Leer antes

Text
0
Kritiken
Leseprobe
Als gelesen kennzeichnen
Wie Sie das Buch nach dem Kauf lesen
Schriftart:Kleiner AaGrößer Aa

LEER ANTES

CRÍTICA LITERARIA

EN SUPLEMENTOS CULTURALES

Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans

http://www.uv.es/bibjcoy

Directora

Carme Manuel

LEER ANTES

CRÍTICA LITERARIA EN SUPLEMENTOS CULTURALES

Márgara Averbach

Biblioteca Javier Coy d’estudis nord-americans

Universitat de València

Leer antes: crítica literaria en suplementos culturales © Márgara Averbach

1ª edición 2015

Reservada todos los derechos

Prohibida su reproducción total o parcial

ISBN: 978-84-9134-172-7

Imágenes de cubierta: Tam Painé Ciai

Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

Publicación de la Universitat de València

http//puv.uv.es publicacions@uv.es

Edición digital

A mis padres, que me regalaron la lectura,

esa habitación infinita en la que esperan mundos,

ideas, personas y palabras.

A Odino, Selva, Tamara, Dante,

que me escucharon leer en el auto en los viajes.

Índice

INTRODUCCIÓN

NOTAS PRINCIPALES

ENTREVISTAS A ESCRITORES

Prólogo

NOTAS

Amos Oz: el hebreo como instrumento musical

E. Annie Proulx: casi nadie escribe sobre el campo

Michael Cunningham: la novela es política

Joyce Carol Oates: la literatura significativa es política

José Saramago: “Atención, este libro lleva una persona dentro”

Reinventar el idioma del enemigo: escritores amerindios estadounidenses contemporáneos

Petros Markaris: “La globalización de la economía creó la globalización del crimen” y “Un escritor suelto en un país en crisis”

CULTURA, LITERATURA, CINE, TELEVISIÓN

Prólogo

NOTAS

Dos modelos de país para los Estados Unidos: crisol de razas y multiculturalismo

Arte y política versus arte o política

El jardín de los senderos que se bifurcan: la novela estadounidense del siglo XX

Los géneros populares: las ideas van y vienen

Literatura estadounidense: lo que hay detrás de una lista de nombres

Voces diferentes: escritores amerindios de los Estados Unidos

Mundos femeninos: las escritoras de la ciencia ficción y la fantasía

Libros de Historia y libros de ficción: dos formas de contar la Historia a los chicos

La visión y la ceguera: literaturas sobre Europa

La tentativa de Robbe-Grillet

José Saramago: hacia el No

Talima Nasrim: hay que pelear

Patricia Highsmith: palabras pegajosas como telas de araña

Juego de tronos: dos lenguajes para una serie política de fantasía

Django sin cadenas: el western burlado, trasladado y revisado

CRÍTICA LITERARIA

Prólogo

GÉNEROS POPULARES

Prólogo general

POLICIAL

Prólogo

NOTAS

El hombre inquieto, Henning Mankell

Aurora boreal, Asa Larson

La canción de los misioneros, John Le Carré

Una verdad delicada, John Le Carré

Liquidación final, Petros Markaris

Pan, educación, libertad, Petros Markaris

El secreto de Christine, Benjamin Black

Destino: la morgue, James Ellroy

Noches de Hollywood, James Ellroy

Perdida, Gillian Flynn

Heridas abiertas, Gillian Flynn

La escena final, Ed McBain

Un cadáver para la boda, Ruth Rendell

El caso Brown, Walter Mosley

El secreto de Mary Swann, Carol Shields

Mientras nieva sobre los cerros, Michael Guterson

WESTERN

Prólogo

NOTAS

Donde los ríos cambian su curso, Mark Spragg

Brokeback Mountain, E. Annie Proulx

La mujer de nieve, Kathryn Harrison

CIENCIA FICCIÓN/FANTASÍA

Prólogo

NOTAS

Ciencia ficción

De la ceniza volverás, Ray Bradbury

Cuerpo divino, Theodore Sturgeon

Planos paralelos, Ursula K. Le Guin

El relato, Ursula K. Le Guin

Un pescador del mar interior, Ursula K. Le Guin Fantasía

La maldición de Chalión, Lois McMasters Bujold

Saga: Anales de la Costa Occidental, Ursula K. Le Guin

 

