Buch lesen: «Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947»

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Historia A cargo de esta colección: Julio Pinto Vallejos


© LOM Ediciones Primera edición, agosto de 2019 Impreso en 1000 ejemplares ISBN impreso: 9789560010704 ISBN digital: 9789560013460 RPI: 305.249 Las publicaciones del área de Ciencias Sociales y Humanas de LOM ediciones han sido sometidas a referato externo. Fotografía de portada: trabajadores campesinos 1930 Fotografías de portadillas: memoria chilena Diagramación, diseño y correcciones LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 2860 68 00 lom@lom.cl | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile

A nuestros antepasados: las y los campesinos chilenos y pueblo mapuche. A Dafne y Julieta. A las pequeñas Ema y Eloísa y al pequeño Roque.

Índice

  Agradecimientos

  Madre Tierra

  Introducción

  Primera parte

  Así sufre el campesino Presentación Capítulo I Campesinos y campesinas. Rostros y condiciones de vida y trabajo Capítulo II La conquista civil prolongada: Los despojos (siglos XIX-XX) Capítulo III Ibáñez y la tierra: la mesa de tres y cuatro patas

  Segunda parte

  Mi cantar al campesino Presentación Capítulo IV La cuestión agraria en la plataforma política chilena y la formación del Frente Popular (1932-1936) Capítulo V Tiempos de «miedo». Alessandri, la clase terrateniente y la Iglesia Católica ante el avance de la izquierda y el Frente Popular (1933-1936) Capítulo VI Campesinos y mapuche en la campaña presidencial del 38: demandas y denuncias

  Tercera parte

  Carta a los campesinos Presentación Capítulo VII En el advenimiento del Frente Popular: de esperanzas y desesperanzas en el mundo campesino Capítulo VIII Movimiento y demandas campesinas postdecreto antisindicalización Capítulo IX Gobierno y política del fpch para la cuestión campesina Capítulo X La izquierda partidaria (PS-PC) y la cuestión agraria: reforma, movimiento y represión

  Cuarta parte

  ¿Habrá que seguir esperando? Presentación Capítulo XI El momento de la Alianza Nacional Democrática (1942-1946) Capítulo XII Los desafíos de postguerra y la cuestión campesina (1944-1946) Capítulo XIII En los caminos de la patria: desalojo y desinquilinización (1939-1947) A mi Candelaria

  Anexo 1

  Anexo 2

  Anexo 3

  Anexo 4

  Anexo 5

  Bibliografía

Agradecimientos

Agradezco la oportunidad que me brindó el Programa de Investigación ARCIS N°804 para iniciar esta investigación, la que pudo ser continuada y profundizada gracias al apoyo del proyecto de Investigación Fondecyt N°1110285.

Agradezco, asimismo, la valiosa participación en esta investigación de los siguientes colaboradores: al magíster en Historia Nicolás Acevedo y a los profesores de Historia y Ciencias Sociales Renzo Henríquez, Luis Berger y Néstor Espinoza, quienes, a través de su trabajo en el levantamiento de documentación y de sus artículos, libro y tesis, han contribuido notablemente a ampliar y profundizar importantes temáticas relativas al tema en estudio. Asimismo, agradezco a las profesoras y licenciadas en Historia Pilar Santander, Daniela Luque, Daniela Baeza y al sociólogo Felipe Hernández, quienes trabajaron en distintos momentos en el levantamiento de la documentación. Agradezco también a Julieta Gho, cuyo apoyo fue indispensable para el buen desarrollo administrativo de los dos proyectos de investigación, realizando, un acucioso trabajo de seguimiento de prensa para la confección de numerosos cuadros que nos sirvieron de soporte al estudio, algunos de los cuales anexamos. Mis agradecimientos especiales a la doctora en Literatura Ana Lea Plaza, por sus gratas conversaciones y asesoría literaria y su apoyo documental desde la capital.

Estoy muy agradecida también del personal de la Biblioteca Nacional y del Archivo del Siglo XX por su atento y diligente servicio en las diferentes secciones en que trabajamos levantando la documentación requerida: Sala de Periódicos, Sala de Investigadores, Hemeroteca y Archivo.

