El profeta pródigo

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El profeta pródigo
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Introducción



Huir de Dios



Las tormentas del mundo



¿Quién es mi prójimo?



Aceptar al otro



El patrón del amor



Huir de la gracia



Hacer justicia, predicar la ira



Las tormentas del corazón



El carácter de la compasión



Nuestra relación con la Palabra de Dios



Nuestra relación con el mundo de Dios



Nuestra relación con la gracia de Dios



Epílogo



Agradecimientos



Notas



Acerca del autor






Timothy Keller



El profeta Pródigo



Jonás y el misterio de la misericordia de Dios





ISBN: 978-84-122660-2-3





En gratitud a Dios por la vida y el ministerio de John Newton (1725-1807), quien volvió a Dios durante una tormenta y llegó a ser el pastor que nos enseñó a nosotros, y a muchos otros, acerca de la belleza de la gracia sublime de Dios.




ÍNDICE





Introducción







Huir de Dios







Las tormentas del mundo







¿Quién es mi prójimo?







Aceptar al otro







El patrón del amor







Huir de la gracia







Hacer justicia, predicar la ira







Las tormentas del corazón







El carácter de la compasión







Nuestra relación con la Palabra de Dios







Nuestra relación con el mundo de Dios







Nuestra relación con la gracia de Dios







Epílogo







Agradecimientos







Notas







Acerca del autor








Introducción







El profeta pródigo



Como la mayoría de personas que se criaron yendo a la iglesia, había oído hablar de la historia de Jonás desde que era niño. Sin embargo, como pastor que enseña la Biblia, había experimentado varias fases de desconcierto y asombro ante este breve libro. Para el intérprete, el número de temas es un desafío. Parece que trata acerca de tantas cosas…



¿Trata sobre el tema de la raza y el nacionalismo, ya que Jonás parece estar más preocupado con la seguridad militar de la nación que con una ciudad llena de personas perdidas espiritualmente? ¿Trata sobre el llamamiento de Dios a la misión, ya que Jonás primero huye, pero después va, aunque se arrepiente de haber ido? ¿Trata sobre las luchas que tienen los creyentes a la hora de confiar y obedecer a Dios? La respuesta sería sí a todas, e incluso a más. Hay un gran número de escritos académicos acerca de Jonás que revelan la riqueza de la historia, las distintas capas de significado y la aplicabilidad variada a la vida y al pensamiento humanos.

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Descubrí esa “aplicabilidad variada” a medida que prediqué acerca del libro de Jonás versículo por versículo tres veces durante mi ministerio. La primera fue en la primera iglesia en la que trabajé en un pueblo pequeño y obrero del sur de Estados Unidos. Diez años después, prediqué acerca de este libro a varios cientos de jóvenes profesionales y solteros en Manhattan. Después, una década más tarde, prediqué sobre Jonás los domingos, justo después de la tragedia del 11 de septiembre, en la ciudad de Nueva York. En cada caso, la ubicación cultural y las necesidades personales de la audiencia eran radicalmente distintas; sin embargo, el texto de Jonás fue más que capaz de hablar a los oyentes con poder. Un gran número de amigos me han dicho a lo largo de los años que los sermones que escucharon acerca de Jonás cambiaron sus vidas.



La narrativa de Jonás tienta al lector a pensar que se trata de un simple cuento, con la historia del gran pez como clímax dramático, pero inverosímil. Sin embargo, los lectores más atentos descubren que se trata de una obra de literatura ingeniosa y creada con mucha habilidad. Los cuatro capítulos de Jonás cuentan dos incidentes. En los capítulos 1 y 2, Dios da un mandato a Jonás, pero este no lo obedece. En los capítulos 3 y 4, Jonás recibe el mismo mandato de nuevo y esta vez sí que lo lleva a cabo. Los dos relatos se exponen siguiendo patrones completamente paralelos.




