La Dinámica del Sentir y/o La Esencia del Ser

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La Dinámica del Sentir y/o La Esencia del Ser
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LEONARDO TORRES

La dinámica del sentir
o

La esencia del ser


Torres, Leonardo

La dinámica del sentir y/o la esencia del Ser / Leonardo Torres. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-1829-3

1. Autoayuda. I. Título.

CDD 158.1

EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA

www.autoresdeargentina.com info@autoresdeargentina.com

Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723

Impreso en Argentina – Printed in Argentina

Prólogo

Ir al encuentro incansablemente del funcionamiento mismo de la vida, desde el alma hasta las ciencias, momento en la cual aparece entre los intersticios del pensamiento, la consciencia, esa misma que nos permite fascinarnos del esplendor natural del universo y experimentar, junto a los aciertos y desencuentros, de nuestros sentimientos. Vislumbrando a la distancia la dinámica del sentir o la esencia del ser

¿Cómo me relaciono con la realidad que estoy creando continuamente? Consciente e inconscientemente, soy el artífice de las vivencias que me suceden a diario y de la intensidad de cómo las interiorizo. Mis experiencias van a ser más o menos enriquecedoras, por cómo emparento toda esa información que circula por el medio externo, con la que ya tengo y llevo a cuestas. Porque, la entendamos o no, somos energía en perpetua adaptación, y esa energía se retroalimenta permanentemente.

Mis experiencias van a depender, en definitiva, no solamente de la cantidad de información general o condensada que tengamos en nuestro interior, sino en cómo decido interactuar y utilizar esa información de la cual dispongo. No se trata simplemente de vivir en coherencia, integridad y armonía con lo que siento, ya que todo lo que creemos es lo que somos y, por consiguiente, es lo que hacemos y cómo actuamos; sino en adaptarnos a las circunstancias, en esa libertad de conciencia que se transforma y puede derivar en lo más creativo que podríamos llegar a ser. La información en sí no me define, es la dinámica del sentir en el magnetismo cíclico entre el pensar y el sentir, dentro de un contexto determinado. Porque el entorno por el que me muevo es otro de los tantos componentes que me definen.

Reconocer que lo que pienso no es otra cosa que lo que siento. Esto, que parece un axioma de la realidad fácil de reconocer, lo pasamos por alto. Un momento en el que nos decimos: mis pensamientos no me dejan vivir o mis emociones se desbordan y no las puedo controlar; sin darnos cuenta de que, si mis pensamientos están hiperactivos y sobredimensionados, mis emociones por ende serán del mismo tenor.

Es entonces cuando uno se pregunta qué tan importantes son los pensamientos y la información que voy acumulando, entrelazándose al unísono a mis sentimientos. Son los que, además de formar mi personalidad, van a marcar como un sine qua non irrefutable mi forma de sentir y de relacionarme. Mis experiencias van a ser mejores o peores, van a ser más vivificantes o angustiantes, más llevaderas, y el impacto que pudiera producir siempre va a estar amortiguado por ese sentir. Puedo decirles, entonces, que creo mi realidad a cada instante, soy el único generador de mis vivencias y mis percepciones verse afectada, por todo cuanto acontece a mi alrededor. ¿El contexto en el que se producen mis vivencias modifica mi percepción?, por supuesto, voy a estar influenciado por todo lo que ingresa a mi sistema como persona, individuo o ser que soy y las voy a procesar, integrar y manifestar de vuelta al medio externo a la velocidad de la luz, al instante. Toda esta información que nos llega desde el exterior está en permanente acomodación y adaptación, es por eso por lo que, en las experiencias vividas, esa información va a ser mejor o peor recibida de acuerdo a las creencias y a los juicios de valores que ya tengamos. ¿Y de qué va a depender? De qué tan permeable y maleable sea mi forma de pensar. Si decido quedarme con un tipo de organización mental que me hace sentir cómodo a la hora de actuar, no está ni bien, ni mal; tus vivencias van a estar relacionadas de acuerdo con lo que ya hayas incorporado a tu ser, ya sea de forma consciente, subconsciente o inconscientemente por todo un antepasado histórico.

