Café con sabor a lluvia

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Café con sabor a lluvia
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RENSY VELASQUEZ

Café con sabor a lluvia


Velasquez, Rensy

Café con sabor a lluvia / Rensy Velasquez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-1855-2

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.

CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

AGRADECIMIENTOS

Desde niño siempre tenia una imaginación algo poco común en comparación de los otros niños que me rodeaban, recuerdos fugases de escribirles cuentos a algunos compañeros para alguna que otra tarea, esto se me daba con una facilidad única, desde ese entonces todos me decían que escribiera, a ese momento le doy gracias, cada ves que narraba una historia que fuera alguna vivencia le dedicaba mucha pasión, drama, fantasía. Mi primera obra escrita y actuada en secundaria fue un total fracaso, porque según mi profesora no alimentaba a la cultura ya que la historia trataba de venganza, a ese momento le doy gracias. Un gran compañero de secundaria claramente me dijo un día loco deberías dedicarte a la escritura, a ese momento le doy gracias, la historia de café con sabor a lluvia la vi completa un día viendo la lluvia al lado de un amigo incondicional, doy gracias por ese momento. pasaron los años escribía y escribía pero esto solo se quedaba en una libreta vieja empolvada, hasta el día que llego una persona a mi vida para darme el impulso de escribir mi primer libro, me convenció su forma de enamorarse en cada párrafo, de su ilusión en cada historia, su inocencia ante cualquier historia de la libreta, doy gracias enorme por esos momentos.

Porque cada sueño es una realidad y cada realidad es un sueño.

CAPÍTULO 1

Las calles de cualquier ciudad son una gran obra de arte, todo depende de cómo lo veas. Santiago camina por la vereda muy serenamente deleitándose del arte de los grafitis en las paredes rumbo al trabajo, joven gay de 27 años de edad, extrovertido, dinámico, siempre lleno de mucha energía, muy atractivo, delgado, de cabello negro siempre planchado, color de piel canela suave, gusta de vestir muy sencillo pero estando a la moda, hoy va con su atuendo original de trabajo, uniforme de pantalón con camisa azul marino y zuecos de goma blanca por ser enfermero en una casa de ancianos. Para combinar algo el atuendo y no andar así unicolor por la vida, lleva una mochila blanca donde lleva sus pertenencias personales como cepillo dental con dentífrico, peine con una plancha para el cabello y una muda de ropa para cualquier evento inesperado. En sus audífonos blancos suena música de su agrado, observa que el día está radiante, perfecto como para un picnic, deja que el sol de las 7 de la mañana descanse sobre su rostro, la radio da el pronóstico del tiempo e indica que empeorará por la tarde con lluvias y fuertes ventarrones; se recomienda tomar previsiones porque será hasta tarde en la noche, en ese momento se encuentra parado en una luz roja de semáforo esperando para cruzar, ve el cielo, respira profundo, cierra los ojos, piensa: tan hermoso día y se arruinará, suspira y sonríe. Continúa su curso hasta llegar a su cafetería favorita, el café de allí lo enloquece, es un delirio, no imaginaría su vida sin este café, empezar el día sin ese café sería una falta de respeto para su humanidad.

Entra con un buenos días super alegre, saluda a las personas que se encuentran dentro sin importarle quiénes son, si los conocía o no, ya era algo habitual hacerlo, siente que es una manera de animar a otros, es consciente de que algunas personas se molestan al ver a otros felices y hasta se gana puteadas, pero también sabe que algunas logran sentir las buenas vibras y el día se les mejora, así sea a una sola, con eso es feliz. Como es costumbre pide su café favorito.

Santiago: Hola, señor Joao, ¿cómo ha estado? Me da lo de siempre, ya sabe, ja, ja, ja.

Joao: Santi, qué bueno verte, nos tenías preocupados, ¿cómo te sientes? –pregunta con alegría.

Santiago: Sí, ya bastante mejor, ja, ja, ja.