Saga de los Confines, Liliana Bodoc

Memorias impuras, Liliana Bodoc

Oficio de búhos, Liliana Bodoc

NO FICCIÓN

Prólogo

NOTAS

Fotocopias, John Berger

Escribir y ser, Nadine Gordimer

Ojos imperiales, Mary Louise Pratt

¿Qué han hecho con mi país?, Michael Moore

Sobre el estilo tardío, Edward Said

Cuestión de énfasis y Al mismo tiempo, Susan Sontag

Ante el dolor de los demás, Susan Sontag

Esclavos en la familia, Edward Ball

Mi querida Cassandra, Jane Austen

EL MUNDO TAMBIÉN ESCRIBE

Prólogo

NOTAS

Europa

Caín, José Saramago

El cuento de la isla desconocida, José Saramago

El viaje del elefante, José Saramago

Memorial del convento, José Saramago

Levantado del suelo, José Saramago

Todos los nombres, José Saramago

Comedia infantil, Henning Mankell

Tea-bag, Henning Mankell

El lector, Bernard Schlink

Mondo y otras historias, J.M.G. Le Clézio

De A para X, John Berger

Un hombre afortunado, John Berger

G., John Berger

Asia

Lo que el cuerpo recuerda, Shauna Singh Baldwin

El suelo bajo sus pies, Salman Rushdie

El viaje de Mina, Michael Ondaajte

Divisadero, Michael Ondaajte

Bollywood, Sashi Taroor

África

Atrapa la vida, Nadine Gordimer

El conservador, Nadine Gordimer

Americanah, Chimamanda Ngozi Adichie

América del Sur/Argentina

Letargo, Perla Suez

Noticias secretas de América, Eduardo Belgrano Rawson

Vamos fusilando mientras llega la orden, Eduardo Belgrano Rawson

Las bocas del tiempo, Eduardo Galeano

Espejos, Eduardo Galeano

Estados Unidos

Prólogo

Autores WASP

Musgos de una casa parroquial, Nathaniel Hawthorne

La institución smithsoniana, Gore Vidal

Pájaros de América, Mary McCarthy

Venecia observada y Piedras de Florencia, Mary McCarthy

Un hombre en la oscuridad, Paul Auster

Sunset Park, Paul Auster

Un as en la manga, E. Annie Proulx

Postales, E. Annie Proulx

Los crímenes del acordeón, E. Annie Proulx

El matrimonio amateur, Anne Tyler

Un mundo roto, Anne Tyler

La ternura de los lobos, Stef Penney

Las maravillosas aventuras de Lidie Newton, Jane Smiley

El mundo de Larry, Carol Shields

Dejarlo todo, Carol Shields

Cruzando el paraíso, Sam Shepard

Rompenubes, Russell Banks

Noches azules, Joan Didion

La última noche en Twisted River, John Irving

Personas como yo, John Irving

Pequeños reinos, Steven Millhauser

Edwin Mullhouse, Steven Millhauser

La revolución tecnológica, William Burroughs

La interpretación del asesinato, Jeb Rubenfeld

La saskiada, Brian Hill

Madreperla, Melinda Hayes

El amante de los caballos, Tess Gallagher

Cuentos reunidos, William Faulkner

Secretos de hermanas, Cammie McGovern

El afinador de pianos, Daniel Mason

Minorías

Amor, Toni Morrison

Una bendición, Toni Morrison

Paraíso, Toni Morrison

Por la luz de la sonrisa de mi padre, Alice Walker

Encontraos en mi nombre, Maya Angelou

Plaga de palomas, Louise Erdrich

Sombras sobre el Hudson, Isaac Bashevis Singer

Elegía, Philip Roth

¡Yo!, Julia Álvarez

Middlesex, Jeffrey Eugenides

La hija del curandero, Amy Tan

Un lugar llamado Nada, Amy Tan

El valle del asombro, Amy Tan

El incidente del perro a medianoche, Mark Haddon

LOS RAROS, LOS SORPRENDENTES

Prólogo

NOTAS

Matilda, peón de circo, Michelle Chalfoun

Vida de Pi, Yann Martel

El niño perro, Eva Hornung

El gran pez, Daniel Wallace

Mr. Sebastian y el mago negro, David Wallace

Kalimantaan, C. S. Godshalk

