El evangelio político de las religiones y otras propagandas

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El evangelio político de las religiones y otras propagandas
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MAURICIO JAVIER CAMPOS

EL EVANGELIO POLÍTICO DE LAS RELIGIONES
Y OTRAS PROPAGANDAS


Campos, Mauricio Javier

El evangelio político de las religiones y otras propagandas / Mauricio Javier Campos. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-1820-0

1. Religiones. I. Título.

CDD 290

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

PRIMERA PARTE LA INJERENCIA DE LA PROPAGANDA EN LA GEOPOLÍTICA ACTUAL Y LAS IDEOLOGÍAS EXTREMISTAS

I

Préstame tus oídos (Apocalipsis 2, 7)

La violencia, junto a los actos propagandísticos que la complementan, son las señas de identidad más destacadas del terrorismo que busca impactar en el imaginario colectivo, intimidar a la sociedad y forzar reacciones políticas en pos de sus objetivos. La propaganda, el uso y manejo de la información, la desinformación, las falsas noticias (“fake news”), su tergiversación o manipulación y la actualmente llamada posverdad son temas inevitables en el actual contexto global de convivencia con las denominadas “amenazas híbridas” y los conflictos bélicos específicos, regionales y asimétricos. Los ejemplos y matices son inabarcables ante este panorama de intervenciones militares y difusión noticiosa intencionalmente falseada cuyo objetivo es sembrar la duda y dividir a la sociedad a través de las distintas técnicas de la persuasión. Mecanismos o herramientas geoestratégicos utilizados, por citar apenas algunos ejemplos, por grupos de presión, instituciones, medios de comunicación, religiones, movimientos sociales y revoluciones (francesa, bolchevique), partidos políticos, gobiernos, individuos o Estados totalitarios de posturas ideológicas extremas y antidemocráticas, como la España de Franco, la Cuba de Castro, la China de Mao y sus sucesores, la Alemania nazi o la ex-Unión Soviética desde Lenin y Stalin hasta su disolución. No pocos grupos terroristas, insurgentes y de resistencia están vinculados o han derivado de estas circunstancias, sobre todo los actuales Al-Qaeda y Daesh. A través de internet, se puede acceder a las publicaciones y servicios de propaganda de estos grupos, incluso a manuales sobre cómo fabricar distintos tipos de artefactos de variada peligrosidad o aprender tácticas de ataque. Los candidatos por ser captados para su radicalización pueden introducirse en la Deep Web y descargar literatura yihadista o los manuales indicados que pueden encontrarse también en la web visible o pública y, más aún, en la Dark Net o red oscura 1.

Distintos medios de comunicación, webs, foros de discusión y perfiles en redes sociales como YouTube, Facebook, Twitter, Telegram o hasta el chat de las consolas de videojuegos son ejemplos de herramientas útiles para estos grupos, así como la producción de cuidados documentales de muy alta calidad técnica sobre propaganda militar y ejecuciones. Lo audiovisual sirve porque transmite el mensaje, fija y apuntala el dogma cualquiera sea la forma que este adopte (integrismos religiosos, ideologías políticas o sociales, etc.). Acá no hay símbolo que se pueda interpretar, la idea, y sobre todo la imagen, se impone, como en las ya mencionadas ejecuciones de prisioneros llevadas a cabo por Daesh o en la destrucción del patrimonio cultural histórico (sin olvidar el saqueo de reliquias en zonas conquistadas y luego traficadas en el mercado ilegal con el objetivo de obtener financiamiento para la causa), todo esto como símbolo de la victoria alcanzada, el acabamiento de la oposición por medio del terror y el nacimiento de un nuevo orden (Bartolomé, 2018).

Sostiene el consultor político Jaime Durán Barba (2017): “(…) Nuestra mente no solo recuerda lo que ve, sino que a partir de los datos crea nuevas imágenes que complementan su relato”. Una visión explotada por los creadores de las actuales estrategias propagandísticas como el “storytelling” (arte de relatar y contar historias), que seduce, capta y persuade emocionalmente provocando temas en su audiencia (imponiendo agenda), a través de diversos disparadores y la manipulación psicológica, influyendo en la conducta, involucrando voluntades e incitando a la acción. El trasfondo que se persigue es la de cohesionar a las masas en torno a una idea común. Según Domenach (1955), “la propaganda opera siempre sobre un sustrato preexistente, se trate de una mitología nacional (…) o de un simple complejo de odios y de prejuicios”.

