Buch lesen: «El Precio de un Pueblo»
EL PRECIO DE
UN PUEBLO
El significado de la muerte de Cristo
TOM WELLS
Publicado por:
Publicaciones Faro de Gracia P.O. Box 1043 Graham, NC 27253 www.farodegracia.org
ISBN 978-1-629461-95-3
© Copyright Tom Wells, Author, 1992
Spanish edition © 2014 by Publicaciones Faro de Gracia
with permission by the author. All rights reserved.
© 2014 Publicaciones Faro de Gracia. Traducción al español realizada por Todd Runda y Gloria Ruiz González; Diseño de la portada por Greg Warner / Small Reflection Design & Illustration; diseño de la página, Sara Younis.
Orginalmente publicado en el inglés bajo el título, A Price for a People. Todos los Derechos Reservados.
Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, procesada en algún sistema que la pueda reproducir, o transmitida en alguna forma o por algún medio –electrónico, mecánico, fotocopia, cinta magnetofónica u otro– excepto para breves citas en reseñas, sin el permiso previo de los editores.
© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.
Contenido
UNA PALABRA INICIAL
1 ¿QUÉ CLASE DE ACTO FUE LA MUERTE DE CRISTO?
2 LA REDENCIÓN: SU HISTORIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO (PARTE UNO)
3 LA REDENCIÓN: SU HISTORIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO (PARTE DOS)
4 LA REDENCIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO (PARTE UNO)
5 LA REDENCIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO (PARTE DOS)
6 LA RECONCILIACIÓN
7 LA PROPICIACIÓN
8 ¿POR QUIEN MURIÓ CRISTO?
9 ¿CRISTO NO MURIÓ POR EL MUNDO?
10 UN ASUNTO DE FAMILIA
11 CRISTO MURIÓ POR LA IGLESIA
12 LA MUERTE DE CRISTO POR “MUCHOS”
13 ¿QUIÉN MURIÓ CON CRISTO?
14 CRISTO, NUESTRO SUSTITUTO
15 UNA MIRADA A ALGUNOS TEXTOS “DIFÍCILES”
16 ¿CÓMO INFLUYE ESTO EN NUESTRA PREDICACIÓN?
17 ¿CUÁL ES EL MENSAJE DEL EVANGELIO?
18 UNA PALABRA FINAL
APÉNDICE 1 EL USO DE LOS TÉRMINOS UNIVERSALES
APÉNDICE 2 EL TIEMPO DE LA REDENCIÓN
APÉNDICE 3 LA PALABRA GRIEGA PARA COMPRAR
APÉNDICE 4 ¿QUIÉNES SON LOS “MUCHOS” POR QUIENES MURIÓ CRISTO?
APÉNDICE 5 “MUCHOS” Y “TODOS LOS HOMBRES” EN ROMANOS 5:12-20
APÉNDICE 6 ALGUNOS PENSAMIENTOS SOBRE TERMINOLOGÍA
APÉNDICE 7 ARREPENTIMIENTO Y FE
Otros títulos de Publicaciones Faro de Gracia
UNA PALABRA INICIAL
Mi plan en este libro es muy simple.
En primer lugar, quisiera estudiar tres palabras que nos indican qué fue lo que hizo nuestro Señor Jesús al morir en la cruz: redención, reconciliación y propiciación. Son palabras que cualquier cristiano conoce, pero ¿qué significan en realidad? ¿Es posible entender su verdadero significado? Yo creo que sí.
En segundo lugar, quiero buscar la respuesta a una pregunta que escuchamos con frecuencia: ¿Por quién murió Cristo?
De hecho, en un primer momento pensé hacer de este segundo punto el tema del libro entero. No existen muchas publicaciones que traten de lo que se conoce como “la extensión de la expiación”, así que me pareció que podría ser útil que hubiera una más.
Pero hay una buena razón para esta falta de libros. Cuando alguien pregunta ¿Por quién murió Cristo?, inmediatamente nos damos cuenta de que la respuesta depende de lo que hizo el Señor Jesús al morir. Y en cualquier caso, ¿qué tipo de acción es la expiación? Enseguida nos encontramos de frente con aquellas tres palabras que he mencionado antes, así que creo que lo mejor es seguir el plan que he trazado.