La Biblia envenenada, Barbara Kingsolver

La cripta de invierno, Anne Michaels

Las obras escogidas de T. S. Spivet, Reif Larsen

 

La migración de los espíritus, Pauline Melville

Rant, la vida de un asesino, Chuck Palahniuk

El dios de las pequeñas cosas, Arundhati Roy

Tierra de caimanes, Karen Russell

Vampiros y limones, Karen Russell

Los viajeros de la noche, Helene Wecker


Márgara Averbach Foto de Odino Ciai

Introducción

Poco después de terminar la carrera de Letras, antes incluso de empezar mi trabajo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, una compañera de estudios y yo fuimos hasta uno de los diarios de Buenos Aires y dijimos que queríamos escribir crítica literaria. Creo que la cosa era clara para las dos: no era nuestra intención convertirnos en periodistas de investigación ni en redactores de noticias diarias. Nuestra meta era el suplemento literario de ese diario, un diario que acababa de crearse.

El periodismo abierto y amplio, el de las noticias políticas, económicas, sociales, es el que lleva a muchos a estudiar lo que hoy son las carreras de comunicación (en ese momento no existían, apenas si había una carrera de Periodismo). Lo que nosotras buscábamos era otra cosa, mucho más relacionada con la carrera de Letras en su rama más literaria. Queríamos redactar un tipo especial de nota, queríamos transmitir nuestra propia lectura de los libros. Y es esa lectura lo que debe pensarse para entender la naturaleza de una reseña o una crítica de libro en un suplemento cultural.

Lecturas (reseñas)

Leer es el centro de la crítica literaria. Parece obvio pero hay que decirlo: leer el libro que se va a comentar es un requisito sine qua non del trabajo de los críticos (aunque se diga que algunos no lo hacen).

Esa lectura tiene características propias porque no se lee de la misma forma según el destino que cada uno vaya a darle a esa lectura. Yo, que tengo varios oficios —traductora, crítica, escritora, profesora universitaria de literatura, investigadora de la literatura de los Estados Unidos—, no hago la misma lectura cuando voy a traducir un libro que cuando voy a hablar de él en una clase o cuando estoy leyéndolo por placer. La lectura para la confección de una crítica es diferente de todas las demás y está en cada crítico definirla. Por otra parte, el interés “teórico” me parece esencial: creo que es imposible hacer una buena crítica sin pensar qué es la crítica, para qué sirve, cuál es su función. Lo que sigue es mi visión de lo que quiero hacer cuando escribo una crítica o reseña. Esa concepción da forma a mi lectura.

Es verdad que tal vez mi definición no estaba completa cuando empecé. El concepto se va armando con la experiencia. Y cuando mi amiga y yo conseguimos entrar a ese diario nuevo (que no duró mucho), yo acababa de salir de la universidad y las cosas no me paercían tan claras.. Se me hicieron particularmente evidentes cuando me ofrecieron una cátedra de crítica literaria para una escuela de periodismo. La cátedra nunca llegó a funcionar (la carrera no pasó del estadio de proyecto) pero el esfuerzo por diseñar un programa coherente para dar a otros una formación específica que yo no había tenido, me obligó a armar mi opinión dentro de un discurso transmitible. Como se dice siempre de la docencia: en la relación enseñanza aprendizaje, quien enseña aprende junto al que estudia.

