa prole, trabajando denodadamente en un futuro mucho más decoroso para sus hijos.


La década del 20 inició con una profunda crisis económica y un proceso de cambios en los grupos políticos locales. En 1921 se produjo la cancelación de la exportación de ganado a la Argentina, varios frigoríficos cerraron y los pedidos de materias primas como cuero, madera y tanino se redujeron considerablemente, esto, a su vez, produjo el cierre de varios bancos y el comercio de la ciudad capital se vio muy golpeado. Paralelamente, en el Partido Liberal se conformaron dos facciones, por un lado, los “schaeristas” (partidarios de Eduardo Schaerer), también conocidos como los saco mbyky, que contaban con el apoyo del Ejército bajo el mando del coronel Adolfo Chirife, además de la Iglesia católica y los jefes políticos rurales; y por el otro, los “gondristas” (seguidores de Manuel Gondra), conocidos como los saco puku, con más vínculos con el sector urbano. La historiadora Milda Rivarola explica cómo estalló el conflicto que enfrentó a estas dos facciones de la siguiente manera:

 

Un golpe de Estado de Schaerer y el Cnel. Chirife provoca la dimisión del presidente Gondra el 30 de octubre, y días más tarde algunos líderes que habían tenido relaciones con la Liga de Obreros Marítimos y algunos sindicatos socialistas acusan públicamente de “crimen político” a los “civiles sin moral y a los militares sin honor” que llevaron el golpe. Un gabinete mixto, formado por schaereristas y gondristas bajo la presidencia provisional de Eusebio Ayala no logra salvar la crisis. La guerra civil estalla a finales de mayo de 1922, con el levantamiento “constitucionalista” del Cnel. Chirife.

El teniente primero Rafael Franco tuvo una activa participación en la guerra civil de 1922, formando parte de las fuerzas leales al gobierno provisorio de Eusebio Ayala, específicamente siendo jefe de la Compañía de Ametralladoras, y se destacó en muchas batallas, pero en el momento del inicio del conflicto sucedió un hecho que demostró la fidelidad a sus convicciones que lo acompañó en prácticamente toda su vida; este hecho es relatado por Arturo Rahi de la siguiente forma:

Pero antes, cuando el coronel Adolfo Chirife, jefe de los sublevados, juntamente con los tenientes coroneles Pedro Mendoza y Francisco Brizuela, principales jefes de la revolución que se iniciaba contra el Gobierno, hizo formar a sus oficiales para pedir su apoyo para la causa revolucionaria, el teniente Rafael Franco fue el primero en dar un paso al frente para negarse a participar en un movimiento contra el Gobierno al cual había jurado defender. El segundo oficial en hacer lo mismo fue el teniente Carlos José Fernández, y el tercero, según se recuerda, fue el teniente Sigifredo Melgarejo. Todos alcanzando las más altas posiciones en el cuadro del Ejército Nacional en aquella contienda.

Debido a esto, Franco fue enviado a Encarnación, donde logró pasar a Posadas, trasladándose luego a Corrientes para llegar a Asunción y reincorporarse a las fuerzas leales al Gobierno Provisorio, donde tuvo una activa participación, incluso en la decisiva batalla de Ka’i Puente (actual Coronel Bogado), en noviembre de 1922, comandando la Compañía de Ametralladoras del Batallón al mando del capitán José Félix Estigarribia.

Tras la finalización de la guerra civil, la carrera militar de Rafael Franco continuó en ascenso y comenzó a relacionarse de manera directa con el territorio que unos años más adelante habría de defender. El 13 de agosto de 1924, Franco fue ascendido a capitán y luego, el 10 de febrero de 1926, fue nombrado comandante de la Compañía de Cadetes del Colegio Militar. Ese mismo año, mediante el Decreto n.º 25580 del 26 de noviembre, se lo nombró comandante del Regimiento de Infantería n.º 2 con asiento en Villa Hayes. En 1927, el gobierno de Eligio Ayala comisionó al capitán Franco la tarea de reforzar una Compañía de Fusileros y una sección de ametralladoras; además, ese mismo año, recibió órdenes del Ministerio de Guerra y Marina para realizar un relevamiento de los sectores del Chaco Paraguayo que pudieran servir como escenario de acciones en el futuro. Sobre dicha misión, Arturo Rahi expresa:

Esta misión consistía no solamente en reforzar los fortines existentes, fundar otros y levantar plano de regiones desconocidas del Chaco, sino en hacer un estudio de lo que aquella inhóspita región podía representar para el país en el futuro. Luego de casi cien días de recorrer el Chaco a caballo y a pie, el capitán Rafael Franco fundó los fortines Mariscal López y José Falcón, reforzó la pequeñísima guarnición de Nanawa y levantó los informes que le habían solicitado.

