Monstruos En La Oscuridad

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Monstruos En La Oscuridad
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Monstruos en la oscuridad

Índice

I: EL MONSTRUO BAJO LA CAMA

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

II: EL MONSTRUO EN EL ARMARIO

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

III: EL MONSTRUO EN EL SÓTANO

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

IV: EL MONSTRUO EN EL ÁTICO

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

V: EL MONSTRUO EN EL ESPEJO

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Sobre la autora

Esta es una obra de ficción. Los nombres, los personajes, las actividades comerciales, los sucesos e incidentes relatados son fruto de la imaginación de la autora o están usados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales son pura coincidencia.

Copyright © 2019 por Rebekah Lewis

Todos los derechos reservados.

Esta publicación no puede ser reproducida en su totalidad o en parte en ninguna forma sin el consentimiento expreso y por escrito de la autora a excepción de aquellos casos en los que se cite brevemente en una reseña.

Impreso en los Estados Unidos de América

www.Rebekah-Lewis.com

Creado con Vellum

Dedicado a todo aquello que nos asusta en la noche y nos intriga.

VOLUMEN I

EL

MONSTRUO

BAJO LA

CAMA

Capítulo 1

¿Cómo podríamos definir el término «monstruo»? Se trata de un sustantivo con varias acepciones, pero la connotación es siempre la misma: negativa. Es una palabra que se utiliza para describir lo más depravado de la humanidad. Mucho más que eso, la literatura y el cine se han encargado de describir al monstruo como a una criatura que no pertenece al mundo civilizado. Debe ser, por tanto, feo, violento o antinatural —los hay bellos, aunque son demasiado diferentes para ser aceptados. De cualquier forma, todo monstruo es sinónimo de miedo así que su propósito es siempre el de asustar.

¿O acaso me equivoco? Los monstruos pueden ser malinterpretados o falsamente etiquetados. Si a cualquier ser poco corriente se le puede denominar monstruo, con lo que pasaría a convertirse en algo normal, ¿puede seguir llevando esa etiqueta?

Maddy guardó los cambios antes de apagar y cerrar su portátil. Luego, se quedó mirando fijamente a la superficie plateada del dispositivo. Le habían pedido que escribiera un especial para la edición de Halloween que se publicaría en La gaceta de Espectro. Naturalmente que en un lugar llamado Espectro, la celebración de Halloween supone una gran expectación. No obstante, siendo la encargada de la columna de consejos, Madison Wright no disfrutaba especialmente escribiendo sobre fantasmas y monstruos. Sobre todo, desde que descubriera uno bajo su cama.

Cerró los ojos y sintió vergüenza. El mero hecho de pensarlo la hacía parecer ridícula, pero ¿qué otra explicación podía haber? Desde que iba a la universidad había estado escuchando ruidos debajo de su cama por las noches. Cuando aún vivía con sus padres podría haber asegurado que se trataba del gato. Después, cuando se mudó, achacaba esos ruidos a sus vecinos del piso de abajo. Hoy en día, en su apartamento alquilado en un vecindario tranquilo de un barrio de Nueva Inglaterra no tenía a nadie a quien culpar.

Exterminadores habían buscado, sin éxito, la presencia de ratas, serpientes y cualquier otra plaga. Fontaneros y electricistas tampoco habían sido capaces de encontrar una explicación a los ruidos. Por tanto, una de dos: o eran imaginaciones suyas, lo cual es lo que ella esperaba que fuera; o se había instalado bajo su cama un monstruo que la llevaba siguiendo más de diez años. Justo a partir de su decimotercer cumpleaños la había visitado casi todas las noches. Maddy nunca hubiera imaginado que su vida a los 30 consistiría en evitar continuamente que sus manos y sus pies se salieran por fuera de la cama de matrimonio. Por no decir que tampoco podía invitar a ningún hombre a pasar la noche en casa. ¿Cómo iba a explicar que jamás podría dormir con alguien porque el hombre del saco, envuelto en sábanas, la cogería del tobillo si no ocupaba el centro de la cama? El monstruo nunca la había tocado, al menos ella no había sido consciente de ello, y le gustaría que así siguiera siendo.