No se trata de una idea universal. Como ya dije, cada uno tiene la suya. Cuando yo leo reseñas de otros críticos, veo que no todos estamos de acuerdo en la definición de crítica. Para algunos, la esencia de una reseña literaria parece ser contar el argumento del libro de ficción de que se trate o explicar los temas de un libro de poesía o de ensayos. Yo estoy profundamente en desacuerdo con eso: en mis reseñas, las que sumo a este libro y las que no, el argumento casi no aparece excepto algún detalle imprescindible.

Desde mi punto de vista, la función del crítico no es contar parte del argumento sino leer antes que otros posibles lectores del libro y hacel el comentario pero no para ofrecer a quienes se acerquen a la reseña nada que ellos pueden sacar de una lectura rápida o, peor todavía, de la contratapa si se acercan a una librería (es decir, no el argumento). Lo que creo que la crítica debe ofrecer dos cosas: una guía de lectura y una opinión sobre el valor del libro (es decir, una recomendación o consejo sobre hasta qué punto vale la pena leerlo).

1-Guía de lectura: Sea cual fuera la formación del crítico (yo tenía una carrera universitaria, otros se forman fuera de la Academia), es esa formación la que busca en el libro las pistas para una buena comprensión, las claves de construcción de la obra, en algunos casos, ciertos detalles que ayudan a un buen lector a pensar lo que el autor está diciéndole.

2-Valoración: Además de ayudar a leer bien el libro, hay que recomendar (o no) la lectura. Pero no se trata de una opinión impresionista, un “me gustó” o “no me gustó”, sino de ofrecer una opinión amplia, bien fundada y, sobre todo, atenta a la variedad de lectores que se acercan a la crítica. Quien redacta el comentario tiene su “gusto” personal, sus preferencias literarias, no sólo en lo que respecta a los autores sino también a ciertas poéticas, estilos, temáticas, tonos, enfoques y recursos literarios. Esas preferencias pesan en la valoración, sin duda pero la idea es que los lectores de la crítica sepan de dónde viene la opinión que están leyendo para ubicarse frente a ella.

Por ejemplo: en una enumeración desordenada e incompleta, yo prefiero los libros serios a los cómicos (por personalidad, por educación, me cuesta mucho disfrutar el humor); prefiero la literatura interesada en lo social y no la que se interesa en la psicología individual; prefiero los autores con sintaxis barroca y mucha adjetivación a los autores ascéticos, de sintaxis simple; me gustan los libros de trama compleja pero no los que se basan en citas de otros libros y exigen lecturas anteriores; prefiero la literatura de los siglos XX y XXI a todas las literaturas anteriores.

¿Por qué es importante tener esto en claro? Supongamos que recibo para comentar un libro cómico, o uno de prosa muy breve, seca y concentrada. Mi formación me permite valorarlo como buena o mala literatura más allá de mi gusto personal y, como crítica, debería considerar a los muchos lectores que aprecian la literatura que tiende a lo cómico o la literatura de prosa seca, recortada. Por lo tanto, en una reseña sobre ese libro, es importante aclarar (yo suelo hacerlo) que, para quienes aman el humor o el clasicismo (en el sentido de lo opuesto al barroquismo), el libro que comento vale la pena aunque mi comentario no sea demasiado entusiasta. Por eso afirmo que, en una crítica, la opinión debe ser variada, flexible, compleja.

Por otra parte, la publicación o no de reseñas negativas tiene que ver con políticas editoriales de los suplementos. En este libro, hay pocas notas negativas porque la política editorial del diario en el que más he trabajado es no dar prensa a libros que van a comentarse muy negativamente. Hay algunas, claro, pero son pocas. Desde mi punto de vista, el punto de vista de una traductora, la valoración de los libros traducidos debería incluir un comentario sobre la traducción. Lo que leen los lectores de la novela que se comenta es la traducción, no el original. En general, se acostumbra invisibilizar a los traductores y a su trabajo. Por eso, cuando el espacio me lo permite, yo suelo hacer una valoración de la traducción y también de ciertas políticas editoriales con respecto a los dialectos. Aunque a nosotros, los traductores latinoamericanos, se nos suele exigir una lengua “neutra”, en mi país se venden traducciones escritas en un castellano de España casi incomprensible para los argentinos. Eso es algo que suelo aclarar en mis comentarios: las editoriales deberían hacer una corrección argentina de las traducciones para nuestro mercado y yo creo que un buen crítico debe advertir a los lectores que tal o cual libro es muy difícil de leer por problemas de ese tipo.

