Buch lesen: «La chusma inconsciente»
Juan Pablo Luna
Luna, Juan Pablo
La chusma inconsciente
La crisis de un país atendido por sus propios dueños
Santiago, Chile: Catalonia, 2021
ISBN: 978-956-324-899-9
ISBN Digital: 978-956-324-900-2
CIENCIAS SOCIALES - 300
Política y gobierno
JP
Diseño de portada: Mateo Infante, arte digital.
Corrección de textos: Darío Piña
Diagramación interior: Salgó Ltda.
Impreso en Arcángel Maggio - Uruguay Zona Franca Colonia Casanello s/n Manzana E - Predio 7, Colonia del Sacramento, República Oriental del Uruguay
Dirección editorial: Arturo Infante Reñasco
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Primera edición: octubre, 2021
ISBN: 978-956-324-899-9
ISBN Digital: 978-956-324-900-2
RPI: 2021-A-9779
© Juan Pablo Luna
© Catalonia Ltda., 2021
Santa Isabel 1235, Providencia
Santiago de Chile
www.catalonia.cl – @catalonialibros
A Joaquina y Santiago
(por el sentido de necesidad y urgencia)
Índice de contenido
PORTADA
CRÉDITOS
ÍNDICE
PRESENTACIÓN | El espejo deforme de la élite Por Juan Andrés Guzmán
PRÓLOGO | Más allá de la orilla Por Kathya Araujo
INTRODUCCIÓN
I. LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ (Y LO QUE NOS TRAJO EL FUEGO)
1. Alcaldes para ricos y alcaldes para pobres7
2. ¿Por qué no pasa nada? Cómo la ira en internet es funcional al statu quo
3. Por qué usted puede estar ayudando a la crisis de nuestra democracia
4. 18-O: la hoguera de las desigualdades
II. MODELO AGOTADO
5. Chile: modelo para armar
6. ¿De la movilización a la representación? Chile y el urgente desafío de su sistema político Por Juan Pablo Luna y Fernando Rosenblatt
7. Sobreproducción de élites: explicando el 18-O desde la teoría demográfica estructural Por Manuel Muñoz, Mauricio Lima y Juan Pablo Luna
8. Hacia el necesario pacto social entre trabajadores, empresarios y Estado Por Juan Pablo Luna y Fernando Rosenblatt
III. LAS CRISIS DE LA POLÍTICA
9. La implosión de la política y la falta de legitimidad social
10. El ruidoso silencio de los medios tradicionales Por Juan Pablo Luna, Sergio Toro Maureira y Sebastián Valenzuela
11. A la deriva
12. Ruido. ¿Por qué los partidos no escuchan al Chile actual? Por Juan Pablo Luna y Sergio Toro Maureira
13. El problema de las tres comunas: ¿cómo evitar que las élites dominen la Constituyente?
14. La chusma inconsciente
IV. LA DEBILIDAD DEL ESTADO
15. Plan Araucanía: los errores de la política pública en el conflicto mapuche Por Carla Alberti, Juan Pablo Luna y Sergio Toro Maureira
16. Crimen organizado: la amenaza al sistema político chileno que se ignora
17. Dudas sobre la hipótesis del saqueo anarco-narco
18. Mitos sobre la fallida guerra contra el narco en Chile
19. No hay balas de plata
V. ÉLITES DESORIENTADAS
20. Por qué la élite política no puede entender lo que quiere la sociedad
21. ¿Democracia sin políticos? La engañosa fe en los algoritmos Por Juan Pablo Luna y Cristián Pérez Muñoz
22. Anomia ABC1
CODA
AGRADECIMIENTOS
BIBLIOGRAFÍA
NOTAS
A Joaquina y Santiago
(por el sentido de necesidad y urgencia)
PRESENTACIÓN
El espejo deforme de la élite
Este libro reúne cuatro años de colaboraciones periodísticas de Juan Pablo Luna. Los textos aparecieron en Ciper, La Diaria (Uruguay) y principalmente en la desaparecida sección Ciper Académico, y permitieron a sus muchos lectores ver venir el estallido del 18 de octubre. No es que Luna haya predicho la última gota que rebasó el vaso (por ejemplo, esa risita socarrona con que el economista Juan Andrés Fontaine invitó a los santiaguinos a levantarse más temprano para evitar el alza del metro). Tampoco anunció la violencia callejera y policíaca; ni la transformación del presidente Piñera en un ser irrelevante. Pero los factores y los actores institucionales de ese radical cambio que nos tiene hoy reescribiendo la Constitución estaban tan claramente identificados en sus análisis previos, que el estallido pareció el segundo capítulo, bastante lógico, de un libro que ya estaba escrito en alguna parte y del que Luna hacía un spoiler.
