Rumiar

Text
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa



Editorial Autores de Argentina

Guerrera, Martín

Rumiar / Martín Guerrera. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-0907-9

1. Autoayuda. I. Título.

CDD 158.1

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com

Diseño de portada: Justo Echeverría

Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Prólogo Rafael Keller

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Hebreos 4:12

¿Te has sentido en ocasiones deambulando por la superficie del conocimiento de Dios? ¿Te cuesta conectarte con este Padre del que tantas veces te han hablado?

Creo que todos, en distintos momentos de la vida, hemos experimentado una relación fría y distante con Jesús. Son lapsos de oscuridad donde Su voz se vuelve tenue o casi imperceptible, donde nuestro corazón nos juega una mala pasada y nos hace mirar en la dirección incorrecta.

¡Quizá te identifiques con esta realidad mientras comienzas a leer primeras páginas de este libro! Probablemente sientas que el fuego de tu corazón ya no arde como en otras temporadas, que el primer amor pasó hace ya mucho tiempo. Sin embargo, esto no es definitivo para ti, todos en algún punto hemos atravesado inviernos ¡Pero quiero darte una buena noticia! Aquel que tiene ojos como llama de fuego, el que nunca deja de arder, está saliendo a tu encuentro.

Para salir de la superficie necesitamos profundizar en Su amor. ¿Cómo? ¡Rumiando! Rumiar significa “masticar” y es la esencia de la palabra “meditar”. La vida en Cristo es un universo de nuevos sabores que Él quiere que experimentes, es apasionante y solo está disponible para aquellos que estén dispuestos a cambiar totalmente su dieta y ser saciados, exclusivamente, por la persona de Jesús.

Conozco a Martín hace varios años y reconozco su amor y pasión por Dios y por todo lo que carga Su corazón. Sé que este libro es fruto de una vida profética que siempre ha tenido a Jesús como protagonista.

A través de las páginas dinámicas de este libro podrás encontrar historias y conceptos espirituales y prácticos que comenzarán a cambiar tu manera de ver a Dios. Cada ilustración o testimonio que descubrimos en este libro son una invitación a profundizar en nuestra relación con la persona del Espíritu Santo.

¡Llego el tiempo de ir más profundo! ¡Su palabra viva esta lista para alterar por siempre tu historia! Hay un camino preparado y un jardín totalmente diseñado para ti. No te conformes con el alimento de este mundo ¡La mesa de Papá está servida! Responde a esta invitación y disfrutemos juntos de las delicias que Él nos preparó.

Prólogo Andrés Neznajko

Una vez oí una pequeña historia de un hombre que como trabajo le dieron a cuidar un faro.

Le daban cierta cantidad de aceite al mes para que lo mantuviera encendido y de esa manera, los barcos no encallaran en las rocas del acantilado.

Durante el invierno de ese año se la acerco un anciano y le pidió un poco de aceite, el miro la gran cantidad y no le pareció malo compartir solo un poco con el pobre abuelo, otro día un hombre conocido del pueblo le pidió un poco de aceite para engrasar las ruedas de su carro, este no quiso quedar mal con el conocido y le dio, unas pocas semanas después una madre se le acercó rogándole un poco de aceite para hacerle la comida a sus hijos, al cuidador le pareció bien darle un poco, ya que era una causa noble.

La verdad es que un día el fuego del faro se apagó, en esa noche varios barcos encallaron.

Cuando la empresa lo despidió le dijo: >Se te dio el aceite solo para una cosa; mantener el faro encendido y lo olvidaste>.

En la actualidad encontramos muchísima gente haciendo música, No está mal, pero no es adoración. Luego vemos adoradores de la adoración y solo muy de vez en cuando encuentras buscadores de Dios enfocados en alegrar el corazón del Padre, Martin es un hombre de esos.

Con él nos conocimos en las trincheras, sirviendo entre los más necesitados del creador. Martin nunca se movió un centímetro de la visión que Dios le ha encomendado y de su llamado puntual.

A lo largo de los años vemos pasar tantas modas y tendencias, él nunca se ha dejado llevar por ninguna corriente extraña o teología novedosa que pueda generarle fama de los hombres o mayor exposición, manteniéndose firme en sus convicciones a lo largo del tiempo.

Cuando Martin compone, yo escucho, cuando escribe yo leo. Cuando en sus redes está ministrando digo: >me quedare unos minutos y termino quedándome hasta el final>, ¿sabes por qué? porque siempre tiene algo para decir desde el mismo corazón de Dios. Su testimonio y familia dan cuenta de lo que digo.