Mis reseñas tratan de cumplir con los dos objetivos (guía de lectura y valoración). En general, yo dedico la mayor parte del escaso número de palabras que pueden publicarse en un suplemento cultural a la primera, la guía de lectura, pero la valoración está ahí en ciertas palabras (adjetivos como “excelente, emocionante, aburrido, lento, etc”). La presencia o no de entusiasmo y el tono general de la crítica forman parte de la valoración.

Todo lo que se escribe en una nota está directamente relacionado con la firma. En los suplementos culturales que conozco, los comentarios y reseñas críticos se firman: hay un autor o autora que se declara responsable de lo que ahí se dice y por lo tanto, está claro que se trata de una visión personal sobre un libro determinado.

No hay duda de que la valoración es el más personal de los dos elementos de la reseña; la guía de lectura está más ligada a la formación y a un marco crítico específico, una postura teórica, aunque hay que aclarar que esos elementos también son elecciones personales. Por esa razón, desde mi punto de vista, una crítica debería escribirse en primera persona. Muchas veces (es mi caso) el suplemento no permite ese uso pero hay momentos en que me parece imprescindible. Un ejemplo es la crítica a Un hombre afortunado de John Berger donde mi historia personal pesaba demasiado en mi relación con ese libro como para no hablar de mí misma.

***

Hay algo que decir sobre el tipo de lenguaje que se utiliza en el trabajo periodístico. Vuelvo a aclarar que lo que sigue es una opinión personal que no todos comparten.

Cuando mi amiga y yo llegamos por primera vez al diario en el que empezamos a trabajar, el intelectual reconocido que dirigía la sección cultural, un hombre que en ese momento debía tener más de cincuenta años (nosotras teníamos poco más de veinticinco), nos dijo que desconfiaba de los egresados de Letras. Que para él haber pasado por las aulas era más un problema que una ventaja: según él, los universitarios tendíamos a hablar solo para otros universitarios y eso dejaba afuera la mayor parte de los lectores del suplemento.

Con el tiempo, entendí que el “lector promedio” no es el mismo en todos los suplementos. En algunos, se trabaja sobre la suposición de que los únicos que leen las críticas son universitarios o intelectuales con mucha lectura previa y posturas teóricas elaboradas. En esos suplementos, no hay límite para el nivel técnico que puede tener el lenguaje en las críticas.

A mí, esa posición me parece elitista. Hay muchos lectores de libros que leen ficción o libros sobre historia y política sin una base teórica anterior, sin carreras universitarias de ningún tipo o con carreras de otro tipo. Es cierto que cualquiera que lee una reseña tiene cierto interés por la lectura pero es importante escribir para quienes aman los libros (en mi caso, los libros de literatura), no solo para quienes conocen la jerga de los que pasamos alguna vez por las aulas universitarias de las carreras directamente relacionadas con lo literario. En el caso de la escritura para diarios, es indiscutible que el público está supuesto desde la primera obra, como decía Cesare Pavese (aunque él hablaba de la ficción)1.

El lector promedio que yo doy por supuesto, es decir, la persona para quien escribo, no es un intelectual. Por eso, trato de escribir sin jergas específicas. Doy por sentado que la mayoría de quienes me leen desconocen la teoría literaria y no manejan sus términos. Tal vez una de las anécdotas más dolorosas de mi historia como crítica literaria en diarios fue una tarde en que uno de mis tíos, un agrónomo sin demasiado acercamiento a los libros, me dijo que no entendía mis comentarios.

Notas principales

En algunos casos, además de las críticas, los periodistas culturales (para darle algún nombre al oficio que trata de ilustrar este libro) hacen notas más largas para la sección abierta de los suplementos en los que trabajan. Esas notas suelen ser introducciones generales a temas de interés para el suplemento, por ejemplo obras de un autor o movimientos literarios.