Pensando en cómo presentar este libro, me acordé de nuestra primera conversación. Fue para una entrevista en Ciper en 2016, cuando empresas como Corpesca y SQM eran las protagonistas de la crisis de corrupción política que tenía a la UDI como principal beneficiaria. ¿Por qué hablar con un académico que por entonces parecía más interesado en dialogar con sus colegas sobre instituciones débiles y crisis de partidos? Había una buena razón. En una investigación de 2010 («Vínculos entre partidos segmentados y votantes en Latinoamérica: el caso de la UDI»), Luna explicó con una claridad poco frecuente en la academia cómo el partido de Jaime Guzmán se había vuelto masivo: recolectaba fondos entre la élite económica e invertía ese dinero en una máquina clientelista que le permitía capturar votos entre los más pobres.
Un entrevistado en esa investigación, a quien Luna presenta como un «alto dirigente de la UDI», se mandó una cuña que me dejó helado:
Lo que hicimos, y este es un trabajo que hizo muy bien Jaime [Guzmán], es convencer a la élite de que teníamos que estar en el Congreso para proteger sus intereses. Jaime los convenció de que aunque fuéramos un partido chico, con las ventajas que nos daba el binominal y los quórums, podíamos proteger sus intereses. Al mismo tiempo los convenció de que para que nosotros pudiéramos hacer eso, teníamos que ganar votos en los sectores populares, porque la élite es muy chica. Entonces, básicamente lo que el partido hace es tomar los recursos que dan los empresarios y volcarlos a las poblaciones […] Les dijimos que necesitábamos su financiamiento, pero también les dijimos que se abstuvieran de acercarse a nosotros. En las fotos teníamos que aparecer con los pobres, no con ellos. Al principio fue difícil para ellos entender que teníamos que apelar a los pobres, pero ahí es donde hay más votos disponibles. Y uno de los obstáculos que enfrentamos actualmente es que hay menos personas pobres en Chile.
La declaración sintetiza las lógicas de la política que dominó durante los últimos treinta años. Mientras leía ese paper en 2016 me preguntaba por qué los periodistas no teníamos esos testimonios, ni habíamos logrado explicar esos fenómenos con tanta claridad.
Tras la entrevista, Juan Pablo Luna inició una serie de columnas en Ciper en las que ahondaba sobre la crisis de la política chilena. En el primer texto —«Alcaldes para ricos y alcaldes para pobres», incluido en este volumen— recibí otro golpazo. Partía con el caso de un partido que sacó los perros vagos de una comuna rica —que ellos controlaban— y los llevó a una comuna pobre, también bajo su administración. El traslado de los perros mejoró la calidad de vida de los vecinos abeceuno y potenció las posibilidades presidenciales del alcalde favorecido. Mientras, en la comuna pobre, la calidad de vida empeoró, pero el alcalde del lugar ganó el aprecio del partido y seguramente recursos para su reelección.
Solo con este caso, cualquier medio habría hecho una nota de portada. Pero lo que buscaba Luna era mostrar algo más de fondo: la forma en que la política chilena estaba actuando. Sus datos le permitían afirmar que varios partidos habían segmentado sus discursos de acuerdo con el tipo de votantes. Podían no solo ofrecer cosas muy distintas arriba y abajo, sino abiertamente contradictorias; y así, ser exitosos en poblaciones muy diversas.
Una conclusión chocante de esta viñeta era que los partidos no estaban ayudando a cerrar nuestras brechas de desigualdad, sino que las usaban a su favor.