Finalmente, quiero agradecer al Instituto de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile por brindar el mejor apoyo logístico, humano y académico para la realización de este estudio histórico. Deseo agradecer especialmente al director del Instituto, Fabián Almonacid, por su apoyo constante y por haberme facilitado relevante documentación para esta investigación; al secretario académico Tolentino Espíndola, por su apoyo diligente e indispensable; asimismo, a la pro-decana de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Karen Alfaro; al director de la Escuela de Historia y Ciencias Sociales del Instituto, Robinson Silva, y a los colegas Max Cortés y Yerko Monje, por las conversaciones y el nutrido intercambio de ideas sobre los problemas que surgen de esta y otras investigaciones que giran en torno a nuestro común interés por la comprensión histórica de nuestra sociedad.


Retrato de familia junto a su rancho en Olmué / Fuente: memoria chilena

Madre Tierra

Glosa Siendo la tierra la madre De toda la humanidá Hay gente desheredá Sin un perro que le ladre; Y no es por hacer alarde, Es que para mi entender Nuestra tierra debe ser Para hacerla producir Y así con gusto decir Oh, qué bonito es tener. ··· Hoy la tierra está atrapada por un grupo de hacendados que todo han acaparado sin dejarnos della nada; es una grande bandada de cuervos que mantener ellos tienen el poder y nos tienen aplastados no saben lo que es arado y sembrar para comer.

Miguel Luis Castañeda1

1 Diego Muñoz (selección), Poesía Popular Chilena, Santiago, Editorial Quimantú, 1972, pp. 107-108.

Introducción

El Amo no es el hombre verdadero, no es sino una etapa. Es aún un obstáculo, no será jamás «satisfecho» (befriedigt) por el reconocimiento, pues sólo esclavos lo reconocen. Es el esclavo quien devendrá hombre histórico, hombre verdadero (…)2. Hegel-Kojève

Atardecía en la primavera de 1940 en Chimbarongo, pueblo rural del valle de Colchagua, regado por el río Tinguiririca. A pesar de haber consumido ya la jornada de trabajo de ese día viernes 8 de noviembre, Luis Zelada se subió a una camioneta de la Oficina de Caminos de ese pueblo, acompañado de Miguel Ángel y Pedro Céspedes, dirigentes sindicales de la CTCH de San Fernando y de un campesino guía, con el fin de asistir a una reunión con los trabajadores agrícolas del Fundo Santa Isabel. Inquilinos y voluntarios de ese fundo habían solicitado su asesoría como inspector del Trabajo de San Fernando para la correcta y legal presentación de un Pliego de Peticiones (P/p) al patrón Julián Aguirre, propietario del predio. Esa tarde de viernes se juntarían en la casa de uno de ellos, ubicada al interior del mismo fundo, para elaborar un petitorio.

Eran las 20 horas cuando el chofer de la camioneta tomó la ruta hacia el este que conducía a su destino, observando los fundos colindantes que se sucedían: Mariposa, Santa Eugenia, La Carlina, San Antonio… En el trayecto, el grupo de la camioneta se cruzó con un huaso a caballo, al que el trabajador que les guiaba identificó como el hijo del patrón, Román Aguirre. Se detuvieron al llegar a la falda de un cerro que impedía a la camioneta seguir avanzando. Ahí la dejaron en espera, custodiada por su chofer, mientras Zelada y sus acompañantes siguieron a pie hasta alcanzar la casa del trabajador «voluntario» José Manuel Araya, donde les esperaban para efectuar la reunión. Ya eran las 9 de la noche cuando llegaron y de inmediato se levantó acta legal de la reunión que congregaba a 28 inquilinos y voluntarios, estampando en un pliego su demanda de aumento de jornales y mejoramiento de sus condiciones de vida, verificando Zelada que dicho acto hubiese cumplido con el protocolo exigido por la ley. Pasadas las 11 de la noche terminó la reunión, caminando el inspector y acompañantes durante veinte minutos a pie y a oscuras de regreso hacia la camioneta, portando las copias del acta y Pliego bajo el brazo, las que debía presentar el día lunes a la Junta de Conciliación de San Fernando.