Como siempre se lo sirven para llevar, tiene la costumbre de destapar el café, llevárselo cerca de la boca, lo aspira muy profundamente, cierra los ojos, mueve la cabeza muy lentamente de forma afirmativa, en ese momento parece que el tiempo se congelara, el aroma es único, totalmente embriagante, no se puede imaginar algo mejor para empezar la mañana, aun con los ojos cerrados le dice al señor:

Santiago: No puedo creer que existan personas a las que no les guste tomar café, mi vida no tendría sentido, extrañaba esto, señor Joao, gracias por venirse de Brasil. –El señor Joao lo escucha y sonríe. Él continúa–: Como hoy será feo por la tarde, deme una dona de chocolate rellena de mousse de chocolate.

Se la despachan, ve la hora en la pared del local y ya casi es la hora para que entre a trabajar, está a 2 cuadras y decide seguir caminando tranquilamente para seguir disfrutando del sol, nada ni nadie arruinará su café mientras el día esté así.

Comercial

El asilo de ancianos es una casaquinta de 3 pisos ubicada en una provincia muy tranquila con mucha vegetación, no está muy apartada de la ciudad, pero sí lo suficiente para dar paz y tener suministros cerca, posee 15 habitaciones con alto confort y adaptadas para su necesidad apartando una adicional que es exclusiva para el personal de la noche, en la entrada las paredes de ladrillos cubiertas de vegetación. Al pasar por el pasillo puedes observar varios cuadros de algunos artistas que han albergado con el tiempo, cuando llegas a la recepción se puede escuchar música de ópera o instrumentales, algunas también creadas por algunos famosos que lograron estar aquí, por ende es una de las mejores del país, por su calidad y prestigio, lleva por nombre TREN AL RETIRO, haga que este viaje valga la pena.

El joven enfermero llega a la recepción donde coincide con Vanessa, chica delgada, alta, muy linda, parece modelo de pasarela, siempre anda muy elegante, 34 años de edad, cabello claro y ojos color miel, al verlo se vuelve loca.

Vanessa: Santiii, mi more, ¿cómo estás? Te extrañé un mundo entero, no te miento, ja, ja, ja qué alegría verte. –Lo abraza y no lo deja hablar, él sonríe–: ¿Cómo te sientes?, cuéntame, Pero, bueno, no te quedes callado solo riendo, ja, ja.

Santiago: Ja, ja, ja, ya estoy bien, también te extrañé bastante.

Vanessa: Te ves delgado, fue muy fuerte la bronquitis esta vez, ¿verdad? Si necesitas más tiempo te puedes ir tranquilamente, el jefe vino ayer y me lo comentó.

Santiago: No, chica, tranquila, ya me siento mucho mejor, además tampoco es para tanto, ¿y tú qué me cuentas? Te ves divina hoy, mmjumm, ¿vas de cacería? Ja, ja, ja.

Vanessa: Ja, ja, ja, nada de eso.

Caminan hasta la oficina de Vanessa sin parar de hablar y de reír.

Vanessa: Bueno, mi more, te pongo al día con el trabajo, la señora Josefina ya no está con nosotros, así que tendrás un nuevo paciente a partir de hoy, creo que llega a la tarde.

Santiago: Tan buena la señora Josefina, que el Señor la tenga en su gloria bendita y eterna.

Amén, se escucha por parte de los dos.

La mañana pasa con suma tranquilidad, todo va relajado con la rutina de siempre. Santiago se pone al día con los pacientes y arregla el cuarto desocupado para tenerlo preparado para el siguiente, aprovecha el tiempo a su totalidad, prefiere estar prevenido. Esto para él es común hacerlo, ya tiene alrededor de 7 años trabajando allí y está muy a gusto, todos lo conocen y es un maravilloso compañero de trabajo, como es de esperarse de un sitio como este, los pacientes rotan constantemente y no le gusta apegarse por más que les sienta estima y sabe perfectamente cómo desempeñar su trabajo sin sentirse afectado.

Recién empieza la tarde, el cielo hace pensar que es de noche, la oscuridad reina las calles, algunas gotas de lluvia empezando a caer acarician el pavimento de la ciudad, los árboles se agitan con mucha fuerza desprendiéndose algunas de sus hojas y quedándose en las veredas esperando ser arrastradas por la corriente que se avecina, se escucha el primer relámpago, parece un cristal partiéndose en 20, los destellos hacen un majestuoso juego de luces iluminando todo en tan sombría tarde, los estruendos son tan fuertes que hacen temblar las ventanas, muchos saltan del susto en el asilo, algunos despiertan de sus siestas matutinas otros ni siquiera pueden conciliar el sueño, se vuelve difícil para todos los enfermeros.