Cuando uno se sienta a escribir un libro como éste, se enfrenta desde el principio a un problema: la mayoría de las personas muestran cierta impaciencia hacia la teología. A menudo ni siquiera les gusta la palabra teología. Es como si les quitaran de las manos la Biblia que tanto aman y la apartaran bien lejos mientras que un desconocido les dice: “¡Lo siento mucho, pero usted no puede entender la Biblia sin mi ayuda!”
Bueno, todos sabemos qué hacer con ese tipo, ¿no es cierto? Si quiere llamarse a sí mismo teólogo, no tenemos ninguna objeción. Que se ponga el nombre que quiera, pero si insiste en interponerse entre nosotros y la Palabra de Dios, le decimos “no, gracias”, y dejamos que siga su camino.
Creo que este impulso es bueno en muchos sentidos. La Biblia debe ser leída –devorada, incluso– por personas que no se hacen llamar “teólogos”.
Es extremadamente importante saber que usted puede leer la Palabra de Dios por sí solo y comprender su mensaje básico. Puede estar bien con Dios por medio de la fe en Cristo y puede crecer como cristiano sin mucha ayuda externa. Ésta es una verdad fundamental, y debemos impacientarnos con aquellos que la niegan.
No obstante, un cristiano que se toma en serio su fe quiere saber tanto como pueda de la Palabra de Dios, y a menudo las grandes verdades de las Escrituras están vinculadas a palabras bastante difíciles. Estas palabras no están ahí para hacernos tropezar, sino para ayudarnos, y con frecuencia contienen mucha verdad. Si un amigo se nos acerca con la intención de ayudarnos a desmenuzar esa verdad, está demostrando ser un verdadero amigo.
Las Escrituras mismas nos enseñan que necesitamos la ayuda de otros para llegar a entender. ¿Quiénes eran los hombres del Nuevo Testamento que conocemos como “apóstoles”, “profetas”, “evangelistas” y “maestros”? Eran personas que jugaron un papel muy importante en la obra de la iglesia en el Nuevo Testamento, y todos eran maestros de una manera u otra.
Hoy en día seguimos necesitando maestros, y Dios nos ha dado, por ejemplo, a nuestros pastores. Por un lado, no debemos caer bajo el encanto de un simple hombre y tomar todo lo que diga como si fuera el evangelio mismo, sin pensar y sin orar al respecto. Eso sería un desastre. Pero por otro lado, no debemos despreciar a quienes intentan enseñarnos la Palabra de Dios, aunque parezca que quieren darnos una lección de teología. Compare lo que lea y oiga con la Biblia; ore y use su juicio.
Luego, espero que se una a mí en esto que, sin duda alguna, es uno de los estudios más importantes que un cristiano pueda hacer.
He diseñado los capítulos de este libro para ser leídos de dos posibles maneras. Puede leerlos ignorando los apéndices, o puede detenerse a leer cada apéndice tal y como aparece aquí. Aquellos que me sigan en el primer plan encontrarán, espero, un resumen sencillo de la verdad concerniente a la expiación de Cristo. Los que escojan el segundo plan podrán profundizar en algunos de los puntos controvertidos que surgirán en el camino. Sea cual sea su elección, ¡que el Señor lo bendiga!
1¿QUÉ CLASE DE ACTO FUE LA MUERTE DE CRISTO?
No es difícil encontrar una respuesta para la pregunta “¿Qué clase de acto fue la muerte de Cristo?” Fue un acto que aspiraba a traer a los hombres a Dios. Creo que todo cristiano estaría de acuerdo en eso. Puede que usted y yo no entendamos la muerte de Cristo de la misma manera, pero una cosa es evidente: Cristo murió para llevar a hombres, mujeres y niños a Dios.
Sin embargo, esto suscita otra pregunta: “¿Qué cosas impiden que una persona se acerque a Dios?” Si no existiera nada que me impidiera acercarme a Dios, Jesús no tendría por qué haber muerto por mí. Eso es evidente también, ¿no? Entre Dios y yo existían barreras, y de alguna manera el Señor Jesús murió para eliminarlas.
Una de esas barreras era, sin duda, mi falta de disposición para acercarme a Dios, pero no estoy pensando en eso solamente. Si esa fuera la única barrera que existiera entre Dios y yo, la muerte de Cristo no habría sido necesaria. Sólo tendríamos que cambiar de manera de pensar y volvernos hacia Dios. Con eso se resolvería el problema.