En el trayecto de regreso, el chofer Aravena les relató que, mientras les esperaba, se le había acercado aquel huaso a caballo con quien se habían cruzado en el camino. «–¿De quién es el bicho que maneja?», le había preguntado. «–Buenas tardes. Este vehículo pertenece a la Oficina de Caminos de San Fernando y está siendo ocupado ahora por uno de los jefes de la Inspección del Trabajo y dirigentes sindicales, que tienen una reunión con el personal del fundo», había respondido Aravena.

En plena noche la camioneta avanzó de regreso, camino abajo… de pronto topó con un portón cerrado con candado que les impedía continuar. Se bajaron. Llamaron por los alrededores y golpearon la puerta de una casa cercana, de la que salió una voz informándoles «que los patrones habían salido llevándose la llave y que regresarían posiblemente en una hora más». Así, no les quedó más que esperar…

Pasada la medianoche, vieron acercarse unos bultos con linterna llegados en un automóvil. Zelada se bajó rápidamente con el fin de identificarse reparando, con abierta sorpresa, que se trataba de varios carabineros armados, encabezados por el hijo del patrón, Román Aguirre. Ante esta oscura escena, el inspector pudo darse cuenta de que el cierre de la puerta no había sido «un acto casual, sino un acto premeditado, una especie de secuestro, para lograr entregarnos a Carabineros en calidad de sospechosos, violadores de la propiedad privada». Considerando que lo que sucedía constituía un «flagrante atropello» a su dignidad funcionaria, máxime cuando se hallaba allí en «un acto de servicio», Zelada increpó a Aguirre, quien, a su vez, enrostró a Zelada el hecho de haber «entrado sin permiso al fundo, al cual podía impedirse la entrada de personas extrañas, y que venía a hacer política». Ante esta acusación, el inspector Zelada aclaró al patroncito que él no estaba obligado a pedir permiso para transitar en un camino abierto que colindaba con el fundo «Santa Isabel», y que él no era un «extraño», sino un funcionario del Trabajo en servicio que no había venido a su fundo, sino a la casa del voluntario José Manuel Araya, donde se había efectuado reunión, no con fines políticos, sino para la presentación de un Pliego de Peticiones (P/p) «por las vías legales, evitando así una huelga ilegal o cualquier acto que viniera a entorpecer las labores del fundo».

Uno de los carabineros armados, vestido de paisano, dijo a Zelada que concurriera a la tenencia de Chimbarongo a explicar al teniente Renom lo ocurrido. Subieron a la camioneta los cuatro carabineros armados, llegando los dos vehículos a la tenencia avanzada la madrugada, donde Zelada conversó con el teniente Renom, quien se hallaba enfermo. Este le dijo al inspector que había acudido Aguirre allí «en demanda de auxilio por temer algún asalto de unos desconocidos que se hallaban en su fundo en una camioneta», ante lo cual no había podido sino acceder a su petición de una fuerza policial. El inspector, en presencia de Aguirre, le relató al teniente los motivos de su concurrencia al fundo Santa Isabel, cual era el de la «legalización de un Pliego de Peticiones», apoyo que consideraba necesario «dado el régimen de terror implantado en el fundo por el Sr. Aguirre». Encarando directamente a Aguirre delante del teniente, el inspector lo culpó de querer «tomar represalias en contra de funcionarios del trabajo» y de que su «secuestro» y su traída a la tenencia con carabineros armados no era sino una «venganza» en su contra «por la multa a que se le había condenado en julio pasado por la visitación que se le había hecho no hacía mucho al fundo»; que la reunión que había sostenido con el personal «no podía tener otro origen que el querer sacarlos del estado de miseria y explotación en que se les tenía sumidos».

Eran ya la una veinte de la madrugada cuando todo esto ocurría en la tenencia de Chimbarongo, retirándose finalmente el inspector luego de recibir las excusas del teniente. Esa noche estuvo decidido a pedir de sus superiores una demanda criminal en contra del patrón Aguirre3.