Un periodista avezado leerá esa columna tratando de intuir los nombres de los involucrados. Mi propuesta es hacerse una pregunta menos complaciente: ¿dónde estaban los medios de comunicación?
Si nadie se entera de las descaradas diferencias de discursos y de prácticas es porque los medios ya no recorren la sociedad. La prensa tradicional que ha gozado de más influencia y recursos y que desde el 18 de octubre ha perdido mucha credibilidad —como se muestra en la columna «El ruidoso silencio de los medios tradicionales»—, ha centrado su esfuerzo en narrar la vida y preocupaciones de tres comunas donde vive la élite y en sostener el espejo en que ella se mira. Año tras año ese espejo está más distorsionado. Por eso el presidente Piñera veía ahí que Chile era un oasis, horas antes del estallido; y por eso buena parte de la élite no logró —ni logra todavía— entender ni las causas ni la violencia del 18 de octubre. Nada de eso estaba en el espejo de la prensa tradicional. Allí la chusma inconsciente no es otra cosa que amenaza.
Después de seis años de disfrutar las conversaciones con Luna, de editar sus columnas y aprovechar sus conocimientos para abrir nuevas áreas de investigación, tengo la convicción de que los periodistas entendemos mucho menos sobre lo que pasa en la sociedad chilena de lo que nos atrevemos a admitir.
Incluso quienes nos dedicamos a la investigación solo tenemos una imagen muy parcial. Un ejemplo que me avergüenza es el Crédito con Aval del Estado (CAE). En Ciper no entendimos el desastre que vivían miles de familias hasta que los jóvenes endeudados llenaron las calles en 2011. ¿No se supone que nosotros sí recorríamos la sociedad? La verdad es que no lo vimos venir y, desde entonces, demasiadas veces he vuelto a decir eso.
Pero no solo se trata de que no estamos recorriendo todos los rincones de la sociedad. Otro problema es que no tenemos buenas herramientas para explicar asuntos muy complejos.
Un ejemplo: la investigación periodística que ha hecho Ciper durante más de una década es buena persiguiendo al que delinque, al que abusa de una norma. Pero no todos los conflictos sociales son delito ni se pueden entender en esa clave. Es posible que incluso los conflictos que activaron el estallido de octubre (como la pérdida de fe en la meritocracia o el clamor por dignidad) no puedan enfrentarse con las habilidades investigativas tradicionales. Los periodistas tenemos limitaciones metodológicas para abordar esas materias (usualmente creemos que son solo temas opinables) y preferimos retroceder hacia el territorio conocido de la corrupción, de este-robó-esto, porque es la tecla que mejor sabemos tocar.
No obstante, uno de los artículos que más se han leído nunca en Ciper es uno que no corresponde a las claves de investigación. Es una entrevista al sociólogo norteamericano Shamus Khan, autor del libro Privilegio. Khan no es experto en Chile. Y la entrevista no era ni exclusiva ni tenía datos que pudieran considerarse revelaciones. Es decir, no hay ningún elemento que un periodista podría calificar de éxito seguro. Y sin embargo, lo que Shamus Khan dijo hizo sentido en miles de chilenos. Los ayudó a entender algo que la investigación no puede. Se titulaba «Cómo la élite nos hacer creer que triunfa porque es inteligente y trabajadora». Es una de las tres veces en que la página de Ciper se ha caído de tantas visitas.
Creo que hoy parte de los desafíos del periodismo pasan por tender más puentes con la academia, y concentrarnos en tratar de comprender mejor las complejidades actuales usando aquello en que cada uno es bueno. Años de investigación de un académico como Juan Pablo Luna, que son años de trabajo de campo y de construcción teórica, constituyen un material invaluable que los medios no pueden replicar por sí solos. Solo necesitamos hacer que esos datos e ideas sean comprensibles y le hagan sentido a la sociedad; que lleguen a los ciudadanos en el momento justo, con el tono adecuado. Esa tarea no es fácil y ahí tenemos mucho que hacer los periodistas.