 ESCENA 1 ESCENA 2



 Jonás, los paganos y el mar Jonás, los paganos y la ciudad



JONÁS Y LA PALABRA DE DIOS



1:1 La palabra de Dios llega a  3:1 La palabra de Dios llega a



Jonás Jonás



1:2 El mensaje que debe trans- 3:2 El mensaje que debe trans-



mitir mitir



1:3 La respuesta de Jonás 3:3 La respuesta de Jonás JONÁS Y EL MUNDO DE DIOS



1:4 El aviso 3:4 El aviso



1:5 La respuesta de los paganos 3:5 La respuesta de los paganos



1:6 La respuesta del líder pagano 3:6 La respuesta del líder pagano



1:7ss. Cómo la respuesta pagana  3:7ss. Cómo la respuesta pagana fue mejor que la de Jonás fue mejor que la de Jonás JONÁS Y LA GRACIA DE DIOS



2:1-10 Cómo Dios enseñó a  4:1-10 Cómo Dios enseñó a



Jonás acerca de la gracia a través  Jonás acerca de la gracia a través del pez de la planta



A pesar de ser un pasaje sofisticado en el plano literario, muchos lectores modernos lo desprecian ya que nos dice que un “enorme pez” se tragó a Jonás para rescatarle de la tormenta (Jonás 1:17). La manera en la que respondas depende de cómo leas el resto de la Biblia. Si aceptas que Dios existe y que la resurrección de Cristo es real (un milagro mucho mayor), entonces no hay nada en particular que sea difícil a la hora de leer Jonás de forma literal. Sin duda, muchas personas hoy en día creen que todos los milagros son imposibles, pero ese escepticismo no es más que eso: una creencia que en sí misma no se puede demostrar.

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 No solo esto es así, sino que el texto no presenta ninguna prueba de que el autor se haya inventado el relato del milagro. Un escritor de ficción añade elementos sobrenaturales con el fin de darle emoción o montar un espectáculo y llamar la atención del lector. Sin embargo, este autor no saca partido de este suceso de esa forma. El pez únicamente aparece en dos versículos breves y no hay detalles descriptivos. El autor informa de ello más bien como si se tratase de un simple hecho de lo que ocurrió.

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 Así que no debemos distraernos con el pez.



La estructura tan cuidada del libro revela los matices del mensaje del autor. Ambos episodios revelan cómo Jonás, un creyente defensor de la religión, trata y se relaciona con personas que son diferentes a él en cuestiones de raza y religión. El libro de Jonás proporciona un mayor entendimiento acerca del amor de Dios por las sociedades y por los pueblos más allá de la comunidad de creyentes, habla acerca de su oposición al nacionalismo tóxico y al desprecio por otras razas y trata sobre cómo formar parte “de la misión” en el mundo a pesar del poder sutil e inevitable de la idolatría en nuestras vidas y corazones. Comprender estas ideas puede convertirnos en constructores de puentes, pacificadores y agentes de reconciliación en el mundo. Este tipo de personas son las que necesitamos en este momento.



Sin embargo, para entender todas estas lecciones y aplicarlas a nuestras relaciones sociales, tenemos que ver que la enseñanza principal de este libro no es sociológica sino teológica. Jonás quería un Dios creado por él mismo, un Dios que simplemente castiga a los malos, por ejemplo, los ninivitas malvados y bendice a los buenos, por ejemplo, Jonás y sus compatriotas. Cuando el verdadero Dios, no el dios falso de Jonás, aparece una y otra vez, Jonás se pone furioso o se desespera. Para Jonás, el Dios verdadero es un enigma pues no puede reconciliar la idea de la misericordia de Dios con su justicia. Jonás se pregunta: ¿Cómo puede Dios ser misericordioso y perdonar a personas que han sido tan violentas y malvadas? ¿Cómo puede Dios ser a la vez misericordioso y justo?

 



El libro de Jonás no contiene la respuesta a esa pregunta. Sin embargo, como parte del conjunto de la Biblia, el libro de Jonás es como un capítulo que promueve el argumento general de las Escrituras. Nos enseña a mirar hacia delante a aquel que se llamó a sí mismo el Jonás definitivo (Mateo 12:41) de manera que pudo ser justo y, al mismo tiempo, justificar a aquellos que creen (Romanos 3:26). Solo cuando los lectores comprenden del todo este evangelio, no serán ni explotadores crueles, como los ninivitas, ni creyentes farisaicos, como Jonás, sino hombres y mujeres a los que el Espíritu ha transformado y ha hecho semejantes a Cristo.