*

He aquí algunos de los principales personajes de una obra que se desarrolló en casi todas las localidades y territorios del cuerpo de Chile, en un momento histórico muy significativo, cuando se dieron especiales condiciones políticas para su escenificación. Se trató, a nuestro juicio, de un momento en que ciertos personeros –gremiales, políticos y/o administrativos– se comprometieron a levantar las bases para una posible «construcción social de la nación»4, entendida aquí como la generación de una democracia real a través de la acción de apertura de aquellos enclaves privados que se encontraban cerrados y sustraídos a las leyes del Estado de Derecho nacional. Creemos que estos sujetos comprendieron que la «democracia» consistía tanto en el sufragio libre como en la incorporación de lo «social-privado» a lo «social-público»: una esfera donde todos los ciudadanos debían participar de los beneficios socialmente producidos y de las acciones político-culturales modernas en pos de la construcción histórica de su vida y su comunidad en el seno de la nación. La misión emprendida por estos sujetos tras este objetivo nacional democrático no era fácil de realizar: accionar la apertura legal al Estado de Derecho del campo privativo de los latifundios chilenos y, por consiguiente, generar la democratización de la sociedad campesina que laboraba al interior de dicho enclave a-legal, fue una tarea casi heroica…; fue una lucha que algunos sectores de la época en estudio, a nivel discursivo, asemejaron a los actos y objetivos de la independencia nacional anti colonial, cuya energía emancipadora entraba ahora a la propia intimidad del valle y la montaña del Chile profundo.

Pero no se trata solo de agentes externos al latifundio realizando esta tarea democratizadora. La trama de esta obra y de este estudio alcanza su clímax cuando trabajadores agrícolas comienzan a despertar a la realidad de su humanidad, es decir, de su libertad: a levantar cabeza y mirar de frente, a conocer de sus derechos sociales, a constituirse en cuerpos Sindicatos y a hablar a través de sus Pliegos de Peticiones (P/p) ante el patrón de fundo; es decir, a tomar conciencia de sí. Fueron muchos los trabajadores e inquilinos que arriesgaron su casa, su vida y la de los suyos, como expresión de la politización generada en el seno de las relaciones sociales en el agro chileno que, en esos tiempos de Frente Popular y gobiernos radicales, encontrará un momento político propicio para su manifestación. Se activaba la primera fase de un «movimiento campesino»: cuando los trabajadores, superando su aislamiento, se constituyeron en colectivo en cada fundo, instalando su Texto-Pliego de Peticiones en las oficinas del Trabajo de los pueblos aledaños, saliendo a la luz en la prensa de izquierda, que actúa como caja de resonancia de su movimiento dado en la intimidad de la hacienda. La lucha fue larga, intensa, plena de obstáculos, pero no menos decisiva como momento preparatorio para nuevas fases emancipatorias por venir: «La mayor vinculación con la sociedad nacional de estos campesinos culmina al madurar una conciencia que los capacita para ejercer sus derechos a pesar del riesgo de una confrontación con el grupo dominante. Pero esta capacidad de antagonismo emerge después de una larga lucha, restringida, en sus primeras etapas, a modificar sus condiciones de vida»5.

Lejos estamos de plantear que los trabajadores-campesinos de fundos y haciendas experimentaron su despertar-de-conciencia (realizando articulaciones de sus cuerpos y levantando textos demandantes) como fruto de un proceso espontáneo, natural y autónomo. Es como si un árbol, pisoteado y doblegado mil veces, pudiera levantar nuevamente su ramaje si no hubiese quien le diese el soporte, la protección, el espacio y el cuidado para su renovado crecimiento y expansión. Los campesinos chilenos y latinoamericanos, oprimidos ancestralmente por la bota de la conquista colonizadora, necesitaron, para su despertar, quien les acompañase en ese proceso, quien los indujese a levantarse, quien les prestase su propia voz y cuerpo.

