Buch lesen: «¿Qué quiere decir la perseverancia de los santos? »
¿QUÉ QUIERE DECIR
LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS?
Michael A. Milton
Publicado por:
Publicaciones Faro de Gracia
P.O. Box 1043
Graham, NC 27253
ISBN: 978-1-629462-02-8
Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por el autor y la editorial, P&R Publishing, P.O. Box 817; Phillipsburg, NJ, 08865-0817, para traducir y publicar este libro al español.
© 2009 por Michael A. Milton
© Traducción al español por Publicaciones Faro de Gracia, Copyright 2013. Todos los Derechos Reservados.
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© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Todos los derechos reservados.
Contenido
¿QUÉ QUIERE DECIR LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS?
LA DOCTRINA DE LA PERSEVERANCIA DEFINIDA
LAS DISTORSIONES DE LA DOCTRINA DE LA PERSEVERANCIA
LA DEFENSA DE LA DOCTRINA DE LA PERSEVERANCIA
LAS DELICIAS DE LA DOCTRINA DE LA PERSEVERANCIA
ALGUNOS PENSAMIENTOS DE CONCLUSIÓN
RECURSOS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
Otros Tratados de la Misma Serie: Cuestiones Básicas de la Fe Cristiana
¿QUÉ QUIERE DECIR
LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS?
Michael A. Milton
¿Qué es la perseverancia de los santos? ¿Puede un creyente recibir el don de la fe y luego perderlo? ¿Puede uno ser salvo por la sangre derramada de Jesucristo y luego caer en el ateísmo o en el agnosticismo? ¿Es posible para un cristiano caer de la gracia? ¿Qué hay que pensar de los pasajes difíciles que parecen indicar que esto es posible? ¿Y qué acerca de los pasajes que instan a los cristianos a perseverar hasta el fin? ¿Y qué acerca de los casos reales que conocemos, gente que se sentó con nosotros en el banco de la iglesia un domingo pero que se fue y rechazó a Jesús al próximo? ¿Podemos estar casados con el Salvador y elegir divorciarnos de Dios?
Las respuestas a estas preguntas son esenciales para entender la fe reformada. Y para aquellos de nosotros que, junto con el famoso predicador bautista Charles Haddon Spurgeon, creemos que la fe reformada es simplemente el evangelio de Jesucristo,1 debemos rápidamente añadir que las respuestas son vitales para entender el cristianismo bíblico. Como pastor yo sé, a través de innumerables experiencias de primera mano, que estas cuestiones y sus correspondientes respuestas tienen una correlación directa con la vida cristiana. Toda teología es práctica. Toda verdad tiene un impacto en la vida. Esto es lo que Jesús quiso dar a entender cuando dijo: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Existe una libertad que experimentamos cuando aceptamos un entendimiento más profundo de la Palabra de Dios –es un amplio y abierto campo iluminado de vida nueva que puede sanar emociones, remover la mancha de la culpa, dar esperanza para vivir y una gloriosa, santa, desafiante “bendita seguridad” que honra a Cristo frente a la tumba–.
Pero no quiero apresurar las conclusiones. Quiero ir despacio y, si se lo puede imaginar, tomar asiento junto a usted. Esto no es un debate. Hay lugares para ello. Y no voy a “retar” a aquellos que difieren. Más bien, “a la ley y al testimonio” (Isaías 8:20) y “cada uno esté plenamente convencido en su propia mente” (Romanos 14:5). Y también prometo que no habrá pelea. “¿Pelearse los creyentes acerca de doctrina?”, decías. Es extraño, pero sucede. Recuerdo cuando era un niño de diez años en una pequeña escuela de campo en el sur de Luisiana. En el recreo, durante un descanso, yo, un pequeño miembro de la Iglesia Bautista del Sur, empecé a discutir con un chico que era de la congregación metodista local. Y nuestro debate era acerca de esta misma cuestión: si habiendo sido salvo por Cristo, se puede “perder la salvación”. El chico metodista (que con admirable celo seguía devotamente la línea de Mr. Wesley), decía que era posible ser salvo y después perderla, porque la Biblia decía que había quienes formaban parte de la iglesia que desertaron. Yo respondí con un perfecto eslogan de partido: “¡En ninguna manera! ¡Una vez salvo, por siempre salvo!” No me molesté en responder sus afirmaciones acerca de la Biblia. Pero nuestro debate de patio de colegio se calentó. De hecho, en él había más calor que luz. ¡Las disputas del siglo XV no eran nada comparadas con la nuestra! Acabamos peleándonos en el patio y tuvimos que ser separados por nuestra maestra (quien también era mi profesora de escuela dominical). Cuando ella se enteró acerca de lo que estábamos discutiendo nos miró perpleja. ¡O tal vez “nos echó la bronca” es la mejor manera de describir su comportamiento en aquella ocasión! Nos dijo: “¡Vosotros habláis de las cosas de Dios y entonces os peleáis como pequeños paganos! ¿Qué dice esto acerca de ustedes dos?” Bien, dijo mucho. Y ambos fuimos castigados como debimos.
