Sello de Sangre

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Aus der Reihe: Ángeles Guardianes #3
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—De la única manera en la que jamás en sus puta vidas iban a encontrarme —entonces se hizo a un lado la camiseta, mostrándome un medallón plateado, parecía láminas de los militares del ejército, al ver fruncido mi ceño sonrió sacándome de mi duda —No es plata, no es lata, es titanio. El único metal que reduce la energía de nuestros poderes haciéndolos nulos, el metal que resguardaba el palacio y el metal con el que muchos fueron condenados.

—Entonces ayúdame a desaparecer —le dije mientras caminábamos por los pasillos oscuros de mi pasado más presente para sentarme en el mismo lugar, la misma camilla que usaban para curar las heridas de las luchas, o quizás las torceduras del entrenamiento.

Me alcanzó una botella de vodka —Para las fuerzas.

—Para levantar mis fuerzas —hice un brindis para nada silencioso, levantando la botella en el aire y dar un sorbo, preparado para sentir la aguja entrar por mi piel y recoger cada pedazo de mí.

Mientras me cosía la espalda hice la única pregunta por la que viví tanto tiempo —¿Por qué nosotros? ¿Por qué yo?

—Por la jodida razón que fuimos elegidos para ser parte de una destrucción, para ser parte de una guerra que no pedimos, nosotros no elegimos nacer, fuimos puestos en partes del mundo como puntos tácticos, como armas a punto de disparar, como bombas a punto de destruir este jodido mundo. Nunca tuvimos elección y nunca la tendremos.

—¿Y yo?

—Tú solo fuiste arrastrado a un mundo oscuro, un mundo que conocí muy joven y tú no tuviste la oportunidad de escapar.

—A los cuantos años escapaste de ese mundo.

—Dirás, nuestro mundo. —sonrió, limpiando la herida poco a poco —Cuando tuve a lo mucho doce años, supe a carne propia lo que pasaba con nuestra especie si no cumplías sus expectativas o nacías siendo un Axiul`s.

—Pero ¿Quién te dijo como venir? ¿Quién te dio la clave para anular tus poderes y no ser rastreable? —pregunté totalmente confundido.

—La única, la revolucionaria más grande de la tierra, luchaba para cambiar los ideales podridos de nuestra sociedad. Fue quien me liberó de la muerte, de la espada de su propio esposo. Triored.

Con el ceño fruncido, levanté la mirada al escuchar el nombre, sorprendido ante la idea de esa bella mujer, la madre de Natle, ser una revolucionaria, luchar contra su propio esposo —Eso es imposible.

—Fue Triored ¡Créeme! —sonrió —“Ella supo muchas cosas y trató de salvar a cuanto podía, su cómplice fue el incomparable Miaka, traicionó a su amo todo por saber que Triored lo mantendría vivo a cambio de llevar siempre la victoria ante cualquier batalla. Supo su destino, supo nuestro destino desde hace mucho tiempo, trató de salvar a cuanto Axiul’s encontraba. Lo que sé y lo único que puedo dar fe es que ella se puso delante de la espada de su propio marido para que no me matara” —entonces Rule recordó:

« Habían ocultado mis padres mi categoría, pero no fui creado como los seres comunes, entre un demonio o un ángel, simplemente evolucione ante los entrenamientos que nos forzaban a hacer a algunos de la comuna, cuando Linus me vio entrenar una noche, vio quien era, que era y como yo era una posible amenaza para su trono, su reino y su generación, fue entonces que tomó su espada y la puso sobre mi cuello, Triored al ver ello, se interpuso entre la espada y yo.

—¡Quítate Triored! —ordenó Linus, pero ella no hizo caso.

—Jamás mataras a un niño en mi presencia. Recuerda que tu castigo será tener un hijo igual, un hijo de la misma categoría, un hijo que amaras y despreciaras al mismo tiempo.

Ante esa palabras solo recibió una bofetada de su marido, pero ella jamás se apartó, obligó a Linus que me llevará a las celdas, pero no duré ni una sola noche, ya que Triored me sacó de allí cuando todos estuvieron dormidos.

Me dio este medallón con un nuevo nombre y me sacó del mundo, de mi hogar el cual solo deseaba ejecutarme por ser una categoría más alta a los estándares de sus gobernantes.