Alcanzando las lejanías y atravesando los enclaves social-privados, los partidos de izquierda, algunos funcionarios estatales del Trabajo y los dirigentes sindicales, acuden al llamado denunciante de los campesinos, «visitando» fundos y haciendas, realizando inspecciones y capacitaciones, y apoyando directamente a aquellos trabajadores campesinos que tomarán la delantera en la nueva audacia, como el obrero José Manuel Araya, quien presta su casa para la mencionada reunión vespertina. Los campesinos de fundos y haciendas, en esta hora histórica, no están solos. Allí han acudido, en vehículo, a pie y en medio de la noche, la autoridad local del Trabajo y los dirigentes sindicales de la zona. Zelada y los señores Céspedes, portando el texto de la Ley y la solidaridad del cuerpo sindical obrero de la ciudad, se hacen presentes ante el llamado de los trabajadores habitantes del Chile profundo, tierra adentro, caminando hasta el pie de la montaña, cerrando la puerta del rancho por dentro con sus propios cuerpos. Les asiste la profunda convicción de su misión histórica: construir democracia a través del despertar-de-conciencia campesina acerca de su derecho legal a la organización y a la presentación de demandas tendientes a liberarles de su secular sujeción-por-conquista y a mejorar las deplorables condiciones de vida y trabajo en que se hallaban sumidos. Estas autoridades ponen al servicio de esta tarea democratizadora las Oficinas del Trabajo locales, donde comienzan a operar los procedimientos legales que legitiman la demanda social, ofreciendo a los campesinos y patrones los dispositivos legales para su formulación y respuesta. Por su parte, la Central de Trabajadores de Chile (CTCH) y los partidos de izquierda de ese entonces fomentan la solidaridad gremial urbana, mientras ponen al servicio del campesinado la prensa crítica para sus denuncias y la representación parlamentaria para su protección.

En otras palabras, los campesinos, especialmente los que habitaban y trabajaban en fundos y haciendas, estuvieron acompañados en esa hora crucial desde las distintas instancias del «Estado ampliado» (Gramsci): autoridades del Trabajo, partidos de izquierda (PC. y PS.), organizaciones gremiales obreras (CTCH) y parlamentarios de la «bancada de izquierda» actuarán como «intelectuales orgánicos» que realizarán una mediación militante entre los trabajadores agrícolas y las instituciones gubernativas y legislativas, así como a nivel de la sociedad en general. Muchas prácticas abusivas –tanto las relacionadas con las malas condiciones de vida y trabajo, como los actos de usurpación de tierras a pequeños campesinos, colonos e indígenas, así como los desalojos de campesinos habitantes de la hacienda– serán denunciadas por la prensa frentista y de izquierda, la que visibilizará por escrito ante el país y la historia cada uno de los abusos cometidos.

Aún más, los patrones agrarios tendrán que aceptar la intromisión en «su propiedad» y «sus» asuntos de autoridades del Trabajo, las que, a menudo, revisarán las condiciones y la legalidad de sus relaciones contractuales con los trabajadores agrícolas y actuarán de intermediarios en los conflictos suscitados. Asimismo, los patrones tendrán que «sufrir» la constante vigilancia de los parlamentarios de izquierda, que tomarán activa parte en la defensa del campesinado. Estos intelectuales orgánicos harán una intervención ampliada en todos los campos de la realidad y, especialmente, en el ámbito agrario y directamente con el campesinado, con el fin de otorgar la protección legal, política y gremial que permitiese democratizar el enclave social-privado del latifundio, abriendo las compuertas para la manifestación de la demanda campesina, ancestralmente encerrada, oculta, acallada… La función mediadora democratizadora de estos «intelectuales orgánicos» se expresó, en definitiva, en el acto de prestación al campesino de su palabra y de su rostro para el levantamiento del suyo propio. Si bien esta función mediadora democratizadora no será suficiente para remover la ancestral estructura de la dominación patronal, ella permitirá develar claramente esa dominación y, al mismo tiempo, dará luz verde a la expresión del oculto deseo campesino de su emancipación en Chile.