Este libro es un gran ejemplo de un esfuerzo que puede ayudar a la prensa a volver a ser un espejo preciso de toda la sociedad y no uno en que la élite ve lo que le conviene ver.
Juan Andrés Guzmán
Bristol, septiembre de 2021
PRÓLOGO
Más allá de la orilla
Este libro reúne un conjunto de columnas publicadas por el autor, entre 2016 y 2021, en ese proyecto tan importante para la conversación social e incluso académica que resultó siendo Ciper Académico. Aquí, científicos y científicas de diversas disciplinas encontramos lugar para presentar nuestros resultados y reflexiones a un público más amplio, sin el apremio tan acuciante de espacio que suele ser la norma en muchos medios, cierto, pero también con una muy alta exigencia de comunicabilidad así como de claridad acerca del aporte de estos resultados para la sociedad con la que dialogábamos. No solo se trataba de tener una buena investigación entre manos, sino de un sentido de relevancia y pertinencia para el momento social, un argumento bien sostenido, y una escritura fluida y amable. Una tarea ya hasta aquí muy difícil. Pero las cosas se pusieron aún más exigentes cuando, a partir del estallido social de octubre de 2019, esa conversación social se amplificó, se densificó, se tornó en fuertemente pasional y fue modificada con una velocidad sorprendente. Como en las orillas de las bravas playas de corrientes convulsas de nuestro Pacífico, las olas de acontecimientos han arrastrado en direcciones muy distintas e inesperadas nuestra conversación, nuestros sentimientos y nuestros estados de ánimo sociales.
Lograr participar en la conversación social con aportes significativos y aprehensibles, mantenerse sin ser arrastrado por esas corrientes y sin perder de vista el horizonte, ha sido, sin duda, una exigencia alta para quienes tenemos como oficio la investigación de la vida social o política. A mi juicio, Juan Pablo Luna es uno de los académicos que con mayor éxito y virtuosismo ha sorteado todas estas exigencias. Ha alcanzado a llegar mucho más allá de los límites de la academia, con una escritura ágil pero no ligera, con argumentaciones sólidas y densas pero nunca engorrosas, con una capacidad de transmitir ideas y emociones (desde el enojo hasta el entusiasmo, pasando por la desazón) sin que jamás las segundas asfixien a las primeras. Y más importante: a pesar de las corrientes encontradas y el oleaje desordenado, sus textos revelan su enorme esfuerzo por mantener la calma, a distancia del miedo y de la idealización al mismo tiempo, y con la vista puesta mucho más allá de la orilla. No solo lo ha hecho en cada una de sus contribuciones, sino que lo ha conseguido con el conjunto de ellas. Sus columnas dibujan una imagen del país compleja, sin condescendencia y con gran compromiso transformador. Este texto es, me parece, una prueba de estas afirmaciones.
A pesar que algunas pocas columnas fueron publicadas en 2016, el corazón del libro está en desentrañar las aristas de la crisis de la cual, según el autor, el estallido social del 2019 sería expresión. Una crisis que no solo se forjó en procesos de largo aliento, sino que se perpetúa y cuyas soluciones deben ser concebidas en la larga duración. Por eso, propone que más que apurarse y reincidir en esa pasión nacional que llama la «solucionática» (aquella por la cual lo único que importa es tener lo más rápido posible una solución), es indispensable entender. Tenemos que comprender frente a lo que estamos, pero hacerlo en serio, o sea, integrando toda la gama de los grises. Entender la complejidad de los factores que le subtienden; el contradictorio carácter que ellos tienen; y, por ende, ponderar de manera dedicada, con calma y sin tapujos, las salidas posibles y sus bemoles. Todos sus textos testimonian de esta intención. Es su voluntad de ofrecer interpretaciones, esclarecimientos, boyas en tiempos de temporal, tomándose muy en serio a sus interlocutores dialógicos. Si algo no hay en este trabajo es facilismo. Si hay algo que atraviesa estas páginas es una lucha frontal contra los lugares comunes.