—Vete de aquí, lucha por tu vida, utiliza este medallón y jamás serás rastreado, vivirás como humano, vivirás libre, pero lo importante conservarás tu corazón en tu pecho»

—Fue lo último que recuerdo y después caí aquí —dijo con una sonrisa en sus labios —Ya estás, viejo —guardó sus utensilios y le entregué la botella, Rule le dio un sorbo y carraspeó ante el sabor amargo.

—¿No extrañas tus poderes? —pregunté.

—Lo que tú quieres decir es si aún los tengo —negó con la cabeza —No, después de vivir años sin usarlos, años sin quitarme el medallón me volví humano, después de caer en la tierra nos volvemos vulnerables a sus tradiciones, costumbres, hábitos, somos como esponjas que absorbemos todo lo que los humanos hacen hasta volvernos uno.

—Pero ¿YO? —intervine.

—Tú los has usado para pelear cada noche en este basurero, desde que eras pequeño. Así que tienes dos opciones —levantó la mano y enumeró, levantó el pulgar —Uno, eres hijo de un rey o dos, eres un maldito bastardo suertudo —soltó una carcajada contagiándome siempre de su buen humor.

—¡Rule! ¡Viejo! —bajé la cabeza, quitándole la botella y dándole un nuevo sorbo largo.

Me quitó la botella de la mano y enarcó las cejas, sabía perfectamente lo que quería decir —¿Y?

—¿Y? —repetí.

—Dime porque estas exaltado y pareces que algo te haya quitado la vida misma.

—Cosas de chicos.

—Sabes que para mí y para ti nunca hubo cosas de chicos. A menos que estés enganchado por alguna chica.

—Ella no es una simple chica.

—El mejor consejo que te puedo dar es que no te involucres con nuestra raza. Solo traen problemas.

Reí sin humor —Es tarde para ese consejo. Estoy liado y bien hundido. Ella no es solo una chica de nuestra raza. Es la chica que vi por casi toda mi jodida vida en sueños y ahora solo es una pesadilla, está enamorada de otro y ese desgraciado solo la dejó —tragué en seco y sentí que me golpeaban el estómago al decir cada una de esas palabras.

—Entonces puedes hacerlo mejor.

Levanté el rostro y enfrente a Rule —¿Y qué es lo mejor?

—No la dejes ir. Amala y hazla olvidar a ese cabrón desgraciado. Hazla tuya, reclámala tuya, reclama su corazón y ella se entregará a ti sin miedo.

—No puedo… No puedo —espeté —Ella… ella y él —no quería decirlo en voz alta, no a Rule, no a mi querido amigo.

—¡Vamos, Max! No hagas eso. —negó con la cabeza, dando un sorbo a la botella.

—¿Hacer qué? —me encogí de hombros.

—Intentar estar enojado con ella con algo trivial, sabes perfectamente que tú y yo ligábamos a chicas mientras salías de ese ring —lo señaló con el dedo índice mientras sostenía la botella con la misma mano —No nos importaba que ellas tuviesen novios, prometidos, esposos. Simplemente pasábamos el rato y no nos importaba nada, absolutamente nada.

—No sé cuál es tu punto.

—Mi punto es que, después de hacerlo con esas chicas las dejábamos. Ese idiota lo hizo y ella está destrozada y sé que no aguantará que tú le hagas lo mismo, cometimos errores, no los cometamos más. Es tiempo de madurar y de ver que todo el daño que hicimos lo pagamos tarde o temprano.

—Estas diciéndome que lo pague con la persona que más amo en la vida.

—No se trata de hacer el mal y pagar, se trata de hacer y enmendar. Tienes la oportunidad, no la desperdicies. Muéstrale que tú eres diferente y eres diferente.

Me puse de pie y le di la mano seguido de ese juego de manos propio de nosotros —Debo regresar —hice una pausa significativa antes de seguir y pedirle lo que deseaba —Pero, antes quiero que me ayudes en algo mucho más grande.

—Pero me dirás quién es la chica —dijo con una sonrisa en sus labios —Sabes que puedes contar conmigo para todo.

—Eso es lo que quiero escuchar —le di una de mis sonrisas patentadas —Ella es… —por un minuto traté de decirle que era hija de Linus y Triored quien me había robado el corazón pero me negué a compartir ese pequeño detalle —La conocerás.

Rule lanzó una carcajada y negó con la cabeza —Ni que fuera la hija de Linus —cuando me vio enarcar una ceja y no sonreír ante su deducción, Rule dio un paso adelante y asió mi brazo con rudeza —¿¡Es la hija de Linus!? —fue más una afirmación que una pregunta, al ver que yo no respondí, él negó con la cabeza —¡Dios! ¡Max! ¿Sabes en que lio te has metido acaso?