El pedido de la nota puede venir desde el diario (ese es el caso más común) o, al contrario, ser un ofrecimiento del periodista. A veces, el suplemento necesita una nota por una efeméride, una visita de un autor conocido al país, un premio importante, cualquier noticia cultural del momento: recuerdo todavía el momento en que Toni Morrison recibió el Premio Nóbel. Yo escribí la nota central del sábado siguiente porque conocía a esa autora estadounidense desde hacía mucho. Cada vez que se otorga el Nóbel de Literatura, los suplementos necesitan especialistas que escriban sobre el elegido y si tienen un crítico que sabe sobre el tema, lo utilizan.

Al contrario, cuando el crítico ofrece las notas, suele tratarse de temas que le interesan especialmente y que supone que el suplemento puede aceptar.. Cuando yo lo hago, suele tratarse de notas sobre algo que está en el candelero del momento: una película, una serie, un libro sobre los cuales quiero decir algo que me parece importante o un debate que se está dando en el mismo suplemento.

Hay similaridades y diferencias entre las metodologías de redacción de estas notas y las que se utilizan en las reseñas. En cuanto a las similaridades, tal vez la esencial es una idea rectora sobre el lector promedio y el lenguaje que debe usarse para establecer una buena comunicación con él. Como mis reseñas, mis notas centrales no están pensadas para especialistas. Están ahí para que quienes nunca han leído, digamos, a los autores amerindios estadounidenses o las obras canónicas de William Faulkner (ver las notas al respecto) decidan si esos libros merecen su atención y por lo tanto, las escribo en un lenguaje diferente al que utilizo para un artículo especializado o una ponencia en un congreso sobre literatura.

En cuanto a las diferencias entre los dos tipos de notas, la primera es casi obvia aunque, para quienes no están familiarizados con el trabajo periodístico, tal vez sus consecuencias no lo sean tanto: en las notas centrales, el periodista cultural tiene un espacio mucho más amplio para expresarse y el espacio es siempre importante en los medios. Contar con más cantidad de palabras para decir algo cambia el enfoque de quien redacta: hay más posibilidades para explorar temas adyacentes y para las explicaciones secundarias; las oraciones pueden ser más largas y, sobre todo, es posible desarrollar las ideas y conceptos con mayor profundidad. No creo que yo lo haga conscientemente pero lo cierto es que, en las notas principales, mi estilo es más complejo, más adjetivado, más semejante a mi literatura de ficción.

La segunda diferencia se relaciona específicamente con la falta de formato previo. Como ya expliqué, para mí las reseñas tienen componentes básicos que cambian solo en casos excepcionales. En cambio, cuando escribo una nota larga, el formato está definido por el tema de que se trate. Por ejemplo, si se va a decir algo sobre un tema muy tratado en otros medios o en mi propio medio, tal vez el tono esencial sea el del debate (así ocurre aquí con algunas notas sobre el canon de la literatura estadounidense). En cambio, si se trata de un autor al que se recuerda por una fecha especial, la idea es más bien la de hacer una introducción a su obra. Así, cuando la idea es el debate, yo hago referencia a las notas anteriores y planteo mi opinión no siempre como parte de una discusión sino como una ampliación de las anteriores (por ejemplo, en mi discusión de la película de Quentin Tarantino, Django Unchained, escribí porque sentía que había cuestiones centrales de esa película que no se habían tocado en las notas anteriores, no para refutar a los autores de esas notas).

Sin embargo, hay tipos de notas centrales que sí tienen formatos definidos: el ejemplo más evidente es el de la entrevista, un género especial que en realidad, es fruto de una colaboración entre un periodista que pregunta y la persona que le contesta. La calidad de una entrevista depende de ese trabajo conjunto: las preguntas deben ser buenas y estar bien preparadas; las respuestas, reflexivas e interesadas. La colaboración existe aunque haya tensión entre los dos autores, como puede suceder sobre todo en las entrevistas con políticos o sobre política. En cultura, la tensión también es posible pero muchísimo menos frecuente.