Llegado a este punto neurálgico, lo que hay que entender es (y quizás requiera de un esfuerzo consciente de acomodación y adaptación de la mente y de la información que tengamos), que la experiencia personal va a ser vivida de igual forma, indefectiblemente voy a transitar quiera o no; y cuando me refiero a experiencias también aludo a los procesos internos de maduración e integración por los que mi mente y mis pensamientos tienen que atravesar, para que todo mi ser logre un grado más de evolución. Todo es posible en el universo y eso es lo fascinante de esta vida, porque la energía que está en el medio en forma de “información condensada” puede adoptar la forma que quiera. Solo es necesario encauzarla y darle una direccionalidad para que se manifieste. Y quizás ese concepto vago que teníamos de la energía lo empecemos a ver desde otra perspectiva. El concepto que podríamos adoptar es el de la energía, es esa cantidad de “información” que se conserva pese a las interacciones del sistema, albergando una simetría en el tiempo. Esa energía se pliega indefinidamente, para resurgir desde el humus de la tierra, en la flor más bella o desde el poder inscripto en la palabra, en una obra de arte. Porque todo está latente y potencialmente dado, para que las cosas ocurran en el plasma. Es de esta forma como, desde una idea, lo abstracto cobra vida para ser envidia de las divinidades y si te afecta lo que digo (me refiero a divinidades y por añadidura a la tirantez de las ideas opuestas) busca en lo profundo de tu ser para encontrar el motivo del rechazo que se manifestó y dio a luz.

Tu historia de vida no es muy distinta a la que tuvo que atravesar el cosmos. En la cual, desde un punto en el espacio surge un signo, luego un sinfín de iconografías, nace Hermes y con él la sabiduría y la escritura. Los patrones abstractos se emparentan con los de la naturaleza. Los colibríes vuelan malgastando energías y las palabras revolotean por los aires. Los puentes reales y ficticios nos ayudan en las interacciones, para comprender la dinámica del sentir. Es aquí donde iré desandando en la historia para poder comprender la red intrincada que alberga el secreto de la vida.

Capítulo 0
La unicidad

Existe una cosmovisión del universo general, en el ámbito científico y otra particular, que se termina de integrar en el interior de cada individuo. La mente y la consciencia humana tienen una predisposición natural a dividir en polaridades los conceptos, buscando patrones y la conexión intrínseca de las cosas y de la naturaleza. El universo y el individuo nunca perdieron la cualidad de únicos. El individuo es un ser íntegro y el universo también lo es, aunque no logremos percibirlo de ese modo. En la multiplicidad de factores que tiene la dinámica de la vida, es difícil en muchas ocasiones poder integrarlos en un todo coherente.

Las ciencias fueron avanzando en la búsqueda incesante de la verdad y obviamente con objetos de estudio diferentes, desde el “logos” de Heráclito, las visiones filosóficas de Aristóteles, Sócrates y Platón, pasando a los más modernos con Descartes, Hume y Kant, hasta llegar a Newton y Darwin en las ciencias aplicadas. Todo ese cúmulo de información que estuvo gestándose durante siglos, finalmente tuvo un crecimiento exponencial, plasmándose en el siglo XXI. Esto se puede apreciar en la historia reciente y de la que todos en algún punto pudimos escuchar e interiorizarnos. En todo este período, aparecen diferentes teorías dentro de varias ramas de la ciencia, como por ejemplo: epigenética; sinergia y teoría del caos, entre otras muchas teorías, pero estas en particular me interesan para explicar cómo los sistemas son sensibles a los cambios iniciales y ven afectado su desarrollo de acuerdo a ciertas señales instructivas del espacio circundante, dando lugar a fenómenos más complejos a través del tiempo, en una simbiosis recíproca; unos patrones que se repiten inexorablemente en función de ciertos ritmos y con una periodicidad innegable, en todo el universo. Entendiendo así que la vida no tiene un propósito intrínseco y, en caso de tenerlo, se relacionaría más a la función por la cual tienen que atravesar cada uno de los organismos vivos, en los procesos naturales de la vida, de acomodación y adaptación.