En los informes presentados por el capitán Franco, este calificó a los fortines paraguayos como inservibles para sus fines, recomendando cambiar el sistema de defensa del Chaco. Por otro lado, Franco consideró errado referirse al Chaco como infierno verde, ya que, para él, dicho territorio presentaba muchas posibilidades para el trabajo y el progreso. Asimismo, criticaba la holgazanería e inexperiencia de los oficiales que eran enviados al Chaco y expresó que las “soluciones pacíficas” que fueron aplicadas hasta ese momento no garantizarían los derechos del Paraguay sobre la región chaqueña.

El 14 de agosto de 1928, recibió el ascenso al grado de mayor e inmediatamente fue nombrado comandante del Regimiento de Infantería n.º 5 General Díaz, establecido en Bahía Negra, donde pronto pudo verificar las maniobras realizadas por el ejército boliviano en territorio paraguayo. Justamente, el 28 de agosto de 1928, una patrulla paraguaya tuvo contacto con oficiales bolivianos que exploraban el territorio clandestinamente; los oficiales bolivianos fueron capturados y remitidos hasta el destacamento de Bahía Negra, donde su comandante, el mayor Rafael Franco, informó el hecho a las autoridades de Asunción, quienes ordenaron la liberación de los oficiales capturados. Estos, por su parte, continuaron con el trabajo de exploración en territorio paraguayo y el 5 de setiembre de 1928, fundaron el Fortín Vanguardia.

El mayor Rafael Franco criticó en todo momento las decisiones tomadas desde Asunción, pues consideraba que el Gobierno demostraba una actitud de cobardía y de total indefensión. Sobre el tema, expresaba:

Así se fundaron Alihuatá y Arce en 1928, hasta que una patrulla paraguaya en el sector de Galpón al mando del Tte. Russo Padín (sector Bahía Negra) capturó en dichas inmediaciones a los coroneles bolivianos Victoriano Gutiérrez (exdirector de la Escuela Militar) e Isidoro Ayoroa (comandante del Regimiento Florida). En enero de 1929, por orden del presidente José P. Guggiari, fueron puestos en libertad. Se trataba de una flagrante violación de nuestro territorio con el evidente propósito de estudiar la ubicación más conveniente para la fundación de nuevos fortines, esta vez, ya con la evidente intención de fundarlos al sur de Río Negro.

Esta disconformidad y los desacuerdos con sus superiores lo llevaron a tomar una decisión que generaría un gran revuelo. El 5 de diciembre de 1928, Franco ordenó atacar y destruir el Fortín Vanguardia, sin tener orden de sus superiores y sin el conocimiento de las autoridades en Asunción. Rahi comenta:

El mayor Franco sabía muy bien que se exponía al atacar al fortín boliviano, ya que el Gobierno paraguayo, entreguista y pusilánime, no iba a apoyar su acción reivindicativa por más que estuviese en juego el honor nacional.

El mismo Franco expresa sobre la toma del fortín Vanguardia en sus memorias:

Cuando Vanguardia fue fundado en 1928 en el sector de Bahía Negra, hice respetar bajo mi responsabilidad —y aún estoy muy orgulloso de ello— el pabellón paraguayo, ofreciendo mi conducta al veredicto del pueblo que se solidarizó como un solo hombre para hacer conocer al mundo su capacidad de abnegación y su legendario valor.