En resumen, este libro refleja a Martin tal cual es. No te confundas, no se trata de un libro superficial, esta empapado de una iluminación divina comunicada de una manera tan sencilla, que fue un deleite compartirlo con mi hijo nacho.

Este libro será uno de esos pocos literatos que te van a dejar pensando y harás tuyos sus párrafos para caminar en tu vida cotidiana, tanto, que después de unos años hasta pensaras que son tus pensamientos de sabiduría.

Tu servidor y amigo Andres Neznajko, un aprendiz del Mesías con promedio bajo. @neznajko

Capítulo 1. ¿Cómo mides la grandeza?

De chico dimensionamos todo de otra manera. Al no tener noción de las medidas, las cosas, los lugares, el tiempo, medimos todo por las sensaciones que nos generan, sumado a la capacidad de exagerar todo aún más. No sé si a ti, pero a mí me ha pasado, de poder volver a lugares de mi infancia y da la sensación que cuando vuelves a esos lugares esa percepción es cambiada totalmente: lo que era inmenso, quizás no lo era tanto. Lo que era alto, tal vez hoy ya llegas a tocarlo. Lo que parecía lejos, hoy lo recorres caminando sin cansarte. Todo lo ves diferente. Cuando somos niños, sólo tenemos nuestras sensaciones para medir. No sacamos cuentas matemáticas, ni contamos los metros para saber si es tan grande como nos parece. Solamente lo percibimos grande y eso es lo que se impregna en nuestra memoria. Las sensaciones son nuestro parámetro de medición.

Hoy quisiera que podamos pensar juntos sobre cómo medimos a Dios. Y no creo que lo podamos hacer, pero muchas veces, sin intención, lo hacemos. Quisiera que me acompañes y juntos reflexionemos.

¿Cuán grande es el amor de Dios? ¿Cuán grande es su poder? ¿Cuán grande es su misericordia? ¿Nunca te has preguntado cuán grande es? Como personas finitas tenemos la necesidad de racionalizar todo, y ahí, sin intenciones, empezamos a poner medidas a Dios. Al hacer esto, limitamos el poder de Dios, no porque Él se limite, sino porque limitaremos la fe en su obrar, basado en lo que creemos de su “medida de poder”.

¿Has podido detener con tu mano el mover de la tierra? ¿Has recogido con la palma de tu mano toda el agua de un río? ¿Has podido contar las estrellas del cielo, y detener el tiempo? ¿Has podido contar los cabellos de tu cabeza, parado el viento y detenido el latir de tu corazón? ¿Has dado soplo de vida al barro, detener el poder de un rayo? ¿Has vestido a las flores y dado color a lo que tus ojos solo contemplan? Pero sin dudas, sí has visto las estrellas en el cielo, el agua del río correr, la inmensidad del horizonte que se extiende más allá de lo que podemos ver. Seguro has sentido el latir de tu corazón más de una vez. Dios es grande. Su poder cubre la Tierra, su gloria se esparce por los cielos. Así de inmenso es nuestro Dios y así de pequeños somos nosotros.

Entonces, ¿cómo medimos la grandeza de Dios? ¿Matemáticamente, usando la razón, usando nuestras sensaciones o la que nos ha revelado en Su Palabra?

Que el Espíritu Santo permita en ti la experiencia de sentir la grandeza de este Dios maravilloso que los cielos no pueden contener. Recuerda: no midas a Dios por tus sensaciones, ni tampoco midas a Dios por tu capacidad de razonarlo. Sólo mide a Dios a la luz de Su Palabra. Él es un Dios Todopoderoso, grande en poder y grande en amor. ¿Cuán grande? Grande. Más grande que tus problemas, más grande que tus enfermedades, más grande que tu dolor, más grande que toda tu tristeza, más grande que todo lo que creas que Él no puede cambiar. Él es el MÁS GRANDE. NO LO DUDES.

Capítulo 2. ¿Por qué no crees?

¿Por qué nos cuesta creer lo que nos dice Dios? ¿Tanto nos han mentido? ¿Tantas cosas malas nos han dicho? ¿Qué pasa por nuestra cabeza y corazón cuando Dios dice “Yo creo en ti”?

Desde el momento en que Él ha plantado un sueño en tu corazón, ha confiado y creído en ti... desde ese momento Él te ha dado la capacidad y los recursos para hacerlo. Entonces... ¿qué cosas son las que no te dejan creer? ¿Qué cosas han herido tanto tus oídos que cuando escuchas algo diferente no puedes tomarlo? ¿Qué es eso que te deja inmóvil delante de la misma promesa de Dios?