Sin embargo, la Biblia nos enseña que la barrera entre Dios y yo era más grande que un mero cambio de mentalidad por mi parte. Es verdad que yo no podría ser cristiano si mi mente no hubiera cambiado con respecto a muchas cosas, pero el objetivo de la muerte de Cristo iba más allá que producir un cambio en mi mente. La mayoría de los cristianos están de acuerdo en que la muerte de Cristo trata de algo más que mi actitud hacia Dios.
Entonces, ¿cuáles son esas barreras que hacen que el hombre esté separado de Dios?
Comencemos con algunas fuerzas que mantienen al hombre en esclavitud. Las Escrituras nos dicen que todos los hombres están sujetos por poderes de los que no pueden escapar. ¿Cuáles son estos poderes? Permítame enumerarlos:
1. El hombre es esclavo del pecado.
2. El hombre es esclavo de Satanás.
3. El hombre está sujeto al castigo del sistema de justicia de Dios.
Aunque las tres están relacionadas, se trata de tres cosas distintas, y puede que Dios necesite ocuparse de ellas de maneras diferentes. Si el objetivo de la muerte de Cristo es llevar al pecador a Dios, no debe sorprendernos que tenga que ver con estas fuerzas que mantienen al hombre bajo su dominio.
Podemos describir los problemas que existen entre nosotros y Dios de otras maneras. Por ejemplo, la Biblia nos llama enemigos de Dios, y para que podamos llegar a ser sus amigos también necesitamos la intervención de Cristo a través de su muerte.
Finalmente, existe una barrera dentro del propio Dios que debe ser apartada del camino del hombre para que éste pueda llegar hasta él: su ira. Dios está enojado con los pecadores a causa del pecado, y esa ira, que es real, impide que todos nosotros –hombres, mujeres y niños– nos acerquemos a él a no ser que él mismo se encargue de eliminarla. ¿Pero cómo pudo Dios hacer desparecer su propia ira? La respuesta la encontramos, una vez más, en la muerte de Cristo en la cruz.
Otra posible respuesta a la pregunta ¿Qué clase de acto fue la muerte de Cristo? es que fue el acto que le dio significado a todos sus otros actos. Siendo, como fue, la solución a tantos problemas, está claro que se trató del punto clave de su vida terrenal. ¿Jesús no vino a buscar y a salvar lo que se había perdido? Sí, así fue. Ése era su objetivo principal al venir a este mundo, y su muerte fue el principal instrumento que empleó para lograrlo. Podemos decir, entonces, que vino con el propósito de morir.
Muchas personas no lo han entendido así. Algunos ven a Cristo como mártir por una buena causa, víctima de una serie de acontecimientos que estaban en su contra. Sin embargo, en las Escrituras no existe ninguna base que justifique este punto de vista, que incluso podríamos considerar ateo ya que deja a Dios totalmente fuera de la historia.
Para otros, la muerte de Cristo es el digno colofón de su vida en la tierra, pero no la clave de todo lo demás. Para ellos lo que nos salva es la encarnación. Lo más importante es que Dios y el hombre se unieron para siempre en la persona de Cristo, quien era Dios y hombre a la vez. Dios y el hombre estaban juntos en Cristo, y eso nos lleva a Dios. Esta idea está bien lejos del ateísmo; es ciertamente una postura cristiana, pero se queda muy corta.
¿Dónde pone el énfasis la Biblia? Es verdad que Jesucristo es Dios y hombre, y que no podríamos ser salvos si no fuese así, pero el punto clave es éste: Jesucristo murió y resucitó por los pecadores. Sin eso, nada de lo demás importa. Ahí es donde pone el énfasis el Nuevo Testamento.
Entonces, ¿qué clase de acto fue la muerte de Cristo? Fue el acto clave de su vida, en el que debemos centrarnos para ver que se han quitado las barreras entre nosotros y Dios. Es el acto que nos revelan algunas de aquellas difíciles palabras que mencioné al principio del libro.
Y ahora es el momento de volver a dichas palabras.
2LA REDENCIÓN: SU HISTORIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO (PARTE UNO)
El significado del término redención no es difícil de entender. ¿Qué queremos decir con él? Algo como rescate. Redimir algo es dejarlo libre. Podríamos usar como sinónimos “soltar” o “rescatar”.
Quiero empezar con la palabra redención porque la Biblia es un libro sobre redención. En ella se nos dice que las naciones, los individuos e incluso las cosas son redimidos. Esta idea aparece por todas partes en la Palabra de Dios.