Este estímulo político dado a la demanda campesina, y su respuesta organizativa y movilizadora, nos revelará la presencia histórica de lo que identificamos como una fase de despertar de la conciencia campesina chilena en torno a su dignidad y sus derechos. «Despertar de conciencia» como primera manifestación de su sujeto histórico en tanto acción de aprendizaje democrático y ensayo de su «identidad trabajadora» en el seno de la nación: capaz de identificarse entre sí, de articularse y de reclamar «derechos sociales» ante el rostro de su otro-patrón, a imitación de la clase trabajadora urbana, la que actúa como su «espejo»6. Este despertar de conciencia campesina se expresa, por un lado, en sus textos-P/p que inscriben en materia-papel su demanda estampada con la huella de sus manos, sembrando el suelo de Chile con cientos, miles de demandas de mejoramiento campesino como testimonio de la presencia de su conciencia crítica, capaz de arriesgar su vida. Asimismo, dicho despertar-de-conciencia se expresó en la conformación de muchos cuerpos-sindicatos, legalmente constituidos (aunque arbitrariamente impedidos), capaces de generar dirigencia y habla propia, reforzados por los mencionados intelectuales orgánicos y sus apoyos institucionales y políticos.

Textos-P/p y cuerpos-Sindicatos que a borbotones se constituían apenas inaugurado el gobierno del Frente Popular (1939 y años siguientes). Surgían como figuras nuevas que comenzaban a habitar los predios como poderes en busca de su otro-patrón como un igual en tanto «otro», demandándole el reconocimiento de sus derechos, pronunciándolos uno a uno: jornales, horarios, alimentación, casas dignas de su condición humana. Se levantaron de norte a sur, como textos y cuerpos solidificados al atardecer de los predios, exhibiendo al viento el rostro cansado, pronunciando su nombre colectivo («Sindicato de la hacienda X», «Comité de Pliego del fundo X»), firmando con la huella de sus pulgares y estampando los papeles de sus demandas con marcas al rojo lacre que sellaban en el sobre el color de su conciencia nueva. Textos-P/p y Sindicatos que serán capaces de romper con los antiguos hombres fragmentados, herramientas de trabajo silenciosas, manipuladas al antojo de otras manos. Poco a poco iba despertando, desde su autorreconocimiento, una proto-clase campesina chilena, atreviéndose a levantar rostro y a pronunciar palabra.

Este es uno de los nudos de la trama de esta historia: el momento en que, surgiendo las condiciones legales y políticas para una posible refundación democrática de la nación, se logran configurar y densificar conciencias campesinas como cuerpos-pliegos-de-peticiones y como negados cuerpos-sindicatos que aprenden a hablar de sí y a demandar su reconocimiento, arriesgando su vida7. Nuestro estudio busca mostrar y acompañar este despertar-de-conciencia campesina que, en este especial momento, toma expresión concreta a través de estas manifestaciones de «autonomía» respecto de la ancestral subordinación patronal.

¿Cuál fue la respuesta que diseñó y accionó la clase patronal agraria ante lo que denominó «agitación en los campos»? Calificando como inapropiada «invasión a su propiedad» el discurso y la práctica organizativa y reivindicativa del mundo obrero por parte del campesinado, la clase patronal agraria se verá obligada a responder, muy a regañadientes, a las demandas puntuales anuales de los trabajadores campesinos (Pliegos de Peticiones), pero se negará terminantemente a reconocer y aceptar la conformación de sindicatos campesinos en sus predios: negación que se expresará en el fuerte sello represivo y antidemocrático con que actuó la clase terrateniente y los propios gobiernos radicales en la época que estudiamos.

¿Por qué este temor y negación patronal del sindicato campesino, una figura legitimada por el derecho nacional e internacional, por la ley laboral y por la sociedad urbana de la época? ¿Por qué el no reconocimiento, la ira destemplada y la violencia con que una mayoría de patrones de fundos actuó sobre aquellos trabajadores que se constituían en sindicato? Es una pregunta que surge a todo lo largo del estudio realizado; pregunta planteada tanto por los testigos de la época como por nosotros mismos.

Desde una perspectiva histórico-dialéctica, quisiéramos plantear que la negativa patronal del sindicato campesino se comprende como su temor a reconocer al campesino como un sujeto-otro libre: con reconocimiento legal, legitimado fuera del ámbito de la propiedad privativa patronal y con capacidad y fuerza para actuar, en un plano de semejante, en el campo-de-poder hacendal, donde el patrón, desde la Conquista, ejerce ancestral y unilateralmente su presión y autoridad. El sindicato campesino era la encarnación de este otro-sujeto-libre que expresaba la negación del orden de «dominación por conquista» que había conferido al latifundista y encomendero un poder social privativo y unilateral, legitimado por el Estado y afincado en la tierra de su dominio. El sindicato-campesino era un «cuerpo extraño» a esta relación de dominación por conquista, que amenazaba el «pacto de subordinación» en los campos chilenos.