Condenada a una vida en soledad, solía romper con sus parejas en cuanto surgía el tema de dormir juntos. Tenía un máster en asustar a los hombres con multitud de excusas. Era, cuanto menos irónico, que se encargara de asesorar a la gente sobre relaciones en pareja cuando ella actuaba de una forma tan demencial.

Maddy se quejó cuando el reloj de pared dio las doce. Si continuaba despierta, no lograría despertarse a tiempo para ir a trabajar. Cada noche posponía la hora de irse a la cama, evitaba a toda costa el dormitorio. Esa cosa, fuera lo que fuera, la seguía de casa en casa. No lograba deshacerse de ella.

Colocó el portátil en la encimera de la cocina, lo puso cargar y se aseguró de que la puerta principal estaba cerrada con llave. Luego, cogió el mando a distancia de las luces de la casa. Le había costado lo suyo la instalación, pero valía la pena poder encender la luz de las habitaciones antes de entrar en ellas o apagarlas una vez había salido. Se metió en la cama a toda prisa y apagó todo excepto la hilera de luces navideñas que adornaba el tocador e iluminaba el dormitorio con un suave resplandor.

Tengo treinta años y sigo necesitando dejar una luz encendida por las noches, murmuró mientras se metía debajo de las sábanas. Es ridículo

De algún modo, la tensión que le esperaba al día siguiente la empujó a dormirse. Apurar la hora del sueño hasta que apareciera la fatiga la ayudaba a asegurarse de que dormiría de un tirón toda la noche. No obstante, a los monstruos no les gusta pasar desapercibidos...

El fresco aire otoñal hacía que el aire acondicionado sobrara. Sin embargo, por alguna extraña razón, en la habitación hacía más frío de lo normal. Se removió en la cama buscando a tientas, con los ojos aún cerrados, las mantas, que no pudo encontrar. Este hecho le hizo recobrar la conciencia. Maddy había debido de sacarlas literalmente a patadas de la cama. La segunda cosa que le llamó la atención fue la falta de luz.

El miedo la invadió y a punto estuvo de ponerse a llorar. Su dormitorio estaba envuelto en oscuridad y las mantas se encontraban tiradas en el suelo. Tenía dos opciones: pasar frío toda la noche o enfrentarse cara a cara con el miedo.

Los monstruos no existen. No son reales. No hay nada debajo de la cama.

Con cuidado deslizó una mano debajo de la almohada, buscando el mando a distancia de la luz. Pero, ¿dónde estaba?

—Maddy —el sonido se expandió a través del silencio como si de un trueno se tratara.

Su corazón empezó a latir aceleradamente y los ojos se le abrieron de golpe. ¡Nunca hubiera imaginado que alguien la llamara por su nombre!

Justo allí, a los pies de su cama había una figura en penumbra, más oscura que la oscuridad que la inundaba, flotando en el aire. Pudo distinguirla a pesar de la falta de luz en la estancia.

—Por favor, no me hagas daño —tenía los ojos anegados en lágrimas. El miedo siempre hacía que se le llenasen los ojos de lágrimas. El monstruo nunca se había dejado ver. ¿Por qué ahora? ¿Qué es lo que quería?

 

No dijo una palabra. De repente se tiró al suelo, y se alejó de su vista. Ella lo escuchó moverse bajo la cama, deslizarse, arrastrarse, y entonces, la hilera de luces volvió a encenderse como si nada hubiese ocurrido.

Capítulo 2

Tras bajarse de un salto de la cama, cerrar dando un portazo el dormitorio, dejar todas las luces de la casa encendidas e intentar dormir en el sofá sin conseguirlo, Maddy hizo algo que se había reservado para cuando la situación la superara: llamó al trabajo para decir que no iba. El mero hecho de pensar en cumplir con plazos de entrega y asistir a reuniones se le hacía insoportable, pero tampoco podía quedarse en casa todo el día. Así que cogió el portátil y la cartera y se dirigió a la cafetería del pueblo en busca de una dosis de cafeína y respuestas.