Llega una ambulancia del hospital general, es poco usual que lleguen pacientes de allí, la mayoría son de clínicas o directo de sus casas y todos con sus parientes acompañándolos, debe ser alguien muy especial, piensa Santi, al estar asomado por la ventana de uno de sus pacientes, observa que dos hombres bajan a un señor en sillas de ruedas que parece de unos 80 años o más, en ese momento llega un compañero y este le dice:

 

—Ese debe tener unos 100, ja, ja, ja, quizás sean pocos todavía, ja, ja, ja.

Santi lo ve y le hace gesto de que no es chistoso, sale de la habitación dirigiéndose a la administración, supone que es su próximo paciente, en eso que va caminando sin apuros escucha un alboroto y gritos de una voz gruesa tan fuerte que los relámpagos no se lograban escuchar, parecía como si afuera no estuviera pasando nada y el mundo se venía abajo allí dentro.

Señor: ¿Por qué putas me bajan así sin un paraguas?, mal paridos, qué poca ética para ser algo tan costoso –grita molesto.

Vanessa: Buenas tardes, señor, disculpe el inconveniente, no estamos acostumbrados a recibir pacientes con este clima. –Lo recibe.

Señor: Qué buenas tardes ni una puta mierda, ve cómo estoy todo mojado –voltea y ve a la chica–, pero ahora pensándolo mejor sí se ven muy buenas, un placer, soy Ricardo.

Vanessa: Mucho gusto, soy Vanessa, la administradora de TREN AL RETIRO, es un honor para nosotros recibirlo.

Mientras están en la oficina la administradora le empieza a explicar.

Vanessa: El asilo consta de un personal calificado para así garantizar mejor comodidad, esto se maneja de la siguiente manera:

Turno mañana:

3 enfermeros empiezan sus labores 7 a. m. y terminan a las 4 p. m., cada 1 atiende un piso donde presta servicio de 4 a 5 pacientes máximo, de esta manera se puede manejar mejor para brindar calidad en el servicio.

2 personas de limpieza encargadas de limpiar y asear pasillos y baños de todo el recinto.

Turno tarde:

3 enfermeros que comienzan su jornada a partir de las 3 p. m. hasta las 10 p. m., igual que los de la mañana, cada uno atiende un piso, 2 personas de limpieza encargadas de todo igual que el turno de la mañana.

Turno noche:

2 enfermeros, cuya jornada comienza a partir de las 10 p. m. hasta las 7 a. m., a pesar de atender a todos, su labor es solo chequear que todo esté en orden con los pacientes a la hora de dormir, y una persona de limpieza.

Si tiene alguna duda pregúnteme lo que desee, ¿sí?

Ricardo: ¿Se puede salir con las empleadas de aquí?

Vanessa: Eso no es posible –lo corta–, ¿tiene su historial médico a la mano?

Ricardo: Tengo mis medicinas, pero no tengo ningún historial de nada.

Vanessa: Quizás a los chicos de la ambulancia se les olvidó, voy rápido para pedírselos, no tardo.

La chica sale caminando de prisa, apura el paso hasta la entrada y desde la puerta se da cuenta de que la ambulancia continúa allí y les hace seña con las manos para que se percaten de ella, pero los intentos son fallidos, cuando está pensando en salir voltea para tratar de localizar algo para taparse de la fuerte lluvia y ve al señor detrás de ella, se asusta.

Ricardo: EYYY, HIJOS DE PUTA, NO ME ENTREGARON LOS PAPELES –grita a todo pulmón.

Vanessa: Señor Ricardo, por favor aquí –es interrumpida.

Ricardo: No me des las gracias, pasarela, tranquila, aquí estaré para servirte. –Le pica el ojo.

Los de la ambulancia bajan ofendidos.

Chofer: Viejo chota, qué te crees. –Molesto.