Muchas de las personas que han estudiado el libro se han dado cuenta de que en la primera mitad Jonás actúa como el “hijo pródigo” de la famosa parábola de Jesús (Lucas 15:1124), que huyó de su padre. Sin embargo, en la segunda parte del libro, Jonás es como el “hermano mayor” (Lucas 15:2532), que obedece a su padre, pero le reprende por mostrar gracia a pecadores arrepentidos. La parábola termina con una pregunta del padre hacia el hijo farisaico, del mismo modo que el libro de Jonás termina con una pregunta para el profeta farisaico. El paralelo entre las dos historias, que quizás Jesús tuvo en mente, es la razón que explica el título de este libro, El profeta pródigo.







Huir de Dios





La palabra del Señor vino a Jonás hijo de Amitay: “Anda, ve a la gran ciudad de Nínive y proclama contra ella que su maldad ha llegado hasta mi presencia”. Jonás se fue, pero en dirección a Tarsis, para huir del Señor. Jonás 1:1-3a

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El extraño emisario



Nuestra historia comienza cuando “la Palabra del Señor vino” a Jonás. Muchos de los relatos acerca de los profetas bíblicos empiezan así. Dios los usó para transmitir sus palabras y mensajes a Israel, sobre todo en tiempos de crisis. Sin embargo, ya en el versículo 2 los lectores originales se habrían dado cuenta de que se trataba de un relato profético distinto a cualquiera que hubiesen escuchado antes. Dios llamó a Jonás a ir “a la gran ciudad de Nínive y proclama ”. Se trata de una declaración asombrosa en varios niveles.



En primer lugar, era impactante debido a que era el llamamiento de un profeta hebreo a dejar Israel e ir a una ciudad gentil. Hasta este momento, Dios solo había enviado a los profetas a su pueblo. Si bien Jeremías, Isaías y Amós pronunciaron algunos oráculos proféticos a países paganos, todos eran breves y ninguno de estos hombres tuvo que ir a estas naciones a predicar. La misión de Jonás no tenía precedentes. Y era aún más sorprendente que el Dios de Israel quisiera avisar a Nínive, la capital del imperio asirio, de la inminente condena. Asiria era uno los imperios más crueles y violentos de la Antigüedad. Los reyes asirios a menudo dejaban constancia de los resultados de sus victorias militares regodeándose con las explanadas plagadas con cadáveres y de las ciudades que habían quemado hasta solo quedar las cenizas. El emperador Salmanasar III es famoso por representar en grandes relieves de piedra los detalles espeluznantes de las torturas, descuartizamientos y decapitaciones que sufrían sus enemigos. La historia asiria es la más “sangrienta y escalofriante que conocemos”.

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 Después de capturar a sus enemigos, los asirios normalmente les cortaban las piernas y un brazo y les dejaban el otro brazo y mano para poder estrecharla mientras morían y así burlarse de ellos. Obligaban a los amigos y familiares a desfilar con las cabezas decapitadas de sus seres queridos sobre postes. Arrancaban la lengua a los prisioneros y estiraban sus cuerpos con cuerdas para despellejarlos vivos y exhibir las pieles en los muros de la ciudad. Quemaban a adolescentes vivos.

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 Aquellos que sobrevivían a la destrucción de las ciudades estaban destinados a sufrir formas de esclavitud crueles y violentas. Se ha denominado a los asirios como un “Estado terrorista”.

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El imperio había comenzado a exigir grandes tributos a Israel durante el reinado del rey Jehú (842 – 815 a. C.) y continuó amenazando al reino judío del norte durante la vida de Jonás. En el año 722 a. C., finalmente invadió y destruyó el reino del norte, Israel, y su capital, Samaria.



Sin embargo, esta nación era objeto de la acción misionera de Dios. Aunque Dios le dijo a Jonás que “proclamara contra” la ciudad debido a su maldad, no había ninguna razón para enviar el aviso a no ser que hubiese la posibilidad de que evitasen el juicio, como bien sabía Jonás (4:1-2). Pero, ¿cómo podía un Dios bueno dar a una nación así la más remota oportunidad de experimentar su misericordia? ¿Por qué diantres ayudaría Dios a los enemigos de su pueblo?