Un año después de haber notado la presencia del monstruo por primera vez había ido a hablar con el orientador de la universidad. También había asistido a terapia cuando el orientador no tuvo más remedio que comunicárselo a sus padres. El terapeuta trató de buscar una razón a toda costa, empezando por el acoso hasta terminar con algún problema de tipo familiar que necesitara atención. Pero nada de eso era cierto. Ella había gozado de una buena vida familiar. Sus padres no estaban divorciados, no tenía hermanos y no había sufrido abusos. ¿Falta de atención? ¿Por qué? A ella le gustaba estar sola. Entonces había fingido que el monstruo había desaparecido, con lo que el terapeuta consideró que ya había superado su problema. Pero, en verdad, no era así. Si había sufrido un colapso mental, ¿qué había cambiado entonces?

Maddy aparcó el coche y se quedó agarrada al volante con fuerza. ¿Y si estuviera loca de verdad? No encontró a nadie bajo la cama cuando la revisó por la mañana a la luz del día, pero es que nunca antes hubo nadie, aunque encendiera la luz después de haber escuchado el sonido de algún movimiento. Nadie había salido del dormitorio mientras estuvo tumbada en el sofá que está cerca de la puerta. Las mantas y el mando a distancia de las luces estaban en el suelo cuando se vistió al amanecer. Y las ventanas se encontraban bien cerradas.

Lo cierto es que el monstruo llevaba más de una década asustándola. Nunca había intentado comunicarse con ella, pero Maddy lo había escuchando susurrar su nombre en la oscuridad antes de verlo (otro nuevo detalle). En ocasiones se había percatado de una sombra por el rabillo del ojo, pero jamás se había dejado ver tan claramente. Algo había cambiado y se había propuesto averiguar el qué antes de regresar a casa.

Cogió sus cosas, cerró el coche y entró en la cafetería. Se sintió aliviada al ver que no había cola. Con su doble expreso con leche en mano, encontró una mesa acogedora en un rincón apartado, fuera del alcance de la vista de la gente. Nadie hubiera podido ponerse a leer por encima de su hombro y encima había un enchufe cerca de la silla.

Cinco minutos después, Maddy abrió la página del buscador y se quedó mirando fijamente al cursor parpadeando en el cuadro de texto.

—Esto no tiene sentido —murmuró. ¿Qué esperaba encontrar? Estas cosas solo pasan en las películas o en los libros, no en la vida real.

Debo intentarlo.

Refunfuñó mientras tecleaba: Monstruo bajo la cama se revela.

Miles de entradas que se ajustaban a la búsqueda saltaron en la pantalla de su ordenador y volvió a refunfuñar. Fue descartando los primeros resultados por tratarse de listados de películas y enlaces a libros de terror e historias para niños. A partir de la cuarta página dejó de buscar y se quedó mirando con cara de tonta a la pantalla.

Monstruos en la oscuridad. Qué sucede cuando siguen acompañándote en tu etapa de adulto sin visos de que vayan a marcharse. Quizá no te guste la explicación.

Resoplando, pinchó dos veces en el enlace y le dio un sorbo a su café. En realidad, el asunto no podía ir a peor.

Maddy se atragantó con la bebida a medida que su mente se fue adentrando en las palabras que aparecían ante sus ojos. Quizá se había adelantado al pulsar en el enlace pues se trataba claramente de una obra de ficción.