Ante esta «amenaza», los patrones como el señorito Román acudirán presurosos a su brazo armado, las policías de los pueblos y localidades, quienes prestarán su cuerpo y sus armas a la protección del patrón de fundo. Acto seguido, acudirán los señores a La Moneda, como el patrón Julián Aguirre, exigiendo decretos prohibitivos, garantías, resguardos y seguridades, todo lo cual el gobierno de turno les concede como remedio a sus pesadillas. Finalmente, el patrón tenderá a reeditar el acto del conquistador colonial: mandará des-alojar al campesino-nativo-americano de la tierra, negando su derecho-de-habitar originario, negando la identidad y dignidad de la familia campesina y de los trabajadores de fundos y haciendas.

La conciencia de clase patronal siente miedo, se siente amenazada por la otra conciencia oprimida despertando, levantándose en medio de la noche… y entabla una fuerte «lucha de (su) clase» a nivel ampliado en pos de la defensa de su interés: a nivel político y gremial, a nivel de los aparatos culturales y legislativo-reglamentarios, mientras actúa, con severa frialdad, negando radicalmente la proto-clase-campesina que labora y habita en sus predios, expulsándola y amenazando su vida y la de los suyos. Los patrones también vivieron, entonces, un momento importante de configuración de su conciencia patronal conquistadora, densificándose en cuerpos refortalecidos, contundentes, aglutinados a nivel nacional, entablando –a nuestro juicio– una abierta lucha de clases/terrateniente que se expresa en aquel acto de negación de su otro-trabajador campesino: negación de su «reconocimiento» (Hegel) como otra conciencia y como un-otro al que le asiste el derecho legal de constituirse como cuerpo-conciencia libre.

En suma, quisiéramos plantear que en la tierra chilena en tiempos del FPCh, se despliega una desigual «lucha de clases terrateniente / lucha por el reconocimiento campesino»: el propietario agrícola se manifiesta como una clase patronal propiamente tal, desencadenando una lucha de su clase contra el otro-cuerpo-conciencia-campesina que pugna, a su vez, por el reconocimiento de su vida y su libertad. Lucha desigual en la que el campesinado, al intentar ejercer su derecho social y legal, debe arriesgar su propia vida y la de los suyos: la clase patronal, al rechazar este ejercicio de derecho y de poder campesino, realiza una negación total y radical del mismo, especialmente en su figura inquilinal, despojándolo de su casa o de su habitar, echándolo a los caminos de la patria con sus mujeres, sus guaguas y sus niños como castigo.

La trama central a exponer intenta permitirnos asistir («historiográficamente») al momento crucial del nacimiento de una relación social consciente en el campo chileno, en la que, como nos enseña Hegel, una conciencia-dependiente-campesina se presenta de cuerpo visible y manifiesto frente a su otro: una conciencia-independiente-patrón con la que entabla una «lucha por el reconocimiento» de su propia condición de conciencia-cuerpo libre y autónomo. El movimiento hacia este reconocimiento comienza cuando «un individuo surge frente a otro individuo», rompiendo la pura certeza de sí, reconociendo al otro y autorreconociéndose a sí mismo en esta otredad. Relación de sí en el otro que es «al comienzo, desiguales y opuestos y su reflexión en la unidad no se ha logrado aún (...): una es la conciencia independiente que tiene por esencia el ser para sí, otra la conciencia dependiente, cuya esencia es la vida o el ser para otro: la primera es el señor, la segunda el siervo». Este reconocimiento de su condición de opresión desde su relación con el otro que le oprime, constituye un desafío que, arriesgando su vida y la de los suyos, gatilla el movimiento de la lucha por su liberación8. Arriesgando su vida, sí… pues esta construcción de su conciencia-campesina como-cuerpos-sindicato le costará, casi, la vida: el des-alojo de la «tierra» o la expulsión de la tierra donde Somos.