El analfabetismo digital de las personas las vuelve vulnerables, al igual que su credulidad ya que erosionan el espíritu crítico a la hora de interpretar la información captada y consumida. Nuevamente Jaime Durán Barba: “Llegamos al siglo XXI con un pensamiento político anquilosado en las creencias” y, casi un siglo antes, señalaba Mussolini: “El hombre moderno está asombrosamente dispuesto a creer”. El diccionario de Oxford, sobre el concepto de posverdad, define a esta palabra como aquella “que se refiere o denota circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. La producción de propaganda y de narrativas falsas también se ve favorecida actualmente por la velocidad y capacidad de diseminación de las nuevas tecnologías. Según el Reporte de Riesgos Globales del Foro Económico Mundial, la desinformación digital es uno de los mayores peligros que se enfrentan en el siglo XXI, ya que “se considera un riesgo para la seguridad global y un factor que busca desestabilizar a la democracia” (Sifuentes, 2018).

Ya desde la segunda mitad del siglo XIX, el poder de la información se constituye en un actor imprescindible utilizado a través de una de sus principales herramientas: el periodismo. Con la expansión del capitalismo, la Revolución Industrial, las innovaciones tecnológicas y el avance en todos los órdenes de la sociedad, la opinión pública demanda mayor información y surgen las agencias de noticias, aquellas organizaciones que a través de sus corresponsales recogen la información in situ y la procesan para distribuirla en los distintos medios de comunicación que la soliciten, previo pago, por supuesto. De aquel período provienen la Agence France-Presse (1835, Francia), la Associated Press (1846, Estados Unidos) y Reuters (1851, Gran Bretaña); ya en el siglo XX, la United Press International (1907, Estados Unidos), EFE (1939, España), Télam (1945, Argentina), la Agenzia Nazionale Stampa Associata (Italia, 1945), la Deutsche Presse Agentur (1949, Alemania) y en los últimos años, Prensa Latina (1959, Cuba), o las más recientes Telesur (Venezuela), Xinhua (China), Sputnik (Rusia) y la cadena Al-Jazeera (Qatar), la más importante del mundo árabe, entre otras.

En las últimas décadas, con la incorporación a la vida cotidiana de los satélites, internet, la telefonía celular, la fibra óptica y las computadoras, se han constituido de forma ya más perceptible las denominadas “corporaciones mediáticas” que aglutinan múltiples radios, periódicos, revistas, televisoras y portales digitales. Estos grupos son muy cuestionados actualmente por imponer su “línea editorial” que aporta información sesgada según sus propios intereses. Así, a través de la manipulación de la información y de una interferencia insidiosa se pueden derribar o ensalzar gobiernos. “Hoy en día la verdad es cualquier cosa que pueda atrapar la atención de la gente”, dice el autor Evgeny Morozov, citado por Sifuentes (2018). “De esto han sabido sacar provecho los titulares de los noticieros y notas en redes sociales, políticos y líderes de opinión, con frecuencia sin importar realmente lo que se diga (…)”. “La historia dice mucho sobre cómo sacar provecho de eso, y las falacias y mentiras para manipular la voluntad popular han sido tan solo una herramienta más para alcanzar objetivos políticos o vender cualquier clase de producto” (Sifuentes, 2018).

Destaca el caso de la empresa consultora Cambridge Analytica (2013-2018), especializada en la recopilación y análisis de datos para la creación de diversas campañas publicitarias y políticas, actividades en las que ejerció notable influencia sobre la opinión pública y los votantes, y por las cuales también enfrentó acusaciones criminales, entre otras, por la filtración y uso indebido de datos personales de Facebook para campañas electorales, violando las políticas de privacidad de la información.

Investigaciones del Parlamento británico revelaron que la compañía diseñó campañas de desprestigio en algunos procesos electorales (por ejemplo, en la Argentina) e influyó en la campaña para la salida del Reino Unido de la Unión Europea.

Sus prácticas incluían la selección parcial y distorsionada de la información, la difusión de noticias falsas (“fake news”), la utilización del periodismo de guerra (o guerra informativa), la manipulación psicológica de la audiencia, la desacreditación de personalidades públicas, las falsas denuncias por corrupción (“lawfare” o guerra jurídica) y el empleo de agentes de inteligencia.