Desde mi punto de vista, en una entrevista seria, quien pregunta tiene obligaciones ineludibles: 1-preparar preguntas que lleven al autor o autora a explorar sus ideas principales sobre la escritura; 2-tener la capacidad para repreguntar, modificar preguntas y adaptarse al ritmo y sentido de la conversación más allá de la preparación; 3-ser fiel a lo que se dijo en la transcripción y redacción de la nota, es decir no modificar las respuestas.

Una vez realizada la entrevista, parece haber diferentes maneras de prepararla para la publicación. Como lectora de medios, he visto muchas entrevistas redactadas en discurso indirecto: “Me dijo que…”, “Confesó que…” Yo estoy completamente en desacuerdo con eso: suelo organizarlas como un diálogo en el que transcribo tanto la pregunta como la respuesta porque, ese formato deja en claro la calidad de “colaboración” de la entrevista, la identidad de los dos autores y qué dijo cada uno. Sin embargo, en algunos casos, ese formato no es posible, sobre todo por problemas de espacio. La redacción del discurso indirecto implica intervención de quien pregunta en las respuestas y, en mi opinión personal, quien pregunta debe estar lo menos presente posible, excepto a través de una breve introducción (que explique la razón por la que vale la pena entrevistar a esa persona en particular) y de las preguntas mismas. El objetivo de una entrevista es el entrevistado.

Organización general de este volumen

En este volumen, se presentan en secciones separadas las notas principales y las reseñas o comentarios de libros. Las notas principales tienen título, las reseñas no. Quiero explicar las razones. Hay medios en los que las reseñas se publican de ese modo. En el diario en que yo trabajo, las reseñas tienen título pero quienes los redactan son periodistas de planta, nunca el mismo crítico. Como no puedo hacerme responsable de los títulos (y en algunos casos no estoy de acuerdo con ellos), decidí no agregarlos y publicar la nota tal cual la envío al suplemento.

Las reseñas son muchas y era importante clasificarlas. Había que encontrar una manera de presentarlas, un índice. Eso fue muy difícil. Cualquier clasificación, incluso la que divide geográficamente a los libros por cultura de procedencia o nacionalidad del autor o autora, conduce a superposiciones: ¿qué se haría con autores como Henry James o T. S. Eliot, a quienes algunos consideran estadounidenses y otros ingleses? En el caso de la clasificación elegida aquí, la cuestión es todavía más problemática porque, después de mucho pensar, decidí seguir más de un criterio y los criterios se superponen.

El problema de toda clasificación es que nunca es satisfactoria en su totalidad. Siempre hay zonas grises entre categorías y zonas que las categorías invisibilizan en lugar de destacar. En el caso de la escritura, las variables que la definen son demasiadas como para organizarlas en una cuadrícula de compartimentos estancos. Hay muchas maneras de agrupar los textos. En una enumeración incompleta: por género (en ese caso, el criterio se relacionaría directamente con el texto); por cultura de procedencia del autor (nacionalidad, grupo social, raza, etnia, tribu); por supuesto, por calidad literaria (pero esa clasificación en libros que para mí fueron “malos” o “buenos” no tiene sentido aquí porque por política editorial los “malos” son mucho menos); por período histórico de creación (nuevamente, una clasificación poco productiva en este caso: la mayor parte de los comentarios se hacen sobre libros nuevos, contemporáneos, no sobre reimpresiones). Ninguna de esas clasificaciones describe el texto en su totalmente porque todo texto es un cruce de todos esos criterios y muchos otros. Por ejemplo: una novela policial quedaría dentro de los géneros populares pero también podría ser un libro excelso en cuanto a calidad literaria, estar muy relacionado con la identidad de género, etnia o raza del autor o autora, etc. La conclusión es que cualquier clasificación es arbitraria y conduce siempre a incoherencias y contradicciones. Por eso, ninguno de los criterios que tomé para hacer el índice es excluyente y ninguno podría abarcar a todos los textos. Así, opté por esta clasificación ecléctica, que no es ni coherente ni unitaria pero cuyas grietas permiten cruces entre categorías.