Ricardo: No tengo la culpa de que seas un inútil de mierda, no pudiste entregarle los papeles a la señorita.

Ayudante del chofer: Viejo pelotudo, inútil serás tú.

Ricardo: Anda a cagar, la puta que te remil parió, pendejo forro.

Vanessa: Señores, por favor, esto no es un bar, así que les pido por favor se tranquilicen, deme el registro médico del paciente por favor, se lo agradezco. –Trata de calmar las cosas.

Ricardo: No les pidas favores a estos vagos de mierda, es su trabajo y no tienes por qué… –Lo interrumpen.

Vanessa: Usted cállese y deje de empeorar las cosas, este es mi trabajo.

Ricardo: Mal agradecida, se cree la más por estar buena.

Vanessa respira muy molesta.

Ayudante del chofer: Señorita, si gusta, lo devolvemos.

Vanessa: No es necesario, deme los papeles por favor y muchas gracias, disculpen el inconveniente.

Chofer: Termina de darle los papeles y ya larguémonos de aquí, ellos que vean qué hacen con este viejo forro.

Vanessa: ¿Y las medicinas? –pregunta ya muy alterada.

Ayudante del chofer: Las tiene ese viejo de porquería desde que salimos del hospital y no se las quiere dar a nadie.

Santiago mientras se acerca escucha todo el caos, apresura el paso y llega donde está el señor aun discutiendo en una silla de ruedas, pelea, insulta y demás cosas, en ese momento ve a Vanessa corriendo a la administración junto al ayudante del chofer, sin entender qué sucede también corre y entra a la oficina.

Santiago: ¿Qué sucede? ¿Ese es mi paciente nuevo? –pregunta con nervios.

Vanessa: Sí, sí, dame un segundo que lo registro. –Desesperada.

Santiago: Dame las indicaciones para subirlo y después te los traigo para que lo registres.

Vanessa: Espera un momento, puedes ir llevándolo a la habitación y después vienes a buscar las indicaciones, mientras lo registro.

Santiago: ¿Te das cuenta de todo el escándalo que tenemos? Va a alterar más a todo el asilo, entonces si lo llevo a la habitación sin saber qué debo darle es probable que sea peor, por favor dame y después que lo acomode te los traigo.

Vanessa: Sí, lo sé y las medicinas que están recetadas por el doctor del hospital, las tiene el señor en sus manos, no se las quiere entregar a nadie, trata de sacarlo de aquí rápido.

Santiago observa al ayudante de la ambulancia y este le confirma con la cabeza de que es cierto lo que Vanessa está diciendo, además informa que el señor Ricardo es un ogro gruñón que de todo se queja.

Vanessa: Por favor, Santi, llévalo a la habitación y sácalo de acá que tiene a todos alterados. –Muy nerviosa.

Santiago: Bueno, tampoco es para tanto, es un ser vivo y se debe tratar con respeto.

Se retira de la oficina y se dirige hasta el señor y se presenta:

Santiago: Hola, mi nombre es Santiago, pero todos me dicen Santi y yo seré su enfermero personal. –La presentación fue muy sutil y cordial transmitiendo las mejores vibras.

El señor se encontraba discutiendo con el chofer de la ambulancia, al escuchar a Santiago se queda callado, lo observa de pies a cabeza y le dice:

Ricardo: Mira, salteado, no sé cómo sean las cosas aquí, pero sí puedo ver que es muy costoso, así que yo no me dejaré atender por un maricón, quiero otra persona, deseo hablar con los dueños. –Con una voz muy alta casi que lo último fue gritado.

Santiago: Mi nombre es Santiago, señor Ricardo, y soy su enfermero personal, si tiene alguna duda hable con administración. –Esto lo hace mientras se coloca por la parte de atrás para tomar la silla de ruedas y cuando empieza a empujar el señor comienza a gritar:

Ricardo: Qué te crees, maricón de mierda, suelta la puta silla, ¿no escuchas o es que acaso aparte de marica eres sordo?

En ese momento de alboroto sale Vanessa y molesta le dice:

Vanessa: Señor, qué sucede, a qué se debe tal escándalo, ya basta, respete y sea más moderado por favor, está en uno de los mejores geriátricos del país.