Así que no habrá debate, ni acusaciones, ni peleas. Prometido.
Supongo que usted que está leyendo estas palabras ahora está en una clase para nuevos miembros o una clase para interesados en una congregación local presbiteriana o reformada, o puede estar avanzando en su itinerario espiritual, ahondando más profundamente en la fe reformada, buscando respuestas a las cuestiones más profundas de la Escritura. Tal vez sea usted un hijo pródigo, intentando encontrar su camino de vuelta a casa. Usted no necesita una conferencia o un tomo teológico acerca de esta doctrina para llevarlo a casa, sino que sólo le gustaría tener un amigo –un amigo que se relacione con usted; un amigo que se haya preguntado, tal vez, las mismas cuestiones que ahora usted se está haciendo acerca de la perseverancia de los santos. Tal vez incluso esté buscando a un pastor que le abra la Palabra de Dios para descubrir qué queremos decir cuando decimos que el pueblo de Dios, los que realmente le pertenecen, perseveran para toda eternidad–. Si es así, soy el hombre que busca. O al menos, quiero serlo. Así, si usted quiere, tome asiento. Esto no será demasiado largo, pero espero –pido en oración– que mis palabras le llevarán a descubrir uno de los aspectos de nuestra fe que es de mayor consolación, gracia y belleza que se encuentran en las Escrituras. De hecho, creo que la revelación bíblica de la perseverancia de los santos “…es una doctrina que se encuentra a la base de toda la esperanza que el creyente goza; inspira confianza en el peligro, consuelo en el dolor, socorro en la tentación, y es una “ancla para su alma” en medio de las más violentas tempestades”.2 Creo que la doctrina de la perseverancia de los santos es un don de Dios para nosotros, “la verdad” que nos hará “libres”, dada en Su Palabra con el propósito de cultivar un mayor amor por Dios y una gratitud más profunda a Jesucristo por Su sacrificio en la cruz. Creo que esta doctrina, como todas las doctrinas, lo llevará a glorificar a Dios y gozar de Él para siempre.
Para entender esta verdad bíblica que tanto ha moldeado la fe presbiteriana y reformada, podríamos comenzar considerando varios aspectos distintos de esta doctrina:
(1) Una definición de la doctrina, en la que veremos cómo la Escritura responde a nuestras preguntas; (2) distorsiones de la doctrina, en la que admitiremos que existen ideas populares equivocadas acerca de la perseverancia de los santos; (3) una defensa de la doctrina a partir de la Palabra de Dios, en la que reconoceremos que hay pasajes difíciles e intentaremos interactuar con ellos; y finalmente (4) deleite en la doctrina y gozo en nuestras almas, mientras meditamos juntos acerca de los beneficios prácticos de esta doctrina. Entonces ofreceré en conclusión algunos pensamientos acerca de preguntas comunes relacionadas con la doctrina.
Una nota más. Al escribirle, usaré notas al final, no sólo como un punto de referencia, sino para ilustrar mis afirmaciones con la misma Palabra de Dios en este vital asunto para su alma. ¡Así que no deje de leer las notas al final! Vaya a ellas y donde he proporcionado Escritura, estúdiela, sumérjase en ellas, vuelva a ellas, trate con ellas, ore acerca de ellas, y digiéralas interiormente. No tengo necesidad de razonar este asunto. Más bien dejaré que la plenitud de la Escritura, acompañada por el Autor de esta Escritura, le convenza a usted, como lo hizo conmigo.
¿Cuál es, entonces, la verdad acerca de la doctrina de la perseverancia de los santos?
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