En la Biblia, la redención a menudo (algunos dirían siempre) conlleva el pago de un precio.1 Si un hombre tiene esclavos, no los deja ir sin antes haber recibido algún tipo de pago por ellos. Si no hay dinero de por medio, no los libera. Un hombre que le ha comprado un pedazo de tierra a su vecino no se la devuelve sin antes obtener algo de valor a cambio. En las sociedades antiguas se daban casos así todos los días, y eran comunes en Israel también.
Comencemos por los esclavos.
Un israelita podía venderse como esclavo a un extranjero que viviera en Israel, pero ¿por qué haría una cosa así? Quizás para pagar sus deudas. ¿Sería ese su final? No. La ley de Dios velaba por que no se quedara esclavo, olvidado, para siempre. En cualquier momento un pariente de sangre podía redimirlo y su amo estaba obligado a liberarlo.
El precio de su libertad se basaba en el número de años que faltaran hasta el Año del Jubileo.2 Usemos los dólares como ejemplo y digamos que el trabajo de un esclavo equivalía a $300 al año. Si faltaran 5 años para el Año del Jubileo, redimirlo costaría $300 multiplicado por cinco. Eso significa que el pariente tendría que pagar $1,500 para liberarlo.
Podemos ver aquí lo que significa la redención. El pariente del esclavo pagaba un precio para obtener su libertad. Cuando se pagaba el precio, el esclavo era liberado, o rescatado. Era redimido. Así pues, a menudo la redención significa “liberación mediante el pago de un precio”. Profundizaremos en este significado más amplio cuando lleguemos al Nuevo Testamento.
Un “precio” también es parte de otras redenciones que aparecen en el Antiguo Testamento. Puede que usted recuerde que justo antes de sacar a Israel de Egipto, Dios destruyó a todos los primogénitos de aquel pueblo. Al mismo tiempo reclamó a todos los primogénitos de los hijos de Israel para sí. Cuando el Señor tomaba para sí algo que estaba vivo, era generalmente para sacrificarlo, para hacerlo morir. Sin embargo, no quiso acabar con la vida de aquellos hijos de Israel. Todo lo contrario: los redimió. Y lo hizo de esta manera:
Habló además Jehová a Moisés, diciendo: He aquí, yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel en lugar de todos los primogénitos, los primeros nacidos entre los hijos de Israel; serán, pues, míos los levitas. Porque mío es todo primogénito; desde el día en que yo hice morir a todos los primogénitos en la tierra de Egipto, santifiqué para mí a todos los primogénitos en Israel, así de hombres como de animales; míos serán. Yo Jehová. (Números 3:11-13)
Se trata de un simple intercambio: un levita por un hijo primogénito. El levita, miembro de la tribu de Leví, pasaba a ser ayudante de los sacerdotes y de esa manera se convertía en un servidor especial de Dios, una posesión propia de Dios (cf. Tito 2:14).
Podríamos decir que el levita era el “dinero” por el que era redimido un hijo de Israel. Como el levita se dedicaba a servir al Señor en el tabernáculo, un hijo primogénito era libre para hacer su propio trabajo y vivir su propia vida.
¿Entiende que el levita era como dinero? Lo podemos ver más claramente en otro texto. Dice Dios:
Y para el rescate de los doscientos setenta y tres de los primogénitos de los hijos de Israel, que exceden a los levitas, tomarás cinco siclos por cabeza; conforme al siclo del santuario los tomarás. El siclo tiene veinte geras. Y darás a Aarón y a sus hijos el dinero del rescate de los que exceden. (Números 3:46-48)
Existía un problema: había más hijos primogénitos que levitas. ¿Cómo se les podía redimir a todos? La respuesta es: con dinero. Era necesario pagar un precio. Si no se podía pagar con un levita, habría que pagar con siclos de plata. Aquí vemos nuevamente un intercambio, pero no de un hombre por otro. En este caso el dinero sustituía al levita.
Antes vimos que el término redención puede significar libertad mediante el pago de un precio. Aquí se repite la misma idea, pero va más allá: el precio puede ser otra persona, un sustituto. Esto también será importante cuando estudiemos la redención en el Nuevo Testamento.