 

Fuente: https://es.statista.com/grafico/amp/11853/la-manipulacion-online-mas-presente-que-nunca/

II Escenarios del odio

(“La paja se quemará con el fuego que no se apaga”, Lucas 3, 16)

La crisis y posterior guerra del Golfo de 1990-1991 incluye lo que puede considerarse un hito en las guerras de nueva generación posteriores a la Guerra Fría: el despliegue mediático llevado a cabo por la cadena CNN sobre dicho conflicto, transmitiendo “en vivo y en directo”. Ese momento histórico crucial y el desarrollo de las nuevas redes precipitó aún más el auge del terrorismo internacional, ávido de puestas en escena espectaculares y golpes publicitarios.

Un caso emblemático es el del pretendido Estado Islámico o simplemente ISIS o DAESH, que en las zonas donde ejerció el control fue brutal a nivel represivo con la instauración de la Sharía, como también destacó por su despliegue mediático y propagandístico a través de las nuevas tecnologías de la comunicación y las redes informáticas: “(…) Internet, el medio de comunicación por excelencia, tiene la capacidad de distorsionar la realidad y minar la confianza en las instituciones (…)”. (Sifuentes, 2018).

Un ejemplo concreto es el del periodista y fotógrafo profesional inglés John Cantlie, colaborador en el aparato propagandístico de Daesh con algunos artículos y videos, entre ellos, la serie Préstame tus oídos, así como el diseño de impactantes “puestas en escena” (plagios incluidos) por parte de aviesos productores de Hollywood cuya participación ya está harto comprobada en las películas filmadas en Raqqa, otrora capital siria del grupo terrorista (Los estudios del terror, 2020).

Sostiene Chamorro (2015) que “el éxito del entramado propagandístico de Daesh se cimienta en el carácter viral de las redes virtuales”. La creación del llamado Cibercalifato, un grupo de crackers afines a la causa del Daesh, ha permitido potenciar las principales actividades de las organizaciones terroristas (captación, reclutamiento, adoctrinamiento, adiestramiento, formación o financiación), para lo cual el Estado Islámico parece estar “priorizando la captación de jóvenes europeos con conocimientos y formación en nuevas tecnologías con el objetivo de alimentar su propio ciberejército” (Chamorro, 2015). La idea del actual Ciber Califato Unido es profesionalizarse en el uso del malware y otras herramientas para realizar ataques más complejos a bancos, empresas, gobiernos y medios de comunicación, así como, en un posible y no lejano futuro, los sistemas que proveen de electricidad, agua, controlan el tráfico o las centrales nucleares, es decir, las actualmente llamadas “infraestructuras críticas”.

Aquella situación ha sufrido un vuelco considerable a partir de la derrota militar de la organización en los distintos teatros de operaciones en los cuales participó (Siria, Irak) y que, socavada toda su estructura, actualmente apenas subsiste dispersa, y más aún después de la investigación llevada a cabo por la Guardia Civil española, y en el marco de una colaboración global de la información obtenida que se compartió con otros siete países, que logró desbaratar en abril de 2018 una de las más extensas redes informáticas de propaganda terrorista del mundo. Con la coordinación de Europol (policía de Europa), intervinieron también las fuerzas policiales de Bélgica, Bulgaria, Canadá, Estados Unidos, Francia, Países Bajos y Reino Unido. De esta manera fueron desmanteladas la agencia de noticias Amaq, la radio Al-Bayan y dos medios digitales, destruyendo en su (casi) totalidad la capacidad propagandista de Daesh. Se suma a todo esto la muerte en 2019 de su líder, el autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi.

Señala el periodista Eric Schmitt que para julio de 2018, “ISIS ha perdido casi todo el territorio que tomó en 2014 en Irak y Siria. Muchos de los líderes de alto rango han sido abatidos, pero los funcionarios advierten que el grupo aún puede recurrir a las redes sociales en busca de adeptos para perpetrar ataques donde quiera que estén”.

Luego de sus derrotas militares en Siria e Irak, Daesh, así como Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), han crecido ostensiblemente en África llegando a la cifra de varios miles de combatientes, siendo el continente africano una de las zonas más atacadas luego de países como Afganistán y los ya mencionados Siria e Irak, y con mayor número de víctimas que Europa. “El terrorismo cambia, pero sigue presente”, señala Schmitt, siempre reagrupándose, como lo hizo el Estado Islámico en 2013, “surgiendo de las cenizas de Al-Qaeda en Irak”. Según advierte el Pentágono en un informe de 2020, el Estado Islámico se está apoderando de franjas de África como lo hizo en Siria e Irak con tácticas muy violentas. Sus actividades abarcan ya 13 países, disputándole territorios a Al-Qaeda.