Ricardo: Me quejo porque me niego a ser atendido por maricones, mi hijo debe pagar una buena plata aquí y tengo mi derecho de exigir una mejor atención. –Lo dice molesto y aun con tono fuerte.

Vanessa: Señor, le explico, Santiago es el mejor enfermero de asistencia personal que existe, el resto del personal ya tiene sus pacientes, es todo un honor que Santi esté disponible para usted en estos momentos.

Ricardo: Es un horror y un error que tengan gente así trabajando acá, no me dejaré atender por este, o me cambia o llamo a mi hijo para resolver esto. –Aun gritando.

Vanessa: Primero, baje la voz que nadie está gritando y deje de faltar el respeto, somos gente civilizada. En estos momentos deje que Santi lo lleve a su habitación y lo atienda, así me da tiempo y busco una solución para su mejor comodidad, ¿le parece? –Muy moderadamente tratando de calmarlo.

Ricardo: Yo sé moverme solo en la silla, dígame qué cuarto es y yo iré solo.

Santiago: Habitación 62, piso 4, el ascensor está al final del pasillo girando a la izquierda. –Le pica el ojo a Vanessa y le hace gesto de que ya no siga discutiendo, y lo deje.

Ricardo se dirige al ascensor y aun va refunfuñando, Santi en ese momento corre a las escaleras y sube lo más rápido posible a la habitación, la abre y se devuelve a las escaleras para esperar que llegue el señor. Lo observa a escondidas y lo escucha quejarse y pelear solo, busca el número de la habitación y se da cuenta de que está a mitad del pasillo, y dice:

Ricardo: Qué barbaridad, ¿tan lejos? Ojalá tenga baño, porque si queda cerca del ascensor, cuando llegue ya estaré cagado.

Santiago lo está escuchando, niega con la cabeza, se sonríe poco, por un momento se calmaron las quejas, ya no se escuchaban los gritos, de repente todo fue invadido por una tranquilidad absoluta que inundaba todo el pasillo, era una paz sublime, lograbas escuchar las fuertes gotas de la lluvia chocar contra las ventanas, el cómo la brisa fuertemente azotaba los árboles, a los autos levantar el agua, era una tonada magistral indudablemente mejor que hace un rato, Santi despierta del encanto camina a la habitación, cuando llega encuentra a Ricardo observando todo tranquilamente.

Santiago: Hola, señor Ricardo, como aún no reasignan otro enfermero para complacer sus peticiones, yo estoy a cargo de explicarle y mostrarle la habitación y algunas normas. –Lo hace sin verlo y dirigiéndose a una puerta, no lo deja hablar y continúa–: Acá tiene el baño, este consta de una bañera con ducha, inodoro, bidé y lavamanos, toda la pared tiene posa mano para que se ayude, también posee una cómoda para sus cosas de aseo personal.

Ricardo intenta hablar y Santi no lo deja y sigue explicando e ignorándolo por completo como si no le importara, solo al terminar de explicar era que lo observaba para darse cuenta de si estaba prestando atención, en el fondo se sentía mal, no le gustaba la forma en que lo estaba haciendo, pero de esa manera podría solucionar lo que pasaba. Ricardo hablaba, pero Santiago no le prestaba atención y seguía explicando, al salir del baño, aplaude y dice:

Santiago: ¿Entendió? Perfecto, acá la habitación tiene un guardarropas tanto para colgar como para colocar en gavetas –aplaude nuevamente, se da cuenta de que el señor está callado, pero sin prestarle atención, él igual continúa–:. Cerca de la cama tiene 2 cómodas más, una en cada lado, en la izquierda tiene una lámpara de noche y el de la derecha es donde está siempre la botonera para llamar a lo que necesite, del mismo lado tendrá el organizador de pastillas. –Aplaude nuevamente y continúa–. En este lado donde está la botonera, pegado a la pared se encuentra el instructivo de cómo usarlo:

rojo-emergencia

amarillo-baño

verde-asistencia, ¿desea que le explique o sabe leer?