El propósito de la vida puede adoptar tantos sentidos y direcciones como individuos hay en este mundo. Encontrando su rumbo en el valor que cada individuo le imprima con cada acción y pensamiento a voluntad, que pudiera tener. Esto mismo, de acuerdo a la escala de valores impuesta por la sociedad e interiormente, en lo cognitivo.

El propósito es solo aplicable al ser humano, y no así a la dinámica propia de la vida. Uno de los tantos propósitos a lo que aspiraría el ser humano es a encontrar la verdad última del conocimiento, que explique con completitud lo que es la realidad.

 

La vida tiene sus propios procesos, independientes al sujeto que intenta interpretarla. Circunscripto a esa dinámica de la vida, se encuentra el individuo, que constantemente busca patrones de la naturaleza y los traslada a su visión “unificada” (no logra captar la totalidad, solo fases y momentos, aspectos individuales que se contraponen a otros ya establecidos) de la realidad.

A fin de entender la dinámica del sentir, analizaré solamente la consciencia, que es el nexo ineludible entre mi ser y el universo. Es el que, además de ayudarme a entender la cosmovisión del universo, forja mi identidad, mi personalidad y el que establece un nexo con la espiritualidad, porque reconoce en el exterior fuerzas sobrenaturales y que están más allá de los límites del pensamiento. Es a través de la consciencia que defino cómo quiero conectarme con la realidad.

El ser humano construyó todo su legado sobre la base de la visión que tiene de la realidad y para ello se apoyó en el estudio y conocimiento de la naturaleza y del universo. El proceso fue arduo, en constante acomodación y adaptación; en el camino quedaron vencedores y vencidos. El saber, en ese transitar de vaivén, tuvo que atravesar por varias batallas, para recién ahí, poder consolidarse en un mejor entendimiento de la realidad. Y como todo en la vida es dinámico, las ciencias y las metaciencias (las que se están gestando en la consciencia) seguirán sufriendo modificaciones.

Pretender encontrar la verdad última del conocimiento, al igual que en metafísica, la sustancia primigenia de infinitos atributos, es utópico, porque la realidad siempre va un paso adelante, marcando el camino para seguir.

Estar a la vanguardia del conocimiento es uno de los tantos procesos adaptativos del ser. Para la consciencia jamás existirá lo último como un ente inmodificable. Siempre quedará un lugar y un margen, para la replicación del conocimiento, en procesos repetitivos, para la conexión profunda con la realidad. La correspondencia, la búsqueda de patrones y similitudes para “movernos”, propia del pensamiento, seguirá los cauces naturales de la vida, a veces con obstrucciones y otras en un fluir constante y armónico que nos conducirá “al éxtasis y a la visión unificada del ser con la naturaleza”, y las polaridades que la consciencia supo crear quedarán al margen, solo por unos instantes.

Esta visión de la vida y del devenir, en permanente adaptación y sucesiva cooperación con el medio que nos rodea, es parte de la realidad misma.

Hay una construcción de la realidad, y si esta no se corresponde con lo que llevo en mi interior, el individuo entra en crisis. Este mismo mecanismo lo tiene la vida misma, en todos sus aspectos, en todas sus dimensiones, autorregulándose.

Siempre voy a dar una opinión, con una direccionalidad de acuerdo a la sabiduría y el entendimiento que tenga y que haya adquirido.