Por el momento se podría apuntar a que los futuros escenarios se presentan muy complicados o complejos. Más allá de Al-Qaeda, nuevos grupos integristas islámicos surgen o se conforman en redes esparcidas por todo el mundo (por ejemplo, Boko Haram, la red yihadista que opera en Nigeria, Camerún y Chad y que está considerada peor que Daesh), pero es Al-Qaeda la que ha sabido capitalizar esta situación, atrayendo e integrando esos nuevos grupos que están tomando notoriedad.

Al-Qaeda cuenta con presencia en diversas regiones del mundo con más de veinte grupos, en Yemen (su actual base de operaciones), Egipto, Somalia, Mali y parte de Argelia, así como en Afganistán (donde naciera impulsada por Osama Bin Laden), Pakistán, India, otros países de Asia y Rusia. América Latina ha sido copada por Hezbolá, grupo vinculado al crimen organizado y las narcoguerrillas y con amplia difusión ideológica.

Con plena vigencia, el azote terrorista provoca, según las estadísticas de los diversos centros de estudios que siguen sus actividades en el plano internacional, incontables víctimas fatales por año, distribuidas en unos 80 países.

La búsqueda de soluciones para enfrentar este flagelo ha impulsado diversas estrategias contraterroristas adoptadas por entidades como la Organización de Naciones Unidas a través de su Oficina de Lucha contra el Terrorismo y su Plan de Acción para Prevenir el Extremismo Violento, así como el Grupo de los Siete (G7) y el G20 aprobaron paquetes de acciones concretas y prioritarias en apoyo de otras instituciones que incluyen “el incremento del intercambio de información sobre potenciales lobos solitarios; la lucha contra la financiación de las redes terroristas; la eliminación de santuarios; la denegación del uso de internet y redes sociales para actividades de esas organizaciones violentas”, y otras. “Además se le asigna un rol preponderante a la iniciativa privada, particularmente en la revisión y eventual bloqueo de contenidos radicalizados en internet y las redes sociales, y en el desarrollo de un nuevo software que permita realizar esas tareas de manera rápida y eficiente”.

También se han implementado medidas contraterroristas en la red, como la del Proyecto Contra el Extremismo del Foro Global de Internet, cuyo objetivo es eliminar la mayor cantidad de cuentas y restringir las actividades de reclutamiento y radicalización yihadista en las principales redes sociales de internet, y en las que participan Google (YouTube), Facebook, Twitter y Microsoft.

En el caso de Facebook, esta fue cuestionada por su escasa seguridad en un reporte que siguió los movimientos “online” de partidarios del Daesh en alrededor de 96 países y donde se reveló que “aquellos usuarios con tendencias extremistas eran ‘presentados’ de forma rutinaria los unos con los otros mediante la popular función ‘personas que quizás conozcas’ de la plataforma”. Desde el Centro de Eliminación de Facebook, en Alemania, se ocupan de limpiar contenido que viola la ley o las normas de la compañía, desde propaganda terrorista y símbolos nazis hasta abuso infantil. La idea es contrarrestar la desinformación, el discurso de odio y las fallas para salvaguardar la privacidad. La medida ha sido tomada a raíz de la nueva legislación alemana, pero ha suscitado resquemores y suspicacias con respecto a los posibles abusos a la hora de aplicar la normativa y arbitrar sobre la libertad de expresión en la red, determinando qué es lícito y qué no lo es, con una fuerte injerencia del gobierno alemán según sus detractores.

Por otro lado el Equipo de Estrategia Comunicativa para el Este, que pertenece al Servicio de Acción Exterior Europeo, “teme que la intoxicación rusa” y de otras potencias adversas al bloque de países de Europa, “pueda jugar un papel importante en las elecciones europeas” de los próximos años, “en las que se vislumbra la posibilidad de que los partidos antieuropeístas tengan una representación elevada”. En lo que respecta a la Unión Europea, los mensajes de medios adversos “insisten en que el bloque es intervencionista y agresivo, está en decadencia o al borde del colapso”.

La unidad de investigación europea fue creada con los objetivos de “comunicar de manera efectiva las políticas de la Unión Europea, fortalecer el marco de medios de comunicación en los países del Este vecinos y los miembros de la Unión Europea, y detectar, encauzar y tomar conciencia de las actividades de desinformación de actores externos”. Se plantea así la cuestión de la agresión extranjera no militar que involucra y asume distintas formas de injerencia.

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