Luna entiende bien que estamos ante una oportunidad única y lo celebra. La conmoción producida por los eventos desencadenados desde finales del 2019, ha abierto la posibilidad de transformación de una sociedad cuyos arreglos han dejado de ser no solo operativos sino, y sobre cualquier cosa, legítimos. Pero reconoce, al mismo tiempo, que será una oportunidad perdida si es que no identificamos con claridad la coyuntura en que nos encontramos. Por eso, el primer factor que considera como afluente de la crisis y factor potencial de fracaso en la renovación es la existencia de unas élites económicas, sociales, políticas e intelectuales incapaces de escuchar y ver a la sociedad y sus cambios. Un argumento esencial es que las élites han perdido la orientación en buena parte porque persisten en mantener un conjunto de presupuestos falsos, o al menos inadecuados, para entender los desafíos que deben enfrentar. Asumiendo con todo rigor este hecho, el autor dedicará buena parte de sus columnas a poner entre signos de interrogación estos presupuestos y mostrar su inadecuación a partir de un conjunto muy sólido de datos y resultados de investigación. De manera especialmente destacable, sus argumentos siempre apelan a elementos comparativos con otros países de la región, o más allá de ella, los que permiten tanto desmontar la idea de excepcionalidad nacional como iluminar las singularidades del caso chileno. Una mirada comparativa que, además, funciona como referencia para las posibles soluciones.
¿Pero cuáles serían esos desafíos que deberían ser enfrentados? Aquí aparecen los tres otros factores a los que el autor les da una preeminente función heurística y proyectiva respecto de lo que atravesamos.
El segundo factor, propone Luna, es el político. Pero en este amplio campo, presta especial atención al destino de la democracia en cuanto ligado al de uno de sus actores: los partidos políticos. De manera aguda, y a veces implacable, el autor hace una crítica fundada de estos actores y correlativamente revela los profundos dilemas ante los que nos encontramos. La democracia representativa muestra señales de desgaste. La democracia representativa necesita de los partidos políticos. Pero estos, que pierden peso de manera acelerada, terminan, ellos mismos, por ser factor de corrosión de la democracia representativa. Esto ocurre por la falta de comprensión de estos actores respecto de la sociedad en la que se encuentran, plantea Luna, pero también se podría derivar de lo que es discutido por el autor, por la falta de comprensión de lo que los cambios sociales han hecho de ellos. Acontece por la desincronización de las premisas de las que parten y la realidad que les contiene: así se explican los yerros en sus estrategias de alianza, en sus cálculos electorales, en sus pretensiones de representación, en su comprensión de sí (sus capacidades de organización, el montante de disciplina militante, etc.), por su confusión profunda entre poder electoral y poder político, como lo propone el excelente texto «Ruido. ¿Por qué los partidos no escuchan al Chile actual?», que podría muy bien llamarse «¿Por qué los partidos políticos no pueden verse a sí mismos?».
Un tercer afluente de la crisis, se propone en este texto, es el modelo de desarrollo. Su transformación es considerada como una condición indispensable para remontar el ciclo de polarización y estallido social. El agudo debilitamiento de la legitimidad política se anuda a un desgaste del modelo de desarrollo que pone los fundamentos estructurales no solo materiales y demográficos, sino simbólicos de la crisis que atravesamos. Con justeza el autor va a subrayar un aspecto esencial de esta tarea: recomponer «una “economía moral” que logre anclar un nuevo modelo de desarrollo» (p. 99). Un modelo de desarrollo que sin olvidar el crecimiento pueda tener como meta distribuir la riqueza producida según criterios de equidad y de sustentabilidad, el cual no será viable sin esta recomposición de las orientaciones morales a partir de las que se ordenan sus decisiones y procedimientos. Un recordatorio especialmente relevante en un país que ha sido fuertemente lesionado en su confianza y su credibilidad por el abuso en las experiencias con el mercado y como componente de la percepción de los actores empresariales.