Se cree que los Dökkálfar, elfos oscuros en nórdico antiguo, habitan en uno de los nueve reinos míticos conectados por Yggdrasi, el árbol de la vida. El reino de los elfos oscuros se llama Svartalfheim, y la única luz que allí hay proviene del brillo de los cristales de sus cavernas. Con la ausencia del sol, el cielo es tan negro que la piel de los elfos oscuros ha perdido todo su color a lo largo de los siglos, haciendo que se confundan con sombras cuando abandonan su reino para visitar otros mundos. Como la luz exterior quema la piel de los habitantes de Svartalfheim, estos entran en nuestro mundo a través de lugares en donde ellos saben que la luz no puede llegar. Si alguna vez has pensado que hay un monstruo en tu armario, bajo la cama o en cualquier otro lugar de tu casa, posiblemente se trate de un elfo oscuro deslizándose sigilosamente; deambulando por Midgard (el reino de los humanos) en la oscuridad.

Sí, claro... elfos diminutos que viven bajo mi cama. ¿Construirán también juguetes para Papá Noel? No tenía sentido. ¿No se supone que con la falta de luz solar su piel sería blanca como la leche y no negra como el carbón? Maddy siguió avanzando por la pantalla, pasando de largo imágenes de figuras misteriosas de orejas puntiagudas. Algunos hasta tenían cuernos o antenas.

Los elfos oscuros son altos. Son criaturas ágiles que, al igual que sus primos, los elfos de la luz o Ljósálfar de Alfheim, no suelen molestar a los humanos. Les divierte observarlos o jugar con ellos. Cuenta la leyenda que los elfos oscuros han evolucionado a favor de la especie masculina, por lo que, debido a la escasez de féminas con las que procrear, a menudo secuestran a mujeres humanas con las que aparearse y reproducirse en su hogar, Svartalfheim.

Maddy se carcajeó. Algunos clientes la miraron y ella se aclaró la garganta, volviendo la vista rápidamente hacia la pantalla. No había más información, solo un formulario para hacer preguntas o comentarios.

Esto no puede ser cierto, pero de todas formas pulsó en el enlace del formulario. Tras cumplimentar sus datos, dejó un breve mensaje: ¿Se trata de una broma? He entrado en esta página pensando que podría encontrar la solución a un problema, pero en su lugar, lo que descubro es una sarta de tonterías sobre los elfos. Además, ¿de dónde han sacado ustedes todos esos detalles?

Maddy apagó el portátil. Ya había leído suficientes estupideces por hoy. Elfos.

Capítulo 3

Una vez hubo abandonado la cafetería, Maddy decidió que necesitaba ejercer control sobre algo, por lo que fue a la peluquería a arreglarse el pelo. Sin pensarlo dos veces, optó por darse un tinte de color rosa. ¿Por qué no? Nada a su alrededor tenía sentido y ella siempre había querido tener el pelo de color rosa, así que eso fue lo que hizo. Durante un par de horas dejó de pensar en monstruos, elfos y sombras en la oscuridad.

Ya de vuelta en casa, se puso a mirar la puesta de sol a través de la ventana a la vez que echaba un vistazo a un correo nuevo que había recibido en su portátil. Re: Su comentario sobre «Monstruos en la oscuridad».

De haber sabido Maddy que lo mejor para ella hubiera sido borrarlo, lo habría hecho. Después habría apagado el portátil y se hubiera ido a la cama temprano para volver al trabajo a la mañana siguiente. Sin embargo, era una mujer adulta, aunque necesitara tener todas las luces de la casa encendidas porque había un monstruo debajo de su cama. Así que se debía a sí misma descubrir si existía alguna posibilidad o, al menos, tener la esperanza de encontrar una solución a ese tema. Abrió el mensaje antes de que pudiera convencerse a sí misma de que no debía hacerlo.

Hola Maddy. Gracias por haberte puesto en contacto conmigo. Te puedo asegurar que no se trata de ninguna broma. Sé todos estos detalles porque yo misma conocí a un elfo oscuro y rechacé su oferta. Quizá no me haya expresado bien en el artículo. Por cierto, ¿hay algún elfo interesado en ti? Estaré disponible todo el día si necesitas hablar de ello.