Quizás el elemento más sorprendente de este relato es a quién Dios eligió enviar. Era “Jonás el hijo de Amitay”. No nos da más contexto, lo que significa que no necesitaba que lo presentasen. 2 Reyes 14:25 nos dice que Jonás ministró durante el reinado del rey Jeroboam II de Israel (786 – 746 a. C.). En ese pasaje descubrimos que, al contrario que los profetas Amós y Oseas, que criticaron el gobierno del rey por su injusticia e infidelidad, Jonás había apoyado la política militar agresiva de Jeroboam para extender el poder y la influencia de la nación. Los lectores originales del libro de Jonás le recordarían como un partidario nacionalista realmente patriota.

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 Y estarían asombrados de que Dios enviase a un hombre como este a predicar a las personas que más temía y odiaba.



Nada en esta misión tenía sentido. De hecho, casi parecía un complot maligno. Si a un israelita se le hubiese ocurrido esta idea, como poco, lo hubiesen rechazado y, en el peor de los casos, lo habrían ejecutado. ¿Cómo podría pedir Dios a nadie que traicionase los intereses de su país de este modo?





Rechazar a Dios



Como una parodia intencionada del llamamiento de Dios de “Anda, ve a la gran ciudad de Nínive”, Jonás se “fue” para ir en dirección contraria (versículo 3). Se cree que Tarsis se situaba en el borde occidental más lejano del mundo que conocían los israelitas del momento.

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 En pocas palabras, Jonás hizo exactamente lo opuesto a lo que Dios le había dicho que hiciera. Dios le dijo que fuera al este, él fue al oeste. Tenía que haber viajado por tierra, Jonás fue por mar. Enviado a una gran ciudad, compró un billete solo de ida al final del mundo.



¿Por qué se negó a ir a Nínive? El razonamiento completo y todos los motivos de Jonás los expresa con sus propias palabras más adelante en el libro. Pero, en este momento, el texto nos invita a que tratemos de adivinarlo. Sin duda, podemos imaginar que para Jonás la misión no tenía ningún sentido práctico ni teológico.



Dios describe a Nínive aquí y más adelante como una “gran” ciudad y, de verdad, lo era. Era una gran potencia militar y cultural. ¿Por qué el pueblo escucharía a alguien como Jonás? Por ejemplo, ¿cuánto hubiese durado un rabí judío en 1941 si hubiese ido por las calles de Berlín y hubiese llamado a los nazis a arrepentirse? En el nivel más práctico, las posibilidades de éxito eran nulas y la probabilidad de morir muy alta.



Jonás tampoco habría sido capaz de ver ninguna justificación teológica para esta misión. Unos años antes, el profeta Nahúm había profetizado que Dios destruiría Nínive debido a su maldad.

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 Jonás e Israel habrían aceptado que la predicción de Nahúm tenía todo el sentido del mundo. ¿No era a través de Israel, el pueblo elegido y amado por Dios, que estaba llevando a cabo sus propósitos en el mundo? ¿No era Nínive una sociedad malvada que chocaba con el Señor? ¿No era Asiria demasiado violenta y opresora, incluso para esa época? No había duda alguna de que Dios la destruiría, era obvio y algo fijo (habría pensado Jonás). Entonces, ¿por qué Dios dio este llamamiento a Jonás? Si la misión a Nínive tenía éxito, ¿no destruiría las promesas de Dios a Israel y demostraría que Nahúm era un falso maestro? Por tanto, ¿qué posible justificación tenía esa tarea?





Desconfiar de Dios



Jonás tenía un problema con la tarea que debía realizar. Sin embargo, tenía uno aún mayor con aquel que se la había encargado.

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 Jonás concluyó que, debido a que él no lograba ver ninguna buena razón para el mandato de Dios, es que no existía ninguna. Jonás dudó de la bondad, la sabiduría y la justicia de Dios.