—Creo que en el mejor lío de mi vida —respondí solo para poder regresar.

No podía dejarla atrás cuando mi corazón la aclamaba y mi ira deseaba alejarla, ella no tenía la culpa de entregarse por amor, ella no era culpable más que de amar y yo tenía que velar por su seguridad y demostrarle que mi amor jamás se terminaría, que siempre la amaría y nunca la abandonaría.

La vi en la cama recostada hecha un ovillo, sus ojos cerrados con lágrimas haciendo su camino desde la comisura hasta el puente de su nariz, Rule tenía razón, no debía abandonarla, no ahora, me senté a su lado y comencé a acariciar su cabeza, di una respiración profunda, rogué, supliqué por fuerzas y hubo un momento en el que traté de escapar y dejar todo atrás, incluyéndola, quería abandonarla, pero al verla me dio ganas de volver a pelear, pelear aún más fuerte, con más ganas, con más ira, entonces me recosté y la rodeé con mis brazos pegando su espalda a mi pecho, despertándola, pero esta vez dijo mi nombre, algo que siempre quise escuchar de sus labios —¡Max! ¿Eres tú?

—Sabes que siempre seré yo. —llevé mi nariz a su cuello, olfateando su aroma a flores, a natural, a ella.

—Lo siento —me dijo ella.

—¿De qué?

—De no haber hecho caso, de no haberte hecho caso.

—Creo que ambos te empujamos a ello, creo que todos te llevamos a la orilla de ello, así que los únicos culpables somos nosotros por no tratar las cosas con el máximo cuidado cuando lo ameritaban las circunstancias.

 

—No te entiendo —volvió parte de su rostro para tratar de verme, pero no deseaba que me viese todo golpeado a consecuencia de la peleas, no quería que viera mi camiseta con sangre ya que la alteraría más.

—Lo que te digo es que si yo no hubiese sido un maldito estúpido, las cosas no hubiesen sido así.

—No me refiero a ello, sino a engañarte cuando acepte ser tu novia. Sé que jamás confiarás de nuevo en mí —sollozó.

—Creo que fui culpable también de ello, diciéndole a Joe que te sacara de aquí. —deposité un beso en su nuca —Pero te prometo. Te juró —cerré los ojos, evitando que ella viera una solitaria lágrima rodar por mi sien, agache la cabeza para que ella no pudiera sentir o verla, pero supe en ese instante que estábamos conectados ya que ella sostuvo mi mano fuertemente —Te juró que encontraré una explicación a todo esto.

—Dejemos que todo pase. Todo debe de terminar.

Besé nuevamente su cuello, quitando mis manos de su cintura me levanté, caminé a mi bolso y saqué una camiseta, cambiándome, me giré hacia ella obligándole a seguirme —Levántate cariño, iremos fuera.

—No —dijo sin ganas.

—Cariño, no es una petición. —ordené, quitándole las mantas.

—Max, no tengo ganas de jugar.

—No estoy jugando —al ver que no obedecía, la tomé en mis brazos, cargándola y lanzándola encima mi hombro, mientras que ganaba adjetivos y calificativos de cavernícola, neandertal, loco, demente. La llevé al baño de todos modos.

—¿Qué crees que estás haciendo? —estaba histérica.

—Digamos koshka que te voy a dar un baño con ropa o sin ella… Tú eliges.

—¡MAX! ¡NO! —se negó a acceder, así que me las arreglé para persuadirla, abrí la llave de la ducha y ella accedió de inmediato —¡Está bien! ¡Está bien! Me bañaré y me arreglaré y después nos vamos, pero bájame Max.

—¡Ok! Te bajo pero báñate —le bajé con la mayor de las delicadezas, pero al bajarla su pecho y el mío se juntaron, estando demasiado cerca los dos, por un momento la vi dejar de respirar, sonrojarse y tratar de no verme, pero levanté su barbilla, obligándole a mirarme fijamente, apreté la mandíbula al recordar todo lo que ella estaba pasando y sabía a la perfección que si hacia un movimiento solo sería igual o peor a Joe, ya que me estaría aprovechando de su vulnerabilidad. Molesto conmigo mismo por pensar en besarla, tenerla y ser por fin el conquistador, bajé las manos y las cerré formando puños a mis costados, dando un paso atrás, molesto —Solo báñate —sé que una oscuridad se formó en mis ojos, Natle quiso disimular con una sonrisa en los labios lanzándome una de las toallas de mano —¡Ok! ¡Ok! —se acercó, parándose en puntillas y besando mi nariz, me volví sin decir nada y salí del baño, cerrando detrás de mí.