El correo no estaba firmado. Quienquiera que fuera esa persona, no quería hacer pública su identidad. Como no tenía nada que perder, le contó brevemente su problema con el monstruo y el encuentro de la noche anterior.

Le dio al botón de enviar y se levantó a preparar un sándwich de pavo. Maddy comió de pie en la cocina, sin quitarle ojo al ordenador, que había dejado en una mesa al otro lado de la habitación. Al escuchar la señal de un nuevo correo entrante, fue corriendo hacia el portátil y abrió rápidamente la respuesta.

Debe de estar realmente interesado en ti. Por lo general, ellos contactan con los humanos cuando estos empiezan a hacerles preguntas o a molestarlos... Si no quieres tener nada con él, dile que no estás interesada. Puede que nunca se vaya, pero se volverá menos agresivo y dejará de intentar que le prestes atención, como pasó anoche. Son muy particulares cuando se trata de la felicidad de sus parejas. Aparentemente es bastante difícil que una humana pueda llevar a término el embarazo de un elfo oscuro. La insatisfacción puede ser peligrosa. Si, por el contrario, estuvieras interesada, sedúcelo. Llévatelo a la cama. Y no te preocupes, no te puedes quedar embarazada sin haber pasado por los ritos sagrados en Svartalfheim. Hasta que decidas abandonar Midgard, se tratará solamente de sexo placentero.

La boca de Maddy se abrió de par en par. Había pasado de preocuparse por la existencia de un monstruo espeluznante debajo de su cama a la posibilidad de que este fuera un monstruo sexual que podría estar loco por ella. Se rio a carcajadas, esta vez no había nadie que pudiera escucharla, así que continuó riéndose mientras iba apagando el ordenador. No tenía por qué seguir respondiendo a una tarada que claramente vivía en un mundo de fantasía. Ahora que Maddy había apartado todas esas tonterías de su vista, era el momento de dejar de pensar y seguir adelante.


Pero Maddy no pudo quitarse de la cabeza lo que había leído.

Las luces del dormitorio estaban encendidas, el mando a distancia temblaba ligeramente entre sus manos y las sábanas le cubrían más arriba de la barbilla. No se había molestado en arreglar las mantas y el edredón antes de acostarse, ya que no quería pasar mucho tiempo de pie junto a la cama después de lo que había pasado la noche anterior. El edredón estaba ladeado y arrastraba por el suelo, pero no le importaba. Se sentía segura con la luz encendida porque de esta manera el elfo oscuro, si eso es lo que era aquella cosa, no podría atraparla. Mientras miraba al techo, se dio cuenta de que no había tenido sexo desde hacía meses, quizá un año...

No. Calculó mentalmente. Hace más de un año.

La idea de mantener relaciones con un extraño siempre le había fascinado a pesar de no ser el tipo de persona que pudiera hacerlo. Sus fantasías sexuales solían ser de ese estilo —curioso si se tiene en cuenta que se trata de algo que una persona no debería hacer nunca. No obstante, si la chica de la página web estaba en lo cierto, Maddy podría convertir en realidad su sueño. Una vez hubieran consumado, se desharía del elfo oscuro y nadie tendría por qué enterarse jamás.

Seguro que no es tan fácil. Debe de haber alguna pega.

¿De veras se lo estaba planteando? A pesar de todo, Maddy se movió bajo las mantas y sintió la humedad que mojaba su entrepierna. Nunca se masturbaba en la cama, por la paranoia de que lo que estuviera bajo la cama pudiera escucharla, pero si no apartaba de su cabeza lo que estaba pensando podría caer en la tentación. Echó un vistazo al reloj de la mesilla de noche. Eran las dos de la madrugada. ¿Cómo es que aún seguía despierta?

Algo se movió bajo la cama. Reptaba con sigilo. Luego se hizo el silencio. Se le formó un nudo en la garganta. Está ahí. La humedad que había entre sus piernas se volvió más patente. Esto hizo que Maddy se sintiera molesta a la vez que excitada. Si se tocaba, el monstruo la escucharía. Lo sabría. Las luces estaban encendidas, lo cual quería decir que este no podría salir a por ella.