Miremos una ley más acerca de la redención:
Si un buey acorneare a hombre o a mujer, y a causa de ello muriere, el buey será apedreado, y no será comida su carne; mas el dueño del buey será absuelto. Pero si el buey fuere acorneador desde tiempo atrás, y a su dueño se le hubiere notificado, y no lo hubiere guardado, y matare a hombre o mujer, el buey será apedreado, y también morirá su dueño. Si le fuere impuesto precio de rescate, entonces dará por el rescate de su persona cuanto le fuere impuesto. (Éxodo 21:28-30)
Este caso raya en el homicidio, así que quiero añadir la ley que dispuso Dios para la redención de aquellos que matan a otros a sangre fría:
Y no tomaréis precio por la vida del homicida, porque está condenado a muerte; indefectiblemente morirá. (Números 35:31)
¿Qué podemos aprender acerca de la redención en estos dos pasajes?
Está claro que no debía existir posibilidad de rescate para liberar a un asesino. Eso es lo primero.
Pero hay algo más aquí. El hombre que dejara suelto a su buey después de haber sido advertido era como un asesino, y por eso debía sufrir pena de muerte. Era responsable de la muerte de otro; era culpa suya. Sin embargo, podía ser liberado de la condena si les pagaba un rescate o una multa a los parientes de la persona que había muerto. Así que, en última instancia, algunos asesinos podían ser redimidos.
No hay contradicción aquí porque podemos ver que los dos casos no son iguales. El hombre de Números 35 mató a sangre fría; es lo que llamamos “asesinato premeditado”. El otro caso, el del dueño del buey, era diferente ya que no respondía a un plan previo. Aun así, el hombre merecía la muerte; no podía alegar inocencia. Había sido advertido y había rechazado la advertencia.
Lo que vemos aquí es que la redención puede llevarse a cabo cuando se ha cometido un pecado. En el caso del asesino, se podía pensar en la redención; era concebible, pero ilegal. Dios no permitía que se hiciera.
Pero en el otro caso, el dueño del buey era liberado de una de las consecuencias de su pecado. El pecado y la redención se juntan en esta parte de la ley de Dios. Aquí encontramos una pista de lo que veremos en el Nuevo Testamento. La respuesta al pecado puede ser libertad mediante el pago de un precio.
3LA REDENCIÓN: SU HISTORIA EN EL ANTIGUO TESTAMENTO (PARTE DOS)
La redención en el Antiguo Testamento, como ya hemos visto, significa liberación. A menudo iba acompañada del pago de un precio. Los esclavos, así como los hijos primogénitos, eran redimidos. Incluso algunos tipos de asesinos quedaban libres cuando se pagaba un rescate. Podemos ver que la redención jugaba un papel muy importante en la vida de Israel.
Otra cosa importante con respecto a la redención es que a menudo se trataba de un asunto de familia. La mayoría de las veces el “redentor” era un pariente cercano del hombre que debía ser redimido. Esto no era casualidad. Un hombre en necesidad de ser redimido no buscaba a su alrededor a ver si encontraba a alguien que lo ayudara. ¡De ninguna manera! Su familia era responsable de ayudarlo de formas que pueden parecernos extrañas hoy en día.
Una de las más grandes historias de la Palabra de Dios es la que nos relata el libro de Rut.
Durante una hambruna, un hombre de Israel se fue a vivir a Moab, un país cercano, con su esposa y sus dos hijos. No fue un traslado feliz; el hombre murió poco después. Su esposa, Noemí, se quedó con los hijos y les buscó esposas moabitas, pero ellos también murieron. La única persona de la familia que quedaba de los que se mudaron a Moab diez años antes era Noemí.
Cuando Noemí escuchó que había terminado la hambruna en Israel, decidió regresar a casa. Una de sus nueras, Rut, la acompañó. Podemos ver la devoción de Rut a Noemí en las palabras que usa para decirle a su suegra que no la abandonará:
No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos. (Rut 1:16-17)
Las palabras de Rut, pronunciadas hace tres mil años, perviven como testigos del carácter del amor desinteresado. Hoy en día aún sentimos su poder, como debió de sentirlo Noemí.
Las dos mujeres volvieron a la ciudad de Belén a vivir. En aquella cultura era doloroso para Noemí regresar siendo una mujer mayor y habiendo perdido a todos sus familiares varones. Sólo tenía a Rut para mantenerla y era poco lo que Rut podía hacer para ganarse la vida por ambas. Como se acercaba el tiempo de la cosecha, Rut acudió a los campos para recoger las espigas que se habían dejado atrás o que se les habían caído a las segadoras. El trabajo era duro y normalmente no conseguía mucho. Si Rut no hubiera sido tan dedicada como era –amaba a Dios y a Noemí– podría haberse arrepentido de haber ido a Israel.