Al estar fuera del baño, me reprendí mentalmente por mis estúpidos pensamientos, caminé hacia sus cajones y vi que aún estaban vacíos, ella aún mantenía las maletas hechas, sonreí ante la oportunidad de mi vida, me acerqué a las maletas escondidas en el armario, abrí un par y saqué lo primero que encontré, pantaletas tipo bóxer rosas con la cabeza de un conejito blanco adelante y el rabo en la parte de atrás, el corpiño era de igual manera rosado, pero sin ninguna figura, sonreí ante esa ropa, tomé una camiseta holgada con capucha, unos vaqueros y un par de zapatillas verdes. Sentí el agua correr y supe que era el mejor momento para dejarle sus cosas en el baño.

Natle probó la temperatura del agua y comenzó a desvestirse, en medio de su misión, la puerta se abrió del todo llevándose las manos instantáneamente hacia su pecho y entrepierna que estaban para mi mala suerte cubiertos con su ropa interior, ella dio un grito al verme de pie mirando de arriba hacia abajo, además de tener la toalla en mano —Vamos Max. Sal del baño y no te hagas el sabiondo.

—¡Oye! Solo vengo a dejarte la toalla y algo de ropa —tenía en mis manos su ropa interior y unos vaqueros y una camiseta —Por cierto tienes unas lindas pantaletas —sonreí al verlas.

Natle cubrió su rostro con sus manos, ruborizándose y olvidando de que estaba en ropa interior, y una más inocente, pantaletas y corpiños de algodón blancos —Deja de decir tonterías y lárgate.

—¡Está bien! Pero insisto tienes unas lindas pantaletas —salí del baño cerrando la puerta.

Las carcajadas de Natle podía sentirlas al otro lado, pegándome a la puerta sonreí ante las casualidades de la vida, agradeciéndole mentalmente a Rule, tenía razón.

Me senté en la cama esperando que ella terminara de alistarse, moví mi cabeza de un lado a otro haciendo crujir mis huesos, estaba un poco adolorido, pero el vodka me había adormecido un poco. La puerta del baño se abrió y vi a la antigua Natle, aunque siempre insistía en decirle Koshka, cosa que ella comenzó a tener de un odio a ese nombre a un amor por él.

—Lista —dije viéndola pasear de un lado a otro en la habitación.

—Sí… Solo quiero perfumarme un poco —Se acercó a su cómoda, me levanté de la cama y me acerqué a ella, abrazándola de la cintura, apegue su espalda a mi pecho, besando su cuello y aspirando su aroma a jabón de rosas y manzana y su cabello a vainilla y canela.

—¿Max? —sonrió al sentir el ligero toque de mis besos sobre ella.

—Solo unos minutos de esa manera. —cerré los ojos y sentí su estatura pequeña contra mi altura, éramos solos niños convertidos en adultos —Solo unos minutos, quiero saber que eres real, para mí.

—¡Lo soy! Soy real, al igual que tú eres real para mí ¡Chico de los sueños!

Rompí a reír en ese momento —¿Lo sabes?

—Tus ojos te delataron. Aunque no entiendo por qué jamás me lo dijiste.

—Por miedo.

—No quiero vivir con más miedo —entrelazó sus dedos con los míos, apretando su agarre.

—Solo quiero que sepas que jamás te haría daño. Jamás te obligaría a hacer algo que tú no quieres. Incluyendo amarme —declaré dolido.

—Lo sé, lo sé, Max.

Soltándola tomé su mano, listos para irnos, ella pensó que íbamos a desaparecer o usar poderes como era costumbre suya para ir de un lugar a otro, pero le saqué de su error. Caminamos por los pasillos con el máximo de los cuidados, llevándola al garaje —Oye… ¿Qué haces? —me preguntó al ver que tomaba las llaves del tablero.

—Llevándote al auto. Cómo crees que iríamos a pasear sacando nuestra alitas y agitándolas como pollos, por el amor de Dios hay vida después de ser monstruos —saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta con el control en un solo bip del Hummer negro, abriendo la puerta para ella caballerosamente.