 

Si lo que había leído antes era cierto, podría meterlo en su cama con solo apagar la luz y pedírselo. El problema es que sonaba ridículo y la hacía parecer estúpida, un ser inocente. Sin embargo, lo cierto es que había algo debajo de su cama. ¿Por qué no podría ser un elfo oscuro?

Sus labios se curvaron en una sonrisa. Si se tocaba mientras le hablaba y este no abandonaba la oscuridad reinante bajo la cama, entonces comprobaría que, en realidad, se trataba de un elfo oscuro.

Estiró las piernas y dejó a un lado el mando a distancia. Deslizó las manos por debajo de la banda elástica del pantalón de su pijama y de sus braguitas. Se mordió el labio notando una fricción placentera y cerró los ojos. Inmersa en esa sensación, casi se olvidó de que había algo arrastrándose bajo la cama y se quedó inmóvil. El monstruo parecía... inquieto.

No debía hablar con él. En realidad, no debería hacerlo.

—Sé que estás ahí abajo.

Los movimientos se detuvieron con el sonido de su voz.

—Es muy grosero interrumpir a una chica que se está toqueteando —casi se rio de lo absurdo de la situación—. Estoy segura de que tienes alguna excusa para hacerlo.

No esperó respuesta. En su lugar, comenzó a centrarse en movimientos que le proporcionaban placer. Entonces, un timbre de voz masculina, con un acento caprichoso que no pudo reconocer, volvió a paralizarla.

—Más grosero aún es burlarte de mí. Te escucho suspirar. Puedo oler tu excitación. Apaga la luz e invítame a salir para poder ayudarte —se sentía demasiado aturdida para contestar. Entonces él añadió: —si te atreves.

Su corazón palpitaba.

—¿Sabes hablar? —¿por qué no lo había hecho antes entonces? Durante todos estos años había estado en silencio, así que tenía que existir algo más que la razón de querer poseerla. Nadie espera más de diez años sin un propósito.

—¿Me creías un ser primitivo? —rio el monstruo—. Supongo que es normal que lo pienses. Cuando pueda ponerte las manos encima, entonces sí que mi comportamiento será bastante salvaje.

Un escalofrío recorrió su cuerpo y no pudo contenerse la aclaración.

—Me refiero a que sabes hablar inglés.

—Mi madre es humana y me enseñó su idioma —hizo una pausa para continuar diciendo, con voz profunda: —¿vas a seguir martirizándome? Apaga la luz.

La rebeldía se apoderó de él. No podría tocarla mientras la luz estuviera encendida. Ella no debería de tenerle miedo. El deseo que sentía por ella hacía que su excitación fuera en aumento.

—No lo haré. ¿Por quién me tomas? ¿Crees que soy el tipo de persona que mete en su cama a extraños que aparecen bajo ella?

Ese ser gruñó de una forma tan poco humana que a punto estuvo de dar un salto de la cama para escapar del dormitorio. Pero no estaba segura de que esa cosa no pudiera agarrarla del tobillo en caso de que intentara llevarlo a cabo. Entonces, el monstruo dijo con suavidad:

—Yo sé que sabes quién soy. Siento mucho haberte asustado anoche.

Una vez hubo dicho esto, Maddy se sentó en la cama.

—¿A qué te refieres exactamente? —¿Acaso él mismo había tenido algo que ver con la página web que había encontrado?

Svartalfheim es un mundo mágico, no solo hay oscuridad. Me aseguré de que encontraras la información que buscabas —hizo una pausa—. Te repito que mi madre es humana. Nos hemos adaptado a los tiempos tanto como lo habéis podido hacer vosotros.

Sacudió la cabeza sin poder dar crédito a lo que estaba escuchando.

—¿Has hackeado internet desde tu mundo? ¿Es que entonces no te hace daño la luz que emiten los ordenadores? —por no decir que la conexión será una auténtica mierda.