Ricardo lo ve con desprecio y solo hace un gesto de repudio viendo a otra parte; Santi respira profundamente camina rumbo a la salida y al estar ya parado en el portal de la habitación termina diciendo:

—Bienvenido al TREN DEL RETIRO.

En la oficina de administración se encuentran Santiago y Vanessa hablando sobre el tema y contándole con detalles lo sucedido.

Santiago: Uy, qué mal me siento, la verdad no tolero tratar mal a nadie ni a nada y mucho menos que lo hagan conmigo.

Vanessa: Pero en algunas ocasiones existen personas que se lo merecen; tú no, mi amor, pero ese viejo sí, además estuvo bien lo que hiciste, yo estaba que le decía de todo, ja, ja, ja, de haber sido Pablo lo empuja por las escaleras, ja, ja, jaja.

Santiago la está escuchando e imagina lo que está diciendo a Pablo empujándolo por las escaleras, tratándolo mal, ni ayudarlo en nada, también imagina a Marlene, su otra compañera, insultando y tratando mal al señor, hasta escupiéndole la comida; analiza todo eso con un pavor, no puede, no puede permitirlo.

Santiago: Vane, no me cambies, por favor.

Vanessa: De qué hablas, ya estoy en eso, mi more, no dejaré que ese viejo ogro te trate mal.

Santiago: ¿A quién tienes pensado?

Vanessa: Marlene sería la ideal, ese ogro amargado tiene pinta de ser supermachista, y por cómo me trató es mujeriego, así que le sentaría bien el cuidado con una mujer.

Santiago: Pero si es mujeriego y pones a Marlene quizás intente sobrepasarse, ¿no crees?

Vanessa: Tienes razón, entonces deberá ser Pablo.

Santiago: Nooo, no, no, por favor déjame a mí, yo soy la persona indicada, créeme. –Le pica el ojo.

 

Vanessa: Mi more, en serio, eres un ser maravilloso. –Lo acaricia por una mejilla–. Okey, está bien, pero esto será solo por un mes, ni un día más, si en este tiempo ese viejo homofóbico te sigue tratando mal sin pensarlo te cambio.

Santiago: Perfecto, me bastará menos que eso, ya lo verás.

Vanessa le entrega el informe médico, los dos salen de la oficina y van a la habitación de Ricardo, al llegar lo encuentran tratando de subir a la cama refunfuñando.

Ricardo: La puta madre, qué sitio de porquería.

El joven enfermero al verlo corre para ayudarlo agarrándolo por la espalda para levantarlo, el señor no se da cuenta de quién es al momento, al levantar la vista solo ve a Vanessa que también trata de ayudarlo, pero por la parte de enfrente, entre todos logran montarlo en la cama y en ese momento es cuando se percata de quién lo estaba ayudando por la parte de atrás, empezó nuevamente el caos aunque al parecer para este señor nunca existe la paz.

Ricardo: Mira, maricón, te lo dejaré bien claro, si vuelves a tocarme te sacaré los dientes, y tú, señorita pasarela, dónde mierda está la persona que vendrá a atenderme, ya me he caído dos veces tratando de montarme en la puta cama, pero imagino que es normal en este sitio de quinta.

Santiago: Disculpe, señor, mi intención no f… –lo interrumpe.

Ricardo: Qué falta y poca ética de este lugar y el de usted, señorita, tan bonita, elegante, puedo ver claramente por qué la contrataron, pero ahora me puede explicar cómo permiten algo como esto –señala al enfermero– trabaje aquí, y tú, maricón, no vuelvas a tocarme porque te daré tan fuerte que te acordarás del día que naciste.

Vanessa: Ya basta, señor, de la manera en que exige respeto también debe darlo.

Ricardo: Exigí claramente que me cambiaran de personal.

Vanessa: Disculpe, señor, por el momento no tenemos a nadie disponible hasta dentro de un mes, le pido que por favor colabore.

Ricardo: Me niego a que este me atienda, llamaré a mi hijo en este momento para que se queje directamente con los dueños.

Vanessa: Ya hablé con su hijo y está de acuerdo con lo que se le propuso de que Santiago lo atienda un mes, igual lo llamaré aquí para que usted hable con él, ¿le parece?

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