Los sucesos se desarrollaron aceleradamente de la siguiente manera: por informe de patrulla y la comunicación constante que mantenía con Asunción informándome de las tratativas, decidí, sin vacilación alguna, retomar el fortín. Para el efecto, envié una patrulla de combate y luego una compañía que salieron de Galpón el día martes 4 de diciembre a las 21:00 horas, al mando del Tte. Ortigoza con la orden terminante de desalojar a toda costa a los intrusos. Arribaron a Vanguardia alrededor de las 4:30 del día 5 de diciembre, previo rodeo, y cortadas las comunicaciones, la pequeña guarnición se vio totalmente sorprendida. No obstante, intentaron resistir, lo que les costó cinco muertes y ninguna baja paraguaya. Como consecuencia, cayeron en nuestro poder los tenientes Manchego y Lozada, más 23 soldados que, cuando quisieron envalentonarse, por la marcha forzada que se les exigió, a empellones fueron traídos a mi comando. Las instalaciones del fortín Vanguardia, como consecuencia, fueron totalmente arrasadas.

El hecho tuvo una repercusión importante, Bolivia reclamó que el fortín Vanguardia se hallaba en su territorio, por lo que el Gobierno paraguayo abrió una investigación. Se planteó la creación de comisiones por parte de ambos Estados para negociar. Finalmente, el Gobierno paraguayo aceptó indemnizar a Bolivia y ofreció reconstruir el fortín Vanguardia. Sobre esta decisión, afirmó Franco:

Tal embuste no fue aceptado por el pueblo que, indignado, tuvo que soportar, no obstante, el pago de una indemnización de un millón de libras esterlinas y la reconstrucción total del fortín fundado en territorio nacional, desautorizando mi actuación ante la nación.

Luego del incidente del fortín Vanguardia, en agosto de 1929, el mayor Franco fue nombrado comandante de la Escuela de Aviación mediante el Decreto n.º 34210 y en enero de 1930, comandante del Regimiento de Infantería en Campo Grande.

En marzo de 1931, el gobierno de José P. Guggiari descubrió un intento de levantamiento en los cuarteles de Campo Grande, el plan consistía en que el levantamiento debía producirse entre el 9 y el 20 de marzo, pero las indecisiones entre sus líderes terminaron por desbaratar el plan. Según Arturo Rahi, nunca estuvieron bien claros los objetivos de este levantamiento, pero aparentemente no buscaban el derrocamiento de Guggiari, sino lograr que el Gobierno cambiara su política de defensa del Chaco. El mayor Rafael Franco, en ese momento comandante del R. I. 2 Ytororó, tuvo participación en el plan. En sus memorias, se refiere al hecho de la siguiente manera: “Desgraciadamente, dicha conjuración fue desbaratada por la felonía del —quién si no— mayor Bray, Villasboa y Aponte, quienes se encargaron de denunciar al Ministerio de Guerra lo que se estaba gestando”.

Podría suponerse que a raíz de esta denuncia del mayor Bray, Rafael Franco expresó siempre su desprecio hacia él. Durante el asedio a Boquerón, en su diario de guerra, Franco expresó:

No se tienen noticias de uno de los comandantes de Batallón, el capitán Báez Allende, y de varios cadetes; es posible que hayan caído en poder del enemigo. Momentos después viene llegando a nuestro puesto de combate el comandante de este Regimiento Mayor Bray y expresa que la situación es grave pero no desesperante. Tengo la impresión de que viene a este puesto no para consultar sobre la situación, sino para alejarse más del enemigo. Indudablemente, esta situación no es comparable a la del 23 de octubre de 1931 [se refiere al asesinato de estudiantes frente al Palacio de Gobierno ocurrido en esa fecha, donde el mayor Bray era jefe de Plaza].

Tras el descubrimiento del levantamiento, el mayor Franco fue convocado por el ministro de Guerra y Marina, el general Manlio Schenoni, quien ofreció al mayor una beca de seis meses para estudios militares en Francia, a lo que Franco respondió que no podía entender que una persona acusada de sublevación recibiera un premio en vez de ser sancionada. Finalmente, Franco no fue dado de baja del ejército, pero tampoco le fue asignada ninguna unidad militar. Meses después, Franco recibió una propuesta a lo que él denominó “comisión de placer”, por lo que remitió una carta al diario La Unión, en octubre de 1931 (ver Anexo 1).

capítulo ii

El soldado

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