—No me afecta la luz si está creada a partir de cristales existentes en mi reino. Puede que Svartalfheim sea la tierra de la noche eterna, pero también tiene su encanto y otras maravillas. Yo podría mostrártelas... ¿Quieres?

Cerró los ojos y se metió bajo las sábanas. Estaba tratando de ganarse su confianza para que lo acompañase. ¡Extraño peligroso!

—Sabías cuál sería mi reacción.

Tras una larga pausa, el monstruo comentó.

—Es lo que esperaba. Te dije que podrías deshacerte de mí —volvió a hacer una pausa antes de continuar—. Has dejado de tocarte.

¿En serio que lo había notado?

—Me aburrí de hacerlo —el elfo oscuro lo tenía todo planeado. Primero la había asustado y luego había hecho que encontrara la información que él quería... ¿Pero por qué? ¿No podría haber iniciado antes una conversación con ella? ¿No hubiera sido eso lo mejor para él, en lugar de haber estado al acecho ahí abajo?

—Mientes. Tienes más ganas que antes. Quieres meterme en tu cama. El solo hecho de pensarlo hace que me desees con más fuerza.

—Eso no es cierto —en realidad el monstruo tenía razón, pero era todo tan surrealista que no alcanzaba a entenderlo.

—Maddison Wright, apaga la luz —dijo con una autoridad que a punto estuvo de hacerla sucumbir, hasta que cayó en la cuenta del control que intentaba ejercer sobre ella. Diablos, aún no se fiaba de él ni usando su nombre completo.

—Nunca voy a apagarla.

—Así que quieres jugar. Perfecto. Tengo paciencia. He esperado durante años a que maduraras y justo ahora tu aroma me dice que estás lista para aparearte.

—¿Por eso no has intentado hablar conmigo o tocarme antes?

—Cuando te encontré, aún no estabas preparada para mí, así que tuve que satisfacerme en otros lugares. Tu momento ha llegado y con él termina mi paciencia —replicó.

A punto estuvo Maddy de burlarse del monstruo cuando la cama volcó cerca de la pared, dejando un tramo de sombra en una de las esquinas, lejos de cualquier tipo de iluminación.

—Pero qué...

—Uno de los Dökkálfar ha mordido tu anzuelo esta noche.

El colchón y las mantas se movieron. A continuación, unos pliegues en la manta dieron forma a dos brazos. El monstruo estaba gateando hacia la cama con el edredón echado por encima. Había colocado la cama de forma que llegara menos luz cerca del suelo y el edredón había estado tocando el suelo por un lateral. Seguramente así es como habría apagado la hilera de luces la noche anterior. Había tirado de las mantas hasta dejarlas en el suelo, luego había ido a gatas hasta ellas para luego desenchufar las luces.

Una sombra masculina se deslizaba por el borde del colchón. Maddy chilló e intentó deshacerse de las sábanas hasta que una mano cálida le agarró el tobillo. La calidez del tacto la sorprendió pues de alguna manera, había imaginado que su tacto sería gélido. Los elfos no aparentan ser criaturas cálidas o quizá es que ella deseaba que no pareciera humano.

—Deshazte de las sábanas para llevarte conmigo bajo la cama —dijo—. Iremos a Svartalfheim. ¿No es eso lo que deseas?

—¡No! —¿Cómo es posible que una persona pudiera estar excitada y asustada al mismo tiempo? Creo que tengo serios problemas mentales a los que tengo que enfrentarme en cuanto amanezca.

—Quédate ahí entonces —dejó de agarrarla y continuó arrastrándose por debajo de las sábanas hasta que la figura de un hombre alto asomó a los pies de su cama. Giró la cabeza hacia ella y comenzó a meterse entre sus muslos. Ella lo miraba boquiabierta, sin poder dar crédito a lo que estaba sucediendo ante sus ojos. Así y todo, juntó las piernas mientras la risa melódica del elfo resonaba por toda la habitación.