Aquí la historia toma el rumbo que es importante para el tema de la redención. En la bondad de Dios, Rut pronto se encontró espigando en los campos de un hombre llamado Booz. Ella no lo había planeado así; no tenía ni idea de quién era Booz. Sin embargo, Booz eran un pariente del esposo de Noemí, y era adinerado, al contrario que Noemí y Rut.
En Booz encontramos a un pariente redentor. Sé que el nombre suena raro, pero tengo una buena razón para usarlo. Las dos partes de este término encajan bien con el significado de una palabra hebrea que aparece en la historia varias veces. Me explico:
La ley de Dios proveía que el pobre pudiera recuperar la tierra que se hubiera visto obligado a vender debido a su pobreza. El que podía comprar la tierra para él (el redentor) era un hermano o algún otro pariente cercano. De ahí viene el nombre “pariente redentor”.
Cuando terminó la cosecha, Noemí y Rut no tenían ningún otro medio para alimentarse, pero poseían un campo.3 Podían venderlo para obtener el dinero que necesitaban para vivir, y eso es lo que decidieron hacer. Eran libres de vendérselo a cualquier hombre de Israel, pero tenía sentido ofrecérselo a un pariente redentor. ¿Por qué? Porque era muy probable que le pidieran a él que lo comprara más adelante de todos modos. Al vendérselo a él directamente, mantendrían la tierra en la familia y puede que él estuviera dispuesto a darles un precio mejor que cualquier extraño.
En la historia de Rut, la venta de la tierra estaba ligada a algo más: el matrimonio. Podemos entender por qué querría casarse una viuda, pero en este caso había algo más. El primer marido de Rut, Malón, habría sido el heredero del campo que estaban vendiendo Rut y Noemí. En su ley, Dios deja claro que quiere que la tierra pase de padres a hijos, pero eso planteaba un problema. ¿Y si un hombre no dejaba hijos? Al fin y al cabo, Malón había muerto sin descendencia. En ese caso el Señor ordenaba que interviniera el hermano, quien debía tomar a la viuda como esposa y darle un heredero que sería considerado hijo del hombre muerto.
Pero, ¿y si el hombre muerto no tenía hermanos? La letra de la ley no decía nada sobre ese caso. No había ningún mandato adicional.
En Booz vemos a un hombre que se preocupaba por guardar el espíritu de la ley de Dios. Estaba dispuesto a casarse con Rut y a darle un heredero a Malón. Sólo había una cosa que lo detenía: existía otro pariente más cercano, y Booz tuvo que esperar para ver qué hacía dicho pariente. Cuando éste se negó a tomar a Rut como esposa, Booz redimió la tierra y se casó con Rut. Al final de la historia vemos a Noemí recibiendo las felicitaciones de las mujeres de Belén por el nacimiento de su nieto, Obed. “Loado sea Jehová” le decían, “que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel.” Y Obed se hizo famoso por ser el abuelo del Rey David.
El casamiento de Rut y el nacimiento de su heredero nos interesan, pero lo que más nos importa es la redención de la tierra y el rescate de Rut y Noemí de la pobreza. Eso requería un pariente redentor, y Booz desempeñó ese papel.
La historia de Rut nos enseña que cualquier verdadero pariente redentor poseía estas tres características:
1. Tenía que ser un miembro de la familia.
2. Tenía que contar con la capacidad de redimir. Puesto que la redención se producía con respecto a una deuda, la esclavitud o la muerte, el pariente redentor no podía tener deudas, ni ser esclavo, (¡ni estar muerto!), y debía tener de sobra para poder ayudar a otro.
3. Tenía que tener un corazón dispuesto.
Booz encajaba bien en esta descripción. Era un pariente cercano, era adinerado y estaba dispuesto a usar sus bienes para liberar a Rut y a Noemí de su angustia.
Cuando vayamos al Nuevo Testamento y a la historia del Señor Jesús, veremos a Dios formando una nueva familia. Como esa familia estará formada por personas necesitadas, incapaces de ayudarse a sí mismas, hará falta un pariente redentor. Y cuando éste venga, hará lo que hace un pariente redentor: rescatará a su pueblo mediante el pago de un precio, el precio de su propia muerte. Como Dios es el padre-redentor (Isaías 63:16) del Antiguo Testamento, así el Señor Jesús será el hermano-redentor (Hebreos 2:14-17) del Nuevo Testamento.
¡La redención es cosa de familia!