 

¿Sabes?, no eres el único... Acompáñame a descubrir esto.

Hay grandes hombres de Dios en la Biblia y también en la vida cotidiana que en su punto inicial, justo en ese momento donde Dios les decía, les contaba Su plan... sí, en ese preciso momento de empezar a caminar sobre el mar que no se abría... no creyeron en ellos mismos, y mucho menos en lo que Dios les decía de ellos. Mira a Moisés, Gedeón, Abraham, sino. Pero quiero detenerme sobre todo en un hombre que al día de hoy me asombra.

Lucas 1:5-20 (NVI)

Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista

5 En tiempos de Herodes, rey de Judea, hubo un sacerdote llamado Zacarías, miembro del grupo de Abías. Su esposa Elisabet también era descendiente de Aarón. 6 Ambos eran rectos e intachables delante de Dios; obedecían todos los mandamientos y preceptos del Señor. 7 Pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril; y los dos eran de edad avanzada.

8 Un día en que Zacarías, por haber llegado el turno de su grupo, oficiaba como sacerdote delante de Dios, 9 le tocó en suerte, según la costumbre del sacerdocio, entrar en el santuario del Señor para quemar incienso. 10 Cuando llegó la hora de ofrecer el incienso, la multitud reunida afuera estaba orando. 11 En esto un ángel del Señor se le apareció a Zacarías a la derecha del altar del incienso. 12 Al verlo, Zacarías se asustó, y el temor se apoderó de él. 13 El ángel le dijo:

—No tengas miedo, Zacarías, pues ha sido escuchada tu oración. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. 14 Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán por su nacimiento, 15 porque él será un gran hombre delante del Señor. Jamás tomará vino ni licor, y será lleno del Espíritu Santo aun desde su nacimiento 16 Hará que muchos israelitas se vuelvan al Señor su Dios. 17 Él irá primero, delante del Señor, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos y guiar a los desobedientes a la sabiduría de los justos. De este modo preparará un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor.

18 -¿Cómo podré estar seguro de esto? -preguntó Zacarías al ángel-. Ya soy anciano y mi esposa también es de edad avanzada.

19 -Yo soy Gabriel y estoy a las órdenes de Dios —le contestó el ángel—. He sido enviado para hablar contigo y darte estas buenas noticias. 20 Pero, como no creíste en mis palabras, las cuales se cumplirán a su debido tiempo, te vas a quedar mudo. No podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda.

¿Leíste lo mismo que yo? ¡Es de no creer! Zacarías. Él era un sacerdote. Era un hombre que estaba acostumbrado y conocía la presencia de Dios. Pese a eso Él no creyó y como consecuencia quedó sin voz.

Estos hombres, inclusive Zacarías, son hombres que admiramos por lo que hicieron. Y muchas veces anhelamos ser como ellos. Pero también dudó. Así como Moisés ante la zarza, y Gedeón ante el desafío. Te pregunto: ¿Qué cosas nos cuesta creer? ¿Cuánto hace que Dios te dijo: “Creo en ti”? ¿Cuánto hace que sabes lo que tienes que hacer, pero hay algo que te detiene? ¿Qué es? Te digo la verdad... sé lo que se siente. Yo he peleado ocho años con Dios, diciéndole que lo que Él decía de mí no era cierto. Diciéndole que no. Día tras día le pedía a Dios pruebas y pruebas, y palabras; y Dios en su ETERNO amor me contestaba, y yo aun así sin creer. Hasta que Él me dijo, literalmente: “¿Es ésta tu pregunta? Ésta es tu respuesta”. Y no me quedó otra, creí, comencé a caminar a pesar de ver un mar delante de mí; más que un mar me parecía un océano que me iba a devorar. Pero sin duda, no lo hizo... aún sigo aquí y si hoy tú estás leyendo esto es tan sólo porque un día, después de mucho, decidí empezar a caminar y Él abrió el mar. Si Él te dio el sueño y si lo que quieres es cumplir SU SUEÑO, Él hará todo lo necesario para que tú seas su herramienta. Empieza a caminar, el mar se abrirá. Recuerda, como yo lo hago cada día: “Tú, Dios, crees en mí”.

Capítulo 3. ¿Cuánto hace que no escuchas?

¿Sabías que escuchar no es lo mismo que oír? Escuchar es poner atención para oír algo o a alguien. Por lo tanto debo decidir y accionar para escuchar, mientras que oír, significa percibir con el oído un sonido de lo que alguien dice.