Rodeé el auto y ocupé mi lugar tras el volante, abrochándonos los cinturones de seguridad y llevándola muy lejos de allí, hasta Atlantic City, Nueva Jersey, fue muy loco de mi parte pero paramos en un restaurant de la ruta y comimos algo liviano para seguir con nuestro viaje a Atlantic city, le mostré tantas cosas de ese hermoso lugar, lugares indefinidos, como el Memorial, IMAX Theater at Tropicana, The Quarter at Tropicana, Absecon Lighthouse, para luego llevarle a Atlantic City Boardwalk, terminamos subiendo a uno que otro juego, deseaba que se divirtiera y se olvidará de cada mal momento, caminábamos como dos enamorados, aunque los sentimientos que sentía por mí no eran correspondidos, supe que podía ganar su respeto, su cariño, su corazón y su amor al mismo tiempo, en algún momento.

—Creo que esto te está buscando —dije, entregándole un enorme osos de peluche, que apenas podía ella misma con él, reí hasta no poder más por haberle regalado algo más grande que ella misma y que su pequeña estatura no contrastaba —Al verte así, no se quien lleva a quien.

Tomé el control desde ese momento de su vida, además del oso, tomándolo y poniéndole sobre mi hombro. Nos tomamos fotos en momentos bochornosos, mientras que yo le tomé fotos de cómo comía helado hasta con la nariz, eran momentos inolvidables, una cita de verdad, una primera y verdadera cita para mí. Entonces ambos nos dimos cuenta que el cuento de hadas debía llegar a su fin.

—Es tarde y debemos regresar —le dije, tomando el oso sobre mi hombro y entrelazando nuestros dedos para regresar al auto —¿Quién gana? —dije, dándole la ventaja de ir ella primero al auto, aunque con el enorme oso no pude correr.

Una vez en la seguridad del auto y el inmenso oso en la parte de atrás, me sentí aliviado y tranquilo ante ese breve momento de felicidad —Espero que te hayas divertido, Koshka —mencioné mientras conducía de regreso al internado.

—Te hubiese dicho que sí me divertí, pero arruinaste el momento cuando me llamaste así.

—Qué tiene que ver, eres mi dulce gatita. Que nadie diga lo contrario o le romperé los dientes —entonces sentí algo que hasta hoy no puedo descifrar, su mano se posó encima de la mía, justo en la palanca de cambios.

—Gracias —dijo con un brillo en los ojos, después de tiempo había visto nuevamente ese brillo particular.

—Sabes que haría cualquier cosa por ti.

—Además de arreglar todo con violencia —frunció los labios ante una sonrisa o el inicio de una carcajada.

—Tú nunca te hubiese imaginado lo que tuve que pasar. Era conocido en Rusia como el Kraken Crush, por hacer crujir los huesos de mis oponentes, invicto, yo que sepa hasta la fecha. El hombre que me hizo lo que soy, se llamaba Rubén. Nunca más supe de él, hasta que Cristiano me halló, me enseñó a ser un caballero.

—Escuchas lo que sale por tu boca acaso ¿Un caballero? —se bufó, sabía exactamente que era un caballero, pero le encantaba bromear con ello, según ella yo era el tipo de persona, con las cuales bromeas en cualquier sentido y no lo toma enserio y no tienes problemas con que pueda sobrepasarse o enojarse por ello.

—Ja, ja, ja. Muy chistosa, pero si soy un caballero, aunque no lo creas.

—Claro que te creo eres un caballero medio rarito, pero eres un caballero.

—¿Crees que soy gay? Yo no tengo nada contra ello, pero yo no lo soy —puntualicé.

—Ha ya me explico por qué eres tan buen amigo.

—¡No! ¿En serio?

—¡Es broma! Sé que eres la clase de chico por la cual, una chica está dispuesta a alocarse por darte un beso.

—Eso explica por qué estas actuando raro.

—Yo no quiero besarte. —frunció el ceño, pero era imposible la risa nos ganaba.

—Claro que si zapyast'ye.

—Deja de decirme cosas en ruso. Solo dímelas en español.

—¡Ok! ¿Gatita o muñeca? ¿Cuál te va mejor?

—Yo creería que mi nombre es mejor que esos ridículos apodos que me pones cada día —no parábamos de reír y discutir por sus apodos, llegando a la conclusión que me pondría apodos a mí también, así que optó por llamarlo Smoothy, que es tropiezos así que me caía muy bien, ya que siempre tropezaba cuando íbamos a ingresar a un juego en el parque de Atlantic city.

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