Cuentos y poemas en cuarentena

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Cuentos y poemas en cuarentena
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Juan Fritzeromus

Cuentos y poemas en cuarentena / Juan Fritzeromus. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

ISBN 978-987-87-1215-4

1. Literatura Argentina. 2. Cuentos. 3. Poesía. I. Título.

CDD A860

Editorial Autores de Argentina

www.autoresdeargentina.com

Mail: info@autoresdeargentina.com

Agradecimientos

Agradezco a todos los que me apoyaron en mi súbito interés por escribir. Cuando tenía entre trece y quince años escribía en una agenda lo que pensaba y sentía; pero luego dejé de escribir, tiré mis agendas y pensé que nunca más volvería a hacerlo. Pero en esta cuarentena, como a mucha gente le pasa, se me dio por hacer cosas que en la vieja normalidad no pensaba que haría: en mi caso se me dio por escribir.

Al principio sólo escribía para sentirme mejor, después empecé a escribir poemas sobre esos pensamientos, luego escribí cuentos y empecé a participar en concursos literarios, en los que hasta ahora no gané, pero que me sirvieron de experiencia.

Agradezco a mis familiares y amigos que me apoyaron en mi escritura y en la publicación de este libro que es mi primer y hasta ahora único libro. Agradezco a Thor, Natalia, Charlye, Federico, Facundo, mi madre y otros que seguramente me estoy olvidando, pero espero que no se ofendan: no es mi intención menospreciar a nadie.

También agradezco a mis compañeros y a la coordinadora del taller literario “El escribiente”. Hasta ahora sólo fui a dos clases de ese taller, pero fueron muy provechosas para mi escritura. En particular, me sirvieron las críticas positivas y constructivas sobre mi cuento policial “El misterio de la bala explosiva”. Espero seguir más tiempo con ustedes.

Cuentos en cuarentena

El segundo mejor del país

Mi nombre es César y soy el segundo mejor jugador del fútbol del país, y además soy escritor. Ya sé que no es muy común que un jugador de fútbol sea a la vez escritor, pero mi historia lo explica: de niño anotaba cada gol que metía, y a partir de los trece años empecé a escribir todas las noches en agendas lo que me pasaba o lo que pensaba en el día.

Por supuesto que si soy el segundo mejor del país es porque hay alguien que es el mejor jugador del país. Ese alguien es Ariel, mi mejor amigo de la infancia. Desde que era niño Ariel era el mejor jugador de fútbol de Gobernador González, nuestro pueblo. Yo jugaba con él y otros niños en el potrero, como la mayoría de los grandes jugadores de la historia.

En esa época yo jugaba con Ariel y otros niños en el potrero. Pero la mayoría de las veces jugábamos en diferentes equipos para nivelarlos porque éramos los mejores. Además de ser un excelente jugador Ariel era un excelente compañero: todos aprendíamos de él y mejorábamos cada vez más. Admito que a veces yo sentía celos de él porque me superaba en todos los aspectos, salvo en uno, y porque parecía una máquina jugando, pero por lo general fui un buen amigo: lo nuestro era una amistosa rivalidad.

El aspecto en el que Ariel no me superaba era el éxito con las mujeres. Aunque a él no parecía importarle mucho conseguir minas, es una verdad que nunca tuvo novia. En cambio, yo tuve mi primer y único amor a los quince años. Su nombre es Belén, mi mejor amiga de la infancia. A diferencia de nosotros dos, Belén era buena alumna, pero más que eso: era la mejor alumna de la escuela, y probablemente incluso del pueblo. Sin embargo, a pesar de su increíble inteligencia y su gran hermosura, no fue exitosa en absolutamente todo.

Entre los trece y los quince años, Belén estaba enamorada de Ariel. Y Ariel era educado y cristiano, pero era difícil de conquistar. Belén le tiraba indirectas, semi directas y directas, pero Ariel no le correspondía. No sé si no le gustaba, si no quería tener una relación con nadie o si se hizo a un lado porque sabía que yo amaba a Belén. Lo que sí sé es que llegó un momento en el que Belén se rindió en su intento de conquistar a ese androide, y yo por supuesto aproveché y la enamoré. Fuimos novios hasta los dieciocho años.

A esa grandiosa edad. Belén y yo nos casamos, pero los tres vivíamos ya en Romaires. Ariel y yo nos mudamos a Romaires para jugar en Plateados, pero después yo me cambié a La Colonia, y Belén se fue a Romaires para estudiar Medicina. Disfrutábamos jugar el superclásico Plateados– La Colonia porque revivíamos los viejos tiempos, pero nos gustaba aún más jugar en los mundiales por Argentina. Además del nivel que había en los mundiales era una oportunidad para jugar juntos, en el mismo equipo. Jugábamos muy bien juntos, e incluso ganamos los mundiales del 2010 y 2014.

Ariel Antonelli y César Carnevale éramos como la Coca– Cola y la Pepsi. Algunos eran fanáticos de Ariel y otros de César. A pesar de que la mayoría de las personas consideraba a Ariel el mejor jugador del mundo, algunos me veían a mí como el mejor, y a otros les gustaba más mi personalidad.

Sin embargo, no todo estaba bien en Ariel. Él tenía un defecto terrible y asesino: se preocupaba por lo que los demás decían y pensaban de él. Varios compañeros de Plateados y de la Selección, lo acusaban moralmente porque, supuestamente, no le pasaba tanto la pelota a sus compañeros y tiraba demasiado al arco, porque le importaba más superar sus propios récords que sus compañeros, etc.