Soy profesor de música en escuelas secundarias, primaria y de nivel inicial, y en los últimos años pude observar una conducta repetida y cada vez más instalada: no escuchar. No importa la estrategia, ni el material, ni el contenido que se ofrezca, los alumnos sólo quieren ser escuchados, quieren hablar, quieren decir... Pero no importa qué decir, el hecho es hacerse escuchar y sobre todo bajo una condición: no escuchar al otro. Sólo hablar, sin importar el de al lado y si es todos a la vez, pareciera que es mejor.

No importa qué dicen, nadie escucha, no pueden, les es difícil hacerlo. No saben hacerlo, creen que su discurso es la mejor opción. Y si miramos a los adultos, esta conducta ¿se repite? Vivimos en un tiempo donde la comunicación ya no es un diálogo, sino un monólogo, donde lo que digo es mucho más importante de lo que el otro tiene que decir. “Deben escucharme, estoy hablando”. La cuestión es que todos piensan lo mismo, nadie escucha. O a veces parecen que están escuchando.

Y siendo reflexivo con esta realidad, pensé. Sí, lo sé, estarás pensando “¿qué tiene que ver esto con la música y con Dios?” Y, la verdad es que

tiene que ver, y mucho. Y me pregunté -y de paso te pregunto-: ¿Con Dios hacemos lo mismo? ¿Cuánto hace que no te sientas a escuchar? ¿Cuánto hace que no paras de hablar y sólo escuchas? ¿Cuánto hace que sólo monologas con Dios? ¿Puedes soportar el silencio de su presencia y sólo escuchar lo que Él tiene para decirte sin importar el tiempo? ¡Uhh, que difícil! ¿No es cierto? El tiempo, ese es otro tema.

La adoración -y no hablo de adoración sólo con música- tiene que ver con eso, con escuchar a Dios, con pasar tiempo en su presencia

escuchando Su voz y también hablando con Él; es saber callar y saber esperar. Es el encuentro de nuestro espíritu con el Espíritu de Dios. Es el tiempo donde no sólo damos a Dios nuestro tiempo, sino algo más personal e íntimo: nuestra alma. Y también donde Él se encuentra con nosotros, nos habla, nos abraza, nos dice sus planes, nos transforma. Es un encuentro, por ende, hay intercambio, hay espacios. El escuchar nos hace productivos. Nos edifica. Nos enseña. Nos hace entender que no es sólo nuestro decir lo que importa. ¿Te pasó alguna vez en que sentiste que tu diálogo con Dios se convirtió en un monólogo personal? ¿Sentiste alguna vez que el tiempo que esperabas para escuchar a Dios era pérdida de tiempo? ¿Te pasó de estar aturdido de tanto escuchar?

La historia de Job es una historia que me intriga, me apasiona y hace pensar mucho. Job estaba en su peor momento, totalmente destruido, vacío, sin nada y casi solo, a no ser por tres amigos que era mejor perderlos. Y decidió hablar con Dios. Bah, parecía un monólogo. Y acá viene algo súper interesante. Mira.

Job 40 ( NTV)

40 Entonces el SEÑOR le dijo a Job:

2 “¿Todavía quieres discutir con el Todopoderoso?

Tú críticas a Dios, pero ¿tienes las respuestas?”.

Job responde al SEÑOR

3 Entonces Job respondió al SEÑOR:

4 “No soy nada, ¿cómo podría yo encontrar las respuestas?

Me taparé la boca con la mano.

5 Ya hablé demasiado; no tengo nada más que decir”.

El SEÑOR desafía otra vez a Job

6 Luego el SEÑOR respondió a Job desde el torbellino:

7 “Prepárate, muestra tu hombría porque tengo algunas preguntas para ti y tendrás que contestarlas”.

Más allá del contexto de Job y su justo planteo, la situación era compleja. Lo que quiero que veas, es que Dios escuchó y escucha. Pero en un momento dijo: “Ahora me toca a mí”. ¿Te imaginas si Dios nos dijera: “Para, ahora quiero hablar yo, y deberás escuchar”?

Quiero invitarte a que puedas pensar si estás hablando con Dios o practicando un monólogo diario. E invitarte a que puedas cambiar y ser parte de una sociedad que sabe escuchar para poder construir, pero también un hijo que escucha la voz de su padre para aprender y conocerlo.

Sie haben die kostenlose Leseprobe beendet. Möchten Sie mehr lesen?