La realidad de las ciencias es acotada, por el solo hecho de estar circunscripta a métodos y objetos de estudio específicos. Esta realidad va por encima del sentir humano (en apariencias), sin embargo, existe una correlación y puntos de encuentros entre ambas; entre el sentir del individuo, y lo puntual del saber de las ciencias.

Por el solo hecho de diferenciarlas, diré que existen una realidad exterior general en común y otra realidad interna, la cual es intransferible. La unidad de la realidad no tiene bordes ni componentes que la dividan. Es todo y nada al mismo tiempo. Es nuestra mente que establece los bordes para determinar la forma, para entender los conceptos y para adoptar una identidad que me separe del exterior (yo y el universo).

Las ciencias evolucionan (cuando hablo de ciencias, no solamente me refiero a las exactas y duras, sino también a las humanistas, filosóficas y del conocimiento) y el entendimiento y mi visión de la realidad se modifican al unísono. Esa realidad lograda en el ámbito científico corre paralela a mi realidad, porque la está modificando directa o indirectamente. Pero la conexión que tiene mi ser con la realidad está por encima de ese conocimiento científico, sin embargo, todos esos avances en las aéreas de las ciencias me permitieron interpretar e interrelacionarme de una forma particular, con mi entorno más cercano; le pese a quien le pese, mi conexión con la realidad siempre va a ir de la mano con mi visión que tenga del mundo, de la naturaleza y de todo ese universo rico en sensaciones. Las leyendas y los mitos le darán paso a explicaciones más acertadas de los fenómenos que se suceden y quedarán plasmadas en teorías, leyes y ecuaciones. A la vista de los científicos, serán las más bellas expresiones representadas en esas fórmulas y ecuaciones, así como al artista le impactará el trazo de una línea curvilínea. La función lineal, que es el camino más corto para conectarme con la realidad, siempre tendrá puntos en común con la parábola en la metáfora lingüística. Los amuletos de los chamanes siempre cabrán en los pozos exactos de las ciencias, porque el sentimiento unificado en el interior del ser humano responde a sensaciones, que corren más rápido que cualquier confirmación o validación científica.

“La cosmovisión actual muestra que las totalidades físicas se forman a partir de procesos de cooperación, debidos a pautas que se repiten, en función de ciertos ritmos en la naturaleza… En este desarrollo la información es fundamental, pues funciona como un conjunto de instrucciones que se almacenan, codifican y decodifican haciendo posible los sistemas naturales, como si fuera una especie de racionalidad materializada con funciones muy específicas, ordenadas y en sintonía muy ajustada con otros procesos y sus instrucciones propias”. ….“Hacer la distinción de que la vida tiene valor es reconocer en la naturaleza a un sujeto y por añadidura una racionalidad consciente.” (Libro: Conocimiento del universo de Héctor Velázquez Fernández).

Dentro de esta “racionalidad materializada”, vemos una correlación marcada con patrones que sigue el pensamiento, de orden, integración y expresión. Cuando establecemos el límite entre mi ser y el universo, estamos creando los opuestos. Es en la mente del individuo en que se originan las polaridades, que son necesarias para poder diferenciar. No podemos percibir la unidad de la realidad en nuestra consciencia y por lo tanto captamos solo una parte, creando su opuesto complementario. Los opuestos se complementan mutuamente y se necesitan para existir. No sabría de la saciedad, si no tengo hambre. No sabría del frío, sin antes pasar por el calor. O no sabría que la oscuridad es la ausencia de la luz. La consciencia humana busca dentro de este caos aparente del universo patrones (señales en el exterior) para poder conectarse mejor y de forma más efectiva. Porque, sin estos patrones, la existencia dejaría de ser y el movimiento, junto con el pensamiento y la creatividad, se verían truncos. Es condición indispensable entonces encontrar señales en la naturaleza, la vida y las estrellas para verme identificado y poder avanzar.