Como buen amigo, yo le decía que no tiene que hacerle caso a lo que le dijera la gente. Y le aconsejaba que siga mi ejemplo: a mí pocas veces me importó lo que alguien piense o diga de mí, salvo dos excepciones: cuando quería conquistar a Belén y después de la tragedia. Cuando alguien me decía algo que me molestaba, yo demostraba que era un hijo de un boxeador y lo agarraba a las piñas. Pero él no lograba dejar de preocuparse por eso.

Un ejemplo de su malestar se vio en el principio del mundial 2018, en el partido contra Suecia. Ariel estaba sólo con la pelota frente al portero y en vez de patear al arco se la pasó a un compañero que estaba más atrás para que no digan que le importaba más su récord que sus compañeros. Y ese compañero perdió la pelota. Varios hinchas silbaron, manifestando su rechazo al cambio en Ariel.

De hecho, era tanta su angustia que dejó de creer, empezó a beber, a fumar, a drogarse, a tener relaciones con mujeres y a comer muchas cosas con grasa y azúcar. Y pasó lo lógico que debía pasar: en el examen antidoping se vio que había consumido drogas y no pudo seguir jugando en el mundial 2018. Yo sí seguí jugando, pero perdimos en la final contra Alemania.

En el 2019 Ariel se murió de cáncer de hígado por la vida que llevaba en ese entonces, y Belén se divorció de mí porque se cansó de soportar mis infidelidades. Ese año perdí a mis dos mejores amigos de toda la vida: a uno por esta sociedad competitiva, envidiosa y cruel, y a otra por mi falta de lealtad y su falta de perdón.

Ahora la mayoría de las personas me considera el mejor jugador de fútbol de Argentina. Y me molesta que piensen así: el mejor jugador de fútbol de Argentina es Ariel. Yo sólo soy el segundo mejor del país.

La gran oportunidad

Ariel y yo éramos muy buenos amigos además de compañeros en el fútbol. Todos mejorábamos cuando jugábamos juntos. Jugábamos en el potrero la mayoría de las veces, pero también jugábamos en un club: en el club “El futuro”, el mejor club de General González.

A veces jugábamos partidos con clubes de la misma ciudad y de vez en cuando con clubes de otras ciudades de Entre Ríos. En particular, hubo una vez cuando teníamos catorce años que fuimos a Partala, la capital de Entre Ríos, que nos cambió para siempre.

Mucha gente había ido a ver el partido. De entre toda la multitud estaban mis padres, la madre de Ariel, el entrenador y mucha gente que no conocía. Ese partido lo ganamos y salimos campeones. Estabamos muy satisfechos y contentos pero nuestra alegría se terminó cuando se acercó a Ariel y a mí un hombre alto que no conocíamos. Nos dijo que tenía una propuesta para hacernos y nos pidió que nos sentemos en las gradas.

Lo obedecimos, pero no sabíamos qué estaba pasando. Ariel tenía miedo.

—¿Qué estará pasando? ¿Acaso hicimos algo mal? ¿Hicimos algo en contra de las reglas? – dijo Ariel, atemorizado.

—No, el tipo ese dijo que nos quería hacer una propuesta. Capaz que nos quiere llevar a un campeonato o a otro club– le dije yo para tranquilizarlo.

Después de unos minutos, el hombre volvió con Matías, el arquero del equipo.

—Listo– dijo el hombre misterioso– Ya están los tres. Mi nombre es Oliver Olmos, representante legal del club Plateados. He observado el partido y he visto que ustedes tres tienen un gran potencial. Por eso quiero proponerles que vengan a Romaires a jugar en nuestro club. Por supuesto que pagaremos más que en este club y además tendrán asegurado un futuro brillante en el mejor club del país.

—Deberíamos consultarlo con nuestros padres– dijo Ariel en seguida.

 

—Yo iré. No me importa lo que digan mis padres. Es una oportunidad que no puedo desaprovechar– dije yo.

—¡Qué bien! ¡Iremos a jugar a Plateados! – dijo Matías con mucho entusiasmo.

—Les dejo mi teléfono. Consulten con sus padres y los que puedan y quieran, me llaman– dijo el hombre.

Luego del partido le conté a mis padres la noticia. A mi padre le entusiasmó mucho la idea de que yo juegue en Plateados. En cambio, a mi madre no le gustó mucho la idea porque debía irme a vivir a Romaires y no sabía con quién iba a vivir. Pero al final decidieron permitirme ir y quedarme en la casa de la tía Nieves.

Desgraciadamente, para Ariel no fue tan fácil convencer a sus padres. Ellos no querían dejarlo ir a Romaires. Pero cuando mis padres se enteraron hablaron con los padres de él y al final aceptaron. Pero la madre también se fue a Romaires con Ariel.

Yo estaba muy entusiasmado, pero había algunas cosas que no me gustaban. No me gustaba separarme de mis padres, pero mucho menos me gustaba separarme de mi novia Belén. A ella no le gustó la idea e incluso se puso a llorar cuando se enteró de que me iba a vivir a Romaires pero al final aceptó que me vaya a perseguir mis sueños con la promesa de que íbamos a seguir en contacto por messengger.

Afortunadamente, unos años después Belén vino a Romaires para estudiar Medicina. Nos casamos a los dieciocho años y fuimos muy felices pero lo que en ese entonces ella no sabía era que yo era mujeriego: andaba con muchas mujeres a sus espaldas. Y en algún momento se iba a dar cuenta de eso, como de hecho ocurrió.

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