El último factor es un Estado que ha hecho prueba de sus limitaciones, tanto en sus tareas de elaboración e implementación de políticas públicas como en aquellas que el autor llama de coerción. Sobre todo, lo que se subraya es la relativa ausencia del Estado en diferentes territorios, su dificultad para resolver conflictos o garantizar seguridad pública. A partir del análisis sobre la desorientación del Estado en sus estrategias para enfrentar el conflicto mapuche o de la cruda y altamente compleja realidad del narco en el país, Juan Pablo Luna nos obliga a mirar y a no retirar la mirada de una escena que permanece escondida para una parte importante de la población, especialmente la más beneficiada. Un velo que es efecto tanto de la segregación urbana y distancia imaginaria regional, como de un conjunto de trucos narrativos a partir de los cuales entronizamos una visión del país que nos tranquiliza, reasegura y al mismo tiempo nos fragiliza. La negación, parece ser su advertencia, es, como ya lo propusiera Freud, una posición que no tarda en cobrar la comodidad en la que nos instala y lo hace con altísimos intereses.
El libro se organiza en partes que, luego de situar los contornos de la crisis, abordan con mucho más detalle y creatividad de la que serían capaz de devolver en estas breves páginas estos cuatro factores. Luego, termina con una vibrante coda en la que el autor analiza los posibles desenlaces de la encrucijada actual.
Este es un trabajo en el que los grises nunca dejan de hacer notar su presencia, y por eso, al final de su lectura, no solo la impresión de entender mejor las cosas se impone, y por supuesto uno que otro desacuerdo (es inevitable cuando una practicante de la sociología lee a un practicante de la ciencia política), sino que la inquietud es el sentimiento más aguzado. Cruzar los hilos de las diferentes argumentaciones da la magnitud de la incertidumbre en la que nos encontramos. Las cosas son mucho menos prístinas que lo que uno quisiera, y hacérnoslo saber es un valor enorme de este libro. Las preguntas que deja no son pocas y sobre todo no son nimias. Por ejemplo, si por un lado Juan Pablo Luna insiste en que los partidos políticos necesitan retomar el arraigo territorial perdido como condición para eventualmente recuperar peso y presencia, por otro, las estrategias para este arraigo, como el autor lo menciona en su discusión sobre el crimen organizado y su presencia en ciertos territorios en Santiago y otras zonas del país, se encontrarían potencialmente afectadas o tensionadas por modalidades de instalación territorial corruptas y de connivencia con estos grupos, dada la manera en que ha sido intervenida ya la urdimbre social de diferentes territorios por algunos actores, en particular del narcotráfico. La pregunta se impone: ¿será acaso que las demandas a los partidos políticos sobre transparencia y no corrupción y las de arraigo territorial terminan por contradecirse y no necesariamente se resuelven de manera virtuosa? ¿Será que los partidos políticos se encuentran ante un desafío que no puede ser resuelto en clave política? La pregunta es válida al menos si uno piensa en esos territorios de los que nos habla Luna. Las respuestas: todo menos simples.
Luna sabe que las tareas son enormes, pero cree, apelando a la distinción propuesta por Merton, que más vale apostar por la innovación de quien se desvía de las normas para construir referentes nuevos, que por el ritualismo de quien insiste en responder a las situaciones objetivamente transformadas con estrategias obsoletas y gastadas. Estoy completamente de acuerdo, aunque quizás solo valdría la pena agregar que ese ritualismo es una tara no solo de las élites, como el autor desarrolla con detalle, sino que también afecta a otros y muchos actores sociales y políticos, incluidas las fuerzas de izquierda o el llamado progresismo. La lucha necesaria para no quedarse en la orilla, como propone el autor, no es solo contra los supuestos falsos o los lugares comunes, sino contra este empuje ritualista que nos gana.
Este libro puede ser leído como una invitación razonada a abandonar nuestras posiciones ritualistas y avanzar hacia la innovación. Pero, también, a reconocer que la innovación no es espontaneidad pura: que la provocación no es nada sin la lucidez; que la esperanza no debe permitirse la ingenuidad; y que la urgencia no es resultado del arrastre de los acontecimientos, sino de la fina exploración de los mismos.
La invitación está hecha. Léala con cuidado. La acepte o no, habrá, sin ninguna duda, valido la pena.
Kathya Araujo
Santiago de Chile, septiembre de 2021