Por todo esto, es que a la “racionalidad materializada” la observamos también en el mundo no biológico; existe una simbiosis y una complementariedad en toda la materia del universo, desde las estructuras inorgánicas, aire, luz, fuego pasando por átomos, moléculas y fenómenos químicos, hasta llegar finalmente a las células, en los organismos vivos de toda la naturaleza. Vista así, la vida parece tener un propósito, una finalidad, una direccionalidad, y en última instancia un sentido. Que va de lo más simple a lo complejo y el todo adquiriría sentido. A esta misma proposición me la podría replantear una y mil veces que, si bien tiene tintes de perogrullada, cada vez que la aborde, surgirán aristas para el análisis y la reflexión.

Porque al objeto de estudio (cualquiera este sea) necesariamente hay que desfragmentarlo para su análisis, pero por momentos lo hacemos exageradamente, tanto que no reconocemos desde cuál de todas las perspectivas observamos. La vida, que es holística e indivisible, la nomenclamos en cada fragmento de la realidad por separado y queremos que encajen perfecto, con esa dinámica de los procesos naturales, olvidándonos que las “leyes” (patrones) estuvieron ahí por siempre y el ser humano tratando de interpretarlas. Hay algo curioso y es que existen leyes para los procesos de la naturaleza, para los fenómenos microfísicos y astrofísicos. Y lo más curioso es que el hombre las pudo interpretar.

Lo único que falta es que venga el físico Maxwell y te diga que de no ser por los pulsos eléctricos (que surcan por los intersticios de tu cerebro, en la conexión entre ambos hemisferios, formando campos magnéticos), tu consciencia no se activaría y por ende tu realidad no podría ser vivida. Y que ese sea el punto a partir del cual comiences a vivir tu vida; si fuese así, incurrirías en un error de percepción, y es este un motivo más para la paralización parcia o total. Porque si bien el saber es un factor importante, no debería ser un impedimento para actuar y experimentar junto a tu sentir.

Lo que quiero graficar con lo que dije anteriormente es que no necesitamos fórmulas precisas que nos digan cómo tenemos que sentir. Este es un reflejo interno que se encuentra resguardado y hasta camuflado en los intersticios, en la integridad del ser, que no se puede precisar con exactitud dónde empieza y dónde termina. Si es en la interacción entre el pensamiento y una emoción, o si la materia lo logró ya desde un principio en la simbiosis recíproca que la caracteriza, con la naturaleza.

Saber que de las diferentes emociones como ser: sorpresa, asco, miedo, alegría, tristeza e ira y en la combinación entre ellas surge el medio adaptativo para la supervivencia y un acervo cultural por añadidura es un gran paso. Que existen diferentes grados en un mismo ser y los estados anímicos por los cuales atravesemos dependerán no solo de factores externos que se interpongan en nuestro transitar por la vida, sino también de lo que creamos en nuestra mente como un subproducto de todo lo que vivenciamos (captamos, sentimos, imaginamos y lo que vivimos con nuestro sexto sentido incluido), como si fuese una seudorrealidad.

Porque el ser humano, como dije anteriormente, busca patrones que expliquen su presencia aquí en la vida. En esa correspondencia permanente con el medio que lo rodea, hay coincidencias en la ciencia, que explican perfectamente los fenómenos de la naturaleza, del sentir y el actuar, como axiomas matemáticos, que son fácilmente trasladables a la vida real.

Al igual que el cosmos que surge de una partícula fuera de su sitio y no se correspondía con la simetría, materia y antimateria por igual, la racionalidad materializada deduzco que pudo haber sido similar a ese punto de inflexión y del cual surgió la vida. Las ciencias se bifurcaron porque sus objetos de estudio son diferentes, tocándose únicamente en puntos de encuentro. La racionalidad materializada se bifurcó indefectiblemente también, desde el momento mismo en que alcanzó dicho estado y solo roza transversalmente la realidad, observable en todas las ciencias y las metaciencias.