Todos hemos pasado por esta experiencia. Estamos sentados en el consultorio médico estupefactos por el informe de la biopsia. Nos desesperamos por encontrar un trabajo decente después de que nuestra última oportunidad haya desaparecido. Nos preguntamos por qué la supuesta relación romántica perfecta, la que siempre quisimos y pensamos que nunca sería posible, se ha roto y destruido. ¡Pensamos que si Dios existe, no sabe lo que está haciendo! Incluso cuando dejamos a un lado las circunstancias de nuestras vidas y nos centramos en las enseñanzas mismas de la Biblia, parece, sobre todo a las personas modernas, que están llenas de reivindicaciones que no tienen ningún sentido.



Cuando esto ocurre, tenemos que decidir: ¿es Dios quien sabe lo que es mejor o somos nosotros? Y, por defecto, el corazón humano sin ayuda siempre decide que somos nosotros. Dudamos de que Dios sea bueno o de que se preocupe por nuestra felicidad, por lo que, si no podemos ver un buen motivo en lo que Dios dice o hace, entonces asumimos que es que no existe ninguno.



Esto es lo que Adán y Eva hicieron en el jardín. El primer mandato divino fue: “y le dio este mandato: ‘Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás’” (Génesis 2:16-17). Allí estaba el fruto y parecía muy “bueno , tenía buen aspecto y era deseable” (Génesis 3:6); sin embargo, Dios no había dado ninguna razón por la que estuviese mal comerlo. Adán y Eva, al igual que Jonás muchos años después, decidieron que, si no podían pensar en una buena razón por la que Dios dio esa orden, entonces no podía haber ninguna. No confiaron que Dios tuviese en cuenta sus mejores intereses. Así que comieron.





Dos maneras de huir de Dios



Jonás huye de Dios. Pero, si damos un paso atrás y observamos la totalidad del libro, Jonás nos enseñará dos estrategias distintas para escapar de Dios. Pablo las describe en Romanos 1-3.



Primero, Pablo habla de quienes simplemente rechazan a Dios abiertamente y “se han llenado de toda clase de maldad, perversidad, avaricia y depravación” (Romanos 1:29). No obstante, en el capítulo 2, habla de los que tratan de seguir la Biblia. “Dependes de la ley y te jactas de tu relación con Dios; que conoces su voluntad y sabes discernir lo que es mejor porque eres instruido por la ley” (Romanos 2:17-18). Entonces, después de observar tanto a los gentiles paganos e inmorales como a los judíos moralistas que creen en la Biblia, concluye con una notable síntesis: “No hay un solo justo, ni siquiera uno . Todos se han descarriado” (Romanos 3:10-12). Un grupo trata de seguir con diligencia la ley de Dios y el otro la ignora y, sin embargo, Pablo dice que ambos “se han descarriado”. De forma distinta, ambos están huyendo de Dios. Todos sabemos que podemos huir de Dios siendo inmorales e irreligiosos, pero Pablo dice que también es posible evitar a Dios siendo muy religioso y moral.



El ejemplo clásico en los Evangelios de estas dos maneras de huir de Dios se halla en Lucas 15, la parábola de los dos hijos.

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 El hermano menor trata de escapar del control del padre tomando su herencia, marchándose de casa, rechazando todos los valores morales de su padre y viviendo como le da la gana. El hermano mayor se quedó en casa y obedeció a su padre en todo, pero, cuando su padre hizo algo con las riquezas que quedaban que a él no le gustó, explotó su enfado contra su padre. En este punto, es obvio que tampoco le amaba.



El hermano mayor no obedecía por amor, sino solo como una manera, según creía, de que su padre estuviese en deuda con él y pudiese controlarle para que hiciese lo que le pidiese. Ninguno de los dos hijos confiaba en el amor del padre. Ambos trataban de encontrar maneras de escapar de su control. Uno lo hacía al obedecer todas las normas del padre; el otro, al desobedecerlas todas.

 



Flannery O’Connor describe a uno de sus personajes ficticios, Hazel Motes, como que sabía que “la manera de evitar a Jesús era evitando el pecado”.

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 Creemos que, si cumplimos con la religión, somos virtuosos y buenos, entonces hemos pagado nuestra deuda, por así decirlo. Ahora, Dios no nos puede pedir nada, sino que nos debe. Esta situación no hace que nos acerquemos a él con gozo agradecido, entrega alegre y amor, sino que es una manera de controlar a Dios y, como resultado, le tenemos